Epílogo
Domingo, 13 de junio de 2027
4.40 pm
Querido amigo:
Hacía más de una década que no te tomaba en mis manos. Han pasado tantas cosas... y casi todas buenas. Es increíble lo mucho que el mundo a cambiado y con él... Kang Seong...
Sí, para empezar he vuelto a ser yo, aunque realmente creo que haya dejado de serlo nunca. Solo estaba un poco desorientada en mi camino, pero no extraviada del todo y encontrarme por completo, es una de las tantas cosas que le debo a Yeongu.
Creo que vendría bien contar un poco de lo que sucedió después de ese día en que prometí esperarlo... Por supuesto que Taesung volvió al rato y todavía estaba envuelta en un mar de lagrimas. Leer todas esas palabras en aquellas cuatro cartas, me habían convencido de todo el daño que mi gato y yo nos habíamos hecho. No pretendo justificarnos con tonterías como la juventud o la inexperiencia. Simplemente tomamos muchas malas decisiones y acabamos demasiado fragmentados. D, no sabes de verdad cuanto anhelaba que esa segunda oportunidad que me prometió, llegara algún día, pero si no lo hacía, no lo juzgaría. Porque iba más allá de un simple perdón. Necesitábamos aceptación completa, comunicación, razonamiento, sinceridad, comprensión, pero sobre todo... tiempo. Y sé que es lo que más cuesta. Lo comprobé cuando después de las cartas, escuché de la boca de Tae-Tae lo difícil que había sido para Yeongu nuestro reencuentro. Como se había encerrado en el baño después de verme aquella primera noche en el fansing. El extremo dolor que había experimentado y que nadie había podido entender. Que al día siguiente, después de que me fuera al aeropuerto, lo vio correr desesperado hacia la puerta de salida del hotel y lo detuvo porque aunque todavía no sabía nada de nosotros, su rostro lleno de lágrimas y su cuerpo tembloroso le gritaron que algo no estaba bien y que si no se interponía en su camino, podría cometer alguna locura. Hoy no paro de preguntarme qué hubiese pasado si hubiese llegado a tiempo, pero también, me gusta creer que fue cosa del destino, que sucedió justo como debía suceder...
—Es casi media noche, hyung. ¿A dónde vas a estas horas? —indagó Taesung, cortandole el paso.
—¡Sal del medio, tengo que salir urgente!
—¡Pero ¿a dónde?! ¿Qué es lo que sucede?
—No tengo tiempo para explicarte. Por favor, Taesung, déjame ir.
Fue entonces cuando mi Tae-Tae le arrebató de las manos la que creemos, era la tercera carta, y la leyó como rayo, sin darle tiempo al gato de recuperarla.
—¿Por qué... por qué mencionas a Seong aquí, hyung? ¿Es... la misma Seong que yo conozco? ¿Cómo sabes su antiguo nombre? —tartamudeaba el menor, confuso.
—¡Devuélvemela!
—No hasta que me des una explicación...
Ante la insistencia de «su hermano pequeño» el gato tuvo que ceder y contarle a grandes rasgos el trágico pasado que nos unía. Mas, lejos de ser juzgado, mi amigo lo alentó a continuar y fue así como lo vi aquella noche en el aeropuerto. Después de eso y por lo que se puede entender de la cuarta y última carta, Yeongu se sumió en sus dudas y temores hasta el punto de rendirse... Y ahí llegó de nuevo mi Tae-Tae, al rescate.
—Yo también he visto una película de amor... La del clásico «Yo me opongo» —susurró Taesung a la espalda de Yeongu y este volteó con rapidez la carta que estaba escribiendo.
—Es de mala educación leer cartas ajenas. Ya no sigas metiéndote en lo que no te importa.
—Hyung, no puedes rendirte tan fácil —volvió a hablar el menor con esa seguridad que lo caracterizaba—. Tienes que ir, impedir esa boda y gritar a los cuatro vientos que la amas.
—No puedo comportarme como un niño que cree en los cuentos de hadas, no pienso hacer esa locura. Ya bastante tuve con hacerte caso e ir al aeropuerto. ¿De qué me sirvió? No llegué a tiempo y ella... Ella se casará con ese riquillo elegante y de renombre mientras yo... Yo...
—La conozco mejor que tú y estoy seguro de que ella realmente está deseando con todas sus fuerzas que llegues ese día, le digas que te equivocaste, le pidas que te perdone y la raptes ante todos.
—¿Quieres que haga el ridículo? ¡Ella misma me dijo en mi cara que no sentía nada por mí!
—¿Y le creíste?
—Sí... Bueno, no... ¡Aish, no lo sé...! No me atrevo a afirmar nada, Taesung. Estoy haciendo hasta lo imposible por no llorar delante de ti... ¡Qué digo delante de ti!, por no llorar y punto. Toda la vida me declaré ateo y sin embargo, ahora lo único en lo que puedo pensar es en que si existe un dios, me ayude a encontrar el camino que debo seguir: perderla para siempre o correr a sus brazos de una vez y por todas... aunque se hunda el mundo.
—Yo sí creo en los cuentos de hadas. Y que hay un Dios... Y que si amas a alguien, perderlo no es ninguna opción... Pero entiendo que tengas miedo, después de todo... se necesita mucho más valor para recuperar un tesoro extraviado... que para robarlo por primera vez... La boda iba a ser en Seúl, así que hubiesen estado más cerca de lo que imaginas, pero al final decidieron celebrarla en El gran hotel de Daegu. Quizás esa es la señal que estas pidiendo, pero hasta Dios te lo está poniendo difícil. Nadie da un regalo valioso sin primero asegurarse de que será apreciado.
—¡Cómo si yo no lo supiera! Sé a la perfección que perderla sin luchar será mi muerte real, pero... ¿qué hago? El miedo al rechazo me tiene atontado, paralizado, tratando de procesar todos los pros y los contras.
Mi Tae-Tae me contó que en ese momento, comprendió que ya había cumplido su misión allí. Que era necesario dejar que Yeongu se diera cuenta solo de lo que quería en realidad y que claro que se veía a simple vista, pero ni él, ni yo, nos atrevíamos a aceptarlo. Así que sin decir más, se marchó. No sin antes de cerrar la puerta, verlo volteando de nuevo el papel y escribiendo las últimas líneas que leí en la última carta...
Todo lo que pasó después y hasta el día de la boda ya lo saben... Y luego vino la cancelación del compromiso. Fue todo un escándalo y por supuesto que no volvimos a ver a Jihu. El abuelo le ofreció el cargo de CEO en la sucursal de Japón y él no dudó en tomar el puesto. Una semana después se marchó con su madre y su hermana. A pesar de los constantes obstáculos que le impuso mi padre, mi primo demostró ser digno de encargarse de parte del patrimonio familiar. Fue un magnífico profesional y un mejor ser humano... Cuando al fin tuve el valor de contar todo, papá comprendió que Jihu solo había hecho lo mejor que podía. Lo perdonó y varias veces al año se encuentran en Japón para hablar de negocios. Yo soy un tema vetado en sus conversaciones, pero aun así, papá cuenta que mi primo jamás ha vuelto a ser el mismo. Hace poco supe por el abuelo, que tiene una novia y pronto se casarán. Es de buena familia y muy bonita. Solo espero que pueda hacerlo feliz. Que borre todo el sufrimiento que lleva en sus pupilas y que pueda algún día devolverle la sonrisa que le arrebaté...
Por mi parte, decidí trasladar la colegiatura de mi último año de Universidad, a Daegu. Al terminar, el implacable Hanjung a quien nada se le olvida, me entregó la presidencia de Moon-Kang Industrias como habíamos pactado a mis diesiseis.
Fue así que con solo veintitrés, me convertí en la primera mujer de toda la extensa dinastía Kang en sobresalir en los negocios y acabar con siglos de tradiciones machistas. No bastándome con ser huérfana, latina, joven y además, no ser hombre, también me negué rotundamente a disfrazar mi maternidad cuando llegó por segunda vez. ¡Sí, por segunda vez! Más abajo te explicaré, D. Así que para colmo, ¡madre soltera!
¡Otro escándalo!
Con la gran diferencia de que esta vez, mis padres me apoyaron: Yeongu y yo habíamos decidido no decir nunca la verdad de quienes éramos a Hanseong. Lo sé, quizás no haya sido la mejor opción y nuestro primogénito merece saber cuáles son sus verdaderos orígenes, pero el rostro de agradecimiento y felicidad de mis padres nos convenció de que por el momento, estábamos haciendo bien. Tal vez algún día, reconsideremos las cosas, mas por ahora, estamos bien así... Bueno, continúo: A mis veinticinco años descubrí que estaba otra vez embarazada. Dios me premió con un segundo bebé y ahora sí sería completamente mío...
Pero la noticia llegó justo después de que Yeongu renovara su contrato con Big Rhythm en el que explícitamente se indicaba que nuestra relación y todo lo que surgiera de ella, debía mantenerse oculto hasta que el contrato expirara...
¡Justamente hoy!
Estos años no han sido nada fáciles, pero ver al hombre que amo feliz por cumplir su sueño, me ha hecho soportar la lejanía y el anonimato. Porque a quién quiero engañar: sé que Yeongu merecía ser parte de Big Kids y Big Kids merecía brillar intensamente junto a Yeongu... Sin embargo, ninguno de los dos pensamos en el daño que le haríamos a ella... A nuestra pequeña balada... A nuestra Nore...
—¡Mami, es hoy, es hoy! —chilló mi hermosa hija en cuanto entró por la puerta de mi oficina.
—Nore, ¿cuántas veces te he dicho que no corras? —musité con cara de resignación ya que sabía su respuesta y abrí los brazos indicándole que avanzara.
Ella contuvo su sonrisa y volvió a correr hasta llegar a mi regazo. Sus manitas se cerraron alrededor de mi cintura y apretó fuerte. A sus escasos siete años era una niña muy inteligente y demasiado independiente, pero sin duda lo que más resaltaba era su exótico color de piel entre tanto asiático pálido. A veces, deseaba que se hubiese parecido más a su padre, pero no: Nore era una exacta mini versión mía. Mi carácter, mi fuerza, mi «poca tolerancia a lo cliché» y mi increíble capacidad de meterme en problemas. Eso sí, su perfecta sonrisa gatuna y su gran talento para componer y rapear, lo heredó de su padre...
—No puedes pedirme que no esté feliz, mami —meditó, mirándome a los ojos después de un rato.
—Yo no te he pedido eso, cariño.
—Pero se siente así. ¿Sabes cuánto llevo esperando por este día? —Sus ojitos se aguaron y mi corazón dolió—: El día en que al fin el mundo me devuelva a mi papá. El día en el que todos dejarán de reírse de mí y gritarme bastarda.
—No digas eso, Nore. Sabes que no lo eres.
—Lo sé..., pero ellos no. —Bajó su cabecita y sentí un sollozo—. Sé que no fue su culpa. Los abuelos ya me explicaron que no se pudo hacer nada... Que después de que nací, papá se hizo mucho más famoso... y le fue más difícil venir. Que era mejor para todos que nadie supiera de mí, pero que él... también me extraña.
—Chiquita mía... —La alcé en mis brazos y besé sus mejillas rosadas—. Claro que sí. Te extraña... y te ama más que...
—¡Que a su mejor canción! —recitó junto conmigo y otra vez dejó salir su hermosa sonrisa.
—¡Eso! Y mañana al fin lo verás por primera vez.
—Será que lo tocaré, mami. ¿Verlo?, lo veo todos los días en la tele, ¿no? —Se rascó su cabecita con expresión confusa y yo no pude evitar una sonora carcajada.
Después de todo, solo tiene siete años.
—Tienes toda la razón —le respondí a mi pequeña, pero también, al grillo que seguía apareciendo rara vez en mi subconsciente de adulta responsable y como era de esperar, seguía siempre teniendo razón.
—¡¿Qué haces que no has encendido la tele?! —cuestionó «mi hermano» que entró casi corriendo a mi oficina.
Hanseong acababa de cumplir sus diesiseis y cada vez se parecía más a Yeongu. Mis padres y yo temíamos a la posibilidad de que algún día sumara dos más dos y descubriera la verdad, pero teníamos la esperanza de que no sucediera... Aunque estábamos ya bastante preparados para contarle todo.
—¿Ya va a empezar? —indagué bajando a Nore y tomando el control remoto para encender la tele.
—El señor Kim me dijo que el comunicado se hará en la televisión nacional —informó mi padre al entrar, también con mucha rapidez, seguido de mi madre que gritó:
—¡Seong, por Dios, enciéndela ya o nos lo perderemos!
—¡Madre mía, cuánta gente! ¿No podían verlo en casa? ¡Esta es mi oficina, por Dios!
—Corrección... —acotó el abuelo entre carcajadas, al tiempo que entraba con su caminar lento y agotado por los años—: Esta siempre será mi oficina, pero te la presto.
Todos rieron y se sentaron alrededor de la mesa de reuniones, frente al televisor. En pocos segundos comenzó el reportaje que tanto esperábamos...
—Hola a todos. ¡Somos Big Kids! —corearon los siete y verlos juntos, sabiendo que era su último día como banda, me provocó una mezcla de sentimientos encontrados.
Por un lado el dolor indescriptible de una fan que asiste a la despedida de su cantante favorito; por otro, alivio al saber que por fin mi espera había terminado.
¡Min Yeongu volvería a mí!
—¡Último día como grupo, ¿cierto?! —expresó la entrevistadora con exuberante alegría, intentando enmascarar la tristeza final de su voz. Creo que era el sentir de más de medio mundo—. Hablemos de lo que harán ahora. ¿Qué es lo que cada uno tiene en mente para su nueva etapa de vida en solitario?
Los chicos entre lágrimas fueron diciendo sus planes futuros. Algunos tomarían un descanso y otros ya tenía proyectos como solistas. En ningún caso, dejar la música era una opción y menos, olvidar la que había sido su familia por casi veinte años. Una cosa sí estaba segura: ¡Big Kids nunca se extinguiría! Porque los chicos grandes eran... indestructibles...
—Cada año les traeremos aunque sea una canción para que nos recuerden juntos... Hasta que ya no estemos de verdad en este mundo —habló mi Tae-Tae, siempre experto en sacar lágrimas a sus fans. Mi madre rompió en llanto y Nore no dudó en mandarla a callar:
—¡Shhh, es el turno de papá!
—Yo... iré a abrazar a mis canciones... —ronroneó, con la mirada fija en la pantalla.
—Qué emotivo, pero predecible —bromeó la reportera sin imaginar, claro está, que el gato estaba hablando literalmente—. Creo que todos ya sabíamos que el gran Glow continuaría haciendo lo mismo de siempre, lo que ama. Pero lo que las fans quieren saber es ¿cómo?, ¿con quién? ¿Alguna colaboración en mente? ¿Quizás, intentar nuevos géneros?
–No, no me refería a eso, aunque entiendo su conclusión... —Sus pupilas se desbordaban de más ternura a cada segundo—: Tengo dos canciones... de las que nadie sabía...
—¡Ah, inéditas! ¡Qué honor enterarnos aquí! —Todo Big Kids sonrió debido a la ingenuidad de la periodista y Taesung lanzó un dulce beso a la pantalla que, por supuesto, era para mí—. ¿Algún spoiler más para las fans? ¿Su título tal vez?
—Sí, claro: Mi mujer y mi hija...
—¡¿Qué?!
La chica quedó en shock y con ella, seguro toda la audiencia, incluidos nosotros. Ninguno imaginaba que mi gato loco se atrevería a decirlo así, sin más. El programa se fue a una pausa para comerciales llenando el silencio que se había creado en el lugar, mas en mi oficina, el grito de alegría de mí hija opacó cualquier otro sonido:
—¡¿Escuchaste eso, mami?! ¡Papá ya lo dijo! ¡No tenemos que mentir más! —Saltaba a la par que hablaba, provocando que todos nos contagiáramos de su inigualable jubilo—. ¡Estoy tan feliz! ¡Estoy muy feliz!... Pero... —Por un momento se detuvo y miró al suelo como si la invadiera una duda gigante—, me entristece un poco tener que esperar a mañana para ese abrazo...
—¿Y si no tuvieras que esperar a mañana?
Su voz inconfundible, su olor que podría reconocer a leguas. Nuestras miradas encontrándose sin una fría pantalla de móvil de por medio... ¡Al fin!
—¡Papi! —exclamó Nore y aunque sus lágrimas se desbordaron al instante, no le impidieron correr a los brazos que tanto anhelaba. En cambio las mías, me dejaron petrificada...
Yeongu se arrodilló para recibir a su hija por primera vez y mientras la abrazaba con fuerza, me dedicó la sonrisa más bella que nunca antes le había visto. ¡Y realmente le había visto muchas! Pero ninguna decía «Ya estoy aquí. No me iré nunca más. Soy solo tuyo».
Cargó a la pequeña y caminó hacia mí, que todavía estaba sentada, pues sospechaba que si me paraba me desmayaría; las piernas me temblaban... La familia estaba en un completo silencio, expectantes y desde luego no pensaban irse...
—¿Có-cómo es qu-que..? —fue lo único que pude tartamudear apenas, pero como era de esperar, Yeongu entendió lo que quise decir.
—El programa fue grabado con antelación —explicó con una amplia sonrisa y me tomó de la mano para ayudarme a levantar—. ¿Lista para responderme, señorita Kang?
Asentí varias veces como tonta y él volvió a arrodillarse sin soltar a nuestra hija, ¿o era ella quien no lo soltaba? Intentó sacar algo del bolsillo del pantalón, pero se le estaba haciendo difícil y yo no quería esperar más. Ya había esperado suficiente, así que grité:
—¡Sí, sí, sí! Min Yeongu, quiero ser tu esposa. ¡Me quiero casar contigo!
—Ahora tienes que besarla, papi —le susurró nuestra pequeña al oído, pero todos pudimos escucharla y las risas no se hicieron esperar.
Tampoco su beso: Ansioso, apasionado, de los de novelas o cuentos de hadas. De los llenos de clichés pero a las vez, innovador. De los que te hacen escuchar pajaritos cantando.
Un beso... que sabía a canción de amor...
🎼🎼🎼
Y esta será la última vez que escribiré en ti, amado diario... Tus páginas al fin se han agotado, pero mi historia con Min Yeongu, esa que ha pasado altibajos, que ha vencido el tiempo, la distancia, los miedos internos, la inseguridad... Esa que ha demostrado que es fuerte y real más allá de sus propios protagonista... Esa, te prometo que no tendrá final...
Lo siento, quería decir muchas cosas, pero no tengo más palabras que un simple GRACIAS...
Gracias por leer mi pedacito de vida. Por darle tanto amor a esta historia. Por ser fiel a esta florecita loca y a sus letras.
Gracias, mis cerezos.
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