6-
[Unas semanas antes]
Paula andaba en silencio hacía Cordialidad, cuando Alejandra corrió hacía ella y la abrazó por la espalda.
— ¡Hola, Baby! — exclamó.
— Hola. — murmuró ella, sin ganas.
— ¿Qué tal te ha ido? — preguntó, entusiasmada.
Paula se encogió de hombros.
— Se supone que no debemos hablar de ello, Alejandra. — respondió. — Es la prueba de Aptitud, los resultados son secretos.
— Si tú me lo pidiera, yo te lo diría. — replicó la rubia.
— Ya, pero yo hago caso de las normas, a diferencia de ti. — le reprochó su amiga.
— ¡Oh, Baby! — se quejó ella. — ¡No seas así!
— ¿Y cómo quieres que sea? — le preguntó, enfadada.
— Perdón, perdón. — se disculpó rápidamente Alejandra.
— Yo... Siento hablarte así. — se apresuró a decir su amiga. — Es sólo que hoy no estoy de muy buen un humor.
— Lo de esta noche sigue en pie, ¿no? — le preguntó Alejandra.
— ¿Lo de esta noche? — repitió Paula, un tanto confusa.
— La fiesta de pijamas. — le recordó ella. — Lo habíamos planeado desde hace meses, ¿enserio lo has olvidado?
— Ha sido un despiste, lo lamento. Pero no creo que pueda ir.
— ¿Por qué no? — quiso saber. Ahora era Alejandra la que estaba enfadada. — ¡Me lo habías prometido!
— ¡Lo siento! — se defendió Paula. — Pero simplemente no puedo.
— ¿Por qué no me lo quieres decir? — le preguntó.
— No es que no quiera decírtelo, es que no puedo. — justificó. — Tengo que irme a casa, Alejandra, nos veremos en la ceremonia.
— Íbamos a hablar de que facción escogeríamos, para estar siempre juntas... — dijo ella, en voz baja. — Pero si no quieres estar conmigo, lo comprendo.
— La decisión de cambiarme de facción no tiene nada que ver contigo, Alejandra.
— ¡Claro que si! Te irás a otra facción y no volveremos a vernos más, porque es lo que tú quieres.
— ¡No es eso! — respondió Paula. — ¡Alejandra, no lo entiendes!
— ¡Por supuesto que no lo entiendo! — exclamó la rubia con ironía. — Tú eres la lista, ¿verdad? Y yo soy la rubia tonta que se creyó cuando dijiste que seríamos las mejores amigas para siempre.
— Alejandra, escúchame...
— ¡No! — le cortó Alejandra. — ¡Si estás harta de mí, vete!
— ¡Lo haré! — aceptó Paula, perdiendo los nervios. — ¡Y no volverás a verme!
Se quitó el collar del diamante y lo arrojó al suelo.
Alejandra se lo quedó mirando, dándose cuenta del significado de sus palabras.
Así que se quitó también el suyo, y lo dejó suavemente junto al otro.
Volvió a casa en silencio, pensando.
Y al día siguiente, en la ceremonia de elección, cada una dejó caer su sangre en un cuenco distingo.
Cada una cambió su ropa amarilla, roja y naranja por los colores de su nueva facción.
Aunque ambas seguían pensando en su discusión, ninguna de las dos se acercó a la otra, y sus caminos se separaron para siempre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top