La Sala de los Menesteres
Draco comenzó a acompañarla por los pasillos cuando se encontraban entre clases.
Cuando Gryffindor tocaba con Slytherin y el trabajo era en binas, ambos se acercarían lentamente el uno al otro y se mantendrían en silencio y trabajarían hasta que la clase terminara. Entonces Draco saldría con ella y la acompañaría hasta que sus pasillos tuvieran que separarse y se iría.
Siempre fue en silencio, difícilmente intercambiaron palabras alguna vez.
Pero ella estuvo bien con eso, era una pequeña manera de asegurarse que no estuviera siendo golpeado de nuevo. Varias veces se había topado con la mirada penetrante de Peter Dawlish en el Gran Comedor, pero ella tenía suficiente fuerza de voluntad como para ignorarlo.
Había ido a hablar con Minerva un viernes, explicándole la situación de Draco y esperando que ella pudiera hacer algo. Pero por primera vez la decepcionó. La mujer le explicó que había cosas más importantes en esos momentos que preocuparse por Draco Malfoy, y que apenas hacía lo que podía junto con todo el mundo de obligaciones que le esperaban.
Hermione se había enfurecido.
Pero luego Minerva le preguntó por qué estaba tan interesada en el bienestar de Draco si meses antes había dicho que ni siquiera podía soportar su presencia. Hermione se limitó a contestar que las cosas y las personas cambiaban; no sabía si la que cambió fue ella o él, pero algo lo hizo.
Entonces la morena había deseado con fervor regresar a su labor de prefecta y encargarse ella misma de la situación. Pero después recordó que en realidad no tenía tiempo, incluso por más que lo quisiera.
Así que se había dedicado a vigilar a Draco sigilosamente. Observaba si llegaba tarde a una clase o comida, o si se atrasaba en sus llegadas a la habitación o cualquier otra cosa que indicara que lo habían golpeado. Pero al parecer el patrullaje que ambos daban por los pasillos había sido suficiente advertencia para que nadie se acercara a él.
Ginny había hablado con ella sobre su repentina actitud hacia Draco, alegando que en realidad creía que Hermione se había vuelto loca, pero prometió no decir nada a Harry y Ron.
Ginny no podía entender por qué a ella le preocupaba, y ciertamente, Hermione tampoco. Tal vez era el simple hecho de que así era su naturaleza; proteger al indefenso. Estaba segura de que Draco se colgaría antes de confirmar que la situación era así, por lo que la morena lo guardaba para sí, aunque en realidad ni siquiera ella lo creía así.
Sólo se había convertido en un instinto querer el bien para todos. La familia Malfoy ya había pagado por sus crímenes y ella creía injusto que Draco estuviera pagando por venganza de unos matones ridículos.
Draco fue alguien que no tuvo opción, solamente fue arrastrado por sus padres a una guerra de la cual no quería formar parte. Ella comenzó a comprender eso poco después.
La Guerra se había llevado tantas cosas, de repente comenzó a preguntarse qué habría sucedido si nunca hubiera existido. Probablemente Fred seguiría con George y estaría ayudándolo en su deseada tienda de artículos de broma. O Lavender seguiría hablando cada noche animadamente en la cama de Parvati. O Draco pudiera haber sido un Ministro de Magia o...
O ella podría estar lejos de esa habitación en la biblioteca.
Hermione suspiró mientras bajaba la la tapa del retrete. Después de obligarse a comer todo el desayuno (al menos para tener el estómago lleno cuando fuera en el expreso), luego de diez minutos había sentido que el Gran Comedor nadaba, así que procuró no llamar la atención cuando se levantó de la mesa y entre caminó y corrió hasta los baños más cercanos para vomitar.
Ella tuvo que encontrar una manera para arreglar este problema. Ir a pasar navidad en la Madriguera significaba muchos postres y comidas que la señora Weasley no estaría dispuesta a dejar que la rechazaran. Hermione no podía negarse frente a la familia, o comer y luego irse a vomitar.
Así que se sorprendió creando una nueva poción. Ella sola. Casi saltó de felicidad cuando lo logró, se sintió como un paso más cerca a la cura. Pasó toda la noche anterior mejorando los ingredientes de la
poción hasta que logró retener todos los síntomas de la falta de apetito y regular su sistema alimenticio.
Funcionó, pero ella decidió que no debía depender de la poción, así que la guardó sólo para la Madriguera.
No era como que hoy la hubiera bebido, así que el desayuno que había ingerido terminó en un retrete.
Ella sacó una toallita húmeda de su bolso y se limpió la boca antes de bajarle al baño y salir del compartimiento.
Se acercó al espejo y se dio cuenta de que se veía verde. Entonces tomó una poción fortalecedora.
Hermione estaba parada frente al espejo esperando a que la poción surtiera efecto, cuando la puerta del baño se abrió y se cerró. Ella alzó la vista para mirar a través del espejo, y se llevó a una sorpresa al ver a Dawlish recargado en la puerta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, dándose la vuelta para enfrentarlo—. Es el baño de mujeres, no puedes estar en este lugar.
Él se recargó en la puerta y se cruzó de brazos.
—No veo otra persona además de ti. Además, sólo quiero hablar contigo.
—Pues yo no —contestó Hermione, tomando su bolso y caminando hacia la puerta. Alzó la mano para tomar la perilla e intentó a abrirla, pero apenas fue un movimiento comparado con el corpulento cuerpo de Dawlish. Ella bufó y lo miró—. ¿Podrías por favor hacerte a un lado? Quiero salir.
—Ha sido bastante difícil llegar a ti, he de admitir —dijo él, hablando como si ella nunca lo hubiera hecho—. Con ese nuevo patrullaje que hacen Malfoy y tú, parece que a todos les quedó claro que no deben acercarse al otro. Durante las clases, parecen estar juntos y luego en los pasillos igual. Después ambos desaparecen y nadie sabe nada de ustedes; lo cual en realidad es extraño pero nadie parece prestarle atención a eso.
Dawlish se separó de la puerta y se acercó a Hermione, quien frunció la nariz y retrocedió para alejarse. El Ravenclaw la miró de arriba a abajo, como si estuviera estudiándola, luego sonrió amargamente y negó con la cabeza.
—¿Por qué de repente lo defiendes? —preguntó—. Malfoy le hizo la vida imposible a Potter y Weasley, también a ti incluso. No puedo entender por qué ahora quieres cuidar que nadie se le acerque.
—Hay que ser mejores personas, no debemos regresarle lo que él hizo; eso nos convertiría igual de idiotas y egoístas. Malfoy sigue siendo una per...
—No —atajó él con una voz dura. Apretó la mandíbula y cerró los ojos. Respiró hondo y luego los abrió—. Malfoy no es una persona. Por la culpa de los suyos murieron cientos de personas.
—¿De los suyos? —repitió Hermione con incredulidad—. ¿En realidad consideras a Malfoy uno de ellos? ¿Crees que él quiso ser parte de todo eso?
—No lo vi escoger deliberadamente un bando.
—Yo tampoco te vi a ti. Te mantuviste neutral, sin que te importara lo que otras personas sufrieran por el simple hecho de querer salvar tu trasero.
Dawlish se veía enfurecido, dio de nuevo un paso hacia ella y la morena lo vio de reojo apretando sus puños.
—Me mantuve neutral porque quería proteger a los míos, Granger —siseó con descaro—. No todos tenemos esa jodida suerte de Gryffindor para mantenernos vivos. Yo debía asegurarme de que mi familia estuviera bien. Ser neutral parecía ser el mejor camino, sin ser afectado por ningún bando.
Hermione también apretó sus puños.
—Una posición neutral se refiere a no estar a favor de ningún bando —explicó molesta—. Así no tiene ningún sentido el que intentes vengar todo con Malfoy si las cosas no te afectaron a ti. Su familia pagó por sus crímenes, es terriblemente egoísta que...
—¡Las cosas sí me afectaron a mí, Granger! —gritó Dawlish. Su voz estaba cargada de rabia y sus ojos parecían perdidos mientras la miraba y respiraba fuertemente—. ¡Me mantuve neutral y aún así mi madre murió por culpa de esos idiotas! El que hayan pagado por sus jodidos crímenes no traerá a mi madre de regreso.
Hermione cayó de golpe y respiró hondo. Luego tragó saliva y se obligó a comportarse.
—Peter, en verdad siento que tu madre haya muerto —dijo con voz cautelosa—; todos perdimos personas importantes. Pero creo que es injusto que estés dejando todo el peso de la Guerra en los hombros de Malfoy.
—Él es la persona correcta para hacerlo —Los ojos del muchacho seguían rabiosos—. ¿Te has preguntado cuál es la razón de cada uno de los chicos que me ayudan con Malfoy? ¿Te has preguntado por qué ellos le tienen tanta rabia como yo?
Hermione esperó cinco segundos antes de negar con la cabeza. Bajó la mirada al suelo, preparándose para lo que sea que estuviera por decir; no era como que esperara algo bueno. Pero tampoco era que nada de lo que Dawlish dijera justificara sus acciones.
—Tal vez deberías saber la razón de Anthony —dijo Peter, de repente sonriendo con maldad—. Él en realidad se está moderando en comparación a la rabia que le tiene. ¿Sabías que Malfoy fue quien mató a su mejor amiga? —A Hermione se le fue el aliento—. La torturó antes de matarla. No veo cómo puedes justificar el seguir defendiéndolo.
Ella se mantuvo demasiado quieta, absorbiendo la información. Sus ojos buscaron los de Dawlish, tratando de adivinar si estaba mintiéndole, pero él no parecía estar haciéndolo.
Entonces bajó la mirada al suelo y comenzó a respirar con dificultad cuando la realidad la golpeó.
Malfoy había sido un mortífago, y ella nunca imaginó que pudiera haber hecho cosas en esos momentos. Siempre trató de defenderlo o buscar alguna razón para cuidarlo, pero ahora que Dawlish le estaba haciendo saber esta verdad, se sentía devastada.
Hermione cerró los ojos y se obligó a respirar hondo.
—Golpearlo... —Su voz se apagó y tardó dos segundos más en silencio antes de alzar la mirada y ver al azabache fijamente—. Lastimarlo no va a traer de vuelta a nadie. Sigue siendo inútil.
Dawlish apretó sus labios en una sola línea y la miró mortalmente, acercándose a ella un paso más. Hermione estaba tan perdida que ni siquiera reaccionó.
—¿Crees que no lo sé? —masculló—. Sé cómo funciona la muerte, Granger. Ni mi madre ni la mejor amiga de Anthony volverán. ¿Pero sabes qué es lo jodido? Que todos los hijos de puta ya están muertos o pudriéndose en Azkaban... Todos excepto Malfoy. Entonces él llega al colegio y se nos pide que olvidemos todo y lo tratemos con respeto. Porque "ya pagó por sus delitos". No pueden pedirnos que finjamos que nada pasó y que él no tuvo la culpa de nada.
—Aléjate —susurró ella cuando lo sintió demasiado cerca y creyó que se le iba el aire. Su mente estaba en una tormenta que apenas podía recordar dónde o con quién estaba. Sólo estaba segura de que Dawlish estaba en una cercanía no agradable.
—No voy a hacerte daño —murmuró él—. Debería ser un idiota si pienso hacerle daño a Hermione Granger. Estaría más acabado que cualquier otra persona.
—Yo... —Hermione cerró los ojos y respiró hondo, instintivamente llevándose la mano al pecho cuando este comenzó a doler—. Necesito salir.
Dawlish se encogió de hombros y luego se hizo a un lado, dejando ver la puerta.
A ella le pareció tan lejana.
—Hazlo —dijo él—. No te lo voy a impedir. Mi única intención era hacerte saber nuestro punto de vista. Y que te preguntaras por qué Malfoy sí merece que lo defiendas y por qué nosotros no.
Hermione dio le una última mirada, y luego, con pies temblorosos, comenzó a caminar hasta la puerta. La abrió y salió, y de repente el sonido de los pasillos comenzando a llenarse la abrumó.
Ella no podía explicar cómo se sentía. Caminó lentamente y con unos ojos perdidos a su alrededor mientras trataba de descubrir si estaba mal. ¿Dawlish tenía razón?
Había defendido a Malfoy, lo había visto como la víctima y ni siquiera había pensado si en realidad tenía la culpa de algo. La moral que ella tenía por naturaleza la hizo por instinto querer ayudarlo, protegerlo.
Pero ahora todo se sentía tan superficial.
Ella respiró hondo. No. Dawlish y sus matones no tenían razón. Independientemente de lo que sucediera, no tenían derecho a hacerle la vida imposible a alguien más.
Pero aún así todo se sintió demasiado para ella.
La torturó antes de matarla.
Nunca había imaginado que Malfoy fuera capaz de matar a nadie. Simplemente era una ilusión que ella no podía crearse. Él no era un asesino; nunca había creído eso.
Ahora todo se sentía un desastre.
¿Entonces hacía mal en intentar defenderlo?
Oh Merlín, qué pensarían Harry y Ron. Seguramente creerían que ella los había traicionado.
—¿Granger, te sientes bien?
Una mano cálida se posó en su hombro y el calor la atravesó como una ráfaga. De repente regresó a la realidad y salió de su trance. Malfoy estaba delante de ella, y la miraba atentamente con el ceño fruncido.
Hermione miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaban en uno de esos pasillos donde normalmente se encontraban y caminaban juntos. Ella tragó saliva y se obligó a relajarse.
—Estás... Estás pálida —dijo Draco en voz baja, y luego bajó la mano que tenía en su hombro. Él miró por detrás de ella, y de repente sus ojos se entrecerraron y se tensó. Caminó lejos de ella y tuvo que darse la vuelta para ver que se dirigía a Dawlish.
El Ravenclaw ni siquiera se inmutó cuando lo notó, incluso se detuvo a esperarlo; como si estuviera deseando que Draco se descontrolara para tener más razones de querer matarlo. Pero Dawlish era casi tan alto como Ron —sino es que más—, y más corpulento, así que el rubio estaba en desventaja.
Draco llegó hasta Dawlish, y se paró justo enfrente de él. Hermione no podía ver su expresión pero juraba que no era una buena.
—¿Qué le hiciste? —siseó su voz, pero ella apenas le prestó atención. Dawlish no respondió, así que Draco repitió la pregunta con más lentitud. Eso pareció divertir al azabache porque sonrió con burla.
—No hice nada, Malfoy —masculló cruzándose de brazos y aún burlón—. Tal vez hacerle saber la realidad, pero nada más.
Draco se giró para mirarla por encima de su hombro antes de volver hacia Dawlish.
Hermione apenas se dio cuenta de que se sentía segura a lado de él.
Suspiró y se acercó a él, jaló su brazo y lo arrastró con ella hasta que ambos estuvieron fuera de la vista de Dawlish. Una vez en otro pasillo, Draco desprendió su tacto y caminó en silencio junto a ella.
Ninguno dijo nada durante varios minutos, hasta que él decidió hablar.
—¿Qué te dijo?
Hermione bajó la mirada pero siguió caminando. No sabía exactamente cómo decirle que le habían contado sobre un asesinato que él hizo. Ella estaba caminando a lado de un asesino y en realidad no se sentía para nada así.
Malfoy era lo más cercano a la seguridad que había encontrado en los últimos meses. Y verlo de una manera que lo opacaba como el decir que había matado a una inocente, ya no era algo que ella podía hacer.
Él estaba caminando a su lado, y no parecía ni siquiera preocupado por que alguien más los viera. Ya no. Draco estaba cambiando.
Ella tragó saliva y respiró hondo. Se giró a mirarlo y se detuvo, así que él también lo hizo.
—¿Podemos hablar? —preguntó en voz baja y aún así con la garganta seca—. Dawlish... Él me dijo algo que... No quiero asumir nada, prefiero preguntarte.
Draco la miró con los ojos entrecerrados antes de apretar la mandíbula y luego asentir. El que le diera permiso sólo la hizo sentir más nerviosa.
¿Qué era lo que se suponía que debía preguntarle?
Oh, Draco, disculpa, ¿pero de casualidad no mataste a la mejor amiga de Anthony Goldstein durante la Guerra? ¿O a cualquier otra persona?
Ella miró hacia el pasillo y se dio cuenta de que había gente que podía escuchar. Hermione no necesitaba más razones para que todos odiaran a Malfoy.
—Necesito que sea en privado —murmuró. Draco la miró cuidadosamente antes de asentir y comenzar a caminar para buscar un aula vacía.
Hermione se preguntó desde cuando Draco Malfoy no dudaba si ella le pedía estar a solas.
Llegaron hasta un pasillo conocido, y mientras la morena cuidaba que nadie les prestara suficiente atención, Draco iba tanteando cada puerta para ver cuál estaba abierta. Aunque después de intentar abrir la sexta, y que esta estuviera cerrada con llave y el Alohomora no funcionara, pareció rendirse con un suspiro.
—Tendrá que ser aquí —dijo, encogiéndose de hombros—. O tal vez podemos ir a la habitación en la biblioteca. ¿O afuera en los campos?
La habitación estaba hasta el otro lado del castillo, no creía que sus piernas fueran a aguantar. En los campos había gente también. Hermione revisó cuidadosamente el pasillo donde se hallaban y entonces una pared conocida le atrajo un pensamiento.
¿Podía ser...?
No, se había quemado con Fuego Maligno.
Pero qué tal si...
Ella caminó hasta la pared y luego cerró los ojos. Apenas escuchó los pasos de Draco detrás de ella y luego se concentró en lo que quería. Segundos después escuchó que algo se manifestaba delante suyo.
—La Sala de los Menesteres —dijo Draco a su lado cuando ella abrió los ojos, pensativo—. Creí que esta cosa se había destruido.
—Se supone que fue así.
Hermione se acercó hasta la puerta y, al tocar la perilla, se dio cuenta de que esta estaba helada. Eso era bueno, pero aún por si acaso, lanzó un hechizo congelante que esperó fuera lo suficientemente grande para que alcanzara toda la sala.
—Espera —llamó Malfoy, deteniéndola antes de que abriera la puerta. Ella lo miró—. ¿Es seguro? ¿Qué si aún hay Fuego Maligno ahí dentro?
La morena negó con la cabeza.
—El Fuego Maligno se consume a sí mismo una vez que ya no encuentra qué más quemar —dijo, regresando su mirada a la puerta—. Creo que siete meses son suficientes para que todo se haya ido. Lo único que podría quedar son ashwinders. Para contenerlos se necesita que estén congelados, y por eso ya lancé el hechizo.
Él ya no dijo nada más y entonces abrió la puerta poco a poco. Hermione asomó la cabeza y frunció la nariz cuando el olor a ceniza la inundó. Al ver que su teoría era comprobada y no había rastro alguno de ningún tipo de fuego, ella entró por completo.
Draco la siguió y escuchó cómo la puerta se cerró. Pero ella estaba perdida viendo todo lo que ahora restaba de la Sala de los Menesteres.
Todo era ceniza. Sólo montañas y más montañas de ceniza.
Ella lo había esperado, eso era lo que hacía el Fuego Maligno; convertir en ceniza cualquier cosa que tocara. Pero verlo directamente se sintió como un pinchazo al corazón.
En este lugar había tenido sus clases del Ejército de Dumbledore junto a Harry y Ron y todos los demás. Aquí había aprendido a conjurar su patronus, donde descubrió que era una nutria.
Este lugar los había salvado de un año de no aprender absolutamente con Umbridge, los había preparado para la Guerra.
Y ahora estaba destruido.
—¿Esos son los ashwinders? —La voz de Draco la sacó de su trance y ella respiró hondo antes de girarse hacia donde él apuntaba. Siguió la dirección de su dedo y llegó hasta un nido de huevos dorados.
Ella asintió.
—Sí. Aún no están muertos. Debería enviárselos a Poppy, son útiles para algunas pociones —dijo ella, y con un movimiento de varita, ese nido y tres más desaparecieron al mismo tiempo.
Draco comenzó a hacer lo mismo, y en menos de quince minutos ya estaban libre de huevos de ashwinders.
Ella deshizo el hechizo congelante cuando se sintió con la nariz roja y cuando vio que Draco echaba humo por la boca.
Se talló el brazo para disipar el frío y luego se acercó para desaparecer las montañas de cenizas. Esto les llevó más de media hora, pero ninguno rechistó por ello. El expreso salía en dos horas más.
La Sala de los Menesteres regresó a ser un enorme salón. A pesar de que el Fuego Maligno destruía todo lo que llegaba a su paso, las paredes y el suelo estaban intactos.
Se sintió familiar de nuevo y se permitió respirar hondo mientras cerraba los ojos.
—En este lugar murió Crabbe —dijo Draco, su voz plana y lejana.
Hermione lo miró en silencio.
—Lo siento.
Él sonrió de lado y frunció el ceño antes de girarse a mirarla directamente. Luego negó con la cabeza con una risa amarga.
—¿Por qué lo sientes? Él fue un idiota, si tan sólo hubiera prestado atención a cómo controlar el Fuego, no habría formado parte de todos esos montones de cenizas que desaparecimos —Luego su voz de apagó y ya no pareció divertido—. Además... Intentó matarte.
Hermione desvió la mirada. Casi había olvidado el incidente, pero ahora al recordarlo, volvió al pasado y sintió de nuevo el miedo que tuvo cuando observó el rayo verde ir directamente a ella. Si no la mataba la maldición de Dolohov, la iba a matar ese Avada Kedavra.
—Eso me molestó, ¿sabes? —dijo Draco en voz baja, volviendo su mirada hacia el salón para no mirarla a ella—. Yo no quería matar a nadie. Sólo estaba lo suficientemente asustado como para querer salvar mi pellejo a cualquier precio... Pero no pretendía matarte, ni a Potter o Weasley.
—¿Porque tú no eres un asesino? —preguntó ella antes de ordenarle a su lengua detenerse. Sintió que Draco se giró a mirarla, pero la morena se obligó a seguir quieta.
Pasó un largo silencio antes de que Malfoy por fin hablara.
—Porque no soy un asesino —afirmó con voz arrastrada.
Hermione respiró hondo para recuperar valor. Se giró hacia él y Draco ya la estaba mirando con sus tormentosos ojos grises. Era ahora o nunca.
—¿Qué sucedió con la mejor amiga de Anthony Goldstein?
Él la miró fijamente durante varios segundos, luego tensó la mandíbula y desvió la mirada. Parecía estar teniendo una revolución dentro de su cabeza.
—Entonces eso fue lo que Dawlish te dijo —masculló finalmente.
—Tal vez.
Draco suspiró profundamente y después la miró.
—Yo no la maté —dijo con voz firme—. Pero ojalá lo hubiera hecho.
Hermione no supo si sentirse aliviada o aterrada. En cambio, se limitó a mirarlo fijamente y mantenerse tranquila e impasible delante de él.
—¿Por qué? —preguntó—. ¿Por venganza a que ahora Anthony te esté golpeando con todos los demás?
Él negó repetidamente con la cabeza, y se vio dolido con eso. Esperó un minuto entero antes de obligarse a hablar con una voz tensa.
—Nunca fui un buen mortífago —dijo por fin—. Yaxley y la tía Bella entrenaban a los novatos. Ellos traían a muggles inocentes o a hijos de muggles, y nos obligaban a matarlos o a torturarlos para que fuéramos competentes. Yo... Nunca fui capaz de matar a ninguno, apenas podía torturarlos y era demasiado poco para ellos. Bella me decía cada día que debía hacerme más duro o mi madre terminaría pagando las consecuencias. Pero aún así nunca pude hacerlo, y Bella nunca dijo nada al respecto porque se preocupaba por su hermana —Él se detuvo unos segundos y apretó la mandíbula, como si se le estuviera dificultando hablar del tema—. Una día decidieron que estaba listo para ir a mi primera misión, y Bella me dijo que si fallaba, habría consecuencias. Entonces fuimos a la residencia de los Jones; era una muggle que había dado a luz a dos brujas, así que era un blanco fácil y directo. Era una niña de doce años y otra de mi edad... La más pequeña la mató Yaxley en un abrir y cerrar de ojos. Después Bella me pidió que yo matara a la más grande, esa era mi misión. Era la mejor amiga de Goldstein, lo sabía porque una vez él intentó golpearme cuando la llamé... —Draco apretó los labios y suspiró—. Bueno, ya sabes cómo. Ella estaba destruida por la muerte de su hermana y ni siquiera parecía querer luchar; sus padres también ya estaban muertos. Yaxley me dijo que probara mis habilidades con ella, pero... Me negué a matarla. Simplemente no podía hacerlo. Yaxley me torturó durante más de un minuto pero aún así seguí negándome. Entonces ellos creyeron que ella era importante para mí y decidieron que hacerla sufrir antes de morir sería más satisfactorio para ellos y una lección para mí... Bella y Yaxley... La torturaron hasta que ella les suplicó que la mataran. Es por eso que me arrepiento de no haberla matado. Me entrenaron para sólo la maldición asesina; de no haberme negado, su muerte habría sido mucho más rápida y menos dolorosa de lo que fue. Sólo un movimiento de varita y ya estaba.
La voz de Draco se fue apagando poco a poco y miró al suelo, perdido en su dolor y pensamientos. Él tenía las manos en los bolsillos de sus jeans y parecía estar apretando con fuerza su varita.
Hermione desvió la mirada, creyendo que era suficiente tensión para él. Los ojos de ella ya se habían empañado y su pecho comenzaba a tener espasmos. Ni siquiera conoció a la chica o a su hermana, apenas podía recordar escuchar su nombre o apellido, pero escuchar lo que les pasó se sintió tan horrible como si le hubiera sucedido a alguien cercano.
Al fin y al cabo, ambas eran iguales. Hijas de muggles y obteniendo las consecuencias de algo que no habían tenido la culpa.
—El Señor Oscuro dijo que si fallaba, mi madre pagaría las consecuencias —dijo Draco. Hermione se giró a mirarlo con los ojos empañados, pero él seguía con la mirada al suelo—. Bella, preocupándose por su hermana, manipuló la mente de Yaxley y le dijo a todos que yo fui quien mató a la chica Jones... Aún así obtuve mi castigo: una hora entera de Crucio. Tuve que estar una semana en terapia antes de que dejara de tener temblores en mis manos... Pero yo nunca maté a nadie.
Él no volvió a hablar ni tampoco a mirarla. Sólo se mantuvo en silencio y mirando al suelo, pero no estaba llorando.
Hermione, en cambio, lo miró fijamente, de repente sintiéndose devastada por haber hecho lo que todos los demás hacían: culparlo.
—¿Por qué no se lo dices a Anthony? —preguntó finalmente con una voz muy baja.
Draco hizo una mueca y luego se encogió de hombros.
—Nunca me creerían, no hay pruebas. Además, ellos necesitan algo con qué distraerse de su dolor. Es un mecanismo de defensa que todos tienen. Me sucedía lo mismo.
Hermione asintió y desvió la mirada hacia el salón de nuevo. Estaba tan amplio. Levantó una mano para limpiarse disimuladamente las lágrimas, cuidando que él no lo notara.
—No hay pruebas, y yo te creo —musitó después de unos momentos. Sintió que Draco alzó la mirada hacia ella por fin, pero Hermione se mantuvo con la vista al salón, respirando lentamente—. Perdón por preguntártelo, pero no quería asumir las cosas que Dawlish dijo antes de saberlo por ti.
Draco caminó hacia ella, acortando la distancia y tuvo que alzar la cabeza para mirarlo. Él se detuvo a sólo un pie de distancia y luego la miró con unos ojos conflictivos.
—Pregunta —dijo. Ella aguantó la respiración—. Siempre, sólo pregunta. Te diré todo lo que quieras saber.
Hermione quiso alejarse al menos unos centímetros para sentir oxígeno de nuevo, pero estar en su cercanía de repente se sintió seguro. Además de que sus músculos apenas recibían las órdenes que les enviaba.
—No hace falta —Se obligó a decir en voz baja—. Yo... Confío en ti.
Algo se quebró en la mirada de Draco, y pronto la intensidad con que miraba a Hermione se sintió abrumadoramente hermosa.
Ambos se mantuvieron en esa cercanía, mirándose fijamente y ninguno parecía tener la intención de alejarse. O al menos Hermione no podía, por más que lo intentara.
Nunca imaginó que estaría en esta posición con Draco Malfoy, y mucho menos el que no le incomodara en lo absoluto.
No estaba pensando.
Ella olvidó que fuera de la Sala habían otras personas, sus amigos; sólo olvidó todo. La conversación con Dawlish minutos atrás se sintió como si hubiera sido hacía años.
Sólo existía Draco delante de ella.
Y ese extraño sonido creciente...
Hermione frunció el ceño y lentamente fue alzando la vista hacia encima de su cabeza.
Una extraña hilera color verde comenzaba a crecer y dejar ramas a sus lados, de entre menos a más, dándole relieve poco a poco, obligando a las hojas y a las bayas quedar a su alrededor.
Un muérdago se formó encima de ambos.
El corazón de la morena comenzó a latir demasiado rápido y poco a poco bajó la cabeza de nuevo para mirar a Draco.
Él no había dejado de mirarla.
Se miraron fijamente durante cinco segundos más, antes de que una cautelosa sonrisa de lado se formara en los labios del Slytherin. Él caminó el último paso que los separaba y ella tuvo que alzar un poco más la cabeza para mantenerle la mirada.
—No vas a dejar pasar una costumbre navideña, ¿verdad, Granger? —susurró.
Antes de que Hermione pudiera reaccionar o procesar sus palabras, Draco ya había dejado una mano en su nuca y la acercó para besarla.
Se mantuvo paralizada dos segundos antes de que cerrara los ojos y se entregara.
Se movió por instinto con él. Alzó sus brazos para rodearle el cuello y atraerlo a su altura. Draco llevó su otra mano a su cintura y la enredó posesivamente antes de acercarla a su cuerpo y mantenerla ahí.
Sus labios se movieron con tanta suavidad que ella se perdió en él, permitiéndole que hiciera cualquier cosa con ellos.
Hermione dejó de pensar, sólo se perdió en la agradable sensación que estaba sintiendo.
Draco enredó la mano que tenía en su nuca en los rizos de su moño y ladeó la cabeza de ella para tomar el control. Hermione intentó abrir los labios para seguir el ritmo, pero él aprovechó la oportunidad para introducir la lengua.
Eso se sintió bien. Jugó con su lengua de una manera increíble que casi la hizo derretirse en sus brazos. Ella enredó sus manos en el cabello de él sólo para recordarse que seguía ahí y que no debía dejarse caer.
Todo se olvidó, sólo existían los perfectos labios de Draco que se movían con tanta felicidad con los de ella como si ambos hubieran estado practicando antes.
Se sentía como si ambos labios encajaran y se movieran a la perfección.
Luego todo fue más lento y, cuando Draco pasó sus manos a ambas mejillas de ella, se separó sólo para dejar caer su frente contra la de la morena.
Se mantuvieron así, con los ojos cerrados y recuperando el oxígeno durante varios segundos antes de que ella abriera los ojos y lo mirara.
Lo miró fijamente mientras todo su alrededor comenzaba a sangrar, recordándole dónde estaba, con quién estaba y qué había hecho.
Debió sentirse aterrada de tan sólo pensarlo, pero en cambio se mantuvo tranquila junto a él, aún con sus cuerpos juntos.
Draco por fin abrió los ojos y la miró. Sus ojos se tornaron confundidos y parpadeó antes de mover ligeramente los pulgares que tenía sobre sus mejillas. Eso la hizo temblar.
Lo vio tragar saliva y luego se separó, bajando las manos de ella y dando un paso hacia atrás. Él abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró y de nuevo se notó confundido.
Ella no supo qué decirle y también se mantuvo en silencio, ligeramente sorprendida y apenas capaz de ordenarse respirar.
Pasó un minuto entero donde sólo se miraron, antes de que Draco se relamiera los labios y se irguiera sobre ella.
—Lo siento por eso —dijo rápidamente. Miró a Hermione a los ojos una vez más antes de girar sobre sus talones y salir de la Sala, dejándola sola.
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