7. Tímoti y Leocadia
Sábado 21 de marzo de 2020
We're still alive, aren't we?
Pues eso, que para sorpresa de nadie seguimos vivos. O la realidad virtual en la que estamos inmersos está super bien hecha. Parece que lo de la fumigación era una retorcida patraña, como era de esperar. Lo más raro que he notado ha sido un olor dulzón en el salón al bajar a desayunar, como a fresas. Mis padres no lo olían, así que he supuesto que sería una curiosa combinación de lo que estaban comiendo (tengo el sentido del olfato un poco demasiado sensible, eso también es verdad).
Soy todo lo escéptico que se puede ser en temas de conspiración (creo que lo dejé bastante claro). Sin embargo, he de reconocer que me siento algo decepcionado con esto de la fumigación. De algún modo me excitaba la idea de alimentar un poco más esta especie de distopía apocalíptica en la que se ha convertido el año 2020. Confieso que en el fondo mantengo la esperanza de que cuando desarrollen la vacuna contra el SARS Co-V, se acabe descontrolando y los rehabilitados se transformen en zombis. Pero bueno, supongo que en la próxima pandemia mundial será... *sighs*
Por lo menos ha estado lloviendo. Sí, otra vez. Las plantas estarán que no se lo creen:
—Oh, mira eso, Leocadia, ¿será esta el agua prometida? ¿El néctar divino del que hablaban las antiguas leyendas?
—¿En serio? ¿Otra vez, Tímoti? Que es solo lluvia. LLU-VIA. ¿Por qué siempre te tienes que poner tan místico y hacerme tantas preguntas? Que soy un rábano, no el Señor Miyagi.
Y así es como me imagino a mis macetas cuando nadie las ve. O sea, pobre Tímoti. ¿Por qué nadie comprende que es más sensible que los demás? ¿Es que no ven que es su forma de aceptar la arraigada existencia que le ha tocado vivir?
Ejem. ¿Qué pasa? Nunca dije que estuviera bien de la cabeza. Eso son cosas que habéis asumido por vuestra cuenta, así que no me vengáis ahora con reclamaciones. Y sí, tengo plantados rabanitos en el jardín. También pak choi, aunque se están haciendo las remolonas. Claro que tampoco puedo culparlas por su errático crecimiento. Con lo inestable que está el tiempo, demasiado que ha conseguido germinar de la semilla y echar raíces. Mira, en eso nos parecemos más de lo que creemos.
Total, que se vienen unos días de lluvia y yo estoy como un tonto con un lápiz nuevo. Es que, manda huevos que me haya tocado vivir en un desierto con lo que disfruto de los días nublados y las tormentas. Que sí, que puede que eso lo diga porque no me llueve trescientos días al año, pero oye, si hay laguna persona voluntaria para hacer un intercambio, yo encantado.
Y mientras observaba a mis plantas, ha pasado una señora por delante de mi casa y me ha estado contando que algún vecino había llamado a la policía porque estaba la calle llena de niños jugando. Lo que yo os diga: somos unos puñeteros irresponsables. Y lo digo por los niños y sus padres, por dejarlos salir con la que está cayendo. Quien haya avisado a la policía merece mi admiración. Saber que hay alguien tan amargado, a la par que responsable, como para denunciar a unos niños me hace recuperar la fe en la humanidad. Un poquito al menos. Lástima que no les hayan puesto una multa que les quitaran las ganas de incumplir el estado de cuarentena otra vez.
¿Creíais que hoy no iba a renegar del ser humano? Ya, claro, y lo próximo qué será, ¿ponerme frases motivacionales y sonreír? Por favor, que acabo de cenar y se me va a revolver el estómago...
No, en serio. Lo he dicho y me reitero: mi más sincera admiración y respeto por aquellas personas que están poniendo su salud en riesgo para ayudar a los demás, tanto sanitarios, como empleados de supermercados o personal de limpieza. Sé que yo no podría hacerlo, por eso lo valoro el doble. Pero ya está bien de aplaudir, ¿no? Han captado el mensaje. ¿O creéis que sigue siendo necesario? Es cierto que su único propósito es dar apoyo, de forma simbólica, claro. No obstante, pienso que los actos simbólicos pierden su enorme fuerza cuando se alargan en el tiempo, y que su mensaje se diluye y, en ocasiones, se adultera. Cuando todo esto termine, lo verdaderamente apremiante será que cambiéis de mentalidad y no votéis a partidos liberales de mierda. Los mismos que salen dándose golpes de pecho y defendiendo que este es un gran país con unos servicios públicos excepcionales. Pues, oiga, no será gracias a usted ni a sus programas políticos que abogan por recortar lo público y promover lo privado. Es que me hierve la sangre, os lo juro.
¡Ah, casi me olvido con tanto ragear! Tengo buenas y malas noticias respecto al secador. La buena noticia es que terminé de arreglar el cable que tenía cortado, lo probé y funcionaba. La mala noticia es que hoy me duché, y bueno... Quiero decir, ducharse es siempre una victoria en lo que la higiene personal se refiere (por favor, duchaos). A lo que me refería con ese «bueno» es a que mi reparación no fue tan bien cómo esperaba. Todo apunta a que no uní lo suficientemente bien los filamentos de cobre de ambos segmento del cable. ¿El resultado? Un vaivén de ráfagas de aire nada relajante. Se enciende o se apaga de repente, según la posición. Así que para secarme el pelo me he retorcido más que la niña del exorcista en una bañera de agua bendita. Ya veré si consigo estaño para soldar bien los cables o lanzo el secador por la ventana. Y con un poco de suerte me caigo yo detrás y ya no tengo que preocuparme por secar nada.
Creo que el bizcocho al final sí será de naranja. Me tengo casi convencido al respecto. Casi...
Larga vida a los cítricos. Comed mucha fruta, que la vitamina C mantiene el sistema inmunitario en buen estado.
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