Viajera
Dicen que tiene el alma rota.
Que ha pasado años buscando una solución a sus problemas.
Que ha caído bajo. Que recorre las esquinas perdida y con la mirada desenfocada.
Dicen que solía tener nombre. Que solía tener un lugar al cual llamar casa.
He escuchado que lleva años viajando. Que recorre la vida sin un rumbo fijo. Sin mapas ni direcciones. Que la mitad de las veces solo la guía el viento.
Creo que lleva años esperando ser redimida. Tiene la mirada triste de quien asume la consecuencia de sus actos. La sonrisa dulce de quien ha asumido que la vida se le escapa entre los dedos.
La primera vez que la vi parecía eterna. No creo que tuviese más de veinte años, aunque parecía cargar siglos en su mirada.
Escondía el rostro como tratando de protegerse del viento. Empequeñecía su cuerpo intentando pasar desapercibida.
Parecía estar desnuda, indefensa, desamparada.
Llevaba consigo una mochila tan pesada que le curvaba la espalda. Arrastraba los pies y con su cabellera larga, dibujaba senderos en el barro que sus pies pisaban.
No tenia nombre.
Aunque la gente dice que en algún momento lo tuvo.
Dicen que solía ir al parque los domingos, sentarse cerca del lago y mirar a los enamorados.
Que iba siempre a misa. Que rogaba en silencio. Que lloraba cada vez que miraba el altar.
Dicen que perdió la oportunidad de ser madre antes de enterarse de que quería serlo.
Que los fantasmas de batas blancas tuvieron que abrazarla.
Que paso días perdida en su propia mente con una intravenosa colgada del brazo.
Ahora es viajera. Recorre calles y ciudades sin quedarse en ninguna parte. Camina sin rumbo como si tuviese destino.
Toma café solo cuando el sol ya ha caído. No habla con nadie, pero si la saludas se detiene por un segundo, solo por un segundo, como si no recordara como volver a saludar.
La he visto muchas veces.
Siempre con el cabello suelto y el rostro pintado con tristeza. Con el alma empequeñecida y guardada dentro de un cofre que refugia en el fondo de su mochila
Tiene la piel herida, llena de cicatrices, con marcas que parecen recuerdos y manchas de mugre que parecen historias.
Dicen que tiene el alma rota. Yo la he visto remendarla. La saca de su caja cada luna llena y la lava con lagrimas. Luego la dobla y vuelve a guardarla. Parece tener miedo de mirarla fijamente. De recordad que aún la tiene.
Lleva viajando tanto tiempo que ha olvidado como estar quieta.
Paga su café mientras camina. Lo bebe mientras escapa de los últimos rayos del sol.
Algún día tendrá que detenerse. Caerá como lo hacen los ángeles, con las alas destrozadas, con el cuerpo lazo y los ojos abiertos.
Terminara su viaje con el alma empapada, arrugada de tantos dobleces.
Con el cabello enredado de tanto barro.
Cuando termine su viaje, la veras detenerse en un parque, sentarse después de la hora de misa cerca del un lago.
La veras desaparecer mientras sus ojos se pierden entre los enamorados.
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