CAPÍTULO XXV: La lágrima de Nereida.

Una gota se impregnó en su mejilla, luego otra, y finalmente esto terminó despertándola.

La luz del entorno donde se encontraba volvió a cegarla, pero en cuanto cerró los ojos todo se convirtió en tinieblas. Al observar a sus alrededores ella se dio cuenta de que estaba tirada en el suelo en medio de un espacio amplio y oscuro.

Su cabeza le daba vueltas, había un sonido chirriante que se colaba por sus oídos y la aturdía. Al ponerse de pie extendió palma de su mano, invocó un orbe de luz que fue iluminando su camino, pero a donde quiera que se dirigiera parecía que aquel lugar no tenía fin.

Emerald comenzó llamar a sus amigos, pero ni siquiera el eco de su voz retornaba a ella.

Avanzó lentamente temiendo caer si daba un mal paso, pero el terreno parecía ser llano y esto le brindaba cierta sensación de peligro.

Oyó risas de niños a lo lejos, al acercase hacia ese lugar pudo observar que del lado derecho había un enorme muro de cristales. Situó la palma que tenía libre sobre la fría superficie y en cada pedazo se reflejó algún recuerdo que ella tenía.

Vio sus primeros años alejada de su hermano por orden de su madre, vio como poco a poco ellos comenzaron a interactuar más. Fue testigo incluso de cosas que de las que ella ni siquiera era consciente de la edad, las imágenes se movían de forma automática atravesando cada pasaje de su vida, Emerald tan solo se mantenía allí quieta, incapaz de moverse por una extraña razón.

De pronto llegó aquel día, ella corrió al bosque, Diani fue tras ella y en seguida Diamond fue a darles el alcance. Luego de eso vio el ataque que sufrieron, y como todo comenzó. Sin embargo, había algo que cambió. Por una parte de aquellos cristales se mostraba como hubiera sido el camino si Emerald y Julian hubieran muerto aquel día en Navidia, pero este sendero se encontraba opaco, mientras que un poco más arriba, veía las imágenes de todo lo que había vivido hasta ahora, y esa sección se encontraba completamente iluminada.

Antes de que llegara al desenlace las imágenes se detuvieron y cristal se oscureció reflejando de esta forma su propia imagen.

El brazalete de Merco brilló en su muñeca, provocando que entrecerrara medianamente los ojos.

Emerald...

Escuchó que la llamaron desde sus espaldas, al girar sobre sus talones vio a una anciana, sus tobillos temblaban cada que daba un paso, aparentemente apenas podía mantenerse de pie.

Ella estaba vestida con un traje que solo usaban los antiguos sacerdotes, Emerald lo sabía porque estuvo investigando un compendió de textos sagrados, y en las ilustraciones, se podía apreciar la vestimenta que usaban: La vestimenta constaba de una toga de color blanco, y bordeando su cintura habían los eslabones de una cadena de oro.

La anciana con un gesto de sus dedos arrugados la llamó, Emerald se acercó lentamente hasta donde estaba, la mujer estiró la palma y la colocó hacia abajo, Emerald extendió sus manos y a penas lo hizo, del centro de la mano de la mujer comenzó a emerger un puñal de oro con incrustaciones de rubí. Emerald apenas logo sujetar el objeto sin que este le rebanara los dedos.

—¿Qué es esto? —le preguntó, más ella no dijo ni media palabra, únicamente comenzó a avanzar lentamente hacia el frente, y Emerald entendió que debía seguirla.

El brazalete de Merco brillaba a medida que se alejaban de ese lugar, y las paredes poco a poco comenzaron a hacerse más y más pequeñas, formando de esta forma una especie de pasadizo. A lo lejos, Emerald comenzó a escuchar una gotera, y a medida que se acercaban a esa zona la oscuridad iba siendo dejada atrás.

Llegaron al final del camino, Emerald observó maravillada el espacio nuevo donde había sido dirigida: Constaba de una inmensa playa que no tenía fin, la arena era tan blanca que difícilmente podía tratarse de una que existiera en su mundo, y el agua, si bien se veía impecable, no reflejaba nada que estuviera debajo de esta.

La anciana reanudó su camino, Emerald la siguió pero al llegar a la orilla se detuvo abruptamente, la mujer había comenzado a caminar por encima del agua y las ondas producto del movimiento se formaban a sus pies.

A medida que la mujer se alejaba del cielo comenzó a emerger un enorme cristal que giraba sobre su propio eje, el objeto que flotaba comenzó a reflejar una luz de color azul, la anciana continuó avanzado sin prisa hasta que estuvo posicionada justo debajo de este, las luces continuaron el entorno, y una vez que la iluminaron, la apariencia de la mujer cambió por completo.

La anciana comenzó a rejuvenecer, sus canas dieron paso a una hermosa cabellera de oro que le llegaba hasta el pecho, y las arrugas de su rostro desaparecieron por completo dejando una tez lozana y juvenil. De un momento a otro comenzó a encorvarse mientras buscaba alcanzar su espalda, giraba sobre su cuerpo producto del dolor, y aún desde Emerald se encontraba, podía apreciar que unas enormes alas de color negro que sostendrían con facilidad su peso comenzaban a emerger.

Pugna sis vis lacrima —dijo ella en dialecto antiguo, pero Emerald llegó a entender que le estaba pidiendo que peleara si deseaba la lágrima.

En cuanto dijo esto, el puñal que Emerald mantenía todavía firmemente entre sus manos se convirtió en una espada, la mujer que la observaba desde el centro comenzó a volar, su cabello se tornó de fuego, y cuando estuvo justo a la altura de ese inmenso cristal de su palma extrajo una lanza de oro.

La mujer comenzó a acercarse peligrosamente hasta donde ella se encontraba, Emerald sujetó con firmeza el arma y a medida que ella la atacaba, se defendía. No deseaba herirla, lo único que necesitaba era ver la forma de acercarse al cristal y tomarlo para huir de allí.

Pugna Emerald Lagnes.

La mujer volvió a acercarse, Emerald blandió la espada y contrarrestó su ataque, estiró la palma al frente, conjuró aprisionae, pero ella logró esquivar su hechizo con facilidad. Las cadenas que emergían desde el centro de su palma terminaron pasando por el lado y ella voló a lo alto, casi a la altura del cristal que todavía se mantenía flotando.

La guardiana volvió a atacarla, Emerald comenzó a correr, pero en verdad era difícil hacerlo, la arena que pisaba se movía por debajo de sus pies cada que trataba de dar un paso y sentía que no estaba llegando a ningún lado.

La daga la rozó el brazo de Emerald rasgando la tela de su traje, apenas pudo esquivarlo porque a todas luces se notaba que iba dirigida a su corazón. En tierra jamás le ganaría, esquivaba sus ataques con facilidad, y ella no tenía forma de volar así que tampoco podría ganarle en el aire.

De pronto, una fugaz idea cruzó su mente, observó el agua y comenzó a correr.

No sabía que habría debajo de este, o si no era algún tipo de líquido que generaría que se desintegrara hasta los huesos, pero si la anciana había podido pararse sobre la superficie le indicaba que al menos era una zona segura.

Al tirarse debajo del agua vio que la mujer revoloteaba sobre su cabeza volando. No se acercaba, pero el oxígeno no le duraría eternamente y necesitaba volver a salir a la superficie.

Estando allí vio como el cristal que giraba seguía proyectado la luz, y a lo lejos Emerald pudo distinguir que había un pequeño cristal clavado en el fondo del lugar.

Nadó lo más rápido que pudo, tomó la pequeña joya entre sus manos y el agua comenzó a dispersarse formando un remolino a su alrededor. La mujer se acercó rápidamente al ver la entrada libre del agua, Emerald tomó la joya, empleó magia para fundirla en el mango de la espada y la blandió rápidamente al frente.

Emerald no logró esquivar la lanza, esta la terminó atravesando a la altura de su hombro, pero su espada acababa de introducirse dentro del pecho de la mujer, quien poco a poco dejó de aletear.

En cuanto la sangre de ella hizo contacto con la joya en forma de lágrima el agua regresó a su lugar de origen, arrastrando consigo a Emerald y la mujer nuevamente al interior. Emerald comenzó a nadar a la superficie, pero al tornar su rostro vio el cuerpo de la mujer flotando en la parte baja, y terminó regresando nuevamente para llevarla consigo otra vez a la superficie.

Una vez arriba Emerald arrastró como pudo el cuerpo de la mujer, quitó la espada y posicionó sus manos a la altura de su pecho, conjuró curae, pero aparentemente ella ya no reaccionaba.

De pronto, una arrugada mano sujetó su muñeca, Emerald observó el cuerpo y se dio cuenta de que la mujer estaba allí, tal y como la había visto al inicio sonriéndole.

La espada, que se encontraba a la derecha de Emerald comenzó a desvanecerse y dejó la pequeña joya que ahora brillaba en tonalidades celestes sobre la blanca arena. La anciana tomó el objeto y luego sujetó las manos de la muchacha mientras le entregaba la reliquia.

Has demostrado ser la digna portadora de mi lágrima, muchacha —exclamó la mujer—. Recuerda que este cristal ha de otorgar enorme poder a su cuidador, pero grande será la devastación de aquel que la quiera usar para hacer el mal, porque su objetivo es perdonar y purificar. Buena suerte, utilízala sabiamente para reparar el lazo que fue roto.

Diciendo esto, todo volvió a oscurecerse y Emerald regresó a la parte de la entrada de la cueva. Inmediatamente se puso de pie y corrió para ayudar a sus amigos, al salir, tanto Draven como Eugene seguían enfrentando a la Hipermeria, mientras que Julian aún se mantenía combatiendo contra Diamond.

Al correr al frente uno dirigió un ataque a su hermano, este la esquivó con facilidad, Darakatan, que se encontraba más lejos lanzó una bola de fuego verde en dirección de ellos y Emerald los protegió con magia.

—La reliquia será mía —siseó peligrosamente su gemelo mientras dirigía otro ataque a ella.

—La tendrás sobre mi cadáver —respondió ella amenazante, tomando incluso por sorpresa a Julian y Diamond.

El rubio situó la mano sobre su pecho, sus manos se encendieron y Emerald supo que estaba a punto de usar la flama de Neptys, si no hacía algo para frenarlo estarían perdidos, ya que sus escudos protectores no bastarían para ponerlos a buen recaudo.

Emerald observó el cristal que brillaba, lo colocó a la altura de su pecho y su cabello comenzó a ondear en el viento, las olas del mar comenzaron a retroceder. En apenas una fracción de segundos Diamond conjuró un tornado de fuego que amenazaba con desintegrarlos, Emerald comenzó a levitar sobre el suelo y desde atrás un torbellino de agua proveniente del mar comenzó a acercarse hasta colisionar con el hechizo que hizo Diamond.

—¡No volverás a lastimarlos! —gritó Emerald.

En cuanto ella logró detener el ataque su cuerpo comenzó a brillar otra vez mientras todavía levitaba, el mar comenzó a retroceder, Diamond vio como las olas se alejaban amenazando venir con fuerza, vio a Darakatan que seguía peleando con los otros dos y dirigió un ataque hacia ellos, Eugene y Draven terminaron volando a direcciones opuestas y Diamond corrió hasta subirse al lomo de la Hipermeria, esquivando apenas la prisión de agua que Emerald había invocado con ayuda de la lágrima.

Emerald deseaba perseguirlo, pero se dio cuenta de que Eugene había quedado inconsciente producto del ataque de Diamond y era necesario ayudarlo. Al descender corrió donde su amigo, la cueva volvió a las profundidades del abismo marino y la luna dejó de iluminar el camino.

—Curae —dijo ella, y el brillo que emanaba de su palma fue más grande que nunca.

Julian y Draven se miraron maravillados, ni siquiera cuando Emerald había despertado lograron ver tal cantidad de poder, pero ahora con la reliquia en sus manos este parecía haberse multiplicado.

—Por los dioses, mi cabeza —exclamó Eugene luego de algunos minutos mientras tomaba asiento— ¡Emerald, la lágrima! —gritó, pero ella lo abrazó con fuerza.

—Sin ti no hubiera podido conseguirla, gracias, Eugene.

Para cuando los tres se encontraban bien Julian volvió a transformarse en dragón y los llevó de regreso a la celebración, Emerald había tenido que ir a cambiarse y deshacerse de su ropa ya que estaba había quedado muy destruida en el enfrentamiento.

Si bien habían ganado en esta oportunidad había algo que no le cuadraba y eso la preocupada demasiado.

Con solo una reliquia sus poderes se habían multiplicado, sentía como la magia recorría su torrente al punto que dolía.

Pero... ¿Por qué si Diamond tenía dos reliquias no había acabado con los demás con facilidad?, acaso... ¿él había dejado que ella la tomara apropósito?

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