Mentir

Cuando Draco salió corriendo de la habitación, lo primero que había pensado era que regresar a su sala común no era una buena idea, pero luego recordó que no tenía otro lugar para ir. Chasqueó la lengua y se preparó mentalmente para tener las preguntas molestas que le harían sus amigos por haberlos dejado plantados en Hogsmeade, esperando su querido whiskey.

Caminó en silencio hasta las mazmorras, tratando con mucha fuerza que sus pensamientos no se desviaran a la noche anterior, donde por alguna tonta razón que él creyó correcta, se permitió dormir a lado de ella. ¿Qué era lo que estaba pasando por su cabeza? Comenzó a preguntarse si de haber estado sobrio la habría mantenido con él. La clara respuesta de negación pasó por su cabeza, pero Draco realmente llegó a cuestionárselo.

¡Pero es que esos sollozos eran parte de sus pesadillas! Era obvio que se mantendría congelado al escucharlos de nuevo y tan cerca. Se engañó a sí mismo pensando en que esa era la verdadera razón para no haber salido corriendo cuando ella se dejó caer sobre su pecho. Una rápida mirada al Draco Malfoy de los años anteriores le recordó que él nunca habría permitido que ella lo tocara, pero pronto se dio cuenta que después de la Guerra las cosas ya no eran así.

Las cosas estaban cambiando. Él estaba cambiando.

Y por Salazar, sonaba patético. Bufó molesto para despejar sus tontas ideas, prometiéndose que dejaría de pensar en cualquier cosa que tuviera qué ver con Granger y luego dijo la contraseña para entrar a la sala común, una que había cambiado después de todo lo sucedido.

Estuvo a punto de dar un suspiro de alivio al ver el lugar vacío, creyendo que así podría ahorrarse el interrogatorio de sus amigos, pero sus esperanzas cayeron en picada cuando miró una figura ponerse de pie en el sofá más lejano y cerca de la chimenea: precisamente el asiento de Draco.

—¿Te divertiste tú solo ayer? —le preguntó Pansy con una ceja alzada y ambos brazos cruzados. Draco no encontró nada qué decir pero usó toda su oclumancia para mostrar una expresión indiferente. La azabache se acercó a pasos elegantes hasta él y, cuando ambos estuvieron bastante cerca, ella tuvo que alzar la cabeza para mirarlo a los ojos—. Noté que no llegaste a dormir.

Él buscó en su mente alguna excusa, pero pronto se dio cuenta que no había pensado en ninguna. Estuvo a punto de tragar saliva cuando ella habló de nuevo:

—Conozco esa mirada —advirtió, bailando ambos ojos castaños suyos entre los grises de él—. Intentas buscar una excusa pero no tienes éxito... Merlín, Malfoy, tantos años de conocerte que ya sé cada gesto tuyo.

Pensó en contradecirla, pero Pansy tenía razón en decir que lo conocía bastante bien, por lo que no haría ninguna diferencia porque ella sabría que mentía. Draco necesitaba algo en qué desviar la atención porque definitivamente no iba a hablarle sobre su vergonzoso incidente con Granger. Pero ni siquiera hizo falta pensar en algo bueno porque la misma Pansy lo salvó.

—¿Tomaste todo ese whiskey tú solo, Draco? —preguntó, pero por su tono de voz pudo deducir que en realidad no estaba nada interesada en saber qué le sucedió a ese whiskey. Los ojos lujuriosos de Pansy bailaron entre los labios de Draco y, por una milésima de segundo, él sintió un ligero tirón en la parte baja de su estómago.

—Estuve ocupado —se limitó a responder, tal vez con la boca un poco seca. Tanto tiempo en abstinencia debía hacer que admitiera que se estaba sintiendo demasiado atraído por la figura de su amiga, eso teniendo en cuenta todo su historial.

—Hmm —murmuró Pansy, y sin importarle nada más, enrolló un brazo alrededor del cuello de Draco y luego lo besó, alzándose de puntillas para profundizar todo. Fue mera inercia que él le respondiera inmediatamente, dejando caer sus manos sobre su cintura para mantenerla cerca.

Merlín. Él sabía que estaba mal. Ellos ya habían puesto sus límites desde años atrás, pero aquí estaban de nuevo. Pero sólo Salazar sabía lo mucho que había extrañado esto, y aunque lo negara, era una muy buena distracción para no pensar en lo patético que se había puesto con Granger hacía apenas unas horas atrás.

Pronto sus cuerpos comenzaron a caminar lejos, no exactamente sabiendo el rumbo de sus pasos, pero ambos con la misma idea del destino al que irían.

La sala común no era un lugar exactamente privado.

•••

Para cuando el domingo por la mañana llegó, Draco había dejado de pensar en Granger (o mejor dicho, en su embarazosa situación), aunque mentiría si dijera que la oclumancia no ayudó en ello. Había jugado con sus paredes de pensamientos uniendo muchos ladrillos entre sí para crear una barrera entre él y cualquier cosa que tuviera qué ver con la morena.

Incluso también se las arregló para inventarles una excusa a Theo y Blaise cuando el primero le reclamó por haberse olvidado de ellos en Hogsmeade, y después de lo sucedido con Pansy, ella pareció estar lo suficientemente satisfecha como para no preguntar nada. Así que él había estado bien, tranquilo.

Pero toda esa tranquilidad se derrumbó cuando, por error, alzó su mirada hacia la mesa de Gryffindor y desgraciadamente cayó directo en la chica de cabello más espeso de dicha mesa. Su primer impulso fue bajar la mirada de nuevo hacia su desayuno antes de que ella lo mirara a él, pero pronto se encontró regañándose a sí mismo por verse demasiado patético. ¿Por qué debía tenerlo miedo? Granger no tenía ningún efecto en él, así que no había ninguna razón para que sus intenciones se malinterpretaran.

Ella no le causaba nada, así que recuperó su determinación y alzó de nuevo la mirada a ella, sólo para observarla y tratar de encontrar la respuesta a por qué había actuado tan atento con ella el viernes por la noche. Apenas habían pasado cinco segundos cuando Granger pareció sentir su mirada y la alzó hacia él, conectando ambos iris de ojos. Un extraño estremecimiento recorrió a Draco cuando eso sucedió y frunció el ceño imperceptiblemente antes de que ella enrojeciera y bajara la mirada hacia su regazo.

Draco se maldijo en esos momentos, realmente lo hizo; porque el simple hecho de volver a mirarla y recordar que ella era un ser existente, tumbó gran parte de su pared de oclumancia y todas sus preguntas sobre Granger volvieron de nuevo. Pronto se permitió fruncir aún más el ceño al notarla demasiado tranquila desde el otro extremo del salón.

Draco estaba confundido por todo lo sucedido. ¿Por qué ella no? ¿Por qué se miraba tan pacífica? Era injusto.

Se puso de pie con rapidez e, ignorando el llamado que le dio Blaise al levantarse tan abruptamente, salió casi corriendo del Gran Comedor. No quería estar en presencia de Granger. Los fines de semana eran los pocos días donde no tenía que lidiar con ella, de los pocos momentos que tenía para él mismo y no para cualquier otro pensamiento que de alguna manera se coludiera a la morena. Se enfureció de sólo darse cuenta que el mirarla ahora hacía que también inundara su tiempo libre.

Caminó a trompicones por el castillo con la primera intención de regresar a su sala común —el último lugar que podría recordarle a ella—, pero mientras veía pasar cada vez más alumnos a su lado, comenzó a recordar que aún había algo que debía hacer. Y entonces lo supo, pues no traía puesto su uniforme de quidditch por nada. Refunfuñó y luego se dio la vuelta sobre sus talones para ir a las afueras del castillo, decidiendo tomar el pasillo menos lleno de gente.

Pero una vez más, fue una mala decisión, pues no pasó ni un minuto de caminata cuando un cuerpo más pequeño que el de Draco se estrelló contra él. Apenas tuvo tiempo de darse cuenta que era Granger cuando alzó su mano y, sólo por reflejo, tomó la muñeca de la morena para evitar que cayera al suelo. Luego soltó el tacto cuando la incomodidad llegó.

Despotricó algunas palabras contra ella antes de rodearla y alejarse, pero Granger no parecía querer dejarlo solo. ¡Por Merlín! ¿Esta chica no podía entender que sólo la quería lejos? Habían llegado a un pasillo aún más abarrotado de gente y eso lo hizo querer alejare más rápido de ella. Obviamente ignoró todos sus llamados, pero cuando sus flacuchos dedos se enredaron sobre su brazo, sintió la necesidad de detenerse.

Miró el lugar donde habían estado sus dedos, y después se regañó sobre ello, pero en esos momento no pudo evitar pensar en ese pequeño y frágil tacto.

—¿Hay... hay problema con eso? —Había balbuceado ella, y a Draco le tomó unos segundos entender que su pregunta se refería a si él tenía vergüenza de que la gente los viera juntos por su estatus de sangre. Por ser una sangre sucia.

Lo peor es que Draco no lo supo.

—Sí —respondió antes de poder detener a su lengua, pero una parte interna de él entendió que no se refería a lo que ella decía. Así que, Merlín sabía por qué, él se apresuró a aclarar cuando vio un destello triste pasar por los ojos de la morena—. Van tres chicos que me miran como si estuviera a punto de matarte.

Ciertamente no había dicho una mentira. Sus ojos grises ya habían captado varias miradas amenazantes desde el primer instante en que Granger decidió que caminar a lado suyo era una buena idea. Después ella se mantuvo callada y Draco se desesperó, incitándola a hablar para poder alejarse lo más rápido posible. Pero en realidad no se esperó lo que ella dijo.

—¿No quieres que vaya a verte al partido? —Su voz fue tan casual y tal vez incluso un poco tímida que él no tuvo otra reacción además de parpadear.

En realidad, él había olvidado esa regla. E incluso si no lo hubiera hecho, el incidente del viernes había quitado cualquier gana de que él quisiera verla, ni siquiera para molestarla. Pero cuando ella misma lo recordó, como si realmente fuera importante, fue algo extrañamente reconfortante...

—La regla número seis. La que decía que yo estoy obligada a acompañarte a...

Hasta que lo empeoró. Obviamente ella no querría ir. Se refirió a la palabra «obligar». Draco no la necesitaba, ni a ella ni a nadie. Qué ridículos pensamientos había tenido en un principio, ¿adónde había ido su verdadero yo? Murmuró algo rápido hacia la morena y luego se había dado la vuelta para alejarse. Cuando no la escuchó seguirlo de nuevo, supo que sus sospechas se habían confirmado y entonces usó de nuevo su oclumancia para que ningún pensamiento suyo surgiera en medio del partido. Lo último que necesitaba era que Granger también se uniera al quidditch.

Pero sus paredes cayeron de nuevo cuando, al saludar al llamado de Lovegood, él miró la figura de la morena sentada a lado suyo. Ella había venido incluso cuando él le dijo que no era necesario. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había creído importante venir? Miles de preguntas comenzaron a surgir en aquel momento y, cuando pudo descifrar la palabra «Suerte» sobre los labios de Granger, sintió que debía salir inmediatamente del lugar.

Ella se estaba portando amable. ¿Qué tan jodida debió haber sido su situación el viernes para que ella le deseara suerte en el partido? ¿Qué tan jodidos estuvieron para que ya no se odiaran más? Apenas Draco escuchó el silbato de Hooch y salió volando sobre los aires para no pensar más en ello. Una vez estuvo arriba, y delante de Dean Thomas (un buscador un poco mediocre, a su parecer), de nuevo usó toda su oclumancia para regresar a su misma expresión indiferente de siempre.

Granger no podía entrar a su mente de una forma tan altanera. No iba a hacerlo.

En lo que restó del partido, su magia mental le funcionó bastante bien porque en ningún momento Granger se cruzó por su mente, por lo que sólo tuvo ojos y oídos para su búsqueda de la snitch. Aunque las cosas empeoraron cuando una bludger fue directo hacia Thomas. Draco podía decir con sinceridad que consideró agacharse sólo él y dejar que la pelota le diera de lleno al moreno, pero pronto refunfuñó y un impulso lo hizo tomar del brazo al Gryffindor para que ambos evitaran el impacto.

Más el idiota había creído que lo quería tirar de la escoba y se lo llevó de paso cuando ambos cayeron en picada. Thomas alcanzó a enderezarse y Draco no se quiso preguntar por qué lo ayudó a él también, pero al final el moreno comenzó a reír, y él estuvo a punto de hacerlo también hasta que recordó que había algo más qué festejar, pues aún había un aleteo en su mano.

Draco ni siquiera notó cuándo atrapó la snitch, pero nunca admitiría a nadie que fue pura suerte el tomarla.

La victoria de Slytherin no trajo muchos vítores felices, pero a él le importó una mierda. El único grito feliz que halló fue el de Lovegood, pues estaba cerca de sus gradas, así que se había girado hacia ella con la intención de al menos sonreírle, pero algo más llamó su atención: Granger ya no estaba a su lado.

Trató de evitarlo, en verdad lo intentó, pero fue sin éxito; se giró con rapidez por todas las gradas para buscar su espesa melena, hasta que lo hizo. Sin siquiera pensarlo, sus piernas comenzaron a moverse, pero un brazo jaló el suyo antes de lograrlo. Blaise lo había envuelto en un abrazo y, antes de que supiera qué sucedía a su alrededor, medio Slytherin ya había tapado su vista de la morena, a quien ahora había perdido.

Se dejó felicitar sólo por Theo y un beso en la mejilla de Pansy que apenas sintió, antes de salir a trompicones de la gente que lo rodeaba para ir en búsqueda de Granger. Que Salazar lo perdonara, pero no tenía ni puta idea de por qué la quería seguir.

Se intentó engañar a sí mismo diciéndose que sólo iba por ella para burlarse diciendo que le ganó a su casa, pero en realidad todo eso quedó de lado cuando encontró su figura yendo hacia el castillo, pero con unos pasos demasiado débiles. Granger siempre había sido demasiado flacucha para su edad, pero esta vez sus pasos se veían aún peor, casi como si estuviera de nuevo ebria.

Sólo Merlín sabía por qué decidió que era necesario apresurar su paso para alcanzarla. Apenas unos metros lejos observó que ella se detenía y buscaba con rapidez algo en su bolso, pero antes de lograrlo alzó una mano y luego... Él no supo exactamente qué pasó, fue un impulso tomarla antes de que cayera al suelo.

—Granger —llamó cuando la tuvo en brazos, de repente sintiéndose más pesada junto a él—. ¡Granger!

Pero ella ya no parecía escucharlo. Que el mundo lo perdonara, pero la primera reacción de Draco fue entrar en pánico, y no exactamente por ella.

Pero es que tenía a Hermione Granger, heroína de guerra y Chica Dorada en sus brazos y sangrando. En los brazos de un ex mortífago que intentó asesinar a Albus Dumbledore. Cualquiera que los alcanzara a ver, podría malinterpretar la situación y entonces él estaría acabado al igual que todo lo que alguna vez conoció. Así que no lo pensó dos veces, puso una mano en la entrepierna de la morena y otra debajo de su cuello para sostenerla contra su pecho y luego corrió hacia la enfermería. Debía llegar con rapidez antes de que alguien los viera, e incluso aún debía pensar en una excusa para Pomfrey cuando llegara.

Nunca creyó que una chica que parecía demasiado delgada pesara tanto mientras él corría con ella. Ni siquiera se paró a pensar en por qué de repente se había desmayado o lo que sea que le hubiera sucedido, él sólo corría con la única esperanza de llegar antes que nada.

Pero entonces un pensamiento cruzó por su cabeza. Cuando entró al castillo y, este estando vacío, comenzó a dejar de correr y bajó su mirada hacia ella. Una pequeña fracción de él se paralizó cuando no escuchaba ni sentía sus latidos, el hilo de sangre de su nariz haciéndose cada vez más largo hasta llegar por debajo de su barbilla. Estaba pálida.

Por Merlín. ¿Y si Granger moría? ¿Qué pasaría con él? No estaba en la mejor posición, fácilmente sería enviado a Azkaban por el resto de su vida y su familia estaría en la ruina.

Eso fue lo que debió haber pensado.

Pero en realidad en su mente sólo pasó la primera pregunta: ¿y si Granger moría?

Empujó la puerta de la enfermería con una patada y el fuerte estruendo llamó la atención de la enfermera, quien se hallaba lejana ayudando a un chico de lo que parecía ser primer año.

—¡Ayuda! —gritó Draco, de repente sintiendo su voz demasiado ronca por haber corrido tanto. Pomfrey cambió su neutra expresión a una preocupada mientras despedía al niño y se acercaba corriendo a Granger cuando la dejó en la camilla más cercana.

—¿Qué pasó? —preguntó la enfermera en un chillido, sacando su varita para hacer unos diagnósticos rápidos encima de la morena.

Draco no respondió, aunque en realidad no servía de nada porque no sabía la respuesta. Pero se mantuvo helado una vez que vio el diminuto cuerpo de Granger en ese estado. La enfermera dio una mirada desdeñosa al rubio y luego usó su varita para limpiar la sangre de la morena en un rápido movimiento.

—¿Qué pasó? —repitió la mujer en un tono más alto que sacó a Draco de su trance.

—No lo sé —murmuró él, parpadeando para saciar la confusión y cansancio que tenía—. La encontré en el campo a punto de desmayarse. Alcancé a tomarla antes de que cayera al suelo.

La bruja conjuró sus pociones y todas sus herramientas para obtener lo necesario mientras seguía dándole una mirada extraña a Draco. Eso lo enfureció.

—No me mire así —escupió con rabia—. Yo no le hice nada.

Pomfrey suspiró.

—Salga ahora, señor Malfoy —dijo—. Ella estará bien aquí.

Draco abrió la boca para protestar, pero luego su racionalidad le hizo preguntarse por qué querría quedarse junto a ella. Frunció el ceño para él mismo al tiempo que se daba la vuelta sobre sus talones y salía con rapidez de la enfermería.

Llegó hasta su sala común y lo primero que hizo fue entrar a los baños y darse una ducha. Ni siquiera se preocupó en quitarse la ropa cuando dejó que la regadera lo llenara de agua. Cerró los ojos y dejó que el sonido relajante lo inundara, jugando con su oclumancia para olvidar el incidente de apenas unos minutos antes.

Alzó sus manos para quitarse la camisa del uniforme de quidditch, y abrió los ojos para arrojarla lejos, pero se detuvo en seco cuando, una vez más, tenía la sangre de Granger a apenas unos centímetros cerca de él. Que Salazar le diera con un rayo, pero se mantuvo más tiempo de lo necesario observando la sangre diluirse con el agua antes caer al suelo.

Su mente era una tormenta. Sus ojos desesperados seguían buscando algún cambio en la sangre de Granger que la diferencia de la suya; el color, la textura, la limpieza, lo que fuera... Pero, de nuevo, no halló nada. Ambas sangres eran completamente idénticas.

La sangre de Granger no era sucia como él había pensado, como él había sido criado.

Arrojó con furia la prenda al suelo y luego se desvistió por completo, quedando desnudo y aplastando con mucho enojo la ropa mojada en el suelo. Gruñó muchas veces de rabia, porque esa simple sangre había creado una revolución en su cabeza. Sentía cómo un imperio de mentiras comenzaba a caer delante de sus ojos y entonces él odió a Granger; porque le estaba rompiendo sus ideales, y lo peor era que ella ni siquiera sabía que lo había hecho.

Los sangre sucias no tenían la sangre sucia.

Draco se llevó las manos a su cabello y lo frotó con enojo, quería dejar de pensar en eso pero no podía. Años de mentiras y engaños comenzaron a cruzar su mente en el preciso instante y pronto comenzó a sentir cómo esos pilares de creencias puristas que antes creía correctos y fuertes, ahora comenzaban a sentirse tontos y muy, muy frágiles.

Maldita era Granger y su mirada tan inocente que siempre le dijo lo mismo.

Ya ni siquiera parecía tener sentido sus creencias, ya no lo hacían. Había querido engancharse a ellas para no perderse a sí mismo ahora que la Guerra había acabado con él, pero no parecía funcionar.

Él fue un idiota. ¿Cómo pudo haber creído realmente en la pureza de la sangre?

¿Y por qué carajo estaba pensando esto? Cerró la llave del agua y usó toda su magia para unir sus paredes de oclumancia y dejó todo de lado. Draco sólo necesitaba un baño tranquilo y en lugar de eso había tenido una rebelión entera. No era justo que Granger hubiera provocado todo esto y sin siquiera saberlo.

Se terminó de dar el baño y luego llamó a un elfo para que se llevara su uniforme (obligado a agradecer) antes de salir de su habitación. Fuera, la sala común estaba hecha un festejo, algunos estudiantes se acercaron a felicitarlo y él se quedó helado al recordar que varios de ellos eran de los idiotas que lo habían mirado como si fuera un monstruo los primeros días.

Malditos hipócritas.

¡Draco! —llamó la voz de Theo, acercándose para darle un abrazo más—. ¡Por fin haces algo bien en tu vida!

Draco se separó y le dio una sonrisa falsa.

—También te quiero —masculló.

—Lo sé —le respondió el chico con un guiño, y el rubio hubiera reído de no ser porque recordó hacia dónde quería ir.

—Fue suerte —dijo la voz de Blaise a su espalda, y él tuvo que girarse para encararlo con una ceja alzada. En realidad, Draco había esperado que al menos él se diera cuenta de ello.

—Suerte o no, estuvo increíble —dijo Pansy, apoyada en el hombro de Blaise, su mirada tenía un extraño brillo que llamó la atención de Draco—. ¿Adónde vas?

—¿Qué?

—Parecía que estabas por salir.

Draco se mantuvo callado, sólo mirando los ojos de la azabache mientras su mente estaba en búsqueda de una excusa para no decir «Voy a la enfermería, en cuyo lugar, casualmente está Granger».

—Sólo quería tomar aire —dijo, y regresó a su expresión indiferente, y luego dio una mirada desdeñosa a su alrededor—. Estar entre tantos hipócritas me da náuseas.

—Entonces te acompañamos —decidió Theo—. Hay que ir a Hogsmeade, Slughorn nos concedió el honor hoy. Además, nos debes una salida y un whiskey, Draco.

Blaise y Pansy estuvieron de acuerdo, y aunque Draco quiso protestar, supo que no podía hacerlo, o al menos no podría salir sin decirles la verdad o pensar una buena excusa que fuera creíble para engañar a tres Slytherins. En secreto decidió que su asunto con Granger podría esperar y, con una rodada de ojos, aceptó y luego el cuarteto salió de la sala común. Tuvo que llegar antes a la biblioteca por las botellas (logrando de milagro que los chicos no preguntaran nada al respecto), y se sintió momentáneamente extraño al entrar y no ver a Granger en el escritorio como siempre lo estaba.

Salió de la habitación antes de que su mente comenzara a vagar más.

•••

Draco caminó a oscuras en los pasillos del castillo. El toque de queda ya había pasado desde hacía dos horas y él tenía que ir con sumo cuidado para no encontrarse con Filch, no era como que quisiera una nueva manera de tener un castigo. Llevaba su varita en un diminuto Lumos para poder ver en la oscuridad y en menos de veinte minutos estuvo delante de las anchas puertas de la enfermería.

Un pequeño Alohomora fue suficiente para que las puertas hicieran clic al abrirse y Draco rodó los ojos ante los intentos de seguridad que tenía Hogwarts en sus instalaciones.

Se adentró a la enfermería y luego observó con ojos curiosos todas las camillas hasta que un movimiento llamó su atención y frunció el ceño para enfocar su vista.

En la camilla más cercana al ventanal, apenas con la reacia luz de la luna, una figura de un cabello rebelde se movía sigilosamente con manos hábiles mientras rebuscaba en lo que parecía ser un bolso. Granger estaba de espaldas a él y aún sentada, pero estaba claro que todavía no había notado su presencia.

Entrecerró los ojos y se acercó lentamente detrás de ella con pasos muy sigilosos ante el suelo y sólo esperó a que ella lo notara. La morena pareció por fin terminar con lo que hacía y por fin se puso de pie, pasándose el bolso por encima de su cabeza para dejarlo sobre su hombro. Sin moverse aún, alzó su mano para acomodar su cabello en un moño, como siempre lo hacía, y luego se dio la vuelta.

Apenas vio a Draco, dio un salto hacia atrás, llevándose una de sus manos al corazón.

—¡Dios, Malfoy! —susurró con tono ansioso—. ¡Me pegaste un enorme susto!

—¿Adónde vas? —preguntó él, olvidándose por completo de su verdadera intención al venir aquí—. ¿No se supone deberías estar en reposo o alguna mierda como esa?

A pesar de la oscuridad, Draco la vio enrojecer antes de que bajara la mirada. Por primera vez en mucho tiempo la notó realmente nerviosa, incluso jugó con la cadenita que llevaba colgada al cuello (una acción que, él había memorizado, era signo de que no se hallaba cómoda).

—Yo estaba... Hmm... —balbuceó, mirándolo a los ojos por unos segundos antes de volver a desviar la mirada—. Poppy me dio de alta hace unas horas... Yo tardé en irme, es todo.

Ella era pésima mintiendo, Draco podría notar su intento de engaño a un kilómetro de distancia, pero aún así quiso seguirle el juego para ver qué tan mala podía ser.

—¿Te dio de alta? —repitió él con una ceja alzada y ella asintió con rapidez—. ¿Pomfrey te dejó ir hace unas horas, cuando ya era bastante noche y el toque de queda estaba por llegar, y tú decidiste irte hasta apenas ahora?

Granger se quedó mirándolo directamente, con una ligera expresión de sorpresa y con unos ojos confundidos mientras trataba de organizar todo lo que Draco le había dicho. Después pareció entender y asintió de nuevo, su gesto un poco inseguro.

—Sí —dijo—. Exactamente eso.

Realmente era mala. Draco rodó los ojos y se acercó un poco más a ella, dejando solamente la camilla de distancia entre ambos. Apagó su Lumos y se cruzó de brazos, sólo mirándola con una expresión escéptica.

—¿Cuándo en su sano juicio Pomfrey haría eso? —preguntó—. Para empezar, ¿qué fue exactamente lo que te sucedió?

—Hmm. Yo... No tengo por qué responder a ello —murmuró, luego suspiró—. Pero Poppy me dijo que fuiste tú quien me trajo hasta aquí. Supongo que debo agradecerte... —Parecía un poco incómoda, pero aún así se obligó a alzar la vista hacia él—. Gracias.

Esas simples palabras lograron desequilibrar a Draco. Se sintió momentáneamente incómodo antes de tensarse y aplastar sus labios en una sola línea para después asentir; en realidad, no quería hablar del tema y tampoco una ventaja para que Granger distrajera su punto.

—Entonces... —murmuró él, deseando con desesperación un cambio de ambiente—. ¿Planeabas escaparte de la enfermería cuando Pomfrey te dijo que debías pasar la noche?

Sus ojos se iluminaron con confusión y sus cejas se fruncieron mientras que sus labios se armaron en una ligera «O» y vaya a saber Merlín por qué a él le llamó la atención eso. Claramente había acertado, pero es que era obvio, la chica apenas y sabría mentirle a un elfo doméstico.

—¿Cómo...? —balbuceó ella, pero luego cerró la boca y regresó a su expresión firme—. Yo no iba a escaparme. Sólo quería ir a las cocinas por algo de cenar.

Draco rodó los ojos.

—Claro —dijo con sarcasmo. Dio una rápida mirada hacia el lugar donde ella había estado y todo conectó en su mente—. Camilla ordenada, ninguna cosa tuya por ahí, todo en tu bolso y estás sin la bata del hospital. Todo sin mencionar que hay una bandeja de galletas con leche sin comer justo ahí, lo que despotrica a tu intento de ir a las cocinas.

Se giró hacia ella y notó que Granger no había apartado su mirada de él, aunque parecía... lejana. Como si estuviera perdida en sus pensamientos aún. Draco le alzó una ceja y ella pareció salir de su ensoñación, desvió la mirada ruborizada y comenzó a juguetear con la tira de su bolso.

—Yo... No quería pasar aquí la noche —admitió en voz baja—. Sólo quería regresar a mi habitación.

—Si Pomfrey ordenó que te quedaras aquí, no deberías desobedecerla —dijo, no sabiendo exactamente qué decir después de su patética confesión.

—Me siento mejor —se apresuró a decir, volviendo a mirarlo—. En serio, Poppy no tiene de qué preocuparse. Puedo cuidarme sola de aquí en adelante.

Draco la observó durante algunos segundos más antes de negar con la cabeza. No iba a permitir que Granger saliera del lugar, era injusto que personas como ella creyeran que podían hacer lo que quisiera a la hora que gustaran. Él se acercó al cajón más cercano y lo abrió para sacar una bata de hospital, luego se la arrojó a la morena antes de que pudiera preguntar algo y ella la atrapó por reflejo.

—¿Qué...?

—Póntela —ordenó él—. No vas a salir de aquí.

—Malfoy —llamó ella, de repente su tono volviéndose serio—, estoy bien. No necesito...

—No me hagas ponértela yo mismo, Granger.

Ella detuvo su replica y lo miró con sorpresa y un poco de miedo; Draco trató de no ofenderse ante lo último. La siguió mirando con unos ojos duros y determinados hasta que ella pareció rendirse y, ofendida, se metió detrás de una cortina y se cambió a regañadientes.

Dos minutos después, salió con la bata puesta nuevamente y una mirada molesta.

—¿Estás contento, ahora? —refunfuñó, dejando su ropa casual en el buró más cercano a la camilla.

—Algo —admitió él, con una pequeña sonrisa de orgullo—. Ahora, vas a recostarte a tener reposo, tal cual Pomfrey dijo, y también vas a contarme qué fue lo que sucedió en el campo.

Las manos de ella que levantaban las sábanas se detuvieron a pleno camino. Palideció visiblemente incluso a la luz de la luna y se mordió el labio antes de meterse en la camilla y arroparse con las cobijas y luego juguetear con sus manos, aún sin responder nada.

—¿Y bien? —presionó Draco.

—Yo... —balbuceó y luego carraspeó, alzando la mirada por unos segundos antes de volver a bajarla—. Me picó una abeja.

Él quedó atónito.

—¿Te picó una... qué?

Granger frunció el ceño y alzó la vista hacia él.

—Una abeja —repitió—. Es un insecto que...

—Sé lo que es una jodida abeja, Granger —interrumpió con un gruñido, lejano a que se había acercado más a la camilla—. Pero es imposible creer que esa pequeña cosa te haya puesto en tal estado. No me creas estúpido.

—Bueno. En realidad, es posible. Yo soy alérgica a ellas.

Draco bufó.

—Joder, incluso así sigue siendo imposible. Te vi allá, te sentí. Estabas pálida, helada, temblabas e incluso sangrabas. No seré un experto en alergias pero no creo que esas sean exactamente las reacciones correctas.

—No me creas entonces —suspiró ella—. Pero eso fue lo que pasó.

Draco le entrecerró los ojos. Esta bruja de verdad debía creerlo tonto si pensaba que podía engañarlo de una manera tan vil. Se sentó en la camilla junto a ella y esperó a que la morena alzara la vista para mirarla directamente a los ojos. Ni siquiera notó la extraña cercanía en la que estaban.

—Nadie nunca te han enseñado a mentir, ¿cierto, Granger? —preguntó y un destello de confusión pasó por los ojos de ella—. Eres pésima en las mentiras.

—Yo no... No estaba mintiendo. Eso fue lo que pasó.

—Hmm, otra mentira —afirmó, chasqueando la lengua—. Debes aprender a engañar correctamente a la gente si quieres hacerlo, Granger. Con estos pobres intentos de mentiras no llegarás a ningún lado.

Ella apretó ligeramente la mandíbula antes de entrecerrarle los ojos. Parecía un poco molesta.

—Entonces tú eres el Dios de las Mentiras, ¿no, Malfoy?

Draco le sonrió de lado y ella desvió la mirada con una rodada de ojos. Tal vez había olvidado su primera intención para venir aquí, pero ciertamente ahora había encontrado algo en qué más distraerse.

—Nunca desvíes la mirada —dijo él, alzando su mano para tomar su barbilla y girarla hacia él—. Siempre debes mirar a los ojos, Granger. Es un punto crucial.

Ella observó sus ojos grises con sorpresa durante unos segundos antes de que Draco bajara la mano de su barbilla. Él se relamió los labios para seguir con su expresión.

—No balbucees, no tartamudees —siguió explicando—. Tienes el control de tu lengua y sabes cómo ordenarte hablar. No eres tonta.

Para su sorpresa, ella no volvió a desviar la mirada ni tampoco despegó sus ojos miel de los grises de Draco, así que él tomó eso como una afirmación de que siguiera con su clase.

—Piensa bien lo que dirás y actúa con naturalidad. En algunas ocasiones, puedes mezclar la mentira con algunas pequeñas verdades para aclarar mejor todo. No bajes la mirada en ningún momento, eso empeorará las cosas —Suspiró, sin despegar la vista de sus ojos y ajeno a los pensamientos que estaban corriendo por la mente de la morena—. Y sólo por si acaso, ten siempre un plan de respaldo si tu mentira no funciona. Y nunca, nunca, admitas que fue una mentira.

Después ambos se quedaron en un silencio mortal, ni siquiera podía escucharse algún tintineo lejano o al menos los pasos de alguien. Simplemente nada. Sólo el sonido de sus respiraciones y los dos mirándose a los ojos como si trataran de adivinar los pensamientos del otro o como si estuvieran viendo a través de sus almas.

Un ligero impulso, que ni siquiera él supo de dónde salió, lo obligó a romper el contacto visual y bajar su mirada a los carnosos labios de la morena.

Apenas se dio cuenta de ello dos segundos después, carraspeó y se levantó de la camilla con rapidez. Sentía la necesidad desesperada de salir del lugar inmediatamente. Así que en menos de cinco segundos, ya había cruzado la enfermería y las puertas se cerraron detrás suyo sin cuidado de no hacer ruido.

Draco se arrepentiría de haberle enseñado a mentir.

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