La Venganza

No podía creer lo que estaba viendo o mejor dicho, lo que no había notado antes. 

Hacía algunas horas la había visto reír y pavonearse en el recibidor de mi casa sin ayuda alguna junto con su familia. 

Los gestos obscenos e imitaciones lascivas que había actuado para ella al encontrarla fuera del tocador no habían tenido efecto alguno en ella. En efecto, no había sido provocada por mi accionar, no por indiferencia, sino desconocer que había sido burlada. 

Ella era completamente inocente.

Un malestar comenzó a crepitar desde el fondo de mi estómago cuando, temblando de la emoción, Rosalinda se acercó a mi padre para agradecerle por su deferencia. 

Qué desagradable e injusto. Que alguien que conmueve a la gente con su canto pueda sentirse agradecida hacia un hombre que carece de humanidad. De cualquier tipo de reacción gutural.

Comencé a retirarme hacia mis aposentos, tratando de no llamar mucho la atención, para no demostrar mi cara de derrota. 

Luego, lo más maravilloso y aterrador del mundo sucedió: pude oír la risa de mi padre.

Seguía siendo un sonido mecánico, calculado como todo lo que él hacía. Como quien quiere imitar la calidez del sonido pero sin lograrlo. 

-¿Pero qué es lo que dices, niña tonta?Me refiero, claro, a que la suma real es 10.000 rubíes por cada persona en esta habitación - tomó un minuto para saborear su venganza - ¿O es que acaso crees que nuestras vidas valen tan poco?

Los colores en el rostro de la cantante se fueron tan rápido de su rostro así como sus rodillas cedieron contra el piso. Comenzó a sollozar lentamente mientras varios espectadores discutían el giro de los acontecimientos. 

Algunos opinaban que era un castigo ejemplar, otros que la suma era exorbitante, pero ninguno se atrevió a contradecirlo.

La pica que había golpeado a su hermano la ayudó a incorporase y le colocó un reluciente set de esposas en sus delicadas muñecas, mientras que otros oficiales les explicaban incómodos a sus familiares que la llevarían al calabozo si no reunían la suma de inmediato. 

Abatidos por la sentencia, los juglares, músicos y artistas en general comenzaron a marchar cabizbajos hacia la salida. Sólo el fortachón, quien trataba de acercarse a su hermana sin mucho éxito, comenzó a vociferar frente a mi padre y a la multitud por justicia.

-¿No van a creer que ella hizo todo esto? Por el amor del cielo, ¡ella está ciega! - exclamó con todas sus fuerzas- ¿Cómo podría llevarlo a cabo ella misma?. Si usted no da cuenta del verdadero responsable, entonces lo haré yo..

-Interesante- comenzó a decir mi padre con ese tono calculador - Así que la muchacha claramente tuvo ayuda, ¿tal vez, dentro del seno familiar, puedo presumir?  - El fortachón se tensionó y luego, en señal de derrota bajó su cabeza. -¿Estaría dispuesto a atestiguarlo frente a una corte? 

Con esto último el viejo dejó perfectamente claro que era SU corte y que la sentencia podía ser mucho más injusta si él lo deseara.

-No, eso no es lo que quise decir, yo no..- 

Sin mucha reflexión, con los finos y canos cabellos alborotados, la madre de Rosalinda chilló: 

- ¡Su hijo es un monstruo y todo el mundo lo sabe! Él es la razón de que jamás llegará a ser Supremo Inquisidor. Luego, se arrojó a los pies de su hija, abrazándola como si le fuera la vida en ello.

La multitud, que ya se estaba retirando se paró en seco, clavando sus miradas hacia mi padre.

-No importa cuántos juicios gane o a quien inculpe por sus crímenes. Un día él hará enojar a la gente equivocada y toda sus mentiras y maniobras ilegales quedarán expuestas.

-Ya es suficiente- sentenció el juez, con su cara roja del esfuerzo-  General, lleve a toda la familia al departamento de policía por desacato. 

Podía ver cómo una pequeña línea azul pulsaba en su cuello en contraste con su rostro escarlata. Así que esa mujer había logrado lo que él mismo no había podido en tantos años. Quebrar esa máscara de tranquilidad y elocuencia.

La pica y sus camaradas comenzaron a encerar a la familia de Rosalinda en un círculo perfecto, cuando rápidamente me paré al lado de la madre de la cantante y le ayudé a reincorporarse. 

Uno de los oficiales, el más joven de todos, se dirigió hacia mi: 

- Sr. Black, a menos vaya a pagar la la fianza de todos los imputados, le sugiero que se retire.

Muy tarde el joven se dio cuenta de su error. 

La respuesta había estado todo el tiempo allí y era deliciosa. Es verdad que la venganza es un plato que se sirve frío y yo estaba a punto de disfrutar el mío.

Yo sería la causa de la caída de mi padre. 

Pagaría las deudas de Rosalinda, incluso abogaría por su inocencia si eso lo alejaba de su preciado sueño.

- Lo haré -dije firmemente, dirigiendo mi voz hacia la cantante, pero sin despegar los ojos de la cara desfasada de mi padre -pagaré su deuda. 

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