Al carajo todo
Pasaron horas.
Draco la sostuvo contra él todo el tiempo, abrazándola y estando atento de su relajada respiración mientras esperaba que ella estuviera lista.
Su espalda dolía y tal vez estaba en una posición algo incómoda, pero no le importaba mucho. Su mente había dejado de prestarle atención a eso cuando la sintió abrazarlo. Y luego llorar.
Él no supo qué hacer, nunca había sido bueno para consolar a las personas y mucho menos a una chica. Lo había intentado con Pansy una vez pero las cosas no salieron bien, así que dedujo que esta vez no debía meterse con Granger. Así que solo la dejó estar.
Escuchó sus pequeños y silenciosos sollozos durante una hora entera antes de que dejara de escucharla, y solo para comprobar, él alzó un poco la cabeza de ella para encontrarla dormida.
Luego la volvió a recargar con él y acarició su cabello en movimientos lentos, ajeno a lo tierno que estaba siendo.
Cuando el reloj que llevaba en su mano anunció las cinco de la mañana, él se preguntó si debía despertarla o hacer alguna otra cosa, pero no hizo faltar pensar más en ello porque luego la sintió moverse contra él, somnolienta.
Y cuando ella alzó la cabeza y se encontró con sus ojos, enrojeció al instante. Sin embargo, no le apartó la mirada.
Ambos se miraron directamente durante varios minutos en silencio. Y ninguno tenía ojos lujuriosos, eran solo ellos mismos dándose cuenta de lo que esto causaría en un futuro, pero que todavía no querían aceptar.
—¿Qué hora es? —preguntó Granger, rompiendo el silencio y con una voz muy ronca, como si hubiera estado enferma de tos.
Draco parpadeó, saliendo de su ensueño.
—Las cinco de la mañana.
—¿Las cinco? —repitió ella, esta vez entrando en una especie de shock antes de ponerse de pie tan rápido que Draco no tuvo tiempo de detenerla.
Pero ese movimiento la hizo marearse y él tuvo que alzar su mano para detener su brazo y estabilizarla antes de ponerse de pie también junto a ella.
La sostuvo todavía, pero solo por si acaso.
—Dios, Draco... No tienes idea de cuánto siento todo esto —murmuró al suelo, demasiado avergonzada para mirarlo a los ojos—. Hice que te quedaras aquí conmigo, de seguro estabas cansado y querías irte...
—No hiciste eso —interrumpió Draco, y en un acto de fe, soltó su brazo para que se quedara de pie sola—. Yo me quedé aquí porque así lo quise.
Granger negó con la cabeza, aún con la mirada al suelo y alisando de su vestido las arrugas que se habían creado.
—Aún así fue muy inapropiado. Alguien pudo habernos encontrado, y no estábamos en condiciones para explicarnos.
—Granger, mírame.
Ella no lo hizo, siguió mirando al suelo, pero esta vez se quedó quieta. Draco solo la miró, esperando y casi deseando que lo hiciera, pero parecía decidida a no hacerlo.
—Te agradezco por haberme acompañado —murmuró en respuesta—. Pero creo que ya es hora de que me vaya.
Y antes de que Draco pudiera prevenirlo, lo esquivó y avanzó hasta la salida del pasillo.
Él parpadeó, confundido y sin tener una idea exacta de qué hacer, pero luego se encontró a sí mismo dándose la vuelta para ir por donde ella había ido.
Cuando estuvo fuera del pasillo, se encontró con un enorme salón recién limpio y ordenado, pero completamente oscuro a excepción de la tenue luz del sol que comenzaba a emanar por los ventanales.
Ni siquiera se había dado cuenta del momento donde llegaron los elfos domésticos a limpiar, pero no prestó atención a eso y buscó con su mirada a Granger, hasta que la halló caminando torpemente a la salida con una mano sobre su sien.
Medio trotó hasta llegar a lado suyo, y cuando estuvo en su campo de visión, ella decidió ignorarlo, bajando la mano que se había llevado a su cabeza.
—No necesito que me acompañes —dijo ella en voz baja, y a pesar de que él tuvo el impulso de contestarle algo por estar siendo tan grosera con él, se contuvo y siguió caminando a su lado.
Caminaron en silencio, uno junto al otro mientras poco a poco el castillo era invadido por la luz del amanecer. Granger avanzando torpemente y un poco perdida mientras que Draco la miraba de reojo de vez en cuando, casi esperando que ella cayera al suelo de nuevo.
Pero cuando la morena dio vuelta en un pasillo que él no reconoció como el verdadero camino, la tomó del codo y la hizo detenerse.
Ella siguió mirando al suelo.
—¿No vas a tu sala común?
—Quiero ir al baño primero —contestó al suelo, y por la expresión lejana que ella tenía fue que Draco decidió soltarla y entonces la siguió otra vez cuando reanudó su camino.
Llegaron hasta los baños más cercanos, y la miró alejarse de él tan rápido que no tuvo tiempo de decir nada antes de que ella empujara la puerta y entrara.
Draco se quedó parado afuera, sin saber si debía irse o esperar a que saliera. Irse y dejarla sola era una opción que dejaba algo amargo en su estómago, pero tampoco sabía si era buena idea esperarla porque no sabía qué era lo que planeaba decirle.
Había ocurrido algo grande dentro de aquel tapiz, ni con toda la fuerza de voluntad del mundo él habría podido contenerse. Y en otras circunstancias, Draco creería que había hecho una atrocidad y que debían olvidarlo; porque así era como su mente lo exigía.
Pero ahora todo parecía ser tan confuso, y lo único relajante y con claridad era ella. El cómo lo había hecho sentir.
Y la cosa desagradable en su estómago que había sentido cuando la miró tan débil.
Así que Draco se concentró en eso mientras se recargaba en la pared y se cruzaba de brazos para esperar a que Granger saliera del baño.
Él literalmente hizo nada mientras esperaba, solo se dispuso a mirar el amanecer que llegaba desde un ventanal y tratando de que el sueño no sucumbiera en él, pero cuando pasaron los primeros diez minutos y ella todavía no salía del baño, decidió retomarse sus opciones.
Comenzó a preguntarse si sería malo que él entrara para invadir su privacidad o si era lo que Granger quería, pero cuando su mente lo alertó de que tal vez podría desmayarse de nuevo, no pensó y abrió la puerta de un tirón.
Pero lo que encontró dentro no fue nada fuera de lo normal.
Era solo Granger, con las manos aferradas a los lavabos, la mirada directa a su propio reflejo en el espejo, y sin hacer nada. Parecía estar sumida en sus propios pensamientos.
Ni siquiera parecía notarlo a él, así que Draco avanzó lentamente hasta ella, todavía observándola, pero Granger seguía en el mismo lugar y todavía perdida.
Él observó cada facción de su rostro a medida que avanzaba, y con cierto desagrado se dio cuenta que ella no parecía estar bien. Se veía casi demacrada, y entonces Draco se reprimió internamente por no haberla llevado con Pomfrey desde un principio.
Cuando estuvo a solo un metro de ella, miró sus ojos castaños desde el espejo, esperando que Granger hiciera el mínimo indicio de que notaba su presencia, pero cuando no lo hizo, él alzó su mano y, vacilando un poco, la acercó a la de ella.
Tomó su mano con delicadeza, y al momento de que su piel rozó con la de ella, pareció regresar al presente. Sus ojos se enfocaron en su propio reflejo del espejo y luego parpadearon, confundida y al tiempo que su mirada caía en él.
Fue ahí cuando se dio la vuelta y por fin lo miró a los ojos.
—Lo siento —dijo de repente, y hubo un ligero apretón en su mano—. Todo lo que dije cuando tú te fuiste era mentira. Y todo lo que dijiste era cierto; era yo quien me estaba desquitando contigo pero no me daba cuenta. Y era yo quien te necesitaba ahí pero nunca quise aceptarlo. Me estaba volviendo loca en ese lugar, sola y sabiendo que tú estabas a unos cuantos metros pero no me querías cerca porque yo había arruinado todo y...
Su voz se detuvo cuando la ahogó el primer sollozo. Soltó la mano de Draco y se talló los ojos con ferocidad, dando un paso hacia atrás.
—Ese día que nos batimos en duelo... —murmuró, sus ojos comenzando a empañarse de nuevo—. Yo no sé exactamente por qué lo hice, supongo que me sentía muy sola y estaba molesta contigo porque me ignorabas y... Ahora sé que eso fue una idiotez y merezco que me odies como lo haces, porque todo lo que hago siempre termina afectándote. Pero de verdad quiero que sepas que lo siento.
Se echó a llorar, pero aún así no dejó de mirarlo a los ojos. Granger de nuevo dio un paso hacia atrás, y apenas Draco dándose cuenta de ello, acortó ese paso.
—Te necesito —dijo Granger de nuevo—. Siempre lo he hecho, pero soy demasiado orgullosa para aceptarlo. ¡Pero no quiero necesitarte! Estoy harta del colegio, estoy harta de toda esta mierta, de que crean que todo volvió a ser de colores después de la Guerra y que nada está mal. ¡Pero todo está mal! No puedo caminar sin mirar el cuerpo de alguien en la batalla, no puedo vivir sin cargar todavía con las consecuencias de la Guerra. No puedo fingir que todo está bien... Pero cuando tú estabas conmigo, no importaba que estuviéramos encerrados en un lugar tan tonto porque sabía que tú no eras un pastelillo de colores al igual que todos. De alguna manera, creía que podía contar contigo.
Draco no lograba procesar del todo lo que ella decía, apenas estaba con el corazón en la garganta y mirándola, sin tener la más mínima idea de qué hacer o qué decir.
Solo creía que debía acercarse más, porque a medida que Granger seguía dando pasos hacia atrás, él odiaba esa distancia y entonces seguía avanzando mientras ella se desahogaba en su llanto.
—Hicimos nada —musitó, aún mirándolo—, fueron unas caminatas sin sentido y apenas hablábamos cuando estábamos juntos en ese lugar pero para mí era suficiente. Porque no tienes idea de cuántas cosas están jodidas para mí pero creí que tú eras la excepción. Pero luego también arruiné eso, y ahora no tengo idea de cómo arreglarlo o cómo hacer que todo vuelva a como antes. ¡O incluso cómo impedir que avance más! ¡Todo es una mierda!
—¡Lo es! —gritó Draco, y ella se sorprendió tanto que se quedó quieta y sus lágrimas dejaron de ceder—. ¡Todo es una mierda y siempre lo ha sido!
Granger se notó muy confundida.
—Pero, ¿qué es lo que...?
—Todo el mundo no puede estar a tu favor, Granger —masculló, y se obligó a sonar cruel. No era que quisiera serlo, pero necesitaba que ella sacara todo—. Los problemas no se solucionarán en un abrir y cerrar de ojos, solo deseando que sea así.
Ella frunció las cejas, como si apenas estuviera analizando sus palabras. Luego bufó.
—¡¿Crees que no lo sé?! ¡Por supuesto que sí! ¡Nunca esperé que las cosas se arreglaran por su cuenta! ¡No soy de ese tipo de personas!
—¡Exacto! ¡No lo eres!
—Oh, por Merlín, Malfoy... —masculló ella, apuñando las manos a sus costados—. Me arrepiento tanto de haberte dicho todo esto, no debí esperar que lo entendieras.
Él se obligó a carcajear, y aunque pareciera que iba para ella, en realidad era para calmar sus propios nervios y darle valor para seguir gritándole.
—Créeme que lo entiendo —siseó, dando un paso hacia ella—. Soy la persona más indicada para saber a qué te refieres. Porque toda mi vida está hecha una mierda también, ¿pero me has visto quejarme de ello?
—No entiendo cuál es tu maldito punto.
—¡Este es mi punto, Granger! —gritó Draco, alzando las manos y odiándose un poco más cuando ella se notó asustada por su tono de voz—. ¡Estamos en un mundo hecho un desastre! ¡Para algunos es genial pero para nosotros los desafortunados nos toca aceptarlo así!
—¡No tienes idea de lo que dices! —gritó ella también, volviendo a llorar—. ¡No sabes nada! ¡Ojalá pudiera aceptar todo mi desastre pero no puedo!
—¡Así es! ¡No puedes!
—¡Lárgate! —gritó en respuesta, apuntando hacia la puerta—. ¡Déjame sola!
—¡Me necesitas!
—¡No! ¡Ya no! ¡Jódete! —dijo y volvió a llorar, esta vez casi descontrolada. Caminó hacia atrás hasta que llegó a una puerta de los baños y luego se dejó caer hasta el suelo. Desde ahí y con lágrimas, siguió gritándole—: ¡Te conté tanto y te valió un comino! ¡No dije todo eso para que me recordaras todo lo malo! ¡Esa no fue la razón!
Draco tragó saliva, pero aún se obligó a mentener su semblante serio. La miró fijamente, fingiendo que no le dolía lo vulnerable que ella se miraba hecha bolita en el suelo.
—¿Entonces cuál fue la jodida razón? —preguntó—. ¿Esperabas que te abrazara y te dijera que todo iba a estar bien?
Ella lo miró dolida, y luego resopló. Dejó de mirarlo y se mordió los labios para detener sus sollozos.
—Al menos esperaba eso —musitó—. Pero ya veo que tenías expectativas muy altas.
Bueno, tal vez ese comentario le dolió un poco a Draco, pero debía admitir que se lo merecía. Pero aún así se mantuvo neutro y mirándola con la mejor crueldad que podía crear cuando se trataba de ella.
—Entonces no debiste esperarlo —dijo, y su tono de voz era arrastrado mientras se acercaba a ella, Granger alzando la vista reaciamente para sostenerle la mirada—. No debiste creer que yo sería toda esa mierda Gryffindor moralista de cuidar de ti y que de repente todo parezca perfecto. No esperes ser alguien que no le afecta nada, y por tanto, crees malo necesitar algo o alguien...
—¡Yo debo ser fuerte! —gritó, e incluso a Draco le dolió la garganta por ello.
—¡Nadie debería ser tan fuerte! —gritó él en respuesta, y entonces se arrodilló delante de ella cuando comenzó a llorar de nuevo. Sostuvo su rostro entre sus manos y la obligó a mirarlo a los ojos—. Ni siquiera tú.
Ella llevó sus manos hasta las de él, y Draco se preparó para que lo alejara, pero solo las dejó sobre las suyas y luego recargó su frente con la de él.
—Estoy rota —susurró con los ojos cerrados—. Lo he estado desde hace años.
—Y nadie se había dado cuenta —añadió Draco, cerrando los ojos también.
Sintió cómo ella negó lentamente con la cabeza.
—Yo no quise que nadie se enterara. Quería romperme sola. ¡Y ya lo había aceptado! Pero...
—Pero yo lo arruiné.
—Pero tú lo arruinaste —confirmó, y entonces abrió los ojos para encontrarla mirándolo fijamente, aún con sus preciosos ojos bañados en lágrimas—. ¿Por qué?
Él la miró de par de par, aún sosteniéndola y acariciando inconscientemente sus mejillas, limpiando poco a poco sus lágrimas hasta que solo quedaron rastros de ellas. Respiró hondo, dejando que sus respiraciones se combinaran y olvidando todas las alertas que dejaba su mente por doquier.
De repente, nada más importó. Estaba jodido, y era hora de aceptarlo.
Al carajo con todo.
—Porque me enamoré de ti.
Si esa era la respuesta que Granger esperaba, entonces la reacción de ella por eso no fue la que él esperaba. Lo único que hizo fue negar con la cabeza una y otra vez, tomando las manos de él entre las suyas para alejarlas de su rostro.
—No quieres esto —susurró, y su voz dependía de un hilo muy delgado—. No quieres enamorarte de mí, nunca lo quisiste. Draco, esto no está bien...
—¿Y quién me dice qué está bien y qué no?
—Yo lo digo —insistió—. Esa regla... Existe por algo.
—¿Entonces por qué no me lo dices?
Ella abrió la boca para responder, pero pronto las palabras murieron en su garganta. Él esperó pacientemente a que dijera algo, pero cuando ella llevó las manos a su pecho y comenzó a alejarlo, Draco la tomó de las muñecas y la detuvo.
—Dime qué es —pidió él, y la desesperación era clara en sus ojos.
—No puedo...
—¿Por qué no? —preguntó, pero ella lo ignoró e intentó mover sus manos. Draco tragó saliva y añadió—: ¿Tú no sientes lo mismo?
Eso la congeló, dejó de moverse y sus ojos encontraron los de él. Su mente parecía estar hecha una revolución entera.
—No... Yo no... —balbuceó—. No es eso...
—¿Entonces sí?
Volvió a negar con la cabeza.
—Draco, no hagas esto...
Pero él no pudo soportarlo más.
No había sido una confirmación, pero tampoco una negación.
Y esa ridícula sensación de esperanza comenzó a crecer en su pecho hasta que se convirtió en una agradable calidez al imaginarse ese amor que él creía haber perdido.
Soltó sus muñecas para sostener su cara y luego estampó sus labios contra los de ella. Cerró los ojos para no mirarla llorar, y movió sus labios con la esperanza de que ella respondiera, pero Granger seguía con las manos en su pecho, como si estuviera decidiendo entre dejarlo o alejarlo.
—Por favor —suplicó Draco contra sus labios, succionando uno de ellos y besando—. También lo quieres.
Ella negó con la cabeza, logrando separarse unos milímetros de sus labios, dejándolos en roces.
—Tú eres quien no lo quieres —susurró, y fue incapaz de mirarlo a los ojos porque ella miraba sus labios—. Confía en mí, esto terminará muy mal.
—No me importa —atajó, y con una última mirada, dejó una mano sobre su nuca y la acercó para volver a besarla.
Ella no se movió con él, se quedó estática y aún renuente a responderle. Pero Draco no iba a darse por vencido, así que llevó su otra mano entre sus piernas para separarlas, y en cuanto esta tocó su piel, ella gimió, y fue ahí donde él aprovechó para abrirse entre su boca.
Y también fue suficiente para ella.
Granger llevó las manos alrededor de su cuello y poco a poco se puso sobre sus rodillas para seguir besándolo. No era ningún beso suave, ella parecía estar hambrienta, deseosa y desesperada.
Draco la dejó tomar el control, la dejó besar, succionar, chupar y morder sus labios hasta el grado de doler pero sin sacar sangre. Y mientras él viajó por todo su cuerpo, aún sosteniendo ese nido de rizos que tenía por cabello, acercándola y aferrándose a ella.
Que se jodieran todas las alarmas de su cabeza, que se jodieran sus creencias y todo los demás. Todos los pilares se acababan de derrumbar, pero había llegado Granger a construir unos nuevos e indestructibles.
Había llegado ella.
Draco la abrazó por la cintura y la elevó hasta que estuvo de pie, y una vez ambos parados y aún sumidos en el beso, llevó sus manos hasta sus entrepiernas y la levantó hasta que ella se enrolló en sus caderas.
La sostuvo contra él y caminó hasta el lavabo para dejarla sobre él y tener una mejor posición para recorrer cada parte de su precioso cuerpo. No tardó mucho en sentir su erección contra él, pero en realidad le prestó poca atención.
Se separó del beso cuando su cuerpo le pidió oxígeno, y mirarla igual de agitada y deseosa que él, le envió una serie de escalofríos fantásticos por todo el cuerpo.
—Te necesito —susurró ella, respirando con dificultad, y en sus ojos Draco pudo mirar eso mismo que miraba en él mismo: rendición—. Te necesito.
No hizo falta que dijera nada más. Él la volvió a acercar con el brazo sobre su cintura hasta que sus cuerpos estuvieron siendo prácticamente uno por la cercanía.
Ella gimió ante el contacto, y entonces Draco atrapó sus rizos y con ellos atrajo sus labios para volver a besarla con fiereza, con necesidad. Deseando cada parte de ella.
Granger llevó las manos a su cabello y a sus hombros, encargándose de traer más cercanía a ambos, si es que fuera posible. Y luego de un minuto, Draco se alejo de su boca para caer en su cuello.
Comenzó a besar su clavícula, maravillado por esas pecas que habían estado en sus fantasías tantas veces, chupando y succionando hasta el más mínimo detalle. Ese lunar que llevaba en su cuello y que tanto lo volvía loco y aún más con la fricción que ambos estaban teniendo.
Levantó una de sus manos para mover el tirante de su vestido y dejar desnudo su hombro, y se permitió unos segundos de admiración a esa piel acaramelada antes de besarla mientras su otra mano ahuecaba uno de sus pechos y apretaba, haciéndola gemir.
Sintió las manos de Granger vagar por su pecho, y le tardó unos segundos adivinar lo que estaba haciendo. Así que pronto se alejó unos centímetros para que ella le arrebatara su chaleco y lo dejara con solo la camiseta de vestir.
Él regresó a sus labios mientras ella se encargaba de desabrochar los botones. Draco llevó ambas manos a la parte alta del satén y bajó la tela poco a poco haste que quedó desnuda de todo su torso.
Se alejó un poco para apreciar aún con su respiración agitada, y de repente odió a su mente porque no se había acercado ni siquiera un poco a lo hermosa que ella era.
Granger arrebató la camiseta que él traía casi de un arañazo, y eso lo regresó a la realidad, atrayéndola de nuevo con un brazo alrededor de ella y manteniendo la fricción mientras seguía besándola.
Él llevó una mano hasta sus muslos, y los abrió para dejarle paso. Subió su mano hasta llegar a sus bragas y las arrebató de un solo estirón, sintiendo momentáneamente lo mojada que estaba; y eso lo hizo sonreír contra sus labios.
Al menos le consolaba que no estuviera siendo el único tremendamente afectado.
Llevó su pulgar hasta su clítoris y presionó con firmeza y suavidad al mismo tiempo, logrando que ella se descontrolara unos segundos contra sus labios y jadeara antes de volver a besarlo.
Él siguió presionando y moviendo en círculos hasta que la sintió aferrarse a sus hombros y acercarlo con una clara desesperación.
Draco introdujo un dedo dentro de ella, y fue en ese momento donde Granger perdió noción de sus movimientos porque ni siquiera pudo seguir con el beso. Se mantuvo rozando los labios de él, pero no parecía estar coherente para moverlos, así que solo lo miró a los ojos mientra su boca hacía sonidos indecentes.
Él la miró todo el tiempo, disfrutando de lo que podía causarle, e impulsándose a seguir con sus movimientos y al mismo tiempo aguantando a sí mismo.
Añadió otro dedo y se movió con agilidad dentro de ella. Granger llevó sus brazos hasta su cuello y se aferró desde ahí, como si no pudiera mantenerse sin ceder un momento más.
Y Draco disfrutaba de mirarla así, tan sumida y perdida en él, que en realidad olvidó todo lo demás y se concentró solo en sus gestos y en los sonidos que hacía, teniendo muy en cuenta que ya estaba demasiado profundo en todo esto.
Ya no había vuelta atrás.
Nada ni nadie podría cambiar lo que sentía por esta bruja. Ni siquiera su propia mente.
—¡Draco! —jadeó ella, y se escuchó casi desesperada.
Ni siquiera hizo falta que lo dijera.
Él desabrochó sus pantalones con su otra mano, y cuando dejó su erección en libertad, sacó sus dedos y se adentró en ella.
El primer contacto se sintió como una bendición y por un momento él perdió noción de qué hacía. Pero cuando sintió las uñas de ella aruñar su espalda, regresó a la realidad y de un solo empujón profundizó todo.
La abrazó contra él, escuchando su respiración agitada junto a su oído, y luego de unos segundos, comenzó a moverse con lentitud.
Granger regresó a sus labios, y empezó a besarlo con necesidad mientras él aumentaba un poco la velocidad y la profundidad. Ella se aferró a su cuello y jugó con su cabello, mordiéndole el labio cuando él llegaba demasiado dentro.
Draco dejó una mano sobre su espalda para sostenerla y llevó otra a uno de sus pechos para amasarlo mientras comenzaba a moverse aún más.
Esto se sentía diferente a cualquier cosa que él hubiera hecho alguna vez con otra persona. No podía compararlo con nadie, y tampoco era como que quisiera. Todo se sentía tan perfecto, tan real y tan sensible que constantemente se preguntaba si no era un sueño.
Pero no lo era. Granger sí estaba junto a él, pidiendo cada vez más y apoderándose de sus labios con cada empujón que Draco daba.
Sus caderas chocaban y mientras ella alzaba un poco las piernas para una mayor profundidad, sus respiraciones se aceleraban y los ecos de sus gemidos resonaban por todo el baño.
A ninguno se le ocurrió poner un hechizo amortiguador o siquiera recordar que estaban en un baño, ambos estaban demasiado sumidos en el placer de la situación que olvidaron todo lo demás.
Draco dejó su boca y la mano sobre su pecho para abrazarla desde la cintura, y luego enterró la cara en su cuello para besarlo mientras seguía embistiendo, los sonidos indecentes saliendo de Granger y escuchándose como una melodía para él.
Dejó un recorrido de besos por toda su clavícula y después comenzó a subir hasta llegar a la parte baja de su oreja, y cuando ella ladeó la cabeza, él aprovechó el momento para llegar al lóbulo de su oreja y comenzó a succionar.
Ella gimió y aruñó su espalda, y eso fue la incitación para que él se sumerjiera en ella más profundo y más rápido, sintiendo ese nudo formándose en su estómago cuando estaba cerca del clímax.
Pero no quería llegar solo él, también quería que ella lo disfrutara a su manera y que no se arrepintiera de ello, así que siguió besando su cuello con una lentitud tortusa, embistiendo con fiereza hasta que encontró un punto débil de su piel, y cuando lo hizo, succionó antes de morder.
Empujó profundamente una vez más, y fue ahí cuando la sintió venirse contra él. Se sintió como un premio, y apenas hicieron falta dos embestidas más antes de que Draco también obtuviera su liberación.
Se detuvo, aún sosteniéndola de la cintura y con la cabeza escondida en su cuello mientras intentaba recuperar su respiración normal; sentía que el corazón podría salirse de su garganta.
A ella también la sentía muy agitada, y por un momento creyó que podría desmayarse de nuevo, así que alzó la cabeza con rapidez, pero lo que encontró fue muy diferente.
Porque ella solo estaba sonriendo, pero no era una sonrisa delicada, era una casi burlona, como esas que tenía Blaise cuando se drogaba en sexto grado.
Luego Granger comenzó a reír en voz baja, negando con la cabeza una y otra vez. Él frunció el ceño y tomó su rostro entre sus manos, acomodando uno de los rizos mojados que se pegaban a su frente; porque el cuerpo de ambos estaba bañado en sudor a pesar de que era una mañana fresca.
—Esto... —dijo ella, y su voz estaba fatigada. La miró tragar saliva y luevo cerró lo ojos, dejando caer su frente en la de él—. No sabes en qué te estás metiendo.
Draco medio sonrió y luego se separó para besar su frente como un acto de mero impulso.
—Si Lucius se entera de esto, estoy seguro de que me desheredará —dijo, y buscó sus ojos hasta que ella los abrió y lo miró—. Así que creo que sí sé en qué me estoy metiendo.
Ella volvió a negar con la cabeza, suspirando.
—No lo sabes.
Él abrió la boca para replicar, pero la miró tan cansada que no quiso molestarla más. Con una mirada de anhelo y admiración a su cuerpo, poco a poco comenzó a subir los tirantes de su vestido hasta que estuvieron casi cubiertos de esa tela de satén color rojo.
Luego salió de ella y bajó el vestido, acomodando las arrugas con una delicadeza ajena a él. Después se abrochó los pantalones, y atrajo con magia sin varita la camiseta, pero antes de que pudiera ponérsela, ella lo detuvo con las manos en su pecho.
Él alzó la cabeza para mirarla, pero ella solo se bajó del lavabo y dejó sus ojos en su pecho, el cual ahora se encontraba un poco sudado pero aún así Granger parecía estar fascinada por él.
Se lamió los labios, y luego sus manos comenzaron a recorrerlo.
—Yo no... —dijo en voz baja, y luego sonrió de lado—. Yo no tuve tiempo de mirarte.
Él sonrió también, pero ella no lo miró porque seguía con los ojos sobre su pecho a medida que sus manos subían y bajaban por su estómago, y Draco se preguntó si su amigo reviviría si ella seguía bajando.
Pero Granger se detuvo justo a tiempo, y luego alzó las manos para ella misma ponerle la camisa y después abotonarla lentamente.
Cuando llegó al último botón, suspiró y poco a poco alzó la mirada hasta él, quien en ningún momento había dejado de mirarla. Y sonriendo, Draco la observó sonrojarse.
—No era virgen, por si querías saberlo —murmuró con cierta burla, y entonces él cayó en cuenta.
—Oh, mierda, yo... No pensé...
—Está bien —interrumpió ella, y dio otra media sonrisa—. Me alegra no haberlo sido, tal vez habría arruinado el momento.
—No, en realidad, creo que lo habría preferido —masculló Draco con desgana, rodando los ojos—. Ya sabes, todo eso de pensar que alguien más te tocó es una mierda que debo soportar.
Especialmente si fue el idiota de Weasley.
Ella rió un poco, y eso lo hizo sonreír, pero luego fue callando hasta que quedó en silencio y mirando la barbilla de Draco, perdiéndose en sus pensamientos.
Sus cejas se fruncieron, y cuando él estuvo a punto de preguntar qué pasaba, Granger habló:
—Esto está mal —dijo, y se notó tan seria al decirlo que él no supo qué decir en el momento—. Todo esto va a terminar de la peor manera y... No mereces eso.
—Granger, no me importa lo que...
—No lo entiendes —interrumpió, y su voz fue firme cuando lo miró a los ojos, alejándose un paso de él y Draco resintiendo esa distancia—. Quisiera explicártelo pero no puedo, y además nunca me lo perdonarías. En verdad lo siento, fue mi culpa permitir que esto llegara tan lejos.
Él negó con la cabeza.
—No digas que te arrepientes de esto porque no te lo creería.
—No lo hago, pero probablemente tú lo harás después y yo no quiero estar ahí cuando sea así. Draco, te lo juro, alejarte ahora mismo será lo mejor que podrás hacer.
—¿Por qué?
Ella lo ignoró, se enderezó y tragó saliva.
—Te dejo libre de lo de la investigación —dijo, y Draco se sorprendió tanto que se quedó helado—. Ya no es necesario que me ayudes, puedo con esto sola y... Ahora puedes volver a como era tu vida antes de mí.
—Mi vida era una mierda antes de ti, y lo sabes.
Ella bajó la mirada. Se quedó mirando el suelo unos segundos, pero luego apuñó las manos a sus costados y suspiró.
—Lo siento —murmuró, y por su tono de voz Draco dedujo que estaba aguantando un nudo en su garganta—. Esa regla... No la puse para alimentar mi ego o para humillarte. Era una advertencia.
—Y es muy ridícula.
Granger frunció el ceño y lo miró a los ojos, y por la mirada que le dio, Draco supo que había estado a punto de gritarle algo pero se contuvo. Y sin decir otra cosa, ella solo se alejó.
Y a pesar de que quiso seguirla, aún se mantuvo procesando sus palabras que no tuvo la sensatez de ordenarle a sus pies ir detrás suyo.
Sin embargo, cuando por fin pudo salir de su trance y corrió hasta el pasillo, ella ya no estaba ahí. Ni siquiera en la habitación de la biblioteca cuando fue a buscarla. Ni en el desayuno, ni en la comida, ni en la cena.
No supo si asistió a clases el lunes, porque ese día Gryffindor y Slytherin no tenían ninguna clase juntos. Él no la miró por ninguna parte incluso cuando lo intentó. Fue a la habitación desde una hora antes para encontrarla, pero ella no estaba ahí.
La esperó, pero nunca llegó. Así que salió y la buscó por todo el castillo en un intento de encontrarla. Falló. Pero aún así volvió a la habitación para ver si ya había llegado, pero ese lugar seguía vacío.
Consideró ir a la Torre de Gryffindor, pero comprendió que eso era demasiado incluso para él antes de ir hacia allá. Así que solo esperó hasta el martes para por fin encontrarla en una de las clases que coincidían.
Pero cuando llegó la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras y ella nunca llegó, él comenzó a preguntarse si realmente no deseaba verlo hasta el grado de faltar a sus clases para no topárselo.
Sin embargo, tampoco la miró en ninguna de sus comidas, y Draco se encontraba bastante confundido y desesperado porque sus supuestos amigos no parecían preocuparse por su desaparición.
Cada mañana él mataba con la mirada a Longbottom o incluso a la chica Weasley con la intención de que lo notaran y descubrieran lo mucho que quería saber dónde estaba Granger.
Pero obviamente nunca lo notaron.
Honestamente, ¡¿nadie se daba cuenta que Granger estaba desaparecida?! Joder, ni siquiera los profesores parecían poner atención a ello.
Así que Draco se sumió en un estado de desesperación y amargura durante dos semanas enteras antes de que por fin sucediera algo.
El fue a la habitación cada día, incluso dejando de lado sus entrenamientos de Quidditch y siempre se mantuvo sin falta dos horas en su silla, esperando que sus rizos aparecieran por la puerta como aquella semana que también desapareció.
Pero al igual que aquellos días, esperó para nada.
Y justo cuando había llegado un domingo de finales de febrero, y él había ido con pocas esperanzas de encontrarla ahí, abrió la puerta y se congeló al mirarla sobre su silla, tranquila y leyendo un libro.
Granger alzó la cabeza lentamente y cerró el libro al tiempo que se recargargaba en el respaldo de la silla y lo miraba.
Draco tenía tantas cosas por decir y reclamar, tanto por exigir y regañar, pero todo se perdió en su mente y solo se mantuvo mirándola de pies a cabeza, como si estuviera comprobando que ella de verdad estuviera ahí y no fuera producto de su imaginación.
Granger carraspeó para llamar su atención.
—Draco, yo... Creo que te debo una explicación.
—Sí, exacto —atajó, y ella tragó saliva, jugando con sus manos sobre su regazo—. Pero primero debo hacer algo yo.
Ella alzó la cabeza y frunció el ceño. Draco se acercó hasta su escritorio y disfrutó de su nerviosismo mientras tomaba una pluma y la manchaba de tinta negra.
Granger observó fijamente cada uno de sus movimientos, y entonces él se dio la vuelta y caminó hasta el pergamino de las reglas.
Draco respiró hondo, tomando valor, y luego talló la regla número diez, que exigía tener prohibido mencionar a su familia. La miró por encima de su hombro y dijo:
—Esto lo puse por Lucius. Pero ahora me vale una mierda.
Después él regresó a las reglas, mirando las dos restantes. Fue ahí cuando Granger comprendió lo que estaba por hacer, pero llegó demasiado tarde porque Draco ya estaba borrando la regla número quince.
Lo hizo con furia, ni siquiera se miró una letra detrás de toda la tinta que él marcó, sin siquiera importarle que su mano se manchara de esta. Dejó caer la pluma al suelo y luego se dio la vuelta hacia ella.
Granger estaba congelada en su lugar y miraba el pergamino, perdida.
Y entonces Draco tragó saliva.
—Nadie me va a prohibir de quién enamorarme.
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