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El día de la propuesta.
Domingo, 01 de agosto de 2010
7.00 pm
¡Diez días! ¡Han pasado diez días y nada de Yeongu. ¡Se esfumó de tierra o qué rayos le pasó!
No te quejes, tú también tienes su número. También podrías haber llamado.
¡Sí, ya sé! Ya sé que solo trato de echarle todas las culpas porque tengo miedo de ser yo la primera en llamar y que me lleve... ¿la peor desilusión de mi vida? Temo encontrarme con que el número no existe o incluso... que me responda otra chica.
Seong, ¿no crees que has visto muchas películas?
Tal vez, pero este miedo es crónico y parece no consolarse con nada... Soy así de sensible y tonta para algunas cosas...
—Princesa, mañana quiero que me acompañes a la oficina —habló papá sacándome de mis pensamientos y haciéndome percatar de su presencia en la sala.
Su tono había sonado despreocupado, pero a la vez, demandante, de los que se te meten por los oídos y te obligan a hacer lo que quieren sin poder objetar nada. Papá tenía ese poder de convencimiento, todos hacían lo que él «sutilmente» ordenaba. Mas debo confesar que después de que Yeongu había llegado a mi vida, había logrado desplazar la voz de mando a la que seguía enceguecida y, ahora era él, el único que podía hacer de mí lo que se le antojaba.
Papá aclaró su garanta después de tomar asiento en su amado butacon, al lado de la chimenea, y se dispuso a observarme con extraña pasividad.
—¿Para qué? —cuestioné con demasiada exigencia y por supuesto que su asombró ante mi agria interrogante, no se hizo esperar.
—¿Cómo que para qué? Las vacaciones se están terminando y no has decidido qué hacer. ¿Te parece poco? —Me encogí de hombros, realmente no entendía a dónde quería llegar—. El abuelo quiere que estudies empresariales y...
—¡Ah no, papá, por favor! —interrumpí en el acto, con creciente nerviosismo. Enseguida supe hacia donde iba con la absurda petición y lo odiaba—. Prometiste que podría escoger, que no tendría que hacer lo mismo que los gemelos. ¿No es suficiente con que ellos estudien esa estupidez? De todas formas ellos son los varones, los verdaderos herederos, los verdaderos Ka...
—¡No se te ocurra terminar esa frase, Seong! —Mi padre dio un fuerte golpe en el reposabrazo del butacón, mientras me lanzaba una de esas miradas que siempre lograban intimidarme: mezcla de decepción y cansancio—. ¡¿Cuántas veces debo decirte lo mismo?! —Su voz se iba elevando al tiempo que yo me sentía pequeñita y, solo atiné a bajar la cabeza ante el «sermón», que sabía se avecinaba—. ¡Tus primos no son mis hijos! Tú eres una verdadera Kang y eso no tiene discusión. ¡Eres la primogénita! y eso tu tío y tu abuelo lo saben bien. ¡Nadie puede ocupar mejor mi lugar en la empresa que tú, Seong!
—Pero yo no quiero, papá —me atreví a decir, a expensas de recibir un mayor regaño—. Yo no pedí esto y lo sabes. Solo quiero ser tu hija... La hija de Hanjung, no la heredera del presidente Kang. —Mientras hablaba, me levanté del sofá y me acerqué a él. Me arrodillé a su lado y lo miré directo a los ojos, con toda la confianza que había logrado labrar en las últimas semanas—. Te lo ruego, pa..., déjame hacer lo que me gusta... ¿Ni siquiera te interesa saber qué es?
Su suspiro profundo llenó el silencio que por un momento se había creado en aquel salón. Negó con la cabeza en repetidas ocaciones y terminó enterrando su rostro entre las palmas de sus manos.
—¿Y qué es? —dijo al fin, mostrando su resignación después de varios minutos.
Al parecer, quería de verdad hacer hasta lo imposible por comprenderme y solo Dios sabe cuánto agradecía que lo hiciera.
—Todavía... Todavía no lo sé —balbuceé al caer en cuenta que esperaba cualquier cosa menos su pregunta. ¡Y es que lo único que tenía claro querer en mi vida era Yeongu!, pero eso no podía decírselo a papá—. Mas te prometo que antes de que termine el mes, lo sabré. Lo juro, pa —aseguré en tono firme, convencida de no haber algo más fácil que elegir una carrera que me gustara. ¡Cualquier cosa mejor que el estúpido empresariales!—. Además, prácticamente acabo de empezar el instituto. Falta muchísimo para la universidad, ¿no entiendo por qué tanta presión?
—Porque la indecisión es lo que menos soporto en las personas y no me gustaría que mi hija fuera de esas que va por la vida cambiando de parecer cada vez que se despierta. Tienes hasta el treinta y uno de agosto, si no has encontrado algo que te guste para entonces, pienso inscribirte en la universidad en la que estudié. Es con diferencia, la mejor de todo Asia y...
—¡¿La universidad en la que estudiaste?! —grité levantándome de un salto—. ¡Pero eso es en Japón!
—Sí, ¿y qué tiene? Es muy buena y justo lo que quiero para mi hija.
—¡¡¡Papá, que es Japón!!! ¡Joder, que me quieres enviar a otro país!
—¿Y cuál es el drama, Seong? Los chicos de hoy en día matarían por la posibilidad que te estoy dando. Además, tú misma dijiste que encontrarás antes otra cosa que te guste. ¿A qué le temes entonces?
Por un momento su pregunta me pareció una trampa, pero después de interiorizarlo por varios segundos, me di cuenta de que en realidad, estaba montando un drama excesivo sin ninguna necesidad. Se trataba de no estudiar empresariales para no darle el gusto al abuelo, ¿no? Pues de nuevo: «cualquier cosa» serviría.
Eso no me gusta, Seong. A menudo los que escogen «cualquier cosa», no terminan nada bien.
¿Qué tonterías dices, grillo? No estamos hablando de salvar al mundo o algo por el estilo, sólo de escoger una estúpida carrera para estudiar. ¡No puede ser tan difícil!
¿Pero no tienes sueño, metas, algo que te anime?
Sí, Yeongu. Ya lo he dicho: solo me interesa y me anima él. Lo demás me da exactamente igual.
Siento decepcionarte, pero no hay nada como Yeongulogía ni Bioyeongu en la universidad.
¡Ay, cállate!
—Está bien, pa, lo creo justo —respondí al fin—. Si antes del treinta y uno de agosto no he encontrado algo que me apasione, te prometo que después que termine el instituto, me iré a Japón a estudiar empresariales... Aunque, pa..., no puedo prometerte que tomaré el mando de la empresa.
—Eso ya lo veremos.
Papá besó mi frente con demasiada seguridad y ambos nos veíamos bastante conformes. Él no iba a desistir y yo menos... ¡Éramos dos cabezas duras! Últimamente me importaba poco lo que dijera la genética, el árbol genealógico e incluso, hasta yo misma tiempo atrás, cada día me convencía más de que era hija de Kang Hanjung. Cada día me parecía más a él a pesar de mí misma. Y si él confiaba en que lograría enviarme a Japón, yo confiaba más en que no lo lograría...
Vaya par de locos que no saben lo que es dar su brazo a torcer.
El día de las sorpresas.
Lunes, 02 de agosto de 2010
7.05 am
La mañana llegó con su cantar de pájaros y su brisa veraniega entrando por mi ventana abierta, pero otra vez, sin Yeongu...
¡Dios, ¿hasta cuándo?! ¡No lo soporto más!
En un arranque, que después de diez días no podía considerarse «tan arranque», tomé mi móvil de la mesita de noche y busqué su número. Estaba dispuesta a llamarlo, «a rebajarme» y, según yo, a parecer una desesperada con tal de escuchar su voz. Ya nada me importaba, solo saber que estaba bien, ¡que estaba vivo, al menos! ¿Se acordaría de mí?
¡Joder, Seong, ni que tuviera Alzheimer!
Es que ya no sé ni qué pensar... ¡Me estoy volviendo loca, locaaaa!
Mi dedo se dirigió al botón de llamar y cerré los ojos como cuando te van a inyectar y piensas que no ver, hará que duela menos. Pero como si Dios hubiera escuchado mis plegarias, mi estridente tono de Rainism de Bi Rain, se escuchó en toda la habitación haciendome estremecer. Abrí los ojos y allí estaba aquel hermoso, casi glorioso, «My Glow».
Es imposible describir con simples palabras lo que sentí. Creo que realicé hasta un viaje astral en lo que me debatía entre si contestar o hacerle sufrir un poco lo que yo había sufrido por culpa de su silencio. Además intentaba disminuir, en vano, mi arritmia y mis temblores antes de tomar aquella llamada... ¡Pero ¿qué carajos?! ¿A quién quería engañar? Yo no era tan fuerte. ¡Qué importaba cómo sonara mi voz, si era él quien estaba al otro lado de la línea! Al fin descolgué y automáticamente escuché los hermosos acordes de su sencillo «Annyeong».
—Ho-hola —tartamudeé, sintiendo como la garganta se me iba quedando sin saliva y sin palabras.
—¡Hasta que al fin te escucho! Sí que eres una gata mala. —Escuchar su pequeña carcajada pícara a través del teléfono, hizo que mi vientre bajo se contrajera de manera indescriptible, provocando también otras nuevas sensaciones en mi cuerpo—. ¿No te quedó lo suficiente claro que habías ganado? ¿Por qué me haces sufrir así, Seong? Gracias a que me mantuve distraído con el trabajo, si no, creo que me hubiese muerto de tanto pensar en ti.
—Di-dijiste que mientras más preguntara, más... más retrasarías nuestro encuentro. Pensé que no llamarte... te haría apresurarte.
¡¡¡Eso!!! ¡Buena jugada! Quizás el tartamudeo lo haga poco convincente, pero no increíble.
—Pues... bien hecho, chiquilla.
—¡¿Bi-bien hecho?! ¿Po-por qué? —balbuceé, todavía un poco consternada.
—Ya lo veras. ¿Tienes planes para hoy?
—¡Claro que no! —grité y salté a la vez, en medio de la cama.
—Bien, pues encontrémonos. Ahora te mando la dirección y la hora... Y Seong..., te extrañé.
—¡Yo también!... Yo también te extrañe.
Después de que aquellas palabras se escurrieran de mis labios, sentí el tono de fin de llamada y solo pude suspirar hondo. Las mariposas de mi estómago ya habían crecido y al parecer, querían levantarme en peso y darme un paseo por las nubes... ¡Min Yeongu me había extrañado! ¡Min Yeongu casi se muere pensando en mí!... ¡Y yo tenía el poder de hacerlo sufrir!
Decir que estaba nerviosa sería muy poco, pero no tengo otra palabra para describir aquella sensación. No sabía siquiera por qué estaba tan inquieta, como siempre, él no me dió más pistas... A los pocos minutos llegó el mensaje con la dirección y la hora y, asentí embobada como si él estuviera mirándome. Me di un baño rápido, me puse una camiseta y unos shorts, algo normal para un lunes en la mañana. La verdad, no quise centrarme mucho en la apariencia, lo que quería era verlo lo antes posible.
7.40 am
Bajé las escaleras, con mi acostumbrada carrera, mas la voz que más respetaba en el mundo, antes de que Yeongu apareciera en mi vida, me frenó.
—¿No irás en esas fachas a la oficina?
¡Mierda, la oficina! Ya sabía yo que algo se me olvidaba. ¡Joder, cómo se me pudo pasar! Bueno, no importa, esto me costará un buen castigo, de eso estoy más que segura, pero soy capaz de aguantar cualquier cosa por ir con Yeongu.
—Ay, pa —gemí y chasquié la lengua mientras golpeaba con fuerza mi cabeza y desordenaba impaciente mi cabello—. Por fa, dejemoslo para otro día, ¿sí? —supliqué desesperada, al ver que los segundos en mi reloj pasaban a la velocidad de la luz—. Te prometo que no volveré a apalzarlo, pero deja que no vaya esta vez... Solo esta vez, pa.
—Umh... Lo siento, Seong, pero soy un hombre de negocios —susurró padre en un tono divertido, casi irónico, al tiempo que se sentaba en su butacón—. No creo en promesas vacías. Así que tendrás que ofrecerme... algo bien jugoso para dejarte escapar hoy.
Entonces, se me ocurrió lo más estúpido de mi vida. Tomé todas mis convicciones, todas mis metas, que sí que tenía, aunque eran frívolas y carecían de sentido, pero eran mías, y las arrojé por la borda por culpa de Yeongu. O a quién quiero engañar, ¡por mi culpa! Nadie me obligó a renunciar a mi afán de ser diferente, a perder mi tan bien forjado escudo, ni a rendirme ante los estatutos y el poder patriarcal de los Kang... Yo solita terminé cediendo.
—¡Seré tu sucesora! —aseguré, con un nudo en la garganta—. No solo estudiaré empresariales sino que también... tomaré el mando de la compañía cuando tú lo quieras.
—¿Estás segura? —preguntó después de observarme por unos minutos.
—Completamente.
—Puedes irte.
Y me fui. Así éramos los Kang. No hicieron falta más palabras. Siquiera peguntó a dónde iba porque lo que había recibido a cambio, le era más que suficiente. El contrato estaba sellado y llegado el momento, mi padre lo haría valer... ¿Me arrepentiría? ¡Claro que sí!, pero yo me lo busqué... Sin perder más tiempo salí corriendo. Sabía más o menos donde era el lugar de la cita y estaba lejos, pero no quería que el señor Kim me llevara. A pesar de nuestro trato, no quería darle más información de la que ya tenía en mi contra. Al llegar, me sentí bastante extraña, aquello parecía un granero abandonado a orillas del río. Bastante abandonado, pues en Corea no se utilizaban locales así desde hacia cientos de años...
«¿También cantará aquí?», me pregunté mirando a todos lados y hubiera seguido en mis tontos pensamientos si una blanca mano no hubiera rodeado mi cintura desde atrás y un exquisito aliento con olor a mandarinas, no hubiera invadido mi sensible olfato. Yeongu reclinó su barbilla sobre mi hombro derecho y me abrazó más fuerte, haciendo que mi espalda y su pecho se frotaran, necesitados del calor del otro.
—¿Ya te dije que te extrañé? —indagó tras unos segundos.
—Ujum.
¡Bien! Interjecciones y monosílabos, con eso podrás sobrellevar los primeros minutos de tu mutismo involuntario.
—Ah, ya veo. Seguro estas pensando en por qué rayos te cité en un lugar como este, ¿cierto? —Sus labios se depositaron con ternura sobre mi mejilla y luego tomó mi mano para conducirme a la entrada de aquellas «cuatro paredes y un techo», si es que se podían llamar así—. ¿No dicen que la belleza se lleva por dentro?
Yeongu abrió la puerta deteriorada por el tiempo y, ¡valla que tenía razón! Mis ojos fueron obsequiados con la mejor de las vistas. Las paredes estaban forradas con cortinas oscuras y las velas aromáticas ya inundaban el aire. Pétalos de rosas marcaban el camino hasta un colchón de paja, decorado con esponjas, cojines y sábanas de satén negro. Un instrumental que juraría era It Must Have Been Love, de Roxette, deleitó mis oídos y, miré a Yeongu para regalarle la más expresiva de mis sonrisas y al menos así, demostrarle de alguna manera lo mucho que me había encantado cada detalle. Ahora sí me era imposible hablar, me había quedado peor que Ariel cuando Úrsula le robó la voz y no tenía ni idea de dónde estaba el estúpido caracolito para recuperarla. En vista de mi expresión, que estoy segura parecía más la del Joker enojado, que la de una adolescente agradecida, Yeongu me dio un leve tirón hacia dentro y cerró la puerta detras de mí. Acarició mi rostro con una ternura inigualable y pasó su pulgar por mis labios, como pidiendo permiso para avanzar...
—¿Seong..., me harías el honor de ser tu primer hombre?
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