CAPÍTULO XXIII: Prisionero
Para cuando Emerald recobró el conocimiento las velas de la habitación habían sido consumidas en su totalidad, el cuarto de reuniones se hallaba sumido en la penumbra, y lo único que le proporcionaba visibilidad, eran los rayos de la luz de la luna que se colaban por la ventana.
Se puso de pie, pero fue necesario que se sujetara de la mesa para no caer de cara al suelo. Abrió los ojos, sentía que la habitación giraba a su alrededor así que se vio forzada a volver a cerrarlos y respirar de forma pausada. Contó hasta diez, y poco a poco su cuerpo comenzó a relajarse.
—Curae —susurró, pero en cuanto la magia comenzó a brotar de su palma sintió como todos sus músculos comenzaron a contraerse de forma involuntaria.
Retuvo las ganas de llorar producto del dolor que estaba sintiendo, continuó aunque sentía que los brazos se le caerían en cualquier momento, y poco a poco la magia por fin terminó haciendo efecto.
A diferencia de las veces cuando terminaba las clases con sus maestros, ahora sentía como si alguien le hubiera dado una paliza desde adentro.
En cuanto estuvo más respuesta salió del cuarto, los oídos todavía le zumbaban, pero ahora tenía mayor control de su cuerpo.
No supo con exactitud cuánto tiempo permaneció desmayada, pero tenía la certeza de que era muy tarde. Su madre, en esa ocasión, no había empleado su magia para poder encender las lamparillas de los pasillos, entonces los sirvientes habían colocado unas que funcionaban con aceite para poder dar a los que transitaban algo de visibilidad.
Emerald comenzó a caminar de forma pausada, al llegar a las escaleras se sujetó de los barandales y poco a poco comenzó a subir hasta su dormitorio. Una vez allí, se encerró dentro del cuarto y dejó caer su peso sobre la superficie de madera, terminó sentada en el suelo mientras abrazaba sus piernas.
Rogaba porque su madre no apareciera más esa noche, era poco probable que lo hiciera, pero rogaba a los Dioses porque así fuera.
Estaba orgullosa de lo que había logrado, por fin Agatha se había dado cuenta de que el títere que ella creía manejar a su antojo no estaba más, pero claro, esto también significaba que ahora que era consciente de la gran capacidad que ella tenía para poder defenderse, y esto la colocaba en una situación no muy favorable.
Sin embargo, de no haberse defendido, su madre hubiera visto no solo los planes que estaba que tenía y los secretos que resguardaba, si no también hubiera descubierto la verdad acerca de Diamond.
Al ponerse de pie se dirigió inmediatamente a la cama, se tiró encima del mullido colchón, colocó un brazo sobre sus ojos y su cuerpo comenzó a relajarse, pero en cuanto fue transportada al mundo de los sueños, las horrendas visiones se hicieron presentes.
Desde hacía ya algún tiempo la conexión que tenía con Diamond se había intensificado, ahora no solo era capaz de ver sus recuerdos, si no también era capaz de ver desde su perspectiva que era lo que él estaba haciendo en esos momentos, y claramente, lo que podía ver no era algo agradable.
Su hermano continuaba fortaleciéndose con el poder de las reliquias y si todo seguía de la misma forma, ni siquiera ella obteniendo las dos restantes lograrían hacerle frente al inmenso poder que él poseía.
Continúo dando vueltas hasta que las aves diurnas comenzaron a surcar los cielos, rendida, se sentó sobre su cama para ponerse de pie dirigiéndose a su escritorio para poder leer algunos de los libros.
Tomó uno, pero por más que trataba de concentrarse en su lectura, las diversas preocupaciones no la dejaban avanzar de la misma línea.
Debía encontrar la manera de buscar la marca que delataría al traidor.
Las veces que había estado con Julian no se había percatado de nada extraño, y solo le quedaba Draven, pero había dos grandes problemas.
Uno, jamás encontraría la excusa perfecta para lograr ver debajo de su ropa.
Dos, la simple idea de ver a su amigo aún sin el camisón puesto sería algo demasiado embarazoso.
—Rey Diamond —escuchó que la llamaron, y reconocer al portador de aquella voz generó que un suspiro involuntario escapara de sus labios.
Caminó en dirección a la puerta, en cuanto la abrió el indeseable sujeto le sonrió de oreja a oreja, ella por cortesía le devolvió el gesto.
—Buenos días, rey Diamond —exclamó mientras hacía una reverencia—. Mi señor, la reina Agatha, lo está esperando en el salón comedor.
—Iré enseguida —le dijo cortante, el sujeto, quien trataba de ver en el interior de la habitación, no le quedó de otra que fingir que nada pasaba, y tras volver a hacer una reverencia se marchó.
Al llegar a la planta baja su madre ya se encontraba sentada en la silla ubicada al frente de la gran mesa, al darse cuenta de la presencia de Emerald, volvió a observarla de forma escueta mientras se erguía en el asiento.
—Siéntate —le ordenó, señalando dos sillas a su lado derecho.
Emerald asintió y luego de reverenciar de forma protocolar tomó asiento, había un tazón de frutas picadas frente a ella, Emerald aguardó a que su madre hiciera algún movimiento, y este se hizo eterno en llegar.
—Hablé con el padre de Denaisa —dijo tras una larga pausa, Emerald, quien ni siquiera había tocado algo del plato la observó—. Está de acuerdo con que la ceremonia se lleve a cabo el día seis del siguiente mes.
—Entendido —le contestó ella, Agatha volvió a observarla, y de forma ágil pero elegante, tomó la copa de vino que estaba frente a ella—. Ve con cuidado.
Las palabras de su madre la tomaron por sorpresa, Emerald evitó observarla, aunque fingiera estar removiendo la comida de su plato, sabía que ella le estaba sonriendo de una forma nada agradable.
Aquellas palabras claramente venían con una intención oscura detrás.
—Gracias, madre —le respondió fingiendo inocencia—. Deseo pedir su permiso para poder retirarme a la escuela, tengo una evaluación importante por la tarde y me gustaría poder repasar mis apuntes.
Tras dar otro sorbo de su copa Agatha asintió, Emerald aprovechó esto para salir del palacio y dirigirse nuevamente al portal.
No sabía que era lo que ella estaba tramando, pero debía ir con mucho cuidado.
Al retornar a la escuela, lo primero que hizo fue ir al despacho de Greyslan, él rápidamente llamó a sus compañeros y ella comenzó a contarles que era lo que había pasado.
—Increíble —dijo Lideo mientras se apoyaba sobre el escritorio.
Hasta ese momento ninguno de los amigos de su padre, ni siquiera el mismo Cornellius cuando estaba vivo, había logrado quebrar las murallas de Agatha. Sin embargo, Emerald lo logró, y esto demostraba una vez más, que el poder que ella resguardaba en su interior podía sobrepasar incluso al de la misma reina.
—Francamente, de Agatha podía haber esperado cualquier cosa, incluso que asesinara a su propia hermana —dijo Greyslan, sus amigos asintieron dándole la razón.
—¿Será por eso que ella nunca quiso volver a su pueblo natal? —preguntó Dindarrium desde su lugar.
—Por lo que nos has relatado, ese podría ser uno de los motivos —acotó Lideo.
—¿Creen que lo haya hecho para robar el poder de Joan? —esta vez fue Emerald la que habló, los tres se observaron con desconcierto—. Cuando pude ver en la mente de Igor, recuerdo claramente que él hablaba acerca de un gen dominante, claro que le mintió a mi madre al decirle quien de nosotros era el portador, pero si me pongo a pensar detenidamente en como fue mi vida hasta antes de la muerte de Diamond, me hace mucho sentido.
Sé que lo saben, pero ella nunca me permitió usar magia, sin embargo, siempre tuve control sobre mis poderes, pero luego de la muerte de Diamond, perdí el control. Sentía que algo que se me había robado regresó a mi, pero eso trajo consigo inestabilidad, mis emociones afectaban a mi magia, y había momentos en que no era capaz de controlar lo que hacía.
—Es lógico que te pasara eso —contestó pronto Lideo mientras inclinaba ligeramente la cabeza—. Puede que lo hayas escuchado antes, pero siempre hay un tabú en torno a los gemelos o mellizos. Debido a que comparten el mismo espacio durante nueve meses, la magia tiende a fragmentarse, juntos pueden lograr grandes cosas, separados no, jamás hubieran podido explotar al cien por ciento de su poder o habilidades.
—¿Nunca hubo una excepción? —preguntó ella.
—La hubo —dijo Dindarrium mientras se acomodaba en su lugar—. En cuanto el rey Rugbert me acogió en Navidia, me dio acceso a los textos de sus antepasados, y uno de ellos hablaba exactamente acerca del poder de la reina Marie.
Ella fue la única persona en toda la historia desde la fundación de La Alianza que pudo desarrollarse por completo, August Lagnes, si bien fue un hombre poderoso, nunca le llegó ni siquiera a los talones a su hermana. En base a lo que has dicho, y si mi teoría es acertada, él debió de descubrir esto, por eso la ejecutó. Estaba sediento de poder y acabar con la vida de Marie significaba que su poder le pertenecería a él.
—Pero su plan no salió como esperaba —acotó Lideo—. Marie resguardó su alma dentro de la estatua que Cornelius encontró en la visita a Bailef, y cuando fue allí esta fue liberada y se introdujo dentro de Agatha aguardando el momento exacto que Marie prometió regresar.
—Hiciste un excelente trabajo —Greyslan se acercó orgulloso, sujetó a Emerald de sus hombros y le propició un fuerte abrazo—. Tuve mucho miedo, pensé que Agatha te haría algo, pero demostraste una vez más lo fuerte que eres, Emerald —tras decir esto se separó de ella y removió su cabello—. Estoy muy orgulloso de ti.
—Supongo que lo hiciste bien —añadió Lideo desde atrás, fingiendo desinterés—. Por lo menos ahora tengo un poco más de confianza en que, la tercera reliquia, estará bajo tu protección y te podremos ayudar a resguardarla.
—Gran trabajo, pero no flaquees, continuaremos con las prácticas al finalizar las clases, y estas claramente, aumentarán su intensidad para poder prepararte —dijo Dindarrium, y Lideo asintió dándole la razón.
Después de aquel no solo Lideo y Dindarrium comenzaron a preparar a Emerald, sino que también Greyslan había comenzado a hacerlo propio, ya que era consciente de que cuando llegara el día, el enemigo no les pondría las cosas fáciles para recuperar la reliquia.
Desde ese día la situación dentro de la escuela cambió, el anuncio de la próxima boda de Denaisa y Emerald no tardó en ser el eje principal de las conversaciones de los estudiantes, las mujeres claramente sentían que se les había arrebatado una oportunidad única, y los varones no podían evitar sentir más que admiración. Denaisa era una belleza exótica en la escuela, se podría decir que era la muchacha más guapa de todas las que asistían, y que Emerald finalmente hubiera accedido a desposarla terminaba posicionándola aún más en la escala de popularidad.
Sin embargo, tanto Draven como Julian eran los menos felices con todo esto, no solo habían sido testigos de como le habían robado un beso, si no que los días comenzaron a pasar tan rápido que al ser conscientes que ella sería una persona casada arremolinaba sus emociones y los llevaba de un extremo a otro.
Emerald acababa de llegar a Delia, los sirvientes enseguida la rodearon, y a lo lejos, Emerald pudo escuchar como el pueblo después de mucho tiempo estaba de fiesta, la música que usaban para el festival de la cosecha resonaba incluso hasta el palacio, e inclusive los tejados tenían banderines de colores.
—Rey Diamond, bienvenido a casa —una mujer de mediana estatura e uniforme pulcro la abordó, era la encargada que su madre había designado para la engorrosa preparación de la boda—. La princesa Denaisa llegó por la mañana, ¿Desea echar un vistazo a los preparativos? Ella dio algunas instrucciones y deseamos que usted también pueda dar su punto de vista.
—De acuerdo —respondió sin ánimos de nada. El tono de voz no pasó desapercibido para los sirvientes, pero asumieron que se debía a los nervios del casamiento.
La mujer, seguida de sus ayudantes comenzaron a guiarlo por la entrada, el jardín, y finalmente la parte posterior del palacio donde se llevaría finalmente la celebración. Emerald observaba todo en silencio, asentía y respondía con monosílabos en cuanto se le preguntaba algo, pero su cuerpo simplemente se movía por inercia.
Todos los preparativos le parecían demasiado engorrosos y ostentosos para su gusto. En definitiva, el lugar desprendía no solo la esencia de Denaisa por donde la vieras, si no que también de una forma escalofriante, Emerald podía jurar que todo hubiera sido preparado por su madre.
El parecido entre ambas incluso en lo que respectaba a gustos era algo muy incómodo.
—¿Entonces, rey Diamond, está conforme con lo que le hemos mostrado?
—No tengo nada que añadir —respondió y le dedicó una sonrisa a la mujer, ella mostró los dientes y enseguida dio media vuelta para afinar los últimos detalles.
Luego del incómodo recorrido Emerald se encerró en su habitación, observó el techo mientras se dejaba llevar por los recuerdos.
Lo que ella había deseado más que nada en el mundo siempre había sido formar una familia, aunque claro, pensar que se le permitiría elegir a su compañero de vida era completamente descabellado, pero ni en sus peores pesadillas hubiera si quiera imaginado que se vería forzada a contraer nupcias con otra mujer, y todo con tal de mantener la mentira que había comenzado ya hace varios años.
Recordó que cuando era niña, luego de la muerte de su hermano, el fatídico día de la boda se hacía todavía muy lejano, pero ahora estaba a solo un día de que todo fuera consumado.
Y en si, lo que más la mortificaba era el hecho de que había accedido a no reprimir sus sentimientos, y la simple idea de que Julian no fuera ahora la persona que sujetara su mano para dar el juramento provocaba que un nudo se formara en su garganta.
—Rey Diamond —escuchó que la llamaron, de inmediato secó sus ojos vidriosos con la manga de su traje y se puso de pie.
—Adelante —dijo, y Draven fue quien ingresó por la puerta— ¿Sucede algo? —le preguntó a su amigo, quien sostenía en el brazo una cesta de mimbre.
—Se podría decir que vine a darte tu despedida de soltero... —rio con incomodidad, Emerald se rio por compromiso, pero luego ambos se quedaron callados.
Emerald se puso de pie y caminó en su dirección, Draven le sonrió como siempre hacía y juntos se escaparon del palacio evitando que los demás sirvientes los vean.
Ambos caminaron en silencio a través de la espesura del bosque, el silencio que se formó era extraño, Emerald sentía que Draven moría por decirle algunas cosas, pero ella sentía mucho miedo de preguntar.
—Listo, es aquí —Draven la había llevado a un pequeño claro, debido al domo protector no podían alejarse demasiado, pero la vista que había frente a ambos era algo majestuoso.
Cuando ambos estuvieron sentados Emerald ayudó a colocar las cosas sobre una pequeña manta, Draven tomó un pequeño recipiente, caminó en dirección al pequeño lago que había cerca y lo llenó de agua para posteriormente ponerlo encima de la fogata.
—Creí que te haría falta distraerte de toda esta locura —le dijo en cuanto comenzó a rebanar los panes.
—Gracias, siempre has sido muy considerado conmigo —ella le dedicó una sonrisa genuina, él asintió.
—Podrías... ya sabes ¿deshacer el hechizo?
Ambos comenzaron a charlar mientras degustaban de las cosas que Draven había llevado, Emerald comenzó a divertirse, hacia mucho tiempo que no tenía una conversación tan fluida con Draven, y esto de alguna manera para ella representaba algo invaluable.
Luego de un largo rato Draven le pidió que la acompañe, Emerald se puso de pie y juntos caminaron a la orilla del lago, se retiraron los zapatos y se remangaron la tela de los pantalones y caminaron hasta que el agua les llegaba casi a las rodillas.
Como si fueran nuevamente dos niños se pusieron a jugar con el agua, Emerald utilizó algunos hechizos para lograr salpicarle, y Draven en venganza, comenzó a chapotear más fuerte.
Comenzaron a reír, Emerald corrió al ver que Draven trataba de alcanzarla, pero terminó pisando una piedra con musgo y comenzó a caer, Draven se tiró y la protegió con su cuerpo, Emerald terminó encima de el con la ropa empapada y rápidamente se retiró al ver como Draven sujetaba su cabeza con fuerza.
—Perdón, no pensé que me resbalaría —añadió con pena.
—Descuida —contestó mientras frotaba su cabeza—, por suerte tengo la cabeza dura, si no hubiera sido mi final —dramatizó y ella rio con fuerza.
Al salir del lago Draven comenzó a desvestirse, Emerald con vergüenza giró el rostro y evitó mirarlo, solo en ese momento Draven fue consciente de lo que estaba haciendo.
—Lo siento, estoy tan acostumbrado a tratar con chicos que me olvidé que bueno... ya sabes —respondió con pena—. Deberías hacer lo mismo, al menos con el saco, si no pescarás un resfriado y todo el plan se vendrá abajo.
Emerald asintió avergonzada, Draven le dio la espalda y colocó la ropa sobre una de las rocas, ella hizo lo propio y ambos se quedaron espalda con espalda disfrutando de los sonidos del ambiente.
Ella, al ser consciente de que esta sería la única oportunidad que tenía de ver a Draven y encontrar la marca, giró disimuladamente el cuerpo, observó su espalda tonificada, sus brazos estaban reposando a cada lado de su cuerpo y los músculos que estos poseían cortesía del entrenamiento la dejaron sin aire un momento. Solo en ese instante se dio cuenta de lo mucho que Draven había crecido.
—Oye, yo no estoy mirándote —le dijo él, ella giró inmediatamente con vergüenza hacia el frente, pero Draven la sorprendió tomándola de la mano—. Lo siento, no quise ser grosero.
—N... no, perdón la grosera fui yo —aun con las mejillas encendidas ella continuó observando al suelo, pero sintió como Draven giraba y tras soltarse sujetó su rosto y la obligó a mirarla.
—No me importa si me ves —contestó sosteniéndole la mirada, ella tragó saliva con evidente incomodidad—. Eres tú después de todo —añadió.
Emerald, volvió a mirar hacia abajo, observó su torso desnudo, el pantalón de tela se le pegaba a las piernas y marcaba ciertas zonas que ella prefería no mirar, pero aparentemente no había ni una sola marca que delatara que él fuera el traidor. Pero claro, había una zona que no estaba accesible para ella, y pedirle que se deshiciera del pantalón era algo impensable viera por donde lo viera.
Al ver que ella no decía nada y solo lo observaba sujetó su delicada mano y la posicionó encima de su pecho, Emerald sintió como el corazón de Draven palpitaba desenfrenado, ella volvió a tragar saliva con incomodidad.
El castaño se puso de pie y la ayudó a levantarse, y como si le leyera la mente, deshizo el botón que todavía mantenía segura la prenda.
Emerald por poco y se atraganta, pero antes de que tuviera tiempo de salir corriendo una pequeña marca llamó su atención, allí, a la altura del muslo pudo ver una marca, pero contrario a lo que hubiera pensado, esa la marca selladora.
—Quien te... —Emerald observó a Draven, él mantenía los ojos fijos sobre ella pero no dijo nada, y eso encendió sus alarmas, a Eugene le había pasado exactamente lo mismo— Asiente si lo que pienso es correcto, Draven ¿Tienes el conjuro puesto?
Draven únicamente agachó el rostro, volvió a tomar su mano con fuerza y lo posicionó encima de su pecho, su corazón latía, pero ni su cabeza ni sus labios eran capaces de afirmar o negar lo que ella estaba preguntando.
—¿Fue Julian el que te hizo esto? —Draven volvió a observarla, pero al igual que la primera vez, no hubo respuesta.
Emerald entendió que el conjuro impuesto evitaba que tanto Draven como Eugene pudieran revelar la identidad de la persona que lo hizo, pero al menos parecía que con Draven el conjuro era todavía más estricto.
Draven comenzó a vestirse luego de que Emerald lo viera, ella traía la cabeza dándole mil vueltas. No entendía que era lo que estaba pasando. Julian no podía ni una sola marca en el cuerpo, lo sabía, era consciente de eso, pero para que Draven hubiera sido sellado requería al menos que el mago que lo hizo estuviera cerca al momento de hacerlo.
—Lo lamento —Emerald lo observó luego de escucharlo y le propició un fuerte abrazo—. Es todo lo que puedo hacer.
De regreso al palacio los sirvientes ya se encontraban buscando a Emerald con desesperación, era momento de continuar con los preparativos, ambos se despidieron en la entrada, pero Emerald no dejó de pensar en las únicas respuestas era:
Tenían a un enemigo dentro de la escuela.
O Julian, al igual que su madre cuando era joven hacía en su diario, tenía un lugar donde se añadían los sellos mágicos.
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