Él tiene efecto sobre ella

¿Alguna vez has pensado en si le tienes miedo a la muerte?

Creo que es algo que yo pensé durante mucho tiempo. Cuando me fui de caza con Harry y Ron, me fui con la mentalidad de que podría no salir viva; y lo acepté. Porque estaba luchando por una buena causa y creí que entregar mi vida a ella era un buen precio a pagar.

Pero ahora es diferente.

Ahora la Guerra ha terminado y todos han hecho su mejor esfuerzo por olvidar y seguir adelante, por disfrutar su vida.

La diferencia es que yo no cuento con ese privilegio. Y si antes había creído que pagar con mi vida por la causa era una buena forma de morir, ahora ciertamente creo que no estoy lista para ello.

No desde que llegaste tú.

Perdón por comenzar de una forma tan deprimente, no es como que haya algún manual para escribir una carta de despedida a la persona que amas. Reescribí esto cientos de veces y ninguno me gustó.

Creo que era porque al final siempre me daba cuenta de que en verdad era una despedida.

No quiero despedirme de ti, Draco. Al menos no ahora.

Jamás creí que tú fueras esa persona que me pondría todo de cabeza. Fui tan sigilosa sobre esto, me encargué de que nadie se enterara para no lastimar, acepté lo que estaba por pasar y lo digerí.

Pero nunca conté con que tú serías ese desvío.

Lo había aceptado, pero hiciste que dejara de hacerlo. Te convertiste en ese desastre que inundó mi vida.

Aunque fue un desastre bastante bello, debo decir.

Estás durmiendo ahora, tu expresión es tan relajada mientras duermes y tu respiración tan tranquila que hipnotiza. Eres hermoso, Draco, pero he comenzado a creer que lo eres todavía más cuando duermes. La simple manera en que no hay ceños fruncidos y el cómo tu cuerpo se siente seguro a lado mío me reconforta.

No puedo dormir, el dolor no me deja. He dejado de tomar mis pociones doradas porque ya no quiero depender completamente de ellas, además de que ya tengo pocas provisiones. Todo lo que quiero en estos momentos es tomar una y beberla para poder dormir junto a ti.

Pero no puedo.

Porque las pocas pociones que me quedan deben ser usadas para cuando tú estés despierto e interactúes conmigo. No voy a permitir que tú sufras, ¿de acuerdo? Al menos no durante estos días.

Para cundo llegue el momento... Bueno, solo espero que no me odies y logres perdonarme algún día.

¿Sabes? También me he dado cuenta que mirarte seda mis dolores durante un tiempo. El observar tus preciosas pestañas y tu piel de porcelana me distrae de una manera tan hermosa que me hace olvidar de los dolores que tengo. Entonces, si por las noches te despiertas y sientes una mirada sobre ti, por favor no te asustes, soy yo apreciándote y tomando ventaja para no sentirme tan débil.

Hay tantas cosas que quiero decirte, tango que quiero mostrarte, pero una carta no servirá de mucho por más que lo intente. Yo solo... Quiero pedirte perdón.

Por todo el daño que te causé y por todo el daño que te causaré.

Nunca quise esto. De verdad, lo intenté con todas mis fuerzas, pero al final caí al igual que tú. Me enamoré de ti como nunca lo había hecho de nadie antes, y cuando menos lo esperé, ya era imposible mantenerte alejado de mí.

No por lo terco que eras (lo sigues siendo), sino porque yo no te quería lejos de mí.

Te quería lejos del dolor y el sufrimiento que podía causarte, pero no de mí. Y déjame decirte que ese es un terrible deseo si tenemos en cuenta mis circunstancias.

Es como querer el sol y la luna al mismo tiempo.

¿Es necesario que mencione lo mucho que te quiero? También intenté negarme eso, creí que si no me lo admitía a mí misma las cosas serían diferentes. Dije «no te amo» tantas veces, pero nunca fue para ti, sino para mí, para hacérmelo creer.

Nunca funcionó.

Te impregnaste en cada célula de mi cuerpo, y lo peor es que me gustó. Cada parte de ti en mí, me encantó y me enamoró. Tenerte se siente como un privilegio, y llámame egoísta, pero saber que tus ojos solo me miran a mí me hace sonreír cada vez que lo pienso.

Estoy tan orgullosa de ti, Draco. Enfrentaste a tus padres y también luchaste contra tus prejuicios, Abriste los ojos y te diste cuenta de que hacías mal, lo hiciste de la manera más humanamente posible y eso me hace sentir tan feliz por ti.

Daría lo que fuera por darte lo que mereces. Una vida fuera de toda esta mierda que nos dejó la Guerra y tal vez una larga vida juntos.

Pero no puedo.

Desearía poder, pero no es posible.

Por favor no te sientas culpable por nada de esto, jamás fue tu culpa y nunca quise que fuera una carga para ti. Yo me encargué de que nadie lo supiera, me encargué de esconderlo bien, por favor no te culpes.

Además, lo descubriste una vez. Aquella noche después de la playa en México. Yo olvidé tomar mis pociones a tiempo y todo cayó sobre mí como un maremoto; me puse tan mal que tú sospechaste, tomaste una de mis cartas que enviaba Charles y lo descubriste.

Luego te pusiste como loco. Nunca había mirado a nadie tan destrozado como aquella vez te miré a ti.

Verte de esa forma me hizo saber que podía sentir sufrimiento por medio de otra persona.

Jamás quiero verte así, lo único que mereces es sonreír, no llorarle a un cadáver.

Te hice un obliviate. Lo siento, entré en desesperación y fue lo único que se me ocurrió hacer. Aunque después me sentí tan culpable que pasé todo el día encerrada en mi habitación.

Nunca he sido muy buena con las palabras, pero con todo esto quiero disculparme, ¿bien? Nunca quise lastimarte, ni siquiera cuando aún no me enamoraba de ti. Yo te quería lejos de todo este desastre.

¿Recuerdas la regla número quince? Creo que ahora comprendes por qué era tan importante. De igual manera, lo siento. Creo que nunca tendré suficientes palabras o tiempo para decir cuánto lo hago.

Eres la persona que menos quería que saliera herida.

Ojalá no me odies.

Ojalá algún día me perdones.

Te hice una promesa aquel día cuando patinamos, ¿no? Te dije que jamás iba a dejarte. Pienso cumplirlo, Draco. Me veas o no me veas, me sientas o no me sientas, estaré siempre contigo a tu lado, en cada paso, en cada respiración, en cada sonrisa. Por favor, haz todo lo que nunca pude y disfruta tanto de la constelación Lyra así como yo lo hubiera hecho.

Quiero que sepas que no voy a dejarte, seré parte de tu vida. Y estaré encantada de mirar que te enamores de alguien más de la forma en que lo hiciste de mí, estaré encantada de mirar cómo formas una hermosa familia y cómo vives feliz.

Me habría encantado ser yo ese alguien, pero estaré conforme con lo que sea que pase después.

Porque te amo. Y si tú eres feliz, yo soy feliz.

Pasado mañana es el día, probablemente antes de dormir te bese muchas veces para recordarte lo importante que eres para mí. Probablemente tú no sepas que me estaré despidiendo de ti. Probablemente llores cuando encuentres que yo siga dormida. Probablemente te culpes y sientas tu corazón apachurrarse mientras lees esto.

Pero estaré contigo en cada momento.

¿Tienes miedo de morir? Yo ya no. Pasar una eternidad en quién sabe dónde solo para mirarte vivir feliz no parece tan malo ahora que lo pienso.

Eres mi día y mi noche, Draco. No lo olvides.

Te ama,
Hermione

•••

Él no sabía qué pensar o qué sentir. Su cabeza estaba hecha un caos y cada sección de su interior dolía como si hubiera fuego ardiendo. Sentía su latidos tan lentos que los podía escuchar. Su cráneo todavía tenía sangre seca pegada a su cabello y su cuerpo se sentía débil.

Sin embargo, su mente estaba en blanco.

Era como si una parte de él hubiera muerto cuando Granger lo hizo, y ahora estuviera solo un fantasma de lo que fue.

Draco quería retroceder el tiempo, tan solo unas horas para estar unos minutos con ella.

Estaba furioso. Granger había sabido que esto pasaría todo el tiempo y nunca lo explicó, nunca le advirtió y, por tanto, nunca lo preparó para el dolor.

Si hubiera sabido cuánto dolor ella le causaría, probablemente...

No, aún así él lo habría vivido. Una y otra vez.

Pero seguía molesto. No le había dado tiempo de despedirse, no le había dado oportunidad de apreciarla una última vez, o abrazarla, o besarla...

Solo había dejado una carta. Una jodida carta que no arreglaba nada. Lo único que hacía era apachurrar su corazón cada vez que veía el pergamino tirado a unos cuantos centímetros suyos.

Pero a pesar de que estaba furioso, estaba todavía más triste. Sentía un vacío doloroso en su pecho que se encargaba de no detener sus lágrimas, quería que pararan, pero cada vez que recordaba a Granger flácida y pálida sobre sus brazos, él sentía esa opresión cada vez más dolorosa.

Triste no era el adjetivo correcto. Draco se sentía devastado. Destruído. Vacío.

El amor de su vida había muerto y no había podido hacer nada para impedirlo.

¿Siquiera la volvería a ver? ¿Existiría algún lugar donde ambos pudieran volver a encontrarse?

Ella había dicho que, sin importar lo que pasara, estaría a su lado. Dijo que no lo abandonaría.

Pero él no podía sentirla.

Era un vacío sinfín.

Era nada.

Y entonces él volvió a llorar de nuevo mientras su cabeza cayó hacia atrás recargada en el colchón.

⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯

—... que no. Esto es imposible.

—Tiene que haber una explicación...

—... lo dije... Solo...

—No.

—Entonces no entiendo...

—... lo permitió... merece...

—¡No!

—¿Por qué no?

—... no hay discusión... agradecerle...

—No voy a...

—... por él.

—... ¿traerlo a ella?

—Sí.

Su cabeza palpitó con dolor. Soltó un quejido. Las voces callaron y luego todo volvió a ser oscuridad.

⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯

Tal vez habían pasado días, él no tenía idea. Después de haber llorado hasta sentir que se drenaba, se sintió tan débil que solo se mantuvo en una posición muy incómoda en el suelo, todavía recargado en el colchón.

Miraba la pared, haciendo absolutamente nada.

No sentía que nada tuviera sentido ahora. Nunca había creído que la muerte de alguien tuviera tal impacto en su vida, nunca creyó amar tanto a alguien hasta el grado de morir cuando esa persona muriera también.

Se intentaba consolar con el hecho de que, si Granger lo hubiera dejado despedirse, no sentiría esa opresión en su pecho. Pero sabía que, aún si hubiera sido así, no habría tenido el valor para dejarla ir.

Ella era suya. ¿Por qué debía dejar ir algo que era suyo? Él le pertenecía tanto como ella a él. Habría dado lo que fuera para mantenerla a salvo.

Si tan solo le hubiera dado la oportunidad.

Se sintió desvanecer durante horas. Tenía un nudo en su garganta todavía pero ya no lloraba, tal vez se había deshidratado de tanto llorar y ya no había más lágrimas por soltar.

Pero Draco no creía que eso fuera suficiente.

No podía pensar en nada que no fuera ella.

Granger estaba grabada como tatuajes en su piel, y no había manera de sacarla. La sentía en cada sección de su cuerpo y alma, y no sabía si eso era mejor o peor.

De cualquier forma, dolía.

Después de mucho tiempo, logró ponerse de pie; y apenas lo hizo, se dio cuenta de que el haberse sentido desvanecer no había sido del todo por Granger, sino por el golpe que tenía en el cráneo y que se le había estado desangrando durante tantas horas.

A leguas llegó al baño solo para mirarse al espejo y aplicar un hechizo que le ayudara a curarse el golpe. Batalló durante muchos minutos, porque a medida que sentía cómo la herida cicatrizaba, lo único que pensaba era en cómo la había obtenido.

Potter lanzándolo lejos de Granger. Como si ellos tuvieran más derecho sobre ella después de lo que la hicieron pasar durante los últimos días.

Ellos merecían más golpes que...

Sus pensamientos y su hechizo se detuvieron cuando escuchó la puerta de la habitación abrirse de un empujón rápido y apurado.

Se quedó en el baño, tan atento como podía en su estado, y mientras escuchó los pasos calculados que había en su habitación.

Por un estúpido momento, la idea de que fuera Granger pasó por su cabeza y casi lo hizo salir a revisar. Pero justo a tiempo una voz en su cabeza le hizo saber que eso sería muy tonto.

—¡Malfoy! ¿Dónde demonios estás?

Harry Jodido Potter.

Salió del baño antes de pensárselo mejor, avanzó por puro instinto e impulso y regresó a la habitación. Potter estaba dándole la espalda, y apenas le gritó su apellido antes de lanzarle un maleficio.

Tal vez advertirle fue una mala idea, porque a veces Draco olvidaba que ese muchacho era Harry Potter y que había vencido al mago más tenebroso de los tiempos; así que apenas se giró, activó un protego sin problema que esquivó su maleficio.

Draco arrojó otro. Y otro. Y otro. Uno tras otro.

Pero todos los detuvo sin esfuerzo.

Aunque eso sí, se veía molesto.

—Joder, Malfoy. Detente.

Pero él no lo hizo. Por fin algo estaba funcionando. Sentía que podía desahogarse de una forma, y estar arrojando maleficios a Harry Potter sin la preocupación de lastimarlo o no era una buena manera de hacerlo.

Él lo había alejado de sus últimos momentos a lado de Granger. Lo merecía. Él se la había prácticamente arrebatado de sus brazos para entregársela a Weasley. Si tan solo se hubieran preocupado por ella antes de toda esa mierda.

Las cosas habrían sido tan diferentes. Ellos no sabían el efecto que tenían sobre Granger. Tal vez el no haberse molestado como unos niños caprichosos le habrían dado unos últimos días menos depresivos.

Pero ahora él podía vengar todo eso. Podía seguir enviando maleficio tras maleficio hasta que Potter se cansara y obtuviera uno. Entonces Draco tomaría la ventaja y lo haría sangrar.

—¡Detente! —le gritó Potter, ahora más bien frustrado, pero aún desviando todo lo que le enviaba—. ¿Ni siquiera vas a preguntar por qué estoy aquí?

—¡Tú me alejaste de ella! —rugió. Arrojó un maleficio más y esta vez estuvo cerca de darle. Eso le dio esperanza y se siguió batiendo en el duelo—. ¡Pude haber hecho algo!

—¿Ah, sí? ¿Como qué?

—¡Cualquier cosa! ¡Lo que sea!

Potter resopló. Esta vez él fue quien arrojó un maleficio y apenas fue suerte que Draco lograra desviarlo.

—Ella ya estaba...

—¡NO LO DIGAS!

La varita de Draco tembló en su lugar y dejó de arrojar los maleficios. Su cuerpo entero comenzó a titiritar y apretó su varita alrededor de su mano, firmemente apuntándola hacia él. Su ceño estaba muy fruncido y su mirada era mortal, aunque al mismo tiempo destruída.

Potter lo miró, lo observó y lo analizó. Y después de unos segundos, pareció comprender algo. Parpadeó con algo parecido a la confusión y luego alzó ambas manos, elevando su varita de manera que la punta estaba hacia el techo. No a él.

Se estaba rindiendo.

Poco a poco, guardó su varita y volvió a alzar las manos.

Draco lo miró desde la misma posición, confundido.

—Está bien —suspiró Potter—. Si quieres maldecirme, adelante. Hazlo hasta que sangre si eso quieres... Pero entonces no sabrás qué es lo que vine a decirte.

—No lo sé, Potter —replicó con una sonrisa falsa y ladina—. La oferta es muy tentadora. Un Sectusempra de ragalo por el que tú me diste en sexto año, ¿no crees?

—Entoncez hazlo.

Draco avanzó hacia él, todavía con su varita en triste y esa mirada mortal.

—Sería muy satisfactorio —amenazó.

—Hazlo, Malfoy. Pero entonces no te enterarás de lo que vengo a decirte.

—¿Y qué es eso que quieres decirme?

Potter guardó silencio y miró hacia la varita de Draco con intención.

—Primero necesito que te calmes, y que vengas conmigo sin ganas de asesinar a Ron o a cualquier otra persona que veas.

—Oh, Potter... Ustedes son exactamente las primeras de las muchas personas que quiero asesinar en estos momentos.

Él no respondió al instante, solo volvió a mirar la varita de Draco, de repente ahora más relajado.

—Bájala y mantén la calma.

Apretó la mandíbula, se quedó estático en su lugar y apretó tanto su varita que sus dedos dolieron. Lo pensó durante varios segundos, solo tratando de ocultar las ganas que tenía de hacer sangrar a Potter y luego a Weasley, pero luego comprendió que eso no ayudaría.

Él seguiría sintiéndose igual de devastado.

¿Qué más tenía por perder?

—Habla —masculló, y después de otros segundos más, bajó la varita.

Y el jodido Potter se dio el tiempo para guardar la tensión en la habitación. Y justo cuando Draco comenzó a creer que moriría de la desesperación, habló:

—Hermione está viva.

•••

Corrió como nunca lo había hecho, ignorando los llamados que le hacía Potter detrás de él.

Atravesó los pasillos sin importarle nadie más, no pidió ayuda en recepción, no le preocupó si derrumbaba a alguien en el camino. Como horas antes, su mente solo estaba ocupada por Granger.

Ella estaba viva.

No podía explicar la manera en que esas palabras lo hicieron sentir apenas salieron de la boca de Potter. Sus piernas se habían sentido débiles y una sensación extraña había recorrido todo su cuerpo, pero el alivio que lo inundó fuen tan placentero que las lágrimas habían decido volver a asomarse.

Apenas Potter dijo que estaba en San Mungo, él no esperó más y desapareció. Ahora seguía corriendo en dirección a ella, donde sea que estuviera, él la cuidaría. Él no la dejaría esta vez.

No la perdería de nuevo.

Llegó hasta el cuarto piso. No supo por qué, tal vez fue la costumbre de ir directo a la habitación de su madre, pero una vez llegó, vio tantas personas y tantos pasillos a dónde ir que se desesperó y empezó a mirar hacia todos lados.

¿Dónde está ella?

¡Malfoy!

Él se giró justo a tiempo cuando Potter lo alcanzaba.

—¿Dónde está? —preguntó—. ¿En qué habitación?

—Espera —masculló, un poco agitado al igual que él—. Hay algo que tengo que decirte primero.

—¡Puedes hacerlo después! —gritó, llamando la atención de varias personas que no dudaron en curiosidad—. ¡Ahora necesito verla!

—Lo sé, Malfoy. Pero...

—¿En qué habitación? —interrumpió, y tal vez fue la desesperación y súplica en su voz lo que lo hizo responder:

—En el pasillo 28, ala este.

Draco no esperó más. Sus pies se movieron automáticamente y lo llevaron a la dirección de la habitación como si ya hubiera estado ahí antes.

Corrió de nuevo, haciéndose paso entre la gente para poder llegar. Hasta que pronto comenzó a hacerse más difícil porque habían tantas personas en todas partes que tuvo que disminuir su velocidad.

Llegó a una especie de sala de espera y ahí había gente que conocía y otra que con trabajo recordaba su nombre u apellido. Estaba Longbottom, Lovegood, la chica Weasley... Y eran todos los que él reconocía.

Y de repente comenzó a sentir rabia.

Si Granger había sido tan reacia a decirle la verdad a él, a sus padres, o incluso a Potter o Weasley, ¿con qué derecho se creían ellos para traen a tanta más gente?

Se detuvo justo cuando la mayoría de las miradas viajaron hacia él. Y Draco pudo jurar que más de la mitad no eran miradas buenas y amigables, lo miraban como si él fuera el culpable de todo o como si fuera la peste que recién acababa de llegar.

Afortunadamente, en su mente solo estaba Granger y poco le importó eso.

—¿Dónde está? —preguntó, avanzando hasta llegar al pasillo que tenía las únicas tres puertas de la sala.

La chica Weasley fue la primera en interponerse en su camino.

—Wow, wow, wow —dijo, alzando una mano hacia él que casualmente traía su varita—. ¿Y a ti quién demonios te invitó?

Draco la ignoró e intentó rodearla, pero tal cual irritante, siguió sus pasos y se mantuvo alzándole una ceja, esperando su respuesta. Él casi resopló de la frustración, dispuesto a mover o empujar a quien fuera que se pusiera frente a él, pero no hizo falta porque la voz de Potter resonó detrás suyo.

—Ginny —llamó y ella lo miró—. Déjalo pasar.

—¿A él? —preguntó, ahora con ambas cejas arriba, muy sorprendida.

Potter debió de haber asentido con la cabeza porque luego de unos segundos ella se hizo a un lado, aún sin notarse muy convencida. Draco caminó más hacia adelante, todavía sin saber a qué puerta entrar pero con la intención de probar todas; sin embargo, la voz del azabache volvió a resonar.

—Malfoy, tienes que saber algo primero.

Él no respondió. Alzó la mano para probar la primera puerta, pero apenas tocó el pomo, la segunda puerta a su izquierda se abrió bruscamente.

De ella salió un medimago castaño muy apresurado e histérico.

—¡¿Dónde carajo está Malfoy?!

Draco casi corrió hasta él justo al tiempo donde Weasley también salía de la puerta y lo miraba, igual de histérico y desesperado.

—¡Joder, apúrate! ¡Está teniendo un infarto!

Hubo murmuros, chillidos y cuchicheos en toda la sala de espera, pero Draco no prestó atención a ninguno mientras se adentraba a la puerta y el medimago cerraba la habitación detrás de él.

Viajó su mirada por todas partes apenas entró, y entonces la miró.

Ella estaba despierta. Había decenas de aparatos rodeándola y llevaba tantas intravenenosas que no sabía por dónde mirar. Traía una mascarilla que parecía otorgarle oxígeno y luego estaba todo lo mágico: cientos de luces y hologramas encima de ella que poco a poco estaban cambiando de color hasta llegar a un rojo sangre y finalmente a un negro. Parecían tumores apoderándose de su sello mágico.

Eran los diagnósticos más avanzados que él hubiera visto, pero no necesitaba conocerlos para saber que estaban muy mal.

Granger miraba al techo, tenía los ojos llorosos y parecía estar luchando por recuperar oxígeno.

Y antes de que Draco pudiera siquiera darse cuenta, ya estaba a lado suyo tomando su mano.

Seguía igual de helada que cuando la había tomado en brazos horas antes.

—Hermione —llamó, pero ella no lo miró—. Hermione, mírame. Vas a estar bien, lo prometo. Vamos, mírame, por favor.

Pero Granger siguió con la mirada al techo, parpadeando con dificultad.

Él se giró hacia el medimago.

—¡HAZ ALGO!

—¡En eso estoy! —replicó, moviendo su varita de un lado a otro mientras las luces se movían igual; parecía como si estuviera escarbando entre las bolitas rojas para encontrar algo—. Solo sostén su mano, yo haré lo demás.

A Draco le pareció la orden más estúpida, pero no alcanzó a procesar mejor la situación y regresó con Granger.

—Vamos... —masculló entre dientes, ajeno a que su propia mano estaba comenzando a temblar sobre la de ella—. Granger, esto no tiene que terminar así.

Ella parpadeó lentamente. Luego soltó un chillido, y entonces Weasley explotó:

—¡Los signos, Charles, los signos! —gritó.

Y entonces este pareció reaccionar. Siguió rebuscando entre los diagnósticos mágicos de Granger hasta que pareció encontrar una especie de núcleo que brillaba con más intensidad que las demás; luego miró a Draco.

—Háblale —ordenó.

—¿Qué?

—¡Habla con ella, maldita sea! ¡Solo tú puedes traerla de vuelta! ¡Háblale sobre sus recuerdos, no lo sé!

Charles volvió a su búsqueda entre los diagnósticos y Weasley se mantuvo a lado de una máquina que nunca en su vida había visto. Ambos parecían estar muy centrados en su parte, así que Draco hizo lo mismo, se giró hacia Granger e intentó relajarse antes de hablarle en voz baja:

—¿Hermione? —llamó, ignorando los gritos de Weasley que le decían que el infarto estaba cada vez peor—. Sé que estás ahí. Soy Draco, el idiota que te hizo la vida imposible en Hogwarts, ¿recuerdas? Egocéntrico, egoísta, narcisista, apático, hijo de puta con todo el mundo... Excepto contigo. Podré odiar a muchas personas, ¿sabes? Pero a ti no. Jamás podría odiarte —Apretó de nuevo la delgada y frágil mano de Granger, pero ella solo parpadeó, sus ojos todavía en el techo—. Necesito que seas fuerte, así como lo fuiste todos estos años. Necesito que luches contra esto porque todavía hay muchas cosas que tenemos que hacer. Aún no hemos visitado la Biblioteca de Alejandría, Granger; dijiste que lo haríamos algún día.

—¡Está funcionando! —gritó Charles. Y los ojos de Granger miraron las luces, que de repende comenzaron a separarse unas de otras para dejar paso a ese núcleo brillante que antes habían hallado—. ¡Sigue hablándole, Malfoy!

Draco tragó saliva y volvió a ella.

—Me golpeaste el primer día que llegué a la habitación de la biblioteca, ¿recuerdas? —preguntó, reprimiendo una sonrisa melancólica—. Me rompiste la nariz de nuevo, aunque luego usaste un hechizo contra mí que igual me dolió hasta el culo. Te llamé perra tantas veces —añadió con una risa preocupada—, te encerré contra la pared para mostrarme intimidante ante ti, pero en realidad lo hacía porque necesitaba control: porque tú me intimidabas a mí, de alguna jodida manera. Me juré hacerte la vida imposible de nuevo, hice cosas estúpidas para molestarte; como cuando llegué todo sudoroso después del entrenamiento, ¿recuerdas? Después de odiarnos y molestarnos mutuamente decidiste hacer ese pergamino con las reglas.

»Mencionaste la regla número quince y mi única reacción fue reírme... Joder, Granger, ahora soy yo el que me río de mí mismo. Debí haber sabido que me enamoraría de ti desde el momento en que entré ahí y te miré a los ojos. Debí haber imaginado todo el desastre que causarías en mí. Debí haberme prevenido, porque llegaste a destruir todas las barreras que había elevado a lo largo de los años. Y lo peor es que lo hiciste sin siquiera darte cuenta; esa jodida mirada inocente tuya, esos labios tan deseables, esas actitudes tan insoportables, esa nobleza tan admirable, esa ambición tan...

Su voz se quebró. Tragó saliva otra vez, dándose cuenta que el nudo en su garganta dolía. Alzó la mano de Granger y dejó un beso sobre su nudillo.

—Me enamoré perdidamente de ti —susurró—. De cada facción de tu rostro, de cada parte de tu cuerpo, de cada pensamiento, de tu voz... Y te prometo, Granger, que jamás me había sentido así por nadie. Jamás dejaría que nada te pasara, así que por favor, lucha. Encontraremos una salida, tú vivirás todo lo que mereces. La heroína de Guerra no debe terminar en San Mungo por una maldita maldición de un tipo que está en Akzaban. Tú no puedes morir hoy, Hermione, vamos, mírame... Si mueres, yo querré asesinar a Dolohov de las formas más terribles existentes, y una vez que lo haga, me condenarán a Azkaban a mí. No queries eso, ¿cierto?

Draco no se había dado cuenta de cuánto había extrañado el color de sus ojos hasta que estos lo miraron. Fue un pequeño movimiento, pero Granger lo miró y con dificultad dejó su atención en él.

Y luego le regresó el apretón de manos.

Él sintió las lágrimas caer, pero no supo de qué eran exactamente.

—Claro que no quieres eso —dijo, medio sonriendo y medio llorando—. Eres tan controladora que necesitas dejar todo en orden antes de irte, ¿no? Bueno, te lo estoy diciendo. Si mueres, yo iré a por Dolohov y causaré tanto caos como te puedas imaginar.

Otro apretón.

Draco sintió su corazón acelerarse.

—¡Lo encontré! —gritó alguien, pero no reconoció quién lo dijo porque él solo miraba a Granger.

Suspiró temblorosamente.

—Dijiste que no harías un mal movimiento, Granger —le dijo, recordando la noche en China cuando le contó sobre la historia del hilo rojo—. Dijiste que no me romperías. Has dicho tantas cosas... También dijiste que no me dejarías. No lo hagas, por favor. No eres de esas que no cumplen sus promesas, ¿cierto?

Ella cerró los ojos y su agarre se aflojó. Draco sintió que el alma se le fue de nuevo, y estuvo a punto de gritar histérico a Weasley y Charles cuando se detuvo para observar las lágrimas que cayeron sobre sus mejillas.

Y luego su pecho se elevó en un limpio respiro.

Las luces de los diagnósticos se dispararon por toda la habitación hasta que hubo un resplandor brillante que lastimó la vista de todos.

Después hubo solo oscuridad, las luces desapareciendo por completo.

Silencio.

Silencio.

Silencio.

Y entonces el pequeño pitido que indicaba que ella estaba bien.

Charles movió su varita y regresó toda la luz, avanzó hasta Granger —Draco todavía a su lado, incapaz de alejarse, soltar su mano o dejar de mirarla— y luego agitó la magia sobre ella para arrojar otros diagnósticos.

Draco escuchó un suspiro aliviado de su parte.

—Funcionó —dijo—. Ella estará bien por el momento. Tenemos más tiempo para encontrar cómo ayudarla.

—¿Cuánto? —preguntó Weasley bruscamente, y Draco miró al medimago para esperar su respuesta también.

Pero este lo miró a él.

—Tanto tiempo como tú estés cerca de ella.

•••

Después de haber conseguido que lo dejaran solo con Granger unos minutos, él se había quedado mirándola en medio del silencio y en la soledad de la habitación.

Estaba dormida, o al menos eso parecía. Pero estaba bien, su temperatura corporal había subido y ahora estaba menos pálida a como la había encontrado antes. Sus ojeras seguían siendo cansadas y su cabello estaba hecho un desastre; había sangre seca en algunos rizos, y él se preguntó cuándo ella había sangrado.

Esperó con la esperanza de que ella despertara, pero pasaron las horas y ella siguió dormida; sus respiraciones lentas y relajadas, aunque de vez en cuando parecía hacérsele difícil.

Él le habló.

Siempre había creído estúpido hablarle a una persona que estuviera dormida o en coma. No era fiel creyente de que pudieran escucharlo y creía que era solo una pérdida de tiempo.

Pero ahora creía con firmeza que ella lo escuchaba.

Así que siguió hablándole hasta que su lengua se secó y ya no pudo hablar más. Hubiera seguido con ella tanto tiempo como su cuerpo se lo hubiera permitido, pero entonces llegó la chica Weasley a decirle que Potter y Weasley lo buscaban y que ella se quedaría a cubrirlo.

No quiso irse al principio, pero ella no parecía querer irse a ninguna parte, así que con un gruñido él se levantó y salió de la habitación, dándole una última mirada a Granger antes de cerrar la puerta.

Afuera había menos gente que antes, pero todavía quedaba la mayor parte que no parecía agradarle.

Miró entre la sala de espera hasta que encontró a Potter al otro extremo, llamándolo con la mirada para que lo siguiera. Se dio la vuelta y empezó a caminar, Draco yendo detrás de él.

Llegaron hasta una puerta en otro pasillo y luego entraron. Ahí se encontraba Weasley y el medimago, nadie más.

—Bien, ya estamos todos —masculló Weasley, de pie en una de las esquinas y con ambos brazos cruzados. Se giró hacia el medimago—. ¿Ahora puedes decirnos por qué carajo Malfoy es el respondable de mantenerla viva? Porque yo creo firmemente que es lo contrario, de no ser por su estupidez, habría notado todo antes.

—Cierra la boca, Weasley. Ella tiene la maldición desde finales de quinto grado y ustedes tampoco se dieron cuenta.

Él lo miró, molesto.

—Sí, pero para ese encontes ella todavía no tenía síntomas y...

—¡Suficiente! —bramó Potter. Avanzó hasta el sofá que estaba en el centro y se sentó, cansado. Miró al medimago—. Charles. Solo explícanos.

Él asintió.

—Hermione llegó a San Mungo tan pronto como terminó su año escolar. Yo no fui el primero en revisar su caso, fueron al menos otros tres medimagos, pero cuando no pudieron encontrar respuestas me llamaron a mí. Yo estudié su caso durante casi un año entero, y luego llegué a la conclusión de que era una maldición nueva y que no tenía cura. Después de unas semanas más, comprendí la gravedad del asunto cuando ella empezó a presentar síntomas; eran ligeros y nada comparado a como lo son ahora, pero hice diagnósticos y cuentas hasta que deduje que iría de mal en peor... Y luego entendí que el final de todo era... —No terminó de decirlo, pero Draco estaba segura de saber cuál era la palabra—. En fin, le dije a Hermione que necesitábamos tratarla cuanto antes, pero ella se negó, diciendo que necesitaba ir de caza con ustedes, Harry y Ron. Intenté convencerla, pero nada funcionó. Le di instrucciones por si las cosas empeoraban, pero no tengo idea de si siquiera las siguió.

»Para cuando ella volvió de caza, la maldición había avanzado considerablemente. Pero no perdí la esperanza y seguimos viéndonos a escondias en San Mungo para seguir los pasos de la maldición e intentar encontrar una cura. Buscamos por todas partes e intentamos de todo, pero nada funcionó, nada ni siquiera hizo que la maldición avanzara más lento... Ella decidió que recurriría a los libros, y su única opción fue regresar a Hogwarts en busca de una cura. Y ahí es cuando entra él.

Charles lo apuntó, y de repente tenía a un Weasley y un Potter ceñudos mirándolo.

Draco alzó una ceja.

—¿Yo qué?

—Tú estuviste trabajando con ella para encontrar una cura, obviamente con otra versión de lo que era la verdad. Ella pasó horas cada día encerrada contigo en una habitación mientras buscaban y buscaban. Hermione vino algunas veces a San Mungo cuando sintió que la maldición era demasiado, y por más que yo seguía buscando una forma de ayudarla, no lo hallaba. Luego de unos meses... Encontré la muerte cada vez más cercana, y cuando se lo dije, ella perdió toda esperanza y se rindió.

Hubo un silencio sepulcral en la habitación. Weasley y Potter apartaron la mirada y se concentraron en sus propios pensamientos, pero Draco se mantuvo mirando al medimago.

Le entrecerró los ojos.

—Hay algo que no has dicho —dijo—. Suéltalo.

Charles negó con la cabeza inconscientemente, como si intentara comprender algo.

—Es que no lo entiendo —murmuró, más para sí mismo que para todos los demás—. Los diagnósticos y todos los exámenes decían que ella contaba con un mes exacto de vida. Hoy se suponía que la maldición tomaría control completo sobre ella, hoy se suponía que ella moría. Entonces, ¿qué demonios fue lo que cambió? Pensé que estaba muerta cuando Harry y Ron la trajaron aquí, y por un momento creí que era solo hora de contarles la verdad, pero me la entregaron con pulso, ella seguía viva cuando llegó aquí. Apenas, pero todavía.

»Entonces, hice todo lo que estuvo en mis manos hasta que logré mantenerla estable durante unas horas, aunque tuve que estar a lado de ella en todo momento para establecer su temperatura y su pulso; mantener la maldición a la raya. Pero todo eso no era posible, mi cabeza no dejaba la pregunta de qué demonios había pasado... Pero ahora lo sé, estuviste con ella todo este mes, ¿no, Malfoy?

Él mantuvo silencio.

Potter y Weasley lo miraron, esperando su respuesta, y él comenzó a sentirse repentinamente incómodo. Rodó los ojos y se encogió de hombros.

—Bueno, tal vez, sí. ¿Qué si fue así?

Pero entonces Charles elevó una sonrisa sobre sus labios.

—¿Es que no lo entiendes? —preguntó, avanzando hacia él con una mirada de admiración—. Estar contigo la ayudó de alguna forma. Estar contigo logró paralizar la maldición durante al menos unos minutos para que yo pudiera establecerla.

—¿Cómo es eso posible? —preguntó Potter, poniéndose de pie y alternando su mirada entre Draco y el medimago.

—Su núcleo mágico —respondió Charles, todavía con esa mirada de admiración—. Debió haberse unido con el de Hermione de alguna forma. Ellos pasaron demasiado tiempo juntos, es un caso muy raro, pero puede existir —Se giró hacia Weasley y Potter y les sonrió—. La maldición seguía, pero cuando su núcleo mágico estaba cerca de ella, funcionaba como una especie de escudo que la ayudaba a manejarlo mejor, la ayudaba a obtener tiempo.

—Pero ella no mejoró desde meses atrás, según dices, solo mejoró hace unas semanas —habló Weasley.

—No funcionó antes porque solo hacía falta que el núcleo de Hermione lo aceptara. Ella lo rechazaba, estaba tan decida a alejarlo que repelía su núcleo.

—En inglés —gruñó Draco.

Charles se giró hacia él y avanzó un poco más.

—Tu núcleo mágico le perteneció al de Hermione desde los primeros días —dijo—. Solo era cuestión de que ella aceptara que su núcleo también le pertenecía al tuyo y entonces ese escudo estaría disponible... Es como...

—Almas gemelas —terminó Potter.

—Exacto —confirmó Charles.

—¿Entonces... no soy culpable de...?

Pero el medimago lo interrumpió:

—Tú tienes un efecto sobre ella que nadie más tiene, Malfoy. Nunca fuiste el culpable de nada, tú fuiste el respondable de mantenerla viva.





















———

¿Ahora entienden por qué Hermione sentía menos el dolor cuando aceptó estar con Draco? Es una explicación más larga y compleja eso de los núcleos pero lo resumí porque el capítulo ya estaba siendo muy largo, tal vez en el siguiente le agregue.

—nico🐑

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top