24
—Ya puedes soltarme, no me siento mal, solo... solo no quería estar ahí —expliqué al entrar a mi habitación.
—Déjame llevarte a la cama —pidió Jihu sin siquiera inmutarse—. Después te prepararé un baño, debes estar agotada. El médico dijo que tienes que cuidarte al menos, un mes más y eso...
—Jihu... yo... te agradezco que estés haciendo todo esto por mí..., pero... sabes que yo... que no puedo... No sé lo que quieres con esto, pero...
—No te esfuerces, Seong —interrumpió al tiempo que me recostaba con delicadeza en mi cama—. Sabes que no podrás alejarme de ti. Ni cinco meses en coma lo han logrado. ¿Cómo esperas que me vaya ahora tan solo porque me lo pides? —Acomodó una almohada detrás de mi espalda y acarició mi rostro con la suavidad que solía hacerlo, sin importar que el mundo se estuviese cayendo a su alrededor—. No te exigiré nada. Solo, si me permites, te haré una petición... Solo una. —Se sentó a mi lado, en la orilla de la cama y bajó su cabeza, exhalando a su vez un suspiro pesado...
Tal vez esperaba que le diera luz verde para hablar. Jihu era tan educado, que era capaz de tragarse todo lo que sentía si no le era permitido exportarlo. Sabía que me arrepentiría de esto, pero también, que hacía tiempo intentaba decirme algo y podía ver en su rostro que reventaría si seguía guardándoselo para sí.
—No puedo decirte que no, te debo la vida, ¿recuerdas? —contesté y una sonrisa automática se dibujó en sus labios.
—Déjame amarte... —soltó así, sin anestesia ni nada y mi corazón se apretó dentro de mi pecho—. Solo con eso seré la personas más feliz de esta tierra...
—Jihu yo... no puedo... Yo...
—No te estoy pidiendo que me ames tú, Seong... Sé que alguna vez sentiste lo mismo por alguien más y no pretendo ocupar su lugar. —Aunque hizo una larga pausa mis palabras no salieron a defenderme. Un nudo en mi garganta llamado Min Yeongu se lo impedía—. De verdad no quiero invadir tu corazón ni mucho menos, agobiarte, solo... te estoy pidiendo que me dejes quedarme a tu lado. Que no sigas insistiendo en que me vaya. Seré lo que quieras para ti... lo que necesites y en el momento que lo necesites. Tu escudero, tu chofer, el hombro donde puedas llorar sin dar explicaciones... Tu saco de boxeo si así lo quieres, tu guardaespaldas... —Levantó mi mentón y me hizo mirarlo a los ojos, con los míos empañados por las lágrimas—. No me importa que no me ames, lo soportaré, pero déjame amarte, Seong. Es lo único que pido.
Mi llanto se hizo desgarradoramente audible por primera vez desde que desperté y Jihu me abrazó con tanta ternura, con tanta vehemencia, con ese amor tan desmedido y tan suyo, que no tuve el valor de rechazarlo. Aun arriesgándome a que malinterpretara mis acciones y creyera que había aceptado su petición, no pude desprenderme de sus brazos. Seguro que no era su intención, pero mi primo había lastimado demasiado mi herida. En aquellos dos meses despierta había extrañado tanto a Yeongu, había reprimido tanto mis sentimientos, había intentado tanto no decir su nombre en voz alta, que mi pobre corazón estaba sufriendo en exceso. Mi interior ardía y el dolor lejos de menguar, se hacía cada vez más fuerte. Quería gritar, quería castigarme, quería deshacerme de toda la culpa que me ahogaba y quizás, por eso, el fuerte abrazo de aquel terco universitario me sirvió por un instante de alivio. Como la falsa y efímera calma que sientes después de un electroshock. Sin embargo, aun luego de casi un cuarto de hora, mi menudo cuerpo seguía fundido a aquel pecho sin indicios de incomodidad y la paz que experimentaba, tampoco parecía querer desaparecer.
Fue entonces cuando un pensamiento, tan absurdo como egoísta, cruzó por mi destrozada mente... ¿Sería posible?
¿Quieres utilizar el cariño de este chico para curar las heridas que te hizo el otro, cierto?
Tal como lo dices suena al mayor de los pecados, grillo. Pero dime, ¿no fue realmente el propio Jihu quien insinuó la idea? No es utilizarlo, es...
Es aprovecharte de su amor.
¡Es él quien se conforma con estar a mi lado! Yo solo cumpliré su deseo... Lo haré feliz.
Lo harás esclavo de sus propios sueños.
Al final, ¿no lo somos todos?
Sé que el grillo ardió de rabia. Se sintió impotente y no pudo encontrar las palabras adecuadas para refutar. No podía hacerlo, porque muy en el fondo... sabía que tenía razón. Así que la decisión estaba tomada: mientras los brazos de Jihu me sirvieran de electroshock, de amnésico, de hipnótico para ayudarme a olvidar a Yeongu o, por lo menos, aliviar el dolor que me provocaba su recuerdo, no lo dejaría escapar jamás.
Espero sinceramente que esto no tenga efectos secundarios graves, Seong.
—Jihu —lo nombré y él apartó un poco su rostro de mi cabeza, para mirarme—. Sé que nada te haría más feliz que estar pegado a mí como chicle, a toda hora y en todo lugar, pero ¿no me habías prometido un baño?
—Claro, ahora mismo te lo preparo —avisó y sonrió con ingenuidad. No pude evitar sentirme culpable por un momento, mas nada me haría cambiar de opinión—. Luego, si quieres, podemos dar un paseo por Daegu —propuso con estusiasmo, al tiempo que se el levantaba para ir hacia el baño—. Debes extrañar la ciudad y el aire natural te hará muy bien.
—Jihu —susurré y creo que se detuvo. No lo sé bien, los párpados comenzaban a pesarme de nuevo por el cansancio—. Gracias... y... lo siento.
5.00 pm
—¿¡Jihu!? —chillé al abrir los ojos, sobresaltada.
Las pesadillas que me atormentaban desde que había salido del coma no me daban descanso ni aun a la hora de la siesta. Como siempre que sucedía, llamé con insistencia a mi héroe, pero por primera vez en más de sesenta días, Jihu no respondió. ¿Dónde estaba? ¿También me había abandononado?
En medio de mi desesperación y todavía adormilada, vi como la puerta de mi habitación se abrió. Un chirrido cual peli de terror inundó el lugar y, mi cuerpo tembloroso se removió asustado entre las sábanas de mi cama. Grité aterrada cuando una sombra se adentró con lentitud y se acercó a mí. Y no sabes cómo hubiese querido que fuera algún monstruo escapado de alguna novela de Stephen King o, hasta el mismísimo Asesino del Zodiaco. Cualquiera me hubiese dado menos miedo que el rostro que la luz que entraba por la ventana, logró descubrir: mi abuelo. Otro grito salió de mi garganta, pero el exuberante ruido de la fiesta que todavía tenía lugar en el primer piso, opacó por completo aquella petición de auxilio. El muy malvado continuó con una parsimonia irritante hasta llegar al borde de mi cama y, en sus rasgados ojos se dibujaron sus obsesivas ansias de acabar conmigo. Podrían pasar diez mil años y nunca olvidaría lo que ese hombre me había vaticinado... Al parecer, pretendía adelantar su cruel sentencia.
¿Dios..., Jihu..., papá? ¿Podrá alguien llegar a tiempo esta vez?
—No te asustes, Seong —pidió en tono bajo.
—Aléjese o no respondo —intenté decir lo más serena posible, pero no estaba siendo precisamente lo que se dice «discreta», con las emociones que estaba experimentando en aquel momento.
Sudoración, temblores, hiperventilación, más sudoración, escalofríos, pánico...
—Solo quiero que hablemos —propuso.
—¡Yo no tengo nada que hablar con usted y mucho menos, a solas!
—Pequeña, entiendo que estés a la defensiva conmigo, pero...
—¿Pequeña? ¿Ahora soy «pequeña»? ¿No la infame y asquerosa bastarda latina? —pude decir sin pensarlo mucho. Al parecer, mi consternación al escuchar aquellas hipócritas palabras, le había ganado a mi miedo—. ¿Sabe qué?, ¡haga lo que sea que vaya a hacerme ya! No voy a gritar más y no tiene que fingir amabilidad para acercarse a mí y extrangularme, o lo que sea que haya planeado —solté, bastante segura a pesar de la voz temblorosa.
—¡No voy a extrangularte!, ni hacerte ninguna otra cosa aunque te sea difícil creerme —informó al tiempo que se sentaba en la orilla de la cama y yo me alejaba a la otra punta—. ¡No huyas, niña! Ya te dije que no voy a tocarte... Solo quiero aclarar un par de cosas con respecto a nuestro... asuntillo pendiente.
—¿Se refiere a cuando me amenazó de muerte?
—¡Yo no te amenacé! Mira que son dramáticos los jóvenes de ahora —ironizó y su descaro hizo que comenzara a hervirme la sangre.
—¡Ah, ¿no!? ¿Decirme que debía fingir mi muerte al llegar a Japón o si no usted mismo se encargaría de hacerla real, no fue amenazarme? —intenté carcajear como si no me estuviera muriendo de miedo por dentro, cuando la verdad era que todo me daba vueltas y estaba s punto del colapso—. ¿O es que acaso está tan enfermo que su pequeño cerebro retorcido de verdad lo convenció de que si me pasaba algo, usted no tendría nada que ver?
—¡Cállate ya! —vociferó, haciendome estremecer—. ¡Rayos, niña! No he conocido a nadie tan rencorosa ni de tan buena memoria en la vida. ¡Estoy intentando decirte que ya no debes preocuparte! Que no te pasará nada. Que no voy a hacer nada en tu contra, pero tu solo estas bla, bla, bla y no escuchas.... Nunca pretendí ensuciarme las manos contigo en realidad. Solo quería asustarte y que desaparecieras de nuestras vidas. No podía permitir que administraras mis empresas y mancharas la pureza del legado Kang, pero ya ni siquiera representas ese peligro para mí. —Se detuvo un instante y dudó, para luego continuar con un tono más bajo—. ¿Sabes?, tu madre y tu padre juraron delante de todos que nunca dejarías de ser la heredera de su patrimonio, pero mientras tú estás aquí sintiendote mal por solo Dios sabe qué, ellos están abajo disfrutando del legítimo heredero, sin acordarse ni por un momento de ti. Creo que eres ya lo suficiente mayorcita para darte cuenta de que aunque mi hijo y mi nuera sigan defendiendo tu primogenitura delante de todos, lo cierto es que... una adoptada jamás podrá competir con un hijo biológico... Las cosas van a cambiar mucho, Seong.
—Lo se...
—¿Lo sabes? —repitió en medio de una pequeña carcajada cínica—. Pues que bueno... Entonces ahora si que no tenemos nada más que hablar. Continúa con tu patética existencia premiada por el apellido Kang y date el lujo de obstentarlo como un título nobiliario donde quiera que llegues. Eso será lo único que te quede después de que «mi» Hanseong, mi pequeño nieto, crezca y tome todo lo que le pertenece. —Soltó otra carcajada inquietante, al tiempo que se levantaba de la cama para marcharse—. Has dejado de ser la prioridad de esta familia, Seong... Es cuestión de tiempo para que los mismos que tanto te defendieron, sean los encargados de echarte al olvido.
El viejo Kang se marchó sin dejar de reír y, las lágrimas que tanto reprimí salieron al fin, empapando mis mejillas y corriendo por mi mentón hasta caer en mi pecho. Me aferré con fuerza a las sábanas y mordí la almohada, intentando ahogar los gritos que ya de nada me servirían. No había nada más que hacer, el viejo tenía toda la razón, mis padres ya tenían un hijo y yo había dejado de ser importante. Mientras más pronto aceptara mi destino, más pronto dejaría de doler. Jihu entró corriendo como un esquizofrénico minutos después y, me agarró entre sus brazos para besar mi cabeza con insistencia.
—¡Ya estoy aquí! ¡Ya estoy aquí, Seong! Lamento haberte dejado. No me voy a separar de ti de nuevo. ¡Ni un solo segundo, te lo prometo! —Suspiró y acarició mi espalda, mientras me metía mucho más adentro de su pecho si eso era posible. Me sentía a salvo en aquel pecho, quizás un poco tarde, pero a salvo—. ¡Ese hijo de perra está loco! Me dijo cosas horribles, pero no me percaté a tiempo de que venía de tu habitación. Te juro que ganas no me faltaron de arrojarlo por las escaleras, pero saber que estabas bien era más importante. Así que lo dejé con la palabra en la boca y corrí a verte. —Levantó mi mentón y me observó por un momento—. ¡Dime que no te hizo nada! ¡Dime que ese endemoniado vejestorio no se atrevió a tocarte ni un pelo! —Negué—. Necesito que me digas la verdad, Seong... ¿Te amenazó? ¿Qué te dijo? ¡Dime para poder arrancarle la...!
—Ya está todo bien —susurré y lo volví a mirar a los ojos—. Ya esta aquí mi héroe y ningún viejo loco podrá hacerme nada... —De buenas a primeras solté un risita cínica. Era evidente que no estaba en mis cabales. La situación me superaba. Todo me parecía tan irreal—. El muy idiota se vino a jactar de su nieto legítimo... Me vino a restregar en la cara que Hanseong sí era un «auténtico» Kang.
—Seong... si quieres decir la verdad yo... yo te apoyaré —susurró, pero con firmeza—. Ese bebé es tuyo, es injusto que no puedas estar a su lado. Que ni siquiera te hayan dejado tocarlo y...
—Jihu... —lo interrumpí y me miró atento—. Dime que si lo hago... mi pequeño estará bien. Dime que no será un motivo de burla o, peor, de rechazo. Dime que con solo diesisiete años podré enfrentarme a todo el Armagedón que ocacionaría la verdad... —Volví a reír. Jihu me observaba sin decir palabra y en su rostro podía notarse la impotencia—. También crees que no, ¿cierto? Que lo mejor para Hanseong es ocultar esta verdad. Que la única manera de hacerlo feliz es... siendo su hermana.
Jihu bajó la cabeza derrotado, suspiró profundo y en lugar de intentar llenar con palabras inútiles el silencio que se había formado, rodeó mi cintura con sus brazos y me atrajo de nuevo hacia él. La calma fue llenando poco a poco mis sentidos hasta que logré volver a estabilizarme. ¡Jihu me hacía tanto bien! Quizás nunca llegue a amar a este hombre de la manera que él quiere, pero definitivamente, amaré la manera en que me ama... Un tono estridente retumbó en la habitación, rompiendo el silencio de nuestros cuerpos y, se me hizo imposible no reconocerlo...
—Ese es... ¡mi móvil! —afirmé buscando con la mirada por todo el cuerpo de Jihu, pues estaba segura de que el sonido provenía de allí— ¿Por qué lo tienes tú?
—Aproveché que dormías y bajé a buscarlo —explicó al tiempo que sacaba el aparato del bolsillo trasero de su pantalón—. No ha dejado de llamar ni un solo sábado durante todo este tiempo... Pero aun después de despertar, tus padres creyeron que no era buena idea que hablaras con él mientras estabas en el hospital. Sin embargo, ahora que ya estas en casa... Bueno, supongo que... sabrás qué decir.
Me entregó el móvil que no paraba de sonar y pude ver en la pantalla, en letras grandes y verdes: «Mi Tae-Tae». Las lágrimas volvieron a salir. Sabía que debía mentir, que era lo mejor para todos, sin embargo, mentirle a Taesung, sería igual de doloroso que una puñalada en el corazón. No obstante, descolgué la llamada. Necesitaba tanto oír su voz...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top