Menos cuatro
Granger tomó la botella y se la llevó a los labios para dar un largo y amargo trago. Draco la vio hacer una mueca y entrecerró los ojos para ver si no lo había engañado; observó el líquido bajar unos cuantos milímetros cuando puso el objeto derecho, así que dedujo que sí había tomado el whiskey. Dejó que el efecto entrara en ella durante diez segundos más y luego se acercó para arrebatarle la botella y tomar otro trago él mismo.
Seguramente Pansy, Blaise y Theo estarían esperándolo en Hogsmeade, pues les había dicho que volvería lo más rápido posible. Tal cual idiota, había olvidado las botellas de whiskey y tuvo que regresar por ellas a regañadientes cuando Pansy le hizo dar la vuelta y volver. Para su desgracia, cuando apenas iba a la biblioteca, se encontró con una escena que nunca jamás en su vida esperó ver: Hermione Granger ebria. O al menos así parecía, pues caminaba apoyándose de los pilares y sus piernas estaban temblorosas con cada paso. Por un momento él pensó que era mejor darse la vuelta y dejarla en ese estado, obtendría dos ventajas: uno, no tendría que cuidarla en lo que regresaba a estar lúcida, y dos; tendría una perfecta burla para el día siguiente.
Pero justo cuando decidió que se iba a dar la vuelta y alejarse, una voz resonó en su cabeza diciendo que estaba haciendo lo incorrecto. ¿Qué fue esa voz? Él no lo supo, pero lo hizo darse la vuelta y soltar un gruñido antes de caminar hasta ella. Lo primero que pensó hacer cuando llegó fue burlarse, no porque lo quisiera, sino como una especie de mecanismo al cual ya estaba acostumbrado, pero no pudo hacerlo porque cuando ella estuvo por caer, él por instinto la tomó del brazo.
No se dio cuenta de que la estaba tocando hasta pocos segundos después, pero para cuando lo hizo, supo que ya era demasiado tarde retractarse y que tendría que regresarla a la habitación. Ella realmente estaba ebria.
Luego bajó la mirada hasta sus rodillas y se dio cuenta de que estas estaban sangrando, y eso le dio más curiosidad que cualquier otra cosa. No era que fuera un amante de ver la sangre, pero su mente quería respuestas a por qué carajo ella estaba sangrando. El vago recuerdo de que había sido una tarde que pasó ella sola, le hizo insinuar que había sido un desastre sin él.
De repente encontró una nueva burla. Porque si ella había entrado en ese estado sólo porque él no estuvo cerca, entonces habría bastante contenido para molestarla.
Esa fue la mayor razón por la cual decidió que se quedaría con ella, olvidando por completo que sus amigos lo estaban esperando en Hogsmeade. La había prácticamente arrastrado —poniendo la perfecta excusa de que McGonagall lo mataría si sabía que la dejaba en aquel estado (aunque, de hecho, tenía cierta verdad)— mientras ella se revolcaba en él diciendo cosas incoherentes, hasta que de repente cayó al suelo. No fue hasta que Draco se arrodilló ante ella y miró su rostro cuando se dio cuenta que estaba llorando.
La primera reacción de él fue paralizarse, nunca había sido bueno con las personas que lloraban. Nunca había sido bueno para nada que tuviera que ver con las emociones, en realidad. Así que comenzó a plantearse si era una buena idea o no el regresar junto a ella a la habitación. Pero de nuevo, la parte de su cerebro que era Ravenclaw le gritó que quería saber su razón para llorar, así que una vez más la obligó a ponerse de pie, aún si tuviera que cargarla entre sus hombros.
Era una mala jugada. Si Granger estaba sentimental y llorando, entonces él se vería demasiado cruel si se burlaba de su estado. Necesitaba regresarla a ser cien por ciento lúcida antes de poder reprocharle por ser tan torpe.
Pero cuando ella golpeó su mejilla y casi le sacó un ojo con sus zapatillas, entonces decidió que había sido suficiente. Murmuró un Desmaius y pronto ella cayó flácida ante él. Eso la hizo más pesada, así que soltó un gruñido antes de detenerse y tomarla entre brazos; con una mano en su entrepierna y otra en su espalda. La cabeza de Granger quedó sobre su pecho y por alguna razón eso lo hizo sentir incómodo así que se apresuró a llegar a la biblioteca.
Una vez cruzó las barreras de protección, hizo el pequeño ritual como apenas pudo, y luego se adentró al pasillo, pateando la puerta para que esta se abriera lo más rápido posible.
Se detuvo unos segundos para ver el desastre que había dentro, pero el peso en sus brazos le recordó que tenía a Granger con él todavía, así que se apresuró a llegar al sofá y luego la dejó sobre él. Ni siquiera supo por qué se preocupó por dejarla con cuidado, pero lo hizo.
Estuvo a punto de levantar su varita y despertarla, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que su brazo derecho que había estado en su entrepierna ahora estaba manchado de sangre. De su sangre, la de Granger. De repente se congeló.
La sangre de Granger no era diferente a la suya, a simple vista eran completamente iguales. La misma consistencia, el mismo color... Todo era igual.
La sangre de Granger no estaba sucia.
Rápidamente se limpió la sangre con su varita.
Un extraño y loco revoltijo comenzó a crearse en su mente con aquel pensamiento, y pronto comenzó a sentirse tan mareado que se apresuró a distraerse con otra cosa. Y eso fue despertar a Granger.
Ella se despertó perdida, sus ojos vagaban entre toda la habitación y ella misma, y se veía vulnerable, demasiado. Incluso si antes él habría podido disfrutar de su sufrimiento, ciertamente ahora ya no podía. Con la Guerra había aprendido que la vulnerabilidad de los demás ya no era algo que le gustara ver. Así que lo único que hizo para sentirse bien consigo mismo —sólo consigo mismo— fue ayudarla a sentirse mejor.
Y entonces así, mientras ella trataba de explicar lo que había sucedido, incluso aunque Draco ya lo hubiera descubierto con unas rápidas miradas al lugar, él comenzó a notar que habían muchas cosas que todavía le estaba ocultando. Su razón para llorar fue la primera de ellas. Luego recordó que aún tenía que descubrir por qué salía de Hogwarts, y qué era lo que tanto le ocultaba aquella vez que salió corriendo a los baños del segundo piso.
Así que, incluso maldiciéndose internamente por lo que haría, después de haber visto todas aquellas pociones dentro de su cajón, decidió que ya había sido suficiente y que esta noche debía sacarle toda la verdad. Por la mirada que ella tenía, se dio cuenta de que estaba decidida a no decir nada, así que dijo lo primero que llegó a su mente y la amenazó con un Veritaserum que realmente no tenía, pero que pronto haría.
Incluso así ella se notó un poco indecisa, así que Draco propuso el alcohol.
Iban a estar ambos bebiendo en la misma habitación a solas. No sonaba bien y probablemente se arrepentiría después, pero la duda y curiosidad lo estaba matando, así que se hizo creer que no importaba. Él tenía suficiente fuerza de voluntad como para detenerse de hacer cosas que el alcohol lo obligara.
Entonces así, ahora él se hallaba delante suyo y Granger estaba tan pálida como si estuviera a punto de soltar un secreto que custodiaba durante la Segunda Guerra Mágica o algo por el estilo.
—¿Esto es realmente necesario? —preguntó ella hecha un manojo de nervios.
Draco se encogió de hombros, indiferente.
—A menos que quieras que usemos el Veritaserum, entonces sí —contestó y luego alzó la mirada disimuladamente para verla tragar saliva de nuevo.
Volvió a tomar un trago y de repente sintió su garganta raspar. Él nunca había sido tan bueno para el alcohol como Theo o incluso Blaise, pero al menos hacía el intento de ocultar sus muecas. Dio una rápida mirada a su alrededor y hasta entonces se dio cuenta de que estaba demasiado cerca de Granger, así que empujó la silla hacia atrás con un chillido y luego le tendió la botella nuevamente.
—Bebe, Granger —ordenó—. Así no obtendrás valor.
—Ya tengo suficiente valor, gracias —gruñó sin tomar la botella que él le ofrecía—. Es sólo que no quiero beber.
—Está bien —replicó con voz aburrida—. Podemos dejar el whiskey de lado, ¿pero vas a responder a todas mis preguntas con toda sinceridad?
Ella negó.
—No tengo ninguna obligación para responderte nada —dijo—. Además, hay una regla que dice que no debemos meternos en la vida personal del otro, ¿lo recuerdas?
Draco la miró entrecerrando los ojos, admitiendo muy por dentro de sí que algunas veces era astuta. Pero entonces recordó que ella acaba de eliminar una regla sin antes consultárselo (ignorando conscientemente el hecho de que él había hecho lo mismo también días atrás), así que ahora él podía igual, al menos para que fuera recíproco.
Estuvo a punto de comunicárselo a Granger, pero ella, casi como si hubiera leído su mente y descubierto lo que planeaba hacer, habló primero:
—La regla aplica para ambos —recordó—. Así que si estás pensando en eliminarla, también va a afectarte a ti.
Draco apretó la mandíbula. Maldita astuta.
No iba a dejarse ganar por ella. Si ninguno podía ganar, entonces ambos perderían. Si él caía, ella también.
—Bien —siseó—. La regla se elimina para ambos.
Pero su molestia por lo anterior se desvaneció cuando vio su mirada desconcertada. Granger no creía que fuera a aceptar que la regla se eliminara, y eso fue suficiente para hacerle sentir satisfacción.
Draco aprovechó ese desconcierto para ponerse de pie, dejó la botella sobre el escritorio de la morena y luego caminó hasta el pergamino que estaba pegado en la puerta. Tomó un bote de tinta y, sin importar que se manchara, hundió su dedo sobre este y luego lo pasó por el pergamino justo donde estaba la regla número catorce, mirando cómo su yema se movía a través de este hasta que las letras quedaron casi sin verse.
Luego se dio la vuelta y le dio una sonrisa burlona.
—Dame la bienvenida a tu vida personal, Granger.
Ella le desvió la mirada y él carcajeó. Sacó su varita para murmurar un hechizo que limpiara la tinta de su dedo y luego tomó la botella de whiskey antes de regresar hasta la silla en la que estaba sentado.
—El alcohol te da valor —repitió él acercándole la botella de nuevo. La morena casi estaba echando humo por la nariz, pero pronto le arrebató el whiskey y dio otro trago. Draco sonrió—. Eso es, Granger.
—Si tú me vas a hacer preguntas, entonces yo también quiero hacerte preguntas a ti —sentenció.
El semblante divertido de Draco se cayó ante esas simples palabras y se convirtió en uno serio. No tenía la intención de contarle absolutamente nada que no quisiera, así que la idea no le agradaba. Pero luego recordó que era un excelente mentiroso, por lo que trató de no inmutarse.
—Bien —aceptó—. ¿Te parece comenzar ya? No, olvídalo, no me importa si te parece o no. Comenzamos ya.
Granger rodó los ojos.
—No veo adónde quieres llegar con esto. Es ridículo.
Draco no tenía idea de qué poción era la que había bebido, pero debía ser milagrosa porque estaba volviendo a estar cien por ciento lúcida. Y aunque eso en algún sentido era bueno, dificultaba las cosas para él.
—Sé que me estás ocultando algo, Granger —Se limitó a decir—. Y voy a descubrirlo incluso si tú no lo quieres.
—Yo no estoy ocultando nada. ¿Qué podría ocultarte?
—Bueno, comencemos por el hecho de que tienes tantas pociones como para un año para el ejército entero de una guerra. ¿Quieres empezar a responder por ahí? —añadió y luego le extendió nuevamente la botella. Él la miró directo a los ojos mientras daba el trago. Tosió un poco después de haberlo hecho.
—Me gusta ser precavida —respondió con la mirada baja—. Regresé a Hogwarts sólo porque necesitaba entrar en esta investigación. No me tengo permitido desviarme de ahí, así que preparé todo en un por si acaso.
Draco entrecerró los ojos.
—Ajá, ¿y decidiste traer mil pociones?
—Sólo por precaución.
—¿Qué hay de la señora Pomfrey? —preguntó—. ¿No pudiste imaginar que ella tendría eso y más?
Granger abrió la boca para hablar, pero la cerró con rapidez. Negó con la cabeza y luego le entregó la botella a Draco.
—Sigues tú —dijo—. Una pregunta recíproca.
Él rodó los ojos pero tomó la botella sin titubear y dio un trago más. Esto estaba mal, Draco lo sabía, pero ya estaban aquí y él se sentía microscópicamente cerca a descubrir lo que estaba buscando, así que decidió seguir.
—¿Por qué tienes escondida esa foto de tú y tus amigos?
La pregunta lo dejó momentáneamente en shock, pero luego se reincorporó incómodo y la miró molesto.
—Veo que te diste la oportunidad de husmear con profundidad en mis cosas —dijo con un gruñido y luego vio sus mejillas tomar un color carmesí por la vergüenza—. Pero igual voy a responder: no soy una persona sentimental como tú que necesita una inspiración delante suyo.
Dio una cruel mirada hacia el escritorio de Granger, donde tenía una fotografía de ella junto a Potter y Weasley. Miró el marco con desprecio, le daba náuseas que fueran tan unidos. Se giró hacia ella y se dio cuenta de que la morena ya lo estaba mirando.
—Harry y Ron me contaron sobre ti cuando te encontraron en el tren el primer día —habló en voz baja—. Me dijeron que tú intentaste presentarte con Harry pero que él...
—Siguiente pregunta, Granger —murmuró de mala gana e interrumpiéndola antes de que terminara lo que sea que estuviera por decir. Le regresó la botella—. ¿Adónde fuiste la semana en que desapareciste?
Granger resopló.
—¿Siempre tienes que ser tan directo? —preguntó y él se encogió de hombros. La miró a los ojos cuando levantó el whiskey y dio un trago más—. Fui a visitar a alguien.
—Sé más específica.
—No. Respondí a la pregunta.
Draco le entrecerró los ojos, comenzando a creer que esto sería más difícil de lo que había imaginado.
—Eso no es justo, Granger —siseó acercándose un poco con la silla hacia ella—. Ten cuidado si piensas jugar sucio porque entonces yo también lo haré.
Pero ella lo sorprendió cuando se acercó también, sus rostros quedaron a escasos centímetros y él se alejó un poco por inercia.
—Nunca dijimos que debíamos especificar una respuesta —masculló. Ella intentó alejarse para poner distancia entre ambos, pero Draco la tomó de la muñeca e impidió que lo hiciera, manteniéndola cerca.
—Entonces vamos a especificar —sentenció, luego la soltó antes de que ella comenzara a forcejear—. Ahora dime a quién fuiste a visitar y por qué fue tan importante como para dejar esta investigación y también dejarme plantado durante una semana.
—Esa pregunta ya la hiciste, Malfoy —replicó—. Y para ese entonces aún no debíamos especificar. Así que pasemos a la siguiente.
Draco se tragó un suspiro. Granger estaba jugando de una manera que no le gustaba. Estaba siendo astuta, y ella no debía serlo. Pero entonces decidió que si la morena quería jugar guerra, entonces él se la daría.
Ella le regresó la botella y esperó a que el rubio diera su trago antes de hacer su pregunta.
—¿Cuál fue tu verdadera razón para no dejarme varada en el pasillo hoy? —preguntó y Draco se permitió fruncir el ceño—. Me refiero al momento donde me encontraste... borracha. ¿Por qué simplemente no te fuiste y me dejaste sola?
—Te lo dije, McGonagall...
—Esa no es la razón —interrumpió y luego siguió hablando antes de que él protestara por haberlo hecho—. Tú mismo dijiste que no veías a Minerva como una figura de autoridad. Esa no debió ser tu verdadera razón.
Draco sólo soltó una carcajada sin gracia.
—Lo único que buscas es humillarte a ti misma, ¿no, Granger? —preguntó—. Me quedé aquí porque sería una increíble anécdota que contar para burlarme de ti. Hermione Granger. Chica Dorada. Borracha y destruida. Habría tenido contenido durante semanas hasta que dejaras de hundirte en tu vergüenza... ¿Eso fue bastante explícito para ti?
Pero la mirada que ella tenía le hizo saber que había encontrado algo más en sus palabras.
—Sin embargo, ya no lo harás —afirmó—. Dijiste «habría».
—Oh, eso —Él rodó los ojos—. Bueno, fue antes de notar que habías estado llorando. Ahí descubrí que si lo hacía terminaría siendo el cruel porque no estabas en buen estado... Y siendo Draco Malfoy... No estaría bien en mi expediente.
La morena frunció el ceño.
—¿Siendo Draco Malfoy?
Él de repente comenzó a sentirse nervioso y desvió la mirada de la suya. Había dicho de más, se suponía que la que tenía que aflojar la lengua era ella y la jugada estaba saliendo en su contra, debía regresarla a su lugar.
—Esa es más de una pregunta, Granger —murmuró borde, y ella pareció entender que ya no debía preguntar. Draco le entregó la botella y esperó a que diera un trago para después preguntar—. ¿Cuál fue tu razón para llorar?
—¿Te importa?
Draco rió en un tono bajo y negó con la cabeza.
—No —respondió con burla—. Pero tengo curiosidad de saber qué o quién fue tan patético como para hacerte llorar.
Ella suspiró, casi cansada. Desvió la mirada hacia su escritorio y él por instinto también lo hizo.
—He tenido muchos deberes acumulados esta semana —murmuró avergonzada.
Draco se quedó mirando los pergaminos que tenía sobre su escritorio mientras esperaba que ella dijera algo más, pero cuando no lo hizo, comprendió que esa era realmente su respuesta y entonces soltó una carcajada cuando giró a mirarla.
—¿Hablas en serio, Granger? —preguntó y ella frunció el ceño. Él vivió a soltar una cruel carcajada—. ¿Cómo carajo te pones a llorar por eso? Además, ¿beber por el estrés de los deberes? Mierda... En realidad estás loca.
Ella lo miró ofendida y se cruzó de brazos. Eso sólo le dio más gracia y rodó los ojos.
—¿Cómo piensas sobrevivir en esta vida si lloras por eso? —preguntó, insistiendo en el tema ahora que sabía cómo molestarla—. ¿Qué pasará cuando haya una verdadera razón para llorar? ¿Te arrojarás de un edificio? ¿Volarás en un hipogrifo y luego te dejarás caer?
Granger desvió la mirada de él y apretó la mandíbula, por sus ojos pasaron mil pensamientos que él no supo cuáles eran, pero su molestia reprimida más además el que el efecto del alcohol ya estuviera haciéndose en Draco, lo hizo dejar caer la cabeza sobre la silla y rió de nuevo mirando al techo.
—Es tu turno —gruñó ella y luego le arrojó la botella a Draco para que diera otro trago. Él lo hizo sin rechistar. Se quedó mirándola con diversión esperando a que ella se decidiera por preguntar, pero se quedó helado cuando lo hizo—. ¿Por qué no nos delataste el día de la Mansión Malfoy? Sabías que éramos nosotros. Sin embargo, te negaste a reconocernos.
La poca diversión que Draco se había generado se desvaneció en el preciso instante donde ella formuló su pregunta y mencionó «Mansión Malfoy». Pero lo peor fue que no se detuvo por molestia o algo por el estilo, sino porque por primera vez en varios meses, él estaba consciente de que esta era la chica que había sido torturada en su salón de dibujos por su tía Bellatrix.
La tenía justo delante y así estuvo durante dos meses, y él hasta ahora lo notó. Esta morena era la dueña de los gritos que lo atormentaban por las noches cuando tenía pesadillas.
—¿Malfoy? —preguntó ella, blandiendo una mano delante suyo para llamar su atención—. ¿Te encuentras bien?
Draco observó sus ojos. Se dio cuenta de que eran un color miel casi dorado, y de repente sintió repulsión al verlo demasiado Gryffindor. Pero entonces se dio cuenta de algo más, porque estos ojos que tenía delante se veían totalmente lúcidos.
—¿Has estado bebiendo, Granger? —preguntó mirándola con cautela.
Ella palideció.
—¿Que? —replicó—. No has respondido mi pre...
—¿Has estado bebiendo? —repitió esta vez alzando un poco más la voz para escucharse sobre ella. Cuando Granger no le respondió, él mismo observó la botella que traía en manos, y se dio cuenta que la cantidad de líquido que había bajado era sólo lo equivalente a una persona. Ella no había estado bebiendo nada, y él se sintió furioso de que lo hubiera engañado tan fácilmente—. Demonios, Granger —añadió en un farfullo.
—Malfoy, lo siento. Te dije que no quería beber y...
—¿Las respuestas fueron las correctas? —preguntó interrumpiéndola y ella soltó un suspiro cansado—. Mierda, ¿todo fue mentira?
Ella bajó la vista de la suya y comenzó a juguetear con sus manos. Draco sabía que estaba muy mal lo que iba a hacer, si ella no quería beber debía respetarla, pero lo que le molestó fue que había encontrado una manera de burlarlo y de paso le sacó respuestas a preguntas que tenía sobre él. Eso fue lo que lo incitó a hacer lo siguiente.
Se puso de pie y caminó hasta su propio escritorio. Hizo el ademán de estar abriendo su cajón cerrado y de reojo la notó alarmarse mientras también se ponía de pie.
Reacciona rápido, Granger.
—Te lo advertí —siseó hacia ella, esperando que comprendiera sus palabras. Y lo hizo apenas unos segundos después.
—¡No hace falta! —Se apresuró a llegar hasta él y quitó su mano del cajón con un manotazo.
El pequeño espacio que había entre su escritorio y la pared los hizo a ambos mantenerse más cerca de lo que hubiera sido de su gusto si hubieran estado sobrios. Granger tomó la botella que Draco traía en sus manos y le dio un largo y profundo trago, esta vez él se aseguró de que realmente lo hiciera. La miró hacer una mueca cuando el líquido pasó por su garganta, y luego observó su alrededor con ojos entrecerrados. El mareo le pegó y estuvo a punto de caer antes de que Draco volviera a tomarla por el codo y la mantuviera firme.
—Es de mala educación dejar a tu acompañante beber solo, ¿lo sabías, Granger? —siseó en su oído y luego la ayudó a caminar de regreso hasta el sofá.
—Vete a la mierda —masculló ella en cambio.
La dejó caer sobre el sofá y luego él también lo hizo a su lado, aunque no supo por qué. Ella se recargó sobre sus rodillas como si quisiera vomitar pero se contuvo y cerró los ojos mientras suspiraba. Él sólo la miró.
Después de unos cuantos minutos, ella se reincorporó y se giró hacia él. Tragó saliva y luego habló:
—No has respondido a mi pregunta.
Draco desvió la mirada y, aunque no era su turno de beber, dio un trago más a la botella después de alcanzarla. Algo le decía que necesitaría toda su reserva de whiskeys si quería darle una respuesta coherente a esa pregunta. Porque en realidad él no sabía por qué aquella noche fingió no reconocerlos, se lo preguntó muchas veces, pero nunca supo la respuesta.
—No lo sé —dijo—. Supongo que no quería más problemas. Si decía que era Potter y en realidad no lo era... Las cosas no se pondrían mejor.
Quiso decir más, incluso para quitarse esa duda él mismo, pero ya no supo qué. Se relamió los labios y dio otro trago más a la botella; su mente comenzaba a adormecerse y eso le gustaba. Regresó la mirada a Granger y le extendió el whiskey.
—Sigues —dijo. Ella dio un trago sin engaños y él buscó entre su mente alguna de sus muchas preguntas—. ¿Por qué creíste que el alcohol era una buena idea para zafarte del estrés que sentías?
Ahora fue ella quien desvió la mirada y luego la vio morderse el labio inferior.
—No lo hice —respondió en voz baja—. Sabía que estaba mal. Pero el alcohol tiene cierta fama de ahogar todo y quería probarlo... Supongo que se salió de control y... Yo... —Se tapó la boca antes de que pudiera decir algo más y luego se puso de pie—. Necesito tomar aire.
Y sin decir otra cosa, caminó a pasos apresurados hacia la puerta y la abrió para después salir corriendo por ella. Draco frunció el ceño ante sus rizos desaparecidos por el marco de esta, pero luego se confundió más a sí mismo cuando se encontró de pie y persiguiéndola.
No sabía por qué la seguía, tal vez era porque quería hacerlo o porque debía cuidar que nadie la viera ebria. Se engañó creyendo que era la segunda opción y buscó su espeso cabello entre todas las demás cabezas de la biblioteca. Las ventanas ahora daban a un anochecer, por lo que podía deducir que ya eran entre las ocho y nueve de la noche, lo que significaba que todos estaban en el Gran Comedor cenando, pero aún así había algunos cuando alumnos en el lugar.
Captó a Granger a unos metros lejos mientras caminaba sin pudor alguno y en ligeras «S» por medio de toda la biblioteca, ganándose miradas confundidas de los demás. Draco rodó los ojos al darse cuenta que no había puesto ningún encantamiento desilusionador sobre ella y luego corrió hasta llegar a su lado, no sin ante murmurar el suyo.
—No deberías salir en este estado —le dijo al oído y tomando su brazo para alejarla de las miradas con rapidez. Ella dio un respingo—. La gente te está mirando como si estuvieras loca.
—Bueno —Granger hipó—, es tu culpa por haberme obligado a beber cuando no quería... Además, yo sólo quiero ir por algo de cenar.
Llegaron hasta un pasillo desierto y él los oculto detrás de una gárgola que había como estatua.
—Dijiste que querías salir a tomar aire —recordó mirándola a los ojos, unos que comenzaban a perderse por el efecto del alcohol.
—Sí, y obviamente tú no me lo estás dando —dijo y luego frunció la nariz. Intentó empujarlo lejos de ella con una mano sobre su pecho pero fue inútil. Granger bufó—. Mierda, Malfoy. Hueles a whiskey, aléjate. Quiero ir a cenar...
Él tomó su mano y la apartó del lugar donde estaba apuntando a su pecho. Ella apartó la facción apenas se dio cuenta del tacto.
—Entonces regresa a la habitación y yo te llevaré algo de cenar —gruñó de mala gana—. Creo que quedó claro que eres muy malacopa y tus amigos sospecharán si te ven entrar estando ebria.
—No estoy ebria —murmuró indignada—. Es sólo un mareo y...
Draco levantó su mano y la hizo callar poniéndola sobre su boca cuando escuchó una voz conocida hacer eco por el pasillo. Soltó un chillido cuando sintió los dientes de Granger encajarse sobre su piel.
—¡No hagas eso! —mofó en voz baja. Pero en vez de seguir protestando con ella, le volvió a tapar la boca cuando escuchó de nuevo esa voz hacer eco, aunque esta vez venía acompañada de alguien más.
Miró a su alrededor rápidamente buscando una salida, pero no halló ninguna. Sabía que se arrepentiría de ello pero le iría peor si no lo hacía.
Dio la vuelta a Granger con una mano en su cadera y otra en su mano para mantenerla de espalda y contra su pecho. Ella dio un respingo contra su mano pero él la apretó más para hacerle saber que se mantuviera callada mientras los escondía lo mejor posible detrás de la gárgola.
Granger intentó retorcerse, pero luego se quedó quieta cuando escuchó también las voces.
—Debe de estar en la biblioteca —habló la voz de Ginny Weasley—. Siempre está ahí.
—No lo creo —murmuró Longbottom—. He estado ahí toda la semana y no la he visto por ninguna parte.
—¿Qué tal tú, Luna? —preguntó Weasley de nuevo—. ¿Has visto a Hermione?
Un pequeño ronroneo.
—No desde las clases —respondió su voz—. Cuando estas terminan, ya no la vuelvo a ver.
—Hmm —Un murmuro de estar de acuerdo, pero Draco no reconoció de quién. Ellos siguieron hablando entre sí, pero pronto sus voces se hicieron cada vez más lejanas hasta que se perdieron y ya no pudieron escucharlas.
Granger se removió debajo de él y entonces recordó que aún la tenía entre sus brazos. La soltó al instante y ella se alejó.
—Me están buscando —dijo más para sí misma que para Draco—. Debo volver con ellos y...
Pero justo cuando intentó dar un paso, él la tomó de la muñeca y se lo impidió. Iba a hablar, pero Granger lo hizo primero.
—¿Sabes, Malfoy? —preguntó—. Creo que la regla del «Prohibido tocarnos» se debería de eliminar también porque la has roto incontables veces.
Él apenas se dio cuenta de ello y la soltó rodando los ojos. Hizo el ademán de limpiarse entre su ropa sólo para dejarle en claro que no le apetecía tocarla, pero ella no pareció prestarle atención a eso.
—No puedes ir detrás de ellos —dijo él—. Estás ebria, ¿recuerdas? ¿Qué excusa les darás? Siendo tan malacopa como tú, podrías soltar mi nombre y entonces ambos estaríamos jodidos.
—¿Y entonces qué hago?
—Espera a que estés más lúcida —bufó con obviedad, y luego salió de detrás de la gárgola—. Vamos a que tomes ese aire que pedías.
Y sin importarle algo, o tal vez por el efecto que estaba teniendo el alcohol sobre él, la tomó de la mano y caminó a pasos apresurados con ella hasta llegar a los campos de Hogwarts. Para su sorpresa, Granger no trató de golpearlo por haberla tocado, así que ignoró eso.
Cuando la luz de la luna y el aire de la noche les llegó, Granger soltó su mano y se abrazó a sí misma mientras miraba hacia el Lago Negro. Draco se paró a su lado incómodo por el simple hecho de la patética situación en que se encontraban, recordándose a sí mismo que si no hubiera estado ebrio, nunca se habría dejado meter en esta situación.
Sacó su varita y murmuró un encantamiento desilucionador más sobre ambos sólo por si acaso, ya que estaban cerca de la entrada del castillo y tal vez habría estudiantes que regresaban de Hogsmeade y no sería buena idea que los vieran juntos.
Draco se mantuvo en silencio unos segundos mirando el pasto hasta que levantó la mirada hacia Granger y se dio cuenta que ella miraba el cielo nocturno. Frunció el ceño y por instinto siguió su mirada y se quedó observándolo también.
Así estuvieron durante casi dos minutos y, justo cuando Draco comenzó a creer que el silencio dejaba de ser incómodo, ella le hizo saber lo contrario cuando empezó a lloriquear en voz baja. Él se giró a mirarla y la miró confundido mientras ella trataba de ocultar los sollozos con una mano en su boca.
¿Qué estaba pasando? ¿Las mujeres lloraban con ver el cielo? Draco no tenía idea de qué hacer.
—Mierda, Granger... —murmuró, y ella lloriqueó más—. Joder, no llores... Nunca sé qué hacer en estas situaciones.
—Volveré a la biblioteca —musitó en voz muy baja. Dio la vuelta sobre sus talones y Draco apenas alcanzó a ver sus ojos llorosos antes de que pasara por su lado y caminara de regreso al castillo. Esta vez sí fue lo suficientemente inteligente como para murmurar su propio encantamiento cuando salió del que Draco tenía.
Él regresó su mirada al cielo, como si quisiera encontrar la razón de su llanto en él y luego bufó molesto antes de dar la vuelta y seguirla con lentitud, creyendo que sería mejor darle su espacio pero aún cuidando que no hiciera algo ridículo.
Caminó detrás de ella en todo el trayecto de regreso a la biblioteca (para su fortuna, no hizo nada tonto) y, cuando estuvo seguro de que ella se adentró a la habitación con éxito, se dio la vuelta para ir hasta las cocinas.
Pidió una charola de cena para dos con su voz más sobria posible. No quería ir al Gran Comedor y encontrarse con Pansy, Blaise y Theo y que le hicieran sus miles de protestas y preguntas. Esperó durante cinco minutos fuera de las cocinas y luego tomó la charola. No supo si fue el alcohol, pero antes de irse murmuró un «Gracias» en voz muy baja.
Para cuando regresó a la habitación y abrió la puerta de un empujón, Granger estaba sobre el sofá con una fotografía en sus manos y seguía llorando. Aunque cuando levantó su mirada y lo vio, escondió el marco debajo de ella y se limpió las lágrimas con el dorso de su mano.
Draco gruñó para sus adentros. Había esperado que para cuando volviera ya no estuviera llorando. De haber sabido que el whiskey la pondría tan sentimental, nunca la hubiera hecho beberlo.
Se acercó con la charola y la puso en su propio escritorio, ya que era el más ordenado.
—Debes cenar —ordenó sin mirarla.
—Ya no tengo hambre —masculló.
Él frunció el ceño. Hace unos minutos había dicho que quería cenar y ahora decía que no tenía hambre. ¿Quién carajo entendía a las mujeres?
—¿Cuándo fue la última vez que cenaste? —exigió saber.
Granger alzó su mirada y juntó ambas cejas.
—¿Qué? No lo sé. Yo no... Supongo que antier, no me gusta la cena, en realidad.
—Bien, entonces eso responde el por qué estás demasiado delgada —concluyó—. Siéntate aquí y cena, Granger.
—No quiero.
Draco rodó los ojos.
—No te estoy preguntando.
Se acercó hasta el sofá donde estaba sentada y la tomó del codo para ponerla del pie, pero de repente ella comenzó a retorcerse y dio unos cuantos golpes a los cuales él reprimió quejidos.
—¡Te dije que no quiero, Malfoy! —chilló tal cual niña pequeña—. ¡Basta! ¡Suéltame!
—¡Carajo, Granger! —gruñó él—. ¡No dejes que el maldito alcohol te ponga tan insoportable! ¡Dejar de lloriquear y cena de una maldita vez!
Pero ella no lo escuchó y siguió intentando zafarse de su agarre. Pronto comenzó a llorar de nuevo.
—¡No lo entiendes! —murmuró—. ¡Quiero estar sola! ¡Largo! ¡Ya no deberías estar aquí!
—¡Sin embargo, me retienes! ¡Tengo la obligación de mantenerte cuerda!
—¡Fue tu culpa! ¡Sólo tu culpa! —gritó entre el llanto—. ¡Estaba bien hasta que insististe en que volviera a beber! ¡Estaba bien hasta que decidiste irte y dejarme sola! ¡Estaba bien hasta que vi esa maldita constelación y...! Y entonces...
Después comenzó a hiperventilar y lloró. Para sorpresa de Draco, se dejó caer sobre él, dejando de forcejear, y enterró su rostro lagrimoso en su pecho, enredando sus brazos alrededor del rubio.
E incluso para más su sorpresa, él la dejó estar, demasiado confundido para alejarla.
Se dejó caer sobre el sofá aún con ella llorando en su pecho y su mente se quedó en blanco al repasar esta imagen mental.
Tenía a Hermione Granger en sus brazos llorando tal cual niña vulnerable, y él no se atrevía a quitarla.
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