• Capitulo cuatro •

Toda su vida se había considerado una persona simple, se conformaba rápidamente y siempre se concentraba en poder cumplir con todas sus obligaciones como padre; comúnmente guardaba la calma para no alterar a sus seres queridos y por claras razones prefería guardarse cualquier molesta.

Pero, se estaba volviendo completamente loco.

Había transcurrido una semana desde que Baji Keisuke se había mudado a su hogar, las mañanas eran totalmente diferentes y honestamente nunca se acostumbraría a entrar a la cocina y ver el desayuno servido.

Mucho menos despertar en las noches temblando de miedo para terminar refugiándose en los brazos del dueño del primer infierno en el sillón de la sala.

Quería hablar con alguien, necesitaba respuesta y que el tintineo de aquel cascabel que retumbaba en su cabeza a todas horas se esfumará; no había podido dormir adecuadamente y las pocas horas que lo lograba era cuando se aferraba a Baji, pero en el momento que el demonio se alejaba aquel malestar volvía.

Tampoco había decidido hablarlo con Mitsuya, por una sola razón; había desaparecido de la faz de la tierra al igual que el profesor Shiba, quería arriesgarse en ir hasta su casa pero al final nunca le había dado la dirección.

Mierda.

Parecía que de repente toda su vida se había detenido al escuchar el sonido del cascabel, tan efímero y a la vez tan molesto.

Los hematomas que habían aparecido en su cuerpo cada vez eran más grandes, había optado por usar prendas holgadas porque al primer roce sentía como si su piel fuera mallugada aún más.

La idea de estar siendo perseguido por alguno de los colegas de Keisuke le causaba más temor que el de vivir con el mismísimo diablo.

Tampoco podía negar que estaba simplemente alerta con su pequeño dragón, conocía a sus hijos como la palma de su mano y podía asegurar que algo estaban escondiendo esos bonitos ojos turquesas — idénticos a los suyos—.

Kaori era otro problema en ese momento, todos los días a todas horas se la pasaba hablando de Hajime; dándole a entender que había conseguido un nuevo amigo y que era muy feliz al tenerlo en su vida.

Y el estaría también feliz, si no fuera porque todos los días después de que Baji fuera a dejar a los mellizos a la escuela un sobre pasará por debajo de la puerta con una generosa cantidad de yenes exclusivos para su princesa.

Santo y bendito infierno.

Todo estaba dándole vueltas, faltaba un día para el ansiado viernes y su cuerpo se negaba a levantarse ahora que la alarma había sonado; podía asegurar que su espalda dolía más de lo que había dolido en toda su vida y su cuello dolía terriblemente debido a los nuevos moretones que se habían plasmado ahí.

El dolor de cabeza seguía igual que la noche anterior, el peso del mundo seguía en sus hombros —como los últimos años— mientras que el escalofrío de la mirada penetrante seguía en su espalda.

Malditos días.

El susurro de sus sábanas moviéndose le molestaron y el frío calaba por sus huesos como si en verdad estuvieran en pleno invierno con las primeras nevadas, sus ojos dolían por no descansar lo suficiente y finalmente sus labios ardían por morderlos tanto.

Sus pies se crisparon en el momento que tocó las mullidas pantuflas y sus manos temblaron al observar como sus muñecas estaban completamente amoratadas.

Mierda.

Había pasado una semana y todo estaba en declive, su trabajo en la bodega tuvo que ser abandonado debido a su pésima condición y sus calificaciones estaban conservándose a duras penas por la poca atención que tenía; el cajón de su armario estaba lleno de billetes verdes pero estaba muy seguro que no debía tocarlos hasta saber quién era Hajime.

Las risas en el pasillo hicieron que suspirara para tratar de poner la mejor sonrisa y que sus pequeños soles no se preocuparan, saliendo después de ponerse una gran sudadera que ocultaba sus brazos y que lo protegía del frío.

"– ¡Papi! ¡Buenos días! — Gritó, entusiasmado como siempre Ryu mientras le extendía los brazos y se acercaba corriendo— Hoy Baji-san hizo un desayuno muy norteamericano.

– ¿En serio? Debo ver eso. — Musitó, con burla entre la pregunta y las palabras mientras tomaba en un fuerte abrazo a su hijo."

El delicioso aroma del tocino lo hizo sonreír, al igual que encontrar a su pequeña princesa sentada en el comedor entablando una extensa conversación con Keisuke; el olor a café se combinaba en el aire junto al de los alimentos y sinceramente no podía desviar la vista de lo bien que se veía el azabache con el delantal puesto.

"– ¡Buen día Baji-san! — Saludo entusiasmado su pequeño dragón mientras bajaba de sus brazos— ¿Cómo está?

– Hola Ryu, buen día. — Contesto con tono tranquilo y la mirada feroz el mencionado, apagando la estufa y sirviendo el último plato de comida— Muy bien ¿Que tal tú?"

Desviando la atención de la plática, se deslizó para saludar a Kaori plantando un beso en su coronilla; realmente aún no lograba acostumbrarse del todo a ese tipo de escenas pero en realidad no le molestaba tener una mañana tan tranquila.

Sentándose en una de las seis sillas de su comedor, observó con atención al hombre de ojos achocolatados, aún conservaba el aura dominante y claramente su mirada seguía siendo feroz pero podía asegurar que sus facciones se veían más relajadas como si él también estuviera tomando un descanso de todo lo que pasaba a su alrededor.

Baji se veía más hogareño, teniendo un pantalón de chándal y una playera sencilla, calzando pantuflas de gatitos y sonriendo como si fuera una ilusión; parecía como si estuviera en su hogar.

"– Buenos días Chifuyu. — Un escalofrío recorrió su columna al escuchar la oración que venía de los labios del mayor, mientras le entregaba una humeante taza de café— ¿Qué tal has dormido?"

« De la Mierda» pensó en el momento que nuevamente el tintineo del cascabel retumbó en su oído izquierdo y palabras el latín eran recitadas como si un versículo de la Biblia se tratara.

"– Muy bien Baji-san. — Mintió, sonriendo como se había acostumbrado.

¿Quieres que te lleve a la escuela?"

El jadeo de sorpresa que dió fue involuntario pero honesto, no lo había dicho pero últimamente quería acercarse más al dueño del primer infierno — y no solo por su estabilidad mental—.

Después de la noche de películas que habían tenido siete días atrás empezó a posar más su atención en Baji, dándose cuenta de varias cosas.

Siempre tenía un aspecto serio, desde que despertaba hasta que dormía; pero había momentos en el día donde dejaba ese aspecto para reír con sus hijos y hablar con él para darle las sonrisas más tranquilas.

Había aprendido que le gustaba el café cargado con solo media cucharada de azúcar y que el pastel de chocolate amargo lo había encantado tanto que cada vez que iba a la cafetería lo pedía; era un buen cocinero y sin duda alguna prefería su comida a ir a cualquier lugar a desayunar.

Se llevaba muy bien con Hinata pero Takemichi simplemente no era de su agrado, los había encontrado discutiendo algunas veces pero al parecer lo dejaban a la nada para que el no sé enterará.

Pero había una cosa en específica que lo tenía eclipsado con el de ojos achocolatados y era la manera en la que lo miraba, con tanta devoción como si realmente él fuera una deidad al que necesitaba adorar por siempre.

"– Eso me vendría bien. — Susurro al encontrar los ojos feroces que empezaban a darle tranquilidad.

Desayuna, gatito."

Rodo los ojos antes de reír y acatar el pedido, degustando como el café estaba exactamente como le gustaba— ligero y azucarado—, mientras que el tocino acompañado de huevos estrellados y el pan tostado lo llenaban con solo verlo.

Sonrío en el primer bocado, dejandose consentir mediante los alimentos y suspiró de placer cuando los platos quedaron vacíos frente a sus ojos.

"– Llevaré a los niños a la escuela, no tardaré. — Aviso Keisuke, retirando el plato de la mesa para dejarlo en el lavaplatos y deshacerse del delantal que portaba— Arréglate gatito.

– Mandon. — Susurro entre dientes antes de pararse y acercarse a sus pequeños— Ambos pórtense bien y no hagan tantas travesuras."

El si en conjunto fue melodioso al igual que el calor en el abrazo que los mellizos le regalaron, los besos en sus mejillas lo hicieron feliz para que después regresará el mismo cariño con besos en los rostros de tez blanquecinas.

Sin poder evitarlo, dirigió sus ojos turquesa hacía Keisuke; sintiendo que su corazón latía con fuerza y sus mejillas se sonrojaban cuando una mirada llena de ternura los veía.

Dejando que sus corazones se pusieran en marcha se acercó al más alto, sonriendo tímidamente mientras intentaba no morir en el intento de valentía.

Santo infierno.

Sus manos actuaron por si solas al tomar las mejillas del mayor, y sus labios temblaron un poco cuando acariciaron con delicadeza la nariz del azabache; suspiró cuando un beso fue regresado en su cuello y un escalofrío recorrió su espalda cuando las grandes manos de Keisuke acariciaron su cintura sobre la ropa.

"– Tan jodidamente brillante. — Susurro Baji antes de esconderse en su cuello, dando ligeros osculos que le robaban el aliento.

Baji-san. — Murmuró mitad suspiró y mitad súplica aferrándose involuntariamente a su fuente de confort.

Chifuyu."

El tono de molestia lo regreso a la realidad, dándose cuenta de que ya no estaba recibiendo besos pero si una mirada llena de enojo hacia su cuerpo; recordando cómo moretones lo adornaban.

Tembló.

En el momento que Keisuke rompió rápidamente su sudadera y dejaba expuestos sus brazos llenos de hematomas y su cuello amoratado.

"– ¿Desde cuándo? — La pregunta lo hizo voltear antes de intentar cubrirse— Mierda ¿¡Desde cuándo!?

– ¡La semana pasada! — Gritó, con desesperación de que la molestia desapareciera de los ojos que hace unos momentos lo veían con cariño— Mierda, empezaron a aparecer hace una semana y no han parado."

El sonido del teléfono, retumbó por las paredes mientras ríos salados bajaban por sus mejillas debido a la desesperación; siseo una maldición antes de contestar y percibir un llanto aún peor del otro lado de la línea.

"– Chifuyu. — La voz de Hina lo hizo temblar por el dolor plasmada en ella— Es Takemichi, estamos en el hospital central todo, todo está mal."

Y todo se volvió negro...

El frío del hospital era completamente diferente esa ocasión, la luz de la sala de operaciones seguía prendida mientras sus pies se movían debido a los nervios.

El recuerdo de haber llegado al lugar era totalmente confuso, solo recordaba que en un segundo todo se había vuelto oscuro y después a un Keisuke preocupado junto a Yako-san en llanto.

Sus pequeños soles estaban en sus habitaciones y claramente después de despertar había salido en compañía de Baji — más por obligación que por gusto—.

Llegar al hospital fue rápido, como si realmente quedará a la vuelta de la esquina pero todo rastro de tiempo se detuvo al entrar y ver a Tachibana envuelta en un mar de lágrimas susurrando plegarias a un ser divino.

No entendía muy bien que había pasado, Hina no tuvo la manera de expresarlo correctamente debido a la preocupación pero por lo que pudo entender fue una locura total.

Alguien había apuñalado a su eslabón importante, dándole un golpe certero para que la sangre fluyera rápidamente y un charco del líquido carmesí se viera en el suelo para cuándo llegará la ambulancia.

Jodido y estupido cielo.

Takemichi no podía estar pasando por eso, él siempre fue bueno con todos sin problemas y tratando de ayudar cada vez que podía.

El aire se detuvo en cuanto recordó la primera vez que se encontraron, aún podía relatar con cada detalle aquella ocasión donde el mundo se le venía abajo.

La muerte de su madre era tan reciente en esos momentos, sus idas al psicólogo habían sido abandonadas ese mismo día y sus medicamentos fueron tirados después de registrar a los mellizos como suyos.

Estaba en el momento justo de su punto de quiebre, donde aquel parque era su único lugar para pensar y llorar sin que sus pequeños lo vieran.

Y de repente llegó, su héroe llorón siendo golpeado y que tuvo que defender de todos los que lo acorralaban; dándoles sus mericidos golpes para que no volvieran a acercarse al rubio.

"– Chifuyu. — La ronca voz de Baji lo regreso del abismo de recuerdos mientras notaba que sus mejillas estaban empapadas debido al miedo.

Estoy bien. — Murmuró limpiando los rastros de tristeza y dando un paso lejos del azabache.

Hey, no lo estás yo solo...

– Salva a Takemichi. — Rogó, notando que estaban totalmente solos en medio del lugar ignorando por completo lo que el ser infernal quería decir— Te daré todo de mi, pero salva a Takemichi."

La mirada brumosa de deseo no paso desapercibida, la manera en la que Keisuke relamio sus colmillos con la punta de la lengua lo hizo temblar mientras intentaba mantenerse cuerdo.

Takemichi llegó a salvarlo a él de la locura, siempre estando a su lado e integrandolo a su vida sin pedirlo; los pocos triunfos que tenía los había compartido con Hanagaki y en los recuerdos de sus hijos siempre estaba su tío Micchi.

Se lo debía.

Ahora era su turno de salvarlo, si tenía la posibilidad estaba seguro de que la tomaría.

"– No. — Las palabras le dieron por completo antes de observar como la puerta se blanca donde se encontraba su amigo se abría— No va a ser necesario."

El alma — que no le pertenecía y lo sabía— le regreso al cuerpo al escuchar el nombre de su compañero, haciendo recuperar el color en el momento que Hina se presentó y agradeció al cielo que su héroe llorón se encontraba estable.

Si, necesitaba varias cosas pero estaba ahí con ellos y por lo que escucho serían varios años.

Sin poder evitarlo se derrumbó en los brazos de Keisuke, aferrándose a la tranquilidad momentánea que de le estaba brindando; sintiendo que cualquier mal podía desaparecer si se quedaba ahí.

Suspiró, cuando pudo embriagarse del olor de Baji al ser apresado en un abrazo y lloró como nunca porque se sentía protegido por el mismo ser que le quitaría el alma en un abrir y cerrar de ojos.

"– Estoy aquí Chifuyu.— Escuchó perdiendo el aliento al notar la preocupación en el tono de voz.

Lo sé. — Murmuró, disfrutando de las caricias y respirando profundo por la tranquilidad recién llegada— Tengo miedo."

Sin poder evitarlo se aferró aún más al dueño del primer infierno, dejando que por fin todas sus preocupaciones se dejarán expuestas; temblando con el único ser que lo tenía en la palma de su mano.

Pudo notar como el cuerpo de Keisuke se tensaba al igual que las grandes manos que lo sostenían se detenían para acercarlo aún más, escucho como la respiración ajena se volvía pesada y como un gruñido era retenido en la garganta.

Quería preguntar, tal vez pedirle a Baji que le dijera que estaba bien y que todo lo que pensaba era absurdo pero...

«El diablo miente.» recordó, con la dulce voz de Yukiko Matsuno; el diablo era peligroso y siempre tenía un objetivo.

Y él simplemente le estaba dejando el trabajo más fácil.

Con la cruda realidad golpeándolo enterró sus uñas en la chamarra que portaba el azabache, dándose cuenta que era la misma con la que lo había visto la primera vez; tan dominante que por un momento sintió que ya llevaba años al lado de Baji.

"– Yukiko era una mujer preciosa. — Mascullo con tranquilidad Keisuke tomando su nuca para hundirlo más en su pecho y cegando su visión— Era amable, sonriente y sobre todo humana."

Un gran mareo lo atacó, sintiendo como el mundo se movía a su alrededor y los sonidos dejaban de llegar a sus oídos; podía jurar que el olor a anticeptico del hospital había desaparecido y el frío de la sala de espera se esfumaba completamente.

"– Sus padres eran amables, en especial su madre, siempre recibían a cualquiera. — Escuchó aún perdido entre todos sus malestares— No importaba quien fuera, el limbo siempre estaba disponible para que cualquiera de los habitantes de los aposentos lo visitará."

Las náuseas empezaban a aparecer, mientras que la imagen de aquella fotografía que guardaba con recelo pasaba por su cabeza; recordándole que tan hermosa era su madre y que tan preciosa era su abuela.

"– Akane fue la dueña del limbo desde que su juventud, de hecho en estos siglos que llevó viviendo el apellido de los Matsuno siempre resonaba en el cielo y el infierno por ser los únicos neutrales. — Podía jurar que Baji estaba sonriendo, apostaría en poner las manos al fuego por ello— Hasta que Akane murió en las manos de los Shiba dejando a Yuzuha a cargo."

Un respingo salió de sus labios antes de sentir como sus pies golpeaban un nuevo suelo, más caliente, más arenosa, más peligroso; las dudas estaban en su cabeza y podía asegurar que no entendía nada de lo que pasaba.

El puñado de recuerdos que se estaban reproduciendo, recordando como su abuelo — Akashi Matsuno— siempre era el que se quedaba a cuidarlo porque su abuela salía de imprevisto; su madre escapaba en las noches después de su cumpleaños número ocho pero no decía nada debido a que fingía dormir.

Mierda.

Con las manos hechas puños se alejo de Keisuke, dejando que todo su peso cediera a caer en la caliente arena de un desierto en la tarde; Siseo adolorido debido al calor que quemaba su mano y su boca se seco al divisar frente a él a un Keisuke en cuclillas viéndolo con diversión.

Quería golpearlo, gritarle que dejara de jugar con él y que por una vez le dijera el tiempo que le quedaba para permanecer con sus pequeños hijos.

Antes de que cualquier reclamo saliera de sus labios, el fuerte agarre de su antebrazos lo hizo pararse para volver a marearse por la gran puerta cobriza que se encontraba frente a sus ojos — y en medio de la nada—.

Los bonitos detalles gravados en la entrada lo eclipsaron inmediatamente, podía reconocer en cualquier lugar las flores del pensamiento que Akane Matsuno siempre cuidaba en su jardín y por un momento sintió que las palabras en griego se traducían solas frente a sus ojos.

•Κατέληξα να βρω ιερή διαταραχή του πνεύματός μου•

Con la mano temblorosa que tenía libre tomo el pomo de la gran puerta, sintiendo un escalofrío recorrerlo completamente mientras ponía toda la atención a lo que vería.

"– Bienvenido a tu aposento. — Susurro Baji cuando entrelazó sus dedos y beso sus nudillos— Mi querida alma gemela."

Hola, hola personitas ❤️.

¿Cómo han estado? ¿Qué tal estan empezando el año?

Bueno, tenemos mucho que aclarar de aquí (claramente sin spoilers).

DBTD está diseñada para veinte capítulos por lo mucho veinticinco; en estos momentos debo empezar a entrelazar muchas cosas para llegar al clímax en el episodio once que ya está escrito.

Se llevarán muchas sorpresas, faltan aún muchos personajes que ingresarán pero ahora podemos ver qué ya entro mi mujer Yuzuha.

Espero les esté gustando esto y prepárense porque este año regresamos con las publicaciones semanales porque #AbandoneLaCarrera AJAJAJA bueno no tanto así pero algo similar.

Teorías, comentarios, sugerencias ——>

Nos vemos en la siguiente publicación 😝.

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