ж EPÍLOGO ж

Tras la partida de Emerald, la ceremonia de coronación volvió a ser postergada, al cabo de un mes el juicio de Julian y Diamond fue llevado a cabo, y aunque se demostró con la ayuda de clarividentes que genuina inocencia, pese a que ambos eran partes de la realeza fueron sentenciados a realizar trabajos forzados para restaurar los reinos más golpeados por Noman.

Igor, quien de momento estaba a cargo del reino de Delia comenzó a dirigir junto a Diamond al reino, y este poco a poco pese a todo se comenzó a ganar el cariño de los habitantes producto del esfuerzo que realizaba para devolverle la gloria a su hogar.

Denaisa, por la gratitud que sentía por Emerald por haberla liderado decidió quedarse en Delia y ayudar a cuantas personas pudiera, perfeccionó sus estudios de sanación y sentó las bases de nuevos remedios curativos para controlar enfermedades existentes no solo en ese reino, sino también en los demás reinos de La Alianza. El acercamiento de Diamond y ella fue inevitable con el paso de los meses, desde la primera vez que se habían visto a los doce años, y pese a lo desastroso de las circunstancias, él realmente había tenido interés en ella, y poco a poco los sentimientos entre ambos siguieron creciendo hasta el punto en que para el segundo año, Diamond terminó solicitando formalmente la mano de la princesa a su padre, y este viendo lo feliz que era su hija, algo que siempre deseó, accedió gustoso al matrimonio de ambos.

Igna Sallow con ayuda de Igor y Diamond habían erguido un monumento conmemorativo por los soldados caídos durante la batalla, como era de esperar, los nombres de "Greyslan y Leila de Carty" estaban en una pequeña placa al inicio de todo.

El tosco guerrero desde la partida de ambos se encargó de difundir la historia de Greyslan, quien incluso después de la muerte volvió con tal de liberar a su amada y las hazañas que realizó incluso como docente se volvieron en cierta forma un motivador para la nueva generación de soldados que estaban siendo entrenados para la guardia.

Giuseppe, por fin liberado de la maldición comenzó a presentar problemas de salud, así que relegó sus funciones a Lideo quien pasó a ser el director de la escuela, y teniendo a Dindarrium como su mano derecha, volvieron a habilitarla para acoger nuevamente no solo a los estudiantes, si no también a las criaturas mágicas sin hogar.

Julian volvió a Navidia y fue recibido por su padre, tras el ataque de Diomedes, Rugbert había quedado muy lastimado y ya no disponía de la fuerza necesaria para dirigir el reino, es por eso que al cabo de un año se llevó la ceremonia de asenso de Julian y este comenzó a trabajar sin descanso para restaurar su nación.

Los años siguieron pasando, cuatro más para ser exactos. Nadie había vuelto a saber nada de Emerald, o de Kaia, se escuchaban rumos de que la habían visto en Genivia ayudando a la gente, o en Sudema, contribuyendo de forma anónima con las personas que resultaron afectadas durante la batalla, pero ella no había vuelto a pisar Delia, ni mucho menos Navidia.

—Bienvenido, pensé que tardarías más de lo esperado —dijo el castaño mientras salía del comedor con una gran hogaza de pan.

—¿Quién ordenó que fueras a la cocina? —contraatacó.

—Yo, porque me aburrí de esperarte —respondió y ambos comenzaron a reír.

Julian acababa de llegar de una diligencia. Estaban restaurando el monte de las ánimas para que las personas pudieran ir al santuario de Aretusa tal y como lo habían hecho en la antigüedad, así que el tiempo que tenía prácticamente se le escurría de los dedos con tantas obligaciones.

Luego de saludarse con un gran abrazo ambos subieron a su despacho, Julian caminó hasta la licorera que tenía dentro y tomó una botella de vino junto a dos copas de oro, le tendió una a Draven e inmediatamente llenó su copa hasta arriba. Sonrieron, luego chocaron sus copas y cada uno le dio un sorbo a la bebida.

—¿Cómo has estado? —pregunta el pelinegro mientras iba al escritorio a sujetar algunos papeles que tenía a la derecha

—Ya sabes, igual que siempre —tras decir esto se encoge de hombros, Julian lo observa mientras ve como este remueve el líquido dentro de la copa—. Últimamente tengo a mi padre encima pidiendo que siente cabeza, pero es algo que puedo controlar.

—¿Por Silvana?

—Correcto —las mejillas de Draven se enrojecieron al nombrarla, Julian lo observó con diversión mientras le lanzaba una mirada picara.

—Es una linda chica —él sonríe, Draven asiente dándole la razón—. Me cae bien, se ha esforzado mucho durante estos cuatro años, aunque si te seo franco, no sé que te vio —ataca, Draven rueda los ojos luego de escucharlo, pero luego ambos comienzan a reír.

—Oye, Privai me envió la invitación a su boda e incluso Eugene me mandó un mensaje encantado donde me habla directamente para que no falte —diciendo esto le extiende la invitación a Draven y se puede ver a un nervioso Eugene en miniatura conversando, luego se ve que Privai lo empuja y comienza a gritarle a Julian que bajó ningún concepto podría faltar—. Está programado para la próxima semana.

—Sí, también me enviaron la invitación a casa, aunque solo fue el parte.

—¿Irás con Silvana?

—Desde luego, me dijo que le hace ilusión volver a ver a Eugene, ha escuchado tantas veces acerca del mejor clarividente de los reinos que siente mucha curiosidad por verlo en persona.

Eugene había jugado un papel crucial en la guerra contra Noman y sus poderes no habían hecho otra cosa que crecer; actualmente era el clarividente más buscado por los reyes, como lo fue Merco Prismario en su momento, y más de uno deseaba tenerlo, pero él, al igual que muchas otras personas, todavía se encontraban aguardando el regreso de Emerald.

—¿Qué tal el ejército? Diamond me informó que últimamente ya no sabe que trabajos darle, con la paz sobre todos los reinos los guardias han comenzado a hacer ayuda social.

—Desde luego, es aburrido ser un soldado ahora —contesta él con franqueza mientras sonríe y da otro sorbo a su bebida—. No te equivoques, adoro no tener que cuidar mi cuello cada dos segundos, pero desde que las criaturas del abismo fueron purificadas, no hay mucho que hacer para nosotros —Julian sonríe luego de escucharlo— Tú... ¿cómo has estado?

El pelinegro dejó lo que estaba haciendo para luego brindarle la debida atención a su amigo. Él sabía que la pregunta iba con una segunda intención.

—Como siempre, trato de vivir.

Draven observó a Julian, luego volvió a sujetar su vaso y lo movió. Finalmente, tras una larga pausa emitió un suspiro largo y sonoro.

—Sé que prometimos no buscarla, pero sé dónde está.

—Draven, basta...

—Mira, aunque eres mi rival y ame verte atiborrado del trabajo que tienes por ser el nuevo rey —Julian sonríe tras escucharlo—, siento que con cada año que pasa te apagas más y más, y... como tu amigo, no quiero que te encierres en ti mismo, porque ya sabemos de sobra que pasa cuando tratas de solucionar las cosas por tu cuenta.

—Prometí que no la buscaría —contesta él, Draven agacha el rostro luego de escucharlo.

—Julian, han pasado cuatro años—añade—. Sé que Emerald dijo que deseaba encontrar sus propias respuestas... pero... ¿y si ella decide no regresar?

—Entonces debo de respetar sus deseos —el castaño vuelve a tomar su vaso y da un sorbo sintiendo el vino más amargo que al principio, aunque eso fuera imposible—. No voy a negártelo, Draven, desde el día que ella se marchó el deseo de buscarla y dar con su paradero es algo que me invade constantemente, pero ella siempre soñó con ser libre, y yo no tengo derecho a volver a cortar sus alas e impedir que vuele.

—Lo sé...

—Toda su vida se le dijo como actuar —continua él, su amigo asiente y las imágenes de lo que pasó hace unos años vuelven a su cabeza una tras otra todavía frescas—. Y esto es algo que por primera vez ella ha decidido por su cuenta, ambos debemos respetar sus deseos.

Luego de decirle aquello ambos se quedaron en silencio, el cual era bastante agobiante, pero Draven se encargó de romper con la tensión a medida que se ponía de pie y observaba por la ventana.

—¿Está bien? —preguntó el pelinegro finalmente, Draven sonrió victorioso.

—Despreocúpate, porque lo está.

Ambos luego de aquella conversación salieron del despacho, Draven acompañó a Julian durante todo el día en las diversas diligencias que debía realizar.

Si bien Navidia se había recuperado por completo y ahora era una nación floreciente, como lo fue antes de la maldición de Marie, todavía había demasiadas cosas por hacer, siempre había algo que hacer.

—¿Te quedarás hoy?

—Sí, por la mañana debo de volver a Delia, es el aniversario de Leila y Greyslan, y mi padre quiere que rindamos homenaje en la tumba de ambos.

—De acuerdo, entonces te acompañaré por la mañana, le diré a Anatole que prepare una habitación para ti.

Por la noche continuaron conversando frente a la chimenea compensando el tiempo que habían perdido. A diferencia de la escuela ya no tenían la oportunidad de frecuentarse constantemente, pero aquellos preciosos momentos donde podían confraternizar eran demasiado valiosos para los dos.

Para la mañana siguiente Draven volvió a Delia y Julian volvió a quedarse solo, tal y como lo había estado desde hace cuatro años, su padre veía como su hijo buscaba siempre estar ocupado para no pensar en Emerald, pero poco o nada podía hacer para lograr que se sincerara y fuera a buscarla. Ambos entendían que la decisión no les correspondía, y aunque lo que menos le gustaba era ver a su hijo sufrir, ese era el camino que él había elegido.

El resto de la semana se fue demasiado rápido, el día de la boda de Eugene y Privai ya había llegado, Julian se encontraba listo junto a Rugbert, ambos partieron utilizando el portal mágico y tras que se les diera el permiso del otro lado, atravesaron el portal para ser teletransportados.

Al llegar Draven y Silvana ya los estaban esperando, Rugbert se despidió de ellos y caminó hasta Lideo y Dindarrium quienes parecían estar teniendo una discusión. Al poco tiempo Diamond y Denaisa llegaron por el portal, Silvana, que se había hecho gran amiga de la princesa ya que la había acompañado de escolta en sus incursiones médicas se dirigieron hacia los demás invitados para comenzar a saludarlos.

—Ey, casanova —dijo Diamond al tener frente a si a Julian.

—Si hubiera sabido que vendrías no hubiera asistido —atacó, pero una sonrisa terminó escapando de sus labios.

—La señorita Privai te hubiera asesinado de no asistir —le dijo y todos rieron.

—¡Excelencias! —Madam Lilehart llegó alegre como siempre—. Será mejor apurarnos, la ceremonia protocolar está por empezar —informó.

Los tres comenzaron a caminar en dirección al salón. Desde que todo se había descubierto una de las primeras cosas que hizo Julian fue pedirle perdón a la docente, Lilehart, entendiendo las circunstancias lo perdonó ya que sabía que para ese punto, él tan solo era prácticamente un niño siendo prisionero en su propio cuerpo, y ante el asombro de todos, pese a que Julian era muy altanero, ambos entablaron una cordial amistad.

El palacio que mandó a edificar Eugene era grande y desprendía magia por donde quiera que miraras, la entrada había sido decorada con Lirios azules, la flor favorita de Privai, y se podía ver como estas habían sido encantadas y desprendían brillos conforme los invitados iban pasando.

Al llegar al salón Eugene y Privai ya se encontraban en la parte delantera, Julian y los demás tomaron posición en la primera final y mientras se oficializaba la unión, Julian no podía evitar pensar cuanto le hubiera gustado que Emerald estuviera en esos momentos a su lado.

Al finalizar el protocolo pasaron al enorme salón donde se llevaría a cabo la celebración, la noche ya cubría la nación y las luces encantadas dentro del palacio le proporcionaban un ambiente acogedor a la ceremonia.

Finalmente, el baile comenzó, los primeros en iniciar la danza fueron Eugene y Privai quienes ahora oficialmente eran esposos, y luego los demás invitados comenzaron a unirse a la ceremonia.

Julian se quedó de pie a un lado viendo como todos se divertían, Privai, luego de terminar el primer baile corrió hasta donde él se encontraba y lo obligó a seguirla para que bailara con ella.

—Vamos, diviértete o la gente pensará que te querías robar a la novia —lo molestó este rio mientras daban una vuelta.

—Oye, me estaba divirtiendo, me quitaste la copa de whisky hace poco.

—Traes una cara de muerto desde la ceremonia —le dijo—, no creas que no te vi, porque lo hice, hasta Eugene se dio cuenta de eso.

—Perdón, es solo que... bueno, he estado tan cansado que me cuesta estar despierto —mintió.

—Si tanto la extrañas deberías ir a buscarla.

—Privai, basta... sabes que...

—Sí, sí, no te corresponde a ti decidirlo, lo sé. Es solo que... quiero que seas feliz, eres mi amigo.

—Se sincero conmigo, por favor.

—Bien —suspiró—, hoy más que nunca la he extrañado. Se cumple otro año desde que se fue, y cada vez es más difícil... tratar de seguir adelante.

—¿Entonces tu deseo es volver a verla?

—Desde luego, pero prometí esperarla...

Privai comenzó a sonreír luego de escucharlo, a la siguiente vuelta que tuvieron Julian vio a una muchacha de cabello largo dorado con bucles y ojos violetas observándolo tímidamente mientras estaba sonrojada; traía puesto un vestido de color verde bellamente elaborado, similar al que él le confeccionó la primera vez que intercambiaron las pulseras y él le entregó el anillo.

Él volteó a observar a Privai para confirmar que no era una ilusión, pero esta ya se encontraba junto a Eugene riendo mientras danzaban, los demás invitados de forma disimulada los veían, y él simplemente estaba allí quieto mirándola a ella.

—Hola... —dijo avergonzaba.

—Emerald... —sus manos tomaron sus dedos con delicadeza, aquella descarga que siempre sintieron volvió, y temiendo que ella volviera a desaparecer nuevamente, sujetó con más firmeza su mano.

—¿Bailas? —preguntó, y seguidamente él asintió mientras sonreía.

Ambos comenzaron a girar por la pista. Sus ojos no se apartaban el uno del otro y era como si el tiempo se hubiera detenido y solo fueran los únicos en ese lugar.

Julian por primera vez desde su partida volvió a sentir como su corazón latía desbocado al tenerla a su lado, y Emerald se sentía de la misma forma al ver como aquellos ojos verdes todavía la observaban con ese amor tan profundo con la que siempre la miró.

—¿Encontraste lo que buscabas? —preguntó él finalmente.

—Lo encontré —contestó ella—. Siempre serás tú la respuesta al final del camino.

Ambos se detuvieron porque la música cesó. Ninguno apartaba la mirada y ambos retenían el aliento, él comenzó a acercarse a su rostro, pero fue ella la que finalmente terminó rompiendo la distancia entre ambos para sellar la unión con un beso, sus brazos rodearon el cuello de Julian y él terminó elevándola del suelo.

—Hasta el final de los tiempos —dijo él.

—E incluso más allá de esta vida, te amaré —contestó.

Los asistentes a la boda comenzaron a aplaudir ante la escena, su hermano e incluso sus amigos no pudieron evitar comenzar a llorar al verlos por fin juntos.

Ambos habían sido destinados desde antes de su nacimiento, bajo una tragedia de amor que trascendió en el tiempo, pero él amo esa versión destruida y se encargó de resguardar su corazón cuando este estaba hecho añicos, la aceptó cuando nadie, ni siquiera ella misma lo hacía, y ella poco a poco le fue dando motivos para que él deseara vivir y formar un futuro donde sea realmente feliz.

Ambos fueron la luz que necesitaban en medio de la oscuridad, y en definitiva, la libertad nunca se había sentido tan bien como en ese momento.  

**FIN**

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