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[Actualidad]

Alex se acercó a la multitud apelotonada en un rincón de la sala de entrenamiento.

Pese a su altura, tuvo que abrirse a empujones entre los demás iniciados para saber de qué se trataba.

En una pizarra colgada de la pared estaban escritos los nombres de los iniciados, cada uno junto al otro iniciado con el que se enfrentaría aquel día.

Alex estaba empezando a odiar la iniciación de Osadía.

Sus primeras batallas habían sido un tanto desastrosas, pero estaba mejorando a pesar de seguir teniendo las marcas de sus derrotas por todo el cuerpo.

Sintió un escalofrío al encontrar su nombre en la pizarra.

Le tocaba competir contra Fran.

Se dio media vuelta y chocó contra él.

— Buenos días, Alex —le saludó Fran—. ¿Preparada para la derrota?

— ¿Lo estás tú? —le preguntó, intentando fingir seguridad, aunque por dentro estaba temblando como un flan.

El chico fue a comentar algo más, pero Cuatro, su instructor, llamó al grupo, y no tuvieron más remedio que juntarse con los demás iniciados.

— Primer combate —anunció Cuatro—: Alex contra Fran.

Ambos se pusieron en posición sobre el ring.

Fran atacó primero. Golpeó a la chica en el abdomen, pero esta empujó al chico con todas sus fuerzas, alejándole de ella.

El chico le lanzó una patada, pero Alex fue más rápida y le agarró de la pierna. Fran consiguió soltarse con rapidez y antes de que la rubia pudiera reaccionar, saltó hacía atrás y estrelló su puño con todas sus fuerzas hacía ella, haciéndole perder el sentido.

— Ganador: ¡Fran Monroe! —exclamó Cuatro.

Poco después, Alex se despertó, ya en la enfermería, con un hielo en su ojo, ahora de un color morado.

— ¡Ay! —se quejó, al incorporarse.

— Lo siento, Alex —se disculpó Fran, encogiéndose de hombros, con una sonrisa de superioridad—. No es nada personal, en realidad. Sólo que yo necesito estar el primero en la clasificación. Y tú... bueno, tú eras una piedra en mi camino a ser el mejor. Es una pena, pero esto es lo mejor.

— ¡Uggg! —gritó Alex, sin poder aguantar el parloteo del chico ni un segundo más—. Eres odioso, ¿lo sabías? Me da igual lo que digas. ¡Ahora me esforzaré en ganarte sólo para fastidiarte!

— ¿Perdona? —Fran se apartó de la cara  su pelo tintado de verde de un manotazo—. No puedes ni pensar en ganarme. Soy superior a ti.

— Eres superiormente tonto, ¡eso es lo que eres!

— ¡Tú si que eres tonta, rubia! Y tienes el cerebro de... ¡de morsa! ¡Eso es! ¡Cerebro de morsa!

Alex sintió un extraño déjà vu.

Aquel chico le había recordado por un segundo a Paula, a aquella que había sido su mejor amiga pero la había traicionado.

— ¡Nadie me llama cerebro de morsa! ¡Sólo esa cara moco! —Alex soltó un suspiro—. ¡Baby! ¡Te hecho de menos...!

— ¿Ein? —murmuró Fran, mirándola algo extrañado.

— Estúpido. Nuestra pelea no ha terminado.

— En eso te doy la razón. ¡No acabará hasta que admitas que soy mejor que tú!

— ¡Nunca! —gritó Alex, lanzándose contra el chico.

Empezaron a luchar entre ellos, estirándose del pelo y lanzando manotazos al aire.

— ¡Chicos! —les llamó Cuatro— ¡Eh, chicos! ¡Basta!

Su instructor consiguió separarles.

— Ha empezado él —murmuró Alex, señalando a Fran.

— Ha empezado ella —dijo al mismo tiempo él, señalándole.

— Me da igual quién haya empezado —les cortó Cuatro—, pero vuestras peleas tienen que acabar. Recibiréis un castigo. Juntos—ambos empezaron a quejarse, pero su instructor les hizo callarse—. Y no quiero que haya ningún problema.

— ¿En qué consistirá el castigo? —preguntó Fran.

— Iréis conmigo —respondió la voz de un joven, apoyado en el marco de la puerta de la enfermería.

— ¡Saul! —exclamó Alex al reconocerlo.

— ¿Os conocéis? —preguntaron Cuatro y Fran al mismo tiempo.

— ¡Hacía tiempo que no veía a mi hermana favorita! —comentó Saul, mientras él y la rubia se abrazaban.

— ¿Qué? —preguntaron Cuatro y Fran al mismo tiempo.

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