49. Añicos
Jueves 7 de mayo de 2020
Sigo vivo..., creo
Ayer el malestar me dio un respiro. No sé si porque descargué una pequeña aunque significativa parte de mi furia reptiliana contra el médico, o porque, pese a todo, me alivió saber que al menos clínicamente «todo parece normal» (sigo bizqueando por ello). Tampoco es que esperase una mala noticia, mi nivel de hipocondría no llega a tanto, pero la sugestión puede ser muy mala para los que somos propensos a ella. Mucho.
El caso es que el picor menguó lo suficiente como para permitirme el lujo de no hacer nada. Parecerá una idiotez, pero a veces, nada, es lo mejor que podemos hacer. Bueno, terminé de ver «Luna Nueva» y vi «Eclipse». No tengo ni idea de por qué las estoy viendo todas de seguido. Me apetece sin más. Mi madre bajó a comprar el pueblo y estuve ayudándola a limpiar y guardar las cosas. Me contó que se encontró con un conocido que le estuvo comentando la de personas que se juntan por las tardes en el paseo de la playa. Repito lo que dije el otro día: parece que vayan buscando infectarse. Y la ONU está avisando que la amenaza de un nuevo confinamiento es más real de lo que creemos.
Puse todo mi empeño en no mirar las redes sociales, últimamente solo me dan ganas de estrellar el móvil contra la pared cada vez que abro Twitter. Lo que me faltaba, ¿sabes? Un extra de mala hostia. De todas formas, ya tengo a mi padre todo el puto día con la gramola encendida, contando las gilipolleces que lee por internet. Creo que estoy perfeccionando la habilidad de ignorarlo, como si desactivara la entrada de audio de mi cerebro, porque cada vez le presto menos atención a nada de lo que dice. Así y todo, él sigue con su soliloquio. Me exaspera a unos niveles que rozan el parricidio, os lo juro.
Luego por la noche me volvieron los picores, justo para no dejarme descansar. Estupendo. No es que hiciera gran cosa, pero llevo una semana durmiendo como la mismísima mierda. No sé si alguna vez habéis intentado conciliar el sueño cuando te pica todo el cuerpo... Solo os diré que buena suerte. Para más inri, al perrito de los cojones de mis vecinos, que duerme en la terraza, le ha dado estos días por ladrar en plena madrugada, justo cuando estoy empezando a quedarme dormido. ¿Por qué? Pues ni puta idea, porque me diréis quién cojones pasa a las tres de la mañana por la calle en estos momentos. Es que, en serio, ¿es alguna clase de broma? Porque no tiene ni puta gracia, así que ya pueden salir los cámaras e irse a la mierda. Todos juntos. Viaje de solo ida.
Ya sé que la culpa no es del animal, pero es que lo cosía a puñaladas cada vez que me desvela. Hasta he soñado esta noche con él, que le abría la puerta para que se escapara o algo así, no lo recuerdo bien; fijaos lo muy hasta las pelotas que me tiene.
Supongo que en algún momento de la noche me dormí, pues me he despertado esta mañana sobre las nueve, sudando como un cerdo en una sauna. Claro que todo ha cobrado más sentido cuando me di cuenta de que iba con camiseta y pantalón del pijama, y odio dormir «tan abrigado», incluso en invierno. Supongo que debería darle las gracias a mi madre, que tuvo las puertas abiertas de par en par y se habrán colado todos los mosquitos habidos y por haber para darse un festín a mi costa. Que esa es otra, entre los picores y los chupópteros, me he debido de rascar lo indecible esta noche, porque me he tenido que lavar las manos varias veces para quitar la sangre reseca de las uñas.
Por lo menos se ha renovado la cuarentena por otros quince días más. Y digo «por lo menos» porque algunos irresponsables de la oposición pretendían que esto terminara de repente, abriendo la veda y permitiendo el libre tránsito. Si es con medidas restrictivas y la gente hace lo que le sale del papo, no quiero ni pensar lo que pasaría si se eliminan las prohibiciones... ¿Para qué?, ¿para hacerme más ilusiones apocalípticas? Qué pereza.
Así que el día ha sido, en términos generales, un asco. Sigo sin tener noticias de la policía y en el centro médico no me han cogido el teléfono. Creo haberle escuchado a mi padre, en una de esas veces que trataba de ignorarlo, que han cerrado los centros de atención primaria. Y yo que llamaba con la intención de cagarme en los muertos más frescos de alguien, porque estoy de los picores que se me llevan los demonios.
Salí a caminar un rato a las ocho, para despejar la cabeza, pero el fuego del averno hecho viento que no paraba de soplar no era la compañía más agradable. Aun con todo, fue preferible a quedarme en casa y escuchar a mis vecinos dar voces. No sé qué les pasará hoy, pero llevan todo el puto día entrando y saliendo de casa con un griterío que me tienen hasta el coño, y eso que no tengo. Además, juraría que ni ayer ni hoy aplaudieron. Ojalá se les haya pasado ya la tontería, porque no veas si se me está haciendo largo...
Lo peor de todo ha sido que hace un rato tuve movida (bronca) en casa, durante la cena, y sin buscarla ni nada. Me han sacado tantísimo de quicio que mi autocontrol ha cortocircuitado y he acabado reventando contra el suelo los platos que llevaba de vuelta a la cocina. Todo por no hacerlo contra la cabeza de mi padre, que es lo que de verdad me hubiera dejado relajadito.
Sé que me he pasado un huevo, y que voy a estar cuatro vidas barriendo añicos de porcelana, pero por lo menos he conseguido que se callara. Espero que le dure el cabreo y no me dirija la palabra en una temporada. Un mes estaría genial. De ahí en adelante.
En fin, voy a embadurnadme de aloe vera y a meterme en la cama con el ventilador de techo encendido. Con un poco de suerte, de tanto oscilar, se descuelga y se me cae encima. O me succiona y acabo convertido en comida para gato, lo cual no me parecería tan mal, la verdad.
Agur.
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