Pereza
En algún lugar del mundo, una persona asiste a la opera.
Y yo aún sigo prisionera de mis mantas. En una batalla interminable con el sueño y la pereza a quienes francamente estoy dejando ganar.
En mi mente suenan acordes suaves y tranquilos. Fuera de mi puerta el mundo se mueve rápido, pero aquí es lento. Tan lento.
Creo que la ópera puede esperar.
Existen sinfonías más importantes. Historias que aún no han sido escritas. Tragedias que el mundo no se ha dignado a representar.
En este momento mi imaginación está representando la obra más importante.
Es una ninfa, una niña y una escritora en una batalla magistral sobre la relevancia del tiempo.
En mi cama se está tibio. Es un lugar seguro.
Es tribuna de conversaciones filosóficas y desvaríos de medianoche.
La escritora defiende su derecho a la eternidad.
La niña discute su amor por la infancia.
La ninfa danza. Mueve su cuerpo entorno a una música que solo ella puede escuchar. Salta en el aire y cae en poses artísticas que solo ella podría lograr.
En algún lugar del mundo, alguien llora, conmovido por una representación del amor y el odio sobre el escenario.
Aquí, las butacas están vacías. No hay más ruido que el de mi mente.
La pereza se arrastra como una neblina. Suave cual terciopelo.
Abraza a la niña como una manta. Envuelve a la ninfa como un vestido e intenta hacer descansar a la escritora por solo un momento.
Es hipnotizarte. Da vueltas por el suelo y se mueve por las paredes. Tiñe todo de un tono cálido. Como sueños tranquilos. Como respiraciones suaves y brisas delicadas.
En algún lugar del mundo, alguien ve la opera.
Y yo...
Seguiré escuchando locuras en mi mente. Seguiré escuchando a la ninfa, a la niña y a la escritora mientras que alguien aplaude de pie en algún lugar del mundo. Disfrutando la ópera.
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