Calma

Está lloviendo. Y entre el desorden de mi cama y el gris opresivo del cielo, me sabe el panorama a unas de las postales más bellas de este día.

Las gotas caen lentas, frágiles, casi imperceptibles. Pero están ahí. Una tras otra reuniéndose de manera incansable en el pavimento, creando una burda semejanza de un espejo, reflejando el cielo.

Y entre nube y nube pasajera, el sol destella suavemente, casi perezoso, librando una batalla contra el monótono clima y dejando a su paso una estela dorada que rápidamente es cubierta por un manto gris.

En mi mundo todo sabe a suspenso. El tiempo se ha detenido. La lluvia cae tan lenta que casi no la escucho y las voces han guardado silencio para rendirle tributo a la calma.

Dentro de este refugio improvisado, la tormenta no llega. Es un oasis a medio construir, con banderas destrozadas por el viento y lugares cálidos donde pasar la noche.

Es una isla desierta.

Un punto de paz entre la vorágine de la vida.

Un momento robado al tiempo. Conformado por solo un segundo.

Por la eternidad que hay entre la caída de una y otra gota de lluvia.

Esto es calma. Representación de serenidad entre mantas abandonadas en el suelo y almohadas de batalla.

Guerras silenciadas por una noche, por un día, por un solo momento.

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