Capitulo.- 04
Me encuentro sentada en una silla que estaba en aquella cocina, con mi celular en manos mientras pocas veces llevaba la mirada al frente para ver a mis compañeros salir con charolas repletas de comida o incluso entrar con charolas vacías. Haciendo un conteo breve de sus propinas y sobre todo haciendo cuentas con la encargada de la caja.
Sigue sin haber gente, acaba de llegar una pareja de enamorados los cuales a lo que supe pidieron dos malteadas con helado de chocolate, malteadas que son exquisitas.
No he vuelto a salir de la cocina después de que lleve mi último pedido a aquel hombre y a decir verdad no tengo ni la menor duda si ya se fue o si sigue esperando a que salga y así poder cobrarle lo que ha comido.
Llevo mi mano hacia la soda que está a mi costado, en la pequeña mesita de plástico donde solemos colocar nuestros alimentos, le doy un sorbo poco largo y después vuelvo a colocarla en su lugar observando la poca espuma asentarse en el líquido oscuro.
Son las nueve con treinta minutos, Sabrina me dijo que podía irme a casa a descansar cuando quisiera, creo que es hora de que me vaya si no quiero otra paliza más de Brynd.
Con dificultad me coloco de pie de aquella silla, tomo mi mochila que estaba descansando justo a mi lado colocándola encima de la silla que abandone.
─Diana, el hombre quiere que vayas a hacerle la cuenta ─Hugo mi compañero habla cuando entra a la cocina, frunzo mi ceño.
─ ¿De verdad aún no se va?
─Y no se ira hasta que vayas y le hagas la cuenta ─dice mi amigo dejando algunos trastes sucios.
─Dios santo ─de mi delantal tomo aquella libreta y pluma mientras comenzaba a salir de la cocina a paso lento.
Los músculos de mi cuerpo queman bastante, el dolor de mi estómago es casi insoportable, de verdad me duele hasta para respirar. Voy haciendo la cuenta de lo que ordeno, la rebanada de pastel y la taza de café que puedo ver bebió completamente y el pastel tan solo dejo un pequeño residuo de la fresa que lo adornaba.
Ambas manos estan encima de la mesa, entrelazadas mientras que su postura es un poco erguida hacia adelante, sin omitir que sus pies estan ligeramente cruzados uno sobre el otro zapato.
Arranco la hoja del pedido cuando estoy a centímetros de él, llamando su atención fija su mirada en mí con una pequeña sonrisa dibujada en el rostro y una severa calma.
─Rebanada de pastel y café ─entrego la pequeña anotación de lo que cuesta cada cosa con la suma de ambas y así el resultado de la cifra a pagar.
Deja la nota en la mesa llevando su mano a su bolsillo trasero del pantalón, de este saco su billetera misma que abrió dejando ver algunos dólares en esta, bien, el tipo es alguien forrado en dinero.
Toma uno de los tantos billetes cerrando su billetera en seguida, me extiende aquel dólar y lo tomo colocando mi mano dentro de las bolsitas del mandil, tomo lo que he reclutado de las propinas para darle el cambio al tipo, entre billetes y centavos.
Lo coloque encima de la mesa y solo para poder contar mejor los centavos que le habia dado de cambio, una vez confirme que todo estaba bien, coloque los cien dólares dentro de las bolsas de mi mandil así como la libreta y la pluma.
─Supongo la propina me la pasare por el culo ¿no? ─suena divertido, no hago más que estirar uno de mis brazos para tomar la taza blanca y el plato.
─Si ─digo sin siquiera mirarlo─. De algo le servirá tener el culo que se carga.
─Vaya ─sonrió aún más obligándome a mirarlo cuando ya tenía el plato y taza en mis manos─ ¿todos los días les vez el culo al cliente que entra a este lugar?
─Jaja ¿qué?
─ ¿O fui el primero?
─... No fue ni el primero ni el último. Espero haya disfrutado de su café y postre.
─Toma el cambio como tu propina ─dice mientras se colocaba de pie, es alto─. Me has atendido bien, hoy no me escupiste el café y... me has hecho reír.
─Genial, me tendrá como su bufona... No necesito la propina.
─Eres estudiante ─dice─. Ayer te vi con uniforme escolar, aquí no te pagan bien que digamos, tienes gastos ¿no?
─...
─Anda tómalos.
─... Voy de salida ─bajo la mirada─. Me quitaran la propina si ven que usted me la ha dado.
─Oh... bueno ¿puedo dártela a fuera? ─solo asentí lentamente para verlo girar hacia la mesa y tomar aquellos cuarenta dorales y cinco centavos─. Muchas gracias y buenas noches.
Sin que su sonrisa desapareciera, arrugo los billetes en sus manos metiéndolos en sus bolsillos delanteros, comenzó a caminar hasta la salida del lugar y fue ahí donde di media vuelta para caminar hacia la cocina con el plato y taza.
Cuando me adentre a esta coloque los trastes en el lavabo y poco después saque los billetes y centavos que estaban en las bolsitas del delantal. Sabrina se acercó a mí.
─ ¿Ya te retiraras? ─pregunta y asiento mirándola.
─Si... ya lo haré.
─Bien ¿te parece si mañana te doy las propinas? Tus compañeros de trabajo aún se quedaran un poco más.
─Oh, claro, no hay problema.
─Bien, mucho cuidado Diana.
─Gracias... ─pase mi morral por los hombros y después camine hasta la puerta dejando el delantal en la mesa─. Los veré mañana chicos ─digo a mis compañeros los cuales se despiden amablemente de mí.
Cierro la puerta cuando salgo al callejón y entonces me doy un poco de prisa para ir hacia el local por la parte delantera. Mi atención se va hacia unos autos en donde lo veo a recargado en uno de color negro mientras su celular estaba en manos.
Pensé que se iría corriendo, es decir, que ahora el me diría algo como lo que yo le dije sobre la propina. Pero no. Ahí está con su celular en manos, con una sonrisa poco expresiva pero con la completa calma con la que asistió al IGI. Esta fuera de vista del local, es decir que si Sabrina se acercara a ver por la ventanilla no lo vería a él ni a mí con él.
Me aproximo a paso lento hasta el hombre que ha colocado su celular en su bolsillo trasero, después lleva la mirada hasta mi dirección. Veo una de sus manos adentrarse a su bolsillo delantero, mismo en donde guardo aquel cambio del dólar de cien. Cuando estoy a solo dos pasos de él me extiende el dinero con una amigable sonrisa.
─No sé porque me da propina, le escupí café ayer.
─Bueno... me lo merecía ─se encoge de hombros cuando tomo el dinero─ ¿de verdad les quitan las propinas?
─Si, son las reglas de la gerente, repartirnos las propinas.
─Ya veo... ¿Por qué no te vas a trabajar a otro lugar? Donde las propinas sean para ti.
─Ya lo hare, pronto me correrán del sitio ─suspiro mientras metía aquel dinero en una de las bolsitas de mi morral.
─ ¿Por lo de ayer?
─No, no... son... otro tipo de cosas.
─Mm, ya veo.
Lleve la mirada a otro ángulo, uno en donde un auto se acercaba hasta la zona en donde estábamos, sin embargo cuando pensé que este seguiría su rumbo se estaciono justo a un costado del auto en donde el tipo estaba recargado, poco después prefirió estacionarse delante del auto.
Las luces de este son apagadas completamente, el sonido de la puerta abrirse me trae a la realidad de saber que el hombre o mujer del auto ha bajado.
Michael —como se ha hecho llamar— lleva su mirada hacia el hombre que ha aparecido en nuestro campo de visión, pantalones negros, botas del mismo color y una camisa blanca debajo de aquella chaqueta negra que llevaba puesta. Su cabello esta revuelto a pesar de que ha pasado gran parte de este hacia atrás, mientras que con la otra mano colocaba el seguro a aquel auto.
El chico frunce su ceño y con una sonrisa grande sigue caminando hacia nosotros.
─Vaya... ¿volvió a ser grosero contigo? ─suena divertido, succiono mis labios y con una negación respondo.
─Para nada... fue, amable.
─Oh ─llevó la mirada a Michael quien solo miraba al piso con una pequeña sonrisa─. Me alegra escucharlo. ¿Has comido ya algo? ─pregunta a Michael.
─Solo bebí un café y una rebanada de pastel.
─Bien por ti, iré a comprar algo muero de hambre ¿vienes o esperas en el auto?
─Esperare en el auto si no te molesta.
─Bien, imagino que tú ya vas hacia tu casa ─el chico de ojos esmeraldas habla hacia mi dirección, asiento mirándolo.
─Si yo, tomare un taxi... estoy algo cansada para caminar hasta la estación de trenes.
─ ¿Cuál es tu rumbo? ─Michael pregunta mirándome. Trago saliva cuando la atención de ambos hombres esta puesta en mí.
─... B-bueno... algo retirado a decir verdad... Lower East Side, la residencia que esta al final de la calle.
─Sí que estas algo lejos de tu casa ¿acostumbras a caminar diario en la noche hacia la estación del tren? ─El chico de ojos esmeraldas pregunta y yo solo asiento.
─ ¿Y pretendes tomar un tomar un taxi? ─Michael pregunta, asiento.
─Si yo... no quiero llegar tarde a casa...
─Podemos llevarte si lo deseas ─Michael suelta de pronto y Harry solo asiente.
─Oh, no, no... no de verdad, no es necesario, no quiero molestar y además... sería extraño subir con dos tipos que no conozco.
─Me escupiste café ayer ─Michael suena divertido─. Creo que te dije mi nombre, hablamos un poco... del único que puedes desconfiar es de Harry ─golpeo el pecho de "Harry" y este sonrió.
─Queens es nuestra ubicación ─Harry habla─ después de Lower East Side pasaremos a Queens, no es ninguna molestia llevarte, veo más peligroso que subas a un taxi con alguien que no conoces, ya lo dijo Michael, al menos ya lo conoces un poco.
─...
─Iré a comprar algo para cenar y volveré en seguida, de verdad, no tengas algún pendiente o preocupación.
─Gracias...
Susurro y ambos asienten.
Harry, se digna a caminar hacia la cafetería una vez le dio las llaves del auto a Michael, quien me hizo una seña de que lo siguiera hasta aquel auto. Un V-Drive que estaba más que cuidado, auto del cual fue desprendida la alarma, Michael abrió la puerta trasera para que pudiera subir, simplemente agradecí en un susurro bajo mientras subía a aquel auto, me quejo un poco por el terrible dolor de mi cuerpo, ahogo los demás gemidos que podrían delatar mi molestia en todo mi cuerpo.
Una vez estoy sentada él cierra la puerta y da un par de pasos para abrir la puerta del copiloto y subir en competo silencio, el aroma que hay en el auto es tan agradable, las lociones de ambos estan impregnadas hasta en lo más mínimo, entonces supongo el auto es de ambos.
Recorro la mirada explorando el auto, lo espacioso de este en el interior y por supuesto en la cantidad de discos desordenados que hay en el tablero del auto.
─ ¿Llevas tiempo en el IGI? ─su pregunta me saca de mis pensamientos, me coloco un poco más en medio del asiento y entonces lo miro.
─Un año exactamente.
─Ya veo.
─... ¿Son nuevos en la zona? Nunca los habia visto por aquí.
─Bueno, Harry y yo nos movemos de un lado a otro. No estamos tan acostumbrados a estar en un solo lugar.
─ ¿Viven juntos?
─Si, y no Diana... ya te dije que no es mi novio ─sonreí un poco─. ¿Por qué tus padres no vienen por ti?
─... Estan bastante ocupados ─me las arreglo para responder─. No quiero molestar.
─De acuerdo.
─...
Silencio, ese agudo silencio que me hacía poner más incómoda de lo que ya estaba, cierro mis ojos mientras solo disfrutaba del sonido que la radio desprendía, es bajo pero la música clásica es perceptible.
La puerta de un auto se abre, abro mis ojos y veo a Harry estar sentado en el asiento del conductor, con un recipiente de plástico en sus manos, lo coloca en el tablero del auto, es una rebanada de pastel de chocolate, mismo del cual recuerdo solo quedaban dos.
Cuando enciende el auto por alguna razón me siento nerviosa y es que la estupidez humana de verdad es grande, y digo grande porque ¿quién en su sano juicio subiría a un auto con dos sujetos que apenas si sabe cómo se llaman? pero...
Algo, hay algo que me hace creer que ellos dos no son como los hombres con los que me he topado toda mi vida, algo me dice que ellos no son hombres que busquen dañar a una mujer...se ven tan sencillos, tan a amables y atentos que de verdad, no veo el cómo podrían hacerme daño.
***
Estamos cercas de la residencia de Brynd, tan cercas que mis nervios incrementan con cada paso que da el auto. En estos minutos no se ha dicho nada, Michael ha estado callado, centrado en mirar por la ventanilla del auto mientras que Harry, comía de su pastel y conducía con una sola mano.
De vez en cuando ellos dos cruzaban palabras, pocas a decir verdad, creo que les incomodaba hablar de sus asuntos conmigo aquí presente, es decir, creo que preferían dejar las cosas para hablarlas después de que yo me fuera.
A lo lejos —frente a la residencia— noto el mismo auto de ayer por la noche, auto en el que sé Charlie Jolson apareció con sus dos acompañantes. Mi cuerpo se estremece, las náuseas se apoderan de mí en un abrir y cerrar de ojos tras recordar lo que viví ayer, así como el dolor que se habia dispersado tras estar prestando mi atención a los dos hombres que no dejan de mirar al frente.
Michael, lleva su mirada a Harry una vez estamos a pocos kilómetros del auto, Harry mira de la misma manera a Michael, con su seño completamente fruncido y una línea recta.
─Aquí está bien ─digo estando a dos casas de la residencia de Brynd, Harry pisa el freno del auto y entonces me mira─. Muchas gracias por traerme...
─No agradezcas ─dice amigable, succiono mis labios y suelto un suspiro poco pesado, después abro la puerta del auto y bajo con lentitud de este.
Una vez fuera del auto, mi atención se va hacia la residencia, en donde los hombres de Brynd quienes cuidaban la entrada centraron su atención en el auto del cual habia bajado, fue una pésima idea pedirles que me trajeran hasta acá cuando pude pedirles que me dejaran en la esquina o antes de dar vuelta a la calle.
Coloco mejor el morral sobre mis hombros bajando y subiendo la mirada.
─Gracias ─miro a Michael de golpe─ y... lamento lo del café.
─No importa ya ─no cambia su tono de voz, tampoco aquella manera de mirarme, entonces, bajo la mirada por segunda vez y comienzo a caminar hasta aquella residencia.
Mis pies tiemblan, mis manos sudan y las ganas de devolver siguen presentes, las ruedas del auto sobre el pavimento se deslizan de manera lenta, es como si se tratara de un auto que me sigue a toda lentitud desde hace cuadras.
Pero sé que han reconocido el auto que esta frente a la residencia, esta vez fuera de esta, esta vez espero los hombres que estan adentro ya vayan de salida.
Entro cuando los hombres que cuidaban la entrada abren la puerta del lugar, es entonces que me armo de valor para seguir caminando una vez las puertas fueron cerradas.
***
Cierro la puerta de la casa sin hacer demasiado ruido, mi mirada está al frente, con mis manos entrelazadas hacia adelante. Mi mirada viaja hacia el lugar en donde esta mañana Brynd me dio la paliza de mi vida, siento malestar físico y emocional con tan solo ver el lugar donde mi cuerpo estuvo tirado por minutos, en donde apenas si podía levantarme e ir subiendo hacia las escaleras con lentitud.
Los tacones de mi madre me pusieron alerta, causando que por inercia mi mirada fuera llevada hacia la entrada de la sala principal, sigue luciendo aquella falda de tuvo color negra y aquella blusa blanca, con unas costosas zapatillas y sus joyas que Brynd le ha regalado, su cabello está arreglado, el labial que lleva es un rojo quemado que sencillamente combina con el maquillaje de ojos que lleva.
Llevo mi mirada hacia el frente comenzando a caminar hacia las escaleras de aquel sitio, sin embargo su llamado me hace detenerme.
─Debemos hablar ─su voz es firme, mis dedos golpean la pared y entonces la miro─ ahora.
─ ¿Hablaremos de como permitiste que Brynd me pusiera una mano encima? ─sueno dura pero dolida, ella suelta un suspiro cansado.
─... Te iras de aquí, hoy mismo Diana.
─... Maravillosa noticia. Iré a empacar mis cosas ─subí dos escalones cuando el tirón en mi brazo me hizo perder el equilibrio por completo haciéndome caer de sentón sobre el frío piso.
Empuñe los ojos tras sentir aquel inmenso dolor en todo mi cuerpo. Como si fuera una muñeca de trapo, mi madre me tomo del brazo obligándome a levantarme fue ahí cuando me comenzó a llevar hasta la sala, sala en donde aquel hombre que abuso de mi estaba cómodamente sentado en un sofá, sentado de piernas cruzadas y con una enorme sonrisa en su rostro.
Brynd, solo estaba con la mirada al frente, con sus codos sobre sus rodillas y sus manos hechas puño frente a sus labios.
─No hay otra manera de saldar tus deudas con Jolson, Brynd ─"Banner" como bien recuerdo su asqueroso apellido habla sin borrar su sonrisa─. Dinero no tienes, pero hijas, tienes dos... y vaya hijas.
Un hombre, de los que estaban en la entrada, se acerca hasta Brynd, la sangre bajo de golpe hasta mis pies cuando comenzó a decirle lo que seguramente vio afuera, cuando me vio bajar del auto de aquellos dos hombres.
Brynd me mira de golpe y entonces se coloca de pie, con la mirada en alto y en completo silencio mientras que su hombre salía de la sala a toda marcha. Banner seguía de piernas cruzadas con sus manos golpeándolas levemente, fue entonces que Brynd por fin miro a Banner.
─Charlotte ya estaba metida en esto, Banner... y quiero que siga en donde esta ─no comprendo nada de lo que dice Brynd, pero Banner solo asiente lento sin dejar de sonreír, sin dejar de mirar a Brynd.
─ ¿Y ella? ─me miro.
─... Has lo que quieras con ella ─Brynd suelta─ me da igual.
Banner, solo se ha dignado en reír, una risa que me puso la carne de gallina, una risa que fácilmente se podía traducir como la mayor desgracia que ya habia llegado a mi vida, gire sobre mis talones tomando a mi madre de las muñecas, apretándolas con desesperación mientras las lágrimas salían de mis ojos.
Mientras que mis suplicas eran tan grandes que simplemente caí de rodillas al piso como mi última opción... Buscando su piedad, buscando la compasión hacia mí, pero no habia nada, no habia nada más que un rostro lleno de decepción y alivio.
─ ¡Mamá por favor, no permitas esto! ¡no permitas esto mamá te lo ruego!
Y ella seguía en silencio, comenzó a tratar de zafarse de mi agarre, comenzó a retroceder aun conmigo estando de rodillas, con mis manos envueltas en sus muñecas.
─Suéltame, Diana ─suena dura al hablar, niego con el llanto en mi─ ¡te he dicho que me sueltes!
No sé cómo fue que logro que la soltara, pero cuando lo hizo, me bofeteo tan duro que caí de sentón contra el piso, con mi mano sobre mi mejilla, mis lágrimas rodeaban mis dedos y otras simplemente se quedaban atascadas en ellos.
¿Qué hice mal? ¿por qué me trata de esta manera? ¿por qué no me quiere?
Esas eran las preguntas que surcaban mi mente, eran las preguntas que no entendía, que no tenían una respuesta clara.
Sus pasos en aquellos tacones poco a poco fueron desapareciendo de la estancia, ya eran tan lejanos que apenas si podía percibir como subía las escaleras de manera entrecortada, de manera en la que fácilmente podía describir como una en donde no sentía ningún remordimiento por dejarme aquí, a merced de un tipo que abuso de mi la noche de ayer y sobre otro que me golpeo tan violentamente esta mañana.
Una mano sobre mi hombro me hace ahogarme en el llanto, solo porque el tacto de esa mano, el tamaño y el sentir dos anillos de metal me hicieron trasladarme a la noche de ayer, a recordar su nombre, a recordar el cómo me violo y de qué manera lo hizo.
Me hace levantarme, "amable" e "interesado" en saber si me encuentro bien, el tipo gira su cuerpo hacia Brynd, un fajo de billetes fue lanzado hacia el hombre que me ha vendido para saldar sus deudas con Jolson. ¿Drogas, armas, dinero, territorios? No lo sé, pero... me ha vendido.
─No tengas pendiente por ninguna, Brynd ─dice y entonces, acaricia mi rostro con suavidad─. Las cuidare bien a ambas. Te lo juro.
***
A paso extremadamente rápido me empuja tomándome del cabello, mis chillidos son desesperantes, sobre todo a la manera en que me grita empujándome hacia una de aquellas habitaciones del lugar.
La música suena a alto volumen, hay gente de dieciocho años en adelante, mujeres jóvenes que lo único que hacían era cumplir los caprichos de algunos hombres, incluso de mujeres...
Cuando entramos a aquella habitación lo único que hizo fue empujarme con fuerza hacia aquella cama que estaba desecha, cama en la que apuesto alguien vino a pasar el rato. No dejo de llorar, tampoco de gritar y pedirle que no me haga daño, pero todo resulta un fracaso cuando se coloca encima de mí sujetando mis dos manos con tanta fuerza que siento que terminara por romperlas.
Pataleo un poco y es entonces que una de sus manos me toma con fuerza de la barbilla, mi mandíbula cala y mi llanto sale aún más entrecortado que nunca.
─Escúchame bien, Diana... una sola falta de respeto hacia mí y puedo jurarte que te vas a arrepentir por el resto de tu miserable vida ¿has escuchado?
─...
─ ¡¿Has escuchado?! ─asentí cuando me apretó aún más─ bien... y, lamento mucho decirte que esos dos hombres no volverán a saber de ti, claramente escuche que el hombre de tu padrastro le dijo que dos hombres te trajeron, veo que es verdad... te gusta estar de puta ¿verdad?
─...
─ ¡Respóndeme cuando te esté hablando! ─gritó pegando hacia el lado derecho de aquella cama, solté aún más el llanto del debido.
─Cielos Banner, déjala tranquila por un momento ─la ronca y nueva familiar voz llego a mi sistema auditivo
.
Lentamente Banner fue quitando sus manos de mi cuerpo así como su peso, dejándome boca arriba de aquella cama mientras él yacía mirando hacia la entrada de aquel lugar.
─ ¿Te pagó con sus hijas?
─Si ─responde Banner─. Tal parece que no les importo ¿Qué con Charlotte?
─Trabajara con mi hermano Will por unos días, ya veremos que pasará con ella después ─el hombre se escuchaba cada vez más cercas de mí, me di un poco la vuelta y solo para poder mirar a otro ángulo que no fuera la pared.
─ ¿Qué tal Johana? ─Banner pregunta curioso, sin embargo solo veo una negación en aquel hombre.
─Quiero... algo nuevo Banner... ─toco mi pierna al momento en que sumergí mi rostro en aquellas sabanas─ ¿te molesta si me divierto un poco?
─Adelante, Jolson.
No escuche nada más que los pasos de Banner alejarse, así como la puerta cerrarse de golpe. Sonidos de pisadas inundan el ambiente en el que estoy y pronto, el sonido de la cerradura ser colocada en aquella puerta.
Más pasos que eran lentos, pasos que llevaban hasta mi dirección y entonces, una vez más sentí sus manos sobre mis piernas, las deslizaba de un lado a otro, con tanta calma que pareciera el disfrutar el verme llorar, el verme con un llanto entrecortado y doloroso.
Me giro con un poco de violencia, y solo para ver como subía sus manos hasta los dos botones del pantalón que llevaba puesto, la manera en la que los quito y bajo aquello de golpe me hizo empuñar mis ojos...
Empuñar mis ojos y pensar, que en realidad me merecía todo esto...
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