CAPÍTULO III: Verdades ocultas.
Desde que volvió a reencontrarse con su amigo su optimismo volvió a aflorar. Comenzó a poner más de su parte y las terapias físicas, junto con la sanación mágica, estaban dando efecto con mayor rapidez. Emerald ahora podía mantenerse de pie por su cuenta y poseía cierto tipo de estabilidad, pero aún se cansaba demasiado si recorría largas distancias.
Draven, bajo la excusa de dejar documentación a los concejales, iba sin falta una vez por semana para hacerle algo de compañía a Emerald, quien, gracias a esto, se había librado en cierta forma de Denaisa y su constante interés porque pasaran tiempo juntos.
Sin embargo, no todo era color de rosa. Pese a que Emerald sentía que las cosas eran como antes, había momentos donde Draven actuaba o decía cosas que le generaban cierta incomodidad y tensaban un poco el ambiente.
El muchacho ahora era alguien muy apuesto, y era el partido perfecto para cualquiera. Pero ella no podía verlo de otra forma. Lo quería, pero el amor que sentía por él era como el de un hermano.
Al igual que cada semana, ambos se encontraban en la parte trasera del jardín, ese era el único espacio dentro del palacio donde podían estar completamente solos sin que el resto los estuviera molestando.
—Es increíble lo mucho que ha pasado en todos estos años —dijo ella mientras observaba al cielo.
Cada semana Draven la había puesto al corriente de todo lo que aconteció durante esos años. La falsa fama de Emerald había crecido demasiado. Sin siquiera planearlo, ella se había vuelto el último halo de esperanza para los habitantes de las naciones, y ahora que todos sabían que había despertado, más de uno estaba esperando ansioso a que restaurara todo nuevamente.
—Sigo sin entender porque le dijeron esa mentira a todo mundo —respondió mientras revoloteaba su cabello.
—Tampoco podría decírtelo. Siempre evito hablar del tema, no sé si Julian hará lo mismo.
—Las cosas están complicándose cada vez más — un sonoro suspiro escapó de sus labios—. Antes tenía mucha responsabilidad sobre mis hombros, pero ahora a esto se le suma el hecho de que todas las naciones tienen puestas sus expectativas en mí.
—La vida ha sido dura desde ese momento —confesó—, pero hemos aprendido a sobrellevar la situación lo mejor que podemos.
—Necesito conseguir más poder, Draven —el muchacho la observó de forma atenta—. Cuando él sacó toda la magia de Marie de mi cuerpo pude sentir como una parte de mi esencia se fue con ella.
—¿Tal vez fue por la fusión que salió mal aquella vez?
—Es una posibilidad.
—¿Tu madre te ha dicho algo sobre la escuela? Las clases comienzan en menos de un mes.
—No, desde ese día que desperté no la he visto. El día de hoy le pregunté a las sirvientas, pero nadie sabe nada de ella, simplemente me dijeron que hay momentos donde ella se va por meses y después regresa.
—¿Denaisa no sabrá algo al respecto?
—Denaisa no me contaría nada a menos que le diera algo que ella quiere, y claramente no lo haré.
—Aún no entiendo como vas a manejar este asunto... ya sabes, cuando los...unan en matrimonio —Draven observó al frente e hizo una extraña mueca con los labios— ¿En verdad te casarás con ella? —preguntó, Emerald lo observó y emitió un largo suspiro.
—Tengo que.
—¿Y no hay forma que tu madre rompa el compromiso?
—¿Y arriesgarnos a entrar a una guerrilla? —cuestionó— El panorama no es el mejor en este momento.
—Ya no eres un... niño —le dijo.
—No puedo tener una vida normal, Draven —una triste risa escapó de sus labios.
Pese a que habían pasado tantos años la visión que tuvo con Julian aún se mantenía fresca en sus pensamientos.
—Aunque quisiera casarme con la persona que ame, me será imposible hacerlo. Ante los ojos del resto siempre seré Diamond Lagnes, el heredero de Delia.
Ambos se quedaron en silencio y contemplaron el jardín, Draven era consciente de que Emerald tenía razón. Ella simplemente no podía ir y revelar quien era realmente porque eso podía costarle la vida, los demás regentes eran demasiados apegados a las normas, y a más de uno no le temblaría la mano al dictar sentencia contra Emerald, la reencarnación de la reina corrupta Marie.
—¿Has tenido noticias de Julian? —dijo ella fingiendo tranquilidad.
—Desde que me lo pediste he tratado de contactarlo, pero no responde ninguna de mis cartas. Existen dos posibilidades: O simplemente las está ignorando, o en realidad no está en Navidia.
—¿En verdad no siguieron hablando después de eso?
—Te lo dije, sin ti, ya no teníamos ningún motivo para seguir frecuentando.
Cada que Emerald le preguntaba los verdaderos motivos por los que ambos habían dejado de hablar, Draven únicamente se cerraba en que al no estar ella no tenían más motivos para seguir hablando. Pero ella era demasiado intuitiva y sabía que algo más debía de haber pasado. Draven no era demasiado bueno mintiendo, y cada que tocaban el tema su rostro lo delataba.
—De todas formas ¿Por qué tanto interés en ubicarlo?
—Pues... quiero hablar con Diomedes —mintió—. Necesito pedirle que me entrene, no puedo hacer nada leyendo solo los libros, debo practicar con alguien.
—Lamento no ser de mayor utilidad —dijo él mientras agachaba el rostro—, si tan solo tuviera magia... podrías depender de mí.
—Eres alguien maravilloso y muy habilidoso, Draven, no te hace falta tenerla, y para serte franco, es un verdadero fastidio el poseerla.
Draven sonrió de forma lineal y luego removió su cabello, tocó su rostro de forma disimulada, y luego volvió a observarla.
—Oye...
—¿Qué?
—Tú... bueno, ¿sientes algo por Julian?
La pregunta le cayó como un balde de agua fría, Emerald se quedó estática con los labios entreabiertos y una pequeña sonrisa nerviosa escapó de sus labios.
—Somos amigos —respondió casi de forma automática—. Los tres lo somos —sentenció— ¿Por qué me lo estás preguntando?
—No porque hayan sido la reencarnación de otras personas deben de estar juntos.
—¿De qué estás hablando?
—Eso —respondió—. Ambos albergaron dentro de su cuerpo a otras personas, si es que alguna vez llegaron a sentir algo el uno por el otro, ¿no crees que se deba a que los sentimientos de esas personas influenciaron en ustedes?
Emerald meditó lo que acababa de escuchar, en parte, Draven tenía algo de razón. Tanto ella como Julian habían albergado a dos personas que se amaron en su momento, sus emociones fueron tan fuertes incluso que trascendieron con el tiempo.
¿Lo quería porque así lo sentía, o era un rezago del amor de Marie y Diomedes?
—No entiendo de que va toda esta conversación, Draven.
Draven volvió a observarla y agachó el rostro. Abría y cerraba los labios, desviaba la mirada. No sabía por dónde empezar, pero luego de serenarse y respirar unas cuantas bocanadas de aire, comenzó.
—Tengo que decirte algo, es mejor que lo sepas ahora a que te enteres más adelante si es que vuelves a la escuela —Draven escondió el rostro entre las manos para ordenar sus palabras—. Después de que quedaste sellada en el cristal, Julian y yo seguimos frecuentando un poco, nunca nos hemos llevado del todo bien, pero lo ayudé a investigar la manera en que podíamos ubicar a tu hermano.
—Continua —respondió ella mientras se cruzaba de brazos.
—Yo la verdad no entendía los libros que él leía, y muchos de los textos de la escuela estaban incompletos o escritos en un idioma raro, así que... Julian buscó la forma de traducir los libros a ese idioma que desconocíamos.
—¿En que idioma estaban?
—No lo sé, no recuerdo el nombre, era algo como Genovre, Gerobre.
—¿Geniobre? —preguntó ella y Draven asintió— Es uno de los idiomas natales de Genivia.
—Exacto... y sólo había una persona en la escuela que era de Genivia.
—¿Quién?
—Privai Yuril ¿la recuerdas?
—Desde luego, no podría olvidarme de Privai.
—Bueno... como Julian necesitaba tener acceso a ese idioma y a cualquier otro tipo de información... pues... se comprometió con ella. Lo siento, en verdad lo siento, no sabía como comentarte esto.
—¿Me estuviste escondiendo cosas?
—No, bueno sí. No te mentía cuando te dije que no hablo con Julian, eso es totalmente verdad —se excusó—. Simplemente no sabía como decirte lo de su compromiso, necesitaba asegurarme que la noticia no te sentara mal en caso... ya sabes, tuvieras sentimientos por él.
—Draven...
—Lo siento, te juro que lo siento, no sabes como me carcomía no poder decirte esto.
—¿Por esto dejaron de hablar?
—Bueno... en parte.
—¿Hay más cosas?
—Lo otro ya es un tema más personal de ambos —respondió él con el rostro enrojecido—. De verdad lo siento, sé que fui un mal amigo al no habértelo dicho, pero no sabía cómo abordar el tema.
—No necesitas disculparte —ella le sonrió, pero no estaba para nada feliz—. Es natural de que luego que su "prometida" muriera, se comprometiera con alguien más, y... me alegra que sea Privai.
—¿En verdad no te importa?
—Ya te lo dije, somos amigos —Emerald se puso de pie y estiró su cuerpo—. Es bueno saber que Julian tendrá a alguien junto a él por el resto de su vida.
Draven observó como el semblante de Emerald cambió ligeramente, pero optó por no decir nada, quizás había sido algo imprudente de su parte decirle aquello, pero ya no podía guardarse otro secreto por más tiempo. Al menos de esta forma, ella podría asimilar la noticia cuando volvieran a verse.
—Necesito regresar, debo continuar con mis terapias —mintió.
—Pensé que ya las habías acabado.
—Mi madre ordenó que me pusieran una sesión más el día de hoy, ya que mañana no podrá venir el terapeuta.
—Entiendo —Draven se puso de pie y tomó su casco que había dejado en el suelo.
—¿Nos vemos la otra semana? —ella asintió mientras palmeaba la espalda de su amigo.
—Desde luego —respondió.
Draven dio unos cuantos pasos para alejarse, se colocó el casco, pero antes de marcharse volvió a dar la vuelta y abrazó a Emerald con fuerza. Ella no entendió porque lo había hecho, pero aquella simple acción fue un detonante.
—Oye, llegaré tarde —dijo con la voz entrecortada.
—Estoy aquí para ti —le susurró, y ella sintió sus rodillas temblar.
—Lo sé —respondió a medida que acariciaba su espalda—. Gracias por todo.
Draven volvió a separarse de Emerald, tocó su rostro, y ella de forma completamente involuntaria cerró un poco los ojos.
—Te quiero —le dijo, y ella lo observó.
—Yo también te quiero —respondió, y aunque no podía ver su rostro, sabía que él estaba sonriendo.
Ambos volvieron a separarse, Emerald lo despidió con la mano en el aire, y Draven fue en dirección a los establos para poder subir a su caballo. Se quedó un rato más allí y esperó que los deseos de llorar desaparecieran por completo, y únicamente cuando se cercioró de que ya estaba más calmada, regresó nuevamente al interior del palacio.
Al llegar allí los sirvientes iban y venían, acababan de abrir unas enormes maletas que dentro traían diversas cosas: adornos, platería fina, copas de cristal.
—¿Qué está pasando? —preguntó ella a uno de los sirvientes.
—Excelencia, su madre acaba de regresar, me pidió que lo busque para que vaya a conversar con ella.
—¿Dónde está?
—En su alcoba, su majestad.
Emerald atravesó la entrada en medio de los sirvientes que iban y venían con prisa, no sabía que estaba pasando, pero que su madre haya regresado tenía mucho que ver con eso y no podía ser algo bueno.
Al llegar a la habitación de su hermano, vio a Agatha dejando una caja bellamente decorada con un listón sobre la cama, aquella acción la tomó por sorpresa, jamás su madre había ido a dejarle algo directamente.
—¿Mandó a llamarme, su majestad? —le preguntó mientras la orgullosa reina giraba de forma elegante para observarla.
—¿Dónde estabas?
—Con un amigo.
—¿El caballero ese? —ella asintió— No deberías dejar que te vean con los sirvientes, nos da mala reputación.
—Es mi amigo, no importa su estatus. Además, nadie nos ve.
—No me importa si el resto no te ve, eres un rey y no debes mezclarte con los plebeyos a no ser que sea estrictamente necesario.
—Pues ese plebeyo es el que me salvó la vida hace once años —respondió ella mientras temblaba de miedo—. Si no fuera por él, ni usted ni yo estaríamos aquí.
Por primera vez en toda su vida Emerald se había atrevido a contestarle a su madre, pero Draven tenía razón en algo, ya no era una niña, y aunque estaba de pies y manos atada en varios aspectos, podía hacerse respetar un poco más ya que su madre también dependía de ella.
—¿Desea algo, su majestad? —preguntó luego de ver que había descolocado tanto a Agatha, que esta se quedó muda.
—Mañana hará una celebración —dijo de forma escueta. Estaba enojada—. Te mandé a preparar esto con el modista.
—¿Celebración? —cuestionó— No creo que estemos en condiciones de celebrar algo.
—No te lo estoy preguntando. La ceremonia servirá para traerle paz a la gente de Delia y a los demás regentes de los otros reinos.
—Aún no puedo caminar del todo bien.
—Ya tienes la movilidad y te ves lo suficientemente decente como para que te muestres al resto.
Luego de escucharla entendió por completo cual era la insistencia de Agatha porque recobrara fuera rápidamente.
En lo que ella se quedó quieta, Agatha pasó por su lado mientras observaba al frente.
—Mañana haremos formal tu asenso a rey —tras decir esto Emerald la observó—. Sobre la caja dejé los anillos que han estado en nuestra familia durante todas estas generaciones.
—¿Anillos? —preguntó ella.
—No solo celebraremos tu asenso, también será tu ceremonia de compromiso con Denaisa.
—¿Qué? —la muchacha se quedó estática luego de escucharla.
—Quiero que recuerdes algo —le dijo mientras la observaba—. Puede que formalmente pases a ser rey de Delia, pero yo sigo siendo más fuerte que tú, Emerald.
En ese momento Emerald, al ver los ojos de su madre, sintió como si un inmenso abismo oscuro fuera parte de ella.
—Si vuelves a hablarme con esa prepotencia, atente a las consecuencias.
Y luego de decirle esto Agatha se marchó mientras cerraba la puerta.
Emerald sentía que el corazón casi se le sale del pecho. Su madre era una de las personas que fácilmente podía matar a alguien con un simple gesto de la mirada.
Luego de que estuvo un poco más calmada, caminó hacia la cama y observó los anillos familiares reposando sobre la superficie de la caja, pero inmediatamente dejó todos los objetos en el suelo.
No estaba de humor para pensar en otra cosa.
Se recostó sobre la cama dispuesta a dormir un poco antes de ir a cenar, pero unos golpeteos en la ventana provocaron que volviera a ponerse de pie. Caminó hacia las cortinas y las movió, al otro lado había una pequeña ave de color morado, todo su cuerpo estaba compuesto de luz, y al ver que ella la observaba sin darle acceso, volvió a golpear el cristal con su pequeño pico.
—¿Qué es esto?
Emerald le dio acceso, el pequeño ser revoloteó por el cuarto y luego la rodeó, en ese punto entendió que debía estirar las palmas de las manos. Una vez que lo hizo, el ser se posó encima y desapareció en una pequeña nube de humo, dejando en su lugar una flor de color verde jade que traía atada en el tallo una pequeña nota. La fragancia que despedía la flor era exquisita, nunca antes había disfrutado de algo similar.
Para evitar que se seque tomó un pequeño vaso, lo llenó con agua del jarrón que tenía frente a su espejo, y dejó la flor dentro mientras expandía el papel.
«No tienes idea de cómo deseo que las horas pasen volando para volver a verte.»
Y aunque el pequeño mensaje no traía una firma que le indicara quien era el remitente, le bastó con ver la letra para saber quién le había mandado esa flor.
Era de Julian.
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