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Di una última ojeada. Nada había cambiado en cuatro horas. Ni las cortinas de seda negra, ni las velas aromáticas que por supuesto ya no estaban encendidas. Ni el colchón de paja donde probablemente habíamos concebido aquella pequeña semilla que crecía en mi interior, sin ni idea de que su propia madre, en breve, cortaría para siempre el hilo de su vida.
—Es mejor así, pequeño... Créeme..., es mejor así —le hablé a mi vientre y lloré sin consuelo por varios minutos.
Luego reaccioné porque temía que no contaba con mucho tiempo. Quizás mi padre ya había contactado con el oficial Choi y este buscaría, sin duda, donde me encontró la primera vez. Miré la jeringa, ni siquiera titubeé y la enterré completa en algún punto de mi antebrazo izquierdo. Un ardor inaguantable recorrió toda la piel de la zona, por dentro y por fuera, y el dolor a continuación, me hizo soltar un grito agudo. La vista se me nubló, creo que hasta empecé a convulsionar y caí al suelo. Mis signos vitales se debilitaban poco a poco y me daba la sensación de que mi cuerpo se iba haciendo cada vez más pequeñito... No alcanzo a recordar mucho, a pesar de mi percepción, todo estaba sucediendo bastante rápido... La puerta se abrió justo cuando mis ojos se cerraban. Alcancé a ver una figura masculina que corría hacia mí, mas no pude distinguir su rostro...
¿Yeongu?... ¿Eres tú?... ¡Volviste...!
—Perdóname... F-fui una cobarde. Solo espero que... si existe o-otra vida... nos volvamos a encontrar... Y n-nos volvamos a querer como lo hicimos... No importa si fue mentira... no importa si vuelves a acabar conmigo... porque yo... fui feliz gracias a ti... —La calidez de sus brazos me envolvió. Lloraba amargamente, pude escuchar sus gritos a lo lejos y también, que mi último aliento se acercaba—. Te... amo.
El día del despertar.
Lunes, 2 de mayo de 2011
3.00 pm
¿Se acuerdan de Jihu? Ya les había hablado de él: mi primo, Moon Jihu. El universitario con cuerpo de fisiculturista, el obstinado «aprendiz» de CEO de Moon-Kang industrias y más reciente... mi héroe.
¿Que por qué te estoy hablando de él? Porque mi hermoso Jihu, mi guardián incondicional, fue quien me salvó aquella madrugada en el granero. Jihu fue quien me encontró aquella noche, me tomó entre sus brazos... y jamás me ha vuelto a soltar. No permitió que nada ni nadie, incluso la misma muerte, me volviera a hacer daño. Le debo la vida, esa misma vida que no quería y a la que ahora me aferro con fuerza, y sé que nada en este mundo será suficiente para pagarle...
Ahora un paso hacia atrás: ¿Qué más pasó después de aquella trágica noche? ¿Por qué hay otro vacío de seis meses? Simple, aunque no por eso menos increíble: ¡un coma! Bueno, más bien, dos...
Resulta que la inyeccion que me robé era una clase de ansiolítico que se usaba en el tratamiento de la ansiedad, el trastorno del sueño y otros desórdenes que según el médico, podía presentar después de un intento de suicidio. Sin embargo, entre sus efectos secundarios, estaba el de posible provocación de coma en mujeres embarazadas, por lo que debido a mi estado, administrarmelo hubiese sido letal... ¡Ah, pero la loca de Seong se lo inyectó sin miramientos! En fin, Jihu corrió conmigo, el oficial Choi lo interceptó, me llevaron al hospital, esta vez si me aplicaron desfibrilacion real y, después de largas horas de intenso trabajo, al fin lograron estabilizarme a un cuarto para las siete de la mañana. ¿Y cuál fue la única solución para salvarnos a mí y a la criatura en mi vientre? ¡Sí, otro coma! Los médicos aseguraron que debido a la debilidad de mi cuerpo y para facilitar la adecuada recuperación de todo mi sistema, era absolutamente necesario «ponerme a dormir». La perfecta definición de «crear el antídoto con el veneno». Sí, lo sé, ¡es risible! Si me lo provocaba yo, estaba mal, pero si me lo provocaban ellos, ¡podía salvarme el trasero! Y pues nada, solo hasta hoy, una semana antes de mi parto programado, es que decidieron que ya estaba lista para despertar.
Todo fue muy rápido, o al menos, eso sentí... Claro, tiene merito enterarse en una tarde y gracias a las notas perfumadas de Jihu, de todo lo que ha pasado en los últimos seis meses. Que no fue mucho, la verdad, pero sin duda resultó un poco abrumador... Como podrás imaginar, finalmente mis padres se salieron con la suya y llevaron a cabo su plan. Desde que desperté no he podido mirarlos a la cara. Si ya de antes su procede me parecía grotesco e insensible, enterarme de que me habían traído a Seúl... fue mucho más aterrador. Los médicos estaban seguros de que mi constante «nerviosismo y alteración» era por los efectos secundarios del coma, pero yo estaba convencida de que saber que el motivo de mi mayor felicidad, y también, el causante de mi gran desgracia, estaba tan cerca... me estaba volviendo loca.
¿Qué creías, que lo olvidaría tan fácil? ¡Que más quisiera! Ni mil comas alcanzarían para olvidar a Yeongu, mucho menos, para dejar de amarlo, así que mi primer pensamiento cuando desperté, también fue él.
Por otra parte, al parecer, nadie en Daegu sospechó del repentino embarazo de mi madre, ni siquiera el viejo Kang. Todos lo llamaron «milagro» y aprovechándose de la credulidad de la ciudad, los Kang anunciaron su partida por la tranquilidad y el bienestar de la futura madre. Supe por las notas de Jihu que me trasladaron a este hospital a finales de noviembre, así que para entonces los Kang ya habían resuelto todos los cabos sueltos. Menos de quince dias, ¡sí que eran rápidos! Los pocos que sabían la verdad fueron comprados con demasiado como para ser tan estúpidos de atreverse a hablar y el secreto fue enterrado... para siempre... Hanjung, Yuri y Jihu, pasaron estos meses en una acogedora y apartada casa a las afueras de Seúl y me visitaban en el hospital cada semana. No había mucho más que hacer, yo estaba en coma.
El día del alumbramiento.
Lunes, 9 de mayo de 2011
11.55 am
¡Nació un príncipe!
Pero aunque creí haberme preparado bien para este día, no ha ido nada bien. Pensé que en la última semana había logrado meterme en la cabeza que este pequeño sueño, que este hermoso regalo, me sería arrebatado en cuanto llegara a este mundo. Debía ser más fácil aceptarlo ya que yo misma me iba a privar de su presencia..., pero... ahora que sé que existe, que lo vi por unos breves segundos, me parece execivo el castigo de no permitirme guardarlo en mi regazo... Yuri no me dejó ni cargarlo. Dijo que era mejor así, que no debía encariñarme con él más allá de un simple apego de hermanos. Hanjung la secundó como ovejita y tomó al niño para desaparecer con rapidez de la sala de maternidad... ¿A dónde lo llevaba? ¿Por qué ese afán de no dejarme ver siquiera su carita? No sé cómo son sus ojos, ni sus manitas, ni el verdadero color de su piel, ni... a quién se parece...
Sólo sé que lo nombraron Hanseong... Le queda bien...
El día que lo conocí.
Viernes, 20 de mayo de 2011
10.00 am
Yuri lo trajo al fin, más ahora fui yo quien no me atreví a tocarlo. Después de diez días ya no me siento con el valor de enfrentarme al mundo por él. Lo siento, pero, ¿qué hago? Todavía no tengo ni siquiera diesisiete y ya he vivido demasiado. He sentido demasiado, me he asustado demasiado. ¿Sabes?, no estoy de acuerdo con esto, nunca lo estaré, pero creo que de verdad necesita, al menos, un par de padres que sepan cómo preparar un biberón. O cuál es la temperatura que debe tener el agua para bañarlo... O simplemente qué cuento leerle para dormir...
Jihu observa cada movimiento desde el sillón, no se ha separado de mí desde que desperté, creo que incluso desde antes, aunque no lo dice. Yuri se sentó en la orilla de mi cama y acostó a Hanseong a mi lado. Nadie dice nada. No saben qué decir... Por primera vez veo al pequeño de cerca, está limpio y huele a narciso, y la manta que lo envuelve tiene unos hermosos globos azules. Se parece a «él»: «otro típico chico coreano». No sacó nada de mí y me alegro. Es mejor así... Hanseong se mueve, creo que va a despertar y siento que se me hace un nudo en la garganta. Quiero llorar, no sé por qué y no quisiera que Yuri me viera, pero tampoco sé cómo pedirle que se vaya.
—Prima, dejemos que Seong descanse —susurró Jihu para mi sorpresa—. Todavía le es muy difícil mantenerse despierta por mucho rato y el medico recomienda pequeños intervalos de sueño —pidió y mi madre asintió, aunque no muy conforme.
Tomó al bebé en brazos y se marchó sin decir palabra, como mismo había llegado... «Gracias», intenté decirle a mi héroe con la mirada y él a su vez, me respondió con una tierna sonrisa triste. Se acercó a la cabecera y acomodó mi almohada. Acarició mi frente y me hizo una seña de «descansa» después de la cual cerré mis ojos. Jihu lo sabe todo, de eso estoy segura, aunque no dice nada y eso es lo más lindo que han hecho por mí... Mientras me retuerzo del más insoportable dolor, tanto físico como emocional, mi primo solo se ha quedado a mi lado, sin hacerse notar, sin opinar. Creo que así es como se ve el amor... Ojalá pudiera sentir lo mismo por él...
El día del regreso.
Sábado, 2 de julio de 2011
2.00 pm
Hoy por fin volvimos a Daegu. Después de casi dos meses más en recuperación, precisamente hoy, el día en que vi a Yeongu por primera vez, volvimos a este infierno. Aunque sinceramente, no creo que el purgatorio sea un lugar, sino mi propia mente. No me ha dejado tranquila desde que desperté. He pasado las noches de mi recuperación soñando con él, pensando en él. En qué pasaría si supiera que tenemos un hijo. ¿Lo rescataría? ¿Me lo devolvería y viviríamos el felices por siempre de los cuentos de hadas?
¿Después de todo lo que te ha pasado aun crees en los milagros?
¡Grillo, has vuelto!
Nunca me fui, Seong. Fuiste tú la que me abandonaste.
Lo siento...
No fue tu culpa. Creíste que alejarte de todo te haría alejarte también de él... Pero es imposible alejarse de lo que dejas vivir dentro de ti... ¡Así que despierta! Debes desterrar de una vez y por todas a Min Yeongu de tu interior... Es la única manera de que sigas adelante.
¿Y crees que no lo he intentado? Sé que tienen razón y te agradezco que todavía te preocupes así por mí, pero no puedo hacerlo. No es tan fácil como decirlo. Para desterrarlo debo deshacerme de todo su rastro, desaparecer su esencia impregnada en mi piel, arrancar los recuerdos que habitan en mi ser... Y creo que ni aun así seré capaz de olvídalo. Min Yeongu siempre encuentra la forma de volver.
—¡Bienvenidos! —gritó el viejo Kang saltando de alegría en medio del salón lleno de gente y adornos azules. Ni cuenta me había dado de que ya estábamos en casa—. ¡Déjame cargar a mi nieto!
—Papá, te advertimos que no queríamos fiesta —replicó mi padre mientras se dejaba quitar al pequeño de los brazos—. Estamos muy cansados del viaje y...
—¡Tonterías! ¿En serio creías que el menor de los Kang se iba a quedar sin su recibimiento? —chilló de nuevo el mayor—. Bastante tengo con acatar tu estupidez de dejarlos tranquilos en Seúl todo el tiempo del embarazo. ¡Y además la recuperación!, que se hizo demasiado larga. Todavía no entiendo a qué venía tanto misterio.
—No era misterio, padre. Yuri tenía embarazo de riesgo y aún después del parto toda precaucion era poca. Queríamos estar seguros de que ella y el bebé estaban fuera de peligro y...
—¡Llevo siete meses sin verte, siete! Y tengo unas ganas tremendas de conocer a mi nieto. No me puedes negar esto. ¡Música! ¡Alegría, alegría! Mi hijo mayor al fin tiene heredero...
—¡Papá!
Un silencio ensordecedor inundó aquel salón. Los presentes no sabían dónde meter su cabeza avergonzada y el viejo Kang tragó duro. Su efusividad le había jugado una mala pasada y había sacado su verdadera cara, aunque para nadie era un secreto que él no me consideraba una nieta. Yo no era una verdadera Kang, solo era una huérfana que disfrutaba de la caridad de su amado hijo mayor. ¡Ja!, si supiera que su nuevo nieto tiene aún menos de Kang que yo.
—Hanjung tiene heredero hace mucho tiempo, suegro —escupió mi madre en la cara del gran Kang y todos exclamamos asombrados, yo la primera. Después de todo lo que habíamos pasado, no imaginé que Yuri volviera a tomarse las molestias de defenderme—. Seong nunca dejará de ser nuestra primogénita. Aunque tuviéramos veinte hijos más, que lo dudo, ¡Kang Seong siempre será la heredera de mi esposo!
—Nuera, yo no me refería a eso. No me malinterprete, quise decir «varón». Que Hanjung al fin tenía un «heredero varón...» Pa-para perpetuar el apellido y-y esas cosas —tartamudeó avergonzado el hombre.
—Debes tener cuidado, padre. Unas simples palabras mal interpretadas, pueden causar mucho daño.
—Jihu, sácame de aquí, por favor —rogué a mi primo aferrandome a su brazo.
El discursito moralista de mi padre me había asqueado. Prefería mil veces a la «impulsiva» Yuri, que al «astuto» Hanjung. Aunque también, la realidad era que todavía me agotaba con facilidad, tanto física, como mentalmente, y no me haría bien seguir participando de aquel circo. Jihu me sujetó bien por los hombros y me ayudó a subir las escaleras hacia mi habitación, sin decir ni media palabra, como era su costumbre. Atrás quedó el bullicio, la confusión y, seguro, las miradas penetrantes e inquisidoras de los invitados, pero más, la del viejo Kang. Ya le había hecho saber a mi padre que no le gustaba nada esa «amistad» que había nacido entre Jihu y yo, ni su gran interés por enseñarle el funcionamiento de la empresa al primo, pero lo que de seguro le incomodaba más, era que el universitario hubiese ido con nosotros a Seúl. El abuelo estaría al borde del colapso soportando aquellos siete meses... ¡Cómo si a Hanjung le importara! Mi padre jamás daba cuentas a nadie de sus decisiones, ni siquiera al gran Kang. Si tenía la certeza de que algo con la empresa, o cualquier otro ámbito, iba a funcionar, lo hacía sin explicaciones. Eso podía ser un buen punto a su favor, o en su contra, mas con Jihu, no parecía haberse equivocado...
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