9. Victorias y huídas

  Miraba con gran alegría la medalla que había ganado. No pensé que haría un combate tan malo, pero había ganado y eso era para mí lo que en ese instante más importaba.
  Me quedaban unas siete medallas más para enfrentarme a la Liga Pokémon, la Liga Diamante.
  —Enhorabuena.
  —Muchas gracias.
  —Me gustaría hacerte obsequio de algo, a petición del profesor Aliso.
  —¿El qué?
  —Espera un momento. Es un objeto que debes llevar durante algún tiempo. Es un huevo de Metagon.
  —¡¿Un huevo?! ¡Pero yo no sé criar Pokémon! Y es demasiada responsabilidad...
  —Es a petición del profesor. No tienes por qué quedártelo cuando nazca.
  Se fue hacia una puerta que daba a una sala contigua en la que no había reparado antes. Seguramente allí tendría el huevo.
  —De hecho, me ha dado otros dos huevos de Pokémon poco comunes para tus otros dos compañeros. Me ha ducho que Metagon sería para ti, y así será —Me dijo el líder mientras rebuscaba en la sala contigua
  —Está bien... No pongo pegas, un Metagon es un Metagon, pero aún así no creo que sea capaz de hacerme cargo de un Pokémon así. Es bastante raro, y...
  —No lo es tanto. Actualmente hay bastantes más Metagon que los que podría haber hace cinco años, y ya no es un Pokémon tan extraño. Creo que tanto el profesor como yo pensamos que es perfecto para entrenarlo desde su nacimiento —. Acabó de decir cuando salió de la sala contigua con un huevo rosa oscuro con estrellas rosas claras en él.
  No sabía qué hacer con un huevo de un Pokémon. Nunca antes había tenido uno, y aunque hubiese leído mucho sobre ellos, era distinto a tener uno.
  —Diles a tus amigos que tengo también algo que darles.
  —Está bien, pero uno de mis amigos, Ben, no quiere combatir. Podría llevarle yo el huevo.
  —¿Has dicho Ben? ¿Ben Weldon?
  —Sí... ¿Lo conoce?
  —¿No os lo ha contado?
  —¿Contar el qué?
  —Ese chico me venció hace uno o dos años. Quiso entrenarse para vencer la Liga Diamante. Ya tiene mi medalla, no creo que quiera combatir de nuevo. Mejor llévale tú el huevo. Es de un Pokémon que habita la isla Okos.
  —¡¿Ben ya había luchado?! ¡¿Y encima ya tenía otros Pokémon?!
  —Sí, pero si no os ha contado nada... Yo lo dejaría estar. Apenas conocía a ese joven, pero parecía ser de esas personas que confían en muy pocos.
  Bajé la cabeza. Ben nos había ocultado muchas cosas, y no me hacía ninguna gracia.

  Un poco de mala gana, decepcionada e incluso algo entristecida, salí del gimnasio con los dos huevos, el de Metagon y el otro que me había Elekue.
  Este era el segundo huevo de los tres que me había enseñado. El mío, era rosa oscuro con estrellas rosas; el segundo y que pertenecería a Ben era de color azul oscuro pero con una única gran estrella blanca en el centro; y por último el tercero era azul oscuro con estrellas blancas.
  Al salir del gimnasio, las estatuas de Medioise brillaron por un instante, y dejaron de brillar, indicando que había ganado.
  Dejé por instante los huevos en el suelo, y llamé con el reloj a Ben. No contestaba.
  Volví al hostal por si se encontraba allí, pero me encontré con Flaere desayunando. Como siempre, su característica tardanza le restaba seriedad.
  —¿Y eso? —Me preguntó mientras bostezaba.
  —Son huevos de Pokémon. ¿Has visto a Ben?
  —¡Huevos! ¿Y me darás alguno de esos dos?
  —No, lo siento. Uno es mío, y el otro es de Ben. Tú tendrás uno cuando ganes el combate contra el líder de gimnasio. ¿Pero has visto a Ben o no?
   —Se ha ido hace nada a la ruta cuatro. Ha dicho que quería irse ya al Bosque Oscuro. Pensaba que ya lo sabías y que ya os habíais despedido...
  —¿Qué? No me había dicho nada... ¿Hace mucho que se ha ido?
  —Apenas cinco minutos. Creo. ¿O eran diez...?
  Salí corriendo del hostal de camino a la salida a la ruta cuatro. Yo tenía que ir por la tres para llegar a ciudad Maroz, que estaba bastante lejos, pero tenía que darle el huevo. Y él a mí una explicación.
  Corrí hasta llegar a la salida de la ruta, y me adentré en ella. Había bastantes árboles, la mayoría pinos.
  Andaba calmadamente. No sabía si estaba escondido o aún no lo había alcanzado. De todas formas, no estaba yo para correr. Tenía un largo camino por delante hasta ciudad Maroz, y no era conveniente cansarme.
  Decidí no llamarlo por si huía de mí por alguna razón.
  Al cabo de unos diez minutos lo encontré agachado frente a unos matorrales.
  Estaba de espaldas a mí, y no se había dado cuenta de que yo estaba viendo la extraña escena.
  Ben, intentaba atraer alguna especie de Pokémon hacia él. No sabía bien lo que era, pero por lo nervioso que estaba supuse que no era muy común.
  Tenía una pokéball en una mano, y con la otra rebuscaba con sumo cuidado entre los arbustos.
  Por ninguna razón en particular, decidí ayudarle. Cogí una pokéball y la mantuve en mi mano.
  Cuando distinguí una sombra entre la maleza, la lancé, capturando al Pokémon.
  Ben pareció llevarse un buen susto, y dio un respingo. Cuando me vio y se dio cuenta de que había estado todo el rato ahí y encima que había capturado aquel Pokémon, se puso totalmente pálido.
  —¡Addie! ¡Por Arceus! Menudo susto... ¿Me puedes dar a...?
  —¿Se puede saber por qué te has ido tan repentinamente? Tengo algo que darte. Y tú me debes una explicación.
  —¿Un explicación? —Parecía muy confuso, hasta que se dio cuenta de que yo había luchado contra el líder
  —Escucha... Eso forma parte de mi pasado. Preferiría no contároslo hasta más adelante.
  —Ya. Y por eso te vas sin dar ninguna explicación, ¿No?
  —¿Irme? Había ido a buscar a un Pokémon que me había enviado el profesor Aliso a cambio del Lebirdfee de la otra vez. Lo envió al centro Pokémon, pero al no estar capturado se escapó, y lo estaba buscando. Seguro que Flaere ha malinterpretado lo que le he dicho... ¿Me das ahora la pokéball, por favor?
  Aún con desconfianza, le entregué lentamente la pokéball.
  —Muchas gracias. Ahora, te mostraré lo que este pequeño es en realidad.
  —Adelante, enséñamelo.
  Ben abrió la pokéball, y de ella salió un Pokémon del que no tenía ni idea. Jamás había visto un ser como aquel. Jamás. Y eso que había leído bastante.
  Era de unos diez centímetros de altura, y parecía bastante mono.
  Estaba compuesto por un núcleo de color negro donde se encontraba su rostro, y tres extremidades de color negro con detalles en verde claro. Flotaba, y no parecía muy peligroso.

  —Te presento a Nuclan. Es mi nuevo compañero. O compañera, porque no tiene género, así que da igual.
  —Generalicemos, pues. Es tu nuevo Pokémon.
  —¿Qué era eso que tenías que darme?
  —Es un huevo Pokémon. A mí el líder me ha dado uno de Metagon, y este es el tuyo  —Dije mientras le entrgaba el huevo azul con una única estrella.
  —Oh, vaya. Es un huevo de Cestar. Le pedí uno al profesor hacía mucho tiempo. Tendré que agradecérselo.
  —Me alegro de que al fin tengas uno, entonces.
  —¿Qué te parece si volvemos, Addie?
  —No es mala idea. Flaere debería combatir ya contra el líder.
 
  Caminamos hasta pueblo psique tranquilamente con todos nuestros Pokémon fuera y los huevos en los brazos.
  Cuando llegamos, en el hostal no había nadie, por lo que el combate entre Flaere y Elekue ya habría comenzado.
  Como al gimnasio no se podía entrar ni salir hasta que se ganase o se perdiese, Ben y yo decidimos dar un paseo y charlar un rato.
  Hablamos de nuestros Eevee, y de a qué queríamos que evolucionasen. También de nuestras metas.
  Descubrí que quería ser un gran científico y estudiar la fauna y la flora del inexplorado Bosque Oscuro, y del desierto Chuck.
  Por mi parte, le conté que quería ser campeona de Thellos y vencer la Liga Diamante, y que después me dedicaría a investigar los Pokémon, viajando de región en región.
  Al cabo de un rato, el portón del gimnasio se abrió, con un victorioso Flaere y todos sus Pokémon intactos a su lado.
  Parecía ser que había vencido sin problema. A su lado, un nuevo Pokémon caminaba airoso.
  Era un Roofle, la evolución de tipos siniestro/lucha de Boofle.
  Tenía un cuerpo mucho más atlético, y una cola más larga y enroscada. Ahora tenía más detalles en color marrón, y unos ojos verdes y brillantes.

  No podía creer que ya hubiese evolucionado. Las cosas estaban ocurriendo bastante rápido.
  En brazos, Flaere llevaba el tercer huevo Pokémon, y con una sonrisa me miró con ojos brillantes y dijo:
  —¡Mira, Addie! ¡Ya tengo mi huevo Pokémon!
  —¡Pero si es un huevo de Novanite! — Exclamó Ben.
  Me quedé también bastante sorprendida al ver que se trataba de un huevo de Novanite.
  Realmente los Pokémon que Elekue nos había dado eran muy extraños.
  El líder salió del gimnasio con una amplia sonrisa que se convirtió en admiración cuando vio a Ben.
  —Quiero daros la enhorabuena, Addie y Flaere. Habéis ganado la medalla Rosa. Me gustaría desearos suerte de ahora en adelante, pues los retos que os esperan no serán muy fáciles que digamos.
  Ambos asentimos. Queríamos seguir con nuestro viaje lo antes posible, y ver la eclosión de nuestros respectivos huevos.
  Por mi parte, quería recopilar todos los datos posibles en la Pokédex y aprender lo máximo posible de todos los Pokémon de Thellos.
  Una vez más, estaba impaciente por continuar mi viaje.
  —En cuanto a ti, Ben Weldon —Prosiguió el líder —. Me alegro de verte.
  Elekue entró al gimnasio y las puertas se cerraron a su espalda lentamente.
  —Hasta más ver —Se despidió.

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