El baile
—Señor, Malfoy, vaya a la enfermería a que le revisen esos golpes y una vez que termine, acuda a la oficina de la directora McGonagall —anunció el profesor, quien aún sostenía ambas varitas con firmeza. Poco después el hombre se giró a Hermione—. Y usted, señorita Granger, es quien menos está lastimada, así que iremos con la directora ahora mismo.
Hermione no tuvo tiempo de responder, y tampoco la cara para girarse y enfrentarse a la expresión furiosa de Malfoy, así que sólo asintió y se dio la vuelta para salir del aula.
Esperó afuera del lugar durante unos segundos más hasta que escuchó el zapateado molesto de Malfoy y, sin saber si la miró o no, sólo lo escuchó alejarse en dirección a la enfermería. El profesor salió después de él y avanzó sin decir nada más, Hermione siguiéndolo.
Mientras caminaba, ella no podía dejar de sentirse culpable. Lo único que se repetía en su mente era la mirada furiosa, desesperada y confusa que Malfoy había tenido cuando ella lo atacó con sus muchos hechizos. Hermione hizo honor a su casa —de una mala manera— y actuó tan impulsivamente que lo lastimó.
Y en su mente no paraba de repetirse ese preciso instante: cuando su varita salió volando lejos de su agarre y, entonces de repente, salió de su trance para darse cuenta de lo que había hecho.
Estuvo mal. Demasiado, y necesitaba disculparse con él.
—Directora McGonagall, lamento interrumpir en sus deberes, pero vengo a reportar un pequeño problema —dijo el profesor de DCAO, quien ya había llegado a la oficina de Minerva y Hermione ni siquiera lo había notado por estar sumida en sus pensamientos.
—Pasen.
Hermione, con la cabeza gacha aún por la vergüenza, caminó hasta entrar en la oficina y luego escuchó cómo el profesor cerró la puerta detrás de ella. Por el rabillo del ojo, pudo ver que Minerva dejó de leer y les prestó atención, dando un asentimiento con la cabeza para que el hombre
pudiera hablar.
—El tema de la clase de hoy fue práctica —comenzó—. Pedí a todos que hicieran pareja para que uno jugara el papel de atacante y el otro de defensa, utilizando sólo hechizos que no fueran peligrosos... Más hubo un problema con la señorita Granger y el señor Malfoy (quienes estaban emparejados), y aquí la presente comenzó a usar demasiados hechizos en contra del señor Malfoy, que lo terminaron dejando muy lastimado. Como represalia, puedo apostar, este mismo también jugó contra la señorita Granger en el final, ambos lastimándose mutuamente.
«He enviado al señor Malfoy a la enfermería inmediatamente porque era el que más lo necesitaba. Sin embargo, necesito terminar mi clase y entonces estoy aquí con la señorita Granger para que usted se haga cargo de ello.
Hermione, incluso queriendo que la tierra se la tragara, se armó de valor para enfrentar las consecuencias y alzó la mirada hacia Minerva, cayendo exactamente en sus grandes y sabios ojos marrones.
Se miraron sólo unos segundos antes de que la bruja mayor se girara hacia el profesor.
—Puedes irte a terminar tu clase, Dante —le dijo—. Yo me encargaré de la señorita Granger y el señor Malfoy.
El hombre asintió y luego salió sin decir una palabra más. Hermione y Minerva, en cambio, se quedaron en silencio durante casi un minuto antes de que la morena soltara todo.
—Lo siento, lo siento —dijo con culpa, acercándose hasta el escritorio de la mujer—. De verdad no sé en qué estaba pensando cuando lo hice. Parecía que mi varita tuviera vida propia porque no podía dejar de lanzar hechizo tras hechizo contra Malfoy. Mi intención nunca fue lastimarlo como lo hice, no quería que tuviera que recurrir hasta la enfermería...
—¿Es eso en tu mejilla lo que el señor Malfoy te hizo, Hermione? —preguntó Minerva de repente, como si ella nunca hubiera hablado.
—¿Qué?
Hermione frunció el ceño, pero luego de seguir la mirada de la mujer hasta sí misma, se llevó la mano hasta su propia mejilla y la acarició hasta que sintió un extraño y casi espeso líquido. Se miró el dedo y este estaba apenas manchado de sangre.
No era como que le doliera, en realidad lo había olvidado por estarse reprendiendo mentalmente de haber hecho lo que hizo.
—Eh, sí —murmuró—. Malfoy lo hizo, pero... No tuvo la culpa. Quiero decir, no fue su intención. O tal vez sí lo fue pero en realidad yo lo merecía. Se suponía que él se defendería con escudos pero mis hechizos fueron demasiados y Malfoy sólo intentó defenderse.
—De igual manera, no debió haber atacado.
—Lo sé, Minerva, pero yo tampoco debí haberlo hecho —dijo de nuevo, intentando disculparse con ella y dando un paso más hasta llegar por completo a su escritorio—. Si él no hubiera lanzado este hechizo que golpeó mi mejilla, yo no habría logrado salir de mi trance y pude haberlo lastimado más.
—El profesor Kane pudo haber tomado cartas en el asunto. Así serías sólo tú quien estuviera tomando las represalias aquí y el señor Malfoy sólo unos minutos en la enfermería. Sin embargo, como es Hogwarts, todo el colegio sabrá lo que pasó en menos de un día y, tal cual siempre pasa, las cosas se malinterpretarán de boca en boca y creerán que fue el señor Malfoy quien quiso atacarte a ti y tú sólo lo hiciste en defensa propia; dejándolo de nuevo, como todos quieren verlo: un villano.
Hermione abrió y cerró la boca tal cual pez fuera del agua. No había pensado las cosas de esa manera.
—Pero... —balbuceó, frunciendo el ceño—. ¿Estás... Insinúas que si él no se hubiera defendido, todo habría estado mejor?
La mujer inclinó un poco la cabeza.
—Es un punto de vista —dijo, y fue casi una afirmación.
—¡Es injusto! —protestó Hermione, ahora aferrándose al respaldo de la silla que tenía delante—. ¡Malfoy sólo intentaba defenderse de mí! ¡No merece que tome lo malo de esto! Minerva, te lo suplico, arregla esto. De verdad siento lo que hice, no volverá a pasar. Por favor no castigues a Malfoy por esto. Lo siento dem...
—No es conmigo con quien debes disculparte, Hermione —interrumpió la mujer. La morena cayó de golpe.
Era cierto.
¿Pero cómo se suponía que le pediría perdón?
Hermione quedó aturdida y aflojó su agarre en la silla que tenía delante, luego bajó la mirada y frunció la boca mientras pensaba en todos los problemas que le estaba causando su ahora recurrente impulsividad.
Escuchó cómo la silla de enfrente dio un chirrido y alzó la cabeza para mirar a Minerva rodear el escritorio y caminar hasta ella. Cuando lo hizo, medio sonrió a modo comprensivo y dejó una mano sobre el hombro de Hermione para luego darle un ligero apretón.
—No te preocupes por lo que sea que pase con el señor Malfoy, yo lo arreglaré —dijo, y Hermione pudo sentir una ligera descarga de alivio—. Él no obtendrá ningún castigo y me aseguraré de que la situación no se malinterprete. Sin embargo, tú sí deberás tomar un castigo; y por supuesto también una disculpa al señor Malfoy.
Hermione parpadeó, de nuevo aturdida. Había esperado un castigo, sí, pero fue demasiado directo. Los castigos de Hogwarts nunca eran demasiado pequeños y mucho menos en una situación como esta, así que eso significaba lo que tanto la aterraba: menos tiempo para investigar la cura. No podía decirle a McGonagall sobre ello, así que tampoco podía negarse.
Así que se tragó sus palabras y sólo se obligó a asentir con la cabeza. Minerva le sonrió amablemente.
—Entonces, Hermione, ya puedes regresar a tus clases —la despidió con un gesto amable y luego volvió a caminar alrededor del escritorio hasta llegar a su asiento—. Más tarde te haré saber cuál es tu castigo.
La morena no le dio una última mirada y avanzó hasta la puerta con la cabeza gacha.
Pero cuando apenas estaba por tocar el pomo, esta se abrió de repente y tuvo que dar un salto hacia atrás para no chocar contra ella. Alzó la cabeza y se encontró con los furiosos ojos de Malfoy sólo un momento antes de que él apartara la mirada y caminara lejos de ella.
Eso sólo la hizo sentir peor: que estuviera tan molesto que ni siquiera pudiera mirarla más de dos segundos.
Tragó saliva y salió de la oficina. Pero mientras bajaba las escaleras, su mente cayó en cuenta que Malfoy no había ido a la enfermería, o al menos no con Pomfrey, porque los golpes de los hechizos que ella le había dado seguían ahí; un poco menos inflamados, pero todavía estaban.
Caminó de regreso a la habitación de la biblioteca. DCAO era la última clase del día y, aunque aún faltaba más de una hora para que terminara, Hermione estaba segura de que el profesor no le permitiría entrar al menos por lo que restaba del día.
Así que, entre culpa y culpa, regresó arrepentida al lugar de que no debió de haber salido. Su mente no dejó de darle vueltas una y otra vez a las maneras de las cuales podía pedirle perdón a Malfoy sin que le picara la lengua.
Ni siquiera cuando llegó a la habitación dejó de sentirse culpable. Sólo caminó de un lado a otro, ansiando poder disculparse con Malfoy lo más rápido posible antes de volverse loca. Ella había hecho algo malo, él sólo se había defendido, y ahora no tenía idea de cómo podía enmendar su error.
Sentía una opresión dolorosa en su pecho, y no exactamente un dolor físico aunque casi parecía serlo. Hermione sentía que, de alguna manera, había traicionado a Malfoy.
Todo el colegio estaba en su contra, todo mundo lo odiaba y sólo veían lo malo de él. Cualquier cosa que hiciera, incluso si no era mala, todos lo malinterpretarían a su antojo. Y ella sólo había alimentado esa tradición.
Cuándo deseaba volver a tener su giratiempo para olvidar ese impuslo de lastimarlo e irse con Neville antes de que Parvati lo tomara como pareja. Eso le habría ahorrado muchos más problemas.
Sin embargo, ese giratiempo ya había sido destruído desde hacía años, así que la única manera para enfrentar sus errores ahora era sólo en el presente. A la borda su orgullo cuando le picaba la lengua al pedir perdón. Sentía que se lo debía.
Así que Hermione estuvo pensando mil y un maneras de cómo decirle que lo sentía durante los próximos veinte minutos, sólo caminando de un lado a otro en la habitación, buscando la forma perfecta de hacerlo para salir y buscarlo, donde quiera que estuviera.
Pero todo ese pequeño plan se fue al caño cuando la puerta se abrió con un fuerte golpe, haciéndola saltar y dar incluso pasos apresurados hacia atrás cuando un Malfoy rabioso se acercó rápidamente hasta ella.
Él la acorraló con ferocidad, como si fuera un lobo que iba directo por su presa, y Hermione sintió tanto miedo y sorpresa que apenas reaccionó y fue hacia atrás. Pero incluso así, la habitación era muy pequeña, así que se estrelló contra el primer estante de libros al que llegó.
Las manos de Malfoy la tomaron de la túnica y ella juró haber visto su propio final frente a sí misma, porque nunca lo había visto tan furioso.
Malfoy acercó su rostro al de ella, quien tenía los ojos muy abiertos por el miedo. Instintivamente, Hermione se llevó las manos a las de él para intentar que la soltara, pero él parecía demasiado aferrado.
—Ma-Malfoy —tartamudeó—. ¿Qué...?
—Cállate —espetó con una firmeza propia de un diablo que la hizo cerrar la boca al instante.
Era increíble. Hermione se había enfrentado a tantas cosas horribles en su vida, más de las que cualquier otra persona pudiera contar, y aún así, estaba frente a Malfoy casi derretida del miedo porque él en realidad parecía dispuesto a cobrar venganza.
—¿Crees que eso fue muy valiente, Granger? —siseó demasiado cerca de su rostro, tanto que el aliento típico a menta le rozaba y le picaba la nariz—. ¿Crees que hechizarme frente a toda una clase fue algo digno de un Gryffindor?
—No, no... Yo no...
—Cállate —volvió a repetir, y una voz en lo profundo de la mente de Hermione la incitó a defenderse, pero su cuerpo no cedía—, todavía no termino.
—Malfoy...
—Eres una mierda —rugió, mostrándole los dientes como un perro rabioso—. Y yo soy un idiota. Sí, lo soy. Porque creí que contigo no debería defenderme, que contigo no hacía falta tener las barreras arriba. Así que me confié (vaya jodido error) y dije: está bien, ella no va a lastimarme, puedo esperarlo de todos menos de ella. Pero entonces —Malfoy se interrumpió y soltó una carcajada amarga—, tu jodido hechizo puntante me rozó el piel y al instante sentí ese ardor como si mis pies estuvieran en laba. Porque claro, ¿como por qué iba a esperar que Hermione Granger no quisiera lastimarme?
A pesar del miedo que sentia, ella no pudo evitar sentirse aún más culpable, si es que fuera posible. Miró desesperada los ojos de Malfoy, tratando de encontrar ese brillo tranquilo que le gustaba mirar, pero sólo encontró a un Malfoy decepcionado, furioso e incluso aterrado.
—Eres una heroína de guerra, y yo soy un maldito ex mortífago —siseó él, haciendo más presión en su túnica, y por tanto, Hermione aplastándose más contra la estantería. Unos cuantos libros cayeron a su lado pero ninguno les prestó atención—. ¿Por qué crees que yo tendría una defensa perfecta hacia alguien como tú? Fui un jodido fracaso incluso siendo mortífago, ¿por qué no recordaste que iba a ser inferior a ti en ello?
Hermione parpadeó, balbuceó una y otra vez, pero no pudo decir nada. Estaba perdida mirando la rabia que había causado en Malfoy, su mente le decía que gritara pidiendo ayuda, pero apenas podía darle buenas órdenes a su mente.
Se preguntó por qué estaba paralizada ante él.
—Aún siento ese maldito ardor en cada parte donde tu varita me golpeó —gruñó Malfoy de nuevo—. ¿Te pusiste a pensar siquiera en lo que eso causaría? Porque es obvio que todo mundo creerá que fui yo quien te ataqué y no viceversa. Si me curaba con Pomfrey, todos me verían sin un rasguño y entonces de verdad creerían que yo te lastimé. Así que ahora debo quedarme con este bonito recuerdo de parte tuya para salvarme el culo durante estos días.
Hermione no pudo sentirse peor, quería decir algo, al menos que se alejara porque la estaba asustando, pero su mente estaba nublada.
—Tú también me lastimaste —Fue lo único que se le ocurrió decir. Su voz muy baja, asustada.
Malfoy la miró fijamente aún con sus ojos rabiosos y con las maños en puño sobre su túnica, pero luego frunció el ceño y parpadeó, algo desconcertado. Aún con su expresión molesta, miró el rostro de Hermione facción por facción hasta que cayó en el corte de su mejilla.
Algo indescriptible pasó por sus ojos, y ella juró que el agarre de su túnica se aflojó un poco ante eso, pero a los pocos segundos su momento de debilidad se alejó y volvió a aferrarse.
Otra vez la miró furioso.
Hermione soltó aire y cerró los ojos, dispuesta a intentar calmarse para ordenarle a su mente pensar en algo que le hiciera reaccionar a tiempo para alejarse de Malfoy. Su corazón aún latía demasiado rápido por el susto, así que eso fue lo primero que intentó relajar.
Se mantuvo tan quieta intentando calmarse, que no se dio cuenta que Malfoy había deshecho un poco el agarre sobre su túnica. Y no notó nada hasta que sintió unos cálidos dedos acariciar su mejilla.
Ella abrió los ojos, de nuevo asustada y creyendo que él tomaría represalias, pero lo único que encontró fue a Malfoy con la mirada algo perdida en su mejilla.
—No quise hacerlo —murmuró, más para sí mismo que para ella. Hermione aguantó la respiración mientras sentía la caricia ajenamente tierna sobre su piel—. Yo sólo... Me quería defender. Nunca fue mi intención lastimarte.
De repente, todo terror que antes había creído tener se derrumbó en algún lugar lejos de su mente. Se quedó quieta, aún encorvada sobre él y la estantería, con una mano de Malfoy todavía sosteniendo su túnica pero ahora con menos fuerza.
Después de unos segundos más, Malfoy alejó su mano y observó el corte durante unos momentos antes de que Hermione sintiera el poder sobre ella; porque él estaba usando magia sin varita para curarla.
Y no sabía exactamente cómo interpretar eso.
—Sin embargo, tu intención sí fue lastimarme —dijo Malfoy de repente, y entonces se alejó de ella abruptamente y el aire regresó.
Malfoy dio varios pasos hacia atras, desconcertado, confundido y a la vez también molesto. Aún parecía intentar controlarse porque respiraba fuertemente por la nariz y tenía ambas cejas muy fruncidas.
Entonces Hermione aprovechó el momento. No supo de dónde salió el impulso, y obviamente su yo racional no estaba despierta, porque se acercó a él y tomó ambas de sus manos entre las suyas.
Miró los cortes y ampollas que tenía, y sintió de nuevo esa oleada de culpa. Las acarició con gentileza y, tal vez fue puro instinto, pero las manos de Malfoy tuvieron un ligero espasmo cuando lo hizo y, por un momento, se aferró a las manos de ella.
Claro que apenas fue un microsegundo antes de que se diera cuenta e intentara alejarlas, pero Hermione no lo permitió. Sostuvo sus manos y se adentró en su espacio, de nuevo quedando muy cerca.
Buscó sus ojos durante varios segundos hasta que él se atrevió a mirarla. Ella tragó.
—Perdóname, Draco —dijo, destrozada—. No quise herirte, de verdad. Estaba muy molesta y me desquité contigo. No quería hacerte esto, de verdad lo siento.
Malfoy tensó la mandíbula y luego se encogió de hombros.
—Ya está hecho, de todos modos.
Intentó de nuevo alejarse, pero ella se lo impidió otra vez, aún aferrándose a sus manos pero con cuidado de no lastimar sus quemaduras.
—Déjame curarte —le pidió—. Al menos puedo hacer eso.
—No —respondió al instante, y luego esta vez sí logró alejar sus manos de ella—. Ya hiciste suficiente. Además, yo ya me curé. No quiero que desaparezcan por completo porque, como dije, necesito salvarme el culo por estos días, pero el ardor se irá dentro de unas horas tal vez. Para el próximo lunes ya no habrá ni rastros de que alguna vez me hechizaste.
Hermione quiso decir algo más, cualquier cosa, pero de nuevo no supo qué. Así que, derrotada, sólo asintió con la cabeza sin tener nada más que hacer.
—De verdad lo siento —repitió—. No lo pensé, hice mal. Perdón.
Malfoy la miró durante varios segundos antes de que una mirada cruel y casi triste atravesara sus ojos. Puso estos en blanco y luego resopló con burla.
—Sí, ya entendí, Granger —masculló—. Tú siempre pides disculpas, es algo digno de alguien como tú. La cagan y luego, como todos los aman, se creen con el derecho de que todo se arregla con unos cuantas palabras y de repente el problema está resuelto.
Hermione parpadeó con su expresión más confundida... ¿Qué mierda estaba diciendo?
—¿Qué? —soltó, aún aturdida—. ¿Por qué...?
—Sólo olvídalo —bufó Malfoy—. Ya pediste perdón, está bien.
Luego hizo un gesto raro con la mano y, sin decirle nada más, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando más confundida que nunca a Hermione, porque en realidad no tenía idea de qué era lo que había tratado de insinuar.
Ella se quedó quieta en su lugar, aún procesando lo que había pasado en los últimos minutos, tratando de entender lo que había dicho y también esa extraña gentileza cuando notó su mejilla lastimada.
Fue un corte ridículo, a Hermione ni siquiera le ardía; ella había tenido peores heridas durante la Guerra y nunca se quejó de ellas. Así que incluso pretendía quedarse con ese corte como recordatorio de lo tonta que podía ser. Sin embargo, a Malfoy pareció removerle algo porque no quería verla con eso.
Era lo que Hermione todavía no terminaba de entender, ¿por qué preocuparse por un corte de apenas tres centímetros? Era tonto, unos movimientos pequeñísimos de varita y eso hubiera desaparecido en unos segundos.
Casi pareció arrepentido, y ella lo entendió, y su yo interior lo perdonó porque creía en él. Pero para Malfoy tal vez era algo diferente; porque creyó que sólo lo decía para arreglar las cosas y no porque realmente lo sintiera.
Aunque fuera así, Hermione no tenía idea de cómo demostrarle que no fueron sólo palabras huecas, sino emociones de culpa que intentaba expresar a través de una disculpa sincera. No sabía cómo, e incluso si encontrara una manera, sería difícil de convencer.
Si ella había creído que en algún momento había esperanzas de que él regresara a la habitación, ciertamente ahora se habían reducido a casi nulas.
Lo que restó del día, Hermione no pudo concentrarse en nada. Se mantuvo con la cabeza enterrada entre sus brazos y recargada en el escritorio, ni siquiera tuvo ganas de investigar así que sólo se la pasó culpándose una y otra vez.
Siguió así hasta que tuvo que salir de su escondite y tomó una nueva posición, aún recargada y tomando sus brazos como almohada. Estaba incómoda, pero su mirada seguía fija en la puerta, como si todavía hubiera algo en el fondo de ella que le hacía creer que Malfoy entraría en algún momento.
Pero él no lo hizo, y entonces ella cayó dormida.
•••
Después de aquella tarde, Hermione no había vuelto a hablar con Malfoy —y mucho menos después del castigo que Minerva le había dado— de otra cosa que no fuera la investigación. Como habían quedado aquel día que pelearon, él sólo venía los viernes para hacer conclusiones con ella a menos que lo necesitara antes y tuviera que enviar un patronus.
No era la peor estrategia, debía admitirlo, porque las cosas sí parecían estar funcionando. Sin embargo, ella extrañaba su presencia. Seguía sintiéndose sola cada vez que recordaba que Malfoy ya no quería estar con ella.
El mes de febrero llegó demasiado rápido, y en la primera semana Hermione le había preguntado si en realidad estaba seguro de no querer volver a la habitación con ella, pero Malfoy sólo había respondido un:
—Te has dado cuenta que funcionamos mejor separados, ¿no es así?
Luego de eso sólo había salido sin darle una mirada. Entonces su tenacidad se rindió y ella dejó de insistir; que Malfoy regresara ya era un terreno desconocido para ella.
Hermione lo extrañaba tanto que incluso se encontró pensando en excusas tontas para llamarlo a la habitación y pasar al menos unos minutos hablando con él sin importar de cualquier cosa. Pero nunca lo hizo, sólo lo pensó.
No era que ella tuviera la culpa, Hermione casi se la vivía en un aislamiento y, aunque quisiera, no podía pasar el tiempo o hablar con nadie más; era obvio que necesitara saber que existía otra alma por ahí cerca.
Así que mientras más se acercaba el día de San Valentín y, con ello, el baile que organizaba Hogwarts, ella ya había perdido la esperanza de alguna vez volver a tenerlo cerca.
—¿Por qué te importa tanto él? —le había preguntado Ginny el día cuando fueron a comprar sus vestidos a Hogsmeade.
Hermione, quien había estado revisando los vestidos de los maniquíes uno por uno, se detuvo y frunció el ceño. Se giró hacia el vestidor y, a través de la cortina que las dividía, habló:
—¿De quién hablas?
—De Malfoy, por supuesto —contestó Ginny, su voz tan casual que la desconcertó por un momento—. No te preocupes porque vaya a contárselo a Harry y Ron, sé a dónde llegan mis límites así que entiendo que eso no es de mi incumbencia... He de admitir que tardé unos meses en darme cuenta, pero ahora que lo sé no puedo entender por qué no lo noté antes. Es decir, Malfoy y tú desaparecen todos los días y casi a la misma hora; es demasiado obvio, sólo que yo no había querido aceptarlo cuando la idea llegó a mi cabeza.
Hermione se quedó sin habla. Su boca se abría y se cerraba una y otra vez mientras parpadeaba como una tota e intentaba buscar una respuesta coherente, o incluso al menos una excusa. Pero Ginny no le dio tiempo de hacerlo porque la cortina se abrió y entonces su belleza la deslumbró.
—¿Qué te parece? —preguntó, y entonces dio la vuelta elegantemente para relucir su vestido—. He estado buscando este estilo en las otras tiendas y me gusta mucho. No creo que se me mire demasiado vulgar pero tampoco muy mojigato. ¿Está bien?
Ginny alzó su carita linda llena de pecas hasta Hermione y la miró con una expresión iluminada y expectante a su respuesta. La morena, en cambio, no podía dejar de mirar a su amiga.
—Ginny... —balbuceó—. Estás... Te ves...
—¿Demasiado a relucir? —preguntó ella en una mueca y luego se giró al espejo—. No lo sé, tal vez debería probarme otro. Tampoco quiero que me digas que me veo hermosa sólo por cortesía, te traje porque sé que eres mucho más honesta que Luna en el estilo de la moda. Ella me habría dicho que soy hermosa incluso si llevara un traje de una hamburguesa.
Hermione sonrió y miró a su amiga a través del espejo.
—Te ves hermosa, Ginny, en serio —le dijo, y luego acomodó un tirante que estaba chueco—. Sea quien sea que vaya contigo al baile, se le caerá la baba hasta el suelo.
Ginny sonrió como si hubiera recordado algo muy feliz.
—Oh, iré con Harry —dijo y luego se giró para estar frente a Hermione—. McGonagall dio permiso para que pudieran venir él y Ron. Así que, querida amiga, no soy la única que necesita un vestido despampanante. Sé que Ron en realidad babeará por ti apenas te vea con otra cosa que no sea ese típico moño de rizos que llevas siempre.
—Oye... —murmuró Hermione, enrojeciendo.
—No lo dije de la mala manera. Me refiero a que una nueva Hermione sería eso para que Ron literalmente caiga a tus pies. Así que ven... Vamos a buscarte un hermoso vestido.
Después de eso habían pasado la tarde de tienda en tienda comprando ropa, zapatos, accesorios y todo lo necesario para el baile. Ginny no volvió a tocar el tema de Malfoy, tal vez porque no quiso o porque se le olvidó, pero Hermione lo agradeció internamente porque no tenía idea de qué podría decirle.
Ni siquiera ella sabía la respuesta a por qué Malfoy le importaba tanto.
Y así, entre más clases y cosas triviales, el día del baile llegó. San Valentín caía en domingo, pero decidieron adelantarlo para que fuera el sábado, así no tendrían que preocuparse por que al día siguiente hubieran clases.
Entonces, un sábado que estaba normalmente destinado a un día entero de investigación para Hermione, ahora era un día entero de lujos junto a Ginny Weasley, Luna Lovegood y Parvati y Padma Patil. Las Ravenclaws se habían unido a ellas desde la comida, y ahora todas se encontraban de un lado a otro en la habitación para cambiarse.
Para las siete de la noche, Ginny ya estaba obligando a Hermione a ponerse el vestido incluso cuando esta le había dicho que todavía quedaban tres horas para el baile. Aún así, no pudo ganarle y terminó obedeciéndola.
Se adentró al baño y se tomó su tiempo, pues no había nadie que lo necesitara por el momento.
Se desnudó y luego se puso la ropa interior nueva que habían comprado. Después se miró al espejo.
Hermione nunca había sido una mujer llamativa físicamente, no era la mejor y tenía imperfecciones como cualquier otra chica. Tenía una mata enorme de rizos que eran imposibles de mantener quietos, todo su cabello de un color castaño oscuro que casi parecía negro pero en el sol se veía chocolate. Sus ojos eran marrón claro, casi miel, y eran grandes y valientes al igual que sus pestañas. Su nariz no era respingada ni perfecta, era como la de cualquier otro mortal y estaba llena de pecas de color café que le cubrían también sus mejillas. Sus labios, tal vez podían ser la parte que más le gustaba de ella, porque eran de un color coral, gruesos sanos y se veían suaves a simple vista. Su cuerpo, en cambio, siempre había sido menudo. Era delgada, y aunque ya no lo era tanto como en el tiempo de caza, se seguían notando sus huesitos en alguna parte. Nunca había sido demasiado bendecida por la parte delantera, pero estaba conforme con la parte trasera. Tampoco tenía una cintura de avispa y en los muslos de sus piernas habían unas cuantas estrías.
No era perfecta. Y sin embargo, no le molestaba.
Sabía que no era la definición de "hermosa" a la que todos estaban acostumbrados. Sabía que no era igual de "hermosa" a como lo era Ginny, pero era hermosa a su manera, y con eso le bastaba.
Su físico nunca le importó, para ser sincera; siempre había creído que todo lo que necesitaba para sobrevivir era un buen cerebro y no un buen cuerpo. Simplemente estaba bien.
Después de unos segundos, apartó la mirada del espejo y sacó el vestido de la bolsa de la boutique. Lo miró sólo un segundo más antes de ponérselo con cuidado.
Luego volvió a mirarse al espejo.
El vestido era de satén, era de tirantes y tenía el cuello desvocado (algo que, en cierta forma, la desfavorecía porque no tenía mucho pecho) y llevaba una abergura en el muslo. Era color rojo vivo; Ginny dijo que ese color la hacía brillar.
Si a ella se lo hubieran descrito, habría abogado para decir que no usaría eso jamás, pero ahora que estaba delante de su mismo reflejo, no sabía qué parte de ella misma mirar. Ginny había tenido razón al decir que le quedaba perfecto, porque ciertamente lo hacía.
—¡Hermione, vamos, necesito maquillarte! —llamó la voz de Ginny al otro lado de la puerta.
La morena salió de su ensueño y apartó la mirada del espejo, sintiendo una punzada extraña en el pecho al recordar la voz de su madre diciéndole de pequeña que se volvería vanidosa si se miraba mucho.
—Me falta poco —dijo a su amiga, y luego se sentó en la tapadera del baño para ponerse las zapatillas doradas que había comprado también.
Una vez hecho, salió del baño, y una hermosa Ginny con un precioso vestido negro la recibió.
—¡Te ves bellísima! —halagó la pelirroja apenas la miró. Tomó la mano de Hermione y la hizo dar una vuelta sobre sí misma para mirarla—. ¿No es así, chicas?
En pocos segundos, los halagos de Luna y las gemelas llegaron a ella, y Hermione apenas pudo agradecerles en respuesta. Luego Ginny la guió hasta sentarla frente a un mueble lleno de maquillaje y comenzó a maquillarla mientras Padma Patil se hacía cargo de su cabello.
—¿Quieres que lo alacie? —le preguntó a Hermione, y a pesar de que estuvo tentada a decir que sí al recordar lo bella que se miró el día del Baile de Invierno, se negó, diciendo que prefería sus rizos.
Pasó una hora y luego dos, y fue hasta apenas donde ambas soltaron a Hermione, las dos mirándola como si estuvieran orgullosas de su creación.
Entonces le pidieron que se mirara al espejo, y cuando lo hizo, no reconoció quién era la persona que estaba ahí.
Ya no traía su típico moño que parecía un nido de pájaros, ahora en cambio había una melena de perfectos rizos color chocolate y en un orden hermoso. Su rostro no había perdido su esencia, y aún así se veía preciosa. Ginny la había maquillado muy sencilla, pero no hacía falta ver mucho para notar la diferencia. Aunque lo que más resaltaba, eran sus delineados labios rojos.
De alguna manera, sus ojos parecían más color miel, más brillantes.
Por un momento, tuvo ganas de llorar al recordar lo mucho que deseaba una vida trivial. Lo mucho que había extrañado esto. Pero entonces se lo pensó dos veces porque Ginny y Padma la matarían si arruinaba el maquillaje, así que sólo sonrió y les agradeció.
Esperó a que las demás terminaran, y una vez que lo hicieron, bajaron exactamente a las diez y veinte las escaleras hacia la sala común. Esta estaba desierta porque los alumnos de primer a tercer año ya se habían ido a dormir y todos los demás parecían ya estar en el Gran Comedor, así que apenas se podían ver unos cuantos alumnos regados por el lugar.
Mientras caminaban hasta el salón, Hermione no podía evitar ese extraño revoltijo de nervios que se plantaba en su estómago, como si estuviera yendo hacia algo inevitable. Incluso comenzó a temblar.
Ginny, al verla, le tomó la mano y le dio un leve apretón con una sonrisa que la hizo ver aún más bella de lo que ya estaba.
—Vamos, no estés nerviosa —le dijo—. Ya te dije que Ron babeará apenas te mire.
Hermione le sonrió también y respiró hondo para recobrar valentía. Aunque ni siquiera sabía por qué eran sus nervios. ¿Realmente eran por Ron?
Tenían que serlo, ¿no? Él la había besado en Año Nuevo y luego no volvieron a hablar de ello. Que ahora de repente llegara al baile y tuvieran que verle a la cara después de más de un mes debía ser motivo para estar nerviosa.
Una voz en su cabeza le dijo que había otra razón, pero ella se negó a prestarle atención.
¿Por qué le preocupaba el cómo Malfoy la mirara? Él era más asocial que ella y de seguro ni siquiera vendría al baile.
Se obligó a dejar de pensar en ello cuando entró al Gran Comedor. La decoración era parecida a la del Baile de Invierno, pero esta vez el tema era con los colores rojo, rosa y blanco. Y en vez de copos de nieve, caían corazones del techo (algo que le pareció tonto por un momento). Había una enorme pista para bailar y varias mesas alrededor, y unas más para los postres y bebidas.
La mirada de Hermione viajó por todo el lugar, hasta que de repente cayó en unos ojos azules que la miraban casi embobado.
Ella enrojeció.
—Ron... —murmuró, acercándose a él—. Hola.
—Hola, Mione —dijo, y sus ojos no podían dejar de mirarla mientras su iris se dilataba—. Te ves... Estás... Tú...
Hermione bajó la mirada un segundo antes de sonreír y volver a mirarlo. Él llevaba un elegante traje de vestir color negro, y la camisa era blanca; llevaba también una rosa roja en uno de los bolsillos. Su cabello pelirrojo seguía siendo tan brillante como siempre, pero esta vez estaba peinado.
—Tú también te ves muy guapo —halagó. No tuvo tiempo de ver cómo enrojecía porque pronto unos brazos conocidos la envolvieron.
Harry.
Ella también le regresó el abrazo, pero se separaron rápidamente cuando Ginny regañó a Harry diciendo que iba a arruinar los rizos de Hermione si seguía abrazándola con esa fuerza.
¿Qué se podía decir de Harry? Él siempre se había mirado guapísimo con cualquier cosa que usara, y esta vez no era la excepción. Su traje también era de vestir, pero a diferencia de Ron, era color blanco. Un contraste que le hacía resaltar más su cabello azabache y sus brillantes ojos verdes.
A pesar de que todos tenían mucho de qué hablar, el trío fue arrastrado por Ginny durante toda la fiesta. Los llevó a comer, a beber, a hablar con demás personas, a tomarse fotos, y por último, cuando ya varias horas habían pasado, a bailar.
Hermione se estaba divirtiendo, no podía negarlo. Cualquier momento que tuviera junto a Harry y Ron terminaba siendo una maravilla, como si regresaran a ser sólo ellos tres contra el mundo.
Riéndose y divirtiéndose. Y también bailando como unos locos de un lado a otro cuando el efecto del ponche-que-no-parecía-ser-ponche se hizo presente en ellos. Los nervios que Hermione había tenido en algún momento se olvidaron y no hizo más que bailar junto a Ginny, Harry y Ron.
¿Había una razón por la fual ella no debería estar en un lugar lleno de música? No lo recordaba. Ella se sentía completamente bien.
Incluso se olvidó de Malfoy. Había estado buscándolo durante la primera hora y media, pero luego de no ver ni siquiera luces de ese cabello rubio platinado, se dio por vencida y aceptó que él simplemente no había asistido.
Ni siquiera sabía por qué lo buscaba. Tal vez sólo el alcohol estaba haciendo malas con ella.
Así que, entre todo el gentío de la pista de baile, Hermione terminó por alejarse cada vez más de Harry y Ron, y no porque quisiera, sino porque había muchos bailando y poco a poco se separaron el uno del otro.
No le importó porque creyó que volverían a encontrarse. Pero Hermione no contó con que ya era de madrugada y las típicas canciones lentas y románticas estaban por surgir.
Entonces cuando el ritmo cambió rápidamente a una lento, ella giró sobre sí misma como una tonta mientras buscaba a sus amigos y veía a todos los demás formar parejas.
Giró como tres veces, intentando encontrar al menos a Harry y Ginny, pero había demasiada gente. Luego intentó buscar a Ron, pero cuando no tuvo éxito, decidió sólo salir del centro. Así que, mientras todos comenzaban esa balada lenta, ella sólo se disculpaba y se hacía paso entre todos para llegar a la orilla.
Pero entonces un jalón le impidió dar otra paso. Sintió una mano sobre su cintura y luego, en un rápido movimiento, ya le habían dado la vuelta.
Por instinto, alzó sus manos y estas se estamparon contra el cuerpo de la persona que la había tomado.
Se quedó paralizada durante unos segundos, pero entonces lentamente alzó la mirada y se encontró con unos profundos ojos grises.
Se le cortó la respiración.
Porque era Malfoy.
Y estaba guapísimo. Venía completamente de negro, incluso la camisa de debajo y la flor que llevaba en el bolsillo. Un contraste perfecto a su cabello rubio, que estos momentos estaba perfectamente peinado.
Hermione estuvo tan impresionada con su belleza que no notó cuando la mano de él se amoldó a su cintura y la acercó a su cuerpo, ni cuando la otra tomó su mano para comenzar el baile.
—¿Ya terminaste de admirarme, Granger? —le preguntó en voz baja mientras movía sus cuerpos al ritmo del vals.
Ella le quiso responder que no había terminado, pero su lengua no recibió las órdenes que le envió su mente.
Porque estaba en el centro de una pista y bailando el vals con un apuesto Draco Malfoy, quien tenía una tierna caricia sobre su espalda baja que, incluso a través de la tela, ella podía sentir. No hacía presión, y sin embargo, la incitaba a acercarse más al cuerpo de él a medida que bailaban la canción.
Los ojos de Hermione no podían dejar los suyos, pero sabía que le llegaba a la altura de la barbilla. Ni siquiera sabía cómo su cuerpo estaba bailando al compás, parecía casi como si él la estuviera guiando luego de casi quedarse congelada.
De repente, todo mundo desapareció para ella. Ni la música de fondo se escuchaba, porque Hermione sólo podía mirar sus ojos y sentir esa agradable cercanía. Oliendo su deliciosa fragancia masculina que, de alguna manera, la hacía querer refugiarse en él para siempre.
Pero lo más impresionante era que Malfoy también parecía mirarla de la misma manera, tal vez incluso más intenso.
Entonces, de pronto, la mano que viajaba por su espalda la atrajo hacia él, y poco a poco sintió cómo acercaba su boca a su oído.
—Yo no balbuceo al decirte que te ves hermosa —dijo en un susurro mientras bailaban—. ¿Pero sabes algo? Te ves más hermosa aquí conmigo.
———
¡Ahora sí se viene lo chido!, dijera Luisillo el Pillo. A partir del siguiente capítulo nos olvidamos de Harry, Ron, Pansy, quienes sea... Será puro Draco y Hermione. Agárrense las bragas, compañeras.
—nico🐑
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