Menos cinco
Draco despertó cuando todo su sueño se despejó. Bostezó y abrió los ojos poco a poco, con la visión ligeramente nublada comenzó a observar el lugar donde se encontraba. Frunció el ceño al no tener su típico dosel de Slytherin encima de él, pero al momento de hacerlo, un diminuto dolor de cabeza lo atravesó.
Giró su cuello hacia la izquierda y de reojo observó que no estaba recostado en su cama, ni mucho menos en las mazmorras. Este lugar era bastante conocido, el escritorio y la librería cercana formaban parte de su pesadilla andante.
De repente recordó pequeños fragmentos de la noche anterior y con rapidez giró su cabeza hacia la derecha. Se congeló apenas lo hizo.
Granger se hallaba dormida de ese lado, dándole la espalda al respaldo del sofá y su cabeza estaba recargada en el hombro de Draco, apenas tocándose sus cuerpos. El sofá era bastante amplio para ambos, pero aún así él comenzó a sentirse asfixiado. Por unos segundos se mantuvo sin saber qué hacer, mirando a la morena con unos ojos aterrorizados, preguntándose qué carajo había pasado anoche para que terminaran en esta posición.
Pronto salió de su trance y lo primero que su cuerpo le respondió a hacer fue alejarse de ella. Aunque no lo interpretó de una buena manera, pues alejó su cuerpo con rapidez y, en el acto, no calculó bien la medida del sofá y cayó al suelo en un ruido sonoro.
Se golpeó la cabeza y maldijo entre dientes porque eso provocó que su dolor incrementara. Pero pronto escuchó un ligero movimiento por encima de él y comenzó a desesperarse al imaginar que sería Granger despertando de su sueño. Draco no quería que lo encontrara ahí junto a ella. Habían dormido juntos y no era algo que le gustaría volver a repetir.
Se puso de pie con rapidez y miró a su alrededor. Había una charola con una cena ahora fría en su escritorio, también había una botella de whiskey a medio tomar, al igual que una fotografía tirada en el suelo. Luego recordó fracciones de la tarde de ayer y entonces pudo reunir todo, incluso recordó cómo terminó con ella dormido en el sofá.
Cuando Granger se acurrucó a él para llorar, Draco no supo por qué no se atrevió a quitarla. Tal vez fue el hecho de que conocía muy bien esos sollozos porque eran los causantes de algunas de sus pesadillas, y entonces por eso había quedado en trance y la mantuvo con él al menos hasta que se callara. Pero mientras sus sollozos iban convirtiéndose cada vez más pequeños, el sueño y el alcohol combinado habían acabado con Draco y no pudo evitar caer dormido.
Nunca imaginó que ella también dormiría a su lado. Como si fueran grandes amigos de confianza. Como si él no fuera el chico que había visto cómo la torturaba su tía. Como si no le tuviera repugnancia como todos los demás en el colegio. Como si Draco no fuera 'El mortífago más joven'.
Como si Draco fuera sólo... Draco.
Tragó saliva y cerró los ojos para despejar sus pensamientos idiotas. Tal vez ella sólo había estado lo suficientemente ebria como para no importarle dormir a lado de él. No tenía qué pensar demasiado, debía salir cuanto antes de este lugar antes de que ella despertara.
Avanzó hasta la puerta pero luego sintió sus jeans demasiado ligeros. Palmeó sus bolsillos y se dio cuenta de que no traía su varita. Se dio la vuelta para buscarla en silencio cuando...
—¿Draco?
Él se quedó helado, mirando cómo Granger poco a poco se reincorporaba en el sofá con unos ojos perdidos observando su alrededor.
Draco. Lo había llamado por su nombre. No recordaba que ninguna vez lo hubiera llamado así.
Se quedó mirándola unos segundos más, sin poder ordenarle a sus músculos que se movieran, y luego algo recobró en él cuando ambos conectaron miradas. Draco tenía que salir de aquí. Desvió los ojos de ella hacia el lugar justo donde se hallaba su varita tirada en el suelo y la convocó con magia sin varita hasta que ella llegó a sus manos con rapidez.
Sin darle una última mirada a la morena, él salió casi a trompicones de la habitación.
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Hermione no tenía ni la más mínima idea de qué era lo que le había sucedido la noche anterior.
Aún recordaba qué era lo que había pasado y también el cómo dolió cada cosa, pero no entendía el por qué lo hizo o por qué reaccionó de tal manera. Lo único en lo que lograba excusarse, era decir que fue en parte culpa del alcohol. Pero ella sabía que este sólo había logrado que sacara exactamente cómo se sentía.
Recordaba cómo Malfoy la había obligado a beber después de descubrir su intento fallido de engañarlo y cómo ella de estúpida había cedido para que no recurriera a usar el Veritaserum. Se hizo creer que era la mejor opción, pero no resultó siendo así. Apenas pasaron dos minutos de seguir bebiendo, ella sintió cómo comenzaba a ser cada vez más lengua floja y más sensible. Su conclusión para la noche fue que el alcohol la hacía llorar y vulnerable ante cualquier pequeña cosa también.
Luego recordó cómo había intentado escaparse de él después de haber recordado por qué había llorado horas antes. Lo único que quería era tomar aire, pero cuando Malfoy la persiguió, se excusó diciendo que sólo quería ir a cenar, aunque en realidad no tenía mucha hambre. Pero él se había puesto de terco diciendo que debían regresar y entonces sucedió el incidente de Ginny, Luna y Neville.
La sensibilidad que el alcohol le había producido en esos momentos fue tan extrema que le habían dado ganas de llorar por el simple hecho de que sus amigos la estuvieran buscando. Había sentido tanta nostalgia por que ellos se preocuparan por ella que sintió la necesidad de ir hacia sus amigos, pero de nuevo, Malfoy la detuvo de hacer algo ridículo.
Después él la había tomado de la mano para llevarla fuera del castillo, y ella no supo si fue efecto del whiskey o de lo cansada que se hallaba el por qué no lo alejó.
Llegaron hasta el aire libre de la noche y ella sintió la oleada fresca y se abrazó a sí misma, tratando de tranquilizarse, pues debía regresar a la Hermione cuerda y lógica ante sus acciones. Ella había alzado la mirada al cielo con la esperanza de encontrar la paz ahí, pero entonces algo peor sucedió.
Hermione había encontrado la constelación Lyra, la cual era la favorita de su padre y ella. Por ende, sólo pudo pensar en él y en lo mucho que lo extrañaba. Ella no tenía ni la más mínima idea de si algún día podría volverlo a ver y de repente eso la hizo sentir terriblemente triste. Así que se echó en llanto sin importarle que Malfoy estuviera a su lado y encontrara otra forma de burlarse de ella. No le importó, en esos momentos sólo quiso llorar hasta cansarse.
Se dio la vuelta con la intención de regresar a la biblioteca a sufrir en tranquilidad, pero pronto escuchó que los pasos de Malfoy la seguían todavía aunque dándole su distancia. Ella quiso girarse para gritarle que la dejara sola, realmente quiso hacerlo, pero pronto se dio cuenta de que en realidad no quería estar sola. Malfoy había sido la única compañía que ella tuvo en poco más de dos meses, incluso aunque fuera una de las peores, al menos había sido un rostro que ver cinco días a las semana.
Pero para cuando ella entró a la habitación y no escuchó la puerta abrirse de nuevo, supo que él sería la última persona que se preocuparía por no dejarla sola. Se sintió ridícula de sólo haber pensado que Malfoy podría hacerle compañía al menos unas horas más.
Trató de ignorar el tonto vacío que sintió en su pecho y caminó hasta su escritorio para buscar en uno de sus cajones la fotografía de sus padres. Luego ella había caminado hasta el sofá y se sentó en él con la mirada perdida en el señor y la señora Granger.
Maldito alcohol, ella nunca jamás volvería a beberlo, odiaba cuando se sentía tan sensible y vulnerable ante pequeñas cosas.
Pero en ese momento estuvo bien. Ella sintió un peso salir mientras abría paso a los sollozos y se desquitaba en llanto.
Habían pasado apenas quince minutos cuando la puerta de la habitación volvió a abrirse y ella alzó su mirada para mirar cómo Malfoy entraba casi haciendo malabares con una bandeja de comida.
Su corazón apenas se aceleró. Había esperado que él no volviera, pero lo hizo.
Ella frunció el ceño por una milésima de segundo antes de recordar la patética posición en que se encontraba, había escondido la fotografía debajo de ella y luego se apresuró a limpiarse las lágrimas con el dorso de su mano.
Pero cuando Malfoy le ordenó que cenara, la morena sintió que de nuevo la sensibilidad la inundaba. Por primera vez en varios meses se sintió requerida, aunque fuera de una manera muy idiota. Estaba perdida por el alcohol y empezó a confesar cosas muy tontas hasta que el llanto regresó de nuevo.
Hermione no supo cómo sucedió, pero pronto se encontró abrazando su torso y llorando en su pecho. Estaba demasiado cansada para pensar en el por qué de sus acciones, así que ni siquiera se preocupó en entender por qué él no la alejó. Pronto ambos se dejaron caer en el sofá y Hermione se aferró a él como si su vida dependiera de ello.
No había querido alzar la mirada hacia Malfoy porque estaba llorando a mares y no quería que la viera hecha ese desastre, así que decidió que se alejaría cuando dejara sus lágrimas y sollozos de lado.
Su mente fue descansando y pronto comenzó a respirar con tranquilidad. Reunió todo su valor para alzar la cabeza hacia él mientras inventaba una excusa que le pidiera perdón por haber hecho eso, pero se encontró con que él ya se hallaba dormido con su cabeza recargada en su propio hombro.
Se quedó helada durante unos minutos, no tenía idea de qué hacer. Se preguntó si debía despertarlo, pero luego se replanteó si quería estar sola de nuevo. Además, ella no tenía ninguna excusa aún. Se mordió el labio y decidió que era mejor dejarlo dormido mientras ella se iba a su propia silla, pero para cuando intentó alejarse, se dio cuenta de que había una mano sosteniendo su cadera.
Hermione se había estremecido cuando notó que era la de Malfoy. En cualquier otro momento, donde ella hubiera estado cuerda y sobria, habría sido lo suficientemente inteligente como para alejarse y tomar la decisión lógica. Pero no fue así, porque la morena sólo necesitaba una compañía y no tenía planeado volver al hoyo negro del llanto.
Llamó a Malfoy unas cuantas veces para comprobar que estaba profundamente dormido y, para cuando lo intentó por sexta vez, el sueño comenzó a tragársela también y poco a poco dejó caer la cabeza sobre su hombro hasta que cayó dormida.
Luego de sentir que su apoyo de almohada se había alejado de su cuello al día siguiente, comenzó a removerse hasta que despejó poco a poco su sueño y observó a Malfoy parado y delante de ella.
Él no había dicho nada y, después de conjurar su varita, había prácticamente corrido del lugar.
Y entonces así se encontraba ella ahora: hecha un completo desastre con lágrimas secas sobre sus mejillas y adormilada encima de este sofá. Por un momento que apenas duró un segundo creyó que sería una buena idea ir detrás de Malfoy, pero luego se lo replanteó bien y no encontró una buena razón para hacerlo.
Tenía una punzante migraña y también dolor de garganta, por lo que decidió que lo principal que debía hacer era darse un baño y luego tomar sus pociones. Así que se puso de pie y caminó hasta el cajón de su escritorio para sacar los viales necesarios antes de recoger su varita y salir de la habitación.
Sólo por precaución, observó hacia todos lados para no encontrarse con Malfoy y después casi corrió hasta la Torre de Gryffindor. Se desvistió apenas llegó a los baños y luego entró a la ducha, aunque el tiempo tardado se debió más a que constantemente su mente se transportaba a los incidentes del día anterior. No podía dejar de pensar en la actitud que había tenido Malfoy, siquiera para empezar, ¿por qué había decidido quedarse con ella? Ciertamente no era algo que hubiera esperado de él, mucho menos incluso el que le hubiera llevado la cena y, aún peor, que no la hubiera alejado cuando ella se arrojó a llorar a sus brazos.
Malfoy sentía repugnancia por ella, aún no lograba resolver el acertijo de por qué simplemente no desprendió sus brazos de él y luego salió corriendo. Hermione trató de no imaginarse lo mucho que le hubiera dolido que eso pasara, aún más con el whiskey en su sistema.
Se decidió por olvidar el tema y también se prometió que nunca más bebería alcohol en la presencia de Malfoy, ya le había quedado bastante claro que era un desastre para eso y también que era la peor escapatoria que podía tomar.
•••
Para cuando el domingo llegó, Hermione no había cruzado ninguna palabra con Malfoy ni tampoco lo había visto por ningún lado. Eso sin mencionar que no entendía por qué había tanto alboroto en el Gran Comedor cuando llegó a desayunar, por lo que frunció el ceño ante tal festejo y se apresuró a sentarse a lado de Ginny para que le aclarara sus dudas.
—Quidditch, Hermione —le había respondida ella con una sonrisa divertida y emocionada.
Entonces la morena lo recordó. Era el primer partido de quidditch que se llevaba a cabo después de tanto tiempo, después de la Guerra. Hubieron algunos durante el sexto grado, pero no fue la misma emoción que los años anteriores porque todos sentían el apesadumbrado ambiente del Mal llegando; y en séptimo ni siquiera hubo. Por lo que ahora que se había reanudado todo, el que regresara uno de las actividades que más le gustaban a todos, era definitivamente algo por lo qué tener alboroto.
Gryffindor contra Slytherin jugarían hoy, y ella se habría sentido al menos un poco emocionada si Harry y Ron hubieran estado aquí y jugando. No porque realmente el juego le emocionara, sino por el hecho de ver a sus amigos felices por un nuevo partido sin preocupaciones después de tanto tiempo: sólo siendo adolescentes normales disfrutando de cosas triviales. Pero ellos no estaban aquí. Sin contar a Ginny, no había nadie a quien ella debiera apoyar.
Creyó que debía sentirse animada de que por fin tuviera lo que tanto había deseado durante años: el no estar obligada a ir a los partidos para apoyar a Harry y Ron. Pero momentos después recordó que el quidditch era una de las pocas cosas que la sacaba de la rutina y le hacía recordar que no todo era siempre estudios y libros, incluso si creyera que el juego era de bárbaros.
Mientras se busca una cura que intenta salvar la vida de alguien, se comienza a notar las pequeñas cosas que antes fastidiaban y luego llegan a apreciarse.
Hermione negó con la cabeza para despejar su pesimismo y alzó su mano por encima de la mesa para tomar el primer pastel de calabaza que vio, pero justo cuando estaba por llevárselo a la boca, miró por instinto a través de sus pestañas hacia la mesa de Slytherin, y su desayuno se congeló a medio camino a su boca cuando ella lo hizo al sorprender a Malfoy mirándola desde el otro extremo del salón.
Un extraño y ridículo rubor se expandió por todo su cuello y sus mejillas se tornaron carmesí antes de bajar la mirada con rapidez. Parpadeó confundida hacia su regazo durante unos segundos y, cuando volvió a levantar la mirada hacia Malfoy, él ya no estaba ahí. Hermione frunció el ceño y lo buscó disimuladamente con la mirada hasta encontrar su cabello rubio perderse por las puertas del Gran Comedor.
Tuvo el ligero impulso de seguirlo, pero luego alcanzó a replanteárselo y lo descartó. Ella no tenía ningún trabajo yendo detrás suyo. Aunque debía admitir que su mente estaba teniendo una tormenta de preguntas en este momento; y para una persona que siempre estaba acostumbrada a hallar la respuesta, esto era un martirio total.
Levantó su tenedor y comenzó a picotear su comida ahora sin mucha hambre. Después de cinco minutos de obligarse a dar algunos bocados, decidió que ya había sido suficiente y alejó el plato de sí misma con un ligero empujón, ignorando la voz lejana de su cabeza que le gritaba necesitaba comer. Alzó su cabeza de nuevo hacia la mesa de Slytherin sólo por curiosidad, y se mantuvo mirando el lugar vacío de Malfoy hasta que un pensamiento vagó por su cabeza. Ella frunció el ceño.
Malfoy no le recordó que debía ir a verlo al partido. Y esa era la regla número seis.
Tal vez simplemente lo había olvidado. Pero entonces ella recordó que al rubial nunca se le olvidaría algo que tuviera la oportunidad de burlarla o molestarla. Tal vez la estaba evadiendo. Apenas ese pensamiento pasó por su cabeza, ella tomó sus cosas con rapidez y luego se puso de pie para salir casi corriendo del salón e ir en su búsqueda. Hermione no tenía ni la más mínima idea de por qué lo estaba haciendo, pero sabía que debía, o al menos quería hacerlo. Con un movimiento rápido de su varita acomodó todo en su mochila y luego avanzó sobre sus pasos con más rapidez.
Ni siquiera sabía dónde podría estar él. Incluso comenzó a repetir en su mente cuáles eran los lugares que un chico como Malfoy frecuentaría, ella podía decir que los terrenos era uno de ellos, la biblioteca la descartó porque últimamente parecía aborrecerla, y luego...
Hermione se estampó con alguien más. Trastabilló y habría caído de no ser porque una mano se cerró sobre su muñeca antes de que sucediera. Tan rápido como el tacto llegó, se fue, y luego ella estaba parpadeando confundida para darse cuenta de lo que había sucedido; el golpe le había creado un repentino y fuerte mareo.
—Fíjate por dónde vas, Granger —dijo la cruda voz de Malfoy, y el mareo que ella sintió se evaporó de repente para intercambiarlo con un estremecimiento.
Alzó la mirada hacia él y parpadeó. Ciertamente había sido más fácil encontrarlo de lo que había esperado.
Malfoy sólo rodó los ojos, aunque sin mantener contacto visual con ella, y luego la rodeó y comenzó a caminar lejos de la morena. Esta se mantuvo congelada durante unos momentos antes de que una electricidad recorriera su cuerpo y le dijera que debía darse la vuelta y seguirlo, por alguna razón.
—¡Espera! —llamó a sus espaldas, pero él no se detuvo; al contrario, avanzó más rápido. Sus largas piernas a comparación de las cortas de ella le daban una enorme ventaja, por lo que tuvo ganas de maldecirlo cuando eso la incitó a correr para poder alcanzarlo—. ¡Malfoy!
Cuando Hermione llegó a su lado en el siguiente pasillo, se dio cuenta de que este se hallaba más lleno de lo normal, y entonces recordó que era el que se dirigía a los campos de quidditch. Apenas había notado que él traía puesto ya el uniforme. Malfoy pareció incómodo ante tanta gente.
—¿Qué es lo que quieres, Granger? —masculló, como si hablar con ella delante de toda esa gente fuera un delito. Hermione imaginó que se refería a su estatus de sangre, y apenas una burbuja de decepción alcanzó a explotar en ella antes de sacudir la cabeza y tomar su muñeca para hacer que él se detuviera—. ¡Ey!
—Lo siento —murmuró ella con rapidez, soltando su agarre. Malfoy miró el brazo donde habían estado sus dedos durante unos milisegundos antes de hacer contacto visual con ella. La morena balbuceó—. Eh... Yo... Hmm...
—Dilo rápido —masculló él, dando una rápida y ansiosa mirada a su alrededor. Hermione se abstuvo de hacer lo mismo—. La gente nos está viendo.
La morena bajó la cabeza y comenzó a jugar con sus manos, de repente sintiéndose triste.
—¿Hay... hay algún problema con eso?
—Sí —respondió en tono obvio. Ella aguantó la respiración durante unos momentos, sintiendo como la decepción la invadía. Tal vez se había imaginado que después de lo sucedido anoche, una mínima parte de él ya no tenía repulsión hacia ella y su sangre. Hermione estuvo a punto de abortar la misión y darse la vuelta sobre sus talones cuando Malfoy volvió a hablar—: Van tres chicos que me miran como si estuviera a punto de matarte.
Ella parpadeó confundida y luego alzó de nuevo la mirada hacia él. Malfoy se mostró un poco incómodo y desvió la mirada de Hermione. Luego gruñó.
—¿Ibas a decir algo o no? —preguntó desesperado.
Estuvo unos segundos dudando si debía decir a lo que había venido, preguntándose si realmente era algo que ella quisiera saber. Pero pronto su lado impulsivo y terco le hizo hablar antes de detenerse.
—¿No quieres que vaya a verte al partido? —Apenas lo dijo, ella se reprendió internamente por escucharse demasiado patética. Malfoy la miró confundido durante unos momentos antes de parpadear.
—¿Qué? —preguntó, y ella sintió cómo el rubor incrementaba por todo su cuello.
Hermione bajó la mirada para que él no pudiera ver su vergüenza. Ni siquiera sabía por qué estaba aquí, debía salir corriendo de una vez. Pero por alguna razón su terquedad la hacía quedarse, además de su curiosidad. Era ridículo.
—La regla número seis —murmuró con rapidez—. La que decía que yo estoy obligada a acompañarte a...
—Granger, puedes pasar por alto esa regla —interrumpió Malfoy, con un extraño gruñido que ella no identificó—. No es necesario que lo hagas.
Luego, sin darle tiempo a Hermione para procesar su respuesta, se dio la vuelta y se alejó casi a zancadas antes de que ella pudiera responder. Esta vez estuvo demasiado confundida como para ordenarle a sus pies seguirlo de nuevo, sin mencionar que su parte racional le gritó que no tenía por qué hacerlo.
Ella se giró con lentitud y caminó de regreso por donde había venido, mirando al suelo y sólo pensando en lo que Malfoy había dicho. Ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo, pero no se preocupó en buscar la razón.
Él había estado con ella la noche anterior, de una manera un poco indirecta pero lo había estado; mientras Hermione se derrumbaba por dentro, Malfoy había permitido que llorara en su pecho. Él había permitido las lágrimas de una sangre sucia en su pecho. En aquellos momentos, ella no había prestado mucha atención a esa acción porque en lo único que podía concentrarse era en el dolor que sentía, pero ahora que estaba muchísimo más cuerda, podía darle otro sentido a lo que había hecho.
Malfoy había sido empático. Por primera vez en lo que ella lo conocía, él no había pensado sólo en sí mismo.
Se sintió como una ráfaga de agua helada que la hizo detenerse en seco en medio del pasillo. Draco Malfoy ya no era el mismo que ella conocía, la Guerra había tenido un efecto en él pero Hermione aún no lo descubría del todo. Apenas unos minutos antes, él había dicho que le preocupaba más lo que pensara la gente de verlo a ambos juntos por el estatus de ella, antes que el de él mismo; el que fuera hija de muggles no pareció ser su razón. Tal vez Malfoy sólo había usado la palabra con S para molestarla, no porque realmente lo creyera así.
Miles de teorías comenzaron a crearse en su mente, como un gran tornado de ideas que se estampó de repente por todo su cuerpo.
Draco Malfoy era un enigma.
Y ella quería resolverlo.
Se dio la vuelta de nuevo y caminó con rapidez para regresar al campo de quidditch. Hermione no necesitaba una regla para acompañarlo a sus partidos, ahora era algo que ella quería hacer. No importaba si él no la quería ahí, la morena tenía que juntar todas las pistas de este nuevo Draco para llegar a una sola conclusión.
Mientras caminaba por los terrenos hacia el campo, una ligera sonrisa se asomó por las curvas de sus labios, recordando que hoy había un «Menos cinco», pues, mientras la regla ya no se necesitara, podía eliminarse. A ella le agradaban este tipo de cambios cuando ambos salían de alguna manera beneficiados.
No tenía ni la más mínima idea de qué era lo que haría si Slytherin perdía, pero trató de no pensar en eso mientras buscaba con la mirada un asiento libre entre las abarrotadas gradas de Gryffindor. Encontró uno a lado de Seamus, pero rápidamente lo descartó al recordar que los enormes gritos de este le provocarían una migraña apenas llegara a su lado. Y luego pronto estuvo consciente de que estar en un lugar donde habría muchísimo ruido no era una buena idea tomando en cuenta su estado.
Pero no le importó. ¡Por primera vez ignoró a una voz racional que realmente estaba en lo racional! Ella en realidad debió darse la vuelta e irse porque eso traería problemas, pero decidió quedarse. Sólo por Malfoy, sólo para resolverlo. Y tal vez también para pagar su deuda de la noche anterior. Patético de nuevo.
Con disimulación, sacó un pequeño vial que desilusionó con un encantamiento para luego tomárselo de un trago, esperando que la poción fuera suficiente para amortiguar cualquier ruido que causara migraña. Después decidió que las gradas de Ravenclaw eran la mejor opción y se encaminó hasta ellas, encontrando por suerte un asiento libre a lado de Luna Lovegood.
—Hola, Hermione —saludó la rubia con su típico tono de voz suave apenas la morena llegó a sentarse su lado—. No creí verte por aquí. Imaginé que ahora que Harry y Ron no están, lo menos que querrías sería venir a los partidos.
—Hola, Luna —saludó primero por educación y luego pasó a responder—. En realidad, creo que yo tampoco esperaba venir aquí. Pero las circunstancias cambiaron un poco esta vez...
—Supongo que tendrás tus razones —Luna le dedicó una sonrisa amable antes de desviar la mirada de ella y posarla en el campo, donde aún no aparecían los jugadores.
Hermione le dio una rápida mirada de reojo a su amiga con cautela. Ella sólo venía vestida con su uniforme de Ravenclaw, lo cual le pareció extraño a la morena, teniendo en cuenta lo célebre que era esta chica respecto a apoyar algún equipo.
—Veo que esta vez no traes ningún león de sombrero —le dijo con la cabeza ladeada—. ¿Por qué no?
Luna se giró hacia ella y sonrió casi entusiasmada.
—Oh —dijo—. Es que esta vez no estoy apoyando a Gryffindor exactamente. Tampoco a Slytherin. En realidad, estoy de ambos lados; cualquiera que gane para mí estará bien.
Hermione frunció el ceño, ligeramente intrigada por la lógica de la rubia.
—¿Cómo es eso? —preguntó, esperando no sonar con un tono tan exigente. Aunque si lo hizo, a Luna no pareció importarle porque siguió respondiendo de una manera muy amable.
—Bueno, Draco está en el equipo Slytherin —respondió, y la morena sintió cómo sus cejas se elevaban sin disimulación—, al igual que unos cuantos más que parecen agradables. Y en Gryffindor están Ginny y Dean. Ambos lados me agradan, así que no me importa quién gane.
—No sabía que hablabas con Malfoy —dijo Hermione justo cuando Michael Corner comenzó a llamar la atención de las gradas. Ella se preguntó por qué ya no era Luna la narradora, pero decidió que su curiosidad por su amistad con Malfoy era más fuerte que cualquier otra cosa.
—Cruzamos algunas cuantas palabras —respondió con gentileza—. Él fue una buena compañía cuando estuve encerrada en las mazmorras de la Mansión Malfoy. Me llevaba comida y algunas veces murmuraba un encantamiento para calentar el ambiente, ¿sabes? —Luego Luna se acercó a Hermione para susurrarle al oído, como si alguien la pudiera escuchar ante todo el gentío—. Él no fue una mala persona conmigo. Ningún Slytherin parece serlo del todo ahora después de la Guerra.
Después la rubia sólo se alejó y cambió su mirada seria a una lejana mientras con una sonrisa veía a los jugadores de cada equipo salir de sus respectivas carpas. Hermione ni siquiera notó eso, pues se mantuvo con la mirada perdida en algún punto mientras los pensamientos corrían y corrían por su mente.
Él fue una buena compañía cuando estuve encerrada en las mazmorras de la Mansión Malfoy.
Él no fue una mala persona conmigo.
Miles de dudas comenzaron a hacer tormenta en su mente, pero todas se disiparon cuando Michael Corner comenzó a llamar la atención de todos una vez más por el micrófono. Hermione alzó la mirada hacia Luna y notó que ella estaba saludando tímidamente a alguien más que se hallaba volando sobre los aires. La morena siguió su mirada y cayó sobre los grises y profundos ojos de Draco Malfoy, quien tuvo un ligero brillo de confusión en su mirada antes de volver a su máscara de indiferencia.
No supo exactamente qué fue lo que la impulsó a hacer lo siguiente, tal vez fue lo que había sucedido la noche anterior o tal vez lo que Luna acababa de decir de él, pero Hermione medio sonrió ante Malfoy y entre sus labios formó la palabra «Suerte» sin decir ningún sonido.
Malfoy estuvo a punto de flaquear y dejar toda la confusión caer sobre su expresión, pero entonces el silbato de Madame Hooch sonó y ya no tuvo tiempo de hacerlo porque salió volando en su escoba.
La noche anterior había cambiado algo, había removido algo en ella, pero aún no lograba averiguar qué era exactamente. Pero cuando el partido comenzó y Hermione inclinó su apoyo un poco más a Slytherin, supo que algo estaba saliendo mal.
Esto no debía estar sucediendo. Malfoy no podía entrar a su mente de una manera tan altanera.
Hermione realmente necesitaba a Harry y Ron. Las cosas se estaban poniendo demasiado pesadas para que ella las cargara sola, necesitaba saber que tenía el apoyo de alguien. Pero necesitaba hacerlo sin ponerlos en riesgo.
Ella no sabía exactamente qué era lo que sucedía en el partido, porque en realidad su única atención era hacia los dos buscadores que se hallaban en la cima de los aires en búsqueda de una esfera alada y dorada, o específicamente, en sólo uno de ellos. Así que ni siquiera notó cómo el marcador iba subiendo cada vez más rápido a favor de Gryffindor. Setenta, ochenta, noventa, cien puntos... Ella no estaba segura.
Sabía que estaba mal hacerlo en estos momentos, pero Hermione sólo podía pensar en lo mucho que extrañaba a sus padres, o en lo mucho que le gustaría tener un abrazo de Harry o Ron; en lo mucho que desearía que ellos estuvieran a su lado hablando sobre quidditch o encima en los aires. Sólo teniendo el recordatorio de que ellos estaban para ella.
Pero Hermione no quería ser egoísta, no quería arrastrarlos a su infierno. Ellos estaban triunfando en la Academia de Aurores y ella no quería arruinarles eso; simplemente los veía demasiado felices como para decirles algo. Y sabía que tal vez algún día se arrepentiría de ello, pero por ahora trataba de ignorarlo.
El que Malfoy hubiera sido aunque sea un poco atento con ella la noche anterior había sido... desconcertante y reconfortante al mismo tiempo. Como si de alguna manera recuperara un poco de ese apoyo que tenía con Harry y Ron... Como si de alguna manera dejara se sentirse tan sola. Había sido algo demasiado pequeño, pero teniendo en cuenta las terribles magnitudes en las que ella se hallaba, el impacto había sido más que halagador.
Ciento treinta, ciento cuarenta, ciento cincuenta puntos... Todos a favor de Gryffindor, con apenas setenta a favor de Slytherin, pero Hermione ni siquiera supo cómo llegaron a eso. La snitch no aparecía por ninguna parte, las gradas estaban ansiosas hasta que... Dean Thomas se arrojó por los aires, con Malfoy siguiéndolo por detrás.
El movimiento entre ambos buscadores atrajo la atención de todos y un vitoreo enorme surgió a su alrededor, causando que maldijera por haber venido debido al dolor que le causó el sonido. Pero aún así ella incluso logró salir de su pequeño ensueño y observó a las siluetas de Dean y Malfoy volar por todo el campo con una exagerada rapidez. La escoba del Slytherin era mucho más nueva, por lo que no tardó en estar a la par con el Gryffindor, pero aún así ambos no alcanzaban la snitch.
Aprovechando la distracción, los Slytherins lograron anotar treinta puntos más, logrando que la figura lejana de Ginny maldijera en su lugar.
Malfoy y Dean siguieron en su pelea aérea por atrapar a la alada figura que les llevaba delantera, hasta que una bludger pasó con rapidez en su lado y Hermione estuvo a punto de gritar con todo el público cuando Malfoy tomó al moreno de uno de sus brazos para agacharlo y evitar que el golpe le llegara a ninguno.
Ella no pudo evitar suspirar de alivio, aunque rápidamente se disipó porque dicha maniobra, provocó que ambos buscadores perdieran el equilibrio de sus escobas y cayeran en picada desde el cielo. Hermione se puso de pie para alcanzar a ver, al igual que todas las demás gradas, y por alguna razón se olvidó de su migraña y observó con horror cómo ambas figuras iban cayendo, ayudándose entre sí para recomponerse.
Dean fue el primero en hacerlo, y con ello, tomó a Malfoy de una mano y alcanzó a atraparlo antes de que ambos se estrellaran en el suelo. Apenas tosieron cuando ambos estuvieron en el césped y las gradas se mantuvieron en un silencio mortal esperando que alguno se moviera, pero pronto el moreno comenzó a reír y el rubio casi lo hizo también.
Pero entonces la sonrisa de Malfoy se expandió y alzó una de sus manos: la snitch dorada sobre ella.
Hermione habría gritado de felicidad (no tenía idea de por qué) de no ser porque los enormes gritos que generó Slytherin combinado con los abucheos de las otras casas le provocaron su último aguante del día de hoy: su cabeza en realidad estaba por explotar.
Habría deseado quedarse al menos para felicitar a Malfoy por cortesía, pero cada vez se sentía más débil, con sus piernas frágiles con cualquier movimiento mientras bajaba las escaleras para regresar al castillo. Podía escuchar los vítores al rededor suyo y pronto comenzó a sentirse todo lejano mientras un extraño sonido hueco se apoderaba de sus entrañas. Llegó hasta el césped, fuera de las gradas y comenzó a caminar con demasiada lentitud de regreso al castillo, sintiendo cómo el dolor incrementaba cada vez más y más.
Se detuvo y se llevó las manos a su cabeza para dar unos pequeños e inútiles masajes a sus sienes con la intención de calmar el horrible dolor que se estaba apoderando de ella, pero pronto sintió que todo le daba vueltas. Bajó sus manos y, con la visión nublada, trató de buscar entre sus bolso algún vial que la ayudara al menos hasta llegar a la enfermería, pero se detuvo de nuevo cuando sintió un líquido ahora ya conocido corriendo desde su nariz hasta su labio. El olor metálico rápidamente le hizo sentir náuseas.
Alzó una mano para tocar su nariz y, cuando vio la sustancia roja sobre sus dedos, su cuerpo ya no pudo aguantar más y se dejó caer, esperando el duro impacto contra el suelo. Pero nunca llegó.
Lo último que vio antes de caer inconsciente fue el rostro borroso de Malfoy llamándola.
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