Día 3
Amán, Jordania. Martes 9 de marzo de 1999. 10:58 p.m.
Al día siguiente, Draco no se preocupó por despertarla o por siquiera fijarse si ella se despertaría a tiempo.
Y aunque eso la hizo sentirse un tanto vacía, aunque internamente lo agradeció porque había despertado demasiado débil y tal vez no hubiera estado en condiciones para sostenerle una conversación cuerda.
Charles lo había mencionado en sus cartas, diciéndole que se sentiría mucho más débil con el paso de los días, pero ella no había querido pensar en ello.
Él no había dejado de comunicarse con ella, cada día recibía una carta con mucho cuidado de que Draco no lo notara. Procuraba leerlas por las noches, solo por si acaso.
Apenas amaneció, Hermione había querido esconderse debajo de las sábanas de su habitación y dormir, pero luego Draco la llamó muy indiferente desde afuera y eso la obligó a ponerse de pie.
Ella terminó sus asuntos en la ciudad, tomaron el avión y luego volaron durante cinco horas a Jordania, el país de la siguiente maravilla: Petra.
Cinco horas donde Draco ni siquiera la miró. Se concentró en un libro que había comprado en el aeropuerto y en ningún momento le dirigió la palabra.
Hermione lo entendió, pero eso solo la hizo sentir peor. Y se suponía que no debía ser así, porque era exactamente lo que pedía. Sin embargo, le dejaba un sabor amargo.
Para cuando llegaron, eran las seis y media —por el cambio de horario—, y la excursión no iniciaba hasta dentro de unas horas, así que apenas se ajustaron a la nueva habitación del hotel, Draco avisó que saldría.
Se llegaron las nueve y él aún no volvía. Hermione había comenzado a desesperarse, pero luego de unos minutos llegó y solo hizo un movimiento de cabeza para indicar que era hora de irse.
Se aparecieron cerca de la ciudad antes de tomar un autobús, ahorrándose tres horas. Tampoco hablaron mucho en el camino a Petra, ni ahí ni en el desfiladero Siq que tuvieron que cruzar. Y aunque se podía excusar con que no estaban a solas porque iban acompañados de turistas, Hermione sabía que su silencio era tan sepulcral por algo más.
Él estaba molesto y dolido. Pero ella no podía ni debía hacer nada para remediarlo. Incluso si eso fuera lo más desagradable, sabía que era la mejor opción por el momento; tal vez así sería más fácil para Draco el soltarla.
Cuando llegaron, la ciudad arqueológica se llevó toda su atención, y casi la hizo olvidarse de Malfoy. Excepto que, por supuesto, él estaba a su lado en completo silencio, y cada vez que ella lo miraba para sonreírle y mostrarle algo, miraba en su expresión una clara advertencia de «no lo hagas».
Se adelantó con otros turistas que parecían tan emocionados como ella, y después de las primeras dos horas, realmente lo perdió de vista.
El problema era que, ahora, siendo casi las once de la noche, Petra estaba por cerrar, y ella no tenía idea de dónde estaba Draco.
El guía los estaba llamando a todos para regresarlos al autobús, y mientras se llegaba una ola enorme de turistas, ella iba en sentido contrario para intentar encontrarlo.
Seguía caminando, obligándose a no dar la vuelta y comprobar que el grupo estaba quedándose cada vez más atrás.
Se sentía cansada de haber caminado durante tantas horas, pero se sentía más angustiada por si no encontraba a Draco.
Era luna llena, y la luz dejaba una iluminación preciosa en la ciudad de piedra; algo que le hubiera encantado compartir con él si tan solo supiera dónde estaba.
El grupo ya se había alejado, ella estaba sola porque eran los últimos turistas en visita, así que podía escuchar sus propias pisadas en la crujiente piedra. De alguna manera, se sentía desprotegida, y cada vez que miraba hacia sus lados en medio de la oscuridad, se sentía más agitada.
Siguió caminando, y justo cuando creyó que lloraría de la desesperación, alcanzó a divisar su lejana figura.
Ella se detuvo, dejando salir un aliviado suspiro antes de fruncir el ceño. Draco estaba sentado en los escalones de la entrada a Al Khazneh, ni siquiera la había notado, y estaba mirando a algo sobre sus manos..., parecía ser una pulsera.
Hermione comenzó a acercarse lentamente hasta él.
—¿Draco? —llamó, y él pareció salir de sus pensamientos cuando alzó la cabeza hacia ella—. ¿Por qué sigues aquí? El autobús está por salir.
—Puedes irte en él —respondió—. Me quedaré aquí un poco más y luego apareceré en el hotel.
Sin decir más, bajó la cabeza y regresó a jugar con la pulsera que todavía traía entre manos. Ella siguió caminando, y cuando estuvo a un metro de distancia, se detuvo.
—No puedes quedarte aquí —le dijo en voz baja—. De seguro vendrán unos guardias a custodiar que nadie ande rondando por la ciudad. Te descubrirán.
—Bueno, entonces será mejor que te vayas ahora antes de que eso pase. Me aseguraré de que no me atrapen, lo juro.
Él seguía sin mirarla.
Hermione miró por encima de su hombro hacia la dirección donde se había ido toda la civilización, y por el silencio que la recibió, comprendió que ya estaban muy lejos y sería ridículo intentar alcanzarlos.
Además, su condición no le permitía correr. Regresó la mirada a Draco con un suspiro, y luego de un debate mental, se acercó hasta sentarse a lado de él, en uno de los escalones.
—Nos van a descubrir —dictaminó ella, más para sí misma que para él—. No somos las primeras personas en querer quedarse aquí y ser atrapadas después.
—La diferencia, Granger, es que no somos personas normales.
Ella frunció el ceño y se giró hacia él solo para observar cómo rebuscaba en el bolsillo derecho de su chaleco, sacando su varita.
Eso le llamó la atención por un momento, y luego miró cómo él arrojaba un hechizo desilusionador sobre ambos.
—Esto no durará mucho tiempo —dijo Hermione.
—Al menos el suficiente para cuando pase la ronda de guardias y crean que no estamos aquí.
Su respuesta fue tan monótona que la hizo quedarse sin ganas de seguir con la conversación. Se sentía cansada, así que se apoyó de las palmas de sus manos y luego alzó la mirada hacia la luna llena que iluminaba la ciudad.
Y desde el punto de vista donde estaba, la luna se veía bellísima, tanto que la dejó hipnotizada durante varios minutos.
Se dedicó a apreciarla, en silencio a lado de un Malfoy perdido en sus pensamientos; o al menos eso fue hasta que él decidió hablar.
—¿Quieres entrar? —No había ternura en su voz, fue solamente el tono de voz de una pregunta normal.
Ella se giró a mirarlo, y notó que él también miraba la luna.
—¿Adónde?
Draco la miró y luego dio un ligero movimiento de cabeza hacia atrás, indicando el interior del templo.
Hermione también miró el interior antes de regresar a él de nuevo.
—Está prohibida la entrada.
Él se encogió de hombros, indiferente.
—No veo a nadie aquí que nos esté prohibiendo nada —replicó. Se puso de pie y luego extendió una mano a Hermione—. Vamos —añadió.
Ella miró su mano, sintiéndose repentinamente nerviosa antes de aceptarla y ponerse de pie. Apenas lo hizo, Malfoy la soltó y luego se adentró al templo, uno que tenía un interior oscuro porque no la luz de la luna no era suficiente para iluminar el interior.
Observó desde los escalones cómo Draco llegó hasta el centro de lugar, su mirada captando cada detalle, y entonces se giró de nuevo hacia ella.
—¿Qué esperas? —preguntó.
—No creo que esto sea buena idea... Estamos en una de las maravillas del mundo, se siente como si estuviéramos violando algo...
—Nadie está mirando, Granger. ¿Vas a conformarte con ver lo mismo que miraron todos en esa excursión? Ve más allá de tus límites.
—Esto es más allá de mis límites —replicó.
—Exacto —Draco la miró y luego ladeó la cabeza, mirándola de arriba a abajo. Después regresó a sus ojos y añadió—: Quiero mostrarte algo.
Ella abrió la boca para preguntar qué, pero él se dio al vuelta antes de que pudiera lograrlo. Comenzó a caminar más hacia el fondo, y entonces no tuvo más remedio que ceder.
Con un suspiro, también se adentró. El templo no era más que una enorme cámara de piedra con lo que parecían ser habitaciones, pero Hermione tenía el suficiente conocimiento general como para saber que la mayoría de ellas eran tumbas.
Estar dentro, por alguna razón se sintió mal. Un escalofrío de esparció por todo su cuerpo mientras su mirada recorría las paredes y símbolos extraños del suelo.
Pero se sintió todavía más aterrada cuando alzó la mirada y se dio cuenta que Draco no se veía por ninguna parte.
Avanzó hacia donde lo miró alejarse, pero también aminoró el paso porque, a medida que se adentraba, se hacía más oscuro y eso le quitaba valentía.
—¿Draco? —llamó, y su voz hizo eco por las paredes.
Tragó saliva al escuchar su propia voz asustada, pero aún así siguió caminando.
Cada vez que lo hacía, la oscuridad se apoderaba más. Y justo cuando estaba a punto de recurrrir a su varita para un Lumos, sintió una mano aferrarse a su muñeca y jalarla con rapidez.
Hubiera emitido un chillido del tremendo susto, pero quedó frente a frente contra Draco, y él se llevó un dedo a sus labios para indicarle silencio.
Ella calló, pero no porque se lo hubiera pedido, sino porque la había arrastrado a un espacio tan pequeño que los dejaba demasiado cerca.
«Los guardias están cerca», dijo Draco con sus labios, pero no emitió ningún sonido.
—Se supone que no pueden vernos —susurró ella.
—Más vale prevenir.
Hermione decidió quedarse callada. Se concentró en regresar su respiración a una calmada mientras Draco seguía escuchando atentamente por si los guardias se acercaban.
Ella lo miró sacar la cabeza para ver detrás de la pared, pero fue justo en ese momento donde una linterna se asomó por el interior del templo.
Malfoy regresó a esconderse, y ambos se quedaron tan quietos que parecían unas estatuas la una frente a la otra.
Escucharon a uno de los guardias murmurar algo, y entonces oyeron pisadas que se adentraron al lugar. Hermione abrió mucho los ojos, y Draco le advirtió con la mirada que no debía hacer nada.
El guardia siguió acercándose al igual que la luz de la linterna iluminando el interior; y cuando pasó a la cámara donde ellos estaban, ambos aguantaron la respiración.
El hombre regordete estaba apenas a unos metros de ellos; si se daba la vuelta y el hechizo no funcionaba, los atraparían.
La mano que Draco todavía tenía sobre la muñeca de Hermione se apretó ligeramente, y en ese preciso momento el guardia se giró hacia ellos.
Ella apartó la mirada para no lastimarse con la luz de la linterna, y Malfoy intentó una posición pobre de ponerse frente a ella para impedirlo. Ambos esperaron el regaño, pero las paredes siguieron en silencio.
Y entonces el hombre se fue, avisando a su compañero que el templo estaba libre. Luego ambos escucharon las pisadas alejarse hasta que el silencio los abrazó de nuevo.
Draco se quedó frente a ella durante varios segundos, como si estuviera recuperándose él también, y luego salió del pequeño espacio.
—Bueno, el hechizo funciona bien —dijo, dando una pobre sonrisa—. Ahora, vamos. Hay unas escaleras más adelante.
Se alejó sin decir nada más, y esta vez Hermione no lo pensó dos veces antes de seguirlo. Quería preguntarle a dónde los llevaban esas escaleras, pero algo le decía que Draco no estaba de mucho humor para responder preguntas.
Cruzaron una cámara más, y después él se acercó a una de las puertas que Hermione creía era una tumba. Solo que no lo era; había una especie de pasadizo estrecho que, efectivamente, tenía unas escaleras hacia arriba.
Draco dejó la puerta abierta para permitir que ella pasara primero, y luego de un segundo de duda, lo hizo. Él cerró la puerta detrás y luego comenzaron a subir.
—¿Cómo encontraste esto?
—Fui a turistear por mi cuenta mientras todos estaban en la excursión —contestó desde detrás, su voz inundando hasta el más mínimo eco—. Esto fue lo más interesante que encontré.
No tuvo tiempo de preguntar más porque ya habían llegado al final. Draco alzó su mano frente a ella y abrió la puerta de madera muy vieja con un fuerte empujón.
Apenas lo hizo, el aire de la noche los saludó.
Hermione se quedó quieta en su lugar durante varios segundos mientras apreciaba otra nueva cámara del templo. Solo que esta era diferente y una que no sabía de su existencia.
—¿Qué...? ¿Cómo es esto posible?
Era una nueva habitación, solo que no había tumbas, pero sí una redonda mesa de piedra en el centro. Las paredes estaban llenas de runas que ella juraba haber visto en alguna parte. Y lo más impresionante: a pesar de que todas las paredes eran de piedra, había aire, como si hubiera una enorme ventana abierta.
—Es una ilusión —explicó Draco, saliendo de detrás de ella para avanzar hasta la pared que tenía más runas.
Se giró para mirar a Hermione y luego medio sonrió antes de alzar su mano; lo curioso fue que esta no se golpeó contra la pared, sino que la atravesó somo si de un velo se tratara.
—Pero...
—Ven aquí —dijo él, y le volvió a extender una mano—. Todavía hay algo que tienes que ver.
Hermione, aún aturdida por la cámara, se acercó hasta él y dejó que la guiara hasta la pared. Se sentía como cruzar de nuevo la pared del andén nueve y tres cuartos, solo que esta vez no tenía idea de qué habría en el otro lado.
Pero cuando lo hizo, se preguntó por qué algo así debía ocultarse.
Era la cima de Al Khazneh, el templo de piedra se encontraba debajo de sus pies, y toda la vista que tenían era la ciudad de Petra de noche con la luz de la luna llena y el viento abrazándolos.
No habían estrellas, pero aún así Hermione sentía que nada podía hacer la vista más hermosa.
Soltó la mano de Draco sin darse cuenta y luego comenzó a caminar lentamente hacia la orilla. Habían al menos cuarenta metros hasta el suelo, pero por primera vez, ella no tenía vértigo.
Se detuvo y luego sonrió. Cerró los ojos, ignorando las pisadas que indicaban que Malfoy se estaba acercando, y luego respiró hondo.
Se había vuelto difícil mantener una respiración profunda y correcta desde los últimos dos meses, pero en ese momento, sus pulmones le permitieron tomar el delicioso oxígeno, abrazarlo y luego soltarlo.
Y cuando volvió a abrir los ojos, tenía una enorme sonrisa pintada en su rostro. Se sentía viva de nuevo.
Se giró hacia Draco, y él ya la estaba mirando.
—¿Por qué no conocía esto? —le preguntó—. Creí que nos habían mostrado todo de Petra.
Él desvió la mirada y le dio una sonrisa de boca cerrada.
—La magia existe en todo el mundo, Granger. Brujas y magos han existido desde hace mucho tiempo, no debería sorprenderte el que haya lugares arqueológicos que fueron el asentamiento de algunas tribus. Las runas que estaban ahí dentro...
—Eran mágicas —completó Hermione, comprendiendo—. Por eso se me hacían tan conocidas.
Draco la miró por unos segundos y luego asintió.
—Supongo que alguna de ellas causa la ilusión de que la pared del templo está cerrada y que no hay más salida.
—Es por eso que está prohibida la entrada.
Él volvió a asentir. Caminó más cerca de la orilla y luego se sentó con cuidado, dejando sus pies colgando como un niño chiquito en un columpio.
Alzó la mirada hacia ella desde el suelo y movió la cabeza para indicarle que se sentara. Hermione lo hizo, aunque esta vez sí con un poco de vértigo.
Ella se sentó a su lado, dejando apenas medio metro de separación, y luego dejó que su mirada vagara por toda la ciudad, apreciándola durante varios minutos en silencio antes de que se permitiera admirar la luna de nuevo.
—Granger —llamó Draco luego de unos minutos, y cuando ella se giró a mirarlo, él jugaba con la misma pulsera en sus manos—. Necesitamos hablar.
Hermione sabía que esto vendría en algún momento, pero todavía no estaba preparada para explicarle por qué había sido una idiota con él. Ni siquiera tenía una justificación, al menos desde su punto de vista.
—Lo sé —murmuró de todos modos, y apartó la mirada de él.
—¿Ves esto? —preguntó. No necesitó girarse para saber que se refería a la pulsera—. Pansy me la regaló hace años, cuarto grado para ser exactos. Ella me dijo que quería ser mi novia en ese entonces, pero a mí ni siquiera me importó y la rechacé. En esos momentos yo era el idiota que prefería arrancar una flor en lugar de apreciar su belleza. Con el paso de los años, creí que ella nunca me superaría y que siempre estaría llorando por mí. Por un momento comenzó a hacerse molesto, pero un día... Precisamente uno de los días donde yo me odiaba porque comenzaba a sentir algo por ti, ella me dijo que me quería, solo que ya no de esa manera.
»No mentiré, eso se sintió... extraño. Esa noche saqué la pulsera que ella me regaló y me la puse por alguna razón. Para cuando tú te fuiste diciendo que ya no querías estar en Hogwarts y que debías encontrar a tus padres, yo me di por vencido. En realidad, no creía que hubiera algo que pudiera hacer, pero entonces llegó Pansy y me dijo que esa pulsera no era una cualquiera, sino un talismán para una persona que nunca se rinde ante lo que quiere. Ella sabía que eras tú, y aún así me dijo que era mi deber ir por ti...
Draco suspiró, alzó la mirada y Hermione sintió sus ojos sobre ella. La observó fijamente durante varios segundos, y cuando la intensidad fue suficiente, ella también se giró para mirarlo.
—Pansy es la razón por la que estoy aquí —siguió Malfoy, y levantó la pulsera para que ella pudiera verla mejor. Era sencilla, unas cuantas cuentas y un símbolo extraño como adorno—. Pero lo único que tú haces es que yo quiera rendirme.
Hermione sintió sus ojos picar y apartó la mirada. Tragó saliva y luego respiró hondo, recuperándose.
—Lo siento —Fue todo lo que se le ocurrió decir.
Escuchó el suspiro de Draco.
—Sí, yo también... ¿Pero sabes algo, Granger? —preguntó y ella lo miró de reojo. Ya había guardado la pulsera—. Tengo casi diecinueve años, ya no soy un niño. He perdido muchas cosas y he renunciado a otras más solo por ti. No me molesta, ya no. Pero no quiero que todo eso sea en vano —Draco se movió para eliminar el espacio que había entre ellos, y al sentir su mirada y su cuerpo tan cerca, quiso alejarse, pero su mano en su brazo la detuvo. Eso la obligó a mirarlo—. Me vas a alejar apenas termine esta semana, ¿así que por qué quedarnos en la introducción?
Hermione apenas alcanzó a fruncir el ceño antes de que él tomara su mejilla y la atrajera para besarla.
La tomó tan de sorpresa que en un principio ni siquiera reaccionó, pero Draco mantuvo su determinación y, aunque ella intentó resistirse, su cuerpo terminó cediendo a él.
Cerró los ojos y disfrutó la sensación de sus labios como si fuera la última vez que fuera a besarlos, ignorando la revolución que había en su mente.
Fue apenas un beso rápido, pero la delicadeza y la ternura que hubo en él fueron lo que la distrajo de todo lo demás.
Para cuando se separaron, él todavía sostenía su mejilla.
—No haré el vano —dijo, mirándola fijamente—. Nunca necesité los sentimientos en mi vida, esta no debe ser la excepción... Si tú quieres jugar, Granger, podemos jugar.
Y antes de que ella pudiera responder nada, él se levantó y se alejó de su lado. Se puso de pie y luego se adentró al templo, dejándola sola en medio de la ciudad de Petra.
Esa noche, ambos regresaron al hotel en silencio. Ninguno dijo mucho, e incluso aunque Hermione hubiera querido decir algo, no habría podido porque Draco parecía dispuesto a ignorarla.
No lo molestó, él merecía estar molesto, y ella merecía que la ignorara.
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Agra, India. Miércoles 10 de marzo de 1999, 9:28 p.m.
Taj Mahal no estuvo tan mal como Draco había imaginado. Su mente había estado llena de personas con paliacates alrededor de sus cabezas o piedras extrañas pegadas en su frente como las Gemelas Patil en el Baile de Invierno de cuarto grado.
Pero las personas eran agradables, y lo trataban como un igual. Habían tenido demasiado suerte de que aún no los hubiera descubierto algún conocido mágico.
Granger siguió teniendo esa misma mirada curiosa y emocionada mientras estaban en la excursión, y aunque en un principio a él le pareció aburrida, le pareció todo interesante cuando el guía comenzó a narrar la historia detrás de Taj Majal.
Después de que la excursión terminó, ella decidió salir a visitar las pueblos cercanos. Draco habría ido con ella de no ser porque realmente necesitaba estar solo, así que decidió regresar a la hacienda donde se estaban quedando y esperar a que volviera.
Se suponía que regresaría a las ocho, pero ya eran casi las nueve y media y ella seguía fuera. Consideró salir a buscarla, pero India era demasiado grande y había muchas personas por todas partes, así que sería un caso perdido.
Se mantuvo en los jardines fuera de la hacienda, apreciando las cantidades de especies de flores y plantas que él nunca había visto, y luego escuchó su voz a lo lejos.
Alzó la mirada y encontró a Granger hablando amablemente con el encargado. Al parecer había encontrado un hablante del inglés; por lo general se habían topado con solo hablantes nativos del hindi, así que Draco había tenido que recurrir a sus años de estudios de idiomas.
La miró reír por algo que dijo el hombre y luego comenzó a alejarse, y cuando se encontró con la mirada de Draco, ella se detuvo unos segundos antes de seguir avanzando.
Llegó hasta él y luego se paró.
—Draco —saludó, pero él no respondió. La miró tragar saliva y luego se aferró a su bolsa—. Buenas noches, mañana salimos temprano, será un viaje largo.
—Lo sé —se limitó a responder.
Ella asintió con la cabeza y luego se alejó. Él la miró sacar las llaves de su habitación y luego abrir su puerta, no le dio ninguna mirada antes de entrar.
Y cuando lo hizo, Draco ya no tuvo ganas de seguir mirando las flores. También se acercó a su habitación y se encerró ahí.
Se suponía que ahora debía dormir, pero no tenía nada de sueño. Apenas había intercambiado quince palabras con Granger desde Petra, y eso comenzaba a pesarle.
Le había dicho esas cosas con una sola intención, pero ahora temía que ella no pudiera captarla.
Granger siempre fue pésima para entender indirectas.
Se sentó y se recargó en el respaldo de la cama, entreteniéndose en un libro que compró en la excursión, con la esperanza de que eso le diera un poco de sueño.
Estuvo así al menos durante cuarenta minutos antes de que la puerta de su habitación se abriera y se cerrara rápidamente.
Él no necesitó alzar la cabeza para saber quién era, así que se mantuvo neutro y siguió leyendo.
—Dijiste que podíamos jugar —soltó ella de repente—. ¿A qué te referías con eso?
Draco la miró. Ella traía sus rizos en un moño, de nuevo, él no entendía por qué ella se empeñaba en ocultar algo que la hacía hermosa. Traía un pantalón de pijama y una blusa de tirantes, e iba descalza.
—Significa exactamente lo que piensas —respondió encogiéndose de hombros, mostrando su apariencia más tranquila incluso cuando por dentro lo único que quería hacer era atraerla y no soltarla nunca.
—El problema es que no sé qué es lo que pienso.
Granger parecía inquieta. Ella avanzó más cerca, y entonces advertencias comenzaron a parpadear por la mente de Draco.
—¿Qué crees que significa? —preguntó.
—No lo sé, pero estoy volviéndome loca —respondió, avanzó hasta él y tomó el libro que leía. Miró el título y arrugó la nariz—. He estado las últimas veinticuatro horas fingiendo que estoy tranquila pero no es así, ¿y tú has estado leyendo El Buen Nombre, de Jhumpa Lahiri?
Draco le regaló una sonrisa burlona.
—Es un buen libro.
—¡No estoy jugando! —chilló, dejando el libro en el buró cercano.
Él resopló, aún intentando mantenerse tranquilo.
—De hecho, Granger, es exactamente lo que estás haciendo. Tú estás jugando desde el momento en que comenzamos esa investigación, yo solo te dije que era hora de que yo también comenzara a jugar.
—¡Entonces dilo! —Ella alzó la voz, y su tono de voz sonó desesperado—. Dime cómo quieres jugar, pero estoy harta de quebrarme la cabeza y pensar que me odias.
Él le frunció el ceño.
—¿Pensar que te odio? ¿No es eso lo que querías? Creí que eso era preferible a decirte que te amo.
Granger calló de golpe, abrió y cerró la boca tal cual pez fuera del agua y luego solo se dio por vencida. Se talló la sien como si intentara mantener la paciencia y suspiró.
—Bien, tienes razón. Es mejor que me odies.
Se dio la vuelta con la intención de alejarse, pero esta vez Draco decidió que era hora de intervenir.
—¿Granger? —llamó. Ella se detuvo, más no se dio la vuelta—. Ven aquí.
—Escucha, Malfoy, no quiero ser parte de...
—¿De un juego? Mala suerte, ambos somos parte de él desde hace mucho tiempo. Ven.
Granger siguió sin darse la vuelta, así que Draco se puso de pie y caminó hasta ella. Pudo mirar cómo su cuerpo se tensó, tal vez dándose cuenta que ahora él estaba demasiado cerca, pero también miró que no se movió ni escapó, se mantuvo exactamente donde él quería que estuviera.
Era una ironía cómo ahora Granger parecía ser su droga cuando antes era lo que le causaba vómitos.
Se acercó a su cuello, dejando su aliento vagar por su piel pero sin tocarla, y miró su piel erizarse mientras susurraba:
—Ven, vamos a jugar.
La miró cerrar los ojos y debatirse entre si era buena idea o no, pero Draco ya sabía que era una mala idea y no le importaba, así que tomó su mano y la jaló con delicadeza para darle la vuelta.
Ella alzó la mirada hacia él.
—No pienses —le dijo, acariciando ligeramente su mano—. Déjate llevar. Los mejores juegos son los que no están planeados —Draco comenzó a caminar hasta la cama y eso la hizo avanzar también, se sentó en ella y, mirándola a los ojos, la ayudó a sentarse a horcajadas sobre él. Después alzó su mano para apartar un rizo que caía sobre su frente y se acercó a su oído—: A esto me refería con que es hora de jugar.
Regresó a mirarla a los ojos y la encontró pasmada, como si no tuviera idea de qué hacer o cómo reaccionar.
Ella abrió la boca, tal vez para protestar, pero Draco negó con la cabeza y con una mano sobre su espalda la acercó más. Quedó encima de él, y por la expresión que tenía, ya había notado su problema.
Le sonrió, y entonces llevó una de sus manos hacia su muslo, lo acarició lentamente y luego la motivó a moverse.
Al principio ella no entendió cómo, solo parecía estar atónita e incapaz de apartarle la mirada, pero a medida que él seguía recorriendo su espalda, ella comenzó a captar.
El primer vaivén se sintió tortuoso porque fue demasiado lento, pero al mismo tiempo se sintió como la entrada al paraíso. La miró lamerse los labios, y entonces el siguiente vaivén lo hizo ella.
Granger llevó una mano hacia su cuello y la otra hacia su hombro. Draco, en cambio, viajó ambas hacia sus caderas y la ayudó a moverse.
Eran pequeños y lentos movimientos que iban hacia delante y hacia atrás, permitiendo que sus cuerpos se rozaran hasta el límite.
El que ella trajera una prenda tan ligera lo hacía sentir más cercano y más real, así que con cada vaivén él podía sentir su zona íntima, y sabía que ella también podía sentir la de él.
Granger se aferró más a él y se acercó hasta que no hubo distancia, y entonces el vaivén fue más marcado y delicado.
Se sentía como haber renacido, como si ambos hubieran estado en un purgatorio y hasta apenas hubieran sido liberados.
Y lo único que él podía pensar mientras su cuerpo se movía hacia adelante y atrás encima de él, era en lo mucho que quería besarla y decirle que quería jugar para toda su vida.
Pero por el momento solo necesitaban jugar de esta manera, al menos hasta que ella entendiera que era lo que necesitaba.
Sus pechos rozaron el de él, y fue la invitación perfecta para acercarse a su cuello y trazar su delicada piel. Al principio solo rozó su nariz, pero fue suficiente contacto para que ella soltara un suspiro.
Llevó una mano a su cintura para abrazarla contra él, aún ayudándola a moverse, y luego dejó el primer beso sobre su cuello.
Granger rasguñó su camisa, y eso también lo hizo apretar su cadera antes de bajar su mano para pasear entre el muslo de su pierna.
Dejó rastros de besos por todo su cuello, escuchando su respiración agitada y empujándola hacia adelante para disfrutar más del rozamiento.
Para cuando llegó a su punto débil del lóbulo de su oreja y lo lamió, ella soltó un gemido y se aferró a su cabello. Eso lo hizo alzar la mirada hacia ella, y la notó enrojecida.
Ella era tan linda cuando se sonrojaba, hacía resaltar más sus pecas.
La miró fijamente para apreciar su belleza, una que ella todavía no era capaz de aceptar, y luego alzó una de sus manos para deshacer el moño de rizos que traía.
Observó con fascinación cómo sus rizos caían en cascada por sus hombros; rizos perfectos de color chocolate que cubrían sus delicados hombros de caramelo.
Llevó su otro mano a su trasero y la ayudó a acomodarse para que siguiera con el vaivén antes de alzar la otra y remover los rizos de su hombro, dejándolo mirar los puntitos cafés que lo recorrían.
Movió el tirante que lo cubría y luego lo dejó caer. Se acercó y comenzó a besar su piel con una ternura que solo ella podía conocer viniendo de él.
La escuchó suspirar de nuevo, y por un momento sus vaivenes tartamudearon, pero Draco le ayudó a seguir el ritmo.
Cada vez que Granger rozaba con él, hacía un pequeño y delicado movimiento hacia arriba que le hacía olvidarse que todavía estaban con ropa. Era la manera que ella tenía para torturarlo porque se sentía de maravilla, y la manera en que lo miraba era fascinante; como si no estuviera dispuesta a hacer eso con nadie además de él.
Aún estando ocupado en la piel de su hombro, él habló, su voz saliendo ronca.
—Esto está bien, Granger. ¿Sabes por qué? —murmuró y alzó la mirada hacia ella. Sus ojos estaban dilatados—. Porque esto es solo un juego, podemos jugar cuantas veces queramos. Porque no te odio, pero tampoco te amo —Guardó silencio, encargándose de los vaivenes antes de repetirlo—: No te amo.
Ella lo miró, su boca ligeramente abierta por los movimientos que seguían haciendo, y entonces asintió con la cabeza.
—Tampoco te amo —le dijo, y Draco ignoró lo que esas palabras le provocaron antes de tomar su mejilla y besarla.
Primero fue con delicadeza, pero a medida que sus cuerpos seguían moviéndose el uno contra el otro y sus zonas se rozaban con tal intensidad, el calor comenzó a hundirse en ambos.
Él alzó las manos hacia ella para ir hasta su blusa, y comenzó a subirla poco a poco hasta que Granger lo permitió.
—No te amo —susurró ella antes de volver a besarlo.
Draco la abrazó desde la cintura y le correspondió al beso.
—No te amo —dijo también.
———
No sé ustedes, pero a partir de que Draco dice: «no pienses», la canción de Heaven de Julia Michaels queda perfecta a la escena, jé.
—nico🐑
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