Cueste lo que cueste

Draco se giró para mirar a Weasley y, ya cruzado de brazos, le alzó una ceja altanera.

—Y tú decías que todo era mi culpa.

—Esto no es un juego, Malfoy —respondió, de repente poniéndose casi tan rojo como su cabello—. No estamos hablando de algo sencillo y tampoco de cualquier persona. Es Hermione —dijo, luego rodeó el sofá para acercarse a él y lo miró con todo el odio que se le podía mirar a una persona—. Y sí, probablemente tú la mantuviste viva, pero de haberlo notado antes, no habríamos tenido que llegar a este punto.

Luego de eso, salió de la habitación dando un portazo. El lugar quedó en silencio absoluto hasta que Charles carraspeó y decidió alejarse también, yendo hasta una especie de caja fuerte para buscar quién sabe qué.

Mientras tanto, Draco intentó ignorar tanto a Potter como pudo, pero después él habló y entonces tuvo que mirarlo.

—Escucha, Malfoy —comenzó con un suspiro cansado, y desde ahí él supo que sería un sermón—. No me agradas, nunca lo hiciste, y probablemente nunca lo harás... Pero si tú eres el responsable de haber mantenido viva a una de las personas que más amo, entonces haré lo que sea por dejarte estar cerca de ella. No importa lo que diga Ron, yo me encargaré de él, pero tú, Malfoy —Se acercó un poco más y le apuntó con el dedo—, encárgate de ella. Lo haría yo con gusto, pero parece que tú le haces mejor bien por ahora.

Él lo miró con el ceño fruncido, divido entre su sorpresa por que Potter le estuviera diciendo eso y entre su confusión de por qué se creía con el derecho de darle órdenes. Podía tener a todo el mundo mágico besándole los pies ahora, pero para Draco siempre habrían niveles; al menos con Potter.

—Lo haré —masculló, pero antes de que pudiera decir nada, añadió—: Pero no será porque tú me lo pides, será por ella.

—Lo sé —contestó automáticamente, como si ya lo estuviera esperando. Luego dio una mirada curiosa a Draco y le medio sonrió con burla—. Y disculpa por el golpe —dijo, y él le entrecerró los ojos. Potter se dio la vuelta hacia Charles para decirle—: Antes de que entre con Hermione, hácelo saber.

El hombre le asintió y entonces Potter también salió de la habitación, dejándolo solo con el medimago.

Draco frunció el ceño otra vez.

—¿Qué me debes decir? —preguntó.

—Lo que tanto intentó decirte Harry antes de venir hacia acá —respondió Charles, caminando hasta él con unos papeles en mano que parecían ser diagramas de sellos mágicos. Él los observó durante unos segundos antes de volver a mirar a Draco—. Aún no te han contado qué es la otra cosa que hace la maldición de Hermione, ¿verdad? ¿Lo mencionó en su carta?

Él le alzó una ceja.

—¿Cómo sabes...?

—Hermione dejó carta para muchas personas —interrumpió, restándole importancia—. Ya sabes cómo es, queriendo tener todo en control incluso cuando... —Se detuvo y luego carraspeó—. No importa, da igual. Estoy seguro de que la carta que te hizo fue la más especial. Me hablaba mucho de ti cuando venía a visitarme mientras tú estabas con tu madre... —Pareció quedarse pensando unos momentos y luego añadió—: Creo que ahí me di cuenta lo que tú hacías por ella, de una manera, estando contigo ella se veía más animada; cosa que no pasaba muy seguido cuando venía sola.

Draco apartó la mirada y suspiró.

—Ojalá lo hubiera sabido —masculló entre dientes.

—Oye, Hermione lo quiso así. Deseó que nadie se enterara y así pasó. Fue su decisión.

—Sí, pero su decisión también me incluía a mí —replicó, volviendo a mirarlo. Bajó los brazos y tragó saliva—. ¿Tienes una idea de lo que se siente llegar a tu casa y ver a la persona que amas muerta en tu cama? Ella sabía que esto iba a pasar, y sin embargo, nunca decidió hacérmelo saber. Pudo haberme prevenido al menos.

Charles casi pareció querer soltar una risa, pero se contuvo.

—¿Te habrías prevenido para la muerte del amor de tu vida? —preguntó y él guardó silencio absoluto. El medimago negó con la cabeza, cerrando de golpe los papeles que traía en manos—. No, Malfoy, no creo que haya un manual para eso. Da igual si Hermione te hubiera dicho o no, tú jamás habrías sido capaz de dejarla ir.

—Por supuesto que no —replicó Draco, de repente alzando su tono de voz y volviéndose frío—. Habría hecho hasta la última cosa en el mundo para mantenerla a salvo.

—¿Y cuánto tiempo habría durado eso, eh? Seguro que no unas horas o unos días. Habría tomado meses, quizá años. Tiempo con el que ella no contaba, y tiempo que ella no quería desperdiciar en falsas esperanzas.

Draco comenzó a sentir su interior hervir. Este tipo estaba hablando tan al ahí se va sobre el tema, como si no le importata y de la manera más clínicamente posible. Eso lo estaba hartando.

Él no tenía idea de cómo se sentía. Nadie podía.

—Al menos lo habría intentado —abatió Draco—. De no haberlo hecho, no habría más tiempo.

—Entiéndela, Malfoy. Ella había aceptado su destino y lo único que quería era aprovechar el tiempo que le quedaba estando cerca de las persona que amaba pero sin dañarlas —Ambos guardaron silencio, y luego el tono de Charles se volvió más serio—. Yo la amo, Malfoy. Estos años la convirtieron como mi hermana y también daría lo que fuera por ella al igual que muchos en esa sala de allá afuera. Pero la amo tanto que estaba dispuesto a respetar su decisión, porque odio verla sufrir. Y si su único deseo antes de partir era disfrutar lo que le restaba, entonces yo la iba a apoyar hasta el último momento.

Draco se molestó todavía más. Avanzó hasta él con los puños hechos a sus costados.

—¿Crees que yo no? —siseó, tan cerca de Charles como para intimidar—. ¿Crees acaso que yo no sería capaz de hacer cualquier cosa por ella? Quemaría el mundo entero para que ella estuviera a salvo, daría mi vida por ella, mataría por ella... Pero eso es lo que ustedes no entienden, no es ella quien se dio por vencida, fueron ustedes: fuiste tú. Granger no quiere morir, nunca lo quiso, pero estaba más aterrada de lo que sería de nosotros con su partida que de lo que podría pasarle a ella. Si tanto la amaras, sabrías que tiene complejo de Gryffindor y tiene tendencia a poner el bienestar de los demás antes que el suyo... Entonces, Charles, perdón por no seguir el mismo ejemplo que los demás, pero yo no voy a dejarla morir. No importa lo que me cueste, ella tendrá la vida larga y feliz que merece, porque morir por una maldición, no es el destino de nadie.

Y dicho eso, se dio la vuelta y salió de la habitación, también dando un portazo. Avanzó entre los pasillos hasta llegar a la sala de espera en la que había estado.

Aún había gente, aunque ya no se encontraban Potter y Weasley; o al menos no los veía cerca. Pero mientras Draco observaba a cada una de las personas que estaban ahí, comenzó a darse cuenta que tal vez unas palabras de Charles eran verdad.

Había mucha gente en esa sala de espera que daría todo por Granger.

Ella era tan noble, tan valiente y con un coraje tan admirable que se había ganado el cariño de muchos a lo largo de los años.

Estas personas la amaban.

Estas personas cuidarían de ella.

Pero no sería nada comparado con él. No era nada comparado a la manera en que él la amaba y mucho menos en lo que estaría dispuesto a hacer para protegerla y mantenerla a salvo.

Le asustaba lo que podría hacer para lograrlo.

Dejó de pensar en eso y avanzó hasta la puerta de la habitación de Granger. Abrió sin siquiera tocar, y la puerta se quedó a medio abrir cuando se dio cuenta que ella estaba despierta.

La chica Weasley estaba a su lado, sentada en una silla pequeña y hablándole, pero Granger parecía estar demasiado cansada para escucharla. Solo se mantenía recostada en su lugar, sin moverse y mirando a Weasley, aunque sus párpados se movían con lentitud.

Apenas entró, Weasley se giró hacia él y su expresión alegre y entusiasta decayó rápidamente a una de fastidio.

—Oh, eres tú —dijo, pero él no le prestó atención.

A duras penas, Granger giró su cabeza hacia él; y apenas conectaron miradas, sus ojos se agrandaron y se aferró a las sábanas que tenía a lado.

Intentó avanzar hacia la cama, sin importarle cerrar o no la puerta, pero apenas dio unos pasos cuando Weasley se levantó rápidamente de su silla y le impidió el camino.

—Weasley —advirtió Draco—, no estoy de humor esta vez. Ya estuviste con ella, es mi turno.

—Técnicamente, no —contestó, pero luego sacudió la cabeza y añadió—: ¿No te dijeron los chicos? No puedes entrar de esta manera hasta que se arregle... eso.

—¿Qué? ¿Por qué no? Tengo tanto derecho de estar aquí que cualquier otra persona, puede que incluso más.

—Deja tus chorradas para otro momento —se quejó Weasley, tomando bruscamente su codo para moverlo hacia atrás y que Granger no pudiera escucharlos. Él gruñó y se zafó apenas estuvieron a una distancia decente, y estuvo a punto de amenazarla con que no volviera a hacer eso antes de que la pelirroja soltara las palabras que lo dejaron congelado—: Ella no te recuerda.

Sintió que todo su cuerpo se debilitaba. Hubo un pitido que comenzó a sonar lejanamente en sus tímpanos y su mirada se perdió. Miró a Granger desde su lugar, y entonces comprendió la mirada que ella le tenía: parecía estar asustada.

¿Pero de qué? ¿De él?

No podía olvidarlo.

Habían pasado por tantas cosas. La maldición ya le había quitado todo, no podía también arrebatarles esto. Eran sus recuerdos, le pertenecían a ella y a nadie más.

Tenerla viva pero sin que pudiera recordarlo, se sentía... Era igual de doloroso.

—¡Ey! —llamó Weasley en un susurro, chasqueando los dedos frente a él para llamar su atención. Él la miró, aún aturdido y con ese dolor de pecho de nuevo—. No te pongas así, por favor. Charles dijo que te necesita sano y salvo para que puedas mantenerla a ella sana y salva. Sí, Hermione no te recuerda, solo sabe quién eres y tiene conocimiento de ti hasta finales de quinto grado, que es donde la maldición empezó a impregnarse en ella. Pero Charles dijo que podía solucionarlo, dijo que lo haría, ¿está bien? Necesito que te regrese el color.

Draco tragó saliva y asintió, sin tener idea de qué otra cosa decir o hacer. Parpadeó como un idiota para recuperar la compostura.

De reojo miró la piel de sus manos, y efectivamente, estaba pálido.

—¿Entonces... qué debo hacer? —preguntó, y odió que tuviera que hacerlo.

—Bueno, la idea era que no entraras hasta que yo pudiera contarle todo a Hermione de la manera sutil y que pudiera entenderlo —suspiró, tallándose la sien—. Pero... Ya estás aquí, así que no hay vuelta atrás. Puedes quedarte, pero no hables mientras yo platico con ella y le cuento todo. Entre mujeres nos entendemos mejor, ¿está bien?

Y se odió de nuevo por aceptar las órdenes de Ginevra Weasley.

—Está bien.

—Esto no significa que me agrades, Malfoy —le recordó ella en un susurro, aún manteniendo su distancia de él—. Si permitimos que estés aquí, es solo por Hermione y nada más.

—No es algo que me quite el sueño, Weasley.

Ella rodó los ojos. Se dio la vuelta y luego plantó la mejor sonrisa relajada en su cara antes de caminar de regreso a la cama de Granger, quien se hallaba todavía en la misma posición y no paraba de mirar a Draco de una forma extraña.

Por una parte, no se sentía como si esos ojos lo hubieran olvidado; pero... Tal vez sí era así. No estaba ese brillo valiente y atrevido que a él le gustaba observar, pero juraba que él lo haría volver.

Conjuró una silla para sentarse en la esquina de la habitación y se quedó ahí durante lo que parecieron horas. Weasley decidió hacerse un monólogo entero antes de comenzar a decirle las cosas a Granger, y aunque Draco en un principio pensó que eso estaba bien, luego decidió que se estaba desesperando.

Así que, para matar el tiempo, fue a visitar a su madre.

—¿Qué pasa? —le preguntó ella apenas entró. Estaba sola y sentada en la camilla con un libro en su regazo. Su mirada ya lo había recorrido de pies a cabeza y ahora lo veía con esa típica mirada de preocupación maternal.

Draco negó con la cabeza y se encogió de hombros, mirando al suelo. Se quedó de pie en la entrada de la habitación durante varios segundos antes de que pudiera ordenarle a sus pies el caminar hasta la cama de su madre.

Sus pasos eran arrastrados y lentos. Cansados.

Conjuró otra silla para poder sentarse y luego lo hizo con un largo suspiro. Se recargó en el respaldo y mantuvo su barbilla en su mano, aún sin mirar a su madre a los ojos.

—¿Draco? —preguntó ella cuando lo miró demasiado en silencio. Acercó su mano para tomar la libre de él y le dio un apretón—. Dime, ¿qué es lo que pasa?

Él no respondió. Pero poco a poco comenzó a sentir en su garganta un nudo doloroso. No sabía cuánto tiempo podría durar fingiendo que no se encontraba destrozado y que no quería solo ir por Granger y llevársela lejos en un lugar donde no le harían daño.

Había tenido que mostrarse solo furioso y serio con Potter y Weasley, pero no había tenido la oportunidad de llorar como debía. Lo había hecho cuando creyó que Granger estaba muerta, pero aunque eso fue peor, ahora también tenía otra razón para sentirse devastado: el que ella estuviera viva, pero muriendo lentamente y sin nadie que pueda hacer algo.

Antes de darse cuenta, la primera lágrima silenciosa había caído sobre su mejilla. Su madre fue quien lo notó, alzando su otra mano para limpiarla delicadamente con su dedo pulgar.

Él se sobresaltó ligeramente y alzó la mirada para encontrarse con sus ojos. Y después de unas largas miradas, su madre pareció comprender qué estaba pasando.

—Es ella, ¿no? Algo le pasó —dijo, y Draco se sorprendió un poco. Narcissa sonrió y luego acarició su mejilla con ese cariño de madre—. Lo sé porque tu padre tenía la misma mirada cuando yo desperté aquí. Ustedes, los hombres Malfoy, aman con tanta locura e intensidad que su mundo se reduce a solo una persona. Y cuando algo le pasa a ella... Sienten como si les hubieran robado el oxígeno y de repente nada tiene sentido; se sienten devastados y destrozados porque ustedes se convierten parte de ella y le pertenecen, se entregan por completo. ¿No es así como te sientes?

Él apartó la mirada y se alejó de su tacto. Se sorbió la nariz y apretó los labios cuando sintió que el llanto quería venir de nuevo. Parpadeó varias veces para ahuyentarlo, pero luego su madre volvió a tomar su mejilla e hizo que volviera a mirarla.

—No es necesario que digas nada, Draco —le dijo—. Probablemente no sea la persona adecuada, pero puedo estar para ti. Siempre lo estaré, porque soy tu madre. Y tal vez no me agrade lo suficiente esa chica, pero estoy haciendo el intento, porque te hace feliz, y eso me hace feliz a mí. Así que, si necesitas llorar, puedes hacerlo. Nadie te va a juzgar por sentir.

Él arrugó su rostro por el llanto que intentaba contener y luego se rindió. Soltó un sollozo que se sintió como un alivio y luego lo soltó:

—Ella está muriendo.

Y apenas lo dijo, las lágrimas se dejaron salir a su libre albedrío. No esperó una respuesta de su madre antes de abalanzarse hacia adelante para esconderse en sus brazos, igual como solía hacer cuando era pequeño y había tormentas a las que él temía.

En ese momento todo era mucho mejor, porque la razón por la que ahora se escondía en los brazos de su madre ya no era por los sonidos tenebrosos que hacían las tormentas, sino porque la persona con quien creyó pasaría el resto de su vida, estaba muriendo.

Eran dos situaciones con un mar de diferencia; y él cuánto deseaba volver a la primera.

—No sé qué haré si algo le pasa —murmuró entre el llanto, incapaz de mirar a su madre—. Por un tiempo creí que es-estaba muerta y... Y yo... Me sentí muerto también. No puedo explicarlo. Es a-algo que nunca había sentido.

—Se le llama amar y pertenecer, Draco —contestó con una voz lenta y delicada, acariciando su cabello igual que aquellas noches de tormenta—. La mayoría de las personas aman a su pareja tanto como se aman a ellos, y automáticamente dejar de ser cien por ciento suyos; porque cuango algo le pasa a esa persona, pierden su cincuenta y se sienten terribles. Pero la diferencia aquí es... Que tú eres un Malfoy, tú amas más de lo que cualquier otra persona puede; probablemente no lo muestres demasiado, pero sabes que estarías dispuesto a hacer cualquier cosa por esa persona. Y cuando lo admites, te das cuenta que le perteneces por completo a esa persona; y luego comprendes que su felicidad es tu felicidad y que su bienestar es tu bienestar.

Él volvió a llorar y negar con la cabeza.

—Yo nunca quise esto —musitó—. Nunca quise amar tanto, nunca quise...

—Tú lo que quisiste siempre fue que te amaran —interrumpió su madre—. Pero para cuando eso pasara, tú también debías amar. Y ahí fue donde caíste, Draco. Caíste por la única persona que te hizo sentir especial y que miró en ti lo que nadie más. Te enamoraste de la persona que menos esperabas porque nunca imaginaste que sería ella quien te hiciera sentir que podías o merecías ser amado.

Él no dijo nada durante un tiempo. Se dedicó a llorar en los brazos de su madre, sintiendo su reconfortante presencia mientras intentaba alejar a Granger de su mente por el momento.

Sentía incluso que tenía dificultad para respirar, su cabeza dolía al igual que todo su cuerpo. Pero era nada comparado a ese estúpido dolor en su pecho.

—Todos se dieron por vencidos, madre —susurró en un hilo de voz—. Dijeron que su decisión era de ella y que estaba bien. Lo aceptaron pero... Pero yo no puedo. No puedo simplemente dejarla morir. No puedo. No puedo.

Su madre suspiró profundamente y luego dejó un beso por encima de su cabeza, disfrutando de la sensación antes de separarse y obligar a Draco a hacer lo mismo, tomando su rostro entre sus manos.

Él estaba hecho un desastre, probablemente tenía su nariz y sus ojos rojos por tanto llorar. Su cabello estaba despeinado y en su peor monento, y tampoco era como que tuviera sus mejores ropas.

Pero aún así, su madre lo miró con una sonrisa como si estuviera mirando al muchacho más hermoso del mundo.

—Entonces mata y muere por ella —le dijo, y él apenas alcanzó a divisar los asentamientos de las lágrimas en sus párpados—. ¿Recuersas lo que te dije las últimas vacaciones de Navidad, Draco? Te dije que algún día ibas a conocer a alguien por quien serías capaz de hacer todo. Dar la vida por esa persona. Cuidar de que nunca le pase nada malo... Te dije que ese día, donde la miraras a los ojos y vieras lo que yo veo en Lucius, entonces sabrías que tú también podrías morir por amor —dijo. Mantuvo silencio y entonces parpadeó igual que él para ocultar las lágrimas—. Dime, hijo, ¿ha llegado ese día? —Luego se acercó para recargar su frente con la de él y cerró los ojos con otro suspiro antes de añadir—: Tú no te rindas. Haz todo lo que sea necesario. Tráele los mejores medimagos del mundo si es necesario, haz cualquier cosa. Pero mantén a tu felicidad a salvo. Cueste lo que cueste.

Y entonces, cuando todo el mundo mágico creía que los Malfoy eran quienes se rendían ante todo, él se dio cuenta de que nunca había sido así. Porque todo lo que había hecho su padre no había sido solo cobardía, sino que había mantenido a lo que más amaba a salvo.

Lucius Malfoy pasó por encima de todos para mantener a su familia a salvo. Y tal vez eso estaba mal, pero a Draco ya no le importaba. Porque él iba a hacer lo mismo: la iba a mantener a salvo.

Cueste lo que cueste.

Entonces tal vez los Malfoy eran los únicos que no se rendían.

⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯

Él entró y cerró la puerta detrás suyo.

Charles estaba en la esquina monitoreando la máquina que se encargaba de proteger su magia limpia de la que ya se había infectado de la maldición.

Pero ella solo podía mirarlo a él.

Hermione lo conocía. Era Draco Malfoy, el hijo de Lucius y Narcissa Malfoy, heredero de una de las familias más ricas, poderosas y antiguas pertenencientes a los Sagrados Veintiocho. Sangre pura, Slytherin, y un asno con todo el mundo.

Ella sabía quién era, pero solo recordaba de su existencia hasta finales de quinto grado. Luego de ahí, su nombre era un borrón en su memoria y aún más los momentos que supuestamente pasó junto a él.

Charles le había contado que, de alguna manera, sus núcleos habían sufrido los daños más considerables porque eran los que tenían más poder; y por consecuente, los más apetecibles a destruir.

Ambos núcleos se pertenecían y se protegían el uno al otro, según Charles; pero eso era lo que le molestaba a la maldición, así que fue directamente a ellos para derrotar ese lazo. Y lo logró eliminando todos sus recuerdos buenos de él.

Según Ginny, Harry y Charles, ella había regresado a Hogwarts a buscar una cura para la maldición, y ahí fue donde se encontró pasando sus días con él... Luego se enamoraron y al parecer pasaron juntos mucho más tiempo cuando dejaron el colegio. Se supone que ella intentó rechazarlo mucho tiempo para no lastimarlo, pero cuando se rindió y por fin lo aceptó, sus núcleos se fusionaron y se protegieron el uno al otro, otorgándole el tiempo necesario para que Charles pudiera salvarle la vida antes de que la maldición tomara control completo.

Pero Hermione todavía no entendía cómo pasó. Era difícil comprender el que le dijeran que estaba enamorada de Draco Malfoy y que él también estaba enamorado de ella. Al principio se había notado reacia a aceptarlo, pero luego, cuando miró sus ojos al entrar y encontró esa preocupación genuina, comenzó a dudar de todo...

Entonces ella seguía recostada en la misma cama, horas después de cuando creía sería su último respiro.

Solo recordaba haberse dormido en medio de la oscuridad. No tenía idea de dónde estaba o con quién, pero sí recordaba el dolor en su pecho, y no exactamente físico.

Luego hubo nada.

Literalmente nada.

Y después despertó en San Mungo con muchas personas a su alrededor. Personas que ella reconocía y otras que apenas; pero todas eran personas que ella jamás había deseado que se enteraran de su maldición.

Se sintió engentada y sus signos vitales comenzaron a subir. Nadie se dio cuenta y Charles estaba afuera, así que decidió moverse o al menos hablar para hacerles saber que necesitaba espacio, pero pronto se dio cuenta que cada mínimo movimiento dolía hasta el alma y también que no tenía voz.

Sus ojos habían comenzado a llorar y eso le impidió ver a todas las personas que seguían a su alrededor, hasta que alguien pareció darse cuenta y al siguiente segundo, todos se habían alejado y había una figura delante suyo. Charles. Le inyectó algo y luego todo volvió a ser oscuridad.

El no poder respirar fue lo que la despertó de nuevo, y habían tantas luces encima de ella, que lejanamente registró que eran sus propios diagnósticos mágicos a pesar de que todavía luchaba por encontrar oxígeno.

Sentía sus pulmones expandirse con un dolor inexplicable pero no podía recuperar el oxígeno que estos tantos le pedían. Abrió la boca, lloró, expandió aún más su pecho, pero aún así siguió batallando para lograr tomar al menos la mínima probada.

Pronto comenzó a sentir sus pulmones arder con tanto dolor que ella misma se sintió en llamas. Luego comprendió que probablemente eso se sentía estar muriendo y que tal vez ya no hacía falta luchar más. Así que se mantuvo mirando las luces que seguían encima de ella, registrando en su mente todos los buenos momentos que pasó con las personas que quería.

Con sus padres. Con Harry. Con Ron. Con...

—... Sé que estás ahí. Soy Draco...

Ella apenas prestó atención a eso. Ni siquiera podía sentir que la tenía tomada de la mano. No sabía quién más estaba en la sala, solo se concentró en mirar los diagnósticos y en dejarse llevar, a pesar de que su cuerpo inconscientemente aún luchaba por el oxígeno.

Pero entonces él comenzó a hablar. Y aunque al principio ella casi no lo escuchó porque todo se escuchaba tan extraño y lejano, pronto su voz comenzó a sentirse más firme y cerca, más clara.

Y luego él fue todo lo que ella podía escuchar.

Estaba hablando de ella. De ellos.

Pero Hermione no podía recordar nada de lo que él decía. No recordaba siquiera en qué momento habían tenido la confianza para tomarse las manos o para llamarse por su nombre de pila.

Solo sabía que su mano sobre la suya se sentía como la única ancla que la mantenía en el mundo de los vivos, como la única cosa que ella quisiera sostener por el momento.

Había comenzado a llorar a pesar de que no lo había deseado, y justo cuando comenzaba a dejarse ir para evitar todo el dolor, él dijo que no debía rendirse, le dijo que debía luchar. Y luego comenzó a hablar de ir director a por Dolohov y causar un caos.

No supo por qué eso la hizo girar su mirada con dificultad hacia él. Tal vez la idea de Draco Malfoy condenado a Azkaban por su culpa no era algo que le apetecía mantener antes de morir. Quería irse libre.

Le regresó el apretón a su mano a pesar de que sintió cada hueso crujir y doler.

Él dijo algo más, volviendo a retomar su amenaza de ir por Dolohov. Ella se mantuvo mirando sus ojos grises... Nunca había notado que eran de un gris que casi parecía azul. Pero de alguna forma, parecían galaxias.

Y luego comenzó a creer que morir mientras lo último que veía eran esos ojos, no estaría tan mal.

Pero entonces él empezó a decir que ella le había prometido no hacer un mal movimiento, que le había prometido no romperlo y también que nunca lo dejaría.

—No eres de esas que no cumplen sus promesas, ¿cierto? —le había dicho, y su mente se había disparado en mil fragmentos confusos.

¿Ella le había prometido algo? ¿Todo lo que él estaba diciendo era verdad? ¿Esa mirada de dolor y preocupación al igual que esas lágrimas eran genuinas?

Le dio otro apretón y cerró los ojos, dejando caer las lágrimas.

Ella quería descubrirlo. Así que sus pulmones se expandieron y por fin pudo otorgarles ese oxígeno que tanto le habían estado pidiendo. Después había caído dormida.

Y ahora estaba él delante suyo, a unos cuantos metros, con las manos escondidas en los bolsillos de sus jeans; hecho un desastre visiblemente y con la mirada más cansada que ella hubiera visto.

Ella quiso decir algo, pero además de que su garganta dolió apenas lo intentó, tampoco supo qué decir exactamente. Se aferró a las sábanas a sus lados y solo lo miró, aceptando su mirada y preguntándose qué era lo que estaba pensando.

¿Qué se sentía que la persona que amabas te olvidara?

Porque se suponía que él la amaba, ¿no? Eso habían insinuado todos.

Draco Malfoy estaba enamorado de ella y no tenía idea de cómo sucedió o por qué.

Aunque también se suponía que ella estaba enamorada de él, ¿pero en verdad lo estaba? Ni siquiera sabía qué era lo que sentía mientras lo veía... Había algo. Pero no podía comprenderlo.

Cuando él empezó a caminar lenta y dudosamente hasta ella, su corazón comenzó a acelerarse y apretó más las sábanas a sus lados. Malfoy se detuvo al mirar su reacción y se quedó estático, solo mirándola y como si estuviera decidiendo si era buena idea acercarse o no.

Charles pareció notar la situación porque dejó la máquina y luego avanzó hasta Hermione. Ella lo miró y él le sonrió antes de dejar su mano sobre su hombro con delicadeza.

—Está bien —le dijo—. Lo necesitamos cerca. No te hará daño.

Ella lo sabía.

Por alguna razón, desde que lo miró entrar ella ya sabía que él no sería capaz de lastimarla. No era que tuviera pruebas o certeza de ello, solo era un instinto; pero lo creía real.

Aún así, ella tragó saliva y asintió, apartando la mirada. A su vez, Charles asintió a Malfoy para hacerle saber que podía avanzar y entonces eso hizo él. Sus pasos fueron lentos y apenas audibles, pero luego estuvo a su lado sentado en donde antes había estado Ginny.

—Hola —dijo él, y la manera en que su voz salió la dejó congelada. Se escuchaba vulnerable y débil, tan vulnerable que ella podría jurar que ese no era el verdadero Draco Malfoy. No al menos el que ella había conocido.

¿Qué versión era esta? ¿Qué Draco Malfoy se preocuparía por Hermione Granger?

Por algún instinto, le quiso contestar.

—Hola —dijo. Y esta vez, su garganta no dolió demasiado.

Charles lo notó también porque alternó su mirada entre ambos y luego formó esa sonrisa altanera que tenía cada vez que creía avanzar en la maldición. Abrió la carpeta que traía en manos y conjuró un bolígrafo para empezar a escribir con rapidez.

—¿Comenzamos? —preguntó una vez terminó. Hermione lo miró y frunció el ceño, sin saber de qué hablaba. Él le volvió a sonreír—. Malfoy es la razón por la cual sigues aquí, Hermione. Necesitamos aprovechar eso. Además, ¿no quieres recordarlo acaso?

Ella no respondió y entonces él se alejó.

La verdad era que ella no sabía. ¿Quería recordar? ¿Qué tal si no le gustaba lo que recordara? Lo podría lastimar, de nuevo. No era que ella tuviera demasiada empatía hacia Draco Malfoy, pero debido a que todos decían que era la razón por la cual estuviera viva, mínimo le debía eso.

Pero... ¿Y si sí le gustaba lo que recordara? ¿Entonces se abalanzaría a besarlo? ¿Cómo se suponía que debía reaccionar? ¿Qué era lo que debía hacer?

¿Dónde estaba su padre? Era el único que podría ayudarla en una situación tan difícil. ¿Y su madre?

Antes de haberse dado cuenta, ya había comenzado a hiperventirlar y ya tenía a Charles delante de ella lanzando diagnósticos hacia todos lados. Hermione se llevó la mano al pecho para intentar controlar su respiración, aunque no estaba funcionando.

Pronto sintió las lágrimas asentarse en sus párpados y luego empezó a recordar cómo eran los ataques de ansiedad que le daban algunas veces con Charles.

Hasta que sintió la calidez de una mano sobre la suya y luego unos largos dedos tomar su mejilla con ternura para girarla y hacerla mirar. Mirarlo a él.

—Está bien —dijo, y a pesar de que Charles estaba diciendo cosas, por alguna razón ella solo lo escuchó a él—. Todo está bien. Estoy aquí contigo, todos lo estamos. Relájate y respira lenta y profundamente, ¿sí? —Ella solo lo miró e intentó hacer lo que dijo, pero cuando siguió sin poder regular su respiración, intentó apartar la mirada, pero él la sostuvo—. Ey, mírame. No dejes de mirarme. Concéntrate en mí, concéntrate en cómo el aire entra por tu nariz y luego sale por tu boca, ¿de acuerdo? Inhala, exhala. Estoy aquí.

Era una total ironía que solo eso lograra calmarla, porque segundos después pudo volver a respirar.

Y lo hizo tan limpiamente que tal vez le recordó a algo. La manera en que sus pulmones se llenaron de un oxígeno tan limpio y libre le recordó a una sensación que no entendió. A un lugar, al aire libre y solo para ellos.

No hizo falta pensar mucho para deducir que debía ser algún recuerdo con él.

—No tenemos que hacer esto si no quieres —le dijo Malfoy, aún sosteniendo su mano y con eso genuina mirada de preocupación profunda—. Lo importante es que estés bien. Si no quieres recordar, estaré bien con eso mientras tú estés bien.

—Pero, Malfoy... —comenzó a decir Charles, pero él lo interrumpió, mirándolo con esos mismos ojos fríos y mortales que ella había conocido en Hogwarts. Esos de los que todavía tenía recuerdos.

—Dije que no pasará si ella no quiere —dictó, y su tono de voz salió firme y afilado como una navaja—. No me importan tus experimentos para explotar el poder de nuestros núcleos, Charles. Si ella no quiere, no pasa. ¿Quedamos claros?

Hermione miró a Charles y él la miró a ella, y parecía que quería protestar, pero por el contrario, se mantuvo callado y solo dio una sonrisa de boca cerrada antes de darse media vuelta y caminar hasta la salida.

Ella regresó a mirar a Malfoy y se volvió a encontrar con esos ojos destellando preocupación y vulnerabilidad. Le hacía preguntarse cómo con todos los demás parecía ser la persona más fría y apática del mundo y cómo con ella parecía ser... un cachorrito lastimado.

¿Qué era lo que había pasado para haberlos llevado a esa situación? ¿Cómo ella había logrado derribar todas sus barreras y convertirlo en lo que era ahora?

No lo entendía.

Pero quería hacerlo.

—Charles —habló para llamar su atención antes de que él saliera. Este se giró y esperó, ella lo miró; y luego de varios segundos, se lamió los labios y añadió—: Quédate. Quiero recordar.

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