6.- Castigo
Viktor no fue consciente de lo mucho que extrañó el bosque, sino hasta que regresó.
Inhaló hondo para llenarse de aire puro y cerró los ojos para disfrutar de la intensa luz del sol y su calidez. Estar rodeado de verde, árboles, hierba y naturaleza le resultaba sumamente reconfortante, por más agradables que las montañas hubieran parecido. Nunca apreció tanto el bosque, hasta ahora.
-Me alegra que Su Alteza se sienta cómodo-se burló una voz conocida.
Se giró para encontrarse con su padre, el rey, Alexander Nikiforov y su severa mirada. Su padre por lo general era comprensivo (demasiado comprensivo, según Yakov) y le permitía hacer lo que quisiera siempre y cuando atendiera a sus obligaciones reales. De acuerdo a comentarios de Yakov, Alexander igualmente solía meterse en problemas de joven, por lo que procuraba no juzgar a su hijo en la medida que no se pusiera en peligro a sí mismo o a otros. Sin embargo, Viktor sabía bien que con su pequeño viaje cruzó una línea que su padre no iba a pasar por alto.
-¿En qué estabas pensando?-lo increpó-Desaparecer sin más...
-Les informé a mi madre y a ti que quería visitar las montañas para entregar personalmente los regalos a Minako y los Katsuki- respondió con seguridad, no dispuesto a dejarse intimidar- Y a Yakov le dejé una nota...
-¡Déjate de juegos!-bramó Alexander, apretando los puños, lo que sorprendió a Viktor de sobremanera ya que su padre rara vez le alzaba la voz-Tanto tú como yo sabemos que eso no fue avisar. Lo hiciste a propósito, para que no pudiéramos evitar que te marcharas.
En efecto, era justamente lo que buscaba. De cumplir con esperar y seguir el protocolo establecido, su viaje se habría arruinado antes de empezar por cientos de permisos y formalidades; seguro que hasta Yakov pudo ser designado como su acompañante y guardián, destruyendo por completo la experiencia de visitar las montañas por su cuenta; sin mencionar que su convivencia con Yuuri Katsuki se hubiera mantenido al mínimo.
-Si por lo menos se tratara únicamente de ti, no se armaría tanto escándalo-continuó el rey-Pero claro, tenías que arrastrarlos contigo...
Se refería, naturalmente, a Mila y Georgi. El príncipe dedujo que con toda probabilidad, se encontraban lidiando con sus propios regaños y reclamos de parte de sus respectivas familias. Experimentó una punzada de culpabilidad; después tendría que dar la cara y asumir la responsabilidad para mitigar los castigos que pudieran tener sus amigos por seguirlo.
-No pasó nada-rebatió Viktor, comenzando a impacientarse y alzando la voz también-Somos bien capaces de defendernos. Yakov y tú me han entrenado desde que tengo memoria.
Como parte de su educación, desde muy temprana edad, tanto Yakov como el mismo rey, le dieron lecciones en combate, esgrima y arquería; y en todas y cada una de dichas destrezas, Viktor sobresalía con grandes honores. Las habilidades de Georgi estaban prácticamente al mismo nivel que las suyas y aunque Mila no recibió un entrenamiento tan estricto, lo compensaba con su imponente fuerza física.
-¿Y si algo hubiera ocurrido en la montaña?-inquirió Alexander-¿Pensaste en el caos diplomático que pudo ocasionar?
Concedió, muy a su pesar, que el argumento era válido. Las relaciones entre ambas razas fueron hostiles por años y no fue sino hasta épocas recientes que lograron un cierto entendimiento y la frágil convivencia bajo la cual se manejaban, misma que podría destruirse a la menor provocación. Incluso el que los elfos terrenales los ayudaran, fue considerado como un verdadero milagro para algunos y un motivo de preocupación para otros.
De inmediato, cayó en cuenta de algo que debió notar desde el principio. Únicamente su padre era quien se encargaba de reprenderlo.
-¿Dónde está mi madre?
Alexander le dirigió una mirada recriminatoria y Viktor comprendió que tuvo que preguntar eso desde mucho antes. Una ola de temor lo invadió.
-Sus dolores regresaron. Hiroko Katsuki nos advirtió que el estrés es malo para su condición y podría exacerbar su malestar.
Cada palabra de su padre se sintió como un golpe. Por eso estaba tan molesto, y con justa razón.
-¿Entiendes por qué siempre te insistimos en que tus acciones tienen consecuencias?
Agachó la cabeza. Claro que debió imaginárselo. Tontamente asumió sólo debería comparecer ante la ira de Yakov y las reprimendas de su padre, y que su madre pasaría por alto su imprudencia siempre que regresara ileso. Muy tarde cayó en cuenta que su súbita desaparición pudo angustiarla al punto de hacerla enfermar de nuevo.
-Ya enviamos un mensaje solicitando que los Katsuki adelanten su visita-le informó Alexander, impasible.
Viktor asintió, todavía medio aturdido.
-¿Y ella cómo está?-preguntó, ahogándose en la culpa.
-Mejor, ya que se enteró de que volviste-pronunció secamente, dándole la espalda-Ve a verla, decidiremos tu castigo después.
No perdió más tiempo y echó a correr a toda prisa, con cualquier atisbo de osadía e impertinencia desvanecido a favor de preocupación sincera por la salud de su madre.
***
La reina Irina le dirigió una sonrisa confortante no bien lo divisó, la cual contrastó enormemente con la mirada iracunda de parte de Lilia.
-Les daré unos momentos a solas-informó la mujer, para después retirarse.
Viktor se permitió unos instantes de alivio mientras acudía a su lado. Ella yacía en la comodidad de su habitación, rodeada por numerosos cojines y almohadones para que estuviera más cómoda. El príncipe tomó la pálida mano de su madre y besó el dorso con sumo cuidado, temiendo que hasta ese mínimo contacto la lastimara.
-De verdad, no es tan grave como tu padre lo hizo ver-dijo ella en tono suave y le acarició una mejilla.
Viktor se transportó a cuando era un niño pequeño y ella tenía el mismo gesto para consolarlo al cometer algún error practicando con sus poderes.
-Da igual, tiene razón-negó con la cabeza-No debí ser tan imprudente.
-Fue sólo un pequeño dolor de espalda-expresó la reina-Únicamente tuve que adelantar mis sesiones en el manantial y todo resuelto. Ni siquiera era necesario llamar a los Katsuki, pero tu padre insistió...
El inmenso cariño que el rey sentía por su reina era conocimiento popular, así como que no escatimaría esfuerzos por asegurar su bienestar. Cualquier cosa sería poco si con ello garantizaba que su adorada esposa estuviera sana y feliz.
-En eso ustedes dos son iguales-continuó Irina-Cuando se les mete una idea a la cabeza...-le dio un suave golpecito en la sien a su hijo-No pueden pensar en nada más.
El príncipe consideró prometer que no volvería a hacer algo así, pero estaría mintiendo. Sus padres, especialmente su madre, estaban extremadamente familiarizados con su forma de ser y eran bien conscientes que con frecuencia olvidaba sus promesas; la mayoría de las veces no a propósito, simplemente ocurría y ya.
-Voy a compensarlo-optó por anunciar, en lugar de hacer una promesa que no podía garantizar cumplir.
-Claro que lo harás.
Irina volvió a sonreír y a pesar de su expresión gentil, Viktor sintió un escalofrío. Todos tenían la errónea noción de que era Alexander, el rey, quien poseía un carácter fuerte y firme; y aunque en parte era cierto, menospreciar a la reina era un grave error. Inclusive Lilia y Yakov evitaban molestarla si se enojaba. Viktor se esforzó por ocultar su creciente pánico.
-Hace mucho desde mi última presentación ante la corte-recordó tranquilamente Irina, fingiendo no notar la obvia incomodidad de su hijo-Así que tu padre y yo decidimos que ya que estoy mucho mejor, sería conveniente informarlo abiertamente... ¿Y qué mejor que celebrándolo?-tomó la mano de su hijo y la sostuvo entre las suyas-Por supuesto que los Katsuki y su líder serán nuestros invitados de honor, y tú serás quien se encargue de organizarlo todo.
Dejó escapar un suspiro y se liberó de un poco de tensión. Se esperaba algo muchísimo peor que organizar una fiesta, en lo que afortunadamente ya tenía bastante práctica. Sólo había que dar algunas instrucciones, seguir el protocolo conforme a la ocasión, repartir invitaciones y confirmar asistencias, revisar que todo estuviera listo para el día y la hora previstas y...
-Espero que invites a Tatiana y su familia.
"Ay, no... ella no..."
Reprimió las ganas de quejarse cuando le mencionaron a su posible prometida. Nada podía ser peor que...
-Y también al rey Plisetsky del bosque del sur-continuó Irina, sin soltarlo, y de hecho, aplicó más fuerza a su agarre-Seguro que su nieto, el príncipe Yuri, se alegrará mucho de verte.
"Si por 'alegrarse' te refieres a que estará feliz de patearme en cuanto me vea, entonces sí"
De modo que de eso se trataba. Sus padres intentaban jugar a los casamenteros y encontrarle una pareja de una vez por todas. Rodó los ojos, preparando una protesta que su madre se apresuró a interrumpir.
-Viktor, por favor-pidió, casi suplicando-Después de todo lo que ha pasado, nada nos haría más felices a tu padre y a mí que finalmente sentaras cabeza con alguien especial, alguien que te aconseje y te acompañe en los momentos difíciles, y que sea una buena fuente de apoyo para ti.
La honestidad de su madre le borró cualquier rastro de enojo. Sabía por qué le decía eso. Cuando su madre era víctima de lo peor de su enfermedad y nadie parecía ser capaz de curarla, la forma en la que pudo lidiar con aquello, fue volcándose en su trabajo y recluyéndose en su laboratorio para tratar de crear algún remedio que la sanara. Ni siquiera les permitió a Georgi y a Mila, sus amigos más cercanos, que lo ayudaran.
"Supongo que por eso accedieron a acompañarme sin hacer tantas preguntas" se planteó de pronto.
Se percató que su madre lo observaba fijamente, aguardando por su respuesta.
-Está bien, lo haré-asintió, decidiendo que al menos podía realizar esa pequeña concesión.
Irina dejó escapar una genuina exclamación de júbilo y lo abrazó con fuerza. Viktor le correspondió, si bien una idea se fijó en su mente:
"Voy a organizar la fiesta y a invitar a quienes desean... pero no pueden obligarme a que me enamore"
***
Como siempre, su castigo fue decidido y Yakov comisionado para vigilar que lo cumpliera.
Iniciaría al amanecer, alistando el equipo y las armas para la práctica matutina de los guardias, tras lo cual le correspondería instruir a los reclutas más jóvenes. Después de un breve descanso para comer algo, continuaría con labores de limpieza en el establo. Por las tardes, el castigo se llevaría a cabo en la biblioteca, donde además de limpiar y organizar la amplia colección de libros, Yakov le asignó una tarea extra:
-Pues, si estabas tan interesado en aprender de los obscuros...
-Son terrena...
-¡Entonces perfectamente podrás leer los libros que tenemos respecto a ellos y corregirlos!-le gritó, enfadado porque intentara interrumpirlo-Espero me entregues un reporte por escrito al final del día.
-Yakov...-quiso protestar, y su maestro lo silenció con un ademán.
-Tal vez así lo consideres dos veces antes de desaparecer sin avisarnos-decretó cortante, y salió de la biblioteca sin mirarlo.
Viktor reflexionó al respecto, y tras dejar de lado su molestia por el trabajo excesivo al que se vería sometido, admitió que después de sus padres, Yakov y Lilia se debieron preocupar igualmente. Dados sus cargos, la pareja de nobles estuvo al pendiente suyo incluso desde antes de nacer. Lilia fungió como su institutriz, enseñándole historia, geografía, etiqueta y diplomacia, entre otros tópicos. Yakov lo entrenó en combate, sobre asuntos de gobierno y lo instruyó para que pudiera controlar sus poderes. Sobre todo, ambos se encargaron de acompañarlo y cuidarlo cuando era más pequeño y sus padres debían ausentarse por algún viaje; efectivamente volviendo su relación mucho más cercana, que si se tratara de simples maestros. En numerosos sentidos, los consideraba una segunda familia y estaba seguro que ellos a su vez lo percibían como el hijo que nunca tuvieron.
"Supongo que debería disculparme con ellos, esta vez sinceramente..."
Exploró sus alrededores, enfocándose en especial en los amplios libreros repletos de antiguos libros, pergaminos y otros materiales escritos. Dejó escapar un suspiro. ¿Hace cuánto que no limpiaban la biblioteca? Tardaría días en organizarla.
En general, Viktor no le temía ni huía del trabajo duro, lo que le disgustaba era que se lo ordenaran; prefería hacer las cosas a su modo. De acuerdo a Yakov, su veta rebelde era un problema que fácilmente podía salirse de control, por lo que era mejor canalizarla en otros asuntos más positivos; como lo eran sus experimentos en el laboratorio o cualquier otra cosa que a su maestro se le ocurriera.
Un ejemplar viejo y extremadamente voluminoso llamó su atención y lo tomó, abriéndolo en una página al azar y comenzando a leer:
"Al comienzo de los tiempos, no había división alguna entre ambas razas de elfos. Bosques y montaña podían ser encontrados uno al lado del otro sin la menor segmentación o partición entre dichos terrenos. Sin embargo, al ir progresando las estaciones, cada raza desarrolló su propia afinidad y así nacieron: los hijos de la Tierra, guardianes y moradores de las montañas; y los hijos del Bosque, protectores y súbditos de la Naturaleza.
Los "Obscuros", nombre que les fue dado a los moradores de las montañas, consideraban su forma de vida como la correcta, y así trataron de imponerla, llegando a atentar contra el bosque, y la naturaleza misma en su afán, desatando la Gran Guerra que finalmente acabó por separarlos.
Con la sangre de inocentes derramada, los territorios se convirtieron en zonas yermas y estériles, permanentemente dañadas, en las que era imposible vivir. Por tal motivo, cada raza empleó sus poderes y habilidades innatas para crear nuevos reinos, en los que pudieran establecerse. Eventualmente y con el fin de evitar otra tragedia, acordaron mantenerse apartados, cuidando de que una raza no interviniera en los asuntos de la otra..."
El príncipe conocía esa historia de memoria. Comprendía que luego de años de aquello, muchos elfos de luz culparan a sus contrapartes por iniciar la guerra que casi los destruye a todos y les guardaran resentimiento. Ese fue uno de los argumentos muchos usaron para oponerse en primer lugar cuando les pidieron ayuda para tratar a la reina.
Adjunto al escrito, se encontraba además un mapa, que Viktor ojeó, lleno de curiosidad.
Reconoció su reino, y al sur, el de los Plisetsky. Entre ambos una serie de marcas negras delimitaban las tierras perdidas, por las que nadie osaba transitar en la actualidad. Su mirada se posó después, en las montañas, específicamente, en el hogar de Yuuri. ¿Cómo le estaría yendo? Rememoró sus últimos momentos a solas y la manera en que Yuuri lo curó. El tratamiento con arcilla le funcionó de maravilla.
"Podría pedirle que me enseñe la próxima vez que nos veamos" se planteó muy seriamente, y se perdió unos instantes recordando el tacto de Yuuri. Sus manos estaban claramente marcadas por años de trabajar con la tierra y en las minas, y sin embargo, ese breve contacto mientras lo trataba le resultó extrañamente reconfortante.
Algo lo golpeó en la nuca e interrumpió sus pensamientos. Se giró, esperando descubrir a Yakov regañándolo por perder el tiempo, más no encontró a nadie. Un tanto confundido, recorrió el sitio con la vista y notó una semilla en el suelo. Esbozó una sonrisa y comprendiendo a la perfección, buscó una pequeña maceta en la que la plantó, empujándola con cuidado con su dedo índice y concentrándose en hacerla crecer. Pocos segundos después, una flor blanca emergió y siguiendo con el protocolo, la dejó junto a la ventana, demostrando que no había peligro.
Atenta a la señal, Mila apenas demoró unos instantes en entrar por la ventana y casi golpea a su amigo en su prisa.
-Tardaste demasiado-la saludó Viktor.
-Si bueno, tuve que rendir cuentas ante mi madre por nuestra pequeña escapada-rodó los ojos y luego frunció el ceño-La que por cierto, fue tu idea. Así que espera a que vengan a reclamarte a ti o a tu padre por ponerme en riesgo.
El príncipe tuvo que cubrirse la boca con la mano para reprimir una carcajada a duras penas. Su amiga no era en lo absoluto una frágil doncella desvalida, aún si a su familia le gustaba tratarla como tal.
-Apuesto a que no se habrían molestado tanto si hubiéramos ido tú y yo solos-comentó, y la chica hizo una mueca para manifestar su desagrado.
Mila pertenecía a una importante familia de nobles cuyo principal interés, era formar parte de la familia real y con suerte, hacer que llegara a ser la reina algún día. Por tal motivo, desde siempre fue presionada para lograr que el príncipe se enamorara de ella, si bien los dos jóvenes tenían otras ideas muy diferentes en lo que concernía a su relación.
-A Georgi le fue mejor-informó Mila, sentándose en la mesa-En su caso, no les molestó que huyera, aunque si se decepcionaron de que no tuviera nada que reportar que pudiera ser usado contra ti.
Como Mila, la familia Popovich era bien conocida y respetada... y siempre eclipsada por los Nikiforov. No era un secreto que también ambicionaban hacerse con el poder y para ello, Georgi fue igualmente presionado para ganarse la confianza del príncipe, con la esperanza de descubrir algún secreto o sucio detalle que lo condenara y condujera a los Nikiforov a la ruina. Viktor era perfectamente consciente de ello y a pesar de todo, consiguió formar una sincera amistad con Georgi una vez que ambos lograron aclarar sus diferencias.
-Ya tendrán otras oportunidades-le restó importancia con un ademán, y de pronto cayó en la cuenta de algo-¿O sea que ya no está enojado con nosotros por sabotear su romance?
-Está en su fase de depresión total-le contó Mila, tomando uno de los libros, sólo por hacer algo- Según él, perdió la oportunidad de confesarle sus sentimientos a Mari Katsuki para siempre. Estuve casi una hora consolándolo.
-¿Aún no lo ha olvidado?-cuestionó más bien para sí mismo, y negó con la cabeza-Supongo que se le pasará con el tiempo...o quizás, en cuanto se entere que pueda tener una nueva oportunidad para declarársele.
Mila lo contempló arqueando una ceja, pidiéndole silenciosamente que se explicara y Viktor le resumió a grandes rasgos la conversación con su madre.
-Mis padres seguramente esperarán que me dediques un baile...-esbozó una sonrisa maliciosa ante la expresión de vívido terror de su amigo, quien debía estar recordando cómo se conocieron-Por lo demás, supongo que tendrás que pasar toda la noche con la señorita "¡Oh, que interesante!"-exclamó fingiendo la voz y juntando las manos en lo que pretendía ser un gesto delicado-Ese será tu verdadero castigo.
-Por favor, no lo menciones-se mostró disgustado ante la perspectiva e intentó evadirse acomodando algunos libros, sin éxito-Créeme que intento no pensar en eso.
Ese era el apodo por el que Mila, Georgi y Viktor, solían referirse a la posible prometida de éste último. Tatiana Malonkova pertenecía a un linaje muy respetado entre los elfos de luz y para los reyes, era la primera opción como futura esposa para su hijo.
Al principio, Viktor lo consideró seriamente. La joven era preciosa y en su propia vanidad, se sintió encandilado por su belleza. Al menos, hasta que empezaron a convivir. Poco tardó en comprobar que Tatiana era como muchos otros: sólo interesada en los beneficios y el prestigio que ser la pareja del príncipe le podría aportar. Una vez que los temas de conversación superficiales se acabaron y tuvieron que pasar a tópicos más profundos, el desencanto llegó. Viktor trató de contarle sobre sus experimentos y otras interrogantes que se planteaba respecto a su raza y el bosque, a las que ella se limitaba a responderle con un "Oh, qué interesante". Desde entonces, la perspectiva de siquiera tener que pasar un minuto con Tatiana, le hacía querer llevarse las manos a la cabeza y gritar para desahogar la frustración. Si bien se esforzaba por ser cortés y educado con la chica, de acuerdo a las expectativas de sus padres, un matrimonio con ella estaba fuera de toda discusión.
"Por el lado amable, sólo será una noche y no todo el tiempo" quiso consolarse. Aunque si pudiera descubrir una forma para hacerla más llevadera...
Mila sostenía el libro que Viktor estuviera leyendo antes y una idea le llegó de pronto.
Rebuscó hasta encontrar un trozo de papel y algo para escribir:
Yuuri:
Espero que me eches tanto de menos, cómo yo a ti. Con suerte, este pequeño mensaje te llegará junto con la invitación. ¿Me concederías el honor de acompañarte durante todo el baile? Por favor, reserva tu respuesta hasta que nos veamos de nuevo.
Atentamente: Viktor
Listo. Únicamente restaba anexar la nota a la invitación y rezar porque Yuuri la recibiera. Con suerte, convertiría un aburrido evento formal en uno muchísimo más entretenido. Basado en la pequeña fiesta improvisada, podía deducir que uno de los talentos de Yuuri Katsuki, era definitivamente el baile. Se sorprendió esbozando una sonrisa. Nada podría salir mal.
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NOTAS FINALES:
Perdón por la demora en actualizar, se me atravesó un viaje... y el inicio de las clases *llora amargamente*. Lo más triste es que fui a hacer nada, pero en fin, la vida no es justa.
Esperen la aparición de nuestro querido gatito gruñón próximamente... y de alguien más también. ¿Adivinan quién puede ser?
Si leyeron hasta aquí, muchas gracias!!!!
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