Capítulo 7.
Me despierto con el sonido de unos toques en la puerta, seguidos de unas palabras.
—Señor Nathan, el desayuno está listo. —dice una voz dulce, desde el otro lado de la puerta.
—Vale... —le respondo a Vicky en un suspiro, a la vez que levanto mi cabeza, sintiendo un dolor incómodo en el cuello y parte de mi hombro.
Dormir en el escritorio me ha pasado factura.
Me visto rápidamente, tratando de ignorar el dolor que me impide mover el cuello con facilidad. Cuando bajo a la cocina, me encuentro con Ryan y Evan sentados juntos, hablando entre risas, de lo que parece algo relacionado con su infancia.
Al notar mi presencia, ambos me miran a la vez y saludan.
—Buenos días. —dice Evan y se inclinaba hacia delante en la mesa para comer lo que creo que es tarta de manzana.
Veo la mesa repleta de comida, como de costumbre. Hay magdalenas por un lado, tostadas por otro, mermeladas y mantequilla para untar, una pequeña cafetera de aluminio algo antigua (como es de costumbre en esta casa) y la gran tarta de manzana en medio de la mesa.
—Buenos días, señor Williams. —bromea Ryan, en su característico tono burlón.
—Buenos días a los dos. —Hago un gesto con la mano saludando y me siento, cansado. Se me hace raro no ver a Jade allí con ellos, así que no puedo evitar preguntar—. ¿Jade no baja hoy?
Evan se encoge de hombros y mira a Ryan, esperando su respuesta.
—No, Jade no se encuentra muy bien esta mañana. Se piensa quedar en la cama hasta que se encuentre un poco mejor. —Nos aclara Ryan.
—¿Jade? ¿Enferma? —pregunta Evan, levantando una ceja.
—Sí, ¿Qué pasa? —Ryan se ríe, extrañado.
—No sé, no es típico de ella...
—Es humana también, Evan. Se puede enfermar con cualquier cosa y en este caso, creo que no le sentó muy bien algo de la comida de ayer. —explica—. Pensé quedarme con ella, pero ha insistido en que viniera a desayunar, es demasiad cabezota. —Ryan niega con la cabeza, antes de acabar con su tostada.
—En eso podéis hacer una competición. —contesta Evan y se ríe—. No sé quién es más cabezota de los dos.
—Estoy de acuerdo. —Ryan asiente.
—¿Y qué es lo que le pasa exactamente? —pregunto, con la intención de sacar conversación y que el desayuno no sea tan incomodo para mi. Pero luego recuerdo que Ryan acaba de decir que algo de la comida le sentó mal y me siento un poco estúpido.
—El estómago. —contesta y le da un sorbo a su zumo—. Ya os digo que algo debió de sentarle mal, porque lleva así desde anoche.
—Vaya, lo siento. —Al momento de decirlo, me doy cuenta de que ni si quiero se porque lo siento, ya que, si algo está claro, es que debe ser una indigestión y pronto se encontrará bien de nuevo.
—Puedo quedarme con ella después, si no quieres dejarla sola y necesitas acabar algo de trabajo. —dice Evan, acabando su trozo de tarta de manzana.
¿Jade enferma por algo que ha podido sentarsele mal y Evan queriendo quedarse con ella?
Eso me da mala espina y mi mente peliculera, me hace pensar que él puede ser el culpable de su indigestión y ahora quiere quedarse a solas con ella para rematarla.
"¡Basta, Nathan! Esto no es una película".
Aunque a veces me da la sensación de estar viviendo en una, porque esta situación no puede llegar a ser más surrealista.
Y además, con todos los años que llevan conociéndose, Evan habría tenido tiempo de sobra de acabar con ella, ¿no?
¿Y quién sabe? Tal vez, Jade y Evan ni si quiere se lleven mal, y él realmente quiere quedarse con ella con la buena intención de hacerle compañía y ya de paso, el favor a su mejor amigo de no dejarla sola.
—Gracias, pero no te preocupes. No me voy a morir por no trabajar un día y quien sabe, tal vez, en unas horas se sienta mejor.
—Tienes razón, las indigestiones pueden durar unos días o simplemente se le pase con vomitar lo que sea que le sentó mal y el cuerpo necesita expulsar. —Añado yo.
—¿Ahora eres médico? —pregunta Evan con una risa y mirándome con sus ojos azules de forma burlona.
—Pensaba que lo tuyo eran los negocios Nathan, no la medicina. —Vacila Ryan también.
—Mi hermana solía indigestarse bastante cuando éramos pequeños. —Me excuso yo—. Eso es todo. —Y con eso, empiezo a desayunar, probando primero la deliciosa tarta de manzana, que Vicky ha hecho.
Cuando terminamos de desayunar, Ryan sube a llevarle a Jade agua y algo sano de comer y no vuelve a salir de la habitación en toda la tarde.
Evan, sin embargo, decide pasar todo el día dando vueltas por la casa. Primero, viendo una película en la sala de libros de al lado del salón, luego comiendo por su cuenta en la cocina. Después, decide irse a dar una vuelta fuera con su coche, e intento convencerlo de que me deje ir con él, con la excusa de que necesito tomar el aire, pero su respuesta, es que para eso "tengo un enorme jardín esperándome, sin necesidad de tener que salir de la casa".
Así que antes de salir al jardín, decido pasarme por la biblioteca, para ver si encuentro algún libro que me interese.
"Las distracciones siempre vienen bien para no pensar en lo que atormenta la mente".
La mayoría de los libros que encuentro son románticos. Aunque también hay de misterio y suspenso, drama, terror y ciencia ficción y algunos libros de psicología, que supongo que son de Jade.
Al final, acabo escogiendo uno que llama bastante mi atención.
El libro llamado "El corredor del laberinto", de una saga de 5 libros, que siempre quise leer, y con los que ahora me siento de lo más identificado.
Sin darme cuenta, me paso todo el día en el columpio del jardín, leyendo el primer libro. Solo hago pausas para comer y para cenar porque el estómago me lo pide. Pero incluso mientras como, mi mente sigue haciendo teorías de como seguirá el libro.
Supongo que el hecho de que los personajes estén encerrados dentro de un laberinto, sin saber los motivos, me hace sentir tan identificado con mi situación actual, que acabo tan inmerso en mi lectura, que cuando Evan llega a eso de las 4 de la madrugada, me encuentro acabando el primer libro de la saga.
—¿Estás leyendo? —Me pregunta, soltando su chaqueta con desgana a un lado del sofá del salón.
Contesto sin apartar la vista del libro. —Es un poco obvio, ¿No crees?
—Si tu lo dices. —Veo por el rabillo del ojo, como se sienta en el sofá.
—¿Estás bien? —le pregunto algo confuso, al notar lo deprimido que parece.
—Es irónico, ¿No crees? —Él se ríe—. Tú eres el que esta secuestrado, esa pregunta... me pega más hacerla a mi.
Yo arqueo una ceja, porque además no había respondido a mi pregunta. Y me da la sensación de que es lo que está evitando hacer. Pero eta vez no intento entrometerme, porque no me va a contar nada que no quiera y además, tengo que acabar el libro.
—Vale. Si tu lo dices. —le copio la frase, pero no parece importarle.
Evan se levanta y antes de que le de tiempo de darse la vuela para marcharse, vemos aparecer un colibrí, que se cuela desde el ventanal abierto del salón que da al jardín.
—Vaya, un intruso. —Me rió después de decir eso y veo revolotear al pequeño pajarito por el salón, hasta acabar en el hombro de Evan.
—Esto suele pasar de vez en cuando. —Evan trata de sonreír, al ver al pequeño intruso sobre su hombro y coloca su mano al lado. Acto seguido, el colibrí salta sobre su dedo índice y él lo observa con cuidado.
—¿Sabes que dicen que los colibríes traen la buena suerte con ellos?
—Espero que eso sea verdad, porque a mi me falta un poco de esa buena suerte. —Hace comillas con los dedos de la otra mano, con la que no sostiene al pequeño ave.
—Oye. —digo, llamando su atención—. No sé que será lo que te pasa, pero seguro que pasará rápido. —Intento animarlo, pero el sólo se encoge de hombros.
—Lo dudo. Hay cosas que no tienen solución. —Tras decir eso, el pajarito vuelve a volar hasta salir de nuevo a través de la cristalera del salón—. Pero gracias. —Evan se da media vuelta y mientras se está yendo, me dice: —Disfruta de tu libro.
Me quedo un momento pensativo.
Hay muchas cosas que me intrigan, respecto a los supuestos misterios que esconden mis "secuestradores". Pero si a algo estoy dispuesto, es a descubrir todos sus secretos.
Cuando acabo el libro, lo vuelvo a dejar en la biblioteca de la sala y subo escaleras arriba, en dirección a mi habitación. Me llevo una mano a la boca para bostezar y justo cuando estoy pasando por la habitación de Jade y Ryan, me parece escucharlos hablar.
La puerta está un poco entreabierta, lo que me permite escucharlos a la perfección.
"Escuchar conversaciones privadas, no es algo que tus padres te hayan enseñado que es de buena educación hacer, Nathan".
Me digo a mi mismo, pero después recuerdo que estoy secuestrado y que cualquier información, por mínima que sea, podría ayudarme a entender esta situación, y se me olvidan las voces regañonas de mis padres dentro de mi cabeza.
—Así no es como me habría imaginado esta situación, lo confieso.
—Créeme cuando te digo, que ya somos dos.
Escucho suspirar a Jade y acto seguido, Ryan se sienta en el borde de la cama a su lado, toma sus manos con delicadeza y habla.
—Estaremos bien, te lo prometo. —Puedo ver a través de la pequeña ranura de la puerta, como acaricia la mejilla de Jade.
—Lo sé... es solo que... —La voz de ella parece un poco sensible, como si estuviera a punto de romper a llorar en cualquier momento—. No tengo muy buenos recuerdos de la última vez que nos encontramos en una situación como esta.
Ryan niega con la cabeza y agacha la vista, para mirar su mano entrelazada con las de ella.
—Lo siento. —Jade trata de recomponerse—. Sé que esto también te afecta.
—No tienes nada que sentir. —Ryan le dedica una sonrisa tranquilizadora, que hace que ella le devuelva la sonrisa, aunque aún con rostro algo apenado.
Y yo no entiendo que demonios está pasando.
No entiendo absolutamente, ni lo más mínimo de esa conversación y lo único que me hace pensar es:
"¿Es que acaso estos dos están tramando algo más?"
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