Atención

Si Hermione había creído que había avanzado un paso con Malfoy, ciertamente tres semanas después habían retrocedido dos menos. Ella no tenía idea de cómo aún no se habían matado. Malfoy era la persona más desagradable que alguna vez había conocido y había sido una tonta por creer que podría llevarse bien con él. Si querían tener al menos una convivencia sana debía ser apoyo mutuo, y él no estaba poniendo de su parte. Siempre hacía todo lo que ella le decía que no hiciera, aprovechaba cualquier ocasión para molestarla y, cuando ella le respondía mejor, era él quien se indignada y le decía cosas hirientes. El miércoles pasado, Hermione estuvo tan cansada de Malfoy que le dolió la cabeza y pidió que no hubiera investigación ese día.

Al menos se las había arreglado para que Malfoy no arruinara su cumpleaños. Se había obligado a olvidar que él existía y había pasado una 'tarde de chicas' junto a Ginny y Luna.

Era un martes por la noche, y el toque de queda ya había pasado, por lo que ahora ella se hallaba envuelta en sus mantas e intentando dormir. Tal parecía que debía añadir el insomnio a su larga lista, porque con hoy eran cinco días seguidos de no poder conciliar el sueño. Hermione se movía de un lado a otro, apretando los ojos con fuerza para buscar ese sueño que antes la envolvía, pero lo único que lograba era frustrarse.

Se preguntó qué estaría haciendo ella en estos momentos si hubiera aceptado el puesto de Premio Anual que Minerva le había ofrecido. La habitación que le entregaban de la Torre de Gryffindor habría sido perfecta para su investigación y podría estar horas en el caso incluso pasando el toque de queda, pero no era justo. Ser Premio Anual conllevaba cumplir obligaciones, como sus rondas por la noche, su preparación con los prefectos o su autoridad para mantener el orden. Todas cosas que ella no podía poner prioridad si debía estar en la investigación. Era frustrante cómo su sueño (que poco después dejó de serlo) de todos sus años en Hogwarts no podía hacerse ahora que debía poner prioridad a otras cosas... Otra cosa. Rechazar el puesto de Premio Anual fue una decisión dolorosa, pero sabía que era lo correcto. Al menos estaba feliz de que el puesto hubiera sido otorgado a Ginny, al igual que a Neville; ambos habían hecho notar mucho liderazgo durante la Guerra.

Se sentó sobre la cama y suspiró sin importarle que pudiera despertar a algunas de sus compañeras. Observó el pequeño reloj que tenía a lado en su baúl y se dio cuenta que eran las dos de la mañana. Aún quedaban cinco horas para que la alarma de su varita sonara y ella aún seguía sin poder conciliar algo de sueño. Ni siquiera estaba cansada, milagrosamente. Se había acabado la poción para dormir y no quería ir a despertar a Poppy, así que necesitaba hacer algo que la dejara exhausta para regresar a su cama y dormir. ¿Pero qué? Una idea vaga y loca pasó por su cabeza y casi se echó a reír ante ello. Lo había visto en películas y programas de televisión cuando era pequeña, pero siempre creyó que era algo superficial. Sin embargo, un minuto después ya se hallaba a lado de su cama dando saltos de estrellas y haciendo sentadillas. Se sorprendió cuando encontró su cuerpo sin cansancio alguno. Tal vez lo que necesitaba era cansar a su mente.

Dio una mirada a su cama, como dándose una última oportunidad para que el sueño llegara, pero cuando no fue así, sacó un jersey de su baúl y se lo pasó por encima antes de salir del dormitorio con sumo cuidado de no despertar a nadie. Bajó las escaleras y luego salió de la sala común. Había tomado el Mapa del Merodeador que Harry le prestó antes de venir a Hogwarts y con eso observó las rondas del señor Filch.

Caminó en silencio, sin preocuparse de miradas sobre ella debido a que todos estaban dormidos en sus salas comunes. Llevaba su pijama más encima su jersey, que se arremangó más a sí misma cuando pasó por un ventanal y la fría noche de octubre la golpeó. Llegó hasta las puertas de la biblioteca y sacó su varita para murmurar el hechizo y abrir las puertas de roble. Como si creyera que alguien podía atraparla a estas alturas, asomó su cabeza y miró hacia su alrededor para comprobar que, en efectivo, estaba sola y no había nadie cerca. Se adentró al lugar, sin miedo, y cerró las puertas tras suyo.

Apenas había dado tres pasos cuando un dolor punzante apareció en su cabeza. Soltó un chillido que se calló cuando mordió sus labios y se permitió sentarse en una de las sillas cercanas. Estos dolores eran poco comunes, pero cuando venían, lo hacían de una mala manera. Suspiró y cerró sus ojos con fuerza mientras se sujetaba la cabeza con sus manos. Se quedó así durante treinta segundos más hasta que decidió que el dolor se había vuelto soportable. Alzó de nuevo la cabeza al tiempo que se ponía de pie y giró a sus lados mientras caminaba hacia su bien conocida estantería.

Aunque, a medida que avanzaba, comenzó a fruncir el ceño: había una luz justo en el lugar donde ella se dirigía. Estaba confundida, Hermione había visto las puertas de la biblioteca cerradas, y tampoco había escuchado un ruido que pudiera delatar a alguien. Su respiración se aceleró cuando un pensamiento asustado vagó por su mente. Tal vez alguien había encontrado la manera de entrar a su pequeño lugar y ahora sabía sobre su investigación. Ella nunca se preocupó por esconder su problema cuando se hallaba ahí, pues no creía que alguien entrara alguna vez. Su corazón dio un vuelco cuando pensó que sería Ginny, la pelirroja había estado sospechando de Hermione durante toda la semana y tal vez ahora había descubierto todo.

Se acercó lentamente hasta la estantería y observó la pequeña luz que había hasta el fondo del pasillo, proveniente de una linterna. Hermione se quedó a lado de los libros y se recargó en ellos, suspiró y se quedó esperando, tal vez escucharía un ruido. Nada. Se dio cuenta que debía entrar a investigar, pero tan sólo mirar el oscuro pasillo y apenas una luz al fondo era algo aterrador; tanto leer Stephen King en su niñez la había dejado un poco traumada.

Pero luego se recordó que era una Gryffindor y también una heroína de guerra. Respiró hondo y apretó los dedos firmes alrededor de su varita, sólo por si acaso. La alzó con entrenada determinación y avanzó por el oscuro y solitario pasillo que la llevaba a su pequeña habitación. Podía sentir el dolor de su pecho expandiéndose a medida que avanzaba hacia la luz de la linterna. Pero luego recordó que podía estar en una pesadilla; cuando estaba de caza con Harry y Ron le sucedía lo mismo, y todo se sentía muy real. Tal vez sólo estaba yendo a una más de sus pesadillas y pronto despertaría. Conservó ese pensamiento mientras seguía avanzando.

Se detuvo frente al umbral de la puerta abierta e intentó enfocar su vista en la oscuridad para ver algo o alguien dentro. Dio un paso hacia delante para poder entrar, concentrándose en la linterna que estaba sobre su escritorio, cuando una fuerza mayor la arrastró hasta la pared derecha y la estancó ahí con una mano de largos dedos sobre su cadera y un codo sobre su cuello. Ella sintió el pinchazo de dolor en su pecho expandiéndose más y el miedo se incrustó tan rápido que la aterrorizó.

Hermione sintió que ambas manos se apretaban más contra ella en la pared, dejándola sin aire. Soltó un quejido por la falta de este y, de repente, las manos se alejaron de ella, como si fuera tóxica o venenosa.

Dejó caer sus manos sobre sus rodillas mientras regresaba el oxígeno a sus pulmones justo al tiempo que las luces de la habitación se encendían.

—¿Granger?

Esa voz. Malfoy. Mierda. Ella sólo pudo articular eso en su mente mientras aún luchaba por recobrar el aire que él le había arrebatado. Se levantó de sus rodillas y observó la habitación, ignorando la mirada extraña que el rubio tenía sobre ella. Hermione rodó su mirada por todo el lugar y, de repente, comenzó a notar lo pequeño que era. Demasiado pequeño. Su respiración dejó de funcionar y un mareo llegó hasta ella. Quería dejar de mirar el lugar, pero sus ojos no podían dejar de vagar hacia las esquinas de la habitación. ¿Por qué no había notado antes lo pequeña que era? ¿Cómo es que no había recordado este miedo?

Sintió una mano que la tomó del codo y luego la obligó a sentarse en una silla. La silla de Malfoy.

—Respira, Granger —le decía una voz lejana. Y eso hizo. Cerró los ojos y se dejó llevar hasta que ya no fue necesario ir tranquila. Los abrió de nuevo y frunció el ceño cuando miró a Malfoy arrodillado delante de ella.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Hermione, directo al punto.

Malfoy pareció tomar esa pregunta como una afirmación de que ella había vuelto a la normalidad porque rápidamente se puso de pie. La morena lo vio alejarse hasta su propio escritorio y tomó un libro entre sus manos. Se volvió hacia Hermione y le mostró el título, golpeando con un dedo el lomo de este. Ella leyó:

Clase XXXX, ave Fénix en tiempos de cobre.

Hermione, bajando la mano que tenía sobre su pecho una vez que se sintió mejor, frunció el ceño y miró a Malfoy, quien tenía una sonrisa triunfante en su rostro.

—¿Qué tiene ese libro? —preguntó ella. Malfoy le rodó los ojos.

—¿Me vas a decir que nunca consideraste a los fénix para tu preciosa cura?

—No veo tu punto...

—Mencióname las cualidades de los fénix, Granger —exigió, aparentemente con tono aburrido. Hermione le frunció el ceño, pero hizo memoria.

—Son inmortales porque renacen de sus cenizas al nacer —comenzó—. Pueden cargar inmensos pesos. Pueden aparecer y desaparecer a voluntad. Pocos magos pueden domesticarlos. Su canto es mágico...

—¡Te olvidas de lo más importante! —espetó Malfoy, acercando más el plateado lomo del libro para que ella pudiera ver la reluciente imagen de la cabeza de un fénix escarlata—. ¡Sus lágrimas son curativas!

Hermione se mantuvo en silencio, pensando. Malfoy pareció creer que no entendía porque siguió hablando, como si la creyera tonta.

—Unas cuantas de estas lágrimas salvaron a Potter en su segundo grado de veneno de Basilisco, ¿recuerdas? Toda la escuela habló sobre eso aquel día, y fue terriblemente tedioso, pero igual funcionó. ¡Sus lágrimas son tan poderosas que podrían curar la maldición de tu prima!

—Malfoy, no creo...

—¡Sólo piénsalo! —exigió él, dejando el libro de nuevo en el escritorio y volviendo hacia ella—. Esas cosas son capaces de sobrevivir a una maldición asesina, ¿y qué cosa tiene más magia negra que eso? Estoy seguro de que las lágrimas de fénix serían tu ingrediente clave para la cura que buscas. Es tan obvio que creí que lo habrías pensado antes, Granger.

—Malfoy —llamó en un tono alto. Él se giró con la ceja alzada. Hermione se mordió el labio—. ¿Cuándo fue la última vez que viste a un fénix?

Malfoy frunció el ceño, pensando.

—No lo sé —murmuró, más para sí mismo que para ella—. Dumbledore tenía uno, ¿no?

Hermione asintió.

—Se llamaba Fawkes —dijo—. Pero él se fue cuando Dumbledore murió. Nadie lo ha vuelto a ver. Ni a ningún otro fénix. Como dice el libro, son clase XXXX y no porque sean agresivos, sino porque son difíciles de domesticar. Así que, a menos que tengas bajo la manga escondido a un fénix, seguimos estancados en el mismo lugar.

Él gruñó, rodando los ojos.

—¿Estás diciendo que desperdicié horas de sueño para que me dijeras que no valió la pena?

—No necesitabas venir.

—En realidad, sí. Entre más rápido se termine esto, más rápido podremos alejarnos el uno del otro.

—Bueno, pues tendrás que pasar un rato más conmigo porque, aunque las lágrimas de fénix podrían ayudarnos bastante, no tenemos manera de conseguirlas.

—¿Qué hay de McGonagall? —preguntó Malfoy, comenzando a notarse frustrado—. ¿No dijiste que ella te conseguía cosas del Ministerio?

—El Ministerio no guardaría lágrimas de fénix —contestó, poniéndose de pie por fin—. Fawkes era el único que se había presentado en más de cien años y ahora nadie sabe dónde está... E incluso si el Ministerio tuviera algunas, no creo que quisieran desperdiciarlas en mí.

Hermione se asustó tan pronto se escuchó decir aquello. Parpadeó hacia Malfoy, y notó que él fruncía el ceño.

—¿Por qué en ti? —preguntó con los ojos entrecerrados y dando un paso sigiloso hacia ella.

A ella le llegó la respuesta perfecta, como si lo hubiera ensayado antes.

—Recuerda que sólo Minerva, tú y yo sabemos sobre esto. No podríamos pedírselas sin decirles para qué las necesitamos. Tendría que inventar una excusa y yo estaría involucrada.

No tartamudeó en ningún momento, y sólo esperó que fuera suficiente para engañarlo. Funcionó, o al menos él no estaba lo suficientemente interesado en descubrir la verdad.

—Si le contaras la verdad a alguien de alto rango ahí, estoy seguro de que podrían hacer excepciones —ofreció—. ¿Qué hay de Shacklebolt? Ahora es Ministro de Magia, y fueron amigos en la Guerra, deberías aprovechar eso.

—¿Crees que todas las amistades necesitan tener un provecho? —refunfuñó Hermione—. No todos nos acercamos a las personas por conveniencia, Malfoy.

—No estoy seguro de eso —Malfoy se encogió de hombros—. No estoy aquí porque así lo quiera, ¿o sí?

Ella lo fulminó con la mirada. Idiota.

—No voy a llamar a Kingsley para 'sacarle provecho a mi amistad con él' —siseó—. Así que deja de sugerirlo, y también olvidémonos de las lágrimas de fénix. Nunca podremos hallar ni siquiera un pequeño vial.

—¿Si consigo uno, crees que podrías encontrar la cura?

Hermione lo miró detalladamente durante un segundo y luego se cruzó de brazos. Frunció el ceño hacia él. De alguna manera, hoy estaba menos irritante que los días anteriores, y ella no sabía por qué. Sólo entendía que estaba demasiado apresurado por terminar el contacto con ella. No lo culpaba, quería lo mismo.

Pero la idea que ofreció sobre las lágrimas de fénix era bastante ingeniosa y ella ni siquiera había querido tomarla como opción porque sabía que era imposible, así que la dejó de lado. Pero si Malfoy conseguía al menos un vial, podía lograr que algo funcionara.

—Si me consigues diez gotas, estoy segura de que podría lograr algo —prometió—. Pero te deseo suerte, serán difíciles de encontrar.

Él rodó los ojos, cruzándose de brazos.

—Estas subestimándome.

—Siempre lo hago, Malfoy.

Abrió la boca para responderle, pero un sonido fuera de la habitación los hizo callar ambos. Malfoy bajó los brazos y se acercó a la puerta, saliendo por ella y caminando por el pasillo. Hermione frunció el ceño y lo siguió momentos después. Ambos habían llegado a la salida de la estantería justo cuando ella notó al rubio asomar la cabeza y luego la escondió de nuevo. Hermione chocó con su espalda.

—¡Mierda! —escuchó la voz de Malfoy.

—¿Por qué te detuviste? —susurró ella, dando un paso hacia atrás para no volver a chocarse.

Malfoy la tomó del codo y la arrastró por el pasillo antes de cerrar la estantería detrás de él y llevarlos a ambos de regreso a la habitación. Hermione se retorció ante su agarre pero él no la soltó hasta que ambos estuvieron dentro de nuevo. Luego cerró la puerta detrás suyo.

—¡¿Qué te pasa?! —exigió ella, sobándose el lugar donde sus dedos habían hecho presión.

—¡Cállate!

—¡La habitación ya está silenciada!

—Eso es un alivio... Eh, ¿podríamos también silenciar la biblioteca? Al menos por unos minutos más.

—¿Qué? —Hermione frunció el ceño—. ¿Qué fue lo que viste allá afuera?

Ella intentó dar un paso hacia adelante y abrir la puerta, pero Malfoy se interpuso entre ambos y negó con la cabeza.

—No querrás saberlo.

Hermione intentó leer su expresión con los ojos entrecerrados, pero no halló nada. En cambio, él se giró sacando su varita y luego murmuró un hechizo silencioso, dejándolos sin ningún sonido por fuera.

—Malfoy —llamó—, ¿qué estás haciendo?

—Salvándonos de algo que ninguno quisiera ver —respondió guardando su varita, sin mirarla.

—¿De qué hablas? ¿Qué viste allá afuera?

Él levantó la vista hacia ella unos segundos, alzó una ceja y luego volvió a apartar la mirada de ella. Hermione lo miró dar una vista a la habitación antes de pasar por su lado y sentarse en su silla, en su escritorio. La morena se giró y lo miró confundida. ¿Qué estaba haciendo?

—¿Piensas dormir aquí? —preguntó y vio cómo él alzaba ambas cejas y luego reía sin gracia.

—¿Dormir en la misma habitación que tú? Nunca, Granger. Pero no puedo ir a otro lugar en al menos... —Malfoy levantó la vista para ver el reloj de la pared—. Diez minutos.

Hermione ahogó un chillido. No podría estudiar con él aquí.

—¿Diez minutos? ¿Por qué no sales y simplemente vas a tu sala común? Tienes que irte ya.

Malfoy rodó los ojos, al parecer negándose a mirarla.

—Estás violando la regla número cuatro, Granger —dijo, medio ladeando la cabeza hacia el pergamino en la pared. Ella no se molestó en girarse para mirarlo de nuevo—. No debes decidir cuándo debo irme, ¿recuerdas?

—Lo recuerdo. Pero eso es cuando estamos en horario de investigación. Hoy ambos nos fuimos y dejamos esto, yo volví por horas extra, pero como tú ya terminaste tu turno, puedo decirte cuándo te vayas.

Malfoy la miró por fin, frunciendo el ceño.

—¿«Terminé mi turno»? —repitió—. ¿Me crees alguna especie de empleado o algo así?

—No, yo no dije eso.

—¿Entonces qué, Granger? —Se puso de pie—. ¿Esperas que olvide esa frase? ¿Como si tuviera hora de entrada y salida en un trabajo que no quiero? ¿Un trabajo donde soy un empleado tuyo?

Hermione dejó caer su mandíbula. ¿De dónde sacaba tanta labia? Ella apenas había dicho una oración que podía 'afectarlo' y él ya se había creado una revolución en su cabeza.

—¿Te gusta tomar las cosas que dicen los demás como un arma contra ellos, Malfoy? —escupió.

—Siempre que me den algo a cambio, sí.

—¿Ah, sí? —Hermione alzó una ceja—. ¿Y se puede saber qué es lo que estás teniendo a cambio en estos momentos? Porque lo único que estoy encontrando yo es más cosas irritables tuyas. No estoy dispuesta a hacer una lista mental de cosas que debo o no decir para mantenerte contento, ¿tienes entendido?

Los ojos de Malfoy bailaron de un lado a otro en los de ella, su expresión borde y lejana cuando, de repente, un brillo de diversión atravesó su rostro.

—Esto es lo que tengo —dijo—. A ti siendo una perra. Es bastante divertido y, ahora que no tenemos la regla número uno, hacerte enojar se ha convertido en mi objetivo de todos los días. Es una manera muy entretenida para distraerme, en realidad.

Una perra. Definitivamente tendría que agregar una regla para controlar eso. Luego lo pensó mejor al imaginar que eso le haría saber a Malfoy que la enojaba, y entonces no aceptaría. Casi suspiró de la frustración que le hacía sentir este chico.

—¿Y se puede saber de qué te distrae, Malfoy? —exigió saber.

—¿Aún lo preguntas? —rió él, apartándose de ella para comenzar a caminar en la pequeña habitación—. ¿Ver este lugar no te da una idea de qué es lo de lo que quiero distraerme?

Ella frunció el ceño y él soltó otra carcajada sin gracia.

—De estar aquí, Granger —respondió—. Molestarte sólo es una manera para no recordar que estoy encerrado contigo y que lo seguiré estando si no encontramos la maldita cura a lo de tu prima.

—¿Me molestas sólo por diversión y distracción? —Ahora fue el turno de Hermione para soltar una carcajada sin gracia. Dio un paso hacia él—. Eso es tan contradictorio. Quieres dejar de recordar que estarás un año encerrado con alguien y lo único que haces para olvidarlo es centrar toda tu atención en esa persona... Pones todo tu ingenio en hacerla enojar cuando lo único que logras es pasar tiempo e intercambiar palabras con ella. ¿No te das cuenta de que entre más me molestas, más me conoces? ¿Ves mis puntos débiles y luego los usas conmigo? Es algo ridículo. Sólo me estás prestando más atención de lo normal, Malfoy.

Él se notó contrariado y confundido, como si se acabara de dar cuenta de que había puesto primero la leche y luego el cereal. Frunció el ceño y la miró aterrado.

—No te estoy prestando más atención, Granger —protestó, y ella casi sonrió al escuchar su tono indignado.

—¡Por supuesto que lo haces! Observas todos mis movimientos y escuchas todas mis palabras esperando atentamente que algo me salga mal para que tú puedas humillarme de alguna manera.

Malfoy tensó la mandíbula, comenzando a molestarse y dio un paso hacia atrás. Hermione notó eso y, por primera vez, ella tuvo la orgullosa sensación de que lo estaba hostigando. Fue la morena quien se acercó en cambio.

—Eres una... —comenzó él.

—¿Una perra? —interrumpió Hermione—. ¿Una sangre sucia? Sí, lo sé, Malfoy. Lo has dicho bastantes veces que me lo he aprendido de memoria.

—No te estaba prestando atención, esa nunca fue mi intención —masculló, regresando al tema anterior—. Lo único que quería era molestarte, sacarte de tus casillas. Recordarte el infierno que es estar conmigo.

Ella soltó una carcajada.

—Oh, Malfoy. No hace falta que me lo recuerdes, tengo muy en cuenta cuál es el infierno que paso a tu lado.

Hermione se estaba sintiendo eufórica. Nunca había sido del tipo de personas que respondían a sus atacantes, para ella era más doloroso no prestar atención. Pero ahora, teniendo el rostro molesto de Draco Malfoy a tan sólo unos pasos lejos de ella, se dio cuenta de la satisfacción que le estaba generando.

—Entonces te ignoraré —gruñó él, dando otro paso hacia atrás, quedando contra la pared pero aún sin tocarla—. Haré como que no existes. No te estaré prestando atención así, de ninguna manera.

Ella sonrió y unió su valor para dar un último paso hacia él. Sólo dos pies de distancia entre ellos.

—Hazlo entonces —retó Hermione—. Es exactamente lo que quiero que hagas. Que me ignores, te sientes a trabajar y estés en silencio.

Eso pareció enfurecerlo. Sus orejas se encendieron en un rojo ardiente y en sus ojos brilló algo malvado que ella no reconoció. Hermione apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando él la tomó de las muñecas y le dio la vuelta para dejarla contra la pared. Contuvo a estas con una mano y, cuando ella intentó alejarse, su otra mano se aferró a su cadera.

Si ella creía que podía intimidarlo así, ciertamente Malfoy había ganado su jugada.

—Salazar prohiba que tú me arrincones en una pared —siseó demasiado cerca de su rostro. Ella tuvo que alejarse hasta dejar su cabeza en la pared—. Nunca, nunca en tu vida vuelvas a hablarme de esa manera, Granger. O te juro que...

—¿O qué? —refunfuñó—. ¿Vas a pegarme? ¿O es el típico «Voy a matarte»?

Lo vio tensar la mandíbula y los dedos que estaban alrededor de sus caderas se aferraron más a ella. Hermione sabía que ahora no estaban debatiendo, ella lo estaba provocando. Sabía que estaba en aguas peligrosas, pero su lado impulsivo le decía que siguiera en la jugada.

—Tienes prohibido ponerme de esta manera en la pared —le recordó ella en un siseo—, ¿recuerdas? Y tampoco puedes tocarme. Así que te advierto, Malfoy, aleja tus malditas manos de mí.

—¿Por qué siempre tienes que ser tan irritable, Granger? —escupió con enojo. Poco le importó quitar las manos de ella y, al contrario, la aferró más y acortó la poca distancia que había entre ellos. Hermione podía sentir su respiración moviendo uno de sus rizos—. Me levanté esta misma noche sólo para revisar el libro de los fénix, para tu investigación, para tu prima, para ti. ¿Crees que me apetece estar aquí en lo más mínimo? Nunca me habían hecho sufrir de tal manera. Nunca...

—¡¿Entonces por qué sigues aquí?!

—¡NO ME INTERRUMPAS!

—¡NO ME DIGAS QUÉ HACER!

—¡¿Y TÚ SI PUEDES DECÍRMELO A MÍ?!

Hermione se mordió la lengua para no contestar, pero no porque tuviera miedo a darle una réplica, sino porque sus gritos le habían hecho algo doloroso a sus tímpanos. Usó todas sus fuerzas para no mostrarse vulnerable frente a Malfoy e ignoró el punzante dolor que le estaba martillando la cabeza.

—Las cosas van a cambiar de ahora en adelante, Granger —siseó él cuando vio que ella no replicó—. No me dirás qué hacer. Esas estúpidas reglas se acabaron. No más.

Ella obligó a su lengua a responder.

—Necesitamos esas reglas —dijo—. De otra manera, nos vamos a matar.

—¿No lo estamos haciendo ya? Ese maldito pergamino ha estado ahí durante cuatro semanas y nos ha servido una mierda. ¿En serio creíste alguna vez que seríamos capaces de llevar una convivencia civilizada? —bufó, rodando los ojos—. A veces eres tan ingenua.

—¡Está bien! —gritó ella, reprimiendo una mueca de dolor al escuchar su propio grito rasgarle el tímpano—. ¡A la mierda las reglas!

Una pizca de confusión pasó por los ojos de Malfoy, pero rápidamente se apresuró a poner su máscara de indiferencia.

—Sí —dijo—. A la mierda las reglas.

—Claro, Malfoy. Olvidémonos de todas. ¡Oh, como la número quince!

Él frunció el ceño y luego lo suavizó, bailando sus ojos entre los suyos.

—No te preocupes por eso, Granger —siseó—. Esa regla seguirá intacta.

—Bien —Hermione se encogió de hombros, decidiendo que el tema le había aburrido—. Entonces, ahora que no tenemos reglas, deberías hacerte el gran favor de quitar tus manos de mí porque no voy a detenerme si mis instintos me dicen que tu amiguito necesita enderezarse.

Malfoy la fulminó con la mirada durante unos segundos más, pero luego soltó sus muñecas y su cadera y se alejó a zancadas de ella. Ahora que Hermione no podía sentir su respiración sobre ella, sintió como si el oxígeno le regresara.

Le dio una mirada molesta al chico que tenía delante, pero cuando sintió un espeso líquido y caliente sobre su nariz, apartó la mirada antes de que él pudiera notarlo. Disimuladamente, se llevó una mano a la nariz y, cuando vio sus dedos manchados de sangre, entró en pánico.

—Necesito salir —murmuró.

—¿Qué? —Escuchó decir a Malfoy.

—Necesito salir —repitió, avanzando hasta la puerta y poniendo una mano en la perilla. Pero se detuvo cuando otra mano se posó sobre la suya, deteniendo su movimiento.

Apenas tuvo conciencia de que la mano de Malfoy había detenido la suya, la alejó como si el contacto le produjera alergia.

Él carraspeó.

—No puedes salir —murmuró.

—¿Y ahora sí me dirás por qué?

Se aseguró de quitarse la sangre con el dorso de su mano antes de girarse y mirar a Malfoy observando el reloj de la pared. Lo vio fruncir el ceño.

—Oh, bueno. Uhm, creo que tal vez ya podríamos salir.

—¿Por qué? ¿Qué viste allá afuera?

Él se giró a mirarla y Hermione notó que sus labios casi se tiraron hacia arriba en una sonrisa antes de ver por completo su expresión indiferente.

—Te mantuve ocupada en una discusión durante siete minutos, Granger —dijo—. Y en esos minutos dos alumnos de séptimo de Slytherin estaban teniendo sexo en la biblioteca.

La expresión de asco y sorpresa que llegó a Hermione fue incomparable y Malfoy debió notarlo porque soltó una carcajada. En cambio, ella no estaba divertida. Estaba asqueada.

—¡Eso es horrible! —protestó—. ¡¿Por qué no me dijiste?!

—¿Para qué? ¿Para que te traumaras viendo esa escena? ¿Para que fueras a interrumpir su momento de pasión con un regaño?

—¡Por supuesto que iba a interrumpir! ¡Es terriblemente asqueroso que alguien tenga sexo en un lugar público!

Malfoy chasqueó la lengua.

—Oh, no, te equivocas, Granger. No es exactamente un lugar público si no hay gente ahí.

—¡Pero nosotros estamos aquí!

—¡Y precisamente por eso nos mantuve encerrados! ¡Ni tú ni yo querríamos ver esa escena! Estaba seguro de que te pondrías en tu plan prefecta e irías a detener todo.

Hermione reprimió su carcajada, ignorando la pregunta de cómo era que pasaban de un ánimo a otro en tan pocos minutos.

—¿Te das cuenta ahora de lo que hablaba, Malfoy? —dijo sonriendo—. Me prestas tanta atención que sabes exactamente cómo reaccionaría en cada situación.

Malfoy tensó la mandíbula pero no apartó la mirada. Poco después rodó los ojos.

—En realidad, no hacía esto por ti. Cuando los vi a ellos les faltaba poco.

Ella puso una expresión de asco.

—¡Fueron sólo siete minutos!

—Cuando estás en un lugar público, la excitación es mayor y todo termina en un lapso... Un poco más rápido de lo normal. La biblioteca es tan emocionante. Ya sabes... Romper las reglas —Draco le regaló una sonrisa orgullosa—. Pansy y yo...

—¡No me interesa saber lo que hacían Pansy y tú! —atajó Hermione, cerrando los ojos para borrarse las imágenes mentales que acaban de surgirle. Negó con la cabeza para despejarse y luego se dio la vuelta para abrir la puerta y salir de la habitación gritando un «Cierra cuando salgas» por encima de su hombro.

Haber venido aquí en primer lugar cuando debió haber estado dormida había sido un error. Llegó con la intención de seguir su investigación y, en su lugar, había pasado más tiempo con la irritante presencia de Draco Malfoy. Hermione bufó mientras caminaba por el pasillo. Como si la presencia del rubio no fuera suficientemente horrenda cuando era de día, ahora también debía preocuparse si lo encontraba en la madrugada.

Ella se aseguró de que no había nadie en la biblioteca cuando cruzó la estantería y casi corrió a la salida. Malfoy no le dijo dónde había visto a dichos alumnos hacer tal cosa, pero su mente podía jugar con ella haciéndola imaginarse dos cuerpos por encima de cada mesa que pasaba. Era asqueroso. Y se sentía furiosa de que ahora su hermosa biblioteca hubiera sido manchada de vulgaridad.

Lo primero que hizo al salir de ahí, fue correr hasta el baño de chicas, usando el mapa para no encontrarse con nadie no deseado. Cuando entró, cerró la puerta con seguro sólo por precaución. Corrió hasta el espejo y volvió a entrar en pánico cuando notó que el hilo de sangre había vuelto a su nariz.

Bajó la cabeza hasta el lavabo y apretó su nariz mientras expulsaba el líquido, tal y como Charles le había dicho que debía hacerlo. Toda su vida lo había estado haciendo de la manera incorrecta.

Estuvo así durante aproximadamente dos minutos hasta que estuvo segura de que de su nariz ya no saldría más sangre. Abrió la llave del agua y observó a esta tintarse de un color rojo oscuro mientras tomaba papel y se secaba la cara.

Charles no sabía exactamente qué provocaba sus sangrados, le había escrito desde la primer semana para tratar de entenderlo, pero lo único que él había dicho era que necesitaba verla para hacerle un diagnóstico antes de hacer suposiciones. Hermione se había negado, de nuevo, alegando que no era necesario.

Regresó en silencio hasta su habitación en la Torre de Gryffindor y, después de tomar una poción reabastecedora de sangre, se sacó el jersey de encima y se recostó en su cama.

Tal vez sólo necesitaba a Malfoy para destruir su mente y que el sueño volviera. El cansancio la inundó de repente, y supo que eso sería un problema.

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