Capítulo 13.

"Todo está en mi contra.

El estar encerrado en alguna parte dispersa y alejada de la sociedad, el hecho de no tener como comunicarme, las circunstancias de las personas que me rodean y el hecho de no tener ningún tipo de conocimiento sobre los planes de mis secuestradores y los motivos que les han llevado a cometer este delito.

Si bien es cierto que no me están tratando mal y cualquier persona que se precie sería capaz de vivir así sin ningún tipo de preocupación o problema, también es cierto que están haciendo creer todo lo contrario a mis seres queridos y me niego a que ellos piensen que estoy mal y mucho menos a que, por el motivo que sea, les puedan hacer creer en esa carta que ellos son los responsables.

Tengo que huir. Tengo que hacerles ver que todo está bien, que estoy bien y que nada me ha pasado.

Y ya tengo diseñado un plan:

Son las 6:00 a.m. Dentro de un par de horas, si todo ha vuelto a la normalidad y Vicky está recuperada, nos llamará a todos para desayunar. Tal vez Ryan y Jade vayan a trabajar o tal vez alguno de ellos se quede a trabajar en el despacho, pero eso no importa, puesto que las costumbres matutinas y habituales de ellos no deberían de afectar a mi plan. Unos 5 minutos más tarde, Evan bajará como de costumbre para después irse con su coche.

Esos 5 minutos son los que tengo que aprovechar para intentar acceden al coche de Evan, esconderme bien agachado en la parte de los asientos de atrás y esperar a que él aparezca. Luego rezar porque no me vea y acto seguido, esperar a que Evan pare el coche en algún momento cuando hayamos salido de la casa para así poder aprovechar y escapar.

Tal vez no sea un plan perfecto, pero es el que se me ha ocurrido y no pienso desaprovechar la oportunidad. Y si no sale bien, al menos tendré el consuelo por lo menos, haberlo intentado".


JADE.

Me despierto con dolor de cabeza y una extraña sensación de adormecimiento y dolor en el lado derecho del cuello. Aún no soy capaz de abrir los ojos pero siento como si estuviera tumbada cómodamente sobre alguien e inmediatamente sé que obviamente es Ryan. Su olor y presencia a la que estoy tan acostumbrada me llenan de sensaciones relajantes y siento que no me quiero levantar. 

Lo último que recuerdo de la noche pasada es haber estado trabajando hasta tarde en el despacho y... Posiblemente, me quedé dormida en el escritorio y a eso de deba mi dolor en el cuello. Ryan bajó unas cuantas veces a buscarme y en todas esas veces le dije que me esperara arriba. Supongo que al final me dormí y no le quedó de otra que venir a buscarme.

Ryan se estira un poco y acaricia mi cabello. Yo levanto la cabeza y le miro.

—Buenos días, cariño mío —susurro, dejando un beso suave sobre sus labios.

Él sonríe, aún con sus ojos entrecerrados por el sueño.

—Lo son... Todos los días que despierto a tu lado son buenos.

Yo vuelvo a dejar mi cabeza sobre su pecho y él sigue acariciando mi cabello.

—Hoy no tengo ganas de levantarme, Jade... —confiesa, riendo—. Solo quiero quedarme aquí contigo.

—Lo sé, pero tenemos mucho que hacer, Ryan.

—Y que lo digas... Hoy tengo mucho trabajo acumulado. —Suspira, llevando sus manos a sus ojos.

—Ya, yo tengo el mismo problema —murmuro, enfurruñada—. Pero quedarnos dando vueltas en la cama, somo hará que nos cueste más levantarnos —digo, antes de levantarme.

Él da un largo suspiro, poniendo cara de horror.

—Otro día duro de trabajo está a punto de comenzar.

Ryan y yo nos duchamos, vestimos y terminamos de arreglar. Tras desayunar, él se marcha porque tiene que recoger cosas para la organización de un próximo proyecto importante y yo, como es costumbre, me encierro en el despacho para atender llamadas y organizar el trabajo de las próximas semanas.

—Jade —dice Nathan, entrando en el despacho unos minutos después.

—¿Necesitas algo? Ando un poco ocupada esta mañana.

—Solo... Quiero saber como estás. Hoy estás radiante.

—¿Eso piensas? —pregunto, alzando una ceja—. ¿O estás tramando algo? 

—¿Qué iba a estar tramando yo?

Yo ladeo la cabeza, torciendo los labios...

—Uhm... no sé. Tal vez, ¿obtener información sobre si pienso salir de casa esta mañana para usar el teléfono? 

—¿Por qué piensas eso? Ya he aprendido la lección y además... No quiero saber lo que podría pasar si volvéis a pillarme haciendo algo así.

—Mejor... —murmuro, entrecerrando los ojos—. Ahora en serio, dime que necesitas. Estoy muy ocupada esta mañana.

—No quiero nada, en serio. Solo saber como estás.

—Pues... Bien. Supongo que ya me estoy acostumbrando a todos estos cambios que mi cuerpo está aprendiendo a procesar día a día.

—Pero aún así, hay algo que te preocupa —dice él, haciéndome notar cierta seguridad en su voz.

—¿Cómo estás tan convencido de eso? —Me extraña, aún más, porque sé que tiene razón.

—Me lo llevas demostrando desde que sé la verdad, Jade. Y lo cierto, es que sigo sin comprender por qué motivo no quieres que nadie más sepa de tu embarazo.

Cuando estoy a punto de contestar, poniéndole cualquier excusa que haga que de una vez por todas deje de darme la tabarra con lo mismo, escucho la puerta del despacho abrirse. Es entonces, cuando siento todo mi mundo desvanecerse...

—¿Qué? —La voz de Evan suena distante, dispersa y sobre todo, confundida.

Y cuando Nathan lo ve, tiene una reacción un tanto extraña. Es como si se hubiera puesto nervioso de repente. Pero claro, eso podría ser perfectamente por la tremenda metedura de pata que acaba de cometer.

Dios mío... Si tan solo pudiera estrangularlo aquí mismo...

—Creo... Creo que será mejor que me vaya —dice Nathan, incómodo. Pero antes de marcharse, me da una última mirada y susurra—. Lo siento...

Yo no respondo, solo miro como se marcha, rezando porque en realidad Evan no haya escuchado nada de nuestra conversación. 

—Jade... —Él me llama, acercándose lentamente. Es como si tuviera miedo de que yo pudiera retroceder en cualquier momento—. ¿Es eso cierto? ¿Estás...

—Sí —respondo, directa. Supongo que ya no hay forma de ocultarlo.

—¿Y no estás contenta? —pregunta ladeando la cabeza, pero cuando ve mi gesto de preocupación, sus ojos se abren con horror. Entonces yo me muerdo el labio inferior, mirando al suelo—. ¿De cuánto estás?

—De siete semanas...

—Siete semanas... —murmura, pensativo—. No... No puede ser. —Él pasa unos segundos sin decir nada, solo niega con la cabeza, con rostro pensativo. 

—¿Y Ryan lo sabe?

—Ryan es mi marido, Evan, por supuesto que lo sabe.

—¿Has ido al médico desde que lo sabes o simplemente has estado ignorando el hecho de que estás embarazada? 

—Bueno... He ido un par de veces, pero...

—¿Un par de veces? —pregunta, con tono indignado—. No, Dios... 

—Hey, no te pongas ahora en plan protector. Si eso es lo que piensas hacer, mejor sal de aquí y déjame trabajar, por favor.

—No —niega él—. Vamos a hacer algo mejor. 

—¿Qué? —pregunto, confundida.

—Vamos a ir al médico ahora, Jade. ¡Esto es necesario!

—Evan... ¡Deja de decir tonterías, te he dicho que tengo que trabajar!

Pero el no acepta el "no" por respuesta y lo que hace es agarrarme en brazos mientras yo me quejo y pataleo para que me suelte.

—¡Evan, para! ¡Déjame en el suelo de una maldita vez! ¡Evan! 

Pero él no se detiene hasta llegar a su coche y dejarme sentada en el asiento del copiloto.

—Vamos a hacer esto, Jade —dice, mientras entra en el coche y se pone el cinturón, antes de arrancar—. Quieras o no.

—¡Deja de ser tan dramático! Si hubiera algo mal en mi embarazo, ¿piensas que estaría tan tranquila? ¡Pensaba que me conocías un poco mejor! —exclamo, mientras él empieza a conducir.

—¿Cuanto tiempo hace que lo sabes?

—Unas pocas semanas... —digo, en un murmuro. Pero simplemente, me doy cuenta de que no estoy preparada para tener esta conversación—. Evan, yo... Lo siento. Simplemente no puedo tener esta conversación. No quiero tenerla. Al menos no ahora.

—¿Y te crees que yo estoy preparado para tenerla? ¡Todo esto me ha pillado por sorpresa, joder!

—Lo sé y lo siento, ¿vale? Pero...

—¿Pero? ¿Es que acaso tenías motivos para ocultarme que estás embaraza, aún sabiendo que puede ser hijo mío?

—¡¿Qué?! —Una voz, que ninguno de los dos esperaba y proviene de los asientos de atrás, hace que ambos demos un bote en nuestros asientos y que Evan de unos cuantos giros en la carretera que bien podrían haber ocasionado un accidente.

—¡Evan, frena, frena! —grito, desalentada. Y cuando por fin lo consigue, tanto él como yo nos damos la vuelta y sin poder respirar con normalidad por el susto, vemos a Nathan ahí...

—¿Cómo que podría ser hijo de Evan? —pregunta, alucinado—. ¡Así que es por eso por lo que no querías que lo supiera!

—¡¿Pero se puede saber que demonios te pasa?! —pregunta Evan, llevándose las manos a la cabeza. La furia es obvia en su tono y su expresión—. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¡¿Y cómo sales así?! ¡Podríamos habernos matado y aún así te atreves a preguntar como si nada?

Pero el susto, hace que mi respiración se agite más de lo normal.

—Evan... —murmuro, llevando una de mis manos a su pecho—. Evan... Yo... No... No puedo... No puedo respirar...

Él me mira con horror porque sabe que está pasando.

—¡Mierda! —exclama, tomando mi mano y entrelazándola con la suya—. Tranquila, vamos a volver a casa, ¿vale? —dice, tratando de calmarse para así conseguir calmarme a mí. Entonces besa mi mano, antes de volver a conducir de vuelta a casa—. Tranquila, Jade. Estarás bien. Los dos estaréis bien... 

Veo como finalmente, Evan le dedica una mirada fulminante a Nathan a través del cristal retrovisor, que hace que él vuelva a esconderse donde estaba antes.

Una vez en casa, Evan consigue calmarme como él mejor sabe hacerlo. Luego se sienta a mi lado en la cama.

—Menuda mañana... —mumuro, colocando un paño de agua fría en mi cabeza para aliviar el dolor. Toda esta situación, solo lo ha empeorado.

—¿Nathan lo sabía? —pregunta, desconcertado.

—Lo intuyó... Y no pude negarlo. 

—Maldita sea... Ahora me siento un estúpido por no haber sido capaz de darme cuenta antes.

—No todos tenemos las mismas capacidades y tú siempre has sido muy despistado.

—Dios... No sé como hemos llegado a esta situación... —Suspira—. Y lo peor de todo, es que nada de esto estaría pasando si no...

—Si no le hubiera sido infiel a Ryan... —murmuro, aún con mi mente atormentada—. No sabes lo culpable que me siento cada día... Y sé que a ti te pasa lo mismo. Ryan es demasiado importante para ti y no quieres verlo sufrir. No quieres hacer sufrir al que es casi tu hermano. 

—Tienes razón... No quiero hacer sufrir a Ryan, pero tampoco puedo evitar quererte como lo hago, Jade —dice, suavemente, acercándose a mí hasta tomar mi mejilla con su mano—. No puedo evitar quererte todos los días, como el primer día que me di cuenta de que me había enamorado de ti.

—Evan... —susurro su nombre, poniendo mi mano sobre la suya que acariciaba mi rostro—. Cada vez que me miras, veo reflejados todos tus sentimientos; esos que expresas a través de tu ojos y eso... Eso me hace estremecer porque sabes que te quiero. Te quiero demasiado y te quiero profundamente...

—Pero...

—Pero también quiero a Ryan.

—Y no podemos hacerle daño.

Yo niego con la cabeza.

—Es lo último que quiero en la vida.

Él se levanta y toma una respiración profunda.

—En algún momento, él tendrá que enterarse de la verdad.

—Lo hará... Pero solo en caso de que esta criatura que llevo dentro, no sea hija suya —digo, convencida, antes de que él se marche de la habitación.

Y entonces comienzo a llorar.

Lloro desconsolada porque ya no hay marcha atrás.

Todo se ha complicado demasiado y no sé que hacer para solucionarlo.

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