Distanciados
Hermione entró a la habitación el lunes siguiente, casi fantasmal de lo pálida que estaba. Malfoy ni siquiera lo notó, o si lo hizo, no se molestó en hacérselo saber porque siguió leyendo el libro que tenía delante.
Ella, en cambio, se sentó en su silla y, luego de asegurarse que Malfoy no la estuviera mirando, abrió la carta de Charles:
Hermione:
Sé que dijiste que no más días en San Mungo, y he intentado cumplir mi palabra, pero estás empeorando. No entiendo por qué, tus estudios decían que parecías estar mejor durante diciembre; creí que eso significaría un avance. Pero tal parece que lo bien que estuviste esos meses se está regresando justo ahora.
Que las pociones dejen de tener efecto en ti no es algo normal, Hermione. Incluso si sólo ha pasado dos veces. Me preocupa que tengas otro ataque de pánico, no es normal quedar inconsciente en el baño durante dos horas.
¿Y si hubiera sido más tiempo? Nada en tu situación califica como normal. No puedo hacer nada mientras sigas en Hogwarts.
Necesitas salir de ahí. Ya.
Atentamente,
Charles S.
Cuando terminó de leer apretó el pergamino hasta que no fue nada más que una bola arrugada, mirando el papel con la mandíbula apretada y unos ojos perdidos. No pasó ni siquiera un minuto antes de que recordara que debía guardar todas las cartas que le enviaba Charles, así que se maldijo internamente antes de volver a extender el pergamino y tallarlo para intentar quitar las arrugas. No quiso darle una última mirada y lo metió a su bolso; el mismo que siempre llevaba.
Levantó la mirada y se encontró con los ojos de Malfoy antes de que él los bajara rápidamente.
Ella le entrecerró los ojos.
—No hay nada de tu incumbencia —gruñó antes de ordenarle a su lengua detenerse. Él apenas la miró por encima de sus pestañas y tuvo el descaro de fingir que no sabía de qué hablaba.
—¿Qué?
—La carta. Deja tu curiosidad de lado, porque nadie te está llamando a que la leas.
Malfoy alzó la cabeza y se recostó en el respaldo de su silla, cruzando los brazos. Luego bufó.
—Primero: no tienes el derecho de pedir que no sea curioso porque tú eres la persona más jodidamente curiosa e imprudente que tengo la desgracia de conocer —contestó, su voz tan firme y moderada que ella se preguntó si siempre tenía una respuesta inteligente para todo—. Y segundo: no estaba viendo nada, Granger. Puedo entretenerme en mis propias cosas.
Ella resopló, recargándose también en su silla.
—Eres tan descarado —dijo—. Estaba leyendo esa carta, y tú me estabas mirando hacerlo. ¿Es tan difícil aceptarlo?
—¿Es tan difícil mantener un buen humor para ti? —escupió Malfoy, mostrándole los dientes.
Hermione apretó la mandíbula. Una voz en su interior le decía que estaba siendo dura. Siempre que llegaban las cartas de Charles no significaba nada bueno, así que por lo general procuraba leerlas por la noche cuando nadie podía verla. Pero esta carta precisamente había llegado con una nota de «Urgente», así que leerla frente a Malfoy fue la única opción.
No quería desahogarse con él, pero otra parte de ella parecía sentirse muy satisfecha al hacerlo.
—Estando contigo siempre es difícil mantener un buen humor —replicó ella. Malfoy no mostró ningún signo de molestia, sólo la miró un segundo más antes de rodar los ojos y regresar la mirada a su libro.
—Qué considerada —masculló—. Hoy vienes de un humor insoportable. ¿Lo sabías?
—Muy hipócrita de tu parte decir eso, Malfoy.
Él se puso de pie de repente. Hermione lo miró confundida mientras él ordenaba sus notas y tomaba varios libros para elevarlos en el aire. Una vez lo hizo, Malfoy se giró hacia ella con una expresión indiferente.
—Sea lo que sea que haya habido en esa carta, no es mi culpa —dijo—. No creo poder soportarte en esto momentos, así que me voy a seguir con esto a otro lugar.
Hermione abrió la boca, indignada.
—¡No me estaba desquitando contigo!
Ella sí lo estaba haciendo, pero no lo iba a admitir. No quería una razón para pedir perdón y no quería otra razón para sentirse mal; ya suficiente tenía con lo que causó la carta de Charles.
—Lo estás, Granger —Malfoy rodó los ojos—. Es por eso que prefiero irme antes de que decidas tú también tomarme como tu saco de boxeo emocional.
Él la miró, esperando una respuesta eufórica de ella, pero lo único que Hermione hizo fue suspirar. Luego bajó la mirada y frunció la boca.
—¿Ellos siguen...?
—No.
—Yo podría...
—Estoy bien, Granger —masculló Malfoy, arrastrando las palabras, lo que la hizo volver a alzar la cabeza sólo para encontrarlo con una mirada incrédula—. ¿Sabes?, el que ya no estemos patruyando juntos como unos idiotas no significa que hayas quitado tu estúpida protección en mí.
Unos idiotas.
Vayas palabras de un mismo idiota. Con sólo escucharlo se enfureció.
—No puse ni quité ninguna protección en ti, Malfoy —siseó. Se puso de pie y caminó hasta él hasta que estuvo a un metro de distancia—. Si hubiera querido, lo habría hecho.
Ella había esperado una pelea, de hecho se estaba preparando para una, pero lo que recibió de la boca de Malfoy fue simplemente decepcionante:
—Bien. Disfruta tu tarde.
Luego sólo se dio la vuelta y azotó la puerta antes de salir.
Hermione se mantuvo mirando el lugar por donde se había ido durante casi dos minutos antes de que frunciera el ceño. ¿A ella qué le importaba? Si Malfoy estaba siendo un idiota con ella era porque siempre lo había sido. Además, ella tampoco estaba portándose de la mejor manera como para recibir un buen trato. No es que eso importara.
Ella sólo debió esperarlo. Imaginarse una relación civilizada con Draco Malfoy nunca debió ser algo que pasara por su cabeza. Eran de mundos completamente diferentes, sus personalidades diferían mucho y casi eran polos opuestos.
Se llevarían mal siempre. Era de esperarse, y también de recordarlo.
Hermione se dio la vuelta y caminó a su lugar en su escritorio y regresó a su estudio. Tal vez lo que necesitaba en realidad era una tarde sin Malfoy.
Al día siguiente, cuando ella entró a la habitación, él no estaba ahí. Al principio no le prestó atención, pero luego de que pasó la primera hora donde se suponía él debía haber llegado, la morena comenzó a preguntarse dónde estaba.
Esperó durante veinte minutos donde ni siquiera pudo concentrarse en su lectura antes de que se desesperara y saliera a buscarlo.
Cruzó el pasillo de la habitación y, luego de decir la contraseña y atravesar las barreras, caminó por la biblioteca con la intención de salir de ahí, pero no pasó ni por dos estanterías antes de que sus ojos captaran ese destello rubio que ahora le era imposible no reconocer.
Ella se detuvo en seco, reajustando su vista para comprobar que no era algo de su imaginación.
Malfoy estaba sentado en una de las mesas ocultas que nadie quería porque tenía poca luz. Tenía una hilera de al menos siete libros a lado de él, además del que estaba leyendo. Había pergaminos esparcidos alrededor de la mesa y parecía estar escribiendo efusivamente en uno de ellos.
Hermione caminó hacia él, cuidándose de ninguna mirada curiosa.
Cuando llegó, Malfoy ni siquiera la miró.
—Granger —dijo. No asintió con la cabeza, no hizo ningún gesto con la mano, sólo lo dijo con un tono plano.
Ella se quedó atónita.
—¿Qué demonios haces aquí, Malfoy? —preguntó, demasiado confundida como para ocultar su ceño fruncido.
—Creo que lo mismo que tú, supongo.
—Estoy hablando en serio.
Él resopló ruidosamente. Dejó de escribir y se llevó una mano a la sien para tallarse, como si la presencia de Hermione en realidad le causara jaqueca. Después de varios segundos donde pareció intentar aguantar la paciencia, por fin alzó la cabeza para mirarla con una expresión aburrida.
—¿Qué es lo que ves, Granger? —preguntó, alardeando su mano de una manera dramática hacia la mesa—. Hay libros, hay notas. Estoy leyendo y estoy escribiendo hipótesis. Cosas que, por cierto, deberías estar haciendo tú también.
Hermione apuñó las manos a lado suyo antes de sentarse en la silla frente a él.
—Siéntate, te invito. Por supuesto... —murmuró Malfoy con un bufido.
—Sabes a qué me refiero —dijo ella en voz baja, acercándose por medio de la mesa a él aunque a una distancia razonable—. ¿Por qué estás aquí y no en la habitación? Alguien podría verte...
—Nadie puede —interrumpió—. Tengo muchas barreras de desilusión alrededor de este espacio. Tú puedes verme porque especifiqué que tú podías. E incluso si no hubiera hecho esto, nadie viene a estas mesas de la biblioteca si no es para besarse asquerosamente entre sí.
—Oh, cállate Malfoy —bufó ella, comenzando a enrojecer al recordar que precisamente hizo eso al menos dos veces cuando Víktor estuvo en Hogwarts—. Tú mismo hacías eso con Pansy.
Él se miró contrariado.
—¿Quieres hablar de eso ahora? —preguntó, claramente aturdido.
—No. Quiero que me respondas por qué demonios estás aquí.
Malfoy se echó hacia atrás y se cruzó de brazos, rodando los ojos. Él estaba tan tranquilo que la desconcertaba.
—Creí que era obvio —respondió rodando los ojos—. Ayer no tuvimos la mejor racha y no estoy dispuesto a soportar más discusiones ridículas entre nosotros. Así que decidí tomar mi propio lugar. La única razón por la que estaba en esa habitación era porque se suponía debía obedecer a McGonagall y...
—Debes hacerlo —atajó ella, no muy segura de por qué lo quería de vuelta.
—Estoy en buenas condiciones aquí afuera —siguió Malfoy, como si la morena no hubiera hablado nunca—. Tengo a salvo tu tonto secreto y creo que funciono mejor estando alejado de ti.
Por alguna razón eso la hirió, pero se mantuvo con una expresión indiferente. Lo miró durante varios segundos antes de resoplar.
—Tienes que volver —dijo—. Esa habitación se hizo para dos personas. Además, tienes todas tus cosas allá y no me...
—Vaya, Granger —canturreó Malfoy, dándole una sonrisa cruel y burlona antes de también acercarse a ella por medio de la mesa—. Casi pareciera que me necesitas en esa habitación.
Hermione abrió y cerró la boca varias veces, aturdida por su repentina cercanía e intentando buscar una respuesta cuerda. Miró cómo Malfoy le alzó una ceja perfectamente arqueada y cómo sus labios se curvaron de una manera burlona y divertida, y vaya a saber por qué eso le llamó la atención.
Su mente se saturó durante unos momentos antes de que regresara a la cruel realidad. Ella tragó saliva y se alejó de él lo más posible.
—Por supuesto que no —murmuró, levemente ruborizada—. Es sólo que...
—Entonces ya lo has dicho —concluyó Malfoy, encogiéndose de hombros y regresando a su lectura—. No me necesitas en la habitación. Cada quien puede hacer su parte y yo todas las noches pasaré a dejarte mis notas. Y no te preocupes por encontrarme cuando entres, porque tomaré los libros que necesitaré antes de que llegues.
Hermione consideró seguir discutiendo, pero una voz en su cabeza le dijo que era mejor retirarse ahora antes de que hiciera algo tonto y ridículo. Así que parpadeó confundida antes de ponerse de pie. Ni siquiera le dio una última mirada a Malfoy antes de regresar a la habitación.
Cuando llegó y se sentó en su silla, miró a su alrededor. De repente parecía muy silencioso y vacío sin la presenia de Malfoy. No era que eso la molestara, simplemente se sentía extraño.
Nunca esperó regresar a como era antes de que Malfoy se adheriera inevitablemente a sus días solitarios de investigación. Ella apenas tuvo una semana de paciencia antes de que él cruzara por esa puerta y decidiera hacer un lío a todo.
Tal vez era lo mejor. Tal vez sí funcionaban mejor separados. Tal vez ella no lo necesitaba cerca.
Hermione se concentró en ese tal vez lo que restó de la semana.
•••
Fue horrible. El silencio era muy molesto. Había creído que estar en un lugar sin Malfoy sería mucho mejor, pero también había llegado a la conclusión de que estar sola era mucho peor.
Porque estar sola significaba que se sentía sola.
Cuando Malfoy estaba, no le importaba si hablaba o no, ni siquiera si discutían. El sólo saber que él estaba sentado a pocos metros de distancia le recordaba que alguien más estaba en casi los mismos aprietos que ella y que no se encontraba sola en eso.
Pero cada noche lo único que obtenía de Malfoy eran sus tontas notas. Eran largas, casi diez páginas cada día, pero al final terminaban siendo nada al igual que las de ella. Lo que significaba que, prácticamente, Hermione estaba sola de nuevo.
Se sintió tan vacía y desesperada por algún tipo de ruido o presencia que incluso consideró conjurar un tocadiscos muggle. Después lo volvió a pensar cuando recordó que se distraía por cantar o tararear la canción.
Cada vez que llegaba a la habitación después de sus clases, daba una mirada de reojo a la mesa donde se hallaba Malfoy. Algunas veces ya estaba ahí y otras no porque tenía entrenamiento de quidditch o cualquier otra cosa, pero cuando lo veía, él ni siquiera se dignaba a regresarle la mirada. Sólo se hundía en su lectura y la ignoraba.
Para cuando terminaba su horario, él entraba a la habitación a dejar sus notas y luego se iba. No despedidas, no miradas, no gestos. Nada. Sólo entraba y salía.
Era aburrido. Desesperante. Molesto.
Hermione quería que al menos dijera algo. En las siguientes dos semanas apenas intercambiaron diez palabras, y fue gracias a los deberes del colegio, no porque realmente hubieran tenido una conversación.
Casi pareció un infierno.
Tanto que las migrañas de Hermione regresaron en un alto nivel. Eso fue algo que agradeció de que Malfoy se hubiera ido, porque ella lloró del dolor al menos cinco veces, y no estaba segura de poder haberse aguantado si él hubiera estado ahí.
Incluso comenzó a emocionarse ridículamente cuando él entraba a la habitación en un horario que no debía. Pero siempre era para tomar un libro y dejar otro, o tomar nuevo pergamino o tinta.
Nunca la miró.
Y que Godric lo lamente, pero ella extrañó esos ojos grises.
Harry y Ron le siguieron enviando cartas cada semana, al parecer Ginny les seguía notificando sobre sus constantes desapariciones después de clases. No era que la culpara por hacerlo, entendía que sólo era una amiga preocupada por ella, pero Hermione no comprendía por qué siempre todos parecían entrometerse donde no los llamaban.
Ella estaba mal, lo sabía. Pero tenía suficiente dolor en todo su cuerpo como para intentar moderarse.
Y el que Malfoy se mirara tan tranquilo era algo que la sacaba de quicio. ¿Por qué si ella parecía morirse, él seguía actuando como si nada nunca hubiera sucedido?
¿La había besado y ahora de repente ya no era tan importante como para mirarla a los ojos?
Fue sólo un beso.
Hermione constantemente tenía que concentrarse en eso para regresar a su realidad.
En conclusión, a ella no le iba bien estando sola. Había creído que podría estarlo pero no. Cuando Malfoy no estaba, había un silencio sepulcral, cuando había eso, entonces ella tenía mucho tiempo para pensar, cuando tenía eso, no se concentraba en lo que debía, cuando hacía eso, pensaba en cosas que le hacían mal, y cuando eso pasaba, ella se ponía mal físicamente.
Era un bucle que terminaba en un vacío sinfín, y ella ya estaba harta.
Así que el viernes de la segunda semana cuando Malfoy decidió irse, ella se obligó a tirar su orgullo por la borda.
El silencio fue demasiado para Hermione, se puso de pie y, antes de pensarlo dos veces, ya estaba caminando fuera de la habitación hasta esa típica mesa donde Malfoy estudiaba.
Sus pies hicieron un eco ridículo en la madera del suelo, y cualquiera hubiera alzado la cabeza ante ello; pero Malfoy realmente parecía dispuesto a ignorarla porque en ningún momento mostró haberla notado hasta que Hermione arrastró ruidosamente la silla de enfrente y se sentó.
Poco a poco, él alzó la mirada del libro que leía y entonces ambos iris de ojos se encontraron por primera vez en casi dos semanas.
Ella tragó, de repente dándose cuenta de lo que estaba haciendo.
—¿Sí? —insistió Malfoy, arqueándole una ceja con una expresión aburrida.
Hermione respiró hondo, intentando mantener su barbilla en alto para no perder la poca dignidad que le quedaba. Ni siquiera sabía qué le diría, no lo pensó, sólo se levantó y caminó hasta él sin tener la mínima idea de cómo le iba a decir que necesitaba que regresara a la habitación.
Ella...
—Granger —llamó Malfoy, regresándola a la realidad.
—¿Eh?
—¿Qué haces aquí?
Hermione frunció el ceño. Suspiró y se recargó en la silla. Dejó de mirar a Malfoy y observó la biblioteca.
¿En realidad había venido hasta él sólo para pedirle que volviera? ¿Desde cuando ella hacía eso? ¿Por qué su mente creía que lo necesitaba?
—¿Venías a decir algo o no? —preguntó él, volviendo a llamar su atención—. Estoy en una sección importante del libro y me desconcentra tener a una Granger aturdida delante de mí.
Ella le frunció el ceño. Había olvidado lo idiota que era. Aunque por alguna razón eso se sintió familiar.
Igual no lo hizo menos ridículo.
La morena rodó los ojos y se puso de pie.
—Tienes razón —dijo, resoplando—. No sé qué es lo que ha...
La mano de Malfoy se cerró sobre su muñeca con rapidez y sus palabras se ahogaron en el fondo de su mente, dejándola en blanco. Miró al Slytherin, pero él sólo le hizo un movimiento con la cabeza para indicarle que volviera a tomar asiento.
Hermione, aún sorprendida, no tuvo otra acción además de obedecer.
—No vas a dejarme con la duda —masculló Malfoy después de soltar su muñeca. Él cerró el libro que leía con un suspiro y lo hizo a un lado para darle toda su atención.
Tener los profundos ojos grises de Malfoy mirándola fijamente de repente se sintió demasiado abrumador.
—Yo... —Hermione balbuceó, pero luego se dio cuenta de lo patética que se veía. Sacudió la cabeza y atrajo a su yo cuerda—. He estado pensando sobre esto.
Malfoy alzó una ceja.
—¿Esto? —repitió.
—Sí. Distanciarnos. Cada quien por su lado.
Él asintió.
—¿Qué con eso?
Hermione tragó, sintiéndose nerviosa por alguna tonta razón.
—Bueno, yo... Creo que es ridículo. No le encuentro el sentido a que cada quien esté trabajando por su lado si tenemos el mismo resultado ambos. Tal vez sea mejor que...
—¿Que vuelva? —Malfoy interrumpió con una risa amarga—. No creo que eso mejore las cosas. A mí me va muy bien haciendo las cosas así. Cada quien estudia, no hay peleas ni discusiones tontas, no hay humor de perros por ningún lado, ninguno tiene que verle la cara al otro... Y al final entregamos nuestras hipótesis. No le veo ninguna falla a este nuevo sistema. Significa más paz.
Hermione lo miró atónita, porque su discurso casi parecía haber estado ensayado. Aún así se esforzó por encontrar una buena razón para enfatizar su punto.
—Lo sé, puede que sí haya más paz, pero... Algunas veces necesitamos discutir nuestras hipótesis. Ya sabes, llegar a conclusiones juntos como antes lo hacíamos. Ahora que te fuiste, yo tengo que hacer eso sola.
Malfoy pareció pensarlo durante varios segundos, y justo cuando ella pensó que había algo de esperanza, él se encogió de hombros.
—Está bien —dijo—. Entonces podemos ponernos de acuerdo para hacer eso un día a la semana. Yo puedo terminar aquí y después iría a la habitación para debatir contigo. No hay problema en ello.
Hermione se mordió la lengua. Por supuesto que Draco Malfoy encontraría una solución...
—Sí, bien, eso —murmuró ella, incómoda—. No me refería a eso exactamente. Algunas veces tengo hipótesis que surgen del momento y tú no estás allí para contártelas.
—Si vale la pena, puedes enviar un patronus a llamarme y yo iré a la habitación.
Él hablaba con tanta fluidez y tranquilidad. ¿Por qué ella parecía ser la única desesperada? Eso sólo empeoraba las cosas más de lo que ya estaban.
—Malfoy... —bufó ella, recargando sus brazos en la mesa para ocultar su nerviosismo—. Sí, eso estaría bien. Pero sigo insistiendo en que sería mejor que volvieras.
—¿Por qué? —resopló y rodó los ojos—. ¿No te das cuenta de que así tenemos más paz entre nosotros? Nunca me había sentido tan tranquilo desde que salí de ahí. Siento que puedo volver a respirar incluso.
De nuevo, no supo por qué ese comentario la hirió.
—¿Entonces tú en realidad prefieres que sigamos distanciados? —preguntó, cuidando que su tono no se escuchara demasiado necesitado.
Malfoy no dudó para contestar:
—Sí. Estoy bien así. ¿Por qué tú te empeñas en lo contrario?
—¡Porque estoy harta!
Hermione lo dijo sin pensar, y una vez estuvo fuera de su boca supo que ya era demasiado tarde así que resopló y se dejó caer entre sus brazos, ocultando su rostro entre ellos.
—Hay un silencio sepulcral en la habitación —murmuró, aún escondida—. Cada vez que intento concentrarme no puedo porque me siento sola. Sé que tú estás a unos cuantos metros saliendo de ahí pero no verte me hace sentir como si estuviera haciendo todo yo. Y sé que es ridículo, pero estoy harta. Ni siquiera puedo compartir las hipótesis locas que tengo porque no estás ahí. Casi estoy por contárselas a la planta que me regaló Neville...
—Te dije que podrías llamarme con...
—¡No es lo mismo! —protestó Hermione en voz baja y saliendo de su escondite para mirarlo. Él no parecía haber cambiado su expresión neutra—. No quiero esperar a que sea un día especial para contarte lo que pienso. Necesito sólo alzar la cabeza y decírtelo. Me molesta que haya tanto silencio. Eras la única persona con quien hablaba y ahora ya no estás.
Ella se sinceró demasiado, y eso no estaba en sus planes. Pero ya lo había dicho, así que sólo esperaba que Malfoy no la hiciera quedar como una tonta desesperada por algo de atención; porque su subconsciente le decía que eso estaba siendo.
—¿No prefieres volver tú también? —preguntó como última esperanza al ver que él no parecía querer decir nada.
Malfoy la miró durante un minuto entero que a ella le pareció la eternidad antes de que él soltara un largo suspiro.
—Ya te lo dije —murmuró—. Estoy bien aquí, Granger. Me estoy acostumbrando y tú...
—¿Qué? —Hermione interrumpió, atónita y aturdida por lo que había escuchado—. ¿Te dije todo eso y aún así vas a rechazarme?
Él le frunció el ceño, casi molesto.
—¿Qué esperabas? —bufó—. ¿Unas palabras de arrepentimiento y ya todo quedaría en el olvido para que la princesa de Gryffindor vuelva a tener esa atención que tanto desea?
—Yo no... ¡Yo no quiero atención!
—¡Es lo que parece! Ustedes los Gryffindors siempre buscan ser el centro de atención. Y cuando de repente dejan de serlo, se sienten vacíos y son capaces de todo para volver a serlo.
Ahora Hermione estaba molesta e indignada, no sabía qué más. Pero un creciente deseo de volver a golpear esa respingada nariz se acumuló en sus puños apretados sobre la mesa.
—¿Te estás oyendo? —siseó ella—. Eres la persona más necesitada de atención que conozco, Malfoy. No soy yo quien...
—Oh, ¿en serio? Porque, si no mal recuerdo, eres tú quien está pidiendo que vuelva a la habitación porque se siente sola.
—¡Estoy pidiendo que vuelvas por el bien de esta investigación! —explotó Hermione, saltando de su silla en un ruido dramático. Malfoy se puso de pie poco después que ella—. ¡No porque necesite tu presencia!
—Por Merlín, Granger —Malfoy rodó los ojos—. Estás contradiciéndote en todo. Esta investigación está yendo bien precisamente por el hecho de que ahora estamos distanciados. Si yo vuelvo a ese jodido lugar, lo único que habrá serán peleas y discusiones como estas. Te he dado alternativas para solucionar los tontos problemas que se te ocurren que puedan afectar al estudio, pero tú pareces decidida a aún así arrastrarme de nuevo a ese agujero.
—¡No es algo que desee con fervor! —gritó, no importándole que alguien pudiera escucharlos. Aunque parecía que no, porque hasta ahora nadie se había girado a mirarlos.
—¡No tienes argumentos por primera vez en tu vida! ¡Acéptalo!
—¡Tú eres el idiota que sólo está buscando burlarse de mí! —resopló ruidosamente—. Yo sólo estoy pidiendo que regreses porque podríamos estar mejor así y tú te aferras a...
—¡Tal vez me guste estar alejado de ti! —gritó.
Hermione cerró la boca de golpe, respirando rápidamente y atrapada en cómo las fosas nasales del rubio se ensanchaban y se achicaban con rapidez al igual que su pecho. Ligeros mechones de su cabello habían caído y ahora estaban desordenados en su frente.
Y se odió porque encontró eso atractivo.
—Sólo acepta que eres tú la que me quieres de vuelta en la habitación —dijo Malfoy, sacándola de sus pensamientos.
—¿Qué? —preguntó, ahora demasiado confundida.
—Lo que escuchaste —Malfoy se cruzó de brazos y se encogió de hombros—. Acepta que eres tú quien quiere que vuelva y entonces lo haré.
—Yo no soy quien...
—Entonces aquí me quedo, puedes irte ya.
Él no la miró cuando volvió a sentarse en su lugar. Tomó el libro que antes había estado leyendo y lo abrió para seguir en su lectura como si no tuviera una Hermione rabiosa delante suyo.
La morena, en cambio, se mantuvo mirándolo con la expresión más confundida y molesta que nunca había tenido.
—¿Esto queda así? —preguntó ella luego de unos minutos—. ¿No vas a volver?
—No.
Ella apretó la mandíbula. ¿Quién fue el idiota que dijo alguna vez que dejar el orgullo era buena idea? Porque Hermione lo hizo y sólo se ganó una botefada de pérdida de dignidad.
Respiró hondo, tratando de recuperar el control.
—Bien.
No dijo nada más antes de darse la vuelta y regresar a la habitación.
Apenas entró, azotó la puerta detrás de ella y se recargó en la madera. Se llevó las manos hacia su cabello y deshizo el moño que traía para soltar sus rizos alrededor de sus hombros.
Arrastró sus dedos en el cabello con frustración mientras se mordía los labios para no gritar de la molestia.
Una parte de ella quería aceptar que Malfoy tenía cierta razón. Pero Hermione era una obstinada y terca Gryffindor, así que la parte más grande de ella no permitía que admitiera eso.
Así que hizo lo único para lo que ahora parecía funcionar: llorar.
Hermione no había querido hacerlo, pero la rabia y la frustración fue demasiado para ella cuando se dejó caer en la puerta y enterró su cabeza entre sus brazos, apoyándolos en sus rodillas.
Malfoy podía ser un verdadero idiota cuando se lo proponía.
Y ella una verdadera terca.
Vaya combinación.
•••
—La mente no les sirve de nada cuando se están defendiendo contra las Artes Oscuras —dijo el profesor de DCAO, caminando entre las mesas del aula y revolotenado su túnica—. Esta materia no trata de pensar en el siguiente movimiento o mantenerse siempre en un escudo. Se trata de improvisar ante las peores situaciones. Actuar sin pensarlo antes. De otra manera, perderías valioso tiempo pensando en tu siguiente movimiento que pudiera ser puesto en eso exactamente.
Hermione escuchó con atención. Ella había tenido ese problema durante siete años, y no fue hasta la Batalla de Hogwarts cuando por fin lo comprendió.
Siempre había creído que sabiendo la teoría y leyendo todos los libros sobre la materia tendría todo tipo de conocimiento, pero cuando se enfrentaba a una situación real todo libro pasaba a ser secundario. Porque ninguno te decía cuál hechizo o maleficio haría el atacante ni tampoco cuál sería su técnica.
DCAO era de actuar. No de pensar.
—Lamentablemente, la teoría que hayamos leído en un libro no va a servirnos cuando estemos en una guerra —siguió el profesor. Luego se detuvo frente a todos—. Es por eso que hoy practicaremos. Saquen sus varitas y muevan las sillas y mesas a las esquinas para tener espacio.
Hermione y todos los demás hicieron lo que pidió. Gryffindor se mantuvo de un lado y Slytherin del otro.
Ella en ningún momento se giró para mirar a Malfoy. Era martes y llevaba desde el viernes sin siquiera dirigirle una mirada.
—Formen parejas —anunció el profesor—. Uno actuará como defensa y otro como atacante. No quiero que usen hechizos para lastimar suficiente. Ya no son niños de primer y segundo año, así que estoy seguro pueden acatar bien esa orden.
Hermione miró de reojo, dándose cuenta con dolor que distanciarse de sus amigos la hizo ser demasiado asocial. Parvati ya estaba con Neville. Dean ya estaba con Seamus...
Alzó la mirada para buscar algún Slytherin que ella considerara agradable o al menos pasable, pero se encontró con la mejor vista del mundo.
Porque Malfoy parecía tan asocial como ella.
Y entonces una idea loca se le ocurrió.
Cruzó el aula, causando un silencio tenso cuando todos la miraron saltarse al lugar de Slytherin, y entonces se paró a lado de Malfoy, quien por primera vez desde el viernes, se giró a mirarla con el ceño fruncido.
—No quiero hacer duelo contigo —dijo él.
—Yo sí —respondió sin mirarlo—. Eres la única persona en esta habitación a quien me gustaría herir por accidente. Además, no pareces tener pareja. Soy atacante, por cierto.
Malfoy le entrecerró los ojos y pareció a punto de decir algo antes de que el profesor llamara a todos de nuevo, indicando que tomaran posiciones.
Él no se movió, así que ella lo animó.
—Vamos, Malfoy —dijo, sacando su varita y meneándola con burla. Ella se había vuelto bastante buena en DCAO.
—El profesor dijo hechizos para no herir suficiente —masculló él mientras caminaba hacia su lugar, rodando los ojos.
—Si eres bueno en defensa, entonces eso no debería preocuparte.
Hermione sabía que estaba siendo mala, pero tener una oportunidad donde pudiera desquitarse con Malfoy y que además sirviera para demostrar su progreso en la materia, parecía ser un regalo del mismísimo Merlín.
Ella no iba a desaprovecharlo.
—¡Comiencen!
Hermione no perdió el tiempo y arrojó un hechizo punzante al pie de Malfoy, quien no alcanzó a poner su escudo y chilló en un gruñido antes de mirarla, enfurecido.
—¡Eres una...!
Lo silenció antes de que pudiera decir algo, y por la mirada rabiosa que él le tenía, supo que estaba yendo por el camino correcto. Porque llámenla loca, pero se sentía llena de satisfacción.
Ella lanzó otro hechizo punzante a su brazo, y esta vez Malfoy fue suficientemente rápido para esquivarlo. Pero eso sólo le dio oportunidad a Hermione para lanzar otro más a su otro brazo.
Él no podía hablar, pero la morena estaba segura de que si pudiera, diría cosas no tan civilizadas.
Hermione siguió lanzando todo tipo de hechizos no letales que llegaban a su mente. Podría querer desquitarse, pero tenía sus límites sobre lo que era cuerdo o no.
O ella era muy buena, o Malfoy muy malo, porque apenas había esquivado cinco de los muchos hechizos que ella le había lanzado.
Varios en el aula se habían girado a mirarlos, unos divertidos y otros sorprendidos, pero ella no les prestó atención.
Lanzó un hechizo a su pecho, el cual le hizo sacar un gruñido incluso con el Silencius.
Esto es por besarme.
Arrojó otro a su pie antes de que pudiera prevenirlo, haciéndolo dar un salto hacia atrás.
Esto es por confundirme y luego decir que «Fue sólo un beso».
Otro más. Ella ya no estaba pensando, ni siquiera le estaba dando la oportunidad de esquivar. Lanzaba con rapidez y Malfoy era muy lento.
Esto es por dejarme sola en la habitación.
Dos hechizos más.
Esto es por pedirte que volvieras y rechazarme.
—¡Señorita Granger! —llamó alguien, pero lo escuchó tan lejano.
Uno, dos, tres hechizos seguidos. El Silencius dejó de hacer efecto en Malfoy y gritó con fuerzas, atrayendo la atención de todos en el aula. A Hermione no le importó.
Esto es por ser un idiota. Te necesito, y nunca pareces darte cuenta.
Un hechizo le desgarró la mejilla a Hermione, y entonces ella dejó de atacar. Se llevó un dedo lentamente hacia el lugar donde sentía el ardor y siseó cuando presionó con la sangre.
Alzó la mirada hacia Malfoy y se dio cuenta que él tenía los ojos más furiosos que jamás había visto.
Él había lanzado el hechizo. Hermione no lo culpaba, estaba tan mallugado por ella que sólo quiso defenderse.
Pero por alguna razón eso la molestó más.
Ella le lanzó un hechizo, pero entonces él usó su escudo con rapidez y eso la sorprendió tanto que no pudo prevenir el otro golpe mágico que le dio él.
La morena retrocedió, asustada y apenas desviando los hechizos que Malfoy le enviaba con fervor.
—¡Señor Malfoy!
Hermione era buena para defensa también, así que después del segundo hechizo él no volvió a tocarla porque sus escudos funcionaron bastante bien. Pero ambos se sometieron a un duelo mágico de ataque y defensa durante varios segundos más antes de que sus varitas salieron volando.
Ella observó con miedo como ambas caían en la mano del profesor.
Y entonces se dio cuenta de lo que había hecho.
Mierda.
———
Creo que este es el último capítulo donde estarán este tipo de discusiones. I mean, ya estamos muy cerca de entrar a la etapa donde ambos aceptan que lo suyo no fue "sólo un eso".
Estamos en el juego final, dijera el Doctor Strange 👀
—nico🐑
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