(𝟓𝟗) · 𝐄𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚 ·

El estado de inquietud de Nyx agudiza su sentido del oído hasta el punto de hacerla maldecir lo fuerte que suena el silencio, si es que eso es posible. La falta de estímulos reales hace que su mente invente motivos para estar molesta: respira demasiado fuerte y la van a oír, hace viento y no lleva nada para recogerse el cabello, el tiempo pasa agonizantemente lento.

Nadie le dijo que la espera sería tan agotadora. Nunca se le ha dado bien trabajar la paciencia, y cuando mira a Hina, con el rostro sereno y concentrado, solo maldice porque ella no parece compartir su turbación. Nyx necesita hacer algo ya o si no estallará. Necesita que la acción empiece de una vez y, sobre todo, necesita que todo termine tan rápido como empiece.

Su posición estratégica se encuentra en la linde del bosque, desde la cual se observa la puerta trasera del castillo, el maltrecho y angosto puente de madera y el círculo de piedras que sirve de desembocadura. Esa última parte es la que ve con menos claridad, pues está mucho más lejos y hay algunos árboles de por medio.

Pero no necesita ver para desatar la oscuridad. Lo que sí necesita es mantenerse alejada, donde no la vean los enemigos, por si acaso deciden que usarla como cebo sería una idea maravillosa.

El resto de combatientes de su bando está dispersado por los alrededores. Algunos están en el bosque, escondidos. Otros esperan en el interior del castillo, los menos duchos en batalla. Astrid, por ejemplo, está unos pocos metros tras ella y Hina, cerca del Lago. Las sirenas están preparadas para lo que pueda ocurrir.

Nyx se dice que debe repasar por decimocuarta vez la estrategia, pero, al igual que las últimas siete veces, cuando lo intenta, piensa en Cedric y se pone de mal humor. Se ha despertado en una cama vacía y fría, y cuando ha buscado a su novio por todas partes, no lo ha encontrado. Así que no le ha dado tiempo a despedirse antes de la batalla.

¿Será que su despedida era la de anoche?

A Nyx no le gusta despedirse, en realidad, así que a lo mejor Cedric lo ha anticipado y ha decidido evitar que esa despedida ocurra. Él siempre parece conocerla mejor de lo que se conoce a sí misma.

Así que se pone en posición de batalla, lista para actuar. No tiene tiempo de lamentarse por algo tan estúpido como decir adiós, porque no hay ningún adiós que dar. Se volverán a encontrar dentro de una hora, puede que menos, incluso, así que tiene que dejar los sentimientos a un lado y actuar con la mente fría.

Hinca una rodilla en el suelo, se agazapa y cierra los ojos antes de clavar las uñas sobre la tierra húmeda. Se concentra para escuchar mejor los sonidos del bosque, como le enseñó Thea. Oye primero el crujido de los bichos sobre la pinocha. El zarandeo de las ramas por el aire. El picoteo de los pájaros en las copas de los árboles. La respiración de todos aquellos ocultos en la espesura del bosque.

Y entonces detecta a la serpiente, reptando por el suelo. El siseo de su lengua y la elegancia de su movimiento. Sus sonidos son tan nítidos que puede imaginarse a la perfección la imagen en su mente. Junto a ella, camina Lord Voldemort.

Cuando anda, parece que se desliza también, como si fuera un reptil. El corazón late igual que el de la serpiente, pero se escucha débil. Nyx sabe que su vida depende de la del animal que se arrastra a su costado y de la media vida que le ofrece Harry desde dentro de su varita. Es un hombre moribundo y tiene poco por lo que luchar, pero debe concederle su valentía a la hora de intentarlo.

Saca un catalejo mágico y lo coloca sobre su ojo derecho para ver de lejos cómo se aproxima al círculo de piedras. Una cuadrilla de mortífagos lo sigue desde detrás, flanqueando sus espaldas para que nadie pueda atacar y pillarlos desprevenidos. No parecen demasiados, y por un segundo, Nyx se deleita pensando que, en el peor de los casos, ellos los superan en número y podrían acabar con la batalla en un santiamén.

Pero ha escuchado a la naturaleza y ha escuchado las pisadas. Sabe que hay muchas más personas escondidas en la espesura del bosque, y sabe que los mortífagos son rápidos en aparecer y desaparecerse. No puede dar por ganado algo que ni siquiera comienza todavía.

Así que evalúa la estrategia ahora que los enemigos son de carne y hueso y no unos trazos irregulares sobre una pizarra del colegio. La ola de Hina no llegará hasta Voldemort y los suyos, pero sí hasta los que acudan desde el bosque. Con que sirva de distracción, ya debería ser suficiente.

Nyx mira hacia el cielo sobre ella, no sabe si porque quiere suplicar más ayuda o porque necesita asegurarse de que no controla el tiempo con su estado de ánimo. Se esfuerza por mantenerse tranquila, pero sabe que tiene un resguardo de furia y adrenalina en las entrañas que no dudará en desatar si algo no sale como debiera. Ese pensamiento hace que se sienta electrificada y llena de energía, tanto que, cuando separa la mano de la corteza del árbol sobre el que se apoya, la superficie está ligeramente quemada.

Mira a Hina un segundo para tratar de infundirse ánimos. En lugar de encontrarse con su semblante pacífico, Nyx ve que su amiga arruga la frente, con la mirada puesta en el colegio. Nyx se coloca el catalejo de nuevo sobre el ojo y mira en la misma dirección.

La puerta del castillo se ha abierto.

Pero lo ha hecho unos minutos antes de lo acordado.

Nyx aguanta la respiración, aprieta los abdominales y se muerde la lengua. Faltan cinco minutos, pero, por algún motivo, Cedric ya está en posición.

No se siente preparada para nada. Se arranca las pielecillas del labio inferior y busca a su hermano tras Cedric, pero este no sale todavía. De momento, el plan ya no está saliendo según lo acordado. Se suponía que Cedric saldría acompañado de Neville y, tras ellos, Remus, Sirius y Snape.

Pero solo está Cedric, que camina muy despacio por el patio en dirección al puente de madera.

Nyx observa a través de un catalejo que no deja de temblar sus facciones contraídas por el pánico. Camina con decisión, pero se nota por lo rígido de sus movimientos que está aterrado.

¿Para qué sales solo, Cedric? ¿Por qué no te acompañan los demás?

Contempla hacer un cambio de planes y aparecerse a su lado, solo para que no esté solo. O a lo mejor para agarrarlo del cuello de la camiseta y preguntarle que qué demonios se piensa que está haciendo, cambiando la estrategia en el último momento y sin avisar a los demás.

Enfoca en dirección a la puerta para controlar a Neville, pero este no sale todavía.

Vamos, vamos, vamos. ¿Dónde estás, Neville? ¿Dónde?

Cuando vuelve a posar la vista sobre Cedric, este ha cruzado por fin el puente. Nyx susurra una negativa que se repite una y otra vez. No entiende qué ha impulsado a Cedric a enfrentarse a ellos, solo, si fue él quien ideó el plan en primer lugar. Nyx piensa que a lo mejor quiere intentar matar él a la serpiente, pero sin la espada de Neville es muy complicado que pueda matarla con fuego maligno, si nunca ha intentado conjurarlo.

Los labios de Cedric se mueven. Está hablando.

Nyx no quiere escucharlo, porque sabe que solo servirá para ponerse aún más nerviosa. Mira a Hina de nuevo y esta le hace una indicación para hacerle saber que va a dar por comenzado el plan en unos segundos.

Pero Nyx escucha un alarido. Primero busca a Cedric, aunque sabe que no es su voz, y luego dirige el catalejo hacia la puerta del castillo. Neville y los demás se apresuran, corriendo a grandes zancadas por el patio y tratando de atravesar el puente lo más rápido posible.

Algo no va bien, algo no va bien.

Busca a Cedric, pero no lo encuentra. Tarda dos angustiosos segundos, moviendo el catalejo de un lado a otro, hasta que percibe su figura arrodillada sobre la hierba, suplicando.

Ese no es el plan, joder, Cedric, ¿qué estás haciendo?

Dirige de nuevo la vista a su hermano, que apura los últimos metros del puente y salta los escalones antes de volver a gritar.

Nyx observa su rostro compungido reflejar un fogonazo de luz verde.

No.

Nyx se queda completamente rígida. Su hermano cae a tierra, pero ella ya no lo ve, pues su mente no procesa la imagen. Tarda un par de segundos en hacerlo y, para cuando busca de nuevo a Cedric, un grupo de mortífagos lo oculta. Trata de ver algo entre sus siluetas y en el suelo. Detecta a la serpiente y la ve en movimiento, agitándose y lanzándose sobre lo que debe ser la figura de Cedric.

Nyx contiene un grito desgarrador. Se dice que la protección lo va a devolver a la vida, pero hay una voz sombría en su conciencia que le eriza el cabello de la nuca.

¿Cómo sabemos que la protección funciona una segunda vez?

Sus sentidos se disparan de nuevo. Sabe que el cielo se ennegrece por sus nervios y que sus capilares se electrifican por la ansiedad. Se lleva la mano al corazón y siente que el más mínimo roce contra la piel de su pecho la deja sin respirar. Con el pánico apretándole el estómago, se aferra a la esperanza para clavar los dedos en la tierra y agudizar el oído.

Obvia los sonidos del bosque y se centra en el grupo en el círculo de piedras. Neville grita, pero Sirius y Remus lo tienen bien sujeto para que no trate de acercarse. Los secuaces de Voldemort parecen disfrutar con el espectáculo de la serpiente mordiendo a Cedric una y otra vez, y Nyx siente cada uno de los mordiscos como si ella misma los estuviera recibiendo.

Hay un latido exánime, mucho más débil que el de Voldemort.

Y entonces se apaga.

Nyx no puede retener este alarido. Emerge de lo más profundo de su ser y parece sacudir las copas de los árboles. Hina se lanza hacia ella para abrazarla desde detrás y tapar su boca para hacerla callar. Habla sobre desvelar su posición y sobre el plan, y está tan nerviosa que aprieta a su amiga de más e incluso le hace daño.

Nyx muerde el brazo de Hina para intentar dejar de gritar, pero el pánico inunda su cuerpo y no puede parar. Se le ha olvidado cómo se respira. Su cuerpo ha olvidado cómo se hace algo tan sencillo y lo hace de manera irregular y rápida, demasiado como para que el aire llegue a entrar en sus pulmones antes de salir de nuevo por su nariz.

Cuando Hina la suelta, con los brazos rígidos por toda la fuerza que ha empleado, Nyx se inclina hacia delante y devuelve todo el contenido de su estómago. Trata de pestañear para que todo a su alrededor no esté nublado y borroso, pero le tiemblan las rodillas y se tambalea.

—No puede ser, no puede ser, no, no, no...

—¿Qué pasa? ¿Qué has visto?

Nyx trata de razonar consigo misma, de pensar que ahora resucitará, como ya lo hizo en el pasado, pero ha escuchado el momento en el que se ha parado su corazón y sabe que algo tan milagroso como que este vuelva a latir es un ruego inútil. Tiene que esperar unos segundos, como ocurrió con Hina. Tiene que suplicar con todas sus fuerzas.

—Por favor, por favor, por favor, tráelo de nuevo, por favor —implora, su voz un mero susurro lastimoso.

Por encima de su ruego, Nyx escucha aún los gritos de Neville en la lejanía. En el silencio de la mañana, parecen retumbar contra las paredes de piedra antigua de Hogwarts y los estáticos troncos de los árboles del Bosque Prohibido.

—¿Pero qué pasa? —pregunta Hina, tratando de hacer entrar en razón a Nyx.

—Lo ha matado. Ha matado a Cedric, Hina. Ha...

Hina la deja caer al suelo por el susto. Arrebata el catalejo de sus manos y trata de observar hacia el lugar en el que Nyx le ha visto caer. Tarda unos segundos antes de cerrar el objetivo y guardarse el aparato en el bolsillo de la chaqueta. Se pone de rodillas para acercarse bien a su amiga y mirarla a los ojos.

—Nyx, ¿no se supone que Cedric tiene la protección? ¿Y no puede morir?

Los labios de Nyx tiemblan sin parar. Mira a Hina con desconcierto, porque le cuesta mucho darle sentido a sus palabras y que estas calen en su cerebro. Tarda un poco en comprenderlas.

La protección.

Ahoga un sollozo, pero este se queda atrapado en su garganta y cuando sale es un quejido cargado de lamento. Hina tiene los ojos aguados, también, mientras la mira y ruega que lo que dice no sea cierto.

—¿Y si solo funciona una vez? ¿Y si solo salva a la persona una vez y...? ¿Cuánto tarda, cuánto...?

Nyx hunde los dedos en el suelo. Escucha a su hermano gimotear.

¿Por qué no despierta?

No escucha el latido.

No hay signos de vida en el cuerpo de Cedric, por mucho que Nyx trate de escucharlos entre los gritos ahogados, las carcajadas y el llanto de los demás. Sí escucha el grito de batalla de la Orden, proveniente de Sirius, que se lanza a pesar de que aquello no era lo acordado.

La batalla ha comenzado y ellas no han cumplido con su parte del plan. Hina se limpia las mejillas rápidamente antes de obligar a Nyx a levantarse. Si no actúan, pronto las localizarán y las atraparán. Toma la cara de su amiga entre sus manos y la obliga a mirarla.

—Nyx, tenemos que seguir con el plan. Tal vez tarde un poco más en despertar...

Nyx se cae al suelo.

Levanta, niña, ¡no sirve de nada que te quedes ahí lloriqueando! ¡Levántate y lucha!

Pero ni siquiera la voz de su abuela consigue traerla de vuelta. Apoya el rostro surcado de lágrimas contra la tierra y trata de escuchar cualquier signo de vida de parte de Cedric. Necesita saber que no es cierto.

Porque no puede ser cierto.

Tenía tan claro que lo traería de vuelta si algo pasara que no se había preparado para lo peor.

Cuando abre los ojos, el mundo se tambalea a su alrededor. Nota la vibración de la tierra cuando algo explota en la lejanía. Ve los pájaros que salen volando aterrados de las copas de los árboles. Hina la zarandea, implorando que se mueva, pero Nyx no encuentra ni rastro de la fuerza eléctrica que antes corría por sus venas.

Cedric.

Cuando empieza a llover, lo hace a lo grande. La hermosa mañana se convierte en un infierno gris y negruzco, con nubarrones tan oscuros que hacen que el día que recién ha empezado parezca una noche cerrada. El Lago Negro está más oscuro que nunca, reflejando el cielo envuelto en tinieblas. Las enormes gotas de lluvia caen sobre la pareja de amigas y mojan su cabello y su ropa. Nyx hunde los dedos en el barro y solloza, y el pánico deja paso a la aceptación.

Cedric no revive.

—¡Nyx, levanta, por favor! ¡No puedes quedarte aquí, Neville sigue allí, luchando!

Las palabras tratan de hacerse paso, pero no tienen sentido ni forma. Suenan como un lejano eco porque lo único que escucha Nyx es el latido de Cedric apagándose una y otra vez. Suena tantas veces en su interior que, finalmente, parece activar el depósito de rabia que Nyx había ocultado en lo más profundo de su ser.

El primer rayo cae sobre la hierba, a pocos metros de ellas. Hina pega un salto hacia atrás por el susto, dejando escapar un bramido.

—¡Nyx! ¡Nyx, para, nos vas a dar!

Cuando gira la cabeza, sus ojos están tan blancos y llenos de luz que incluso Hina, quien también comparte ahora esa habilidad, tiene que apartar la vista por lo cegadora que es su mirada. Su rostro, segundos atrás torcido por la congoja, parece ahora una máscara de mármol blanco sin sentimientos. Hina da un paso atrás.

Nyx se levanta por fin, con la ropa llena de barro, y mira en dirección al castillo. Aprieta los puños mientras la rabia invade su cuerpo. Las palabras de Augusta sí parecen calar en ella esta vez.

De nada sirve llorar ni quedarse de brazos cruzados.

—Tienen que pagar —ladra Nyx, aspirando aire con fuerza. La luz de sus cicatrices traspasa su ropa.

—Pero...

—Por mis padres, por Cedric... —su voz no se corta cuando menciona su nombre—. Por Philip...

Hina cambia al escucharla. Algo se rompe en su interior cuando la información se apila en su mente hasta que cobra sentido. Igual que Nyx, ha tardado en reaccionar y entender lo que ha ocurrido. La Hina que pone por delante los deberes deja paso a la que se rige por sus sentimientos. Se alimenta de la misma rabia que su amiga.

Nyx aprieta los puños mientras piensa en su hermano. No pueden arrebatarle a nadie más.

Abre la boca para dejar escapar un grito de guerra que sacude las entrañas de la tierra como un relámpago. Hina mira primero al suelo, que tiembla bajo sus pies, y luego hacia su amiga, quien ahora está envuelta en una corriente de viento y hojas que termina por elevarla unos cuantos metros en el aire.

El remolino de viento se revuelve a su alrededor y se carga de la electricidad que absorbe de los rayos. Las nubes son una forma negruzca amenazadora sobre Nyx, quien sería capaz de arrebatar cada rayo de sol en ese momento e instaurar la oscuridad absoluta.

Hina utiliza uno de sus brazos para cubrirse por el impacto del aire y la tierra que se están levantando. Se aleja un poco, asustada, mientras ve cómo Nyx vuela en dirección al castillo, envuelta en la luz del rayo.

Es una visión escalofriante y sobrenatural. Hina está aterrada, pero, cuando se le eriza la piel, sabe que es por la adrenalina y la ira.

Sin pensarlo mucho más, se da la vuelta y toma carrerilla antes de lanzarse de lleno al agua. Está helada, pero Hina no siente absolutamente nada. Respira sin problemas bajo ella. Cuando abre los ojos, ve a los habitantes del Lago esperando su grito de guerra.

Y luego alza las manos para elevar el nivel del agua, tanto, que pronto inunda el Bosque Prohibido sin tregua. Thea y el resto de la Hermandad se pasaron el día anterior poniendo a salvo a todas las criaturas que lo habitan, avisándolas de lo que ocurriría aquel día. La ola de agua es despiadada y repentina. No avisa a absolutamente nadie y arrasa con todo aquel que está despistado. Quien no sale despedido por la fuerza del torrente, cae en las redes de la gente del agua, que lo atrapa y lo devuelve hacia el fondo del lago.

Hina no ha tenido el tiempo suficiente como para aprender a controlar todo su potencial, pero se deja llevar por su instinto y su enfado. Siente que la tierra está enfadada, también, por la sangre derramada sobre ella, así que toma su energía y la transforma en oleadas de agua que arrasan con aquel que trata de atacarla. Para cuando consigue hacerse paso y llegar hacia el punto de encuentro con Voldemort, se encuentra con el caos absoluto.

Los hermanos Longbottom pelean espalda contra espalda. Neville blande la espada en la derecha y tiene la varita en la izquierda a modo de escudo, y su mano refulge con un color azulado similar al que hace brillar la piel de Nyx, tras él. Ella no está usando su varita en lo absoluto. Le basta con los rayos de luz que salen de las palmas de sus manos, cargados de electricidad similar a la de los relámpagos que caen de manera aparentemente arbitraria por la zona. Hina solo puede esperar que ninguno de los suyos esté atrapado en la marea de agua que inunda el bosque y cae en el Lago Negro. Si un rayo impacta en el agua, podría ser mortal.

Recibe un golpe en la pierna. Luego otro cerca del costado. Se agacha para esquivar un hechizo. Lejos del agua, no puede enviar una corriente hacia sus enemigos, así que utiliza su varita para protegerse. Se despista un solo segundo para ubicar a Lord Voldemort y a la serpiente, el objetivo principal. Voldemort lucha contra Snape y Sirius, apoyados por varios miembros de la Hermandad y del cuerpo de aurores. La serpiente intenta resistirse a Thea, quien parece estar intentando encantarla, por cómo murmura algo en griego con las palmas de las manos extendidas en su dirección.

Hina nota una mano que la agarra del cuello y la alza unos cuantos centímetros por encima del suelo. Su primer instinto es tratar de quitársela con sus propias manos, pero cuando lo intenta se encuentra con que no hay nada. Mira desesperada a su alrededor, buscando a la persona que la tiene hechizada.

Encuentra por fin a Lucius Malfoy, que la apunta con su varita. Por cómo sonríe, Hina teme que pronto apriete lo suficiente como para cortarle la respiración o, peor, partirle el cuello. Hina trata de alzar la mano que lleva la varita en su dirección, pero cuando intenta hablar, no consigue enunciar palabra, y el dolor es tan grave que le impide concentrarse lo suficiente como para lanzarlo sin hablar.

Si muero no reviviré, si mue...

Hasta que el hombre cae de rodillas, aturdido, frente a ella. Augusta Longbottom está justo detrás, con su bastón mágico en la mano. Alza la cabeza en dirección a la joven a modo de saludo antes de ponerse a luchar contra otro mortífago.

Hina aterriza sobre sus rodillas. La adrenalina hace que no sienta dolor alguno por el golpe. Intenta recuperar la respiración mientras se masajea el cuello, todavía tratando de hacerse a la idea de lo cercana que ha visto su muerte. Solo cuando se da cuenta de que no tiene mucho tiempo para lastimarse, se sana la zona del cuello con un hechizo y se pone de nuevo en marcha.

Esquiva un rayo de milagro. Maldice en japonés sin parar hasta que ubica a su amiga de nuevo.

Cuando trata de plantarse frente a Nyx para llamar su atención, le toca rehuir otro de sus relámpagos. Nyx parece poseída por la rabia y la fiebre de la batalla. Hina se permite quedarse absolutamente fascinada durante medio segundo antes de preocuparse. Nyx no parece estar midiendo su poder ni cómo lo lanza a su alrededor. Nyx no parece ver ni entender absolutamente nada.

Así que intenta decidir si dejarse volver loca por la rabia como ella o tratar de hacerla entrar en razón.

Nyx está así por Cedric. ¿Verdaderamente ha muerto?

Ubica el espacio en el que había visto el cuerpo de Cedric y lo ve vacío, pero a unos pocos metros, junto a la pared y los trozos de roca, advierte la figura sobre el suelo. Con el estómago encogido, lanza un escudo a su alrededor y recorre la distancia a grandes zancadas para tratar de terminar cuanto antes con el suplicio.

Tira de su camiseta con todas sus fuerzas hasta que el cuerpo se da la vuelta.

Lo que sale de ella no es un grito de terror, porque se queda atascado al entender lo que está pasando. Siente una mezcla de alivio y pesar cuando reconoce el rostro del fallecido.

—Todd...

Hina nunca se ha llevado bien con Todd Dodderidge, pero eso no significa que ver el cadáver de alguien que conoce desde hace años no cree ningún tipo de impacto en ella, por insensible que se muestre a menudo con los demás. Acaricia con lástima su mejilla y piensa en lo difícil que será contárselo a Philip cuando despierte.

¿Cómo le digo que nunca volverá a ver a su amigo?

Después, piensa en lo evidente.

Si este no es Cedric, entonces, ¿dónde está?

Hina mira a sus espaldas. La visión hace que lance un escudo, y otro, y otro más. No suelta la camiseta de Todd, como si aquello sirviera de algo. Hina Murakami se deja embargar por el pánico.

Es evidente que había tenido miedo desde hacía días. Se había pasado toda su vida bromeando acerca de algo como aquello. Leyendo y escribiendo sobre escenas de lucha, batallas épicas con orcos, caballeros, magos y vampiros. Se había imaginado a sí misma blandiendo una espada, como Neville, o teniendo un poder tal que hiciera temblar la tierra bajo los pies de los enemigos.

Pero esta batalla, aunque sí cuenta con poderes sobrenaturales y espadas mágicas, es aterradora y es real. Los alaridos, los llantos y las explosiones hacen que salte y se encoja sobre sí misma, sintiéndose más pequeña y frágil que nunca. Huele muy fuerte a sudor, pólvora, fuego y sangre. ¿Cómo se quitará algún día ese perfume de su memoria?

Por Morgana, Todd Dodderidge, el que le enseñó el culo a McGonagall en segundo y se ganó la primera expulsión temporal de su curso, yace muerto a sus pies. Unos padres han perdido a un hijo y ella nunca volverá a hablar con él. ¿Qué demonios está pasando?

Se le llenan los ojos de lágrimas mientras ve el mundo a su alrededor derrumbarse sin remedio. A través del humo, ve los destellos azulados que lanza Nyx. Está desatada, furiosa, sirviendo su venganza, y no va a parar hasta que todo termine y no quede ni un solo enemigo con vida.

Antes de que se dé cuenta, está apoyándose en el árbol más próximo y tratando con todas sus fuerzas de no vomitar. Alguien coloca una mano sobre su hombro para consolarla, pero Hina solo salta y la aparta de un manotazo, pensando que ha llegado de nuevo su fin.

Astrid recoge sus mejillas entre sus manos.

—Aquí estás. Tenemos que buscar a Cedric.

Cuando Cedric abre los ojos, la enorme lámpara de la sala común de Hufflepuff le da la bienvenida. Tarda un mínimo segundo en entender la realidad, y en ese breve espacio de tiempo cree que se ha quedado dormido en el sofá después de estudiar y está despertándose de la siesta. Pero algo no cuadra.

Los horrocruxes.

Alguien lo zarandea en ese mismo momento. Están rebuscando en su chaqueta, y Cedric los aparta con temor, sin mirar bien de quién se trata, para rozar él también el interior acolchado de la prenda y tocar su varita y asegurarse de que está bien.

Hina, Astrid y Asher lo observan, atónitos. Lleva el pómulo amoratado por el golpe, y el interior de la boca le sabe a sangre seca.

—¿Qué ha pasado? —pregunta Asher. Cedric no reacciona ante el hecho de que el chico tiene media ceja quemada y una gran mancha de sangre sobre el hombro.

—Dodd me ha golpeado y... —Cedric se lleva la mano a la mejilla, tratando de entender qué ocurre. Escucha una explosión en la lejanía, a las afueras del castillo, y da un respingo antes de mirar por la ventana—. Por Helga, ¿qué hora es?

—Ya ha empezado... —dice Astrid, agachándose para curar su herida con un toque de su varita—. Están ahí afuera y...

—¿El plan no...?

—Cedric, Nyx piensa que estás muerto —anuncia Hina con angustia—. Así que tenemos que llevarte para que vea que estás bien, porque está furiosa y...

No necesita más que oír su nombre para ponerse en pie. Por supuesto, se tambalea un poco al levantarse porque lleva más de dos horas inconsciente. Agarra su varita del interior de la chaqueta y luego un vial de poción revitalizante. El grupo lo mira con sorpresa, aunque Asher asiente con aprobación.

—Lo usé en el Torneo también —anuncia Cedric, antes de tomársela de un trago y lanzarla al suelo.

Honestamente, sería muy sencillo ponerse a cubierto en sus habitaciones y esperar a que pase la batalla. Pero Cedric tiene la clave para hacer que todo termine en su bolsillo, y ya han perdido un tiempo valiosísimo y quién sabe cuántas vidas.

Suben las escaleras al primer piso en un frenesí que se corta de cuajo cuando se topan con un grupo de hombres que mira a Cedric estupefacto.

—¿Otra vez? ¡Pero si te acabamos de matar!

Cedric distingue que uno de ellos es Rodolphus Lestrange y otro es Barty Crouch Junior.

Esto no va a ser sencillo.

Porque el primer hechizo lo lanzan ellos y le cae a Astrid, la más adelantada de todos, y aunque no era un hechizo mortal, la joven sale despedida y se choca contra la pared más próxima con demasiada fuerza. Cedric no tiene tiempo de evaluar su herida.

Así que ve a Asher a su lado cargando contra ellos y él se lanza también, convenciéndose a sí mismo que lo que tiene delante son los maniquíes de prácticas de la clase de Sturgis Podmore. Por eso no le cuesta lanzar hechizos de los que duelen y hacen trizas todo a su paso, menos aún cuando sabe que este grupo es un impedimento para llegar hacia Nyx. Harry, alarmado, pregunta qué ocurre, pero Cedric no tiene tiempo de responderle.

Recibe un latigazo de dolor en la pierna y deja que Hina lo salve de otro. Lanza una llamarada de fuego hacia el enemigo que hace arder su túnica al instante. Esquiva un hechizo por atrás, recibe un golpe en la nuca que por poco no lo desestabiliza. Golpea a alguien con el codo y pisa su esternón con fuerza.

Aturdido. Hina consigue atar a Barty Crouch antes de ayudar a Asher a deshacerse de los demás. Cuando el último de ellos cae al suelo, el joven corre a socorrer a Astrid, inconsciente.

—Respira —promete Asher en un aspaviento—. Voy a la enfermería, ¡corred, vamos!

Cruzan el puente tan rápido que sienten las maderas bajo ellos retumbar, haciendo que toda la estructura se sacuda amenazantemente. Hay un par de cuerpos tumbados a lo largo del recorrido, pero ninguno de los dos se para a averiguar si son de los suyos o si están solo inconscientes o muertos. No tienen tiempo, y si es lo segundo, no hay mucho que puedan hacer por ellos.

Cedric advierte el azul de los poderes de Nyx a lo lejos, y eso parece dotarle de aún más energía, haciendo sus zancadas más y más grandes. Hina se esfuerza por seguirle como puede, pidiéndole al viento que la impulse para seguir su ritmo.

Cuando llegan, les cuesta un poco entender la distribución de su bando en el terreno de batalla. Hina ahoga un grito porque una de las Hermanas está en la entrada del puente, con la cabeza abierta contra una roca. Mientras Cedric la salta para buscar a Nyx, ella la aparta de la entrada y la deja sobre un lecho de hierba. Le cierra los ojos mientras suplica por su alma.

Connor y Fred luchan junto a Remus y Sirius. Entre los cuatro, retienen a Voldemort en una jaula invisible. Él trata de hacerse libre, por supuesto, pero Cedric advierte que está mucho más débil que la última vez que lo vio, cuando aún había varios horrocruxes activos. Si Voldemort no está muerto ya es por los dos pedazos de su alma que lo mantienen atado a la tierra.

Pero es un ser poderoso, impulsado por un mezquino propósito que se enciende cuando posa su vista sobre Cedric, quien daba por muerto hace menos de una hora. Grita con verdadera rabia, rompiendo la jaula invisible a su alrededor. Thea y Luna hacen surgir unas poderosas enredaderas del suelo que lo atrapan y lo retienen mientras vuelven a tratar de encerrarlo en su jaula.

Nyx pelea a unos cuantos metros. Cuando Cedric la ubica, se lanza a por ella con un escudo activado. Harry corre junto a él, esta vez sin detenerse a preguntar qué está ocurriendo. Los hechizos impactan alrededor de la pareja, pero Cedric apenas los siente, y sabe que no es el escudo quien los detiene, porque dejan en él un cosquilleo familiar que lo hace sonreír.

La protección.

—¡Nyx!

Cuando se acerca a ella y roza su mano, nota la descarga de energía, pero más allá de la impresión, no siente el choque de la electricidad. Nyx percibe su roce, y cuando se gira en dirección a Cedric, sus ojos que rezuman luz de luna lo observan con verdadera rabia, sin reconocer su rostro a través de la pantalla de luz de sus pupilas.

—¡Soy yo, Nyx! ¡Soy yo!

Nyx tarda unos segundos en entender lo que ocurre. Pestañea mientras la energía se apaga poco a poco y sus ojos vuelven a ser de color negro. Cedric toma su rostro entre sus manos y se acerca a ella, rozando sus frentes, tratando de traerla al momento presente y anclarla a la realidad. La cicatriz de la frente de Nyx arde contra su piel, pero no se separa a pesar del miedo que siente.

—¿Cedric...?

—Sigo aquí. Estoy aquí, Nyx.

Nyx niega de un lado a otro, farfullando acerca de su corazón y su muerte y la protección. Cedric sonríe y la acerca para besarla y hacerla callar, con una promesa de no dejarla sola. Nyx se separa y se lanza a sus brazos, ocultando el rostro en su clavícula. Después, se separa una vez más y lo empuja.

—¡No me vuelvas a hacer eso nunca más, idiota!

Tiene los ojos de nuevo encendidos, y Cedric se ve obligado a retroceder un paso hacia atrás por la descarga de energía que supone su empujón. Sin embargo, sonríe con alivio antes de mirar a su alrededor y ponerse en pose de batalla. Nyx, a su lado, vuelve a convocar el rayo para seguir luchando. Ahora que Cedric sí está vivo, el plan vuelve a su estado original.

Primero la serpiente, luego Harry y, finalmente, el golpe final a Voldemort.

Pero no sin antes acabar con el grupo de mortífagos que los rodea. Nyx atrapa a Narcissa Malfoy con un incarcerous y la lanza hacia la corriente de agua. No habrá muerto por el impacto, pero duda que pueda desatarse pronto mientras la arrastra el río. Está defendiéndose de un nuevo ataque cuando una reconocida voz la saca de su concentración.

Snape lucha contra Bellatrix Lestrange. Parece hacer de escudo frente a Neville, que no está demasiado de acuerdo con el hecho de que Snape libre su batalla por él. Nyx trata de acercarse, pero un hombre desconocido le impide el paso, lanzándole un hechizo lacerador que apenas roza su piel antes de serle devuelto. Ha entorpecido su campo de visión unos segundos, los suficientes como para no entender por qué Neville aparta a Snape de un codazo e intenta seccionar a Bellatrix en dos con su espada sin éxito.

Bellatrix sonríe. Niega de un lado a otro antes de parar de nuevo la espada con su varita, empujarla violentamente hacia el suelo y apuntar a Neville.

AVADA KEDAVRA!

Nyx siente que, cuando grita, su alma se escapa de entre sus labios.

—¡Neville!

Su hermano, con la espada clavada en el suelo, queda envuelto del color verde más terrorífico. Cedric corre hacia él para tratar de apartarlo del hechizo, pero es demasiado tarde. Siente un déjà vu cuando cae contra el suelo abrazado al chico, tan rígido como lo estuvo Harry en su momento.

Siente la derrota como un peso sobre su cuerpo, tan insoportable que vacía sus pulmones de aire.

La protección, la protección, la protección.

Nyx chilla de rabia y alza ambas manos hacia el cielo. Sobre ella, se crea un remolino de nubes negras que se carga de electricidad, disparando rayos azules y morados a su alrededor. Nyx aprieta los dientes y convoca un colosal rayo que impacta de lleno sobre el cráneo de Bellatrix. Las ramificaciones del rayo se extienden a su alrededor y llegan hacia otro de sus compañeros. Cuando Bellatrix cae fulminada al suelo, su cuerpo echa humo, completamente chamuscado.

Muerta.

Nyx acaba de matar a una persona y sabe que, quizás, no debería sentirse tan eufórica. Que debería arrepentirse o sorprenderse porque su venganza no sabe a nada, pero no es verdad.

Sabe a éxito. Bellatrix le arrebató todo hace más de una década y a su padre hace unas semanas. Cuando se gira y ve a Neville volviendo en sí, resurgiendo de nuevo a la vida, sabe que no se arrepiente en absoluto de haberla matado por atreverse a atacarlo. La había advertido más de una vez de lo que ocurriría si trataba de acercarse a Neville.

Púdrete en el infierno.

Corre hacia su hermano, todavía enérgica con el fulgor del asesinato. Neville se queja un poco por la descarga eléctrica que siente cuando Nyx le roza, pero sonríe, aún abrumado por la situación.

—Te he visto... —le susurra Neville, reponiéndose del golpe.

Solo Cedric, quien sufrió la misma muerte y vivió para contarlo, sabe lo que siente en ese momento Neville. Cuánto le debe costar respirar y cuán grave es el trauma de notar la vida saliendo de tu cuerpo en un solo segundo.

Al menos, él entiende por qué ha vuelto.

Nyx abraza a su hermano con una plegaria y un agradecimiento en sus susurros. Besa su frente con lágrimas en los ojos y luego mira a Cedric.

—Dejad de darme sustos o no lo contaré.

Los dos sonríen. Neville siente dolor en cada una de sus articulaciones y la escasa luz del día le molesta tanto que lo obliga a cerrar los ojos. Cedric está intentando sobreponerse por el susto, con la mano colocada sobre el corazón para intentar regular su respiración.

Y por eso no les da tiempo.

Ocurre tan rápido que no entienden por qué Nyx abre repentinamente los ojos por el dolor y la sorpresa. Ni por qué de repente cae de costado, con la mirada atónita, completamente rígida.

La comprensión llega segundos después.

La serpiente de Lord Voldemort aún mantiene sus colmillos contra la piel del tobillo de Nyx, infectando su sangre con su veneno cuando Neville la corta en dos y tira de ella para alejarla de su hermana. Voldemort grita al sentir otra parte de su alma fraccionarse. Solo un pequeño resguardo de su alma queda vivo, a duras penas.

Cedric no escucha su quejido. Solo oye un pitido contra sus oídos. Ve el brillo del acero de la espada y el cuerpo de Nyx en el suelo. La sangre de la serpiente por los aires. El cielo perdiendo todo su color como si alguien hubiera pulsado un interruptor. Todo se baña de penumbra.

Apenas ve el rostro de Nyx cuando se acerca para darle golpecitos en la mejilla. Su piel aún está cálida y suave, pero la joven no responde.

—La protección, ¿verdad, Neville? Tiene la protección. Va a volver ahora mismo, igual que tú, no te preocupes.

El joven asiente, con las lágrimas viajando por sus mejillas y empapando la camiseta de su hermana. Quiere dejar de llorar, pero le cuesta mucho cuando abraza su cuerpo lánguido. Cedric lo aleja de Nyx y lo lleva unos pocos metros atrás, intentando hacerlo entrar en razón, aunque cuando habla, le tiembla tanto la lengua que la frase tarda demasiado en salir de sus labios. Está tan oscuro que no puede ver su expresión cuando es Neville quien habla:

—Ya he matado a la serpiente —gimotea Neville, sorbiéndose la nariz—. Te toca, Cedric... Yo cuido de mi hermana.

Cedric no quiere mirar a Nyx. No quiere quedarse con su imagen muerta porque sabe que no podrá dormir tranquilo nunca jamás, por mucho que regrese a la vida dentro de un minuto. Voldemort y aquellos de su bando que aún siguen en pie luchan con todas sus fuerzas contra la Orden. Cedric se gira cuando Augusta se acerca a por su nieta. No la ve bien por la falta de luz, pero sí ve cómo la anciana se agacha a abrazarla.

No puedo verlo.

Con el estómago encogido por los nervios, Cedric echa a correr y se desaparece.

Aparece en el campo de Quidditch y se deja caer sobre la hierba. Sabe dónde se encuentra cada torre del campo, la distancia que hay hasta los postes y la ubicación de las puertas de los vestuarios. Por eso, cuando abre los ojos y se ve envuelto por la oscuridad, no se siente tan perdido, a pesar de que le cuesta discernir la realidad, el paso del tiempo y la gravedad de los sucesos que ocurren a su alrededor.

Nyx ha muerto, pero va a volver enseguida, igual que Neville.

Tengo la clave para parar esta guerra en la palma de mi mano.

¿Y por qué demonios tiene que ser tan doloroso?

Harry, a su lado, lo mira con desesperación.

—¿Por qué está todo tan oscuro? ¿Qué ha pasado...?

—La serpiente de Voldemort ha mordido a Nyx.

Harry se queda callado. Cedric no puede ver su rostro, así que tampoco sabe que el chico ha intentado alargar una mano para darle un apretón reconfortante sobre el hombro a modo de consuelo.

—La serpiente era un horrocrux —susurra Cedric—. Neville la ha matado, pero ya había mordido a Nyx. Era demasiado tarde.

—Pero Nyx puede regresar, ¿no?

Cedric asiente. Aunque su instinto es morirse de miedo ante la perspectiva de que aquello no funcione, lucha contra ese impulso y no deja que se extienda el pánico por su cuerpo porque sabe que le impedirá seguir adelante. Aparta ese pensamiento y lo guarda lejos, donde no pueda acceder a la parte que controla sus acciones.

Tiene algo que hacer, primero. Algo igual de doloroso que pensar en la muerte de Nyx.

Así, tumbado sobre la hierba, le parece el fin de ciclo más cruel que haya vivido jamás. No le parece justo que tenga que despedirse de Harry en el mismo lugar en el que lo vio muerto por primera vez. Le parece que el destino es despiadado y lo señala mientras se ríe a carcajada limpia.

Harry, tumbado sobre la hierba junto a Cedric, espera sus palabras en completo silencio. Realmente, ya sabe lo que está ocurriendo sin que Cedric tenga que explicárselo. Sabe desde que Neville lo formuló que él es un horrocrux. Todo apuntaba a ello, por mucho que Dumbledore lo desestimara nada más escucharlo. Solo estaba esperando a que Cedric lo aceptara.

—¿Por qué crees que me convirtió en un horrocrux a mí?

Cedric abre los ojos y mira hacia el cielo. Solo ve negro, y eso lo hace sentirse pequeño.

Nyx.

Los vuelve a cerrar porque necesita dejar de pensar en ella.

—No sé cómo demonios le dio tiempo mientras rebotaba el hechizo contra él —musita Cedric, pestañeando para que caigan las lágrimas y todo deje de estar borroso—. Pero creo que fue por el miedo. Creo que supo lo que se venía encima y, como un hombre desesperado, se aferró a lo único que le quedaba y te transformó sin quererlo.

Harry asiente, aunque Cedric no lo ve. Alarga de nuevo la mano hasta que toma la suya. Se concentra más que nunca por intentar sentirlo contra su piel, pero Cedric no se mueve.

—Eres la persona más valiente que conozco, Cedric. Te admiro, no sabes cuánto. Me hubiera gustado ser como tú.

Cedric se rinde al llanto. Llora amargamente porque todo le duele demasiado y está muy cansado. Le duele la pierna, y los brazos, y el costado. Le duele respirar y le duele pensar en Nyx, con la mirada perdida. No es fácil tragar saliva así, boca arriba, mientras le caen lágrimas sin parar, así que se siente todavía más patético cuando Harry dice que es alguien admirable. No se siente así.

Ha muerto gente porque no estaba al principio de la batalla para seguir su parte del plan. La serpiente ha mordido a Nyx porque no estaba lo suficientemente atento, asustado por ver a Neville morir igual que Harry.

—No te dejé cruzar —gime Cedric, restregándose las mejillas en un intento inútil de limpiarse la cara—. En el arco de la muerte no te dejé cruzar y reunirte con tu familia.

—No. Fui yo quien no quería cruzar —responde él, sin un atisbo de duda—. Tú no elegiste viajar a ese cementerio ni verme morir. Yo insistí en que los dos cogiéramos la copa.

—Pero...

—Podrías haber dejado mi cuerpo tirado, pero te arriesgaste por traerme hasta aquí y de repente toda tu vida cambió por decir la verdad sobre mi muerte. No iba a dejarte solo con todo lo que has hecho por mí.

—No he hecho nada. Podría haberme esforzado más, podría...

—Hoy termina —le recuerda Harry. Se incorpora para que Cedric pueda verlo, aunque es casi imposible con todas las tinieblas que se revuelven a su alrededor—. Esta pesadilla termina hoy y... Por muy difícil que haya sido este año, viviendo en el limbo, no sabes cuánto me alegro de que fueras tú quien aparecía para estar junto a mí. Sé que dormías con la varita encendida para que yo no me sintiera solo. Sé que me has protegido de lo que no quería escuchar, pero ya ha llegado mi momento.

Cedric llora aún más. Niega sin parar, tapándose la cara por la vergüenza.

—Yo hice las paces con ello hace tiempo, Cedric, y más ahora que mi muerte supone el fin de todo.

—Pero no quiero que te vayas, no...

—Un buen amigo me dijo una vez que aquellos que nos quieren, nunca, jamás, nos dejan. Se quedan con nosotros aquí.

Cuando roza su pecho, en el lugar donde le dio el hechizo, justo encima del corazón, Cedric lo siente. Siente la presión de su mano y la calidez de su tacto. Abre los ojos y ve a Harry, iluminado por la luz de su cicatriz. Se lanza para abrazarlo y, aunque solo hay aire, lo siente ahí.

—Es mi hora, Cedric.

—Te voy a querer siempre, Harry.

Cedric regresa a la batalla con la varita rota y el corazón en un puño.

Dejar ir a Harry ha sido como dejar un trozo de su alma atrás, también, en ese campo de Quidditch. Sabe que jamás será él mismo, nunca más. Ese Cedric asustadizo y dudoso, que no confía en nadie y mucho menos en sí mismo, muere ese día.

Llega a punto para ver el mundo en llamas. Devoran el bosque y la hierba, y llenan el ambiente de olor a madera quemada. La riada que inundaba la arboleda ha desaparecido, y ahora el hermoso lugar es consumido por el fuego. Solo se ve algo con claridad porque la multitud congregada en el círculo de piedras lleva ramilletes de plantas luminosas. Cedric no sabe qué planta es, pero es tan poderosa que es capaz de iluminar la más negra oscuridad.

Se hace paso entre la multitud hasta que llega a la primera fila, a tiempo para ver a Augusta Longbottom clavar el extremo puntiagudo de su bastón en el pecho de Voldemort. Cuando se escapa su último suspiro, parece que la luz que emiten las plantas parpadea. Su cuerpo queda rígido y consumido. Los mortífagos atrapados, unidos por una soga a un lado del prado, se desinflan, casi con alivio.

Voldemort ha muerto.

No siente tanta felicidad como creía que sentiría. Su pesadilla ha terminado, pero el mundo sigue sumido en la oscuridad y la piel le arde por las llamas. Parece que el infierno sigue desatado a su alrededor y no le ofrece ningún tipo de alivio. Tampoco entiende por qué nadie clama la victoria y celebra el fin de la guerra. El desenlace es siniestro y silencioso, bañado por la penumbra.

Nyx.

Neville no está por ninguna parte. Cedric avanza entre los asistentes, tratando de ver algo con la ayuda de la luz de las plantas. Se topa primero con Connor, que lo abraza y parece querer decir algo pero no encontrar palabras suficientes. Toma sus mejillas con sus manos y consigue enunciar algo, y Cedric lo conoce lo suficiente como para saber cuándo Connor está despistándolo, intentando alejarlo de algo que prefiere que no vea.

Así que Cedric apoya una mano en el hombro de su amigo y, sin dejar de mirarlo a los ojos, lo aparta para ver qué oculta.

Neville sostiene el cuerpo de su hermana. Hina suplica en dirección al cielo, arañando la piel de su amiga con desesperación y rogando a un poder divino que la haga regresar. Sus mejillas surcadas de lágrimas negras muestran un dolor insoportable.

Cuando Hina mira a Cedric, el mundo se apaga un poco más. La negativa en su mirada es suficiente. No hace falta que Hina le ponga palabras.

Nyx no ha regresado de entre los muertos.



Antes de que me matéis, os recuerdo que nos leemos el sábado con el capítulo 60 de Díada.

Gracias por leer y dejar vuestros comentarios y reflexiones ❤️🌑

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