21
El día de los recuerdos.
Sábado, 05 de noviembre de 2011
10.00 pm
Querido diario:
Hola, soy yo de nuevo. ¡Kang Seong!, ¿me recuerdas?
Sí, estas leyendo bien. Ha pasado justo un año desde que escribí en tus páginas por última vez. ¡Tantas cosas han sucedido desde entonces! Tanta tristeza, tantas decisiones, algunas equivocadas, otras... no tanto. Arrepentimiento, dolor, y muuuuchos cambios... No sabía muy bien si contarte todo sería una buena idea, no sabía siquiera cómo contártelo. Y no es que esté lo que se dice «preparada para hacerlo»..., pero creo que será bueno para mí. Me ayudará a cerrar por completo todas mis heridas, estoy casi segura. Debo reabrirlas, limpiarlas a profundidad, cubrirlas bien con el ungüento del perdón y entonces, solo entonces, cerrarlas de verdad y para siempre...
Te estarás preguntando qué pasó después de que asegurara que bajaría por el tubo de la calefacción para ir a ver a Yeongu. Bueno, pues... sí que bajé y, lo vi, y también morí aquella madrugada. Primero no tan literal y luego... por completo. Aunque Dios me dio otra oportunidad y envió un ángel a salvarme, a pesar de lo torpe y necia que fui con lo más preciado que me había dado: la vida.
Pensaba solo recordar lo necesario. No traer a mi memoria estrictamente todo lo que sucedió y no martirizarme así con tanto dolor, pero ya quedamos en que es vital para sanar... Y yo quiero sanar... Así que ¿preparados para volver al pasado?
El día raro. (De nuevo).
Viernes, 5 de noviembre de 2010
10.48 pm
Esto no me gusta, Seong. Sé que primero te dije que te esperarían cosas hermosas allí, pero ya es muy tarde. No deberías andar sola por el bosque.
La voz en mi cabeza sonaba aterrada y, en vista de mi silencio, volvió a hablar: Escríbele mejor un mensaje diciéndole que no te pudiste escapar. Él lo entenderá.
¡No me seas maniática a estas horas! Siempre quieres hacerme dudar después de estar decidida. No quiero tu opinión. ¡Déjame en paz!
Y no volví a escucharla. Mis pies tocaron el suelo y mentiría si dijera que no sentí un poco de miedo, pero le ganaron las ganas de ver a Yeongu. No quería fallarle a mi novio. Sentía que cometería un pecado muy grande. Él nunca me pedía nada, siempre estaba disponible para mí, sin hacer preguntas, sin demostrar cansancio... Y ahora que me había pedido por primera vez algo medianamente diferente, (Lo digo por lo de la hora y lo repentino de la petición) no podía decirle que no, así, sin más. Mínimo tenía que intentarlo. Así que sin mirar atrás corrí con cautela hacia la parte trasera de la mansión, salí por la entrada de los empleados y corté camino por el bosque. Mi interior se sentía agitado, afligido, no sé por qué. Sin embargo, después de estar a medio camino, me negaba a arrepentirme. Aunque debo reconocer que era exactamente esa la sensación que quería apoderarse de mi interior. Y no era por escapar en medio de la noche, ni por lo intrincado del sendero... era por algo más, algo que gritaba a los cuatro vientos «¡peligro!», pero ¿qué?
Poco a poco me fui acercando a mi lugar de destino y la sensación de acechanza, de aquel extraño riesgo, también se fue sintiendo más cerca... Cuando por fin llegué y abrí la puerta, vi a Yeongu sentado en medio del colchón de paja. Su rostro dibujó aquella sonrisa que me calmaba hasta el terror más profundo y, todos mis malos presentimientos se esfumaron.
—Lo siento, amor, no pude llegar antes —jadeé, con la respiración entrecortada por la carrera.
Caminé hacia él, lo besé con suavidad y por primera vez desde que nuestros labios se habían encontrado en aquella piedra a orillas del río... no me correspondió... Lo observé confusa y estaba a punto de preguntarle qué le sucedía, cuando vi una extraña sombra oscureciendo sus pupilas. Llámame loca, pero algo opacó de manera drástica la mirada de aquel hombre. En aquel momento algo dentro de mí, no sé si la voz de mi conciencia o algo más profundo, se atrevió a asegurarme que el peligro que venía sintiendo desde que salí de casa... era él: el mismísimo Yeongu.
—Seong... —divagó en un tono apenas audible, como si estuviera doliendole cada palabra—. No te dije nada antes porque... porque me parecía imposible, te lo juro, pero... sucedió.
—¿Qué... qué f-fue lo que... sucedió? —pude tartamudear, no sé cómo.
—Hace unos días fui a una audición... y-y de verdad creía que no me iban a seleccionar, pero... me llamaron... ¡Me llamaron, Seong! Dijeron que me quieren y... yo... yo quiero ir... Lo he pensado mucho. En serio, mucho, pero no quiero renunciar al sueño más grande que he tenido en la vida... Sin embargo, tampoco quiero que terminemos mal. Quiero que me entiendas, que no intentes detenerme y...
—¿Terminar...? ¿Detenerte...? ¿A... a dónde... a d-dónde quieres... ir? —vocalicé como pude, sintiendo como se iba apretando mi pecho, aterrada por la respuesta que de sobra sabía.
Mis manos comenzaron a sudar, mis ojos se inundaron en lágrimas y, mi corazón, se negó a latir correctamente durante aquellos minutos en los que Yeongu guardó silencio, y que me parecieron una eternidad en el infierno...
—A Seúl... Me voy a... vivir a Seúl, Seong.
Nombre: Kang Seong.
Fecha del ingreso: 05/Nov/2010
Hora: 11:57 pm
Causa del ingreso: Impacto de bala.
Estado: Agonizante.
El día del asesinato.
Sábado, 6 de noviembre de 2010
12.03 am
Sufrido diario:
Tengo la certeza que desde el momento en que Yeongu dijo que se iría de mi lado, mi corazón se hizo añicos... Así que debí morir en aquel instante y luego andar vagando en algún punto del camino en que no existía manera de regresar a la vida y tampoco forma de avanzar. Era como un zombie, un muerto vivo... Un fantasma sin rumbo... «¡Qué no es para tanto!», deberás estar pensando. Que solo fue un amor que se acabó. Una tonta y fugaz relación de adolescentes que no tenía que transcender ni afectarme de ese modo... Y no te imaginas cuánto hubiese dado por haberla podido ver así en aquel momento, mas no supe cómo obligar a mi corazón a hacerlo. No sé el momento exacto en que ese estúpido órgano de mi cuerpo dejó de latir por sí solo y comenzó a depender del latido de aquel típico chico coreano para poder vivir... Sin embargo, sucedió. Y allí estaba yo, escuchando de su repentina huída sin tener ni idea de cómo arrebatarle antes, mi aliento para continuar viviendo.
—¿Cómo que... te irás... a Seúl? —balbuceé, tratando de ahogar el grito que se apoderaba de mi garganta.
—Pues eso, Seong... yo —explicaba evitando mi mirada—. Yo hice la audición de Big Rhythm y... me escogieron. Desde ahora perteneceré a su empresa... en... en Seúl.
Sus palabras fueron cayendo como ladrillos sobre mí y cada una dolió mucho más que la anterior. Los ríos de lágrimas se desbordaron de mis ojos sin ninguna medida y mis manos se aferraron a su camisa, suplicantes.
—¡Dime que no es cierto! —sollocé—. ¡Dijiste que nunca te irías!, que no te escogerían... ¡que jamás me dejarías!
—Sé todo lo que dije. Lo sé, Seong, pero entiéndeme por Dios.
—¿Qué quieres que entienda? ¿¡Qué es lo que tengo que entender!? ¿Que eres un completo mentiroso? Dijiste que ni siquiera te presentarías a esas audiciones. Dijiste que no me preocupara, que...
—¡Ya basta! —gritó, tomando mis manos con fuerza y apartandolas de su camisa con una violencia que no pensé ver en la vida—. ¡No sigas recordándome lo que dije, joder! No tengo problemas de memoria. Sé todo lo que he dicho y hecho, pero eso no va a cambiar lo que siento... lo que quiero. Pensé que podría olvidarlo, que no me afectaría el hecho de no luchar por mis sueños, que podría seguir como si nada y que no lo necesitaba... Mas... lo necesito. Lo necesito más de lo que puedo admitir y... Y nadie podrá convencerme de lo contrario... Aunque como ya te dije, no quiero que las cosas entre nosotros terminen mal, te lo juro. No es el fin del mundo, solo...
—Está claro que no lo es... para ti —divagué sin fuerzas. Tenía miedo, pero más porque las palabras me abandonaran y no poder expresar todo lo que sentía en aquel momento, que por la inminente partida de Yeongu—. ¿Cómo puedes decir que no quieres que terminemos mal? ¡No deberías querer terminar y punto! —El torrente que salía de mis cuencas se hacía más caudaloso y sentía como mi garganta se quemaba, pero continúe, aunque cada vez con la voz más baja—. ¿Es tan necesario? ¿Cómo puedes rendirte tan fácil ante la primera dificultad? ¿Acaso no existen cientos de parejas que viven separadas por un tiempo? No es algo imposible, si nos queremos...
—¡No todo depende de querernos o no, Seong! —me interrumpió con desden en sus palabras, como si le estuviera hablando a un perro—. Lo siento, pero yo no lo veo así. Necesito estar concentrado en mi carrera, en mi sueño, en lo que quiero hacer. Sin distracciones, sin nada que me ate o me frene. Jamás entenderías mi sacrificio. ¡Tú lo tienes todo! ¿No puedes renunciar a un simple capricho por una vez? Literalmente puedes tener a cualquier riquillo de Daegu a tus pies... ¡Olvidate de mí! ¿¡Cómo puedes ser tan egoísta!?
Aquello sí me rajó el alma de punta a cabo. ¿Acaso todo este tiempo Yeongu había creído que para mí era un simple capricho? ¿Qué clase de persona creía que era? Yo segura de que le había demostrado a la perfección lo que sentía y lo importante que era para mí y él, resulta que estaba convencido de que era una egoísta y mimada niña que solo me divertía a su costa. Pero si de verdad pensaba así, ¿por qué estuvo conmigo todo este tiempo?
—Yeongu, no estoy entendiendo nada... —hablé en mi último intento porque me explicara qué rayos estaba pasando en realidad. Sus palabras no me terminaban de convencer—. Supongo que estas alterado porque creíste que intentaría de alguna forma impedir que fueras a cumplir tu sueño...
—¿No es eso lo que estas haciendo?
—¡No...! Bueno sí, pero solo fue el primer impulso. Te juro que no es eso lo que siento en realidad. Yeongu, yo te quiero... Y es lógico que cualquier persona en mi lugar hubiese reaccionado así si su pareja llegara y le dijera de momento que deben terminar. No puedes llamarme egoísta solo por querer mantener a mi novio a mi lado... —Me acerqué de nuevo, muy despacito—. Pero ya te entendí. Entendí lo importante que es esto para ti y sé que encontraremos una solución para que nuestra relación funcione aun en la distancia, sin que tengas que abandonar tus sueños, ni a mí.
—No entendiste nada... —Volvió a apartarme, esta vez con un empujón bastante más fuerte que el primero—. No existe otra manera, Seong. Es la música o tú... Y elijo la música. —Sus pasos se adelantaron a la puerta de salida con rapidez.
—¡No, por favor! —Me aferré a su cintura desde atrás, impidiéndole seguir caminando—. No estas pensado con claridad. ¡No podemos terminas así! Prometo que haré de todo para que cumplas tus sueños. ¡Puedo hacer que seas el rapero más famoso de Corea! Tengo los medios y el dinero y, papá conoce muchas personas en el ámbito del entretenimiento. No necesitas irte a Seúl, quédate a mi lado... Mírame por favor. Mírame, Yeongu...
Sentí un suspiro pesado y sus manos intentando con fuerza despegar las mías que, se entrelazaban delante de su abdomen, como si de ello dependiera mi vida.
—Suéltame... —pidió en tono bajo—. No hagas esto más patético de lo que ya es. —Se volteó al fin y me encaró, con tanta furia en sus ojos, que me aterró—. ¿No entiendes que todo lo que estas diciendo me hace querer irme mucho más? No necesito tu caridad, «ni tus medios», ni mucho menos los contactos de tu papito...
—¡Tienes razón, no necesitas nada de eso! Tienes mucho talento y puedes lograr lo que te propongas. Perdóname, ¿sí? No quise hacerte sentir mal. Es que estoy desesperada y digo muchas idioteces. ¿Eso no te dice nada? ¿No puedes ver que de verdad te quiero demasiado? Mi amor, sé que tu carrera musical es muy valiosa para ti, pero no puedes tirar a la basura lo nuestro por...
—¡No existe ningún «nuestro», Seong! Entiéndelo de una vez, ¡yo no te quiero!
Mis manos se deslizaron al instante y cayeron a cada lado de mi cuerpo tembloroso, a punto de convulsionar. Mi corazón dio una sacudida como si aquellas palabras me hubiesen provocado una arritmia cardíaca letal y un desfibrilador intentara sacarme del trance.
—¿No... me...? —intenté repetir, pero me fue imposible. Ahí comenzó el mutis intermitente que tanto me espantaba.
—¡Te utilicé! ¿Eso querías oir? —Su mirada no se apartaba de la mía y a cada segundo era más difícil fingir que no estaba escuchando aquellas palabras—. Eres demasiado ingenua. ¡Me fue tal fácil divertirme contigo gracias a tu patética necesidad de atención! —Sonrió con cinismo y todo mi interior se estremeció. Hasta la cicatriz de mi cabeza comenzó a doler—. ¿Cómo es posible que no te dieras cuenta? ¿En serio creiste que algo como «el amor» podría darse así, tan de repente?
Mi mente estaba a punto de explotar y mi cerebro era incapaz de defenderse con coherencia. Lo único de lo que todo mi cuerpo estaba consciente, era de que estaba en «riesgo». Un riesgo de muerte.
—Pero... yo... Tú... Dijiste que... que...
—¡Aish, aquí vamos de nuevo con lo que dije o dejé de decir! ¿Crees en todo lo que dice la gente? ¡Yo solo quería burlarme de ti, chiquilla tonta! ¿Sabes el récord que supone engatusar a uno de los prepotentes Kang? ¿Cómo puedes siquiera pensar que podría sentir algo que no fuera desprecio por ti? ¡Me chantajeaste, Seong! ¡Me obligaste a ir a tu asquerosa fiesta o me metías a la cárcel, ¿recuerdas?!
—Pero... te pareció ingenioso... Dijiste que gracias a eso tuviste el valor para hablarme. Que yo te gustaba y...
—No puedo negar que no estas mal. Además fui tu primera vez, eso es algo que ningún hombre rechaza. Lo disfruté mientas no tuve algo mejor que hacer... ¡Ahí está, ya lo he dicho! Me cansé, no te soporto, no tengo ganas de seguir jugando a los noviesitos. Quiero desaparecer de esta ciudad de mierda y olvidarme de todo lo que me recuerde a este Yeongu y a su estúpida vida, incluyéndote a ti.
Sus pies se movieron una vez más hacia la puerta y no pude evitar lanzarme al suelo y aferrarme a uno de ellos, causando que fuera arrastrada varios pasos.
—¡Estás mintiendo! —gimoteé y resopló, intentando safarse.
—Pero... ¡qué rayos! —gruñó palanqueando su extremidad apresada entre mis brazos y mi rostro empapado—. ¿No tienes dignidad? Suéltame, Seong, o te vas a arrepentir. ¡Te voy a lastimar, no seas necia!
—¡No me importa! No me creo nada y no pienso quedarme de brazos cruzados y dejarte ir. El daño físico no es el problema, mi mente es la que sufrirá más sin ti, ¡por favor, recapacita...! Escucha: Sigue jugando conmigo, ¿sí? Te lo ruego. Sigue mintiéndome. —A estas alturas, creo que ya no era consciente de todo lo que decía—. Haré como que no sé nada. Grita a los cuatro vientos que lograste seducir a una Kang. Jáctate de lo que te de la gana, no voy a contradecirte. Di que caí en tu trampa, que me tienes comiendo de tu mano, yo que sé, pero no te vayas... ¡No te vayas, Yeongu, por favor!
Por un momento un silencio sepulcral llenó aquel granero. Pensé que se arrepentiría, que al fin había comprendido lo mucho que lo quería, que mi amor alcanzaba para los dos y que era suficiente, pero lejos de eso, Yeongu se puso de cuclillas y levantó mi rostro con dos de sus dedos, presionando duro mi mandíbula. Mis pupilas se dilataron aterrorizadas. Jamás había sentido un viento tan gélido. ¿Podría ser posible que la muerte misma estuviese frente a mí?
—Pensándolo bien... Seong, bonita, ¿alguien sabe que estas aquí? —indagó con cierto cinismo y no podía entender a qué venía su pregunta—. ¿Estas segura de que el daño físico no sería problema? Vamos a ver... Si no me dejas ir te juro que te voy a lastimar tanto... que nadie te va a reconocer. —Ni Jack el destripador hubiese ocacionado en mí tanto miedo. El Yeongu que ahora me hablaba no era el mismo que yo conocía, de eso estaba segura. Algo debía haberse apoderado de su cuerpo... y era algo muy malo—. No sabes nada de mí, Seong. No tienes ni idea de mi verdadera naturaleza, pero si tanto quieres conocerla, no tengo reparos en mostrártela. No quería que esto terminará así, de verdad no sabes lo que intenté que te quedaras tranquila y me dejaras ir en paz... Ah, pero la señorita inconforme siempre quiere más, ¿cierto? Aunque eso termine en tragedia.
Tragué saliva y mis manos vacilantes se fueron desprendiendo de aquella preciada piel. El miedo fue más fuerte que yo... Y es que era cierto. Podría estar frente al mismísimo diablo y yo no lo sabría. Solo sabía de Yeongu lo que él mismo me había contado y, si le había creído antes, ¿por qué iba a dudar de él ahora? ¿Sería capaz de hacerme daño? ¿Sí? ¿No? Nunca lo sabría. No estaba dispuesta a averiguarlo. Llámame cobarde ya que de todas formas estaba segura de que sin él sería lastimada igualmente, pero me negaba a aceptar que su propia mano pudiera herirme. Por ningún motivo quería guardar ese recuerdo.
Yeongu se levantó con parsimonia al ver que yo por fin lo había soltado y se alejó con dirección a la puerta. La abrió de un fuerte tirón y antes de salir, se detuvo por un momento. ¿Arrepentimiento? ¿Culpa? ¿Dolor? Tampoco sería capaz de saberlo nunca. Segundos después lo vi perderse en la oscuridad del bosque mientras yo me quedaba allí, en la agobiante quietud de aquel abandono. Aunque hubiese querido seguirlo, mis piernas no respondían. Todo mi cuerpo comenzó a ponerse rígido, sin fuerzas. Desde mi interior cada pequeña célula, cada pedacito de tejido, cada órgano, fue como si se pusiera de acuerdo para rendirse, para no querer vivir más... Un grito desconsolado por fin salió de mí, invadiendo cada rincón de aquel granero y tal vez, también, un poco más allá. Ahora entendía aquella extraña sensación de peligro que me había acechado desde que salí de casa. Ahora por fin comprendía que había vivido en una despiadada mentira los últimos tres meses... ¿Que aun así hubiese preferido no saberlo nunca? Sí, y lo siento. Siento no haberme querido más, siento haberme convertido en esa niña tonta y totalmente dependiente de un falso amor. Siento no haber sabido luchar por mí... o no haber querido. Pero hubiese preferido mil veces ser una masoquista con felicidad ficticia, que la idiota que supo toda la verdad... y se quedó sola.
No sé de dónde saqué las pobres y débiles fuerzas que me ayudaron a levantarme, a caminar hasta la puerta, a salir de aquel infierno... Quizás, de la necia pero sanadora idea que comenzó a rondar por mi mente. Necesitaba consuelo, calma, paz... Y en aquel momento, solo una cosa me daría lo que quería. Las huellas de Yeongu todavía estaban frescas, plasmadas en la tierra, adentrándose en el bosque, alejándose de mí. Renovando esa cruel sensación de desamparo en mi interior... Afianzando sin saberlo mi decisión... Mis tambaleantes pasos se dirigieron, por inercia, justo en sentido contrario de aquel doloroso rastro: hacia el agua. Mi lugar seguro antes de Yeongu y el único que podría devolverme la quietud ahora que él ya no estaba... Mi amiga incondicional, mi hermosa y mojada aventurera... El escape que tanto necesitaba.
No recuerdo mucho después de que mi cuerpo se hundiera en el río. Solo que mis pulmones fueron inundandose de aquel líquido que, como imaginaba, fue mitigando mi dolor hasta volverlo casi nada. Y si eso hacía que lo olvidara, era bienvenido... Mas ojalá hubiese sido tan sencillo. Hasta mi último pensamiento tuvo como protagonista a Yeongu.
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