2. Que no son vacaciones...
Lunes 16 de marzo de 2020.
Primer día oficial de cuarentena
Sí, digo «oficial» porque hay gente responsable ya lleva varios días recluida en su casa para evitar exponerse al virus o contagiar a nadie más. Hoy ha pasado de ser una mera recomendación a una obligación. Porque a las personas, y muy concretamente a los españoles (aunque las últimas horas han dejado en evidencia que la idiotez es más contagiosa que el coronavirus), o se nos imponen las cosas por las malas, o se nos va la cabeza y nos lo tomamos todo a broma. Que sí, está bien reírse de las situaciones difíciles, pero, en serio, lo nuestro ya roza el estudio clínico.
En cuanto a mí, podría decirse que la gente que hay a mi alrededor puede estar tranquila de que no voy a contagiar a nadie. Y no porque no tenga el virus, que no lo tengo, sino porque... digamos que no me gusta demasiado salir a la calle. Es más, para mí la cuarentena es como cualquier otro día normal.
Entiendo, sin embargo, que haya gente a la que se le esté haciendo cuesta arriba, y eso que es el primer día. Verás tú las risas cuando lleven una semana. De hecho, para no variar, ya circulan por internet memes de perros ofreciendo tarifas para dejarse sacar a pasear. ¿No lo dije? Sí, salir a pasear a las mascotas está permitido, con prudencia y cordura, por supuesto. Dos cualidades para nada ausentes en la mayoría de las personas, qué va... (nótese la ironía, por favor).
Es que ni veinticuatro horas han tardado en salir a protestar quienes defienden que si se puede pasear a los perros, también se debería poder salir con los niños. Pues mira, no. ¿Por qué? Bueno, ¿tal vez porque los perros no son agentes infecciosos que llevarían al país al borde del caos y la destrucción como un grupo de niños en un parque? No sé, igual tiene algo que ver.
Pero es que sigue habiendo gente que se lo toma a cachondeo. Vale, que sí, que no es un apocalipsis zombi. Si el problema no es la virulencia del virus, valga la redundancia. El verdadero quid de la cuestión es que si no se frenan los contagios podemos acabar muy jodidos. Porque, mira, aunque no me gusta pecar de reduccionista, en cuanto a enfermedades se refiere hay dos tipos de personas: los que se dan un golpe en el codo con el pomo de una puerta y corren a urgencias (no sea que se les haya generado una hemorragia interna y acaben perdiendo el brazo), y los que se amputan una pierna con la motosierra y se quedan en casa porque «no es para tanto». Si a eso le sumas una escalada de los afectados porque nos lo seguimos tomando como un juego, la situación se nos puede ir de las manos muy deprisa.
Y estamos en ese punto entre «podemos gestionarlo» y «vamos a morir todos».
Para que os hagáis una idea de lo inconsistentes y retrasados que podemos llegar a ser, mientras que por un lado se está «obligando» a la gente a permanecer en sus domicilios y tomando medidas para frenar los contagios (lo cual está bien), por otro, esta mañana se han dado escenarios grotescamente absurdos en el metro de Madrid con cientos de personas hacinadas en los vagones para acudir al trabajo. «¿Pero no se habían suprimido todas las actividades laborales no estrictamente imprescindibles para que no nos hundamos en la mierda?», podríais preguntaros. Pues eso...
¡Por fin llueve, joder!
No, no tiene nada que ver con el tema, pero es que llevan anunciando lluvias desde hace varios días y no había caído ni una gota en todo el día. ¿Y qué? ¿Cómo que y qué? Pues que vivo en un maldito desierto donde llueve... qué, ¿veinte días al año con suerte? Sinceramente, no tengo ni idea de si eso es bueno o malo para la propagación del virus, aunque, según tengo entendido, en ambientes húmedos es más fácil que se extiendan epidemias como la gripe estacional. Pero mira, si sirve para que los cuatro gilipollas de turno que siguen sin quedarse en casita no puedan salir, lo tomo como una victoria. Es casi como una señal divina.
Que, al hilo de lo anterior, y como en toda pandemia que se precie, no faltan ni los conspiranoicos que hablan de un plan secreto de los masones, o los iluminati, o la secta de turno que se les ocurra en el momento; ni los que hablan de una advertencia de la Madre Tierra por maltratarla (que merecido lo tendríamos, desde luego).
A los primeros solo puedo decirles que lo siento. Sí, lo siento por ellos. Debe ser agotador pensar que todo lo que pasa a tu alrededor es obra de una mano en la sombra que maneja los hilos de tu falsa libertad; que tu vida es una especie de Gran Hermano donde unos pocos toman las decisiones y el resto somos conejillos de indias. A ver, no te digo que no haya conspiraciones, ni siquiera niego que experimenten con agentes patógenos. Pero de ahí a pensar que todo es fruto de un plan elaborado por «las élites», pues no sé, lo mismo es una excusa de mierda para justificar que la vida, así en general, es una mierda inmensa pintada de purpurina y frases motivacionales.
Y en cuanto a los segundos..., pues qué quieres que te diga. Si yo fuera la Tierra (suponiendo que un pedazo de roca suspendida en el cosmos pudiera tener conciencia) y estuviera hasta la peineta de un puñado de simios que no dejan de joderse entre ellos, creo que se me ocurriría otro método más... «ilustrativo» para hacerles llegar un mensaje de advertencia. No sé, un mega tsunami que arrasara medio mundo; una tormenta de dimensiones bíblicas que arrancara las casas de sus cimientos; un cataclismo que se tragara ciudades enteras como si fueran pipas... Llamadme magnánimo, pero creo que el mensaje quedaría bastante claro, ¿no os parece?
En fin, que veremos cómo se desarrollan los acontecimientos en los días que quedan por delante, que son muchos y, como suele decirse, lo peor aún está por venir. Por lo pronto, me despido con el sonido de las pisadas de mi padre deambulando de un lado al otro del salón como si fuera un león enjaulado. Madre mía cómo están las cabezas... Si de esta no salimos todos como para que nos hagan una lobotomía, lo mismo hasta aprendemos de nuestros errores.
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