Diamantes en el Santuario (Capítulo único)

Oscuridad, la nada, las almas de todos, incluida la suya, vagaban por un limbo de tinieblas, donde no encontraban la paz, no entendía cómo, pero de alguna manera pudo tener intacta su consciencia, podrían haber sido unos segundos, siglos, incluso milenios, y aún así no sabría con exactitud cuánto tiempo estuvieron presos del espacio silencioso y mortífero de ver arrancadas sus vidas terrenales, la desesperación, la locura ya eran situaciones humanas que desecharon por el deber de servirle a ella, a su señora, y saber que hicieron cumplir su misión de caballeros.

Sin embargo, ¿era realmente suficiente?, no..., al menos para él, porque antes de ser el caballero dorado de Acuario, fue un hombre, un simple ser humano que se equivocó muchas veces, tal vez ese era su propio inframundo, y su castigo por traicionar sus más fundamentales pilares que sostenían su alma, el sarcófago asfixiante que tenía presa a su espíritu, tan cerca, y tan apartado de Milo.

De alguna manera estaban convencidos de que Hades había sido vencido por los santos de bronce, aún en esa dimensión desconocida el tenue cosmos de Athena les calmaba la insaciable sed, así que como tal ya no existían los sitios de condenas atormentadas, entonces, ¿Por qué su sueño eterno era como una pesadilla?, en alguna de sus reencarnaciones escuchó de la humanidad es la culpable de labrarse el cielo o las llamas del infierno, muy irónico, porque jamás se preocupó por el destino que se le deparara, siempre creyó que los sentimientos debilitaban su poder y concentración en las batallas, qué tarde... ¡Qué tarde se dio cuenta de su garrafal error al negar lo que sentía!

Su purgatorio estaba repleto de imágenes de su griego, de su primer y único amor, se lamentaba recordando sus ojos azules tan profundos como el océano, se perdía una y otra vez en las dunas de sus sedosos y rebeldes cabellos, se flagelaba con el tacto perdido de sus manos tibias recorriendo cada espacio de su piel, de unirse a él en una dulce y placentera entrega de la carne.

Siempre intentó encontrar su esencia en ese valle de desesperanza, pero ninguna era la suya, no estaba su sonrisa, ni su energía, ni su maravilloso corazón, odiaba no tener voz, así habría gritado y clamado esas cuatro letras que se le habían grabado con lava ardiente, ojalá tuviera lágrimas, para que formaran un río refrescante en el cual se pudiera sumergir para después flotar... y que el frío del agua le lograra calmar las heridas causadas por su estupidez...

Ojalá Milo lo perdonara, ojalá pudiera decirle cuánto lo lamentaba, ojalá pudiera hacerle ver cuánto lo amaba, ojalá..., ojalá...

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El cosmos de Athena se levantaba glorioso a su alrededor, la cámara del patriarca de su Santuario se veía envuelta en símbolos muy antiguos y extraños, que brillaban como oro frente a su poder, su báculo resplandecía al igual que su cuerpo, las gotas de sudor le resbalaban por su frente agotada, pero no quería retroceder, ya que esos seres humanos dieron su vida por la suya, no sólo eran soldados a su servicio, eran sus seres queridos, la familia que había elegido, era momento de regresarles el favor, y lograr recompensarlos con una existencia larga, y llena de lo que sus caballeros dorados más deseaban, ella lo sabía, el sentimiento que la impulsó a proteger la Tierra estaba vivo, latente y hermoso en esas almas desconsoladas, era hora de que lo dejaran florecer, y por ese propósito lograría traerlos de nuevo.

En un círculo perfecto, las doce armaduras de la élite de su ejército estaban grises, esperando por su dueño que todavía se negaban a abandonar, algunas lloraban en silencio, rotas y decepcionadas por no servir como era debido, Saori notaba en especial que los restos del ropaje de Acuario destilaba más dolor que las demás.

-"Camus... ¿Qué te sucede?, será qué... ¿lo extrañas demasiado?"

La hermosa mujer de pulcra y blanca vestidura estaba al límite, ya casi lo lograba, un poco más y el proceso divino estaría completo, y ese anhelo le sirvió para cerrar el ritual secreto de la relación entre la vida y la muerte, proceso que solamente un Dios podía revertir, y el suyo no sería falso, porque existía una enorme diferencia, no los llamaba para una nueva guerra, ni por capricho, si no por amor.

Un último estallido de su cosmos hizo que la estancia se cubriera de un fulgor incandescente de luminiscencia, el sonido metálico de las armaduras llegó a sus sentidos, las piezas se separaron para encajar nuevamente, y el calor de catorce valientes corazones se hizo presente. Athena sonrió de rodillas al suelo, eran dos más... eso quería decir que Shion y Kanon habían resucitado también, estaba hecho...

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-¡Vamos tortugas viejas!, no puedo creer que tenemos un mes aquí y no nos dimos cuenta de que la Navidad estaba a la vuelta de la esquina, no pienso desperdiciar mi nueva vida con gente incompetente como ustedes, hasta Seiya y sus amigos subieron estas escaleras más rápido que nosotros y eso que les dimos una paliza en la batalla de las doce casas, ¿Qué reencarnaron con noventa años?, no se ofenda maestro Dohko, quiero que esas cajas de adornos lleguen ya a la sala de la señorita Athena.

La voz de Afrodita era irritante y autoritaria, al menos para la mayoría de los hombres que lo veían al frente entre resignados y cansados, era cierto que sus pasos eran más lentos, pero era porque el caballero de piscis en complicidad con su Diosa los estaban obligando a celebrar una fiesta que ella adquirió en uno de sus viajes como representante de la fundación Kido. Mu y Shaka no le veían el sentido a celebrar la Navidad o el año nuevo, ellos al ser de religión Budista apreciaban esas fechas como algo muy ajeno, el resto solamente aceptaba por su lealtad y obediencia, aunque Ángelo, Dohko y hasta Aioria no trataban de ocultar que estaban emocionados por tener una buena fiesta.

Al final de cuentas, fue bueno para cada uno volver a hablar, sentirse seguros de que en esa ocasión no tenían los minutos contados, que era posible disfrutar unos instantes de felicidad cliché y mundana al ir juntos a Rodorio a buscar esferas, luces, comida, vino y un árbol dedicado a esas fechas de prosperidad y amor.

Si, fue algo excelente, sólo que Camus aún no se sentía muy seguro de que eso resultara bien, al menos para él, ya que le costaba muchísimo fingir que no estaba deprimido con esa nueva vida, ¿la razón?, sólo existía una respuesta: Milo. Lo observaba en esa caminata rumbo a los aposentos de Saori al lado de Kanon y Aioros, cargando una enorme caja de escarcha como si fuera una pluma, su perfil masculino y perfecto lo mareaba, ahora más que nunca lo veía inalcanzable.

Suspiró desganado, en ningún momento intentaron buscarse en esos treinta días de invierno, estaba cansado de que sus compañeros de armas los inspeccionaran esperando una reconciliación digna de dos apasionados amantes, el aquamarina lo sabía, ya no habría tal porque estaba seguro que ese peliazul ya no lo quería, ¿Cómo esperaba seguir contando con sus incondicionales sentimientos?, ¿si en Asgard se encargó de humillarlo eligiendo a Surt por encima suyo, de sus amigos, de su orden?, no entendía el hecho de que Athena lo reviviera, en el fondo sospechaba que no se lo merecía, así que se encerró en su templo como en un caparazón, esperando por un futuro incierto.

Hasta que la misma Athena lo sacó a regañadientes de su prisión voluntaria para ese bizarro proyecto. Miró su propio encargo, incontables kilos de manzanas rojas, ¿existía algo más que le recordara su pecado?, la fruta de la pasión no estaba realmente ahí, si no unos pasos más adelante riendo por algo que dijo Shura, su risa... era el paraíso, y se sintió todavía peor al rememorar todas las veces que le ordenó apagarla, sólo para que los demás no notaran su sonrojo carmesí y delatara lo que existía en su mente y corazón.

Podía regresar de la muerte, pero no retroceder el tiempo, así que tendría que aprender a vivir sin sus besos y sus tibios abrazos, el francés parecía una estatua, y hasta la armadura de Acuario le reclamaba por no darle suficiente cosmos, y esa tarde no era la excepción, así que al momento de entrar a la cámara del patriarca intensificó su energía por un momento, y atontado notó que Milo miró a atrás para clavarle sus iris zafiros.

-¿Qué?, ¿pasa algo?-Kanon se percató de que Milo se distrajo, pero no notó que era por la subida del cosmos de Camus.

-Nada... debió ser el viento.

El protector de la octava casa del zodiaco mintió descaradamente, claro que no era cosa del aire, reconocería esa energía en donde fuera, su amor, aunque lastimado, seguía siendo muy fuerte, pero su decepción le competía casi al mismo nivel,  así que volvió a su estado inicial de ignorar a su tormento aquamarina. Camus deseó morirse, y esta vez de forma definitiva, extrañaba con dolo cada mañana con él entre las sábanas, que llegara de improviso a su casa y lo molestara con un "Cammie te quiero mucho", lo extrañaba todo, lo extrañaba a él. Con la mirada atenta en el piso, como si las grietas en las lozas de piedras fueran muy interesantes, calmó su energía hasta un nivel normal, esperando que nadie más se diera cuenta de su deplorable estado.

Después de un rato de que los caballeros dorados llegaran a su destino,  Athena los recibió de un beso en la mejilla a cada uno de ellos, su bondadosa acción vertió esperanza en esos hombres, y cuando fue el turno del mago del agua y el hielo, la joven pelilila se detuvo un momento más, para susurrarle unas palabras, que nadie aparte de los dos escuchó.

-Tranquilo guardián mío, sé que tu alma sufre, así que intentaré aliviarte, no te preocupes, te ayudaré un poco, el resto depende de ti.

-¿Qué dice señorita?

-Shhh, si te explico los demás sospecharán, así que es nuestro secreto por ahora.

El femenino dedo índice de Saori en sus labios no le dio gran información, ¿secreto de ambos?, de ella más bien, porque el galo a pesar de poseer una inteligencia envidiable no comprendía, ¿Athena conocía lo que lo tenía adormecido?, entonces se preocupó, no es que su Diosa les prohibiera tener una vida amorosa, de lo contrario las armaduras los abandonarían en cuanto pasaran por ese trance, si no que era una situación de cierto modo deshonrosa porque podría distraerlos en una batalla, y vaya que le ocurrió a él, por ende comenzó a sentirse nervioso, sin embargo la sonrisa tranquila y amable de la bella mujer, le dio la calma que necesitaba en ese momento.

Con la luz del sol Ateniense dándoles de lleno en el rostro y en sus sagradas vestiduras, los santos se colocaron en dos filas al costado de Shion y de Saori, esperando por las indicaciones para esa noche, cada uno escuchó con atención cómo iban a seguir la logística de los preparativos con respeto, pero ninguno pudo disimular su sorpresa ante el último mandato proveniente de la poderosa voz del lemuriano.

-Terminada nuestra velada, tendremos un intercambio de obsequios, no hay reglas sobre lo que puede ser, o si tendrá un costo, ustedes considerarán cuál es el presente adecuado para su compañero que les sea otorgado, todo esto tiene la finalidad de fortalecer su lazo de amistad, saben que se conocen desde niños, y son familia, hemos pasado por tanto para poder estar aquí, así que con esto les daré una lección: la fortaleza de un guerrero no depende únicamente de sus técnicas y habilidades, si no de lo que hay dentro de si mismo y el coraje para proteger a otros.

-Así es mis amados caballeros dorados, yo, Athena les doy una misión, busquen el regalo perfecto para su amigo, ¿es muy fácil verdad?, a continuación en sus manos aparecerá un papel con el nombre de la persona a quien deberán entregar algo especial.

-¡Y antes de que preguntes Ángelo!, no, no se vale cambiar.

Shion miró impaciente a Cáncer, que estaba a punto de plantear un plan B en caso de que le tocara alguien muy difícil de complacer, por ejemplo Shaka, Saga, o incluso su Dita, ya que no le gustaría cualquier baratija, ese comentario hizo reír a los demás, a veces se les olvidaba que no todo era pelear y destruir enemigos que amenazaran la paz del universo.

Con un nuevo resplandor de ese cosmos que olía a flores y era de color rojizo rosado, en la palma de cada uno se materializó un trozo de papel amarillento que tenía escrito el futuro destinatario de sus esfuerzos, unos respingaron de la impresión, otros sonrieron felices por su fortuna, unos pocos vociferaron indignados por tener que esforzarse por alguien con quien no tenían una profunda relación, pero Camus, no pudo hacer más que abrir los labios ligeramente y dejar salir un suspiro que no tenía una clara connotación, puesto que debía darle un regalo a Milo de Escorpio.

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La luz de la luna se veía preciosa en esa velada plagada de estrellas, después de la cena y el brindis de media noche, el grupo estaba en el sitio donde se ubicaba la estatua de Athena, observando por medio de un telescopio las constelaciones en el cielo nocturno, el reto era encontrar las correspondientes a las 188 que conformaban el ejército al que pertenecían, y a algunos a propósito les daban a buscar la que era guardiana de sus intereses personales, por ejemplo a Aioria casualmente le dictaron que ubicara a la del Águila, y a Shion la de Libra. Cuando llegó el turno de Milo, Aldebarán inocentemente le dijo que buscara la de Acuario, y la esperanza de Camus se rompió cuando el escorpión simplemente dijo: "preferiría que me dieran otra."

Ese juego también lo llevaron a cabo los dos en incontables ocasiones, recordaba una en especial, cuando ambos tenían quince años y Milo lo alcanzó en Siberia, sonrió con nostalgia al revivir la imagen de su peliazul muriendo de frío, pero con la sonrisa más linda y varonil que le hubiera visto, señalando emocionado a los puntos brillantes en el manto oscuro que se ubicaba por encima de sus cabezas.


Flash Back.


Estaban en medio de la nieve frente a la cabaña de madera, cubiertos por una manta, la tela cobijaba a ambos en la crueldad del invierno, pero sus almas estaban radiantes y rebosantes de calor por saberse juntos, después de identificar cada constelación del Zodiaco, el hombro de Camus de pronto fue invadido por una mata de rebeldes cabellos azulados, el acuariano miró de soslayo a Milo y se perdió en la armonía de sus facciones que ya empezaban a verse como las de un hombre, de repente su corazón se aceleró y su pulso dio un salto al infinito, esa fue la primera señal de que su amistad se había transformado en el más intenso y apasionado amor, sonrojado trató de desviar sus pensamientos de los labios que lo invitaban a probarlos, y en un tono neutral le hizo una pregunta a su hasta entonces camarada.

-Pensé que preferías el calor de Grecia, ¿por qué viniste?

-Porque tú estabas aquí.

-Eso no responde a mi pregunta bicho.

-Bien... la verdad es... que quería estar contigo.

-Milo...

-Camus... también me gusta la nieve, jamás podremos verla en el Santuario, lo más parecido son tus poderes de hielo, ¿sabes por qué me gusta?

-No...

-Porque me hace sentirme cerca de ti, si voy a una misión donde sé que el clima es así, me voy más contento que de costumbre, porque por un momento, al tocarla te recuerdo con más claridad, ¿sabes?, uno de mis sueños es ver el Santuario cubierto de blanco, ese sería un gran acontecimiento.

-Sabes que eso jamás ocurrirá.

-Quién sabe, todo puede pasar, no somos personas comunes, pocos conocen la magnitud de nuestros poderes, y la carga que llevamos a cuestas, así que por una vez, me permitiré soñar.

-No sé si puedo ser como tú.

-No tienes que serlo, así me gustas Cam.


Fin de flash back.


Esa también fue la primera vez que reconoció el placer de ser amante, frente al fuego que hizo brillar anaranjada la piel de ambos, además de jugar con las sombras de su cadencia en la intimidad, hundirse en el gozo de conocerse correspondido, y en el tiempo actual, las páginas pasadas de su vida le sirvieron para restregarle en la cara lo que había perdido, dentro de toda su desgracia, al menos sacó una buena idea, aunque Milo ya no lo perdonara, le concedería ese deseo que le había confesado en la complicidad de su soledad compartida, así que esperó pacientemente cuando dio comienzo el intercambio de regalos.

Vio a sus amigos compartir abrazos, expresiones de nostalgia, risas, y unas cuantas lágrimas, sin embargo, cuando llegó el turno de Milo de dar su obsequio, su sangre se congeló en sus venas, y no era a causa de su gélido cosmos, su bicho lucía radiante entregando a Kanon una piedra de color ámbar que bien podría competir con cualquier tipo de gema o metal precioso, escuchó con un gesto de amargura que tardó una hora nadando en el fondo del mar para ir a buscarla, y celebrar la redención del menor de los gemelos.

Parecía que esa parte de la historia se la perdió por estar temporalmente aliado en el bando de los espectros, pero... ¿Qué podía esperar?, entendía que todos tenían derecho de avanzar, de continuar, y él no era nadie para impedirle a Milo rehacer su vida como mejor le pareciera, ¿entonces por qué le dolía tanto?, daba igual de todas formas, jamás le reclamaría algo que era enteramente su culpa, incumplió promesas desde el principio, cuando el griego le rogó telepáticamente que no se dejara asesinar por Hyoga en aquella batalla contra Saga y sus aliados, escuchó su desgarrador llanto en sus últimos alientos de vitalidad, y ni así le dijo abiertamente que lo amaba, ya no valía la pena torturarse con lo demás, sus fallas lo estaban consumiendo y debía aceptarlo con dignidad.

Por otro lado, el que se hubiera resignado no significaba que iba a ser de piedra al estar frente a Milo cuando le tocó darle su regalo, su expresión indescifrable, y su seriedad era algo a lo que no estaba acostumbrado, ¡qué ilógico era ese cambio de papeles!, por que ahora era su turno de desviar nervioso la mirada, de sentir cómo flaqueaban sus piernas corriendo el riesgo de caer de rodillas frente a todos, de no poder impedir que sus mejillas se tiñeran de rojo por estar tan cerca sin tener el derecho de estrecharlo entre sus brazos. Respiró profundo, concentró su cosmo energía, y antes de que el heleno se arrepintiera de ese intercambio, Camus se atrevió a hablar y abrir sus más profundos pensamientos, sin importarle que los otros lo escucharan.

-Milo, lo lamento... por todo, sé que no merezco que me perdones, y no pretendo que lo hagas, sólo quiero que sepas que deseo que seas feliz, hoy y siempre, éste es mi regalo para ti, espero que te guste y lo compartas con la persona más especial para ti.

Camus puso sus manos en medio de los dos, y de sus palmas un aire congelado comenzó a materializar un copo de nieve, que después fue encerrado entre hermosos destellos en un ataúd de hielo para preservarlo, el objeto quedó flotando en ese diminuto espacio, brillando como una pequeña estrella, los ojos de Milo estaban tan abiertos como podían, contenía el aliento, pero no pudo más cuando vio que el aquamarina alzaba uno de sus brazos con dirección al cielo, y de la punta de sus dedos salía un potente rayo de viento frío, que se condensó en las alturas, cubriendo todo el Santuario en una espesa nube que poco a poco dejó caer sobre sus hombros una tenue capa de nieve que destellaba de una forma hermosa, como si fueran diamantes, en cuestión de segundos el paisaje cambió a ser la más bella postal invernal, impresionado y conmovido, incrédulo ante lo que presenciaba, levantó el rostro esperando que esa nieve se derritiera con su calor.

-En esa ocasión cuando me visitaste en Siberia, no tenía la suficiente habilidad y poder para hacer esto, a pesar de ser un caballero dorado, seguía teniendo mis limitantes, pero ahora que he crecido y madurado, soy capaz de hacer esto para ti, disfruta del Santuario cubierto de blanco, tal como querías. Señorita Athena, si me disculpa, estoy indispuesto, quisiera retirarme a mi templo si me lo permite...

Camus hizo su solicitud a Saori con voz baja, su historia con Milo terminaba ahí, y no tenía la fuerza para continuar fingiendo, se retiró en cuanto su Diosa le dio su consentimiento con una señal de su cabeza, la observó, estaba triste por él también, lamentablemente habían cosas que ni un ser divino era capaz de lograr, y revivir el amor era una de ellas.

El tiempo pasó, y lo sintió igual que cuando su alma deambulaba por el limbo, sin cuerpo y en un estado perpetuo de muerte, la botella de vino tinto francés estaba siendo consumida a una velocidad alarmante, casi estaba vacía al pie de esa ventana en la que estaba sentado mirando a la nada, los copos de nieve continuaban bajando en un lento sendero, mudos y serenos ante su melancolía, imaginándose lo que pudo ser.

Iba a seguir con su propósito de nublar sus sentimientos con más alcohol, pero cuando iba a llevarse de nuevo la copa de cristal a los labios, una cálida mano lo detuvo, y en su lugar lo que llegó hasta su boca fue un beso dulce, apasionado, lento y lleno de emociones, la lengua de Milo dejó un camino tibio de saliva por la comisura temblorosa, para volver a unirse una vez más, a la vez que se quejó en un sonido erótico de dolor cuando lo tomó en una leve mordida de su labio inferior, no quería abrir sus párpados, sólo deseaba seguir disfrutando de poder tomarlo del cuello para acercarlo mucho, mucho más.

Solamente la necesidad de respirar fue la que lo obligó a encararlo y darse cuenta que eso no era un sueño, realmente estaba ahí, Milo, su Milo, mirándolo como siempre, sonriéndole con tal ternura que lo tenía al borde de las lágrimas, lo besó de nuevo, esta vez con desesperación, con hambre de él, de su cuerpo, de su amor, y el peliazul le habló por sobre su boca, sólo porque no pensaba separarse jamás.

-No puedo creer que lo recordaras...

-Milo perdóname, por favor, yo... yo te amo, siempre lo hice, y siempre lo haré.

-Y luego dices que yo soy el tonto, tardaste  mucho imbécil, pero yo siempre te esperé, te amo Camus, te amo, te amo tanto.

-Milo...

-Gracias por cumplirme mi sueño, ahora quiero que me concedas otro de mis deseos, y no acepto un no por respuesta...

-¿Qué es?

-Ver tu cara contraída por todo el placer que te voy a dar...

La calidez del templo de Acuario hizo un fuerte contraste con el ambiente helado del Santuario, un perdón, y una promesa florecieron esa noche, ambos comenzarían con una nueva vida, percatándose que no renacieron realmente cuando Athena los volvió a la vida, si no que lo hicieron en esas largas horas, en las que la entrega física les sirvió como pacto de amarse y entrelazar sus espíritus para siempre.




















FIN











Comentarios: Feliz fin de año (y navidad atrasada también jejeje), sé que el 2020 no fue fácil para nadie, así que en la distancia les mando un abrazo a todos, mucha fuerza, y que el amor guíe sus vidas.


Nos leemos pronto, Yare.

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