Amable
(cuidadito con este capítulo, eh 👀)
Después de eso, Draco la abrazó con fuerza. La recargó contra su cuerpo y la sostuvo como si jamás quisiera volver a soltarla.
Fue tal vez ese momento donde ella cayó en cuenta sobre todo lo que había pasado y sobre todo el daño que se habían hecho mutuamente en tan poco tiempo.
Se echó a llorar. Intentó hacerlo de la manera más sigilosa posible, pero de igual manera terminó entrando en una especie de hiperventilación hasta que él se separó para tomar rostro entre sus manos y acariciar sus mejillas con cuidado.
—Ey... —susurró, de nuevo ese tono de voz ajenamente tierno—. Mírame. Está bien... Todo está bien ahora.
Ella volvió a llorar.
—Lo siento —murmuró, su voz hecha un hilo—. De verdad lo siento mucho. Nunca quise esto para ti. Jamás quise...
Draco no dijo nada, solo la calló con otro abrazo.
Le permitió llorar en él, exactamente igual que hacía meses atrás, cuando ambos se habían emborrachado y ella había ido contra él hecha un mar de lágrimas.
Sucedió lo mismo, él se sentó en el sillón y ella se acurrucó contra su cuerpo. Todavía seguía llorando, a pesar de que intentaba detenerse.
Era como si apenas estuviera dándose cuenta de lo cerca que había estado de la muerte y de que había estado a nada de nunca más volver a ver a Draco.
De nunca más volver a tocarlo o besarlo.
Él solo se mantuvo acariciando sus rizos en un vaivén silencioso, de vez en cuando rozando su mejilla con su cabello hasta que poco a poco ella terminó por calmarse y luego calló dormida.
Era curioso, pues ella recordaba que la última vez que había llorado de esa forma y luego dormido junto a él en un estado de ebriedad, al día siguiente Draco se levantó asustado de estar a su lado y luego salió prácticamente corriendo de la habitación.
Sin embargo, cuando ella despertó, Draco no había ido a ninguna parte; se encontraba junto a ella, abrazándola desde la cintura mientras Hermione se recostaba en su hombro.
Incluso cuando ninguno hablaba, ella sabía que estaba despierto; al igual que él sabía que ella lo estaba.
Era de noche. Se habían quedado dormidos temprano, así que debían ser aproximadamente a las siete de la noche; o eso era lo que se podía ver desde el ventanal que tenía el departamento de Draco.
Pasaron varios minutos antes de que ella hablara.
—Cuando pasó esto en Hogwarts, tú te despertaste y huiste tan pronto como pudiste.
—Nunca había dormido ni cerca de Hermione Granger —murmuró con la voz ligeramente ronca por el sueño—. Estaba asustado.
Ella medio sonrió aunque sabía que no podía verla.
—Te alejaste de mí como si creyeras que era un monstruo o algo parecido.
—Tal vez pasó por mi cabeza al principio —confesó él. Guardó silencio un momento antes de volver a hablar—. Pero luego tú me llamaste por mi nombre y... No lo sé. Creo que todo se puso de cabeza a partir de ahí.
Ella también guardó silencio.
—¿Porque te llamé Draco? —preguntó después.
—Porque decidiste recordarme quién era, sí —contestó—. Porque luego de la Guerra, yo solo era el ex-mortífago que casi mató a Dumbledore... O solo Malfoy. Tú me recordaste que todavía existía. Y tu mirada esa mañana... Dijiste mi nombre como si no te importara todo lo que conlleva. Lo dijiste tan fácilmente.
Hermione alzó la cabeza un poco para mirarlo a través de sus pestañas, incluso cuando él solo miraba el anochecer por el ventanal.
—¿Por qué no lo haría? —le preguntó.
—Por la misma razón que te conté aquel día en el árbol cerca del Lago Negro: porque tú eres Hermione Granger, la heroína de Guerra. Lo contrario a mí. No debías tener humanidad conmigo, y sin embargo, la tuviste... —Él suspiró y luego dio una sonrisa de boca cerrada—. Hacía meses que no escuchaba mi nombre de pila, ni siquiera de mamá. Creo que a partir de ese momento... Ya sabes.
—Quiero escucharlo.
Él por fin la miró y le alzó una ceja.
Hermione volvió a sonreír.
—Vamos, dilo.
—A partir de ese momento comencé a enamorarme de ti —le dijo, mirándola a los ojos—. Las semanas que siguieron... Era solo yo intentando impedirlo. El día del árbol era yo odiándome porque me empezaba a dar cuenta... Después de eso, fui un caso perdido.
Ella bajó la mirada y regresó a la vista del anochecer. Se acomodó con una mano bajo su mejilla y pensó durante unos minutos.
—«¿Qué te hace tan interesante?» —murmuró luego.
No hizo falta que explicara el contexto porque él lo entendió a la perfección.
—Me dormí pensando eso aquel día —dijo—. No podía entender por qué me llamabas tanto la atención. No sabía por qué estabas en mi mente en todo momento. No entendía por qué te veía y te olía por todas partes. Sentía que me volvía loco.
—Lo hiciste —intentó bromear, tragando saliva—. Te enamoraste de un cadáver viviente, ¿recuerdas?
Él no dijo nada al respecto. En cambio, se sentó poco a poco hasta que ella también lo hizo y luego elevó la mano para acunar su mejilla en ella.
—Pero luego te miré con ese vestido rojo en el baile y... Bueno, entendí que ya estaba de más el no aceptarlo —La miró fijamente, sin hacer otra cosa más. Después acarició la piel tersa de su mejilla y luego se acercó para dejar un suave pero firme beso sobre sus labios—. Ahora sé que hice lo correcto al rendirme ante ti... —dijo al separarse, recargando su frente contra la de ella pero aún mirándola—. Me lastimaste como nunca antes nadie lo había hecho, pero valió la pena en cada momeno. Tu vida no es dispensable, Granger. Tu vida es lo que le dio sentido a la mía, y haré lo que sea para mantenerte a salvo.
Ella sintió que se le oprimía el pecho. Llevó su propia mano a la que él todavía sostenía sobre su mejilla y enlazó ambas. Luego le sonrió, a pesar de que sentía ganas de llorar.
—No hace falta, ya no —le dijo. Se acercó más a él y dejó otro casto beso sobre sus labios—. Estoy a salvo. Lo estaré de ahora en adelante. Gracias a ti.
Pero él siguió mirándola, un mar de emociones en sus ojos grisáceos.
—Estabas muriendo —musitó, su tono de voz cargado de dolor—. Nunca me lo dijiste.
Ella no sabía de qué otras maneras más podía decir que lo sentía. Lo miró, sintiéndose culpable por lo que iba a decir, pero lo creyó necesario:
—Te prohibí que te enamoraras de mí —susurró también—. No lo dije como una broma. Te reíste de ello. Nunca quise que salieras lastimado, de verdad, lo intenté...
—También yo —interrumpió él, sin dejar de mirarla—. Lo intenté también —Guardó silencio y luego volvió a hablar—: ¿Querías saber por qué no los delaté a ustedes y a Potter aquella noche en la Mansión Malfoy? No tengo ni una maldita idea de por qué no lo hice. Pero ahora, Granger, estoy seguro de que si todo esto hubiera pasado antes, habría hecho hasta las mínima cosa para evitar que Bellatrix te torturara. Igual como habría hecho lo que sea para salvarte de esa maldición. Si tan solo me lo hubieras dicho.
—Detente —dijo ella, bajando sus manos enlazadas y separando su frente de la suya para mirarlo con más firmeza—. Cometí un error, ¿bien? Pero todo fue mi culpa, nada tenía que ver contigo. Así que deja de decir todo esto, por favor.
Él apretó los labios.
—Mereces felicidad, Granger. Mereces tener una vida larga y feliz. Te prometo que la tendrás.
—Contigo —se apresuró a decir, con el corazón en la boca. Draco le dio una sonrisa de boca cerrada.
—Conmigo —dijo.
Ella se abalanzó sobre él para poder besarlo. Enredó sus brazos alrededor de su cuello para sostenerlo cerca y le hizo saber lo mucho que lo quería en medio de succiones y lamidas. Él reaccionó, pero apenas, solo tomó sus caderas con cuidado y le regresó el beso; aunque no al ritmo que ella hubiera querido.
La besó como si fuera delicada y frágil, pero ella no quería que hiciera eso.
Se separó para mirarlo a los ojos. Observó el mismo deseo que ella, solo que parecía suprimirlo.
Dejó ambas manos sobre su pecho y lo empujó hacia abajo en el sofá antes de volver a besarlo con la misma ferocidad. Movió sus piernas hasta quedar arriba de él y luego comenzó a mover sus caderas en un vaivén tortuoso; y supo que estaba haciendo bien cuando las manos de Draco se apretaron sobre sus caderas.
—No... —murmuró él, en medio del beso—. Granger, no...
—¿Por qué no? —preguntó ella. Él no respondió a eso, así que lo besó de nuevo. Poco a poco, Draco parecía estar cediendo, pero todavía luchaba.
—No quiero... No quiero lastimarte —susurró, y eso la dejó tan helada que detuvo el beso. Lo miró con el ceño fruncido.
—¿Lastimarme? —repitió, pero él no dijo nada. En cambio, la abrazó de la cintura para luego sentarse, la alejó de él y después se giró, evitando su mirada—. Draco —llamó ella luego de unos segundos de silencio, intentando hacer que la mirara—, no soy de cristal. Al menos ya no. No vas a lastimarme.
—Lo haré.
—Jamás me lastimarías. No te culpes por mi error, estoy bien ahora. Puedes besarme, puedes tocarme, puedes hacer lo que quieras.
Él tensó la mandíbula.
—No.
Hermione parpadeó, atónita. Miró su atuendo y, al ver que su remera se había elevado un poco sobre su cadera, la bajó con rapidez, enrollando su puño en la tela.
Se le quedó mirando incluso cuando él parecía querer hacer todo menos mirarla.
No entendía por qué estaba actuando así, pero no quería que se terminara de esa forma. Quería pasar tanto tiempo como quisiera con él.
—Una vez tú dijiste que querías hacer mil cosas conmigo —dijo para intentar llamar su atención—. Dijiste que te jodía estar en la misma cama que yo pero no poder hacer nada. Dijiste que no podías recostarte a mi lado y solo dormir —Él pareció recordarlo, pero aún así no la miró. Hermione, por su parte, se acercó más a él—. Dijiste que querías refugiarme en tus brazos, que querías ser mi hogar. Dijiste que querías besar mi piel, que querías mordisquear cada sección y succionar para marcarme como tuya. Dijiste que querías arrancarme la ropa, que querías probarme, que querías tomarme. Dijiste que querías besarme... —Ella guardó silencio, y esperó. Entonces, por fin, él la miró de reojo. Hermione siguió hablando—. Pero también dijiste que no sabías si yo lo quería. Dijiste que no harías nada de eso si no te lo pedía yo antes o si no daba el primer paso.
Él pareció querer decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo, ella se puso de pie y se paró delante suyo. Draco la miró, y entonces ella se agachó para darle el beso más dulce, tierno y lento que jamás hubiera dado, distrayéndolo de cualquier cosa mientras dejaba que sus manos fueran hasta su cintura para que ella pudiera sentarse a horcajadas sobre él.
Cuando terminó el beso, se separó y lo miró a los ojos.
—Sí quiero, quiero todo eso y más. Di el primer paso —dijo, sin apartarle la mirada—. Te lo estoy pidiendo. Entonces, ¿qué harás?
Él suspiró.
—Granger...
—Mírame a los ojos y dime que no quieres esto.
—Eso es jugar sucio —intentó bromear, pero ella se mantuvo seria. Ninguno habló durante varios segundos, solo escuchando la lejanía de la ciudad de Londres, pero luego él habló—: Quiero esto, Granger. Lo quiero tanto o más que tú. Pero no quiero lastimarte. No después de...
—¿Por qué me lastimarías?
Draco la miró a los ojos con una intensidad que la dejó sin oxígeno. Se quedó así unos momentos, pero luego apretó la quijada y las manos que tenía alrededor de su cintura ejercieron fuerza para luego acercarla más a su cuerpo.
—Porque no quiero ser amable —respondió.
Hermione sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, y por un momento, eso fue en todo lo que pensó.
Pero luego le respondió, mirándolo de par en par:
—Entonces no lo seas.
No supo quién se adelantó al otro, pero luego apenas notó que él tenía una mano sobre su nuca, manteniéndola tan cerca como podía y besándola.
Esta vez con esa intensidad que ella quería. Como si hubiera estado en hambruna durante años y hasta ahora estuviera probando el primer bocado.
Ella arqueó la espalda cuando sintió su otra mano recorrer el interior de su remera, haciendo presión sobre la piel desnuda de su espalda para acercarla aún más.
Después de unos segundos, ella ya estaba prácticamente encima de él. Y podía sentir todo.
Todo.
Viajó sus propias manos sobre su rostro, estrujando sus mejillas con la intención de sentir su piel, de saborear la manera en que sus labios se unían y el cómo sus lenguas jugaban la una con la otra de una manera deliciosa.
Sus narices rozaron, y por alguna razón eso le pareció el roce más íntimo que hubieran tenido. Elevó las manos hasta su cabello, y luego sus dedos se enredaron entre sus mechones platinados.
Sus caderas comenzaron a actuar por su cuenta después de unos segundos, y mientras seguía disfrutando de la habilidad que tenía Draco para besar, estas comenzaron a moverse en un vaivén lento y tortuoso encima de él.
Eso lo hizo gruñir, y apenas sintió que la mano que estaba sobre su nuca subió hasta sus rizos y los apretujó en su puño para empujar su cabeza hacia atrás, dejándole el cuello desnudo.
Al principio no hizo nada, y ella solo se dedicó a respirar agitadamente mientras tenía la mirada al techo; pero luego sintió el primer beso sobre su clavícula. Exactamente como lo había hecho aquella noche cuando ella se había adentrado a su habitación.
El beso no fue lento ni mucho menos delicado, fue una succión acompañada de una ferocidad que la hizo apretarse alrededor de él y luego rasgar sus hombros. Draco siguió besando el camino que tenía antes de pasar directamente a su cuello, esta vez con más intensidad al tiempo que la invitaba a ella a seguir con los vaivenes.
Y poco a poco, comenzó a darse cuenta hacia dónde estaba yendo.
Recordó las palabras como si hubieran sido del día anterior.
...Arrastrarme en tu piel hasta sentirte temblar y luego encontrar ese punto débil detrás del lóbulo de tu oreja...
Sus labios subieron, succionando y besando su piel hasta que llegó precisamente ahí, y cuando lo hizo, ella no pudo evitar jadear y aferrarse todavía más a él.
Tal vez fue eso lo que le quitó el miedo que había tenido antes de lastimarla. Poco apenas después, Draco se alejó de su cuello y, a pesar de que ella lo extrañó, no tuvo mucho tiempo de pensar en ella porque bajó ambas manos hasta sus muslos, los apretó y luego los jaló de un tirón hacia él.
Ella lo miró, sin saber qué quería hacer, pero luego él se acercó a besarla y no tuvo más remedio que enredar sus manos alrededor de su cuello. Aunque después supo qué era lo que hacía, porque la sostuvo con fuerza antes de ponerse de pie, y Hermione tuvo que aferrarse a sus caderas para mantenerse en la posición.
Sabía hacia dónde iban, pero la emoción de eso y el beso que le mantenía se robaban toda su atención.
Escuchó el portazo de algo, pero de nuevo ella solo se centró en regresarle el beso con la misma intensidad que él le hacía. Más luego pudo sentir que se inclinó y ella por fin sintió el colchón debajo suyo.
Rompió el beso para recostarse en la cama, y luego se apoyó desde sus codos y avanzó hacia atrás para no quedar en el medio del colchón.
Él se sentó sobre sus rodillas y se quitó la camiseta por encima mientras ella veía. Y pronto se preguntó cómo antes en Hogwarts no había notado su belleza.
Observó su cuerpo, incluso cuando se levantó para quitarse los jeans. Y cuando volvió a posarse encima de ella, el que solo tuviera calzoncillos y ella un simple pijama hizo que todo se sintiera todavía más cerca.
La besó de nuevo, sin perder ese toque de intensidad que le provocaba un dolor llamativo en la parte baja de su estómago. Lo abrazó desde los hombros para apegarlo a ella mientras él viajaba sus manos hasta los finales de su remera, sintió sus dedos enrollarse en esta y luego poco a poco empezó a alzarla hacia arriba.
Cuando fue necesario, se separó de él y alzó los brazos para que le dejara sacar la remera. Regresó a besarlo mientras sus propias manos movían con rapidez su pijama, y luego empezó a patalear hasta que este estuvo fuera y quién sabe dónde.
Él llevó una mano hacia su cintura y otra a la parte baja de su espalda, alzándola unos centímetros del colchón para que sus cuerpos se rozaron. Y el movimiento fue tan tortuoso que ella estuvo a punto de gemir, de no ser porque Draco la calló, mordisqueando sus labios y luego introdujendo su lengua.
Sentía toda su piel arder, incluso sus caderas se elevaban para buscar las de él, pidiendo todavía más que de lo que ya tenía. Probablemente estaba temblando, pero ni siquiera le importó porque se sentía de maravilla.
Había creído que jamás sucedería eso, había dormido sin saber que volvería a despertar. Pero ahora solo quería estar tan cerca de él como pudiera, y de todas las formas posibles.
Sintió los dedos de Draco viajar hasta su sostén, y ella se sostuvo de sus hombros para seguir besándolo y elevarse unos centímetros para que él pudiera maniobrar el seguro.
Una vez lo hizo, su torso estuvo desnudo, y Draco cortó el beso solo para mirarla.
Hermione se dejó caer en el colchón con las manos a ambos lados de su cabeza y observó la imagen más sexy jamás que hubiera visto de él.
Porque tenía el cabello desordenado, los mechones rebeldes cayendo sobre su frente, su respiración estaba agitada, sus labios rojos e hinchados y tenía la mirada dilatada, tanto que incluso sus pupilas parecían ser por completo negras.
Ella nunca olvidaría esa imagen de él. Ese momento en específico. Porque la mirada que Draco le tenía era como si tuviera delante a la persona más hermosa del mundo.
Y Hermione se lo creyó.
Intentó regular su respiración, pero su corazón empezó a latir demasiado rápido cuando lo miró acercarse a ella; o específicamente, a su esternón.
Al principal no entendió hacia dónde se dirigía, pero cuando una alerta sonó dentro de su cabeza y le recordó que aún tenía la cicatriz de la maldición, sintió el impulso de cubrirse.
Sin embargo, no lo hizo.
Porque él ya la había visto antes, y había dicho que era hermosa con o sin ella. Le había dicho que le iba a enseñar a amar cada parte de su cuerpo.
Y ahora lo hacía. Porque nadie podría nunca mirarla de la manera en que él la miraba, como si fuera una obra de arte. Incluso cuando en realidad no lo era.
Apretó sus manos en puños cuando sintió el primer beso suyo sobre la piel muerta de su esternón. Arqueó la espalda y cerró los ojos, apretando la mandíbula para imaginar que en realidad tenía una piel limpia y bonita.
Solo que no era así. Porque Draco no besó nada más sino esa cicatriz, y fue así que ella olvidó imaginarse otra cosa.
—Hermione —llamó luego, y ella tardó en abrir los ojos, pero lo hizo. Draco estaba erguido sobre ella, todavía mirándola con ese espléndido cariño y esa espléndida admiración.
—¿Sí? —respondió, a pesar de que todavía sentía su voz demasiado débil por las caricias.
Él miró sus ojos de par en par.
—Eres valiente. Lo sabes, ¿no? Eres la persona más valiente que conozco.
Hermione sintió un nudo en su garganta, pero luego parpadeó y le regaló un asentimiento.
—Lo sé.
—Esta cicatriz —indicó, agachándose un poco para volver a besar su piel, sin dejar de mirarla a través de sus pestañas para luego volver— solo lo muestra. Es un símbolo de lo valiente que puedes llegar a ser.
—No fue fácil —dijo, suspirando y medio sonriendo a la vez—. Fue bastante difícil, en realidad.
—Lo hiciste tú sola. Por supuesto que iba a ser difícil. Pero lo hiciste, y por eso te admiro.
Ella arrugó la frente.
—Pero me rendí —susurró—. Debí haber luchado más y no lo hice. No fui tan fuerte.
Pero en vez de decirle lo contrario o animarla, él le regaló la sonrisa más ligera y sin embargo más hermosa del mundo.
Se acercó a ella, levantando una mano para acomodar sus rizos detrás de su oreja y luego la besó de la misma manera en que ella lo había hecho antes en el sofá. Lento, tierno y dulce.
Después se separó y recargó su frente en la de ella, mirándola.
—Una vez alguien me dijo que nadie debería ser tan fuerte —replicó, y eso la hizo sonreír.
Esta vez ella lo besó a él, pero ahora con todas las inseguridades enterradas en algún lugar oculto de su interior. Con Draco no había falta temerle a nada; después de todo, él era su hogar.
Siguió besándolo, chocaron dientes, succionaron labios, lamieron lenguas, se perdieron en el éxtasis del sentimiento hasta que él hizo un hueco entre sus piernas para mejorar la posición.
Se inclinó sobre ella y esta se aferró a sus hombros, rasguñando algunas veces cuando sus cuerpos se rozaban en un vaivén y se sentían el uno al otro.
Él besó su boca primero, pero luego lo sintió bajar a su cuello, después a su clavícula, al valle entre sus senos...
Hermione dejó caer la cabeza hacia atrás en la almohada, apretujando las sábanas de la cama a su lado mientras su espalda se arqueaba con la ayuda de las manos de Draco, que recorrían cada parte y sección débil de su cuerpo en lo que él besaba su piel sensible en su torso.
Siguió bajando hasta su estómago, mordisqueando y luego lamiendo, incitándola a pedir más, pero todo comenzó a sentirse más eufórico cuando lo sintió todavía bajar más, y más, y más...
Hasta que llevó sus manos hasta sus rodillas y las obligó a abrirlas para él después de deshacerse de sus bragas.
Eso la hizo abrir los ojos de repente. Quiso alzar la cabeza para decirle que no, pero cuando Draco dejó el primer beso sobre la parte inferior de sus muslos, todo lo que miró fueron estrellas y luego pareció que el ratón le había comido la lengua.
Se arqueó todavía más e intentó mover sus manos para hacer cualquier cosa, pero él se apresuró a tomarlas con sus propias manos y luego la obligó a mantenerlas quitas en el colchón.
Dio un beso más, esta vez todavía más cerca, y pronto ella se dio cuenta que tenía muchos puntos débiles ahí abajo. Todo se sentía tan caliente, tan doloroso... pero de la manera buena. Podía sentir sus piernas temblar con solo sentir su respiración apenas cerca de su zona, pero aún así se sentía de maravilla.
Sus manos se retorcieron bajo su agarre, queriendo hacer algo o queriendo estrujar algo, pero él no la soltó, la mantuvo con fuerza sobre el colchón y ella no tuvo más remedio que solo hacerle caso al mandato de sus caderas; las cuales seguían elevándose, pidiendo más cercanía, más de lo que sea que le estuviera haciendo.
Él siguió besándola, succionó y lamió cada sección de su núcleo y los inferiores de sus muslos y piernas, pero en ningún momento se acercó a su zona por completo o a su clítoris.
Era tortuoso.
Deliciosamente tortuoso.
...Quisiera bajar hasta tus piernas. Quisiera probarte y luego quisiera tomarte...
Era lo que estaba haciendo, y ella no podía dejar de pedir más.
Nunca nadie la había hecho eso, al menos no de esa manera. Ni siquiera Víktor, que parecía ser la persona más experimentada con quien ella había estado.
Pero Draco... Parecía que sabía en qué lugar exacto hacer presión, o lamer, o succionar...
Aunque todos sus sentidos se dispararon hasta el más alto nivel cuando él dejó su primer beso en su clítoris. O al menos cerca. Hizo succión, y de sintió como ascender del infierno hacia el paraíso.
Por un momento, todo lo que ella miró fue una especie de banda de colores corriendo de un lado para otro. Incluso los sonidos no lograron agudizarse, ni mucho menos cuando él dejó otro beso.
Luego lamió, y eso hizo que sus manos se aruñaran a sí mismas en busca de algo a lo qué sujetarse.
Sus caderas se elevaron todavía más, exigiendo, y Draco la obedeció. Su lengua se movió sobre su zona de un lado a otro con una agilidad envidiable, paseando por lugares que ella no sabía que podían causar placer.
Ella sabía que el clítoris era la zona que más ortogaba placer, pero no tenía idea que podía causar tanto y ni de esa manera. La hizo gritar cuando la hizo venir, arqueandose como nunca antes lo había hecho.
Aún así, él no se sació. Siguió chupando y lamiendo hasta que lo creyó necesario, a pesar de que ella todavía luchaba por dejar de temblar como si fuera una pieza de gelatina.
Su respiración estaba errática y su visión un poco borrosa. Pero cuando bajó la mirada para observarlo, él la veía con una sonrisa ladeada y acaba de lamerse los labios.
—Ya te había dicho que sabes a cereza, ¿no? —preguntó, sus ojos dilatándose hasta que casi parecieron negros. Y luego se alejó de ahí y comenzó a erguirse sobre ella.
La besó antes de que pudiera prevenirlo, incluso cuando todos sus sentidos todavía no estaban del todo como debería. Su boca se sintió áspera, tal vez por el contraste, pero no le importó y le regresó el beso a como pudo.
Él por fin soltó sus manos y ella aprovechó para llevarlas hasta sus hombros y atraerlo cerca de nuevo. Draco, por otra parte, llevó las suyas a sus calzoncillos hasta que se deshizo de ellos.
Pudo sentir su miembro rozar su estómago, y eso la hizo apretarse más contra él. Quería sentirlo, lo quería tan cerca como la física le permitiera.
Draco no dejó de besarla, ni siquiera quitó la mano que tenía sobre espalda para mantenerla arqueada, solo llevó otra mano para maniobrar y luego se introdujo en ella de un solo empujón.
Eso la dejó inmóvil durante unos segundos, no pudo ni regresarle el beso porque su boca se abrió y sus ojos se entrecerraron; sin embargo, él la regresó a la realidad cuando se arrastró hacia afuera y luego dio otro empujón.
Y ahí ella se dio cuenta que en realidad no quería ser amable.
Llevó sus manos hacia las de ella, entrelazándolas para dejarlas a ambos lados de su cabeza sobre el colchón. Las apretó mientras se hacía espacio entre sus piernas y se seguía moviendo hacia dentro y hacia afuera con fiereza.
La besó a pesar de que ella no estaba en condiciones para besarlo de la misma manera lúcida que él. Hermione solo se concentró en la manera en que él llenaba sus paderes, la hacía temblar, y luego cómo la vaciaba. Una y otra vez.
Luego se movió con más rapidez, manteniendo sus manos todavía en su lugar para que no pudiera moverlas al tiempo que sus caderas chocaban la una con la otra, haciendo eco por la habitación con esos sonidos que antes ella habría creídos indecentes pero ahora solo alimentaban el calor en su estómago.
Él dejó sus manos libres, y ella solo pudo aferrarse a las sábanas mientras Draco se adentraba con una fuerza que la sometía a un placer sumiso y entregable. Chocaba contra ella, y Hermione apenas sintió que una mano suya viajó hasta su pierna para elevarla un poco; y la manera en que esta vez él se adentró a llenarla, se sintió todavía más real que la hizo gemir.
Dejó la otra mano sobre su cabello, poco a poco bajándola hasta que quedó sobre su garganta, haciendo suficiente presión pero no para doler.
Ella se arqueó de nuevo, mirando el techo, hasta que de nuevo su vista se irguió por la figura de él sobre ella, sus cabellos brillosos y sudados sobre su frente mientras su frente se arrugaba y la miraba.
Se acercó para besar sus labios, o mejor dicho, morderlos. Lamió su barbilla, todavía sosteniendo su garganta, y luego lamió el lóbulo de su oreja, lo que la hizo casi gritar.
Su ritmo disminuyó de repente, solo llenándola y vaciándola cada vez que quería. Luego poco a poco lo sintió bajar hasta su esternón, y le tomó varios segundos darse cuenta a dónde iba, pero no alcanzó a hacer nada antes de que él succionara uno de sus pezones con un lentitud maliciosa.
Jadeó, casi lagrimeando. Y eso le regresó el movimiento rápido y feroz. La habitación volvió a llenarse de esos sonidos de cadera contra cadera, y después sintió que el peso de Draco desaparecía sobre ella.
De pronto, ya no había nadie encima de ella, ni tampoco esa mano sobre su garganta, ahora sus manos se habían ido hasta sus rodillas para abrir sus piernas hacia sus aldos, y luego las dejó ahí.
Se ajustó con las manos sobre sus caderas y luego volvió a golpear su zona, llenándola y vaciándola una y otra vez con ese vaivén salvaje que la estaba dejando sin cordura.
Siguió adentrándose durante varios segundos, haciéndole disparar todos sus sentidos en una especie de explosión y sin saber qué ocurría hasta que la mano de él se recargó en la cabecera y entonces el ritmo se elevó.
Apenas podía ver la expresión de Draco entre tanta nebulosa en su mirada, pero sabía que estaba tan agitado como ella.
Se sentía como si la estuviera mirando desde el cielo y que ella fueron una sola sumida a sus pies, pero solo podía pensar en lo placentero que todo se sentía.
Golpeó sus caderas contra las suyas, la penetró sin control y a ella le gustó. No estaba siendo amable, ya no estaban las caricias ni las palabras bonitas de admiración. Ahora solo había ese ardor que los motivaba a ambos a pedir cada vez más, elevando las caderas y adentrándose con todavía más fuerza y rapidez.
Sintió una de sus manos viajar hasta su clítoris, y el simple roce que él hizo le logró descontrolar todo lo que había creído real. Soltó un gemido alto y claro, dejando su cuello al descubierto mientras su boca se abría y dejaba salir todo lo que él le daba.
Empezó ella misma a hacer esos sonidos indecentes y probablemente eso excitó todavía más a Draco porque llevó las manos hasta su cintura y su espalda baja hasta levantarla de la cama y sentarla sobre él.
Sus rizos estaban hechos un desastre y tal vez debía estar igual de sudada que él, pero no pensó en eso y solo llevó sus manos hasta su cuello para enrollarse en él mientras que Draco la elevaba unos centímetros para volver a adentrarse en ella.
Una vez lo hizo, la hizo deslizarse sobre su longitud, y cuando estuvo, el ritmo rápido regresó. Solo que ahora, por alguna razón, se sentía mil veces más cerca, más el uno contra el otro.
Ella lo miró y él la miró.
Recargó su frente con la de él a pesar del movimiento que ambos estaban ejerciendo, pero aún así se atrevió a besarlo.
Cerró los ojos y dejó que él siguiera el ritmo de todo, permitiéndole hacer lo que quisiera. Incluso cuando su mano volvió a ir hasta su clítoris para hacer presión.
Moviendo de una manera que, uniendo a la sensación de tenerlo dentro de ella, la hizo sentirse como recién salida de un mundo de fantasías que no sabía que podía tener.
Él llegó primero que ella. Se derramó en su interior y a ella no le importó en lo absoluto.
Creyó que ella no vendría, lo esperó. Pero él no se quedó con eso, la siguió penetrando y su dedo pulgar no dejó de atacar su clítoris hasta que lo logró.
La hizo casi gritar y luego se tragó su gemido, poco a poco bajando la velocidad de sus embestias hasta que se quedaron quietos y solo escuchando la respiración agitada del otro.
Ella se mantuvo con los ojos cerrados, todavía descansando su frente contra la de él, escuchando sus latidos erráticos en su oreja.
Podía sentir su cabeza palpitar, pero no de una mala manera. Sino de la forma que le decía que había tenido el mejor sexo de su vida.
Cuando abrió los ojos, él la estaba mirando, agitado.
Incluso con el cansancio, le sonrió.
—Te dije que no quería ser amable.
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