18. Día de los tontos

Miércoles 1 de abril de 2020

Concierto de ruido en Fa#


No me gustan las bromas. Hale, ya lo he dicho. Buenas noches... No, en serio, a los que gastáis bromas pesadas del tipo «me disfrazo de payaso y me voy con una motosierra de verdad a un túnel oscuro a esperar que pase gente», ¿qué mierda os pasa en la cabeza? ¿Vuestra madre empujó con tanta fuerza cuando os parió que sufristeis un traumatismo craneoencefálico y os impide discernir cuándo sobrepasáis los límites? ¿O es porque estáis tan muertos por dentro que la única forma de sentir que vuestra miserable existencia cobra sentido es provocando infartos a los viandantes?

«¿Y esto a santo de qué?», pensarás, oh querido lector. Pues resulta que hoy ha sido April Fool's Day, que, para los que seáis españoles, es nuestro equivalente a los Santos Inocentes. Ese maravilloso día en que las personas sacamos a relucir lo imbéciles que somos. ¡Si hasta dedicamos programas de televisión para ello! Que sí, que a nadie le amarga un dulce (salvo si eres diabético y no tienes insulina a mano), pero una cosa es pegar un trozo de papel en la espalda de tu madre que ponga «me huelen los pies», y otra muy diferente es falsificar una carta de despido y enviársela a tu compañera de trabajo. ¿Seguís sin ver la diferencia? No os culpo, a mí ambas me tocan los huevos por igual. Sin embargo, mientras que una es «leve e inocente» y sin más consecuencias que unas risas, y puede que algún que otro golpe a causa de la técnica milenaria de «la zapatilla voladora» (su nombre varía según región), con la otra vas buscando que te partan la boca. Por graciosito.

«Buah, pero eres un aguafiestas; siempre te quejas por todo; si no dejan de ser bromas sin mala intención...», ya, claro, sin mala intención. Mis cojones. O sea, que te disfrazas con la careta de Scream, te agencias un hacha y persigues a la gente cuando son más vulnerables, aun a sabiendas de que se te puede ir de las manos y cometer un homicidio imprudente, y te autoproclamas primo hermano de Gandhi. O esos otros que le roban la ropa a alguien cuando está en un probador y fuerzan que se exponga a una situación violenta y potencialmente traumática porque estás nominado al Nobel de la Paz. Venga, no me jodas... (tal vez el Nobel no sea el mejor ejemplo, dado su historial, pero ya me entendéis).

¿Queréis gastar una broma que me haga reír? Haced el archiconocido reto de la canela y os grabáis. Pero en lugar de canela usad ascuas de una hoguera. Veréis qué risas. Una cosa muy loca, prometido.

Y avisados estáis: si alguna vez me toca enfrentarme a una putada de este estilo, no esperéis una reacción proporcionada por mi parte. Si vosotros no sabéis comportaros como adultos, yo menos.

¿Sabéis quiénes tampoco se comportan como adultos? ¿No? ¿Ninguna idea? ¿Seguro? Está bien, está bien... *repique de tambores* (nunca mejor dicho): ¡mis vecinos! ¡Hurra! Una calurosa ovación para quienes no dejan de sobrepasar los límites de «ser un grano en el culo». Que, ¿por qué? Porque alguien ha estado como media hora aporreando una batería y unos platillos como si la vida le fuera en ello. Sin vaselina ni tapones para los oídos: a pelo. Y no era lo que se dice baterista profesional.

Es que, por favor, ¿hay algún instrumento musical más molesto y anodino que una batería? ¿Alguna representación más fidedigna de que nuestro comportamiento no es más que una domesticación autoimpuesta de nuestros instintos animales? ¡Si ni siquiera tiene armónicos! Que, literalmente, es ruido con ritmo. Bueno, eso suponiendo que sepas tocarla, claro, que no era el caso. De hecho, por como sonaba, es bastante probable que estuviera golpeando ollas y tapaderas. Fíjate lo que te digo: estoy tan convencido de que ha sido para joder a los demás (ya no diré que a mí personalmente porque he superado la etapa pranoica), que si le doy un par de baquetas a un chimpancé rabioso, se las mete por el orto y caga un mojón menos doloroso que el concierto que ha dado el energúmeno de mi urbanización. Y si lo que quiere es aprender, que se apunte a clases particulares, como hace todo el mundo, cuando acabe la cuarentena.

Los videotutorales de YouTube nos están jodiendo la vida a todos, ahí lo dejo. Salvo los de Elvisa, que es un ser de luz.

¡Buah!, qué preciosa es la vida en comunidad en esta urbanización de casas adosadas y qué suerte tengo de sentir el reconfortante abrazo de mis adorables vecinos. Estoy deseando mudarme a vivir a un piso. A uno de esos donde celebren fiestas a diario; donde haya muchos niños y estudiantes hablando a viva voz a todas horas (ya si son de Erasmus, perfecto); donde los vecinos de arriba caminen descalzos o con zuecos de madera, y, lo más importante, donde siempre tengan la música puesta a todo volumen y arrastren muebles de madrugada como si se tratara de una mudanza. Es que lo estoy deseando, vaya. No veo el momento de que ocurra. Eso, y que me peguen un tiro en la boca con una escopeta recortada.

Total, que estaba yo todo feliz (bueno, no sé si diría tanto), dispuesto a contaros que mi madre ha vuelto a bajar al pueblo y que, además, tengo noticias sobre la vecina a la que le mordió un perro, y ha tenido que venir un tonto de los cojones a romper la armonía...

Pues eso, que llevamos a cabo la segunda incursión y las cosas estaban mucho más calmadas en el pueblo. Apenas había gente por las calles y los supermercados habían tomado muchas más medidas de precaución, como la instalación de mamparas de separación o proveer a los clientes de guantes y líquido desinfectante. Parece que, al fin, nos lo estamos tomando más en serio. Que ya era hora, también te digo. ¡Ah! Y, ¿os acordáis de eso que dije sobre que el transporte público debería ser gratuito mientras dure el confinamiento (que, en mi opinión, tendría que serlo siempre, pero ese es otro tema)? Pues al final lo han puesto y mi madre no tuvo que pagar. No era tan descabellado después de todo, ¿no?

No, si al final me tendré que hacer político... Uf, gente contándome sus problemas. Quita, quita. Qué pereza.

En cuanto a la vecina del perro, parece que la situación se ha complicado un poco y lleva unos días ingresada en el hospital. No por la mordedura, sino porque se empezó a encontrar mal y dio positivo en la Covid-19. De su perrete imagino que se encargará algún familiar (estoy casi seguro de que la señora tenía una hermana más joven), porque en el hospital como que no se lo habrá podido llegar. Cuando sepa algo más, os lo comunicaré, of course. Con un poco de suerte, la noticia corre como la pólvora y se le quita a los vecinos las de comportarse como retrasados. Aunque, visto lo visto, parece que el riesgo de contagio los aliente aún más. No sé.

Después de que todo esto termine, tengo que plantearme muy seriamente realizar alguna clase de investigación acerca de las conductas tan erráticas y desadaptativas que manifiestan mis vecinos. Porque, y lo digo muy en serio, lo que yo he visto y vivido aquí, parece sacado de un guion televisivo escrito por un grupo de putos trastornados.

Y poco más. Que ya no se va la luz, al menos de momento, y ahora casi todas las noches se escucha ruido como de camiones circular por la autopista.

Estaré alerta por si el CNI irrumpe en mi habitación en plena madrugada y me saca de la cama a rastras por desvelar secretos de Estado.

Gus nait.

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