9. Silent Hill
Lunes 23 de marzo de 2020
Apaga, pero no nos vamos
¿Os acordáis del bizcocho de naranja que quería hacer? ¿Ese que prometía ser el salvador de mi agonía en estos días de cuarentena y único motivo para seguir existiendo? Pues yo tampoco, así que he acabado haciendo churros. No sé cómo ha pasado, pero ha pasado. No me presionéis, ¿vale? Otra cosa no, pero tiempo para cocinar hay de sobra, si no acabamos haciendo sacrificios humanos en las plazas públicas, que al paso que vamos... Pues oye, salvando el hecho de que se me ha ido poco la mano con la sal, estaban muy ricos.
La verdad es que apetecía con el día de lluvia. En efecto, sigue lloviendo. Yo estoy que no me lo creo. También te digo que podría guardarse un poco para cuando acabe la cuarentena, por joder un poco simplemente (y evitar ver la luz del sol un poco más, que nunca está mal).
¿Sabéis que pega también con la lluvia? Mi vecino disfrazado de buzo para ir a comprar. No, no es el mismo que puso la música para personas con hipoacusia, es otro. Me estoy dando cuenta de la cantidad de vecinos que tengo. Qué horror... Al menos a este le gusta el cosplay y no la música electrónica cutre. No sé qué daba más miedo de su atuendo, si la máscara antigás o el chubasquero que le cubría el resto de la cabeza. Literalmente no lo sé, porque ha sido mi padre quien lo ha visto. Y, bueno, digamos que mi ligerísima tendencia a la exageración me viene de él, así que lo mismo no era para tanto. Aunque yo soy más performático y dado al histrionismo, mientras que él es sencillamente exagerado, sin nada de glamour.
Hablando de performance, desde la calidez de mi cama pido un rotundo y sentido aplauso para las personas encargadas de la gestión de mi urbanización, por su continuo empeño en procurar que las calles y zonas comunes luzcan lo más parecidas posibles a un escenario postapocalíptico en estos días de confinamiento. Porque a oscuras, sin la luz de las cientos de farolas que acostumbran a iluminar la urbanización y desterrar los miedos nocturnos, la desesperación se hace más fuerte y los instintos más primarios del ser humano emergen a flor de piel. Me pregunto si lo habrán dispuesto todo para simular un scape room, hardcore edition, o si será cosa del viento y la lluvia. A mí me encanta la oscuridad total para dormir, pero luego que no se vengan quejando si a algún vecino se le cruzan los cables por un ataque de pánico y sale en pelotas a aullarle a la luna llena. O nos corta los meñiques al resto y se hace unos bonitos pendientes.
Que es lo que me apetece hacer a mí con los directivos de la empresa de autobuses donde compré un par de billetes para principios de abril. Resulta que la fecha de salida coincide con los días extra que se ha alargado la cuarentena, conque no voy a poder viajar. Y como mi billete era de tarifa especial, solo puedo cambiarlos, pero no anularlos y optar por el reembolso. O sea, perdón por no ser millonario y no comprar los que costaban más de 60€ por trayecto, porque esos sí que permiten cancelación.
Yo entiendo que en circunstancias ordinarias se apliquen las normas pertinentes, y que si me surge un problema y no puedo ir, me jodo y me aguanto. Pero la situación que estamos viviendo es de todo menor corriente y creo que deberían actuar en consonancia. Si se está prohibiendo viajar si no es por causas absolutamente imprescindibles, joder, no me seas capullo y devuelve el dinero de los billetes a todo mundo, que bastante nos fastidia a los usuarios tener que cancelar nuestros planes como para que encima nos quedemos sin reembolso. Que sí, que puedo aplazarlo, pero, ¿para qué quiero posponerlo si cuando podía viajar era ahora y no tengo ni idea de cuándo volveré a poder? Como si tener que sufrir varias horas en un autobús lleno de personas (algunas con escaso interés por la higiene personal) no fuera suficiente tortura ya. Pocas cosas me gustan tanto, vaya. Está a la par con masticar cristales y clavarme alfileres al rojo vivo bajo las uñas.
Además, hoy estoy melancólico porque he terminado de ver la serie de la que ya os he hablado y no sé cuándo estrenarán la cuarta y última temporada. Y siempre es igual cuando acabo una serie, o un libro... ¿A vosotros también os pasa o sois unos desalmados sin corazón ni sentimientos?
¿Y no os dan rabia las putas mandarinas con gajos impares? Literalmente no se pueden partir por la mitad. O sea, es que son el mal encarnado en una deliciosa fruta rica en carotenoides y vitamina C. ¿Qué se supone que tengo que hacer con 9 gajos, o con 11? Que el 11 aún es un número primo y tiene su atractivo, pero ¿el 9? Que eres un sucio múltiplo del 3, ¿de qué vas con esos aires de superioridad? De verdad, ¿eh? Que no puedo con tanta inutilidad...
Y en eso estoy.
Ya solo falta que alguien me explique por qué la voz en off del anuncio de Nescafé parece que quiere tener una tórrida noche de sexo salvaje conmigo. No sé si pretende venderme su producto o llevarme al éxtasis de la mano de la cafeína.
Buenas noches (da igual cuando leáis esto).
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