47. Itchy like a bit**y
Sábado 2 de mayo de 2020
Paseaciones
Primero el reporte de mi espalda: la quemazón no han disminuido, de hecho, me pica una barbaridad. Además, ha aparecido una especie de eczema rojizo en la zona de la herida. No sé si será una reacción a una crema antihistamínica que he probado (es la misma que me pongo cuando me masacran los mosquitos en verano), o fruto del estrés que me está ocasionando el incesante picor del demonio, porque me suele pasar en la cara, por ejemplo. En cualquier caso, como no me ha hecho una mierda, no me la voy a poner más.
Parece que lo único que me alivia un poco es el aloe vera, aunque creo que es más por la sensación agradable de estar frío de la nevera que porque realmente me está haciendo efecto. Joder, es que estoy que me subo por las paredes. Sobre todo por la noche, que me despierto rascándome como un mono piojoso. Intento no hacerlo, de verdad, pero es como pedirle a un sediento que no beba o a mis vecinos que no sean unos capullos tocapelotas.
Hoy no me han llamado del centro de salud, supongo que por ser sábado. Aun así, voy a esperar hasta el lunes para ver si el picor se reduce y la descamación no va a más. Según lo que me diga el enfermero, y dependiendo de mi estado de ánimo, bajaré al médico o me lanzaré por la ventana. Además, está la incógnita de si me atenderán en el centro de salud o si me derivarán al hospital; y, sinceramente, pasarme el día en urgencias, expuesto a posibles contagios, me seduce tanto como sacar la tumbona a la terraza y tostarme al sol. O, para ser más explícito, me apetece lo mismo que recibir una patada en los cojones. Con una bota con puntera de pico.
Como os dije ayer, hoy se nos ha permitido salir a la calle para hacer deporte (caminar se incluye en esta categoría). Que, ya que estoy, aprovecho para hacer un recordatorio: el índice UV está muy alto, así que llevad cuidado y usad cremas con filtro solar elevado, sobre todo si sois blancos radiactivo nuclear como yo. Bueno, pues el caso es que parece que no hemos aprendido demasiado de la experiencia del domingo pasado cuando se permitió salir a los niños. Yo lo recuerdo por otros dolorosos motivos, pero ese no es el point. Ha habido bastantes aglomeraciones en vías principales, ramblas y paseos marítimos. Sin ir más lejos, en mi zona y según mis padres, había más gente por la calle que cualquier tarde de verano, y han visto un montón de coches, volviendo de la playa, atestados de personas. O en el barrio donde vive mi abuelo, en plena ciudad, era imposible caminar por la acera sin rozarte con la gente.
En algunos casos, eso sí, la marabunta de gente ha tenido mayor impacto por la negligencia de las administraciones locales que no han habilitado algunas arterias principales de los centros de las ciudades como espacio peatonal; que, dadas las circunstancias (fin de semana y con mucha gente que sigue sin poder volver a sus puestos de trabajo) tampoco creo que hubiera resultado excesivamente complejo llevarlo a cabo, ¿no? Es más, en algunas ciudades también han reabierto buena parte de los parques municipales para que las personas no tuvieran que hacinarse en los mismos lugares. Pero el resto de negligencias, para variar, no tiene más excusa que la estupidez.
¿De verdad, después de casi dos meses de confinamiento para evitar al máximo las víctimas, merece la pena tirarse a la calle como locos? Que yo comprendo que hay ganas de poder retomar la normalidad, pero, por favor, con calma; que no se trata de volver al punto de partida. Mira, yo qué sé. Parece que hay gente que va buscando propagar el virus lo más posible, como mis vecinos, por ejemplo, que están saliendo sin mascarillas y sin respetar la distancia social. Y, ¿sabéis qué os digo? Que les jodan. Que ojalá se contagien por gilipollas. «Pe, pe, pero está feo desearle el mal a los demás». Piri istí fii disiirli il mil i lis dimís... ¡Anda y que les caiga encima un piano de cola relleno de mierdas!
¡Bua! ¿Sabéis que va genial para la mala hostia que me genera la gente, incendiada por el escozor que me está abrasando la espalda en estos momentos? ¡Exacto! El calor. Los 32ºC a los que hemos llegado hoy, y los más de veintiséis a los que está mi habitación ahora. ¿Por qué tiene que existir el verano? ¿Por qué, Yisusito? Me cago en la traslación planetaria, en la eclíptica, en la perpendicularidad de los rayos solares y en el solsticio de verano. Con lo a gusto que se está en invierno, o a las malas en otoño, tapadito con una manta y durmiendo con el edredón. Y ahora solo nos espera calor sofocante, noches en vela tragando techo, el ventilador chirriando a todas horas (que acabas con un dolor de cuerpo de tanto aire que no te puedes ni mover) y gente maleducada de vacaciones que se pasa la convivencia y el civismo por el arco del triunfo.
Que alguien invoque a los Jinetes del Apocalipsis que yo me ofrezco como sacrificio...
Y como no soy muy listo que digamos, me puse a hacer la comida. Efectivamente: hasta las cejas de ibuprofeno y con un calor que me rizaba las pestañas. En mi defensa, si es que tal grado de masoquismo puede justificarse, diré que lo hice porque estaba hasta las narices de yacer cual ameba de la cama al sofá. Bueno, y porque cocinar me gusta y me suele relajar. Aunque, entre unas cosas y otras, resultó más una tortura que una forma de gestionar la ansiedad.
Hice arroz cabreado al estilo oriental, con su «pan de gamba» y sus rollitos de primavera. Lo entrecomillo porque lleva aroma artificial de gamba, pero sabe exactamente igual, si no mejor. Y de postre unos flanes que mi madre hizo el día anterior. Acabamos a reventar, no os voy a mentir. Luego preparé una infusión para bajar la comida, que me la tomé a la media hora cuando ya no corría peligro de que se me escaldase la lengua. Vaya, lo típico de zamparse cuatro pasteles y pedir el café con sacarina porque «el azúcar refinado engorda y es malísimo». Dato importante: odio la comida caliente, pero caliente en plan magma volcánico. O sea, la temperatura media a la que te sirven un café/*inserte el nombre de su infusión preferida* en cualquier cafetería.
Total, que ha sido un día extraño en general. Hoy tengo la sensación de que no transcurre el tiempo y, sin embargo, cada vez que miro el reloj se ha esfumado otra hora más. Así que, entre unas cosas y otras, hoy no he salido a la calle. Ya el lunes, cuando se normalice el espacio-tiempo y a la gente se le haya pasado el ansia, igual me lo pienso. Como dije en su momento, el aislamiento no ha sido el problema principal, aunque no sabéis lo que he agradecido que mis padres hayan podido ir a caminar a las ocho de la tarde.
Voy a ir cortando ya que la secuela del chupasangre y el chucho mojado me espera. A ver lo que aguanto.
Buenas noches, para quien lo merezca.
Pd. ¿Hasta cuándo van a seguir aplaudiendo?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top