5. Se nos está haciendo bola

Jueves 19 de marzo de 2020

Por favor, STOP


No sé si ya he dicho que no me gusta repetirme, y así es la mayoría de las veces. Sin embargo, cuando se trata de quejarme de mis vecinos, o de la gente en general, soy peor que una tarta de ajos (por aquello de que el ajo repite y eso, ¿a esto he llegado, a tener que explicar los chistes? Joder, estoy peor de lo que pensaba).

En este caso no voy a hablar de la «maravillosa gente» con la que para mi desgracia tengo que compartir oxígeno, y las zonas comunes de la urbanización. De hecho, podría decirse que lo único que hago es trasladar una queja de mi hermano (¡sorpresa! Tengo un hermano mayor) y adornarla un poco con mi amor innato hacia la humanidad (mira, si tengo que seguir señalando las ironías, ¡mal vamos!). Hoy, después de hacer lo de siempre (desayunar, ordenar un poco, hacer mi rutina de ejercicio y un corto etcétera) estuve charlando con mi hermano a través de la famosa empresa de mensajería instantánea cuyo logo es un bocadillo de diálogo redondo y verde con un teléfono blanco en el centro (si quiere publicidad, que afloje los billetes). Obviando detalles intrascendentes, me dijo que, en su pueblo, los vecinos se han puesto en modo David Guetta desde los balcones, con altavoces y música a todo volumen. Pero en versión cutre y ruidosa. Como solemos hacer los españoles. Todo el rato.

Desde la comodidad de mi silla (lo cual es más metafórico que literal, porque está vieja y no es el culmen del confort), quiero hacer un llamamiento a ese ser mitológico llamado «sentido común». Por favor, ya basta con las improvisaciones en los balcones. Que sí, como tutorial para los turistas británicos que no saben cómo se utilizan (los balcones) va muy bien, pero ya está. Ya pasó. Tuvo su momento de auge, su punto transgresor, pero os estáis cargando la gracia a base de hacer el subnormal. Que no, que no nos interesa que estéis super motivados de la vida. No quiero saberlo. Así que guardaos vuestro arrebato de... de lo que cojones te pase en la cabeza para vosotros, meteos en vuestra puta casa y poned la radio tan alta que os revienten los tímpanos. Pero a puerta cerrada y con auriculares. Porque, posiblemente, al vecino de abajo, o el de los lados, tampoco le importa una mierda que tratéis de acallar las voces de vuestras cabeza con música, esas voces que os recuerdan lo miserables que son vuestras vidas y la más que evidente incapacidad para permanecer con vosotros mismos sin ruido de fondo.

¿Conocéis esa sensación de cuando los productores de una serie no saben parar de hacer nuevos capítulos, y nuevas temporadas, y cada vez la trama es más cutre y, finalmente, acaban por suspender la emisión porque la gente se ha aburrido y no la ve ni Dios? Pues esa gente no. Claramente ignoran cuándo decir stop y pasar a otra cosa. Supongo que al ser humano le van los refritos, en el sentido más amplio y pringoso de la expresión.

Algo que tampoco se nos da demasiado bien es acatar instrucciones. O eso, o varios de mis vecinos padecen algún tipo de trastorno mental que les impide comprender oraciones sencillas como: no salgas de casa o recoge las mierdas de tus perros. De verdad que intento no sulfurarme y mantener una correcta higiene mental, pero es que hay veces que me dan ganas de reventarle la cabeza a rodillazos a más de uno (cosa que no tenéis que hacer porque la violencia no es nunca la solución a los problemas, aunque en ocasiones sea jodidamente seductora).

No entiendo qué parte de «quédate en casa» es la que no entienden para que dos adultos y dos niños vayan paseándose por toda la urbanización. Y no de forma humilde, tratando de pasar desapercibidos porque saben que en el fondo no lo están haciendo bien. ¡Qué va! Dando voces y llamando la atención todo lo posible. Porque para sentir culpabilidad hay que haber desarrollado un mínimo de habilidades sociales. Joder, a todos nos resulta difícil la vida intramuros, más cuando es impuesta (a algunos más que a otros, de acuerdo), pero si estamos apechugando no es solo por frenar la vertiginosa curva de contagios, sino por responsabilidad social. ¿Acaso creen que son los únicos que quieren dar un paseo? ¿O los únicos con hijos pequeños que después de tantos días están ansiosos y subiéndose por las paredes (literalmente)? Pues no, pero como somos personas con EMPATÍA, nos corresponsabilizamos de la situación y arrimamos el hombro quedándonos en casita, pasándolo lo mejor que sabemos.

En fin, la vida. Que con tanto retrasado se me hace más bola de lo normal.

Cambiando de tema, estoy terminando de ver una serie de Netflix que se llama Atypical. Trata sobre la vida adolescente de un chico con TEA (Trastorno del Espectro Autista) y su familia. Hay publicadas tres temporadas y van a grabar la cuarta y última. La verdad es que me está gustando mucho más de lo que esperaba, sobre todo por cómo vas empatizando con los personajes a medida que avanza la trama. Al principio pensé «meh, otra serie más sobre adolescentes». Pero no. Es decir, salen adolescentes y básicamente todo gira entorno a Sam (el protagonista). Sin embargo, a los pocos capítulos te das cuenta que es bastante más profunda que eso. Y también más honesta. No pretende reinventar los 80, como taaaaantas series están haciendo de un tiempo a esta parte, lo cual es de agradecer. Ah, y la persona que interpreta a la hermana de Sam declaró públicamente que es no binaria. Y eso le da un punto extra.

También he vuelto a ver las pelis de Harry Potter. Por vigésimo quinta vez. Porque no son adictivas ni yo tengo ningún problema ni nada. Qué va...

En resumen, que el secador sigue sin arreglar porque me he acordado muy tarde y ya me ha dado toda la pereza enfrascarme en semejante percal. A ver si mañana no se me hace bola la vida y me pongo.

Y no, tampoco he hecho el bizcocho. Estoy en ello, ¿vale? Quejarme por todo ocupa un espacio demasiado grande e importante en mi día a día. No doy más de mí.

Pues eso, que os cuidéis y os lavéis las manos.

¡Agur!

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