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El día del accidente.
                           
                   Viernes, 2 de julio de 2010


                                                     7.29 am

—¡¿Otra vez por esta zona, Seong?! —Escuché detrás de mí con aquella voz espeluznante que siempre lograba intimidarme a pesar de no ser de las que se asustan con facilidad...

—¿Otra vez por esta zona, oficial Choi? —tartamudeé dándome la vuelta, intentando ocultar el cigarrillo y fingiendo una sonrisa que borré al instante, cuando su mano abrió con fuerza la mía.

—Creeme, si cierta niña que debería estar a estas horas en el instituto, no viniera aquí a intentar fumar cada día, yo no tuviera que andar por esta zona —espetó con su acostumbrada mirada fría al tiempo que agitaba el cigarrillo a la altura de mis ojos, para después arrojarlo a la basura.

—¡Ahorrémonos el discurso! Yo digo que no lo haré más, usted finge creerme, y el lunes nos encontramos aquí de nuevo. ¿Me puedo ir?

Soltó un bufido de impotencia y negó con la cabeza. Sabía que mi insolencia lo exasperaba, pero también, que no se atrevería a hacer nada más. Cada día era lo mismo. La verdad, no sé por qué no le había ido ya con el cuento a papá. Tal vez, pensaba que era una de esas riquillas manipuladoras que se hacía la víctima y era capaz de acusarlo de acoso o algo por el estilo... Creo que hasta ahí no llega mi locura, pero no pienso sacarlo de su error. Prefiero que siga creyendo que soy una niña mimada e inescrupulosa, a que le vaya con el cuento del cigarrillo a mi padre.

Tomé mi mochila del suelo y me marché arrastrando los pies. Quizás, ya va siendo hora de buscarme otro lugar para «fumar». ¿Pero dónde? ¡No hay dónde esconderme! Aunque Daegu es bastante grande, me atrevería a asegurar que todos conocen a la nieta mayor del «gran Kang». Al menos, las familias más importantes, que son muchas y entre ellos, generaciones y generaciones de Chois que han luchado por el bienestar y la serenidad de la ciudad.

—¡Ja, imbéciles! —grité mientras me quitaba los zapatos y metía los pies en el agua.

¡Ah, el agua! Mi escape de la realidad, mi lugar seguro, mi hermosa fluidez cuando me siento completamente estancada. ¡Claro, ahora recuerdo! Era por eso que iba allí desde el principio y no para fumarme el estúpido cigarrillo. Había olvidado lo que me gustaba sentarme a la orilla del río y la paz que siempre conseguía cuando lo hacía. ¡No necesitaba aprender a fumar para desestresarme! Me calmaba mucho más estar allí. Por eso me metí en el río, hasta las rodillas; y disfruté del suave masaje que el agua le daba a mi piel.

En aquel silencio tan especial recordé que traía el libro que el profesor de ética me había recomendado la semana pasada. El viejo arisco, de unos ciento cincuenta años, tenía un gusto literario exquisito y sabía que yo era la única de la clase que lo atendía, así que siempre me miraba fijo cuando sugería alguna obra; y yo corría a la biblioteca a buscarla. Me senté en la piedra de siempre, con mi latita de refresco de siempre y obtendría la misma falta a clases de siempre. Bueno, de siempre, en la última semana. Pronto comenzarán las vacaciones de verano y los profesores no están haciendo mucho hincapié en la asistencia. El oficial también tiene merito en mis faltas a clase. Si se hubiese volteado a verme marchar, se hubiese dado cuenta de que no iba al instituto, sino justo en sentido contrario, trescientos metros río abajo para ser exactos.

—¡Ay no, la señora Park me va a matar! ¿Dónde te metiste libro infernal? —grité mientras buscaba con desespero dentro de mi mochila—. ¡Esto no me puede estar pasando! Esa vieja da más miedo que toda una legión de demonios. Creo que recibiría el premio Nobel a la mejor bibliotecaria si eso existiera. ¡Adiós, mundo cruel! Prefiero morir ahogada que a manos de esa bruja. ¡Oh, Dios!, ¿qué hice para morir sin siquiera disfrutar de mis perfectos, execivamente caros, y lujosos regalos de cumpleaños?

—Pts, ¡oye!

El despectivo llamado me sacó de mi exagerada escena dramática, a la que por supuesto, no esperaba asistiera público alguno... Pero ahí estaba él. Era un típico chico coreano, demasiado típico diría yo, o tal vez, ¿demasiado coreano? ¡Tanto que me dio escalofríos! Vestía una sosa, aunque agradable, combinación de camiseta blanca y pantalón negro y agitaba su mano derecha en la cual pude divisar de inmediato el libro extraviado. Sin pensarlo dos veces salté como loca de la piedra y me abalancé sobre aquel desconocido. Todavía no puedo entender por qué hice tal estupidez. No tenía motivos para reclamarle nada. ¿En serio creía que se había robado un simple libro, o qué? Y si hubiese sido así, ¿no intentaba el pobre chico devolvermelo? Sin embargo, ahí estaba yo, dándole puñetazos en el pecho y gritándole hasta del mal que iba a morir.

—¡¿Estás loca, chiquilla tonta?! —grito con voz ronca y me agarró fuerte las muñecas, logrando inmovilizarme.

—No puedo ser loca y tonta a la vez, no hay casos documentados —intenté gritar más alto, con una lógica inventada y ridícula que no engañaría ni al más analfabeto.

—Pues tú serás la primera —afirmó con descaro y me soltó de manera brusca, empujandome a su vez y haciéndome caer al suelo.

Todo sucedió muy rápido y confuso. Aquel chico se alejó tembloroso sin dejar de mirar la sangre que comenzó a salir de algún punto en mi cabeza. Entré en pánico. Ni siquiera sé con qué me golpeé, solo que no podía respirar bien y mi cuerpo experimentaba una extraña rigidez. En segundos mi corta vida pasó delante de mis ojos. Como en las películas, sí. Pensé que moriría allí, mas eso no me asustó tanto como creer que lo haría sola. No puedo negar que quería culpar a aquel chico por abandonarme, mas mientras mis ojos se iban cerrando por el cansancio y la debilidad que me provocó la pérdida de sangre, entendí que cualquiera en su situación hubiese hecho lo mismo: huir horrorizado.
                              

                                
                            

                          🎼🎼🎼

—¿Cómo está mi hija, doctor? ¿Es grave? ¿Quién le hizo esto? ¿Quién la trajo? ¡Hable, por favor!

A los gritos de mi padre mis ojos se abrieron de golpe. Podía imaginármelo sacudiendo al doctor en medio del pasillo y a mi madre intentando apartarlos.

—Cálmese, por favor, señor Kang —se escuchó otra voz masculina, pero serena, a través de la puerta entreabierta de mi habitación de hospital y supuse que era el mencionado doctor—. La niña ya está bien. La herida no era profunda y aunque la hemorragia fue grande, afortunadamente la trajeron a tiempo. Suturamos lo más rápido que pudimos y no tendrá mayores complicaciones.

Logré incorporarme un poco en la camilla y mi primer impulso fue tocarme la cabeza, pero una enfermera me lo impidió.

—En lugar de estar escandalizando debería darle las gracias al muchacho y dejarlo pasar a verla —prosiguió el doctor—. El pobre está en shock y lo único que pregunta es si ya ella está bien.

¡Oh, el chico regresó a ayudarme! Gracias a Dios o otra hubiese sido la historia. Sé que no hay mucho tránsito de personas por ese lado del bosque y podrían haber pasado horas antes de que alguien me encontrara. Ya hubiese estado desangrada para entonces, así que supongo que le debo la vida a ese típico chico coreano. Vida que no hubiese estado en peligro si él no me hubiese empujado, o si yo no me hubiese abalanzado como loca sobre él en primer lugar..., pero eso es otra historia.

Centrémonos en el efecto, no en la causa.

—¡¿Él fue quién la trajo?! ¿Él fue quien le hizo esto? —volvió a indagar papá, entre gritos, ocacionandome un fuerte dolor en el área del cerebro.

Sentí sus pasos atropellados y podría jurar que se dirigió directo al chico de cabello negro y ojos oscuros. Temía que cometiera una locura. Kang Hanjung era un hombre elegante y ético, pero cuando alguien a su parecer, se atrevía a meterse con alguna de «sus princesas», como nos llamaba a mi madre y a mí, le salía su lado salvaje. Siempre lo creí sobreactuado, podía entender que no escuchara razones cuando de su esposa se trataba, pero, ¿por qué tanto empeño para defenderme a mí, una simple huérfana?... Segundos después el escándalo me confirmó que en efecto, se había ensañado con el pobre chico. Ahora sí que al muchacho no le quedarían ganas de ayudar a nadie más. Si se hubiese imaginado todo el caos que le sobrevendría después, seguro me hubiese dejado morir a la orilla del río... Y pensar que solo intentaba devolverme un estúpido libro, que perdí de la manera más estúpida y que por cierto, ¿donde habrá quedado?

                                

                                

                          🎼🎼🎼

Según las enfermeras, tuvieron que sedarme de nuevo pues las discusiones y los gritos de fuera me habían disparado el ritmo cardíaco. No sé cuánto tiempo pasó hasta que un bullicio insoportable me despertó otra vez.

¡¿Qué rayos pasaba ahora?!

Vi siluetas agolpandose en la puerta y las voces que escuché me provocaron asco en lugar de taquicardia. La familia Kang completa desbordaba el tercer piso del Dongsan Hospital con su acostumbrada actuación hipócrita digna de un Oscar. Mi abuelo repitiendo una y mil veces el mismo dicho: «Cría cuervos...». Aunque no tuviera ni mierda que ver siempre lo decía. Mi tío y su esposa, los verdaderos cuervos, proponiendo que me llevasen ante un Mudang cuanto antes, para que me «limpiara la mala suerte». Y mi padre, bueno, mi padre intentando «limpiar mi buen nombre», luchando solo contra todos ellos.

En momentos como estos mi madre ni se sentía. Yuri era un ángel, pero uno al que le habían cortado la lengua, al menos, para defenderme a mí. Era exactamente lo opuesto a Hanjung y aunque yo era la menos indicada para juzgarla, no podía entender por qué uno se esforzaba tanto por ser un padre ejemplar, y la otra no. Aún así, era la única madre que tenía y me alegré cuando al fin la vi entrar.

—Mi pequeña, que susto nos has dado. ¿Qué se supone que estabas haciendo? —susurró acercándose y sentándose a mi lado en la camilla.

Mamá hablaba pausado, midiendo sus palabras y yo no entendía por qué estaba siendo tan execivamente cuidadosa con lo que decía. Hizo una seña a la enfermera y esta nos dejó solas, no sin antes comprobar mi temperatura y que el suero que tenía puesto funcionara bien.

—¿De qué hablas, ma? —indagué confusa y ella frunció el ceño.

—Pues... ya sabes, amor. Tú... con ese chico... a la orilla del río. No quiero ni pensar en lo que te pudo haber hecho. No sabes a lo que se dedica esa gente y...

—¡¿Qué?!... ¡No! —interrumpí sin poder creer lo que estaba escuchando—. ¡Él no me hizo nada! ¿Qué es lo que estas pensando, mamá?

—Seong, cálmate, no puedes...

—¡No!, ¿dónde está el chico, mamá? —grité con desesperación haciendo caso omiso a la punsada que martillaba mis sienes—. Yo me tropecé sola, él me salvó, te lo juro... ¡¿Qué le hicieron?!

Intenté levantarme pero el dolor arreció con cada movimiento, dejándome impotente.

—¡No empieces, Seong, hemos tenido bastante por hoy! —soltó mi madre con desdén y por primera vez, vi cierto cansancio en su mirada.

Estaba cansada..., ¿pero de qué? ¿De la situación o de mí? Siendo sincera lo segundo siempre ha sido mi mayor temor. Sé que soy insoportable y todos terminarán cansandose de mí en algún momento, pero no quería que fuera tan pronto.

—Tienes razón, hemos tenido bastante —balbuceé—. Ese chico también y sé que nadie le dio la oportunidad de explicarse...

—Claro que se le dio —me interrumpió—, pero ha sellado sus labios como si solo tú tuvieras la llave.

—¡Porque sabe que nadie le creería! Solo me ayudó, te lo juro. Tú mejor que nadie sabes que siempre soy la maldita culpable de todo —chillé pero ella no movió ni un dedo.

—Hoy es distinto —continuó diciendo con la mirada perdida—. Esa herida en tu cabeza podría haberte matado, es imposible que seas la culpable.

—Pues lo soy, así que trae a ese chico aquí para pedirle disculpas. No pienso salir de esta maldita habitación hasta que le pida perdón... y le de las gracias.

Kang Yuri negó resignada y salió de allí sin decir nada más. Al segundo escuché los gritos y los reproches de Hanjung y, aunque no tengo ni idea de cómo mamá logró convencerlo, minutos después el chico abrió la puerta y entró cabizbajo hasta el centro de la estancia.

—Yo... m-me alegro... de que estés bien —tartamudeó, con voz quebrada e insegura.

—¿Quién te dijo que estoy bien? —espeté cortante y, otra vez, no sé por qué diablos me comporté así.

Tal vez me decepcionó la manera tan dócil en que se dirigió a mí después de haberse presentado como todo un macho alfa en el río. Él me miró confundido y yo seguí hablando:

—No lo estoy y no lo estaré. Casi me matas hoy y ni siquiera luces arrepentido.

—Claro que estoy arrepentido —replicó con rapidez—, pero fué un accidente y lo sabes. —Su voz temblaba. Se veía tan asustado, tan débil, que me provocó una extraña sensación.

—¿Por qué no dijiste nada si solo fué un accidente? —pregunté mirándolo a sus ojos oscuros.

—Nadie me creería. Lo supe cuando tu padre... Imagino que ese loco sea tu  padre, me acusó de cosas que ni siquiera tenían lógica y hasta me pegó. Parece mal de familia. Tú hiciste lo mismo en el río, ¿recuerdas? De tal padre, tal hija —. Torcí los ojos. ¡Pero quién se había creído para compararme con Hanjung!

—Yo no me parezco en nada a él.

—Sí, claro. Todos son iguales. Para ustedes los ricos es muy fácil acusar a alguien como yo e incluso, meterlo a la cárcel sin pruebas. Por eso esperé a que despertaras. Quería que tú misma dijeras delante de todos lo que había sucedido y... —. Calló de repente y cambió la vista. Un suspiro profundo hizo eco en la habitación y volvió a mirarme, esta vez, sus ojos estaban llenos de odio y me estremecí—. ¿Sabes qué?, ya da igual. ¡Si quieres acusarme, hazlo! Era imposible saber que esa piedra estaría ahí y mucho menos que te abrirías una cabeza tan dura. ¡No tengo miedo! ¡No soy culpable! Bueno sí, pero de meterme en lo que no me importa. De todas maneras si ese libro era tan importante, debiste ser más cuidadosa. Aunque dudo mucho que llamándose «Cien años de soledad», valga la pena tanto alboroto.

—¡Nunca lo sabré, por tu culpa no podré leerlo!

—¿Por mi culpa? ¡¿Por mi culpa?! —repitió acercándose a mi camilla y agachándose delante de mí—. Escuchame, chiquilla, acepto que me culpes de cualquier cosa menos de eso, yo... ¡Aish! —Bajó su rostro y parecía estar teniendo una lucha a muerte en su interior. De verdad me estaban asustando mucho sus cambios de humor—. Mira, niña, no hagamos un problema mayor de este asunto, por favor. Te pido perdón por haberte empujado. Si es necesario me arrodillo. Reconozco que eso fue mi culpa, pero no puedo hacerme cargo de tu arranque de locura y mucho menos, de que no aprendieras a cerrar bien tu mochila... ¿Qué más quieres que haga? ¡Maldita sea, no sigas mirándome así!

El chico se llevó las manos a la cabeza y parecía tan angustiado, que me hizo dudar de que mi accidente hubiese sido lo único que lo estaba haciendo sentirse así. Lo noté demasiado roto, desgarrado y algo en mi interior me decía que había mucho más detrás de aquella lágrima que corría por su mejilla. Que no estaba siendo un buen día para él y que una «tonta y loca chiquilla», había aparecido para complicarselo más.

—Ya, no te preocupes —dije justo antes de que otra lágrima saliera—. Levántate. Tienes toda la razón, todo ha sido mi culpa. No pienso reclamarte nada y me encargaré de que nadie más lo haga.

Me miró con cierto recelo, era de esperar que no creyera en mis palabras. Había visto esa misma mirada cientos de veces. Cada vez que cambiaba de opinión y todos a mi alrededor no podían comprender como pensaba mi alocada cabecita. Después de unos segundos se levantó, secó sus lágrimas y sin decir nada más, se dirigió a la puerta de salida. ¡Lo normal! A fin de cuentas ya había obtenido lo que quería. Por eso me era imposible aceptar este mundo de hipócritas e insensibles que eran capaces hasta de llorar para obtener beneficios. ¡Todos eran iguales!

—¿Cómo te llamas? —Sentí la extraña necesidad de preguntar justo antes de que saliera.

—¿Por qué querrías saberlo? —indagó encogiendose de hombros. 

—¿Por qué no querría? —riposté actoseguido.

—Yeongu... Min Yeongu.

Y salió sin mirar atrás, dejando una agobiante sensación de vacío con su partida... Solo que no era en la habitación.

                                
                                 

                     

¡Hola, hola, mis amados cherry trees! Siiii, Diario por fin está de vuelta, más hermoso, mejor escrito y con la calidad, (espero que mínima al menos) con la que sentía el deber de publicarla. Creía que esta historia no estaba a la altura. Los que la leyeron el año pasado, saben que fue mi primera novela en Wattpad, y por ende, no contaba siquiera con los recursos literarios correctos. Fue por eso que la saqué a borradores y hoy se las vuelvo a traer. Espero que esta vez, sea de su completo agrado. Diario tiene un especial lugar en mi corazón y ojalá pueda ocupar uno parecido en el suyo.

Agradecidísima con JackieSu01 quien tuvo la paciencia para enseñarme a hacer este gráficos de abajo.

Sé que no es el más lindo de wattpad pero lo hice con mucho cariño para ustedes.

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