Conociéndonos (2/2)
Leo abrió poco a poco sus ojos, sus cinco sentidos aún no funcionaban del todo, todavía se sentía débil.
Giró su cabeza, al parecer seguía lloviendo. Podía escuchar lejanamente las gotas de agua chocando con la ventana.
Recordó qué estaba en el techo de un edificio, herido, perseguido por el Clan del Pie. Ahora se encontraba en una cama, acobijado con varias mantas.
Trató de levantarse pero era imposible, el cuerpo le pesaba, todavía no recuperaba sus fuerzas.
Sin más remedio miró a su alrededor, la habitación estaba llena de pósters de bandas y cantantes muy reconocidos de los 80' y 90'.
Así como de otras cosas.
"Sea quien sea tiene buenos gustos". - pensó.
Con su brazo sano (izquierdo) lo dirigió a donde se encontraba la herida en su hombro, movió un poco las mantas que lo mantenían abrigado. Cuando pudo ver su hombro se sorprendió, la herida estaba vendada.
Llevó su mano a donde estaba la herida de la pierna derecha, movió poco las mantas antes de que pudiera ver su herida el picaporte se giró alguien iba a entrar.
Leonardo cerró los ojos fingiendo estar dormido.
Diana entró traía unas toallas tibias para Leo. Todavía no se recuperaba de la hipotermia, fue muy difícil subir su temperatura al estar inconsciente debía de checar constantemente que siguiera respirando. Usó toallas tibias para regular la temperatura, así que se debían cambiar.
Se acercó a la cama, notó que las mantas estaban ligeramente movidas, miró hacia el rostro de la tortuga sin bandana, los ojos estaban cerrados, estaba dormido.
Abrió las mantas dejando expuesto el plastron colocó una toalla húmeda. Miró el rostro del mutante esperando una reacción.
No hubo reacción.
Tocaba colocar una toalla en la nuca. Llevo ambas manos atrás de la nuca, apoyando una mano para levantar el cuello y poner una toalla húmeda.
- Se que estas despierto - comentó en cuánto recostó la cabeza en las almohadas. - No necesitas fingir.
Leonardo no se movió.
- Así serán las cosas ¿eh?. - dijo la chica de ojos grises. - Ok...
La chica quitó las mantas justo donde estaba la herida en el muslo, puso sus manos en cada lado de herida.
- Voy a poner presión en esta herida, si no quieres que lo haga tendrás que detenerme. - dijo, Leo seguía sin reaccionar. - A la cuenta de 5.
- Cinco...- deslizó un poco las manos más cerca de la herida.
- Cuatro.. - otros centímetros más cerca.
- Tres.. - otros centímetros menos. Sus manos tocaron las vendas.
- Dos.. - llegó a la zona de la herida presionó muy poco haciéndole entender al temerario líder que estaba hablando enserio.
- Un... - Leo con toda la fuerza que pudo tener en ese momento se levantó tomando los brazos de la chica antes de que ella ejerciera esa presión.
- No lo hagas, me duele. - le dijo mientras quitaba las manos de la chica sin dejarla de ver.
- Si hubieras hecho caso al inicio jamás hubiera hecho eso. - sonrió levemente - Me da gusto que hayas despertado.
- ¿Por qué?
- Bueno no sabría que hacer con un cadáver de una tortuga de un metro con sesenta.
- No mido 1.60 - dijo Leo.
- Ok, solo jugaba. -dijo - ¿Cómo te sientes?
- ¿Por qué el interés?.. - dijo desconfiado.
- Bueno porque pase como 3 horas limpiando tus heridas y regulando tu temperatura. Nada más por eso.
- Lo siento no debí desconfiar es.. Solo..
- ¿Qué apenas nos conocemos? - asintió. - No te preocupes entiendo perfectamente.
Hubo un momento de silencio.
- Gracias por cuidarme - dijo Leo.
- Descuida, quiero dedicarme a esto ¿sabes? Eres mi primer paciente. - dijo la chica. - debes de tener hambre, te traeré algo de comer.
La chica salió de la habitación dejando la puerta abierta.
Leonardo estaba extrañado y a la vez curioso por la actitud de la chica, normalmente las personas no suelen ser tan amigables, si hasta April se asustó la primera vez que los conoció.
Todo esto le resultaba raro.
Diana llegó con una mesa plegable, en ella se encontraba lo que parecía un plato hondo, de el salía vapor y un vaso de jugo.
Colocó la mesa plegable en la cama.
- Es caldo de pollo. - dijo - es bueno para estas ocasiones.
Leo miró el plato, el olor era delicioso trago saliva, tenía mucha hambre.
- No tiene ningún veneno o algo que te haga daño. - dijo la chica al ver que su invitado solo observaba el plato. - Confía
- No me malinterpretes, dejé de confiar con facilidad en las personas hace tiempo. - dijo Leo.
- Entiendo pero te diré que no tendría sentido que te haya curado para matarte después.
Tenía un punto.
Leo tomo la cuchara y empezó a comer. El platillo estaba delicioso, y claro era perfecto para él le ayudaba a recuperar más rápido la temperatura.
Al terminar de comer Diana retiró la mesa plegable.
- ¿Porque me ayudaste? - le preguntó Leo, tenía que quitarse esa curiosidad.
- Pues.. Cuando te vi herido me sentí mal por ti, por eso te ayude.
- Si pero... Soy un mutante. - dijo - deberías de tenerme miedo.
- ¿Miedo? - asintió Leo. - Ok.. Respondeme esto, ¿Comes humanos? - Leo negó - ¿Matas personas inocentes? - volvió a negar - ¿secuestras niños? - Leo negó - No hay razón para tenerte miedo.
Leo se quedo pensativo. Nadie le había puesto ese punto.
- No tengo motivos para tenerte miedo, y si entiendo tus dudas, las personas pueden ser muy prejuciosas, yo también he vivido ese prejuicio
- ¿Enserio?
- La gente me critica por mis costumbres y cultura. A la gente no le gusta lo diferente.
- Si es cierto. - dijo Leo.
- Bueno ya es hora de dormir - dijo la chica. - Tu puedes descansar aquí, dormiré en la sala.
- Debo de irme. - dijo el temerario líder. Para intentar levantarse de la cama, Diana colocó ambas manos en el plastron de Leo para empujarlo de regreso a la cama.
- Oye esta lloviendo muy fuerte, estás herido, las vendas no resistirán la lluvia y no es bueno que se mojen. - dijo mientras lo tapaba con las mantas.
- Pero es agua limpia - renegó Leo.
- ¿En Nueva York? Yo no creo - dijo Diana con una sonrisa - duérmete o te pegaré en la herida. Y hablo enserio. - agarró la mesa plegable.
Al salir Diana apagó la luz de la habitación.
Leo no tuvo más que acostarse, no tuvo problemas para quedarse dormido pues el calor de las toallas tibias más el estómago lleno lo relajó bastante.
Durmió profundamente.
(..)
Leo despertó, se frotó sus ojos ya era de día, pero continuaba lloviendo.
Diana entró a la habitación. Traía el equipo de Leo.
- ¿Dormiste bien? - preguntó al entrar.
- Si dormí bien. Ya es hora de irme - dijo.
Ya tenía algo de fuerza. Diana lo ayudó a levantarse.
- Tus cosas ya están secas. - le dijo la chica mientras le pasaba el equipo.
Leonardo se colocó el equipo, se le dificultaba un poco, algo que notó la ojigris quien no dudo en ayudar al líder.
Ya una vez con su equipo Leo se colocó la bandana.
- Antes de que te vayas, deja que te de algo para la lluvia. - camino hacia su armario, al abrirlo sacó una chamarra larga. - Así no te mojarás.
- No puedo aceptarlo. - dijo Leo.
- No seas aguafiestas, tómala te la regalo, tengo otra chamarra igual. - dijo.
Leonardo sin más que decir la acepto.
- Adentro esta tu.. ¿celular? - dijo con una sonrisa mientras le ayudaba a Leo a ponerse la chamarra. - ya tiene batería.
Fue a su armario para sacar otra chamarra la que mencionó para ponérsela.
- ¿Qué haces?
- No es obvio, me pongo una chamarra - dijo ella.
- Si pero ¿Porqué?
- Bueno te ayudaré a subir aunque sea las escaleras. - dijo - todavía no estas en condiciones para subir solo.
- Eres... Muy amable. - dijo Leo.
Ambos salieron por la ventana, Diana tenía razón a Leo se le dificultaba subir las escaleras, ella lo ayudaba a subir.
Una vez en el techo, ambos se miraron.
- Así que... Supongo que esto es un ¿adiós?...
- Si creo que es un adiós... Y gracias de nuevo por salvarme. Te debo una.
- De nada.
- Tengo que aclarar.. Nadie debe de saber que existo. No le digas a nadie.
- ¿Y quien creería que vi a una tortuga que habla del tamaño de una persona? Me mandarían al psiquiatra si digo algo así.
- Ya estás avisada. - dijo Leo.
El dolor en su muslo era soportable gracias a los cuidados que recibió.
- Oye lo más probable es que esa herida necesite puntadas - dijo Diana.
- No te preocupes ya me ayudaste suficiente... - dijo Leonardo para dedicarle una sonrisa.
- Ok.
Sin más que decir Leo se fue, como se había mencionado el dolor era soportable.
Diana se quedo viendo hasta que ya no pudo ver más a la tortuga.
Bajo la escalera de incendios y entro de nuevo a su habitación. Se quitó la chamarra y la dejó en una silla.
Debía de arreglar las cosas antes de que llegara su tío del trabajo.
Limpió su habitación de cualquier cosa que hiciera sospechar a su tío. A terminar vio el reloj que colgaba de la pared de la sala.
Las 5 de la mañana. Agradeció que era sábado, podría descansar un poco más.
Se abrió la puerta de la entrada de su casa.
Un hombre alto de cabello negro algo largo, de piel morena entró. Estaba agotado había sido un día muy difícil en el trabajo.
Dejó su gabardina en el perchero. Al igual que una placa.
El olor de la comida recién hecha le llamó la atención. Al dirigirse a la cocina vio a su sobrina lavar trastes.
No tenía mucho que su sobrina vivía con él, la situación en el hogar de ella se había complicado.
El podía darle al menos una vida más tranquila. Se lo prometió a su hermano.
Se acercó a ella.
- ¿Qué haces despierta tan temprano? - le preguntó.
- No podía dormir, y bueno hice de comer. - dijo la chica sin verlo.
- Diana sabes que si tienes alguna preocupación o necesitas desahogarte aquí estoy para ayudarte. - le dijo mientras colocaba una mano en el hombro de la Chica.
- Lo sé tío, es solo que.. Es algo difícil para mi. - al estar los platos limpios dejo la cocina para sentarse en el sofá.
- Entiendo, por cierto.. Hablé con la directora de la escuela Roosevelt y podrás presentarte el lunes. - dijo mientras se sentó a un lado de su sobrina
- Ok tío.
- Se que esto es nuevo para ambos, no estas acostumbrada a la cuidad, sobretodo una cuidad como Nueva York. - suspiro - y lo que paso hace un mes.. Estoy seguro que todo saldrá bien en tu nueva escuela.
- Si yo también lo creo tío. - dijo para dedicarle una sonrisa.
- Oye sabes pedí hoy y mañana para no ir a trabajar, la jefatura me lo permitió, así que si quieres podemos ir a.. No sé ver una película o de compras... Pasar tiempo juntos.
- Suena genial tío.
El hombre bostezo.
- Iré a dormir, tú debieras de hacer lo mismo - le dijo a su sobrina. Para caminar hacia su habitación. Antes de entrar se detuvo y volteo a donde estaba su sobrina - Diana todo saldrá bien.
El hombre cerró la puerta detrás de si.
Diana caminó hacia su habitación. Cerró la puerta, fue a su cama para acostarse, de su mesa de noche sacó un reproductor de música. Tomó unos audífonos y los conectó al reproductor.
Se pusó los audífonos, y seleccionó una canción.
Con la música, y la luz del día entraba a través de las cortinas observó el techo, recordando a la tortuga de ojos azules.
No esperaba conocer a alguien así, y más si se trataba de un mutante. Desde que llegó había escuchado que la gente decía que pasaban cosas raras en la cuidad.
Sus vecinos sobre todo hablaban mucho de eso. El chico, o bueno tortuga le resultó muy agradable.
"Ojalá y nos volvamos a encontrar." - pensó para cerrar sus ojos y dormir.
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