CAPÍTULO XXIV: La ilusión de la boda.

Emerald estuvo por horas supervisando los preparativos, y aunque pensó que en algún punto Denaisa o su madre se sumarían, esto no pasó. Según lo que le había comentado Andrea, ambas habían salido poco antes de que ella llegara, pero su madre no quiso ser acompañada por la escolta, así que ni siquiera la guardia personal sabía con exactitud de a donde había ido. Era muy extraño, su madre jamás iba a algún lugar fuera de Delia sola, y menos se arriesgaría a poner en peligro a Denaisa.

Para cuando por fin terminó de supervisar lo que faltaba ya era muy entrada la noche. Estaba por demás cansada, había estado por varias horas de pie siendo guiada por los sirvientes y para esa hora de la noche era imposible que pudieran mantener los ojos abiertos.

Al llegar a su habitación se recostó sobre la cama y en cuanto su cabeza tocó la almohada cayó profundamente dormida. Sin embargo, como ya era costumbre, apareció en el lugar donde se encontraba Diamond. Al observar al suelo se dio cuenta de que estaban volando sobre el lomo de aquella criatura que utilizó el anciano hace varios años atrás en Navidia, que ahora sabía que era una Hipermeria corrupta.

Aunque su hermano no dijera nada podía de alguna extraña forma sentir que estaba ofuscado, Emerald se dio cuenta por la ruta que la enorme criatura estaba siguiendo, es que ahora él se encontraba muy cerca de la frontera sur de Delia.

Al llegar a su destino Diamond bajó del lomo de la bestia y ella hizo lo mismo, él camino hasta situarse al borde del acantilado donde se encontraba y observó el domo resplandeciente de Delia a lo lejos. Una vez allí, ambos tornaron su rostro al lado contrario y se percataron de que el alba ya se asomaba en el horizonte acariciando gentilmente las montañas.

Emerald caminó hasta estar un poco más cerca de él y como tantas veces había hecho estiró su mano al frente, pero a diferencia de las veces pasadas, esta vez logró tocarlo, Diamond volteó rápidamente a observarla, ella retrajo su mano y la posicionó a la altura de su pecho, pero antes de que él si quiera pudiera hacer o decirle algo, ella se elevó al cielo y desapareció de un instante a otro.

Al abrir los ojos sentía que le faltaba el aire. Observó su mano y esta temblaba, la sensación gélida de la piel de Diamond todavía estaba presente. Era la primera vez que lograba establecer un contacto físico con él.

Emerald volvió a cerrar los ojos, trató de dirigirse nuevamente hasta donde Diamond se encontraba, pero no funcionó. Pese a que ya tenía mayor control sobre las proyecciones que realizaba, y en cierta forma, sabía como inducirlas, cada vez que elegía ir con él algo la bloqueaba.

Para cuando logró despertar de su ensimismamiento ya era bastante tarde, tanto que una de las sirvientas ya había ido a su habitación para dejarle el traje ceremonial que debía de usar para contraer nupcias.

—Su majestad —dijo la muchacha en cuanto dejó los implementos sobre la cama—. La boda dará inicio en una hora, se requiere su presencia en la parte baja, los invitados ya comenzaron a llegar.

—Iré enseguida —respondió apenas, pero ella alcanzó a oírlo.

Que Diamond estuviera cerca solo indicaba una cosa: Él también iría a buscar la reliquia cuando fuera el momento adecuado.

Tenía miedo de enfrentarse a él, con el alma de Marie, y las dos primera reliquias Diamond podía ser extremadamente peligroso, aunque sonara horrible si quiera decirlo, era un arma letal, pero había algo que no terminaba de cuadrarle del todo.

Recordaba que cuando fueron a Navidia a extraer el alma de Marie de su cuerpo, su hermano se había referido al anciano como su maestro, pero ya desde hace algún tiempo no había logrado verlo junto a él, y considerando que las reliquias guardaban tanto poder, le resultaba completamente extraño que Diamond las estuviera celosamente resguardadas.

¿Acaso Diamond tendría otro fin para aquellos místicos objetos?

***

Al llegar a la planta baja se topó con los monarcas de cada reino, inclusive el padre de Denaisa ya se hallaba conversando con Andrea, quien le estaba dando las indicaciones de cual sería su lugar una vez comenzara la ceremonia.

—¡Rey Diamond! —escuchó que la llamaron desde la entrada. Al observar hacía ese lugar se topó con Eugene, quien había dejado un poco más atrás a sus padres y caminó rápidamente en su dirección.

—¡Eugene! —exclamó bajo, y este terminó pidiendo que la acompañara a uno de los pasadizos de la planta baja.

Cuando ambos estuvieron allí Eugene se aseguró de que nadie los estuviera escuchando, Emerald se moría de ganas de preguntarles muchas cosas, pero el muchacho parecía estar hecho un manojo de nervios.

—Escucha, Emerald, estuve investigando y encontré esto —diciendo esto extendió un brazalete en su dirección—. Necesito que lo uses el día de hoy, ese brazalete fue elaborado por el mismo Merco Prismario, lo robé de la sala de tesoros del palacio.

—¿Lo robaste? —preguntó ella, temiendo por la seguridad de su amigo.

—He dejado una réplica en el escaparate donde se encontraba, pero necesitaba que lograras tenerlo hoy.

—¿Por qué?

—La lágrima de Nereida buscará jugar con tu mente, según las leyendas la cueva donde se encuentra tiene un fuerte campo de protección, solo hay dos formas de acceder sin que el cerebro del invasor se haga papilla: La reliquia de Azoret, o algo que impida el control mental —una vez que dijo esto Eugene tomó una considerable bocanada de aire—. Por lo que hemos visto no tenemos la reliquia de Azoret, entonces la única persona que va a poder entrar eres tú, Merco diseño ese brazalete con el fin de impedir que los enemigos invadan tu mente.

—No sé como agradecer todo lo que has hecho Eugene —en cuanto dijo esto colocó una mano sobre su hombro y la aprisionó con fuerza—. Eres un prodigio para este arte, estoy muy agradecida contigo.

—No me agradezcas, no todavía —contestó él con pena—. Únicamente cuando logres obtener la reliquia podremos respirar con un poco más de tranquilidad, pero de momento siento que esto es todo lo que puedo hacer.

—Lo haremos —Emerald quiso brindarle seguridad, pero ni ella estaba lo suficientemente convencida—. Tenía que contarte algo más Eugene... ayer estuve con Draven y vi la marca, tiene una marca aprisionadora en el cuerpo.

—Demonios... me lo suponía —tras decir esto el muchacho colocó ambas manos en el rostro y por poco se lleva sus grandes lentes—. He tratado de deshacer el conjuro desde adentro, Emerald, pero mierda... no lo he conseguido, aún soy un aprendiz, no tengo la habilidad que hace falta.

—¿No existe alguna manera de detectar quien es el traidor? —Eugene la observó, ella sabía que él trataba de hablar pero no podía hacerlo.

—Lo lamento, te juro que lo siento mucho, pero tarde o temprano te darás cuenta de quien es esa persona —añadió—. Lo único que espero... es que no sea demasiado tarde cuando eso ocurra.

—¡Rey Diamond! —escuchó que la llamaron a lo lejos Emerald observó a la entrada del pasadizo y se dio cuenta de que Andrea ya estaba de pie allí, esperándola.

—Cuando llegue el momento llévame contigo, prometo ayudarlos.

—Está bien.

Eugene se quedó unos pasos más atrás, pero en cuanto Emerald se dirigió a donde tendría lugar la ceremonia, lo perdió de vista por completo.

Su madre ya se encontraba esperándola en la parte delantera, Emerald se situó justo a su lado y ambas ni siquiera se dirigieron una palabra. Desde donde estaba Emerald comenzó a observar en todas direcciones. Draven estaba custodiando la entrada, apenas podía distinguir su figura de espaldas. Trató de encontrar a Julian, este no estaba por ningún lado, a diferencia del rey Rugbert que se había ubicado en la parte trasera de todos los demás. Esto al menos terminó relajándola un poco, con Julian allí sería demasiado difícil cumplir con todo ese teatro.

La parte trasera del palacio había sido adornada por tapetes vibrantes y flores fragantes. Los últimos invitados, que al igual que los demás iban vestido por sus mejores galas, se apresuraron para conseguir una buena ubicación de la ceremonia. El sonido de los instrumentos llenó el aire, los juglares tocaban melodías alegres, creando el ambiente idóneo para la festividad. De pronto, la música cambió el ritmo y una tonada suave comenzó a ser escuchada.

Denaisa, resplandeciente con un vestido blanco flotante adornado con ligeros encajes, y una capa ceremonial de color azul envolviendo sus hombros, comenzó a caminar siendo escoltada por su padre. La multitud se quedó en silencio asombrada por su belleza mientras caminaba con gracia hasta donde estaba Emerald. Cuando ambos estuvieron un poco más cerca sus ojos se encontraron, pero Emerald fue la primera en romper el contacto para observar al frente.

En cuanto la joven muchacha fue dejada por su padre, y este se posicionó justo a su lado, el venerable sacerdote dio inicio a la ceremonia, invocando bendiciones para la pareja.

—Rey Diamond, sus votos —pidió el anciano mientras sonreía.

—Hoy, en presencia de nuestros seres amados y bajo la bendición de las nuevas deidades, estamos uno frente al otro, reafirmando nuestro amor y compromiso. Yo Diamond Lagnes, rey de Delia, te tomo a ti Denaisa Treical, princesa de Orfelia, para que seas mi esposa. Prometo ser tu fiel compañero... —ella hizo una pausa antes de continuar, Denaisa la observaba embelesada con las mejillas sonrojadas— seré tu escudo en tiempos de adversidad, y tu campeón en tiempos de triunfo. Con este anillo —dijo, mientras deslizaba la joya suavemente sobre el dedo anular de la mano izquierda—, te otorgo mi amor, confianza y lealtad inquebrantable.

—Princesa Denaisa, es hora de decir sus votos —añadió el sacerdote mientras le dirigía una mirada gentil.

—Yo, Denaisa Treical prometo cuidarte y protegerte. Estaré a tu lado frente a la oscuridad y seré la luz que te guíe. Prometo ser dulce, tierna, como la melodía de un trovador, fuerte y valiente, como un caballero. Seré tu santuario, tu confidente y tu mejor amiga —dijo, mientras algunas lágrimas escurrían sus mejillas—. Con todo mi corazón, prometo serte fiel a ti y a nuestro amor. A través de las pruebas y tribulaciones, me mantendré firme, sosteniendo tu mano en cada tormenta y celebrando cada victoria.

En la presencia de los dioses que me otorgaron la dicha de que tu camino y el mío se unieran, declaro solemnemente mi compromiso contigo, mi amado, mientras ambos vivamos. Que nuestro amor perdure como los más grandiosos palacios y nuestra devoción se inmortalice como las más grandes leyendas —diciendo esto, ella comenzó a deslizar su alianza en la mano de Emerald—. Con este voto sellado por nuestros corazones y testificado por todos, te tomo como mi amado esposo ahora y siempre.

El sacerdote dio unos pasos al frente y tomó un larga cinta de color blanco, tanto Emerald como Denaisa estiraron sus muñecas hasta situarlas una al lado de la otra, y el anciano comenzó lentamente a envolverlas con la tela, para cuando terminó colocó una de sus manos encima, cerró los ojos, y luego dio unos pasos atrás.

—Hemos sido testigos de esta unión bendecida por los dioses, Rey Diamond, Reina Denaisa, pueden sellar la unión.

Denaisa cerró los ojos mientras sonreía, Emerald no pudo evitar suspirar, por fortuna, su madre no alcanzó a oírla. Se acercó lentamente, y todavía con los ojos abiertos, besó a Denaisa, aguardó algunos segundos allí para darle un cierre a todo eso, y finalmente terminó retrocediendo.

El sacerdote, quien ya se encontraba sujetando la pequeña corona entre sus manos, ordenó a uno de sus ayudantes que nos retirara el lazo, y una vez que estuvimos separados, se colocó al lado de Denaisa quien agachó la cabeza.

—Que su reinado esté lleno de prosperidad —dijo el sujeto mientras acomodaba la corona justo encima de su cabeza—. Deseamos que Delia vuelva aflorar nuevamente.

Emerald extendió su brazo y Denaisa se sujetó con delicadeza, ambos caminaron al frente y los asistentes estallaron en aplausos.

Luego de eso la celebración continuó, Julian apareció media hora después de que la alianza se hubiera realizado, pero se lo veía bastante fastidiado con toda la situación, Privai, que había llegado junto a él trataba de calmarlo, pero poco o nada podía hacer para apaciguar su mal humor en cuanto vio como Emerald y Denaisa estaban dando el primer baile.

La celebración continuó hasta bien entrada la noche, la algarabía de los asistentes era evidente, Emerald por su parte luego de cumplir con sus obligaciones se resguardó junto a sus amigos.

En un descuido, Julian alejó a Emerald y la llevó consigo a la parte de la caballeriza. Con complicidad sus manos se mantuvieron sujetas durante todo el camino y sus miradas revelaban lo que ellos anhelaban durante ese momento.

Ni siquiera tuvieron tiempo de cerrar correctamente las puertas, Julian tomó sus labios con cierta posesividad, Emerald terminó gimiendo bajo su tacto a medida que él la acercaba a su cuerpo. La corona cayó en un punto, Julian tomo a la muchacha y la posicionó encima de uno de unos fardos de heno.

Ella temblaba bajo sus manos. Deshizo el hechizo y ambos continuaron entregándose a la pasión desenfrenada que en ese momento los embargaba. El pelinegro continuó con lo que estaba haciendo, al sentirla ya lista y deseosa por recibirlo la tomó como ya tantas veces había hecho en la escuela y ella simplemente se dejó llevar. Las embestidas que le propiciaba provocaban que a penas pudiera reprimir los gemidos, pero él se encargaba diestramente de silenciarla con sus labios.

El encuentro fue apenas fugaz y pese a que no deseaban separarse necesitaban regresar, se acercaba la hora de partir en búsqueda de la reliquia y debían ir con los demás para poder llegar a tiempo.

—Bien, la entrada está despejada —dijo Draven quien acababa de llegar—. Si salimos ahora lograremos llegar a la zona noroeste para cuando se muestre el camino.

—Entendido —añadió Eugene quien estaba dando un último vistazo a los frascos medicinales que llevaba consigo—. Será mejor apresurarnos, debemos ser los primeros en llegar.

Los cuatro se escabulleron a las afueras del palacio, Julian se transformó en un dragón y los tres subieron a su lomo.

—¿Listos? —preguntó la criatura mientras aguardaba que Emerald desestabilizara el hechizo.

—Listos —respondieron ellos.

Emerald usó su magia para desestabilizar la magia del portal, e inmediatamente Julian comenzó a correr a toda velocidad hacia el mar antiguo.

Conforme se iban acercando la luna comenzó a brillar y su destello reveló un camino que emergía desde las profundidades del mar antiguo, Julian apresuró el paso, pero en cuanto a penas pusieron un pie dentro de la cueva un ataque proveniente del cielo impactó sobre ellos y provocó que terminaran dispersos.

—¡Entra y consigue la reliquia! —gritó Eugene, al ver que Emerald era la que estaba más cerca de la entrada.

Diamond, que acababa de llegar volando en su Hipermeria comenzó a atacarlos, Julian comenzó a pelear con bravura con él, y Eugene y Draven comenzaron a hacerse cargo de la Hipermeria.

Emerald se puso de pie y corrió al interior, el brazalete que le dio Eugene comenzó a brillar y un destello dentro de la cueva terminó cegándola por completo. 

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