18

8.11 am

A pesar de tener ganas de gritar, reclamarle y, hasta de golpear a mi padre... no lo hice. Era mi padre después de todo, la persona que más admiraba en el mundo y aunque en aquel momento lo odiaba, decidí no tomarle en cuenta la gran estupidez que había dicho. Tenía la convicción de que pronto se le olvidaría. Era de esperar que como dueño de una gran empresa y caudales tan extensos, procurara por todos los medios posibles defender su fortuna y, un matrimonio arreglado, seguro pensaba que era la mejor opción, pero ya me encargaría yo de hacerle ver que estaba en un error... Mas no hoy.

Me limité a intentar comprender su punto. Me tranquilicé y no le di más importancia al asunto del que debía, porque una cosa era que mi padre se propusiera comprometerme contra mi voluntad y otra, muy distinta, que lo lograra. ¡Nadie podrá separarme de Yeongu!

—Que tengan un buen día —dijo el señor Kim cuando nos detuvimos frente a la empresa. Mis pensamientos no me habían dejado darme cuenta de que ya habíamos llegado.

Mi padre salió del auto sin decir palabra, para luego dar la vuelta y abrirme la puerta. El ambiente se sentía pesado. Tal vez hasta él mismo comenzaba a darse cuenta de la tontería que había propuesto y hasta querría retractarse, sin embargo, no lo hizo...

—Pa, ¿Taesung puede venir? —pregunté bajito, sin apenas atreverme a mirarlo.

—Puede..., pero se aburrirá. No tendrás mucho tiempo para atenderlo —respondió con cierto tono áspero y avanzó hacia la puerta de entrada del edificio.

—No te preocupes, Seoni —pidió mi amigo, haciéndome un guiño—, de todas formas quiero pasar tiempo con mis hermanos. Nos vemos más tarde, ¿sí? —concluyó esbozando una de sus hermosas sonrisas cuadradas y sin darme tiempo a despedirme como era debido, el señor Kim aceleró el auto y en pocos segundos, este se perdió de mi vista.

Me sentí impotente, triste, rabiosa. Tanto tiempo sin ver a mi amigo y ahora, simplemente no podía disfrutar de su compañía por el capricho de papá y mis estúpidas obligaciones con la empresa. Obligaciones que había prometido cumplir porque desde luego, nunca pensé que llegarían tan pronto.

Emprendí mi camino hacía la puerta principal de Moon-Kang, cabizbaja, arrastrando los pies, cuando un fornido brazo pasó por encima de mi hombro y se quedó muy a gusto allí. Miré hacia arriba, ¡muy arriba! y pude ver unos hermosos ojos risueños que me observaban con cariño. Un cariño extraño. Un cariño que definitivamente no estaba ahí anoche.

—¿Se puede saber qué rayos haces, Jihu? —inquirí, un tanto enojada.

Estaría mintiendo si dijera que me molestó su atrevimiento. En otro momento su contacto siquiera me hubiese importado, pero por su culpa, por su estúpida presencia en la empresa, mi padre me había quitado tiempo con mi Tae-Tae y eso no lo podía pasar por alto.

—Saludo a mi prima. ¿No puedo? —respondió sin borrar aquella sonrisa del todo, pero claramente un poco confundido por mi tono.

—Que yo sepa, en Corea no es bien visto tanto toqueteo —puntualicé y quité su brazo de mi hombro—. ¿Creíste que por no ser de «raza legítima», podrían gustarme esos excesos de confianza? —ironicé y sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso.

—¡N-no! L-lo l-lo siento, Seong... —tartamudeó y no puedo negar que por un instante me arrepentí de haberlo tratado tan brusco, pero la verdad es que no me agradaba mucho el contacto físico y era mejor dejarlo claro ya.

En toda mi vida solo había sido capaz de derretirme ante el tacto de alguien: Yeongu, pero de ahí en fuera, me costaba aceptar hasta las caricias de mis padres. ¿Y a Taesung...? Bueno, a él me aproximaba yo cuándo y cómo quería. Mi Tae-Tae estaba más que conforme con eso y nunca me reclamó nada.

—Me parece que malinterpretaste las cosas, Jihu —le dije cortante.

—Es que como anoche estuvimos tan... cercanos... yo... pensé que...

—Jihu —le iterrumpí de nuevo—, no quiero equivocaciones de ningún tipo. Te confieso que me caes bien y te aseguro que si mi padre no quisiera utilizarnos, si no tuviéramos que formar parte de este absurdo experimento de convivencia yo podría verte como amigo, pero... me niego a ser uno de los conejillos de indias del patriarcado Kang.

—Seong, yo tampoco estoy de acuerdo con hacer las cosas por obligación —acotó él con pesar en su mirada—, pero de verdad me agradas. Por favor no me apartes así, sin siquiera darme una oportunidad para conocerte, yo...

—¿Oportunidad? —repetí y me reí con sarcasmo, en su cara—. No tenemos que hacer esto Jihu. No tenemos que aceptarnos ni por obligación, ni por gusto. No tienes que sobrellevarme, ni intentar entenderme, ni mucho menos fingir que te importan mis aficiones o mis temores...

—Es que no finjo, Seong —me interrumpió él esta vez—. ¿Crees que todo lo de anoche fue fingido? ¡Soy un universitario ocupadísimo, por Dios! No tengo tiempo para tonterías. Un futuro empresario no actúa como un niño deseoso de ser aceptado. Si me interesé por ti es porque de verdad quería, no porque nuestras familias lo hubiesen estipulado así. —Su acalorado tono iba en aumento y parecía que estaba a punto de explotar.

—Jihu, espera, yo...

—¡No, espera tú! Pensé que tú más que nadie sabrías lo difícil que ha sido para mí encajar en esta familia disfuncional a la que solo le importa el dinero. Eras igual que yo, Seong, o al menos, eso creí. Y me gustó, me fascinó la idea de verte después de tanto tiempo y sentir que ambos crecimos y esa magnífica coneccion entre nosotros. No porque tuviéramos la misma sangre, porque aunque te duela, la verdad es que no somos absolutamente nada, pero esa mierda no me importó. Y pensé que te sentías igual, mas ya veo que me equivoqué. Lamento haberte importunado. Lamento haberme tomado atribuciones que no me correspondían... Sé reconocer cuando he cometido un error y no te voy a molestar más... Puedes estar tranquila.

Jihu se fue dejándome en medio de la acera sin siquiera poder reaccionar. Había sido tan directo, tan rápido, tan sincero, que desintegró mis argumentos en segundos. Tenía razón en todo, yo también había sentido aquella coneccion. Ambos habíamos pasado por situaciones similares: el rechazo, la poca confianza, la soledad. Sin embargo yo había tirado por la borda la posibilidad de contar con alguien que de verdad me entendiera, por mi estúpida fobia a que alguien más llegara a conocerme realmente...

Al parecer, no solo me había enojado por separarme de Taesung, sino que lo del compromiso arreglado sí me había desestabilizado. No encontraba otra explicación para mi patética reacción. Me había aterrado y, el pobre de Jihu, había pagado las concecuencias. Tenía que enmendar mi metedura de pata, él no se merecía que lo tratase así...

Entré a la empresa dispuesta a pisotear hasta mi orgullo con tal de ganarme su indulgencia. Extrañamente, no me molestaba el hecho de tener un amigo como él, de que se quedara a mi lado, de dejarlo entrar a mi burbuja... ¡Esperaba que aquel universitario con cuerpo de fisiculturista no fuera muy rencoroso!

                                 

     🎼🎼🎼

—He decidido que hasta que Seong pueda tomar las riendas como presidente de Moon-Kang, tú serás mi mano derecha. —Papá puso su mano en le hombro de Jihu y este me lanzó una mirada penetrante, casi cínica—. No existe nadie mejor en la familia, no confío en las habilidades de mi hermano para los negocios y mucho menos creo que, ninguno de los gemelos llegue a tener siquiera la mitad de tu inteligencia, Jihu. ¿Estás de acuerdo? —preguntó alzando su ceja.

—Me alagas, primo, pero no creo que a Seong le guste la idea. Tal vez... piense que le quiero quitar lo que «por derecho» le pertenece.

—¡Nada más lejos de la verdad! —casi chillé, esbozando una amplia sonrisa—. De hecho, pienso lo mismo que papá: eres muy capaz, responsable, y ya se comenta lo bueno que eres en marketing, así que prefiero que seas tú quien se quede al lado de papá mientras yo no esté —concluí deseosa de ver si mi nada sutil adulación, había surtido algún efecto.

—¿Mientras no estés? ¿Es que te vas a algún sitio? ¿¡A dónde!? ¿Por cuánto tiempo? ¿¡Y por qué!? —Su tono fue en aumento y la ingenuidad y la ternura con la que preguntó, delataron su verdadera naturaleza.

Papá y yo nos quedamos atónitos ante su reacción y cuando el universitario se dio cuenta de que su fachada de «Bad Boy» ofendido, estaba a punto de caer, sus mejillas se tiñeron de nuevo de un tierno rubor.

Aquella dulzura me causó la misma sensación que cuando te empalagas de tu postre favorito, pero te reusas a dejar de comerlo. Jihu no había desechado ese hermoso cariño que comenzaba a germinar por mí en su interior, solo intentaba ocultarlo porque era de esperar que, quería darme una buena lección en castigo por lo mal que lo había tratado... Desde luego le iba a permitir salirse con la suya. Lo que fuera por no perder su amistad.

—Cursaré la universidad en Japón... —informé—, pero cuando menos lo esperes, volveré para arrebatarte todo lo que es mío. ¡Ni creas que te lo haré fácil. —La comisura de mis labios se elevó triunfante cuando lo vi a él mordiéndose los suyos para evitar sonreir.

—Perfecto, primita. Aquí estaré para recibirte, pero te aseguro que voy a llevar esta empresa tan lejos... que te va a costar seguirme el ritmo —carcajeó egocéntrico, con su mirada de nuevo clavada en mí.

—Eso lo veremos.

—¡Me encanta que se lleven tan bien! —exclamó papá con verdadero entusiasmo—. ¿Una pizza para almorzar? —propuso y mi pobre corazón comenzó a bombear muy rápido. La sola idea de volver a ver a Yeongu siempre aceleraba todo mi interior al instante.

—¡Por supuesto! —coreamos mi primo y yo con máxima alegría, aunque de seguro, nadie imaginaba que mi felicidad tenía más que ver con el repartidor, que con la pizza.

Ok, enseguida le digo a la señorita Gu que haga el pedido.

Papá salió de la oficina dejándome a solas con mi primo. No entendí por qué decidió ir personalmente a «pedir pizzas», si podía haber llamado a su secretaria desde la comodidad de su buró, pero al reinar un silencio incómodo en aquel lugar... tuve una ligera idea: ¿Acaso papá intentaba que Jihu y yo nos acercaramos «más»? Jihu aclaró su garganta de una manera no muy sutil, llenando un poco el vacío que se había creado en la habitación y, yo me levanté de mi asiento para marcharme. La forma tan penetrante en la que me miraba, me hacía sentir rara, no de manera insoportable, pero sí rara... Muy rara.

—Seong, sobre lo de antes... yo... —comenzó a decir, ocacionado que frenara mi «huída»—. Solo voy a decirte que me heriste, Seong... y mucho, pero te perdonaré... —Su tono era pausado, elegante, con una tranquilidad que amansaría hasta la fiera más salvaje... Y me quedé a escucharlo. Quizás no fuera la mejor idea, pero sus palabras me hicieron recordar que quería ese perdón—. Sé que es difícil creer que me cueste abrirme a las personas o confiar en ellas cuando me porté tan impulsivo contigo hoy, pero... te juro que nunca antes había hecho algo así. —Se acercó a mí, sus pupilas de nuevo llenas de esa vehemencia que me desconcertaba—. Dame unos días, ¿sí? Esto se me olvidará pronto. —Tomó mi mentón con dos de sus largos dedos, evitando así que mi mirada se dirigiera a otro lugar que no fueran sus ojos y, entonces, pude ver un intenso y cautivador brillo posado en sus oscuros iris—. Prometo... que te perdonaré todo en esta vida, Seong. Hasta lo más horrible que puedas hacerme... prometo que te lo perdonaré.

Esa última frase junto a lo profundo de su mirada, hicieron que una sensación agobiante se incrustara en mi pecho. ¿Por qué dijo eso? ¿Por qué rayos me habló de esa manera tan intensa que hizo que me temblaran las piernas y mi garganta se secara?

Creo que a alguien le gusta alguien...

¿Qué? ¿¡A qué alguien le gusta alguien, grillo idiota!? ¡No bromees con esas cosas!

No estoy bromeando, Seong. Hay que ser ciego para no darse cuenta de que le gustas al Adonis asiático...

¡Pues no me importa! Yo no siento lo mismo y se lo pienso dejar muy claro. ¿Qué se ha creído? ¿Que puede venir a hablarme bonito, con palabras universitarias y elegantes, y que caeré rendida a sus pies? ¡Está demente! ¡A mí el único que me gusta es Yeongu! ¡Yeongu! ¡Y nadie más!

Pero nadie te está diciendo lo contrario. No sé por qué te pones así ni por qué gritas. Si tú estás segura de tus gustos nadie podrá hacerte tambalear... Ni siquiera un primo universitario, tonificado, y elegante como Jihu...

¡Pues eso...!

—Umm... Está bien —dije al fin y aproveché para apartarme de él.. y del calor sofocante que desprendía. ¡Estúpido primo!

Jihu sonrió con descaro y negó varias veces con la cabeza, mientras mordía su labio inferior de una manera sexy. ¡Que a mí no me llamó para nada la atención, por supuesto! Se paseó por toda la oficina con una lentitud agobiante, sin dejarme de mirar, hasta que se sentó de nuevo en la silla del CEO. ¡Controlate las hormonas, primo idiota! ¡Y quita esa cara de triunfo! ¡Pedante..., creído..., maleducado..., feo...!

Eso sí que no, Seong... Jihu podrá ser de todo, menos feo.

¡Si tanto te gusta quédatelo tú!

Ya quisiéra, pero desafortunadamente tengo que aceptar lo que elijas tú... Recuerdas que somos una sola persona, ¿no?

Sí. Y esta «sola persona» se queda con Min Yeongu... ¿Me escuchaste? ¡Siempre será Min Yeongu!

Pues Min Yeongu será... Para siempre.

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