La cita en el Campus Stella
Luego de la partida de Sebastían, tardé un día entero encerrada en mi departamento ignorando las constantes llamadas de Luciel y las visitas de Aiden.
Apenas pude comer alguna que otra cosa. Y entrar a la cocina era revivir la imagen de Sebas caminando por toda la estancia de forma agíl, preparandome alguna comida mientras sonreía. Esa imagen me dolía en exceso. Supongo que nuestros sentimientos afloran cuando ya no vemos a esa persona.
Extrañarlo me hacía daño, pensé que al ignorarlo, al plantearme una idea fija mis sentimientos se marchitarían. Necesítaba pensar, sacar de mi sistema todas esas tóxicas emociones que me desenfocaban. Tenía que pensar en otra cosa que no fuera la meláncolia de no ver a Sebas.
Hasta que de la nada el recuerdo de aquel rubio, ojos azules logró que me centrara en algó más importante... Sabía que él tenía algo que ver con la tragedia del clan de las sombras... Y si era una tragedia, no sólo por la pérdida de una llave. Sino lo que aquello implicaba.
Las llaves no eran simples objetos fisícos, eran energía pura almacenada. Los antepasados, decidieron guardar y sellar las llaves en lugares difíciles de alcanzar para cualquiera. Así que se hallaban en un recipiente único... En el interior de cada elegido. Por lo tanto, para obtener una el recipiente debía morír. Y la elegida del clan de las sombras apenas era una niña de unos doce años. Por ello era un acontecimiento lamentable. Mismo que trataría de descubrir, por que el simple echo de que un hijo de Helios apareciera y quisiera asesinarme era más que sospechoso.
Los días restantes para encontrarme con Elliot, se fueron rapidamente. Aquella tarde me vestí con un top color gris y un sueter con capucha de color negro, un pantalon de mezclilla y mis converse. Debía darme prisa, Luciel y Aiden vendrían a verme en una hora, y no podía darme el lujo de ser descubierta. Tomé la daga que me dio Sebastían y la mía que solía llevar casi siempre. Aquel hijo de Helios no volvería a sorprenderme. Oh no, yo lo haría hablar y si recuperaba las llaves podría volver a ver a Sebas. Una sonrisa leve adorno mis labios, mientras salía a la calle.
*****
El instituto Stella se ubicaba al otro lado de la ciudad, dos horas de viaje en un autobus; sin apartar la mirada de las farolas que pasabamos una tras otra. Repasando en mi cabeza los planes, estrategías y maneras de obtener lo que necesitaba. Necesitaba sorprender a Elliot con la guardia baja y golpearlo hasta sentirme satisfecha.
El autobus se detuvo cerca del instituto, practicamente al lado de la entrada. Un vigilante estaba allí, atento ante cualquier intruso. Me las ingenie para trepar por un pequeño muro de ladrillos, caí sin hacer gran alboroto. Estaba satisfecha por haber evadido al vigilante, ahora podía hacerme pasar por alguno de sus estudiantes sin ningún problema pues apesar de la hora había una cierta cantidad de personas regresando a sus dormitorios.
«Genial solo debo llegar al campus y listo.»
Observé mi reloj eran las once y cuarenta y cinco, justo a tiempo. Decidí ocultarme tras unas gradas que rodeaban el centro; donde había una cancha de baloncesto. Pasaron los minutos y el lugar se tornaba más frío y solitario. Al volver mi atención en la cancha, pude ver con asombro como cinco personas encapuchadas con unas largas capas se colocaban alrededor de la cancha.
— Pero que demo...
¿Acaso había caído en una trampa?. Estúpido Elliot no debí confíar en el. Nisiquiera tengo mi arco para hacer tiros a distancia.
Sonreí, pero tenía mis dagas y hasta donde ellos saben los hijos de Selene no somos buenos en batallas cuerpo a cuerpo. Excepto Sebastían y yo. Me dispuse a atacar primero cuando una mano cubrió mi boca impidiendo que gritara y otra me sujeto por la cintura, evitando que saliera de mi escondite.
— ¡Shh! Quedate quieta.
La voz a modo de susurro de Elliot muy cerca de mi oído, logrando que dejara de moverme.
— No hagas ruido, ¿entendido?
Asentí de forma positiva, a lo cual me liberó, poco a poco. Me giré hacía él y en la oscuridad pude apreciar sus grandes ojos azules vestía un pantalon gris, y una chaqueta de cuero negro.
— ¿Que es todo eso?
Susurre señalando a los encapuchados que ahora tenían a tres jovenes atados y semi-desnudos.
— Una fraternidad.
El rubio me sujetó de la mano y me llevo lejos de ahí. Lo miré de reojo siguiendolo sin dificultad, aunque deseaba saber más sobre esa extraña fraternidad tenía cosas más importantes que hacer.
Llegamos hasta una parte del campus repleta de altos y frondosos arboles, que mantenia el lugar en oscuridad, apenas interrumpida por el haz de luz de la luna. Estando allí Elliot me soltó como si el simple tacto le quemase, nisiquiera me miro, se dedicó a revisar por todo el lugar como buscando a algún entrometido. Aunque a simple vista no habia nadie allí. Luego de unos momentos tomó aire y se me quedo viendo fijamente la oscuridad y los leves toques de luz le daban un aire misterioso a su perfil.
— No tenemos mucho tiempo.
Se acerco hacíendome una seña para que me sentase a su lado en un pequeño muro que cercaba el pequeño caminillo de arboles. Suspire y acepté, supongo que así no llamariamos la atención.
— No sabía que el campus estaría "ocupado".
— Como sea... Sabes a que vine.
— Si, ese par de dagas me lo dejaron muy claro.
Una sonrisa socarrona salió de sus labios, al verme con cierto toque de arrogancia, su voz se torno filosa y amarga.
— Y creeme linda... Que me encantaría quitarte el aliento de un golpe y verte sucumbir en agonía... Es lo que más deseo.
— Pues adelante...
Me levante de golpe alzando las relucientes cuchillas de plata, y sonreí. Si era necesario lo mataría allí mismo ante los ojos de mi madre... Selene.
— Intentalo hijo de Helios.
— Me gusta tu entusiasmo... Pero no te cite para eso.
Mi gesto se desencajó ¿Que? Intenté levantarme pero él me tomo del brazo sin delicadeza obligandomé a quedar sentada allí.
— Escucha... Porque no lo repetire.
— ¡No me toques!
Como pude me liberé e ignoré su mueca de ira, fruncí el entrecejo. Elliot era un salvaje y patan de primera. Me levante, viendo su gesto inconforme.
— ¿Siempre eres asi de impulsiva?
El rubio arqueo una ceja, sin intenciones de moverse de aquel muro.
— Levantate... Y dejate de juegos-.
Lo rete con la mirada. Adopte una posición de ataque, donde mis pies se colocaban paralelamente y mis manos sujetaban ambas dagas de forma amenazante. Él por el contrario suspiro.
— Te dije que no teniamos mucho tiempo...
No se como pero el rubio con rápides se levanto y bloqueo mis dos primeros ataques. Usando mis propios brazos me dio la vuelta, quedando a mis espaldas me aplicó una llave, apresando mi brazo y tensionandoló.
— Te calmaras... Si te digo que se trata de las malditas llaves...
Hizo más presión. Podía percibir su aliento muy cerca de mi cuello, mientras un quejido de dolor escapó de mis labios.
— Y que además involucra a tú noviecito.
¿Mi novio?... El rubor se instalo en mis mejillas, Pude sentir como aflojaba el agarre, hasta liberar mi brazo.
Bajé la mirada y agité mi cabeza de un lado a otro intentando sacar esa palabra de mi cabeza.
— Sebastían... No es mi novio.
— No podría importarme menos
Alzo los hombros y percibí su desgano. Aunque en sus ojos azules había algo que aún no podía disipar.
— Ahora... No tienes nada que perder. Asi que escuchame.
Suspire resignada, y él tomo asiento en el muro fijando su vista en la arboleada.
— Supongo que ¿estarás enterada de lo que paso con el clan de las sombras?
Asentí, y fije toda mi atención en el rubio.
— Bien... Nosotros tambien sufrimos un ataque hace unos meses... y nuestra llave está... Extraviada.
«¿Qué?»
— ¿Cómo es posible?... ¡Ya nos hubiesemos enterado!
Debía estar mintiendo, todos los clanes de alguna manera estabamos entrelazados y enterados de lo que sucedia en cada clan, asi que aquello de que los hijos de Helios sufrieran un ataque, sin nosotros saberlo... Era imposible.
— No nos conviene que ustedes se enteren... — Su mirada gélida me analizó. Elliot estaba serio y no podía ver algún apice de mentira. — No, si queremos mantener nuestro poderío.
— Espera... Espera ¿Por qué me buscaste a mi entonces?... Y además ¿Cómo es eso de que les arrebataran su poderío?
Esto se estaba tornando muy confuso. Y al parecer Elliot lo noto pues su cara adquirió un gesto de "¿Eres idiota?"
— Explicame o me largo.
— Conformate con saber... Que por ahora eres la única en la que podemos depositar nuestra confíanza.
Nos miramos fijamente, no entendia absolutamente nada de todo aquello.
— Diana... Ya te dije que deseo tu cabeza. Pero por ahora no intentare nada.
Estaba apunto de responder, cuando el sonido de unos pasos y las luces de unas linternas lograron asustarme claro que no tanto como cuando Elliot me sujetó del brazo haciendome caer sobre su regazo.
— Pero que ha...
Acalló mis palabras con un beso, mientras sujetaba mi cintura. La voz de uno de los vigilantes se escucho seríamente
"¡Hey! Ustedes dos ¿Qué hacen aqui!?"
El rubio me liberó, dejandome ruborizada y sin palabras era la segunda vez que su boca se posaba sobre la mía de forma descarada.
— Estamos en una cita.
Fijé mi vista en la amplia sonrisa de Elliot. El vigilante le guiño un ojo a el rubio con complicidad y le dijo "Cinco minutos". De allí se pérdio entre los arbustos, dirigiendose hacía el campus.
— Te buscare en unos días.
Musitó con frialdad, al tiempo que se levantaba y me hacía caer al suelo.
— ¡Ouch!... ¡Eres un idiota!
Me levante y me sacudí la suciedad del trasero, sintiendo el dolor del golpe.
— ¡No vuelvas a hacer eso!.
— Como sea... Tendre más cuidado con tu delicada persona. No fue un golpe tan duro
— ¡No hablo de eso! — Sus ojos azules se mostraban confundidos mientras ladeaba la cabeza a un lado. — ¡Hablo de besarme cuando se te da la gana! ¡Deja de hacerlo!
Lo ví sonreir arrogante, antes de irse en la espesura de la noche y el camino de arboles... Elliot era un idiota, un patan... Como disfrutare cuando pueda ahorcarlo con mis manos. Sólo tendría paciencia mientras descubría sus planes.
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