Silencios
Estoy interpretando un vals improvisado al son de una canción de mi celular. Cerca de mí no hay nadie y la soledad parece acomodarse en todos los rincones de manera pasiva como si perteneciera allí.
Es relajante.
Quitarme la máscara que tiendo a utilizar ante la sociedad, desprenderme de cualquier pretensión autoimpuesta. Ser yo misma, por solo un instante.
Me muevo de manera lenta, meciéndome al son de esa música cálida que rodea todo el ambiente pero solo yo puedo escuchar.
Bailo con mis demonios, invitándolos a quedarse solo unos segundos más. Reconociéndolos como parte de mi alma, como pieza fundamental de mí ser.
Es un vals hipnótico, casi trascendente, me hace replantearme cuanto tiempo he pasado sin bailar, cuantos años he pasado inmóvil, atada con imposiciones externas que me evitan realmente disfrutar.
Me muevo por la habitación delineando mi pista de baile, riendo como una niña mientras giro de forma insensata antes de caer sobre la cama con una sonrisa sutil.
Hoy me siento feliz.
Es extraño, tirada en la cama, observando el techo como si fuese una ventana al universo, riendo como hace años no solía hacerlo. Siento que el tiempo me ha dado un regalo. Siento la emoción de una aventura por vivir.
Siento un nuevo amor por la vida.
Silencios. El sonido se empareja con los vacíos que quedan entre los segundos. Crea una armonía extraña. Una especie de pieza la cual debes terminar.
Una especie de cuadro que no te muestra toda la escena. Pero tengo suficientes colores para crearme una imagen.
Suficientes emociones para estremecer mi piel incluso cuando no hay nadie cerca para reconocerlo.
Me he dado cuenta que muchas veces la soledad no es un castigo. Es un beneficio.
He aprendido a escuchar mis propios gritos. Por primera vez he reconocido mi voz.
He vagado por pasillos de mi mente que hace años no recorría. Tal vez por miedo a perderme en ellos. Por no reconocer su estructura y caer en algún abismo sorpresivo que no sabía que estaba ahí.
Ahora corro por ellos. Con miedo. Pero con ese miedo que te impulsa a saltar más alto, a correr más fuerte, a intentarlo una vez más.
He encontrado piezas de mi misma que creí perdidas. Trozos desgastados que son casi irreconocibles bajo el polvo, pero están hay. Esperando que venga a rescatarlos. Esperando que los saque de su cautiverio y los muestre al mundo.
En mi mente nunca hay silencio. Pero por primera vez puedo distinguir las diferentes voces. Puedo organizarlas y crear una armonía que por momentos parece fundirse con el entorno. Si me concentro lo suficiente desaparece, como mi respiración. Estando y no estando al mismo tiempo. Existiendo por un segundo para luego desaparecer al siguiente.
Me siento mareada.
Siento todo de una manera que creí olvidada. El sol ilumina mi cara de una manera distinta sin tanta mascara. Sin la idea de lo que debería ser entro lo que soy y lo que esperan.
Aún existe el silencio. Y es el sonido más hermoso que he escuchado.
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