10
8.00 pm
Cuando por fin caminó hacia mí, sequé las lágrimas que habían logrado escapar de mis pupilas. No podía, ni quería explicarle todo lo que estaba pensando en aquel momento y decidí hacer por segunda vez lo que me había pedido: no preocuparme... Después de Yeongu, otro chico había subido al escenario y aproveché para fingir que continuaba viendo el espectáculo. Parecía cantar el mismo género, aunque se escuchaba mucho más suave y melódico.
—¿A qué hora debes volver a tu torre, Rapunzel?
Yeongu me abrió las piernas con un sutil movimiento y se colocó rápido entre ellas, cuidando que el corto vestido no dejara ver más de lo debido. No supe en qué momento había llegado a mi lado. Estaba tan ensimismada en mis absurdas inquietudes que me perdí ese detalle. Con su brazo izquierdo rodeó mi cintura y me atrajo hacia él, mientras que con su mano derecha hacía un pequeño ademán para llamar al Barman y yo ganaba tiempo para recordar como emitir sonido...
—E-e-es a las diez. —Pude al fin decir después de tragar duro unas cuantas veces. Sentirlo tan cerca de mí, evocó las escenas de aquella noche en mi habitación—. U-un poco antes si es posible. Estoy trabajando en eso de la confianza con mis padres.
—Ah, ok. —Sonrió ante mi explicación que, quizás no entendió muy bien, pero que acató sin chistar—. Todavía tenemos algo de tiempo. ¿Qué vas a beber? —preguntó, pero dirigió la vista al hombre tras la barra.
—No bebo.
—¡¿Ni agua?! —chilló confuso y él y el cantinero, rieron a carcajadas.
Me sentí una idiota. Claro que sabía que tomar mis palabras tan literal, era solo parte de una broma tonta, pero odiaba que se rieran de mí por el motivo que fuera. Y tenía tanta rabia acumulada desde que no me atreví a reclamarle lo del concurso que lo alejaría de mí, que no lo pensé dos veces para demostrar mi amplio conocimiento en «el arte del beber».
—¡Un escocés doble a la roca! —ordené con seguridad, mirando al bartender que no pudo evitar su asombró ante mi pedido.
—Tienes muy buen gusto, niña —articuló entre carcajadas—. ¿Cómo es que andas entonces con este perdedor? —Señaló a Yeongu con un ademán despectivo.
—Prefiero eso que aguantar malos tratos de clientes ebrios detrás de una barra, solo por un par de monedas —manifesté con rapidez y mi desafiante ceja arqueada.
—¡Vaya, vaya Glow!, acabas de encontrar a tu alma gemela. Quién iba a decir que lo que parecía una distinguida señorita de sociedad, resultaría ser una gata callejera —ironizó el tipo, al tiempo que sacaba un par de botellas de debajo de la barra y las vertía de a poco en dos vasos, sin dejar de sonreír—. Pero me temo que ninguno tiene edad para beber alcohol, así que si quieres Wishky, chiquilla, solo puedo prepararte un Old Fashioned muy suavecito. No quiero problemas con tu padre...
—¡¿Conoce a mi padre?! —pregunté confusa y actoseguido me percaté de lo tonto que había sonado.
¿Quién no conocía a Kang Hanjung en Daegu? Más de un tercio de la ciudad era literalmente de su patrimonio y una veintena de generaciónes, desde la era de Joseon hasta la actualidad, se habían esmerado en embellecer y hacer prosperar la metrópoli. Por lo que era difícil creer que existiera alguien que no nos hubiese visto al menos, una vez, aunque fuera en los periódicos. Solo Yeongu vivía tan metido en su propio mundo que no tenía ni idea de quién era yo, ni mi familia... ¡Y eso me encantaba!, pero no dejaba de ser extraño.
—Por supuesto, ¿quién no conoce al dueño del grupo Moon-Kang y a su heredera? —acotó, confirmando mi sospecha e hice una mueca escéptica, pero Yeongu ni se dio por aludido y el tipo continuó hablando—: Y por lo de antes, espero que no te sientas ofendida, era solo una broma. Quizás en otro sitio no se aprecie a este talentazo, pero por aquí, todos amamos al gatito —concluyó, guiñándole un ojo al mencionado y ofreciéndole los dos vasos con el cóctel.
Después se retiró y a pesar de su disculpa y, de querer deshacerme de mi indignación para no malgastar mi tiempo con mi novio de esa manera, me fue imposible.
—¿Cómo puedes permitir que te hable así? —exploté tras no meditarlo mucho, la verdad.
—Fue solo una broma, Seong —susurró en tono despreocupado, mientras tomaba uno de los vasos y observaba pensativo su contenido—. En serio, no te preocupes, todos me soportan bastante por aquí. —Con un puchero le arrebaté el vaso de las manos, provocando su acostumbrada y graciosa mueca de decepción—. ¿No estás muy chica para beber Wishky?
—¿Por qué no pensaste lo mismo cuando te metiste a mi habitación? —cuestioné, al tiempo que apreciaba un poco, de la manera más sensual que pude,
el aroma inconfundible de la malta fermentada.
Ahora no me quejaba de las diecisiete mil veces que mamá me obligó a acompañarla a ver Casa Blanca. No cabía duda de que Ingrid Bergman era la mejor cuando se trataba de convertir la cosa más cotidiana, en sexy... Y yo, la mejor alumna...
—Touché —expresó mi novio, con fingido descontento.
Luego chocó su vaso contra el mío y ambos bebimos. Él, un pequeño trago, yo, casi medio vaso sin chistar y provocando una expresión de asombro en su rostro. Que una chica de diesiseis años pudiera beber así de una de las bebidas más fuertes de la tierra, desde luego, era motivo de asombro y no solo en Corea. Aunque el cantinero había dicho la verdad y de alcohol, aquello tenía solo un suspiro.
¡Pero claro que no era mi primera vez! En una familia donde predominan los «machos alfas insencibles» tenía que aguantar, al menos, un buen trago de whisky si quería ganarme alguno de los cheques en blanco que acostumbra a regalar el abuelo en las festividades. El alcohol no me gustaba para nada, pero desde mis once años la rivalidad con mis primos para ver quién soportaba más copas, tenía lugar en cada evento familiar, y yo, siempre salía vencedora. Mi padre estaba orgulloso de eso, pero mi madre por supuesto, nunca lo dejaba presumir de ello...
—Sé que dije que aguantaría, pero me lo estás poniendo realmente difícil —gimió con aquel tono ronco, que me volvía mucho más loca de lo que ya estaba por él.
Al parecer, mi sensual movimiento rendía sus frutos...
—¿Y hasta cuándo piensas aguantarte? —indagué mirándolo con firmeza a los ojos—. Te recuerdo que es algo que decidiste tú solo. Si por mí fuera, ya habríamos avanzado hasta la meta.
Apreté mis muslos contra sus piernas y relamí mis labios con demasiada sensualidad, toda la que me permitió el valor que me acababa de regalar con aquella mini dosis de alcohol. Aunque de verdad, no sé hasta qué punto debía culpar al poco etanol que aquella bebida contenía, o simplemente aceptar que Yeongu, me incitaba a hacer cosas que jamás creí que haría.
—¿Qué quieres, una fecha límite? —rio consternado—. ¿Como cuando entregamos los deberes en la escuela?
—Si así fuera... —musité acariciando su pecho, muy sutil, sin embargo, pareció exitarlo bastante—, ¿podría castigarte por entregarlos tarde?
—¡Seong! —jadeó y apretó con fuerza mi cintura, como si eso ayudara a contener su deseo—. ¿Por qué crees que no he vuelto a colarme en tu habitación? —Se acercó a mi oído y los latidos de mi corazón se incrementaron—. No juegues con fuego, no tienes idea de lo que me costó controlarme esa noche.
—Y tú no tienes idea de lo que te he extrañado.
—Claro que la tengo, yo también te he extrañado... Muchísimo, pero no podemos...
—No lo digas. Ya sé que no vas a ceder y es un poco vergonzoso escucharlo de nuevo. No quiero seguir incomodandote con mi insistencia.
¡¿Cómo podía tener tanto autocontrol, por Dios?!
—Te equivocas... —aseguró, ganándose toda mi atención—. Lo he pensado mucho y no hay nada que desee más.
¡¿What?!
¡Oh, yeah, baby. A eso me refería!
Su lengua irrumpió hasta mi tímpano y un escalofrío recorrió desde mi espalda baja, hasta mi nuca y de nuevo descendió. Luego remató con un sutil beso en mi cuello y un torrente de sensaciones se peleaban por aflorar en mi piel. Sí, él sabía llevarme de lo sublime a lo profundo en una sola milésima de segundo y yo, no encontraba la cordura por ningún lado.
—Entonces... ¿cuándo será el día? —reiteré, por si no le había quedado clarísimo que estaba desesperada porque me arrebatara «la inocencia» lo antes posible.
—Pronto. —Sonrió—. Pero... quiero sorprenderte... y para eso necesito resolver algunas cosas antes.
—¿Cosas? ¿Qué cosas?
—Pues... algo de tiempo, un buen lugar, un mínimo de comodidades que... ¡Ey, buen intento, chiquilla! —Su expresión cambió y pude ver un atisbo de picardía en ella—. Le quitas la magia, ¡por Dios! —Volvió a sonreir y tomó mi mano—. A partir de ahora mientras más preguntes, más lo retrasaré. —Su mirada maliciosa encendió en mí, un botón que había olvidado que tenía: la competitividad.
—¡Oh no, Min Yeongu!, no creo que quieras retarme. Suelo ser demasiado obstinada cuando de ganar se trata —aseguré, sintiéndome ya vencedora de cualquier juego que se le ocurriera, incluido, el de quién aguantaría más las ganas.
—¡¿Ah, sí?!
Su tono me hizo verme en él... ¿O era a él a quién veía en mí? Lo cierto es que cada vez nos parecíamos más y me convencía de que era el indicado. Alguien dijo que polos opuestos se atraen, pero no sé en qué rayos estaba pensando porque la verdad es que mientras más iguales son las almas, más posibilidades tienen de ser la una para la otra.
Yeongu deslizó ambas manos hasta el comienzo de mi trasero y me atrajo hacia él, pegando nuestros cuerpos en un movimiento enérgico y muy sexy. Lo complementó con su lengua relamiendo sus labios y aquella mirada que siempre causaba en mí, una especie de merengue absoluto. Claro que iba a besarme, pero yo sabía que eso era mi talón de Aquíles y no estaba dispuesta a permitirle ninguna clase de ventaja. En cambio, mi novio no tenía ni idea de con quién se estaba metiendo. Volteé mi rostro para impedirselo y aproveché para susurrarle.
—Mi turno.
Tanteé el borde de su cinturón, sumergí mi mano en sus pantalones y cuando creía que iba a tocar ciertas partes íntimas que ya se hacían notar con sus palpitaciones intermitentes, saqué su camisa y metí mi garra de gatita traviesa por debajo de ella. Comencé a subir lentamente, simulando un caminar con mis juguetones dedos por su abdomen. Llegue a su pesón y lo acaricié mientras me paraba de la banqueta y recorría con mi lengua desde su mentón hasta su clavícula. Cuando introduje mi otra mano en sus pantalones, pude persivir como su piel se erizó completa y sus manos pellizcaron la base de mis caderas...
—¡Está bien, está bien! Tú ganas —jadeó sofocado en mi oído y me aparté con una falsa mirada ingenua—. Me traes loco, chiquilla —pudo decir al fin con su respiración entrecortada—. Quiero que te quede bien claro que la próxima vez no habrá nada que me detenga. ¿Contenta?
—Eso espero. —Sonreí y «guardé» a la gata mala para después besar sus labios con una dosis de ternura que sin dudas, no se esperaba—. Y bien, ¿qué hacemos ahora? —cuestioné después de observar la hora en mi reloj de pulsera—. Son pasadas las nueve, no me queda mucho tiempo.
—Ah, cierto, quieres llegar a casa antes de la hora acordada. Ganar puntos por «buen comportamiento», supongo. Quién lo diría, ¡la niña buena!, pero conmigo mira lo mala que eres —ironizó tomándome entre sus brazos para darme también un corto beso—. ¿Tienes móvil? —preguntó cuando se apartó para darse actoseguido un pequeño golpe en la frente—. ¡Dios, qué clase de preguntas hago! Claro que tienes. ¿Me lo prestas? A menos que quieras practicar las señales de humo, porque eso haré para comunicarme contigo si se nos vuelve a olvidar intercambiar números.
Se lo di sin parar de reir por su actitud tan tierna y torpe a la vez. ¡Se veía tan lindo! ¿Estaba nervioso acaso? Sin embargo eso no le impidió ser razonable y obtener la información necesaria para seguirse comunicando con su novia como Dios manda. Yo en cambio, hubiese vuelto a casa sin saber siquiera cuándo volvería a verlo y rogando al cielo por un milagro. Ya sabemos quién será el detallista y de buena memoria en esta relación. Segundos después anotó lo que supuse, era su número y, realizó una llamada. Cuando el tono sonó, sacó su móvil del bolsillo trasero de su pantalón, colgó y procedió a agendarlo. Cuando hubo terminado volvió a llamar del mío y me enseñó la pantalla de su móvil. «My Song», decía y casi se me hacen agua los ojos por aquella sencillez...
—Ahora te toca a ti...
Me entregó mi móvil y esperó con sus ojitos muy abiertos e impacientes. Yo escribí rápido, por impulso, pero con la seguridad de que ningún otro nombre describiría mejor lo que había venido a ser Min Yeongu a mi vida: brillo... ¡Un brillo cegador y hermoso!
—Ya está, llámame.
Lo hizo sin demora y fue fácil adivinar sus sentimientos cuando vió en la pantalla de mi móvil «My Glow». Al contrario de lo que seguro todos pensaban, Yeongu era bastante expresivo, pero poco comprendido, como yo. A personas como nosotros nos era difícil expresarnos de la manera convencional. Por fortuna, él había aprendido a hacerlo a través de su música y yo, creo que estoy empezado a interpretarlo a pesar de que ni siquiera sé como interpretarme a mí misma.
Por un buen rato no emitió sonido, en cambio, me abrazó con fuerza y besó mi frente varias veces. Y nos quedamos así, sin preocuparnos por el espacio ni el tiempo, sin palabras o acciones innecesarias, sin nada que nos impidiera disfrutar de nosotros en nuestro estado más puro... Y fue hermoso.
Después de varios minutos, no sé bien cuántos, tomó mi mano para conducirme a la salida y antes de entrar en el auto, me besó nuevamente. Esta vez tan intenso, que todo en mi interior revoloteó alocado. Siento que he repetido esto muchas veces, pero es necesario para recordarme cómo Min Yeongu se ha convertido en mi todo... Porque si bien los primeros días no me había quedado claro, a partir de este momento mi vida comenzó a depender única y exclusivamente de él. Yeongu se encargó de regular mis signos vitales: mi temperatura corporal, mi frecuencia cardíaca, mi respiración, mi presión sanguínea, variaban a su antojo y no sé si algún día podré deshacerme de ese efecto.
Volví a casa con una felicidad desbordante, convencida de que quedaba cada vez menos para ser suya. Nada me importaba más. Para mí, la virginidad estaba sobrevalorada. Ni el lugar, ni el momento, me eran significativos, lo importante era que fuera él...
El día de de la decisión
Domingo, 25 de julio de 2010
10.00 pm
Han pasado tres días desde nuestra «primera cita» y Yeongu no ha dado señales de vida. La preocupación me está matando, pero no sé si llamarlo, mandarle un mensaje o simplemente, esperar con paciencia a que resuelva las «cosas» que necesita. ¿Llamarlo me haría quedar como una intensa? O por el contrario, ¿no llamarlo me haría parecer una insensible despreocupada?
¡Aish!, ¿por qué todo tiene que ser tan difícil en esta vida?
Pero no es evidente que quiere que des el siguiente paso, niña.
¿Evidente? Lo único evidente en Yeongu es su terquedad... Por desgracia, somos muy parecidos y sé que los dias continuarán pasando sin que ninguno se anime a tomar una decisión.
Entonces..., ¿se acaba aquí?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top