Prólogo
Mi nombre es Addie, y no soy más que una joven de una región alejada de todas las demás, la región de Thellos*.
Esta región, a pesar de estar al noroeste, posee distintos tipos de clima, dependiendo de la zona.
Yo vivía en pueblo Loza, el lugar desde el que todos los jóvenes comienzan su aventura. No es un pueblo muy grande, y está bastante apartado de la región. Apenas hay cinco casas, de las cuales, una de ellas es la del profesor Aliso. Predomina un clima atlántico, que suele ser cálido aunque con alguna precipitación. No es un mal lugar para vivir.
Mi casa era justo la que más apartada estaba de los otros hogares. No era muy grande, pero tampoco pequeña.
Vivía con mi hermano mayor, pues mi madre murió al darme a luz y mi padre había desaparecido hace unos años. Mi hermano Aehr y yo queríamos creer que se fue en busca de algo, pero que pereció por el camino. Sin embargo, ambos vivíamos siempre con la sospecha de que nos había abandonado.
Apenas había salido el sol cuando me desperté. Los nervios no me habían dejado dormir mucho, y tenía unas ojeras terribles.
Estaba muy emocionada, al fin tendría mi primer Pokémon y me lanzaría a la aventura.
Sin embargo, permanecí un rato tumbada en la cama, soñando con mi aventura. Al cabo de un largo rato, decidí levantarme con muchas energías.
Me vestí a gran velocidad, a pesar de que el profesor Aliso no se levantaría hasta las ocho, y eran las siete de la mañana.
Me puse una camisa blanca de manga larga, y encima un vestido negro de manga corta con algo de vuelo que me llegaba hasta las rodillas. Era bastante sencillo.
Después, me calcé unas medias blancas totalmente lisas y opacas que no dejaban ver el blanco tono de mis piernas; y por último me puse unas botas negras mates con cordones que me llegaban diez centímetros más arriba del tobillo. Los clásicos botines negros militares, vamos.
Encima de mi mesilla de noche había un reloj de bolsillo dorado bastante antiguo en el que había mirado la hora y que siempre llevaba conmigo. Estaba realmente obsesionada con el tiempo, y nunca llegaba tarde a ningún sitio.
Tras coger mi bandolera negra de mi mesa de estudios llena de papeles y de archivos de investigaciones sobre pokémon de otras regiones, solté un suspiro.
No tenía un espejo, pero supuse que mis ojos violetas claros brillarían de la emoción que suponía emprender un viaje de tal magnitud.
Abrí la ventana, y tras abrir las contraventanas los rayos de luz inundaron mi cuarto.
En el techo tenía una pintura del cielo estrellado que mi madre hizo antes de que naciese, cuyas estrellas hechas con pintura fosforescente brillaban en la oscuridad tras haber absorbido luz. Del techo también colgaba un móvil con los planetas del sistema solar.
Las paredes de color blanco estaban repletas de imágenes y de estudios sobre los distintos tipos de Pokémon, igual que mi mesa, que se encontraba hasta arriba de los mismos.
Sobre una estantería tenía un sextante y un astrolabio que pertenecieron a mi padre cuando era un marino, y un violín que era de mi madre y que intenté aprender a tocar en varias ocasiones, pero que había acabado cogiendo polvo.
Tenía dos estanterías más repletas de libros sobre estudios de los Pokémon, astronomía, física, química, biología, matemáticas... de todas las ciencias puras; y apasionantes novelas de viajes, incluida una colección de todas las obras de Julio Verne y alguna que otra novela policiaca.
Lo reconozco, era una fanática de la aventura y de las ciencias en general. Siempre había seguido de cerca todos los estudios realizados.
Al lado de mi cama se encontraba mi viejo armario, y a su lado mi mesa y una silla en la que pasaba horas y horas leyendo; y al otro lado había una mesilla de noche con una lámpara con pokémon peces pintados.
Echaría de menos la comodidad de mi cuarto, pero merecía la pena. Salí del mismo para irme al cuarto de baño y peinarme un poco los pelos de loca que tenía siempre al despertarme.
Cogí mi peine y comencé a cepillar mi largo cabello. Era castaño, del color del chocolate, liso pero con alguna pequeña onda.
Observé mi rostro frente al espejo. Mis ojos, eran grandes y violetas, pero en unas tonalidades muy claras. Apenas resaltaban con mi piel, tan clara como la mismísima nieve. Mi nariz era fina, y no muy grande. Mis labios, eran rojos como la sangre y algo finos, pero no demasiado.
Respecto a mi estatura, no era bastante alta. De hecho, era algo bajita, y no soportaba que me lo recordasen. Era la única cosa que no me gustaba haber heredado de mi madre.
Tras acabar de peinarme y lavarme algo la cara, bajé a desayunar. Mi hermano ya se había despertado, y como yo, también estaba vestido. Él tenía veinticinco años de edad, y se parecía bastante a mí. Era como otro yo, en hombre, y más mayor.
Quería ser profesor Pokémon, igual que el profesor Acacia, y ese día al igual que mi aventura, comenzaban sus prácticas como tal.
—¿A qué hora? —Preguntó mi hermano, a sabiendas de que ni él ni yo habíamos podido contenernos y nos habíamos despertado verdaderamente pronto.
—Siete —. Respondí yo —La verdad es que llevaba despierta de antes, pero no lo sé con exactitud.
—Siempre controlas mucho el tiempo. Pareces el Buneary de Alicia en el país de las maravillas. ¿Has cogido tu reloj de bolsillo?
—Sí. Está en mi bandolera. Ya sabes que tiene la hora exacta y que es igual al tuyo. ¿Lo has cogido tú?
—También. No quiero llegar tarde. Además, también tengo ganas de ver cuál será tu inicial.
Asentí con una sonrisa en forma de respuesta, y me metí una tostada en la boca. Ninguno de los dos era muy hablador.
Los dos desayunamos con calma un vaso de leche de Miltank y una tostada hecha con semillas de Sunflora a pesar de estar muy nerviosos. Tras lavarnos los dientes y preparar todas las cosas, salimos a toda prisa de nuestra casa, listos para afrontar nuestro destino.
*Thellos: Se pronuncia zelos
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top